Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento – Proverbios - Franz Julius Delitzsch - E-Book

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento – Proverbios E-Book

Franz Julius Delitzsch

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Beschreibung

Obra cumbre de la exégesis, teología y aplicación pastoral de los Proverbios en los últimos dos siglos; forma parte de la colección de Comentarios exegéticos al texto hebreo del Antiguo Testamento. Esta obra recoge el proceso de composición e interpretación judía de los Proverbios, desde el tiempo de David (siglo X a. C.) hasta la fijación del texto masorético hebreo (siglo IX d. C.), tal como ha sido transmitido, vocalizado y precisado con acentos, música y vivencia espiritual a lo largo de los siglos. Al mismo tiempo muestra y desentraña la historia de la interpretación con los Proverbios, con las traducciones más significativas a las diversas lenguas de Europa, desde el griego de los LXX (siglo III a. C.), el arameo de los targumes y la peschita (siglo I-IV d. C.), pasando por el latín de San Jerónimo (Vulgata, siglo IV d. C.), hasta Lutero (siglo XVI d. C.), con los Padres de la Reforma Protestantes y el resto de las iglesias cristianas (católica, ortodoxa) de la modernidad. El lector atento (aunque no especializado) podrá prescindir del análisis del texto hebreo, con la aportación de los masoretas, y quedarse en el plano de la lectura literaria, teológica y "pastoral" del texto, recibiendo el impacto y enseñanza de su interpretación.Se han escrito desde entonces otros muchos libros sobre los proverbios, en un plano histórico-literario y pastoral, pero entre todos ellos, por su análisis histórico-filológico, sigue destacando este libro-comentario de F. Delitzch.

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EDITORIAL CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

Publicado originalmente en alemán por Franz Delitzsch: Bíblischer Commentar über Die poetischen Bücher del Alten Testaments III. Das Salomonische Spruchbuch, Dörffling und Franke, Leipzig 1873

Traducido y adaptado por: Xabier Pikaza Ibarrondo.

“Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)”.

© 2023 Editorial CLIE, para esta edición en español.

COMENTARIO AL TEXTO HEBREO DEL ANTIGUO TESTAMENTO

El Libro de los ProverbiosISBN: 978-84-17620-68-4

ISBN ebook: 978-84-17620-69-1

Depósito Legal: B 12742-2023

Comentarios bíblicos

A. T. / Poesía y literatura sapiencial

REL006770

Impreso en Estados Unidos de América / Printed in the United States of America

Querido lector,

Nos sentimos honrados de proporcionar este destacado comentario en español. Durante más de 150 años, la obra monumental de Keil y Delitzsch ha sido la referencia estándar de oro en el Antiguo Testamento.

El Antiguo Testamento es fundamental para nuestra comprensión de los propósitos de Dios en la tierra. Hay profecías y promesas, muchas de las cuales ya se han cumplido, como el nacimiento y la vida de Jesucristo, tal y como se registra en el Nuevo Testamento. Algunas se están cumpliendo ahora, mientras que otras se realizarán en el futuro.

Los autores, Keil y Delitzsch, escribiendo cuando lo hicieron, solo podían imaginar por la fe lo que sucedería cien años después: el renacimiento de Israel como nación y el reagrupamiento del pueblo judío en la Tierra. Este milagro moderno continúa desarrollándose en nuestros días. Desde nuestra perspectiva actual podemos entender más plenamente la naturaleza eterna del pacto de Dios con su pueblo.

Según nuestro análisis, los escritos de Keil y Delitzsch parecen haber anticipado lo que vemos hoy en Tierra Santa. Donde su interpretación es menos clara, es comprensible dada la improbabilidad, desde el punto de vista natural, de que la nación hebrea renaciera y su pueblo se reuniera.

En resumen, le encomendamos este libro de referencia, solo añadiendo que lo involucramos desde la perspectiva de la realidad de lo que ahora sabemos acerca del Israel moderno. De hecho, el Señor está comenzando a levantar el velo de los ojos del pueblo judío.

Sé bendecido con el magnífico comentario de Keil y Delitzsch, ya que estamos ayudando a que esté disponible.

John y Wendy Beckett

Elyria, Ohio, Estados Unidos

Contenido

Prólogo del traductor

1. El Libro de los Proverbios: mensaje, teología, actualidad

2. F. Delitzsch, el comentario más actual del siglo xix

3. Actualización bibliográfica

Introducción

1. Plan externo del libro y testimonio respecto a su origen

2. Partes del libro y múltiples formas de los proverbios

3. Repeticiones en el Libro de los Proverbios

4. Multiplicidad de estilos y formas de enseñanza

5. Traducción alejandrina del Libro de los Proverbios

COMENTARIO

1.Título general del libro (Pr 1, 1-7)

2.Discursos exhortatorios (Pr 1, 8 – 9, 18)

3.Primera colección. Proverbios salomónicos (Pr 10, 1 – 22, 16)

Apéndice 1. Palabras de los sabios (Pr 22, 17 – 24, 22)

Apéndice 2. Suplemento a palabras de los sabios (Pr 24, 23-34)

4.Segunda colección. Proverbios recopilados por “varones de Ezequías” (Pr 25–29)

Apéndice 1. Palabras de Agur, hijo de Maqueh (Pr 30)

Apéndice 2. Palabras del rey Lemuel (Pr 31, 1-9)

Apéndice 3. La mujer hacendosa, oda acróstica (Pr 31, 10-31)

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR

El Libro de los Proverbios se encuentra actualmente en el centro del interés teológico y pastoral de las iglesias. En otro tiempo se valoraban más otros libros de la Biblia, empezando por el Pentateuco y los profetas. Pero la atención vuelve a fijarse ahora en los llamados “escritos (ketubim), sapienciales o poéticos” (Salmos, Cantar, Proverbios y Eclesiastés) que parecen hallarse más cerca de los grandes problemas del mundo a principios del siglo XXI.

Este es un fenómeno de “vuelta”, es decir, de retorno a las preocupaciones e intereses de las iglesias entre el siglo III y VI d.C., ante la caída de la sociedad imperial de Oriente y Occidente. Tanto en Roma como en el entorno de Egipto, Siria y Bizancio, que estaban cayendo en manos de los así llamados “bárbaros” (extraños), con otras lenguas y culturas, los “padres” de las nuevas iglesias, desde Orígenes de Alejandría (siglo III d.C.) hasta Gregorio Magno de Roma (siglo VI d.C.), fueron lectores y comentadores de estos libros, en especial, de los Proverbios.

