Cómo leer los Proverbios - Dominick S. Hernández - E-Book

Cómo leer los Proverbios E-Book

Dominick S. Hernández

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Beschreibung

Cómo leer Proverbios es un libro práctico para guiarnos en el camino de la vida y hacia la sabiduría de Dios. En su libro de Proverbios, Dominick S. Hernández invita a las personas a crecer en sabiduría -sabiduría bíblica- para transitar por el camino correcto. El libro de los Proverbios es un libro escrito para personas como nosotros: padres, hijos, amigos y compañeros de trabajo. Es una colección de dichos y sabiduría bíblica que pretende ayudarnos en asuntos prácticos de nuestra vida. En su interior encontramos a los sabios y a los insensatos, e instrucciones para el viaje para encontrar la sabiduría que solo proviene de Dios. Cómo leer los Proverbios analiza el contexto, el lenguaje y la interpretación del libro de los Proverbios. Cada capítulo abarca versículos bien conocidos y examina los temas predominantes a lo largo del libro. Desde el temor del Señor hasta la mujer de valor (en Proverbios 31), Hernández explora una serie de versículos y revela detalles literarios e históricos que proporcionan una profunda visión de pasajes conocidos. El libro se divide en estas secciones de enfoque práctico: Introducción La lectura de los proverbios con sabiduría La presentación de los caminos Caminos prácticos y personales La sabiduría en la práctica: Proverbios 31 Epílogo: ¿Y si los proverbios no funcionan?

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CÓ-

MO

leer los

PROVERBIOS

Dominick S. Hernández

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

Publicado originalmente en inglés bajo el título Proverbs: Pathways to Wisdom por Dominick S. Hernández.Copyright © 2020 Abingdon Press.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

© 2022 por Editorial CLIE para la edición en español.Todos los derechos reservados.

CÓMO LEER LOS PROVERBIOS

ISBN: 978-84-18810-68-8

eISBN: 978-84-19055-51-4

Estudios bíblicos

Antiguo Testamento / Poesía y literatura Sapiencial

Acerca del autor

DOMINICK S. HERNÁNDEZ es profesor adjunto de Interpretación del Antiguo Testamento en The Southern Baptist Theological Seminary. Enseña Antiguo Testamento y sirve como Director del Programa Hispano Online del seminario. El Dr. Hernández completó su doctorado en Biblia Hebrea en la Universidad de Bar-Ilan (Ramat Gan, Israel) donde se formó en Filología semítica. El Dr. Hernández imparte clases sobre diversos temas, como la sabiduría bíblica, la literatura del antiguo Cercano Oriente y los Rollos del mar Muerto. El Dr. Hernández está profundamente comprometido con la comunidad académica en la que sigue investigando, escribiendo y presentando en conferencias académicas, así como con la iglesia; habiendo servido en ministerios de lengua inglesa, española y hebrea en los Estados Unidos y en el extranjero.

Dedicatoria

Para Carl y Barbara Westerlund, que nos han invitado a mí ya muchos otros a viajar a su lado mientras recorríansus caminos hacia la sabiduría.

ÍNDICE

Introducción

1.Leyendo Proverbios sabiamente

2.La exposición de los caminos

3.Los caminos prácticos y personales

4.La sabiduría en la práctica: Proverbios 31

Epílogo: ¿Y si los proverbios no funcionan?

Agradecimientos

INTRODUCCIÓN

Nunca he sido muy aficionado a los puzles. En cuanto abro la caja que contiene el puzle y quedan a la vista todas las piezas desorganizadas me invade un insoportable deseo de ordenarlas. Mi voz interior reacciona exageradamente y reprende a las piezas variopintas que se extienden por toda la mesa, gritándoles inaudiblemente: “¡Meteos de nuevo en la caja!”.

