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CAROLINE ADAMS MILLER

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Beschreibung

La firmeza de carácter -definida como nuestra perseverancia y pasión hacia objetivos a largo plazo- se reconoce actualmente como uno de los factores determinantes para lograr el éxito y la satisfacción en la vida. En una época que nos ofrece un caudal interminable de distracciones y de soluciones rápidas y fáciles, ¿cómo desarrollamos este rasgo esencial? Con Fortalecer el carácter, la autora best seller Caroline Adams Miller nos presenta una guía práctica y repleta de información para desarrollar las cualidades necesarias a fin de perseverar y superar los obstáculos; no sólo nos enseñará a cultivar la resistencia y la pasión, sino también la humildad, la paciencia y la amabilidad. En esta obra, la autora ofrece herramientas de autoevaluación, ejercicios diarios y consejos vitales para ayudarnos a reforzar nuestro valor, resiliencia y fuerza de voluntad, y para inspirar esas mismas cualidades en quienes

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Seitenzahl: 395

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Caroline Adams Miller

Con agallas

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Colección Psicología

CON AGALLAS

Caroline Adams Miller

1.ª edición en versión digital: febrero de 2019

Título original: Getting grit

Traducción: Juan Carlos Ruíz

Corrección: Sara Moreno

Diseño de cubierta: Isabel Estrada

© 2017, Caroline Adams Miller

Libro publicado por acuerdo exclusivo con Sounds True. Inc. USA

(Reservados todos los derechos)

© 2018, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-451-2

Maquetación ebook: leerendigital.com

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

Con agallas

Créditos

Introducción

Parte 1

Capítulo 1. ¿Puedes deletrear C-A-R-Á-C-T-E-R?

Capítulo 2. Cuando hemos perdido el coraje: Virutas de madera, cerdos comodones y gente que da abrazos

Capítulo 3. ¿Cómo empezar a tener más firmeza de carácter?

Capítulo 4. La auténtica firmeza de carácter. ¿Cómo es?

Capítulo 5. Buen carácter. Monte Rushmore, monte Olimpo, celebridades y gente normal

Capítulo 6. Mal carácter. Falso, terco y egoísta

Parte 2

Capítulo 7. Cocinando el pastel del carácter

Capítulo 8. Desarrollar pasión para ganar resolución

Capítulo 9. Felicidad

Capítulo 10. Establecer objetivos

Capítulo 11. Autorregulación

Capítulo 12. Correr riesgos

Capítulo 13. Humildad

Capítulo 14. Perseverancia

Capítulo 15. Paciencia

Capítulo 16. La firmeza de carácter en el futuro

Agradecimientos

Acerca de la autora

A todas las personas sabias y maravillosas de mi primera comunidad de doce pasos, cuyo ejemplo, amistad y asesoramiento me ofrecieron los ingredientes necesarios para desarrollar una auténtica firmeza de carácter.

Mi gratitud no tiene límites porque me aportaron esperanza, lo cual me devolvió la vida.

Introducción

En 2012, mi hijo mayor, Haywood, obtuvo en la universidad un grado en Contabilidad. A fin de elegir la universidad adecuada para sus puntos fuertes y sus intereses, hizo caso a su principal pasión, la natación. Comenzó en la Universidad de Maryland con una beca parcial y después se trasladó a la Universidad de Cincinnati, de forma que sus eventos más importantes de natación coincidieran con su agenda. Su nota media fue buena –no fenomenal–, por lo que me sorprendí un poco cuando le pidieron entrevistarse con prácticamente todas las principales empresas de contabilidad del país.

En medio de un difícil mercado de trabajo y los persistentes efectos de la crisis económica, estábamos preparados para que Haywood tuviera que volver a casa, como muchos de sus compañeros. Quienes entienden del tema decían que tendría muchos obstáculos para conseguir un trabajo que le permitiera vivir independientemente y empezar a devolver sus préstamos de estudiante o conseguir cualquier tipo de trabajo. Me quedé felizmente de piedra cuando mi hijo consiguió trabajo en una de las mejores compañías de contabilidad del país, con un sueldo inicial que le permitía que vivir solo fuera más que factible.