Esos “padres” tuvieron la dificultad de organizar y exponer su mensaje partiendo directamente de los evangelios. No podían comenzar por el Pentateuco o los profetas. Por eso, se sintieron más cercanos a las grandes intuiciones y propuestas de los libros sapienciales y poéticos que, conforme al canon de su Biblia griega (la LXX) o latina (vulgata) eran estos: Job y Eclesiastés/Qohelet (que plantearían las preguntas centrales de los hombres), con Proverbios y Sirácida/Eclesiástico (libros de búsqueda) y Cantar/Sabiduría (más centrados en la contemplación). Conforme al canon hebreo de la tradición protestante (evangélica) siguen siendo fundamentales las propuestas Proverbios y Job, Qohelet y Cantar, con Salmos.

En ese contexto ocupan un lugar central los Proverbios porque recogen y sistematizan las aportaciones básicas de los libros sapienciales y/o poéticos de la tradición de la Biblia Hebrea, llevándonos al lugar de encuentro entre el Antiguo y Nuevo Testamento, precisamente allí donde actualmente podemos conectar, de un modo más intenso, con la propuesta cultural, social y religiosa de una postmodernidad (siglo XXI) que está perdiendo sus raíces cristianas (religiosas) en un mundo en el que, desde el cristianismo, resulta necesaria una nueva evangelización, en diálogo con la “cultura” postcristiana (pagana) que parece estar minando las bases del cristianismo tradicional de nuestras iglesias.

En esa línea se sitúa este libro de F. Delitzsch (1813-1890), el último de los comentaristas clásicos de Proverbios (en una línea judía, patrístico-cristiana, medieval y reformada) y el primero de aquellos nuevos estudiosos que ha querido responder a las preguntas de los pensadores antireligiosos, abriendo camino de comprensión histórica, filológica y teológica de la Biblia, ante los retos de las iglesias, en una sociedad europea (occidental) que estaba ya perdiendo sus raíces cristianas.

Quien quiera entrar sin más en el tema, desde la perspectiva exegética de la segunda mitad del siglo XIX, pase directamente a la introducción de F. Delitzsch, que empieza exponiendo los elementos fundamentales del estudio y tema de Proverbios en la Biblia y cultura de su tiempo. Quien quiera situar, quizá, mejor su comentario en el contexto de la exégesis común del momento actual (siglo XXI), puede seguir leyendo este prólogo que consta de tres partes: (1) teología de fondo de Proverbios; (2) aportación de F. Delitzsch; (3) bibliografía actualizada.

1. El Libro de los Proverbios: mensaje, teología, actualidad

1. Presentación y división

Conforme a la opinión general de los investigadores actuales (evangélicos y católicos o simplemente estudiosos de la Biblia), el Libro de los Proverbios (Pr) incluye dos partes. Un cuerpo central, con antologías de refranes o dichos sapienciales, de orígenes distintos (Pr 10‒31) y una introducción teológica (Pr 1‒9) que ofrece una enseñanza unitaria sobre el don, los riesgos de la sabiduría y el sentido de la vida humana, desde una perspectiva confesional israelita, en un momento relativamente tardío de la historia de Israel (entre el siglo IV y III a.C.). El cuerpo (Pr 10‒31) ofrece varias colecciones de refranes y sentencias, agrupadas por autores y temas:

Pr 10, 1–22, 16 es la parte más larga, atribuida a Salomón. Incluye dichos sobre la conducta personal y familiar, y sobre el orden social y las riquezas, desde un fondo creyente (israelita), pero con valor universal.Pr 22, 17–24, 34 incluye varias colecciones de sentencias de sabios, que pueden compararse en parte con las de Ajicar el Asirio y con las de Amenenope de Egipto (1000-600 a.C.), pero que han sido recreadas desde la perspectiva del Dios teológico-social de la tradición israelita.Pr 25‒29. Nuevas sentencias escritas también a nombre de Salomón¸ aunque referidas a los tiempos del rey Ezequías (716-688 a.C.), en un momento de recreación de Judá, tras la caída de Israel, el reino del norte (722 a.C.). Pr 30‒31, 9. Proverbios atribuidos en parte a Agur y Lemuel, que parecen de origen extraisraelita, aunque su contenido es muy cercano al de las grandes tradiciones de la Biblia. Incluye el famoso poema acróstico sobre la Mujer fuerte (laboriosa), que aparece completando y matizando lo que en las partes anteriores se dice de la Mujer-Sabiduría y de la Dama-Necedad (signo de adulterio, mentira y engaño).

La introducción (Pr 1‒9), escrita probablemente en el siglo IV-III a.C., trasmite la doctrina que un padre o maestro israelita dirige a su hijo/discípulo para ayudarle a superar el riesgo de una riqueza (Pr 1) que destruye el orden social querido por Dios y, sobre todo, la amenaza de una perversión sexual (cf. Pr 2‒7) que se interpreta como idolatría y ruptura de la alianza israelita. Pues bien, en el momento más significativo de la introducción del libro, el autor concede la palabra a la dama Sabiduría, signo y presencia de Dios, para que guíe al joven (a la nueva generación de judíos) por los caminos de la maduración afectiva y de la honestidad humana (Pr 8).

En esa línea, de manera sorprendente, el mismo Dios viene a mostrarse en su Sabiduría como amiga/esposa de los hombres fieles, en especial de los sabios. Conforme a la visión normal de su tiempo, la instrucción va dirigida a los varones que han de ser educados en la instrucción del verdadero judaísmo. Pero esa instrucción aparece, desde el principio, como palabra y afecto (cultura) de la mujer divina. Frente a la mala mujer o ramera que destruye el corazón incauto, dejando a los hombres en manos de su propia pequeñez y su violencia, frente a los varones posesivos y violentos viene a revelarse la mujer sagrada, como revelación de Dios, que educa a los varones, para que superen los nuevos retos de una humanidad que busca bienes materiales, placer y dinero.

Mirado desde una perspectiva externa, este mensaje se sitúa cerca del que ofrece el discurso de Diótima, sacerdotisa griega que dice su palabra clave en el Banquete de Platón, sobre el conocimiento y el amor divino de la vida humana. Pero en Proverbios, la que habla no es una sacerdotisa, sino la Sabiduría de Dios, como mujer amiga que despliega su belleza y su palabra de nuevo nacimiento en la colina, a la vera del camino, en las entradas de la ciudad (Pr 8, 1-2), oponiéndose así a la prostituta, esto es, al ideal del falso placer y del dinero que todo compra y vende.