No estoy muy seguro de por qué soy así, sobre todo teniendo en cuenta que a mi familia le gusta hacer puzles. A medida que iba creciendo, y ahora como padre, he observado repetidas veces el proceso de completar un puzle, y he detectado las similitudes en el modo de proceder de aquellos que disfrutan del proceso. De entrada, los entusiastas de los puzles parecen disfrutar del hecho de que no lo acabarán rápido. Además, el proceso es práctico. Los amantes de los puzles reúnen las piezas que tienen colores parecidos y usando las piezas con un extremo liso construyen el borde de la imagen y, sabiendo que la mayoría de los puzles solo tienen cuatro esquinas, buscan esas cuatro piezas únicas y las sitúan en sus respectivos lugares, de modo que puedan servirles como el fundamento para el resto del puzle. Estas piezas fundamentales son fáciles de identificar, porque son las únicas que tienen dos de sus lados rectos. Todo este proceso de introducir orden en el caos aparente lleva su tiempo, pero vale la pena para la persona que tiene en mente la gran imagen que aparecerá al final.

Hay una observación significativa más que podemos hacer respecto a los puzles: no hay dos personas que construyan un puzle de dimensiones considerables exactamente de la misma manera. Desde el mismo momento en que las piezas del puzle salen de la caja, el proceso de organizarlas y conectarlas es diferente para todos los aficionados a estos juegos, a pesar del hecho de que la imagen final sigue siendo la misma. En muchos sentidos, el libro de Proverbios es como un puzle. Lo que podamos aprender de este libro depende de cómo lo abordemos.

Si abordamos Proverbios como yo lo hago con un puzle, una lectura somera del libro puede dejar al lector con la misma impresión de desorden que percibe cuando las pequeñas piezas inconexas de un puzle se vuelcan sobre la mesa del comedor. A veces cuesta entender el significado de los agudos dichos, y a diferencia de lo que sucede con otras secciones de la Biblia, no parece existir un contexto literario. La aparente desconexión de Proverbios se acentúa debido a las líneas irregulares en las que los versículos aparecen en la mayoría de Biblias en inglés. ¡Es casi como si tuviéramos que reunir los proverbios tópica y estéticamente para dotarlos de sentido! Una lectura casual y rápida de los proverbios hace que parezcan una colección de pensamientos aleatorios, de 915 versículos, que debemos montar como si fueran un puzle.

Pero la lectura de Proverbios no debe suponer una labor tan ardua. ¿Y si abordásemos Proverbios como lo haría un aficionado a los puzles, que está dispuesto a dedicar el tiempo que sea necesario para obtener la imagen general? Sugiero que el lector moderno se beneficiará más de un estudio de Proverbios que se centre en la imagen general del libro. A medida que avancemos en este estudio, analizaremos las ideas principales de Proverbios y la manera en que se integran en la imagen global del libro.

Igual que el proceso de montar un puzle, no sirve de nada apresurarse para buscar la interpretación de Proverbios. Es un libro que hemos de trabajar con paciencia. De la misma manera que un puzle, es imprudente considerar que los proverbios son piezas individuales y aleatorias, y centrarse exclusivamente en una sección de la obra de arte. Hacerlo pone en peligro la apreciación que tenemos de la imagen global. Como pasa con cualquier puzle, para encontrar sentido al libro es importante agrupar las piezas por su semejanza y observarlas unas a la luz de otras. Y lo mismo que sucede con todos los puzles, es un error forzar cualquiera de los proverbios para que encaje en un lugar en el que no debe encajar.

En el libro de Proverbios también hay “esquinas”. Es decir, existen temas fundamentales que se desarrollan a medida que aparecen repetidamente a lo largo del libro. Estos temas sirven de piedras angulares para comprender Proverbios teológicamente, y sobre todo para comprender esos proverbios individuales que resultan difíciles de entender. Hay temas recurrentes, como el temor del Señor, la sabiduría frente a la necedad y la disposición a aprender, que funcionan como las piezas esquineras del puzle, porque son fácilmente identificables y enmarcan toda la imagen.