Por curiosidad, le pregunté qué creía que le había convertido en un candidato ganador, cuando los medios habían descrito una imagen del mercado de trabajo tan desoladora que supusimos que sólo los mejores de las universidades de élite conseguirían trabajo. Hay­wood pensó durante un momento y después contestó: «Creo que fue la natación. Las únicas preguntas que me pidieron que contestara fue durante cuántos años la había practicado, si era una vez o dos al día, el hecho de que hubiera competido durante mis estudios en la universidad y que fuera elegido capitán del equipo de mi universidad, a pesar de haber cambiado de centro durante mi primer año –continuó–: Creo que ellos sólo querían saber si yo tenía una ética del trabajo, cualidades de líder y capacidad para llevarme bien con la gente. –Y después añadió con una risa–: ¡Mi nota media evidentemente no fue el factor decisivo!».

Yo no debería haberme sorprendido por su buena noticia teniendo en cuenta el trabajo que efectúo con individuos de alto rendimiento de todo el mundo sobre el establecimiento de objetivos y la prosperidad emocional, pero como madre nerviosa seguía preocupada porque la decisión de Haywood de concentrarse en la natación en la universidad no fuera la mejor idea para su futuro puesto de trabajo.

Sin embargo, en este caso, su interés era un reflejo de lo que ha venido ocurriendo cada vez más en el mercado de trabajo actual, y sobre lo que escribí en mi libro Creating Your Best Life [Creando tu mejor vida]. En él, señalé que muchos de la generación de los milenials criados con montañas de trofeos y ceremonias de desarrollo de la autoestima acababan siendo un desastre en el mundo del trabajo, y que los empresarios contrataban a consultores para que los asesorasen sobre cómo trabajar con diligencia y recibir retroalimentación cuando su rendimiento no fuera «tremendo».

Para evitar este tipo de problemas, las empresas fueron creando procedimientos únicos para decidir qué candidatos aportarían una fuerte ética de trabajo, buen sentido del trabajo en equipo y simpatía para su compañía, y no problemas que obligaran a despedir posteriormente a esos trabajadores. En lugar de concentrarse en los promedios de calificaciones y en los internados de verano, ellos querían personas como mi hijo, que había cultivado una pasión durante años y se había concentrado en la actividad incluso cuando era difícil y, muy a menudo, la única recompensa fue la satisfacción de no abandonar. La idea es que si esa clase de aspirantes a trabajos ya han aprendido a trabajar duramente, superar la decepción y persistir en ausencia de elogios constantes, entonces ellos serán los tipos de empleados que pueden formarse para hacer prácticamente cualquier cosa.

Mi interés por el tema del carácter se inició durante el año que pasé en la Universidad de Pensilvania, de 2005 a 2006, para obtener uno de los primeros títulos de máster en Psicología Positiva Aplicada (MAPP, por sus siglas en inglés), la ciencia de la felicidad. Allí me introduje en la obra de Angela Duckworth, quien estaba trabajando para su doctorado bajo la dirección del doctor Martin Seligman en un rasgo que ella llamaba «firmeza de carácter», que definía como «pasión y perseverancia en la búsqueda de objetivos a largo plazo».

En calidad de persona que había pasado varias décadas escribiendo y asesorando a otros sobre cómo establecer y lograr objetivos difíciles, me sentí hipnotizada por los hallazgos científicos de los que tuve noticia en Pensilvania en relación con lo que se necesita para ser un «ganador» en algunos de los ámbitos más difíciles de la vida. Me empapé de conceptos como la teoría de establecimiento de objetivos, la teoría de la autoeficacia y el contagio social, y empecé a relacionar todas estas ideas de una forma nueva, lo cual pasó de ser un proyecto final de carrera a mi libro Creating Your Best Life. En ese libro incluí un capítulo sobre la investigación y los hallazgos de Angela, que normalmente no eran conocidos fuera del mundo académico en aquella época.

Escribí que se había descubierto que la Escala del Carácter de doce ítems de Angela era el principal factor de predicción de quién abandona West Point durante el primer verano, conocido como «entrenamiento básico». También ha funcionado con preadolescentes, determinando quiénes alcanzarían las finales del Concurso Nacional de Ortografía. Desde que se publicó Creating Your Best Life, se ha descubierto que la Escala del Carácter predice también la tenacidad en otras situaciones difíciles: qué hombres seguirán estando casados, qué estudiantes de los barrios desfavorecidos terminarán la enseñanza media, qué cadetes serán aceptados en las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos, e incluso qué estudiantes con problemas económicos se graduarán en la universidad.