El autor de este mensaje (Pr 8, 4-36) es un israelita, que acepta la presencia y acción de Dios en la historia de su pueblo pero que, al mismo tiempo, quiere poner de relieve la enseñanza de la Sabiduría universal, que se abre a la humanidad entera, de un modo ya globalizado. Este libro nos sitúa así ante una teología abierta al mundo, ante una religión universal centrada en dos afirmaciones de fondo:

Existe un Dios, que es el principio, sentido y fin de todo lo que existe, un solo Dios que ha sido revelado a través de la experiencia israelita, como realidad más honda de la vida humana, de tal forma que en él nos encontramos, nos movemos, existimos y somos, como dirá más tarde Pablo en Hch 17, 28. Dios se expresa como Sabiduría amorosa, fuente de todo conocimiento, identidad divina de todo lo que existe y especialmente de los seres hombres, no como simple remunerador en un mundo futuro, tras la muerte, sino en este mismo mundo, en el orden afectivo, económico y social del pueblo de Israel y del conjunto de la humanidad, que se manifiesta en la vida de cada uno de los hombres.

El autor del libro asume y desarrolla de manera radicalmente monoteísta (desde la tradición israelita), una visión de la Sabiduría de Dios que se ha expresado tanto en la zona Oriental (Asiria-Babilonia) como en la occidental de Israel (Egipto y Grecia) de un modo politeísta. Esta Sabiduría no es un Dios distinto, separado del Señor israelita, pero tampoco es una simple personificación retórica, un modo de hablar, un motivo estético/literario sin consistencia antropológica o teológica.

Esta mujer/sabiduría tiene una entidad propia como expresión de la hondura amorosa y femenina de Dios, signo y garantía central de su presencia. Cierta tradición teológica cristiana ha reelaborado ese motivo, aplicándolo a Jesús, Hijo de Dios, en su condición de ser divino y principio de lo humano, pero también al Espíritu Santo e incluso a la Madre de Jesús, Virgen María, entendida como expresión materna y amorosa de Dios. Para los judíos de Proverbios esta dama/Sabiduría se mantiene en un plano de fondo divino, pero sin encarnación propiamente dicha, como la de Jesús, como presencia de Dios entre los pobres y excluidos de la vida humana. Esta mujer-sabiduría es signo y presencia real, siempre trascendente del cuidado amoroso del Dios que invita a los hombres y les ama (acoge) como mujer amante.

Leídos desde ese fondo, los más de ochocientos “proverbios” (refranes) que integran el cuerpo del libro, tienen un sentido teológico (son un canto a la revelación y presencia de Dios), ofreciendo, al mismo tiempo, una doctrina (garantía) de pacificación comunitaria y maduración personal de la vida humana. El Dios que habla y ofrece su mensaje en este libro es un “maestro”, un testigo de la tradición antigua que viene desde el fondo de los tiempos, ofreciendo el testimonio de una tradición personificada en el gran rey judío (Salomón), como signo y portavoz del Dios que es padre-madre-amiga para que instruya a los jóvenes, es decir, a la nueva generación de israelitas que han nacido en un tiempo de grandes transformaciones personales y sociales, que amenazan con destruir para siempre la tradición israelita.

El autor de este libro se sitúa en un tiempo de gran cambio, de corte total en la historia, en un momento de transformación (destrucción) socio-religiosa, que puede situarse entre el final del imperio persa (539-333 a.C.) y los principios del dominio helenista (del 333 al 200 a.C.), cuando Israel parecía condenado a desaparecer como pueblo, en la marea de los grandes cambios económicos, culturales y religiosos del entorno, en el centro de eso que K. Jaspers (Origen y meta de la historia, 1949) llamaba “tiempo-eje”.

Significativamente, K. Jaspers buscaba en ese libro el origen y meta de la historia tras el inmenso desastre de la segunda guerra mundial (1939-1945), con la aniquilación violenta (holocausto, shoah) de gran parte del judaísmo del centro de Europa. El Libro de los Proverbios se situaba ante un momento semejante, ante el origen y riesgo de muerte no solo del judaísmo antiguo, sino de la humanidad tradicional ante el nuevo riesgo de un imperialismo militar, ideológico y económico, que culminará en el Imperio romano.

Por una parte, el autor de los Proverbios es un “sabio” al estilo antiguo, un autor que recoge tradiciones venerables de sabiduría y religión, encarnadas en la figura de Salomón, tradiciones que pueden compararse con las del entorno semita (especialmente representada por babilonios y arameos/sirios, fenicios y árabes…). Por otra parte, este es un autor distinto, llamado a responder a los retos socio-culturales y religiosos de la nueva cultura helenista que, en el entorno de la caída del imperio persa (333 a.C.), está amenazando la identidad social y religiosa no solo de los israelitas, sino del mundo tal como anteriormente había existido.

Así lo pone de relieve el discurso de la Sabiduría (Dios-Sabiduría) en Pr 8, 4-36, texto del que ahora debo ocuparme. Frente a los proverbios o refranes de la experiencia popular viene a revelarse aquí (proclamando su palabra) el mismo Dios Excelso, en forma de mujer amiga que despliega su encanto y su llamada en la colina superior de la ciudad, que es el lugar del templo. Es como si hablara el mismo dios del santuario, retomando las tradiciones fundacionales de Israel: creación y éxodo, conquista de la tierra y proclamación de los profetas. La estructura del texto, que dividimos en cuatro partes, resulta clara y puede compararse con Gn 1 (creación) y con Jn 1, 1-18 (revelación personal de Dios).

2. Introducción (8, 4-11). Dios nos invita

A vosotros, hombres os llamo; a los hijos de Adam (=ser humano) me dirijo: aprended sagacidad los inexpertos, aprended cordura los necios... Mi paladar repasa la verdad, y mis labios aborrecen el mal; todas mis palabras son justas, no hay en ellas ninguna torcida o tortuosa; son leales para el que entiende y rectas para el que comprende. Recibid mi instrucción y no plata, una ciencia mejor que el oro puro, pues la Sabiduría (=hokmah) vale más que las perlas.

Ante el gran desastre del entorno social y religioso que amenaza con destruir la vida hebrea, entre el siglo IV y II a.C., este pasaje ofrece una más alta revelación de Dios, indicando así que los hombres (varones/mujeres) quieren y pueden recibir una sabiduría-vida más alta que les sobrepasa y fundamenta sobre el mundo. Más que la búsqueda humana, este pasaje expone y despliega de un modo solemne la llamada más alta de la Sabiduría que invita a los habitantes de la ciudad (Jerusalén) y al mundo para que vengan, escuchen y acojan el don del Dios-sabiduría que les invita a vivir y amar en comunión sobre la tierra.

La búsqueda de Dios, la tensión fuerte del amor, no es algo que nosotros hayamos inventado, como supone un pensamiento cerrado en las fronteras de la nueva humanidad del trabajo y de la técnica. Esa búsqueda y tensión amorosa viene del alto, pues el hombre (varón o mujer) ha sido creado como “oyente” de la palabra, capaz de escuchar y acoger la llamada que Dios le dirige para así vivir de un modo más alto, en concordia amorosa.