A medida que vamos leyendo el libro de Proverbios e identificamos esas piezas de las esquinas por medio de la repetición, se convierten en la lente principal con la que interpretamos el libro. Nos damos cuenta de que este libro no es solo una agrupación al azar de antiguos dichos que se compilaron de cualquier manera. Proverbios manifiesta una genialidad literaria, y aborda reiteradamente temas teológicos prácticos que son relevantes para nosotros hoy.

Uno de los beneficios que tiene leer Proverbios como si fuera un puzle es que no hay límites para el número de veces que podemos retroceder e ir conectando el material. Cuando volvemos a Proverbios una y otra vez, montamos de nuevo el mismo puzle pero comprendiendo mejor las piedras angulares teológicas del libro, y gozando de una mayor experiencia de la vida. Por ejemplo, durante la adolescencia, los proverbios que invitan a escuchar a unos padres sabios y a honrarlos (ver Prov 23:22) pueden parecer un mero consejo convencional más de parte de otro adulto. Es posible que no sea hasta la edad adulta, y después de haber cometido algunos de los errores sobre los que se nos advierte en Proverbios, cuando apreciemos verdaderamente la sabiduría parental del libro. De igual manera, las personas que todavía no tienen hijos pueden enfocar los adagios relacionados con la crianza de estos como propuestas aburridas (ver 23:13-14).

Sin embargo, algunos de estos proverbios adquieren una nueva relevancia práctica cuando llegan los hijos y los padres, antes sin descendencia y ahora sobrecargados, anhelan algún consejo. Cuando ya aparecen las canas, esos mismos padres releerán de una manera distinta los proverbios que hablan de los abuelos y de los ancianos (16:31). El proceso de envejecimiento tiene la capacidad de potenciar la apreciación y la aplicación de la sabiduría de Proverbios de tal manera que trasciende lo que podríamos haber sabido o experimentado en nuestra juventud.

Cada vez que regresamos a los proverbios, no ponemos las piezas exactamente de la misma manera, porque no somos exactamente las mismas personas. Los cambios en las circunstancias de la vida hacen que sea más fácil reconocer las piezas de Proverbios y ponerlas en su lugar.

En el libro de Proverbios, la vida humana se compara a un sendero. Durante el viaje de la vida, todos acabamos llegando a un punto en el que tomamos una decisión sobre la trayectoria espiritual que vamos a seguir. Sin demora, Proverbios nos incita a responder a la siguiente pregunta: “Durante esta vida, ¿viajaré siguiendo el rumbo del temor del Señor manifestado por la sabiduría práctica, o seguiré el camino de los malhechores, que conducirá a mi caída?”. Estas rutas diferentes se nos presentan al principio del libro de Proverbios (capítulos 1– 9), en el que un padre (al que se une con frecuencia una madre) se dirige repetidas veces a su hijo, intentando persuadirle de que elija el camino de la sabiduría basado en el temor del Señor, y no el camino del mal (1:7-8, 10, 15).

El hecho de que Proverbios introduzca este llamado paternal en un punto tan temprano del libro demuestra la importancia que tiene decidir la trayectoria que seguiremos en la vida. También implica que entender y aplicar correctamente el resto de Proverbios depende de esta decisión vital. Ya al principio mismo de nuestra lectura se nos exhorta a tomar la misma decisión que el hijo de Proverbios acerca de nuestros viajes en la vida. Se nos urge de inmediato a elegir cómo nos relacionaremos con lo que se expone en el libro. Nos convertimos en el muchacho al que unos padres amorosos y preocupados por su bienestar instruyen, exhortan y advierten acerca de los distintos senderos de la vida. También se espera de nosotros que aprendamos del ejemplo del progenitor, y facilitemos la transmisión de la sabiduría a las generaciones futuras.

No es un secreto cuál es la trayectoria existencial que Proverbios nos anima a seguir. El lenguaje creativo empleado al principio del libro, como por ejemplo el uso de la personificación y la metáfora, va destinado a convencer a todos los que lo lean de que el camino de la sabiduría es superior al camino de la maldad. En realidad, en Proverbios no encontramos una competición legítima entre estos dos senderos. El camino de la sabiduría basado en el temor del Señor se define como algo que conduce a una vida que refleja una comprensión verdadera del mundo que nos rodea. Por el contrario, el camino del mal conduce a una conducta necia, y provoca la caída eventual de las personas imprudentes debido a sus propios actos (1:31-32; 28:10).

Esta disparidad diáfana entre las trayectorias vitales caracterizada en Proverbios ha soportado el paso del tiempo, y sigue desafiándonos cuando nos encontramos con el libro. Miles de años después de que se escribiera Proverbios, nada más empezar el libro aún nos enfrentamos de inmediato con la misma pregunta fundamental relativa a nuestra trayectoria en la vida: ¿qué camino voy a seguir? El capítulo 2 de este estudio proseguirá con este tema.

Se trata de una decisión monumental para la vida. Los proverbios afirman que solo quienes temen al Señor están posicionados en el camino que les permitirá comprender su sabiduría. La manera primaria en que las personas que temen al Señor dan testimonio de que caminan con él es por medio de una conducta coherente que honre a Dios (ver 2:1-15). Proverbios está lleno de aforismos convencionales que ilustran qué aspecto suele tener generalmente el temor del Señor en las vidas de aquellos que han elegido esta trayectoria (ver 8:13; 14:2, 26-27; 16:6; 19:23; 22:4).

La decisión sobre la trayectoria de la vida es tan solo el comienzo del viaje, como observamos en Proverbios 9:10: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría”. Después de que uno elige una dirección particular y emprende ese camino, es inevitable que deba tomar una larga lista de decisiones en su vida: cómo relacionarse con Dios cada día, cómo comportarse en el entorno laboral, con quién pasar tiempo, cómo usar la lengua, qué relación mantener con los familiares, cómo usar los recursos económicos, cómo tratar a los menos afortunados y de qué manera reflejar la justicia del Señor. Todos los lectores de Proverbios comparten la experiencia común de estar en un viaje, pero cada viaje está formado por circunstancias y experiencias distintas, y todos necesitamos sabiduría para discernir nuestro camino (14:8). Esto conlleva la aplicación práctica de los principios de Proverbios para progresar de maneras distintas en las vidas dispares de quienes temen al Señor.

Irónicamente, la decisión de seguir al Señor es solo el punto de partida del camino único que sigue cada persona hacia la sabiduría. Digo que es irónico porque podríamos esperar que la decisión trascendental de recorrer el camino del Señor hiciera que acabasen las dificultades que encontramos en un viaje por la vida que, quizá, empezamos sin Dios. Sin embargo, como vemos por todo Proverbios, seguir al Señor nos pone a todos (desde los lectores iniciales del libro al cristiano contemporáneo) en nuestro camino estrictamente personal hacia la sabiduría. Todos aquellos que caminan con el Señor de una forma única demuestran cómo Proverbios les facilita información a medida que dan un paso tras otro en su viaje. No solo es de sabios seguir el camino hacia la sabiduría caminando en el temor del Señor, sino que los viajeros demuestran que son sabios y entienden ese temor cuando aplican juiciosamente los proverbios a las circunstancias ordinarias de la vida.

Pero, ¿de dónde procede esta sabiduría práctica? Sobre todo se desprende de las máximas que encontramos en Proverbios 10–30. Después de que Proverbios 1–9 exponga las distintas trayectorias de la vida, la mayor parte de los proverbios restantes ofrece una guía práctica sobre cómo vivir de una manera que refleje lo que es caminar en la senda de la sabiduría. Sin embargo, esos mismos proverbios describen obstáculos que encontrarán los viajeros en su camino, y advierten que es posible que hagan tropezar a quienes se esfuerzan por caminar con Dios. Estas descripciones de los tropezaderos y de sus consecuencias facilitan que valoremos lo que es andar por el buen camino, y sirven como exhortación para que nos mantengamos firmes y así no nos desviemos del camino y padezcamos las consecuencias de nuestro extravío. Estos proverbios nos ofrecen una manera de ver nuestras vidas dentro del mundo que nos rodea (ver 16:9; 20:24), y al mismo tiempo nos ofrecen principios generales relativos a la manera de gestionar las decisiones rutinarias de la vida (por ejemplo, buscar la justicia, en 21:21).