Como varón joven que espera y acoge la voz de la amada, para así madurar en amor y responderle, creando espacios de concordia con los demás seres humanos, así todos los hombres (varones y/o mujeres) pueden y deben escuchar la voz del Dios-Sabiduría, creador y maestro de los hombres, el Dios del conjunto del Libro de los Proverbios, que habla y llama a los hombres en relación personal de amor.

3. Sabiduría femenina, nueva humanidad (8, 12-21)

Yo, Sabiduría (hokma), habito con la comprensión profunda (=´ormah) y busco la compañía del conocimiento (=da´at)... Yo detesto el orgullo y la soberbia, el mal camino y la boca falsa. Yo poseo el buen consejo y el acierto, son mías la prudencia y el valor. Por mí reinan los reyes y los príncipes dan leyes justas... Yo amo a los que me aman, y los que madrugan por mí me encuentran. Yo traigo riqueza y gloria, fortuna copiosa y bien ganada; mi fruto es mejor que el oro puro y mi renta vale más que la plata. Camino por sendero justo, por vías del derecho (=mispat), para legar riqueza a mis amigos y colmar sus tesoros.

Esta Sabiduría se expresa, ante todo, como buen gobierno (por mí los reyes reinan), como administración justa, al servicio de la vida de los seres humanos, varones y mujeres, pobres y ricos, todos los pueblos. Un ideal de este tipo puede hallarse en el fondo de las grandes culturas antiguas de oriente, tanto en la diosa egipcia del saber (Maat) como en las diosas de la fertilidad y de la vida de Siria y de Mesopotamia.

El Dios de Israel asume de esa forma el mejor fondo y mensaje divino de los reyes del oriente, como rostro femenino de la verdadera humanidad, que no se expresa en forma de victoria militar, ni de imposición económica y conquista de unos pueblos sobre otros, sino como unión amorosa de todos los hombres. Es como si el ideal y proyecto patriarcal (de lucha y dominio) de los estados dominadores (asirios, babilonios, persas, helenistas militarizados) hubiera fracasado (y debiera fracasar para siempre). El Dios verdadero no aparece ya como guerrero triunfador, sino como mujer amorosa, inteligente.

La verdadera Sabiduría de la vida (inteligencia, conocimiento, consejo) no es de los varones guerreros, sino la de las mujeres amantes (más que simplemente madres). Solo en esta línea se expresa y crece la auténtica riqueza de la vida y la justicia entre los hombres (varones y mujeres), no para un mundo futuro, tras la muerte, sino en esta misma vida en la tierra. Entendida así, la revelación de la identidad sapiencial/femenina ha de entenderse en clave histórica y escatológica (de culminación vital). Sobre un mundo destrozado por la lucha y falta de amor viene a expresarse una promesa y camino de vida más alta, a través de la figura y proyecto del Dios femenino del conocimiento, la riqueza y la justicia.

4. Revelación teológica (8, 22-31)

Yahvé me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los océanos fuí engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban encajados los montes, antes de las montañas fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano; cuando sujetaba las nubes en la altura y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, y las aguas no traspasaban sus mandatos, cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia; jugaba con la bola de la tierra, disfrutaba con los hijos de Adam.

La Sabiduría divina, femenina del mundo y de la historia de los hombres, es el centro del discurso. Ella se expresa aquí y revela su profunda identidad, desplegando ante todos su misterio. No quiere ni puede ocultarse; no engaña ni miente como las rameras de la calle (cf. Pr 7, 6-23). Así va diciendo su misterio:

Yahvé me estableció (qanani). Esa palabra es enigmática. Puede aludir a la generación (como si Yahvé fuera su padre/madre); o también a un tipo de adquisición (como si Dios en el principio hubiera llamado hacia sí a la Sabiduría). Hemos preferido el sentido más neutral: me estableció (me instituyó, me sentó en el trono...).Revelación y presencia original de Dios con rostro de mujer: eso es la Sabiduría. Un mundo nuevo, una humanidad pacífica, amorosa, fraterna, en clave de mujer, esa es la presencia y obra de Dios entre los hombres.Fui engendrada (=holaltti), en pasivo divino: Dios mismo ha “engendrado”, en claro simbolismo femenino, a la mujer-sabiduría, en el principio de los tiempos. Todo lo que existe sobre el mundo es derivado: solo más tarde han surgido océanos y montes, abismos de tierra y los poderes de la bóveda celeste... En el origen, como expresión fundante de Dios, ha emergido su Sabiduría, la imagen y sentido femenino de la vida, principio creador de todo lo que existe.Jugaba en su presencia (mesaheqet). La misma Sabiduría establecida y engendrada en el principio (como expresión fundante del conocimiento/amor de Dios), viene a presentarse aquí como hijo querido de Dios, como aprendiz (´amon: 8, 30) que realiza a su lado su obra, siendo así su encanto (sa´su´im)constante. Por encima de la pura razón demostrativa que impone un orden violento sobre todo, y acaba derrotada, angustiada, sin amor ni gozo, viene a desvelarse aquí la sabiduría más alta, de tipo lúdico y estético, el conocimiento que se expresa en forma de juego y recreo (recreación gozosa de la vida). Dios no ha suscitado el mundo por deber, por cálculo económico, con fines lucrativos, sino a fin de comunicar su placer de vida y compartirlo con los hombres. Dios siente placer, Dios goza y juega (Deus ludens), como maestro que enseña a su aprendiz, como amante emocionado ante su amada en cuyo nombre y bajo cuya inspiración hace todas las cosas.

Estos son algunos motivos fundamentales del gran canto de la mujer/sabiduría, que así aparece con rasgos de diosa, en la línea de las grandes figuras femeninas de Egipto, Siria y Babilonia. Ella es divina, pero no tiene personalidad independiente: no se puede separar de Yahvé ni presentarse como otro Dios distinto, en línea politeísta. No es una diosa más, pero tampoco es una simple personificación, un modo de hablar, un motivo estético/literario sin ningún apoyo en la realidad.

Es la revelación originaria de Dios, como ha mostrado Miguel Ángel Buonarroti en el fresco de la creación de la Capilla Sixtina (Vaticano): del hueco abierto por el brazo izquierdo del Dios/Varón emerge la mujer/Sabiduría, como elemento del misterio divino: Dios la mira y, al mirarla, mirándose a sí mismo, puede expandir el otro brazo para suscitar el mundo humano, representado por Adán, en quien se encuentran condensados-culminados los cielos y la tierra, las montañas y las aguas, todo el cosmos. La tradición teológica cristiana ha reelaborado nuestro texto, aplicándolo a Jesús, Hijo de Dios, en su condición de ser divino y principio de lo humano.

Entendido así, este pasaje nos sitúa ante el Dios que es origen sin origen, presencia creadora que se expresa en forma de Sabiduría-Mujer, formando parte de Dios y siendo, al mismo tiempo, principio y consistencia del cosmos, ideal, modelo y riqueza de la vida de los hombres, en línea de mujer.Se suele afirmar que lo femenino es receptivo: es pasividad, simple escucha, sin palabra propia, en línea de juego de amor pasivo.Pues bien, en contra de eso, allí donde la Sabiduría resulta más intensa, allí donde tiende a triunfar la razón instrumental, emerge ahora, por encima de esa razón posesiva y violenta el gozo de Dios promoviendo la vida de los hombres, el juego de belleza y amor de todo lo que existe.

5. Invitación y promesa (8, 32-36)

Por tanto, hijos míos, escuchadme; dichosos los que siguen mis caminos: escuchad mi aviso y seréis sabios, no lo rechacéis; dichoso el hombre que me escucha, velando ante mi casa cada día, guardando las jambas de mi puerta. Quien me alcanza alcanzará mi vida, y gozará el favor de Yahvé; quien me pierde se arruina a sí mismo; los que me odian aman la muerte.

Tras el intermedio social (8, 12-31) y la fuerte manifestación teológica (8, 22-31), en forma de quiasmo sintético (retomando todo lo anterior), el texto presenta de nuevo la voz de la mujer/sabiduría que llama a los hombres porque les ama, porque es feliz con ellos y pretende así hacerles felices, retomando algunos motivos de la creación, del paraíso (Gn 2‒3), pero con una diferencia muy significativa: aquí no existe conciencia de un pecado original, de una caída cuyo efecto dura para siempre.

Ciertamente, como vengo diciendo, este pasaje supone una “caída”, que se expresa de un modo social en el dominio de unos hombres sobre otros (en forma de imperios destructores), una caída concretada en el riesgo de destrucción final en que se encuentra la humanidad en su conjunto, y más en concreto los judíos de aquella generación amenazados por la lucha sin fin, por la pérdida del dios Amor, por la batalla de todos contra todos.

Los hombres y mujeres a los que dirige esta llamada del Dios-Sabiduría, entre el siglo IV-III a.C., se encuentran situados ante la gran alternativa: (a) negar al Dios de la gracia y la vida, esto es, negarse a sí mismosy morir destruyéndose del todo; (b) o escuchar la voz creadora, amorosa de la Sabiduría, y vivir, no solamente aquí (en los breves años de una vida en el mundo), sino más allá de este mundo, pues la vida de los que aman a Dios (en Dios) supera de un modo profundo la existencia en el mundo.

Quizá pudiéramos decir que esta mujer/sabiduría es la verdad del paraíso de Dios, del hombre ya planificado. Aquí no hacen falta más símbolos de ríos/perlas/árboles frutales (Gn 2). Los tesoros del paraíso se encuentran concentrados en esta mujer-Sabiduría, que es el Dios hecho Edén o paraíso para el hombre, conforme a la palabra del principio, que identifica la muerte con el pecado (el día en que comáis…, es decir, rompáis, destruyáis el amor de la vida moriréis, cf. Gn 3, 2-5).

Esta es la promesa que se va expresando a lo largo de todo el libro de Proverbios: los hombres y mujeres que viven en la sabiduría de Dios no mueren; los hombres y mujeres que escuchan la voz del Dios amor y le responden amando no acaban, sino que siguen viviendo en el amor, por encima de la muerte. Difícilmente podría haberse hallado imagen más bella: Dios se define como mujer/sabiduría/esposa que llama a los humanos, invitándoles a compartir gozo y belleza para siempre, por encima de la muerte. Sin duda, en un sentido, los hombres mueren. Pero viviendo en Dios se mantienen y encuentran en la vida por encima de la muerte, como el mismo F. Delitzsch irá indicando con admirable precisión a lo largo de su comentario.

Gn 2‒3 cerraba al hombre en su silencio de muerte. Adán y Eva se apoderan del fruto prohibido, niegan a Dios y, buscando otros amores, se pierden a sí mismos en la muerte. Por el contrario, conforme a nuestro texto, aquel hombre que responde a Dios y acoge su amor, halla la vida, se vuelve al paraíso (8, 35-36), vive para siempre.

No hay razón para entender estas palabras (vida y muerte) en un sentido desgastado, como simbolismo sin hondura. Ellas nos conducen más bien al centro de eso que pudiéramos llamar la opción definitiva de vida o muerte de lo humano: (a) la Dama/Sabiduría invita a los hombres al banquete de sus bodas: ha construido su casa, ha preparado el festín, ha enviado a sus criados para invitar a todos a su vida, a fin de que participen de ella por encima de la muerte (9, 1-12); (b) por el contrario, la Dama/Locura o necedad, presentada en forma de gran prostituta, de lucha sin fin de unos contra otros, entrega a todos en la antifiesta del amor vacío y de la muerte (9, 13-18).

2. F. Delitzsch, el comentario más actual del siglo xix

Desde el contexto que acabo de esbozar, puedo y debo presentar el comentario de F. Delitzsch, publicado en el año 1873, hace siglo y medio, hacia el final de la época dorada de la exégesis y teología protestante de Alemania. Es un comentario filológico, histórico y teológico del texto hebreo de Proverbios, escrito en un momento clave de la teología de fondo idealista, vinculada a la experiencia y deseo de progreso de la sociedad alemana y europea (occidental) que se creía portadora de unos valores religiosos, racionales y afectivos de comunión que debían extenderse al mundo entero.

En ese contexto, este Libro de los Proverbios aparece como prototipo de una cultura de progreso cultural y sacral que debería extenderse al mundo entero. Como he dicho, F. Delitzsch era consciente de la revolución antireligiosa que parece avanzar en la sociedad europea, una revolución que él compara, en el fondo, con la que se había expresado en algunos “librepensadores” y “necios” (negadores de la religión) que estaban al fondo de ciertos pasajes de Proverbios. Pero al fondo de eso, F. Delitzsch siguió manteniendo un tipo de optimismo idealista propio de sus tiempos, que se mantendría vivo hasta la crisis de los años 1914-1918 (en el contexto de la Gran Guerra), con la caída y ruptura de los ideales de seguridad y progreso de la etapa anterior, tal como se expresa en la teología de K. Barth.

En esa línea, Delitzsch interpreta el conjunto Proverbios como expresión de una cultura y religión del orden permanente de la sociedad. A su juicio, la sabiduría bíblica y, en especial, el libro de Proverbios, sigue teniendo un gran valor al descubrir y destacar el orden que se oculta en el fondo de la vida humana, es decir, en la estructura del mundo material y la “jerarquía social” que se manifiesta en la vida de los hombres. De esa forma, destaca la importancia de la autoridad establecida como signo de Dios, con su patriarcalismo de fondo, con la supremacía del varón sobre la mujer, etc. y de los nobles sobre los plebeyos.