Las diversas circunstancias personales demuestran que todo el mundo está recorriendo una senda única. Al mismo tiempo, somos conscientes de que las circunstancias de cada persona no son totalmente únicas. Cada vía personal conlleva decisiones que trascienden el tiempo y el espacio. Están incluyen desde asuntos orientados más a la persona (por ejemplo, dominar el orgullo y controlar la ira) hasta otros que afectan a la sociedad general (por ejemplo, el interés por la justicia social). Algunos ejemplos de Proverbios son estos: “El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad” (14:29; ver también 15:18) y: “El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra” (14:31; ver también 19:17).

Proverbios 10–30 establece unos principios que nos equipan para caminar con el Señor en nuestras sendas intransferibles hacia la justicia. En el capítulo 3 de este libro examinaremos juntos esos principios.

Es posible que te estés preguntando: “¿Qué podemos decir sobre el tan conocido poema de la «mujer virtuosa», magistralmente compuesto, que vemos en Proverbios 31? ¿Cómo encaja el final de Proverbios con el resto del libro?”. El estilo de Proverbios 31 parece muy distinto al de los grupos de sentencias expuestas anteriormente. Puedes estar tranquilo: el poema no está simplemente “añadido” al final. De hecho, el modo en que este poema está incluido al final revela la genialidad del libro de Proverbios.

Cuando hayamos llegado al final del libro, cabe que nos preguntemos qué aspecto tiene en la práctica caminar con el Señor. La mujer de Proverbios 31:10-31 es este ejemplo. Se la describe como alguien que plasma la sabiduría práctica de Proverbios de tal manera que al final se la llama “la mujer que teme a Jehová” (31:30). En este sentido, la mujer virtuosa no es solo el modelo de una esposa excelente, sino mucho más. Esta mujer es el paradigma de la aplicación de la sabiduría del Señor a la vida y a las circunstancias personales; y en este sentido es el epítome de una persona sabia. Ella es la eshet chayil, la “mujer virtuosa” o, según mi traducción, “la mujer guerrera”.

Con este famoso ejemplo de sabiduría concluye Proverbios, pero no se trata ni mucho menos del final de las posibilidades que tiene este libro. Algunos proverbios pueden resultar confusos cuando miramos el mundo a nuestro alrededor y decimos: “¡Este proverbio no se cumple!”. Esto es especialmente cierto respecto a aquellos proverbios que, aparentemente, sugieren que es inevitable que la justa retribución sobre los justos y los malvados (los que caminan con el Señor y los que no lo hacen) les llegue en este mundo. Nuestra experiencia nos sugiere que esto no pasa. Por consiguiente, nuestro viaje juntos concluirá cuando hablemos de cómo acercarnos a Proverbios cuando los dichos que contiene no parecen estar a la altura de sus promesas.

CAPÍTULO 1

Leyendo Proverbios sabiamente

El énfasis en la disposición a aprender

Al autor del libro de Proverbios le interesa tanto impartir información como forjar en el lector un espíritu dispuesto a aprender. Proverbios 1:2-7 señala las metas primarias de toda la obra:

Para entender sabiduría y doctrina,

Para conocer razones prudentes,

Para recibir el consejo de prudencia,

Justicia, juicio y equidad;

Para dar sagacidad a los simples,

Y a los jóvenes inteligencia y cordura.(vs. 2-4)

En esta sección, el escritor afirma directamente que los proverbios posteriores fueron compilados para que el lector adquiriese conocimiento, sabiduría, instrucción y dichos profundos. A pesar de esto, el énfasis primario del libro no es apelar al intelecto del lector. Según el prefacio, la sabiduría se demuestra al aplicar los proverbios a la vida personal, con objeto de tomar decisiones que reflejen los estándares divinos de rectitud, justicia y equidad. En este sentido, Proverbios pretende enseñar a las personas, y en especial a las jóvenes, a ser sabios respecto a asuntos prácticos de la vida.