La realidad entera aparece, a su juicio, como un orden jerárquico, fundado en Dios y expresado en las autoridades establecidas, tanto en el plano social como religioso. Tomado en conjunto, el Libro de los Proverbios sería, según eso, un canto al orden social, una afirmación del valor de la nobleza y riqueza de los miembros más favorecidos de la sociedad. Por eso, tenemos la necesidad de conservar las estructuras establecidas, en contra de toda veleidad revolucionaria, como muestran los temas básicos del libro:

Dios. Es ante todo el Creador; está por encima y, al mismo tiempo, dentro del mundo. Es Sabio y bueno, defensor del bien, retribuye a los hombres según su conducta, ha escogido a Israel, pero se apiada de los pobres, siempre desde arriba, sin encarnarse en el dolor de la existencia humana, al servicio de los pobres y excluidos de la sociedad.La Sabiduría. Es la manifestación fundamental de Dios que, siendo poderoso es, ante todo, principio del orden cósmico, en la línea de un tipo de racionalismo teológico, bien conocido en el pensamiento de Oriente y, de un modo especial en Grecia. En esa línea, debemos añadir que, siendo radicalmente judío, el libro de Proverbios se encuentra cerca del helenismo que defiende igualmente el orden de los privilegiados de la sociedad. Así lo han sentido los primeros Padres de la Iglesia que han reinterpretado el cristianismo desde una perspectiva de sabiduría amorosa y racional, siguiendo la tradición de los antiguos.Orden social. Sin duda, el Dios de los Proverbios es creador y principio del mundo, pero se manifiesta especialmente en el orden de la vida del hombre, en una perspectiva que es, al mismo tiempo, jerárquica y familiar. El Dios de los Proverbios es un Dios del orden, y así expresa su dominio por medio de la autoridad del rey y de los gobernantes. Ciertamente, preside la vida familiar y es protector de los pobres pero, sobre todo, por encima de los pobres parece revelarse a través del orden y autoridad de los gobernantes, distinguiéndose así del Dios del evangelio.Muerte y supervivencia. Conforme a la teología tradicional de Israel, en un sentido, la vida de los hombres acaba con la muerte. Pero, en otra línea, completando lo anterior, el Libro de los Proverbios ha desarrollado una visión muy especial de la supervivencia humana, no por inmortalidad del alma (como tiende a destacar el helenismo de ese tiempo), sino por comunicación de los hombres con Dios, en relación de amor. En ciertos lugares muy significativos, F. Delitzsch irá poniendo de relieve la apertura del hombre a Dios por encima de la muerte, por relación personal de amor (de comunicación de vida) y no por inmortalidad del alma por sí misma, como seguiré indicando.

Desde ese fondo, a modo de conclusión, quiero poner de relieve los rasgos principales de este trabajo de F. Delitzsch que, a mi juicio, sigue siendo fundamental en la línea de los grandes comentarios de Proverbios, algunos de los cuales citaré en la bibliografía que seguirá después. Estos son, en mi opinión, los elementos más significativos de este comentario:

Este es un comentario hecho sobre el texto hebreo, estudiado de un modo directo, con gran precisión filológica. Ciertamente, se puede leer y entender de alguna forma sin tener un gran conocimiento del hebreo, solo conociendo y siguiendo de algún modo la lengua del A.T. puede seguirse y entenderse plenamente. Está pensado básicamente para estudiantes de hebreo, al menos en un plano inicial, pues de lo contrario no podrán entenderse muchos de sus matices.Este comentario sitúa el texto hebreo de Proverbios y su mensaje en el contexto de la historia de Israel. A diferencia de la mayoría de los intérpretes actuales, F. Delitzsch es partidario de una datación antigua del libro y de sus partes principales, partiendo de la época del rey Salomón (siglo X a.C.). Pero eso no impide que esa datación pueda actualmente retrasarse, poniendo de relieve la relación de Israel con los pueblos del entorno en un período posterior, sin perder nada de la aportación teológica del libro, sino todo lo contrario, profundizando en ella.F. Delitzsch ha optado por interpretar el libro y tema de Proverbios en un contexto semita, muy cercano al árabe y también, aunque en menor medida, al arameo. Esa es una gran ventaja, pues permite que entendamos el mensaje principal y los detalles socio-culturales de muchos proverbios. Pero, al mismo tiempo, puede limitar el influjo de otros contextos culturales y sociales, con detrimento de la visión de conjunto de la obra. Habrá advertido el lector que, con gran parte de los intérpretes actuales, yo he colocado el libro en un contexto posterior, más cercano al helenismo.F. Delitzsch ha interpretado no solo en el original hebreo, sino que ha tenido en cuenta las grandes traducciones antiguas, empezando por la LXX, siguiendo por la versión siríaca (Syr.), con los tárgumes arameos y la traducción de la LXX latina de Jerónimo. En ese sentido, este libro no es solo un comentario del texto hebreo primitivo, sino que ofrece una visión de conjunto del surgimiento y primer despliegue del libro, ofreciendo una visión general del origen y tradición sapiencial del nuevo Israel que está surgiendo en ese tiempo. Especialmente importante es el tema de la “traducción” o versión de la LXX y, en este campo, gran parte de los investigadores posteriores disienten del punto de partida de Delitzsch, para quien el único texto base es el hebreo de la traducción masorética, sin tener en cuenta la aportación textual de las lecturas que ofrece la LXX.F. Delitzsch apuesta a favor de una lectura masorética del texto, suponiendo que los estudiosos judíos conservaron el texto establecido que tiene primacía sobre otras posibles tradiciones textuales. En contra de eso, muchos exégetas actuales se atreven a defender el valor de otras posibles lecturas (vocalizaciones, conservando la del texto consonántico, aunque interpretado de un modo distinto al de los masoretas). También aquí, las opiniones de una parte considerable de los especialistas actuales son algo distintas de las de F. Delitzsch. Ciertamente, la tradición judía ha canonizado el texto masorético, tal como ha sido fijado por la escuela de Ben Asher entre el siglo IX y X d.C. Pero no todos los exégetas no judíos de la actualidad están de acuerdo con la opción masorética que F. Delitzsch ha mantenido siempre con gran fidelidad.F. Delitzsch acepta con gran fidelidad la interpretación que ofrece el sistema de acentos de los masoretas. Este es uno de los rasgos más característicos y ricos (significativos) del comentario, un rasgo que puede resultar extraño para los menos expertos, pero que es fundamental para todos los estudiosos de la Biblia Hebrea, sobre todo de los textos poéticos. Como verá muy pronto quien siga este comentario, la interpretación de muchos textos de Proverbios depende de la forma de entender y valorar los acentos de las palabras, conforme a un sistema extraordinariamente preciso y significativo.Este es un comentario “histórico” de Proverbios, partiendo no solo del texto hebreo, sino de los grandes testimonios posteriores, tal como han sidorecogidospor la LXX y el Targum, con las traducciones siríacas y latinas (Jerónimo). De esa forma, recoge no solo la aportación de los eruditos judíos de los primeros siglos (del I al VI d.C.), sino también de los comentaristas judíos posteriores, con los Padres de la Iglesia y los teólogos medievales, con Lutero y los reformadores del siglo XVI-XVII. Más que un simple comentario, este libro ofrece una gran enciclopedia de los Proverbios, necesaria para conocer los orígenes del cristianismo y su relación con el judaísmo antiguo, partiendo del texto de la Biblia.Este es, finalmente, el comentario de un exégeta y teólogo evangélico de la segunda mitad del siglo XIX, como saben bien todos los que han venido siguiendo nuestra traducción de los diversos volúmenes de este Comentario del Texto Hebreo del A.T., realizado por F. Delitzsch y Carl F. Keil. Es obra personal de Delitzsch, pero ha sido escrita en diálogo con los mejores exégetas y teólogos de su tiempo, especialmente con los de tradición evangélica alemana. Entre ellos, como seguirá viendo el lector, desatacan autores tan significativos como Gesenius, Bertheau, Fleischer, Hitzig, Ewald, Löwenstein, Michaelis y otros que el lector podrá ver en la bibliografía (con referencia a los años en que vivieron).Por lo que toca a mi traducción, sigo tomando como base el texto hebreo masorético, con comentario filológico y teológico: Interlinear Bible (https://biblehub.com/interlinear/). Para la versión en castellano utilizo la de Reina-Valera 1995 (https://www.biblia.es/reina-valera-1995.php). Pero en el comentario tengo que emplear por fuerza la versión alemana de F. Delitzsch retraducida al castellano. Eso significa que puede haber variantes entre el encabezado y el comentario de los textos. Esa misma variedad, que algunos pueden tomar como extraña sirve para poner de relieve la riqueza de matices del texto original, dejando que el mismo lector opte por aquella que le parezca mejor, en el castellano actual, en uso en España y América Latina.Sobre el nombre de Dios he optado por ser al fin ecléctico. En las traducciones de Reina-Valera mantengo el nombre tradicional de Jehová. En los comentarios opto en general por la transcripción Yahvé, actualmente más utilizada, conforme al espíritu del libro. Cada lector puede mantener la que le parezca más cercana al original y al espíritu de la propia confesión cristiana, sabiendo que la mejor solución hubiera sido quizá utilizar un nombre más “simbólico” (como D**s, G**t, G*d…), para así poner de relieve el hecho de que en la tradición hebrea no se escribe y no se pronuncia entero el nombre Dios.Sobre la complejidad y opciones de la traducción. Como en libros anteriores, he optado por una traducción “académica” del libro, sin aspirar a que sea una traducción “crítica”, pues ello exigiría haber analizado en detalle cada cita de Delitzsch, con los trabajos de fondo y las traducciones que él emplea, tanto en sirio/arameo, como en griego y latín. Para ello, el lector tendría que acudir al texto base alemán. Mi traducción no es para especialistas estrictamente dichos (pues ello requeriría una edición crítica del texto, que actualmente no existe, ni siquiera en alemán), sino para estudiosos eruditos, con una buena base bíblica y con cierto conocimiento de lenguas antiguas (griego y latín, además de hebreo). Por eso, no me he detenido a fijar en cada caso el sentido de cada una de las abreviaturas y de las citas bibliográficas que son, por otra parte, las normales en este tipo de textos.Solo me queda felicitar y agradecer a la editorial Clie por la traducción y edición castellana de este libro. Felicitarle por haber asumido un empeño bíblico, teológico y eclesial tan importante en tiempos de dificultad editorial como son estos. Agradecimiento también por haberme confiado la traducción y preparación de esta obra, con la que va culminando la edición completa de los comentarios del Antiguo Testamento hebreo de Delitzsch-Keil. En este contexto me atrevo a pensar que quizá, finalizada la serie de comentarios, podría asumirse la traducción castellana de una obra tan significativa como la de F. Delitzsch, System der biblischen Psychologie (Sistema de psicología bíblica).

3. Actualización bibliográfica

A modo de referencia, para situar mejor ese comentario esencial (en gran parte insuperado) de F. Delitzsch, he querido recoger aquí algunos comentarios y estudios especializados sobre el tema, a poder ser en lengua castellana:

Comentarios

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Estudios

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INTRODUCCIÓN

F. Delitzsch

El Libro de Proverbios tiene un título general, ספר משׁלי, tomado de las palabras con las que comienza el texto. Es uno de los tres libros bíblicos que se distinguen de los otros veintiuno del Antiguo Testamento porque tiene un sistema especial de acentos cuyo mejor estudio ha sido realizado por S. Baer,1 tal como he puesto de relieve en mi Comentario de los Salmos. La palabra nemotécnica para estos tres libros (Job, Proverbios y Salmos) es אמת, palabra construida a partir de la primera letra de sus nombres, palabra que, según la ordenación talmúdica y masorética en el A.T., es תאם (Salmos, Job, Proverbios: Tehilim, Ayyub y Misle).

Conforme a la “superinscriptio” (superinscripción, título o palabras iniciales con las que empieza el libro, מִ֭שְׁלֵי שְׁלֹמֹ֣ה), los comentaristas antiguos pensaron que todos los proverbios habían sido compuestos por Salomón. Pero este libro solo contiene 800 versículos, mientras que 1Re 5, 12 (cf. 4, 32) afirma que Salomón pronunció 3000. R. Samuel bar-Nachmani resuelve esa discrepancia afirmando que cada versículo del libro puede dividirse en dos o tres apotegmas o proverbios (cf. Pr 25, 12). Pero esta y otras formas de resolver la discrepancia entre 800 y 3000 resulta arbitraria y sin fundamento.2

Por su parte, la opinión de R. Jonathan,3 según la cual Salomón compuso al principio el libro del Cantar de los Cantares, luego los Proverbios y, por último, el Eclesiastés, suponiendo que el primero corresponde a la juventud, el segundo a la sabiduría de su edad madura y el tercero al desengaño de la vejez, se funda en el falso supuesto de la unidad de los tres libros, y al hecho de que los tres habrían sido compuestos por el mismo Salomón.