La obtención de conocimiento y su aplicación son conceptos fundamentales que reaparecen constantemente en todo Proverbios. La manera en que tales ideas surgen una y otra vez nos ayuda a detectar su importancia, de modo que admitimos que el mero hecho de conocer Proverbios no hace sabio a nadie. Solo experimentamos la sabiduría cuando aplicamos correctamente los proverbios a nuestras vidas cotidianas.

El libro plantea alguna expectativa más. Si leemos demasiado rápido, podríamos pasar por alto el sutil cambio de dirección entre 1:4 y 5, donde el escritor pasa de lo que podrían ofrecernos los proverbios para tocar cómo debemos abordarlos y aprender de ellos nosotros. La impartición de conocimiento, e incluso la instrucción respecto a cómo aplicarlo de forma práctica, no son todo lo que expone el escritor.

¿Los sabios oyen con sus “ojos”?

Mi esposa Gaby y yo somos padres de dos niños pequeños, un niño y una niña entre los cuales hay una diferencia de edad de cinco años. Cuando nuestro hijo tenía unos tres años, le enseñamos a montar en bicicleta. Como es lógico, recurrimos a enseñarle a guardar el equilibrio en la bici mediante las rueditas laterales. Pensamos que este método había sido eficaz durante generaciones, dado que elimina la necesidad de equilibrarse perfectamente sobre los dos estrechos neumáticos. Al reducir la necesidad de guardar el equilibrio, hace que a los novatos les resulte más fácil pedalear, intentar conducir y evitar caerse, todo al mismo tiempo.

Sin embargo, en nuestro caso este método no funcionó. Nuestro hijo, que es muy curioso, solía estar más interesado en observar el paisaje que le rodeaba que en pedalear o en afirmarse sobre sus pies. Una vez le quitamos las rueditas laterales, esta costumbre de “conducir distraído” provocaba que perdiese el equilibrio. Esto condujo a innumerables “desvíos” de su ruta, que acababan con nosotros corriendo hacia una bici volcada y un niño que no estaba muy seguro de querer subirse de nuevo a ella sin ponerse una armadura.

Unos cinco años más tarde nos propusimos enseñar a nuestra hija a montar en bicicleta usando otro método. Esta vez compramos una bicicleta sin pedales. El método de aprendizaje “sin pedales” difiere del de las rueditas laterales en el sentido de que no hay pedales. Se enseña a los niños a impulsarse en tierra, levantar los pies, mirar al frente y guiar la bici con las manos. Este método permite a los aprendices ver lo que tienen por delante y concentrarse en su camino, mientras guardan el equilibrio sin pensar en sus pies. Mientras que el método de las rueditas de apoyo desarrolla el instinto de los niños de afirmarse si están a punto de caerse, el entrenamiento con bicicleta sin pedales induce a los niños a eludir el peligro por fijarse en por dónde van y aprender a esquivar obstáculos usando los brazos.

A primera vista, enseñar a los niños a montar en bicicleta concentrándose en sus brazos parece contrario a la intuición. De igual manera, parece igual de ilógico llamar a los lectores de Proverbios a que crezcan en sabiduría escuchando con sus ojos; pero eso es lo que enseña la introducción de Proverbios. Justo después de que el autor declare los objetivos iniciales de Proverbios en 1:2-4, la atención del lector se dirige hacia cómo dedicarse a alcanzarlos. En los versículos 5 y 6 leemos:

Oirá el sabio, y aumentará el saber,

Y el entendido adquirirá consejo,

Para entender proverbio y declaración,

Palabras de sabios, y sus dichos profundos.