También en la actualidad hay algunos, como Stier, que piensan que el libro de Proverbios es de principio a fin obra de Salomón, lo mismo que han pensado Klaus (1832) y Randegger (1841), que siguen diciendo, en la misma línea, que todos los salmos, sin excepción alguna, fueron compuestos por David. Pero desde el momento en que se aplica a los temas bíblicos la crítica histórica no puede ya tenerse en cuenta ese sometimiento ciego a un tipo de tradición carente de fundamento.

El libro de Proverbios consta de varias partes que difieren entre sí por el carácter de sus temas y por el período al que pertenecen. Aplicando al libro un tipo de análisis crítico, descubrimos que la composición de los proverbios refleja formas distintas de producción literaria que responden, al menos, a tres épocas distintas.

1. Plan externo del libro y testimonio respecto a su origen

La superscriptio o título interno del libro, que sirve para recomendar la importancia de su contenido, insistiendo en el valor y utilidad de su enseñanza, como en otros libros posteriores de oriente, abarca desde Pr 1, 1 hasta 1, 6. Así lo han reconocido, entre los modernos, autores como Löwenstein y Maurer, en contra de Ewald, Bertheau y Keil. Por otra parte, Pr 1, 7 ya no pertenece a la superinscriptio, sino que constituye un nuevo comienzo para el conjunto del libro.

El libro comienza presentándose como “Proverbios de Salomón”, y luego añade la declaración de su objeto o finalidad que, como aparece en forma condensada en Pr 2, es de tipo práctico y tiene un sentido doble: uno de tipo moral y otro de tipo intelectual. Esa finalidad aparece detallada en Pr 1, 3-5, donde se dice que este libro quiere ayudar a los inexpertos para que alcancen sabiduría, y también a los sabios para que la perfeccionen.

Ese último objetivo se ratifica en Pr 1, 6: a través de su contenido, este libro quiere fortalecer y disciplinar la mente de los lectores, para que puedan seguir, entender y aplicar los discursos reflexivos de los sabios. En otras palabras, este libro quiere conseguir que los lectores compartan y asuman el mensaje de la poesía de los proverbios, de manera que puedan familiarizarse con ella, convirtiéndose de esa forma en sabios.

Bien interpretado, el título no dice expresamente que este libro contenga también proverbios distintos de los de Salomón, pues si lo dijera se contradeciría a sí mismo. Es posible que contenga proverbios que no son de Salomón; es posible que su mismo autor los haya agregado; pero el título insiste solo en los de Salomón, como si el título estuviera formado solo por ellos.

Si el verdadero título del libro es el de Pr 1, 7, que aparece después que ha terminado el “título externo” o encuadre general de Pr 1, 1-6 anterior, debemos pensar que los proverbios de Salomón comienzan aquí. Si continuamos leyendo, por la forma y contenido de los proverbios que siguen (de Pr 1, 7 a 9, 18), debemos afirmar que ellos no van en contra de este origen salomónico, pues forma y contenido son dignos de Salomón. Por eso, nos llena de asombro el hecho de que el libro ofrezca en Pr 10, 1 una nueva superinscriptio diciendo משׁלי שׁלמה, para añadir después, a partir de Pr 22, 16 una larga serie de proverbios con forma y tono bastante distintos, con máximas cortas y refranes propiamente dichos, mientras que en la parte anterior encontrábamos más discursos sapienciales que proverbios propiamente dichos.

¿Qué opinión debemos tener ahora si miramos hacia atrás, desde esta segunda superinscriptio de 10, 1, a la parte anterior (1, 7‒9, 18) que sigue inmediatamente al primer título del libro? ¿No deberíamos decir que el primer título del libro (Proverbios de Salomón) se refiere solo a Pr 1, 7‒9, 18?

Conforme al tono de esa primera parte y, al texto concreto de la primera superinscriptio,parece que los proverbios de 1, 7‒9, 18 son de Salomón. Pero en ese caso el siguiente título de 10, 1 (Proverbios de Salomón) resultaría totalmente incomprensible. En sentido estricto, solo se podría aceptar una de estas dos soluciones: el Libro de los Proverbios empieza en 1, 7 (y el título de 10, 1 es un añadido posterior) o el libro empieza solo en 10, 1. El mismo texto nos situaría, según eso, ante una contradicción, al menos aparente, que solo puede superarse con una investigación más rigurosa del tema. Pero ¿en qué sentido debemos realizarla?

En un sentido se puede suponer que el tenor del título de Pr 1, 1-6 no concuerda con el tenor y contenido de la sección 10, 1‒22, 6, sino solo con la sección precedente (la de 1, 7‒9, 18). En esa línea se puede insistir en el hecho de que, en 1, 7‒9, 18, aparecen una serie de palabras favoritas que no se encuentran en el resto del libro, como son, entre otras: ערמה, sutileza y, מזמּה, discreción (Pr 1, 4). En esa línea podemos tomar como probable el punto de vista de Ewald, quien supone que Pr 1‒9 es un todo original, distinto, escrito de una vez, en forma de unidad, y que su autor solo tenía la intención de ponerlo como introducción al libro salomónico más grande (escrito por el mismo Salomón), que comienza precisamente en Pr 10, 1.Pero, en otro sentido, es también posible que el autor de Pr 1, 1-6 haya adoptado el estilo de la parte que sigue inmediatamente (1, 7‒9, 18), al principio del libro propiamente dicho. Esta es la opinión de Bertheau que, en un sentido, acepta el punto de vista de Ewald, pero que en otro lo rechaza, afirmando que Pr 1, 7‒9, 18 constituye una colección de avisos y advertencias de diversos autores, expertos en literatura proverbial. En esa línea, los avisos de 1, 1-6 pueden tomarse como una introducción a varias colecciones de proverbios, contenidos en las dos grandes secciones del libro, una primera que sería posterior a Salomón (Pr 1, 7‒9, 18) y otra segunda más grande y completa, de tipo salomónico, contenida en 10, 1‒22, 16.

En esa línea, resulta probable que el autor cuyo objetivo es, según el título, el de recoger los proverbios de Salomón, haya querido introducirlos mediante un largo prólogo propio que, en vez de comenzar con los proverbios propiamente dichos de Salomón (que empezarían a partir de 10, 1), haya querido presentar primero largos extractos de un tipo diferente de colecciones de proverbios, extractos con los que ha formado esta primera parte del libro (de 1, 7 a 9, 18).

Como piensa Bertheau, el autor final del libro habría querido indicar con las palabras del primer título (1, 1-6) la intención de presentar no solo los “Proverbios de Salomón” en sentido estricto, sino también las “palabras de otros sabios”. En ese caso, el título de “proverbios de Salomón” ofrecería una clave para entender a Salomón como Sabio por Excelencia, en cuyo nombre y sabiduría pueden incluirse palabras y textos de sabiduría de otros sabios y autores de proverbios posteriores (que aparecerían vinculados con el nombre genérico de Salomón).