Vamos a hacer unas pocas observaciones sobre estos versículos dentro de su contexto al principio de Proverbios, y analizaremos qué pueden decir tanto a quienes leyeron ese libro en la antigüedad como a los lectores modernos.

Una de las maneras primarias en que se describe en Proverbios el aprendizaje de información correcta es con el verbo “escuchar” (ver 8:33-34; 15:31; 22:17). Por medio de la lectura de los proverbios, “escuchamos” una instrucción idónea que suscita la obediencia a esos proverbios y su aplicación en cualquier situación determinada. Escuchar con los ojos es parecido a conducir una bicicleta usando los brazos. Supone una escucha (es decir, estar atentos al conocimiento correcto y aprenderlo) que guía al lector o lectora en su camino. Si no escuchamos la instrucción con nuestros ojos y respondemos a ella como es debido, tenderemos a meternos en situaciones difíciles o incluso catastróficas.

El segundo comentario aparentemente ilógico que hace el autor en este texto es bastante sutil. Fíjate cómo describe el escritor a la persona a quien invita a “escuchar”. A la persona con disposición a escuchar (con sus ojos) ya se le llama “sabia” (1:5). Parece contrario al sentido común que el escritor invite a una persona sabia a obtener más sabiduría mediante su disposición a escuchar la instrucción. ¿Acaso la persona sabia no lo es porque ya ha prestado atención a la enseñanza?

Lo que parece que pretende decir el autor es lo siguiente: existe una disposición a estar dispuestos a escuchar la sabiduría y a hacer caso de la instrucción. Al oyente (es decir, al lector) que aborda el texto con esta disposición ya se le considera, en cierta medida, sabio (ver 17:24). Ese es el tipo de lector que aprovechará al máximo su interactuación con Proverbios y responderá a los retos que le plantee (ver 9:9). El autor de Proverbios no solo pretendía transmitir información a los lectores, sino también inculcarles el valor que tiene leer bien, es decir, leer Proverbios correctamente.

Para leer correctamente Proverbios, primero el lector debe abordar el libro desde la postura de alguien que esté plenamente dedicado a escuchar, es decir, a recibir instrucción y a obedecerla. Hasta que la disposición del individuo no se encuentra en la tesitura correcta, el conocimiento extraído de los proverbios no se puede aplicar bien a su camino personal. Un lector que se acerque al contenido principal del libro sin calibrar antes su actitud hacia la instrucción y la corrección no será un buen oyente (o sea, que no será un lector ideal, a quien en Proverbios se le suele comparar a un necio), y no crecerá en sabiduría. Estas son verdades atemporales de Proverbios que el autor ofrece simplemente en la introducción.

En Proverbios, los sabios escuchan con los ojos. Los ojos guían a los lectores en su camino para obtener una sabiduría cada vez mayor, que es uno de los objetivos últimos que tiene el lector sabio en su vida. Si cierras los ojos puedes cerrar los oídos, y negarte a escuchar la sabiduría que el escritor pretende impartir. En realidad, cerrar los oídos es la acción que a lo largo de Proverbios se expone como algo ilógico. Si no escuchas la instrucción, no podrás ver adónde vas.

Por lo tanto, ¿qué es lo que nos pide el escritor al principio de su composición para que el libro tenga el mayor impacto práctico en el lector? Que este se deje instruir.

El “precioso tesoro” de la disposición a aprender

“Juventud, precioso tesoro”.

Mi “abuela Guillermina” era una de las personas más graciosas que he conocido en mi vida; nunca sabré si su humor era intencionado, fruto de una agudeza natural, o un subproducto no intencionado de la comunicación intergeneracional. Sea como fuere, mi abuela nunca sabrá cuán profundamente impactó en mi vida, sobre todo teniendo en cuenta el poco tiempo que dispusimos para estar juntos.