En los años siguientes a mi graduación en el programa MAPP, trabajé con miles de personas como asesora profesional, conferenciante y educadora. Lo que he oído y visto, incluido aquello de lo que fui testigo en las vidas de mis hijos, mientras pasaban de la infancia a la edad adulta, en medio del actualmente criticado «movimiento de la autoestima», me ha convencido para añadir mi voz y mis ideas al floreciente ámbito de los comentarios sobre el coraje.

También me siento estimulada a hablar porque veo a jóvenes y adultos desesperados por cultivar un mejor carácter en ellos mismos, sus lugares de trabajo, sus familias y sus comunidades. Quieren contribuir a transformar los estándares actuales, desde la mediocridad banal hasta la excelencia rigurosa, pero dicen que no saben por dónde empezar o qué hacer para que tenga lugar.

Creo que todos podemos estar de acuerdo en que el mundo está afrontando retos que son desalentadores e incluso inauditos, y que nos espera una llamada del más alto grado a la resiliencia. Los mercados económicos agitados, los ataques terroristas aleatorios y los cambios climáticos globales se agravan por el ciclo de noticias de veinticuatro horas que presenta noticias negativas en primera plana en todo momento.

Los estudiantes universitarios estadounidenses informan sobre niveles epidémicos de ansiedad y depresión y, además de eso, quedan atrapados en las deudas derivadas de los préstamos concedidos y en diagnósticos negativos sobre sus futuras posibilidades de ganarse la vida. Sin firmeza de carácter, ¿cómo puede alguien sobrevivir o prosperar?

¿Qué hay en este libro?

En este libro comparto investigaciones e ideas sobre cómo podemos potenciar los rasgos de personalidad y las conductas que vemos en las personas con firmeza de carácter. Incluso he acuñado una expresión que utilizo para describir el tipo de determinación que creo que genera los mejores resultados: «carácter auténtico». Lo defino como «la búsqueda apasionada de objetivos difíciles que asombra e inspira a otros a convertirse en mejores personas, a prosperar emocionalmente, a correr riesgos positivos y a vivir sus mejores vidas».

El libro está dividido en dos partes. La primera trata sobre los distintos tipos de carácter –bueno y malo–, cómo nuestro país ha llegado a adoptar y amplificar la mediocridad en muchos ámbitos, y lo que nos ha legado para que trabajemos en ello. La segunda sección trata sobre mis observaciones, mi experiencia y la parte de la investigación sobre cómo podemos desarrollar los puntos fuertes y las acciones que comprenden el auténtico carácter, como por ejemplo la pasión, el establecimiento de objetivos, la autorregulación, la autoconfianza, el hecho de correr riesgos y la paciencia, entre otros. El lector también encontrará ejercicios en estos capítulos –algunos para que se los aplique él mismo y muchos que podrá utilizar en diversos entornos con otras personas– a fin de establecer objetivos, desarrollar una mentalidad resiliente, crear estrategias ganadoras, reunir equipos y comunidades de apoyo y generar estándares que asombren e inspiren a otras personas para lograr su propia excelencia. Son ideas y recursos de fácil manejo que se pueden utilizar una y otra vez.

Mi objetivo global en este libro es demostrar que desarrollar un carácter auténtico no sólo es posible, sino que es nuestra obligación si queremos vivir en un mundo que mantenga ciertos estándares de excelencia y evite el abandono. Necesitamos resiliencia, optimismo y determinación para superar los inconvenientes que amenazan nuestra prosperidad y nuestra paz, y debemos proporcionar a la siguiente generación –la primera en la historia de Estados Unidos de la que se ha predicho que no tendrá el mismo nivel de vida que sus padres– la ciencia de la felicidad y las herramientas para encaminarse hacia unas vidas mejores y con más sentido.

Con la información que comparto aquí, y con los constantes hallazgos de investigación de lugares como el Laboratorio de la Personalidad de Angela Duckworth, el Centro Científico Greater Good, el Centro para las Mentes Sanas y el Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pensilvania, creo que podemos empezar a imaginar y crear un mundo del que enorgullecernos y que nos anime a ser más atrevidos, más tenaces y más inspiradores. Cuando aprendamos a establecer los objetivos adecuados y verlos llegar hasta el final, a sentirnos cómodos con la incomodidad y a utilizar los contratiempos como trampolines, podremos vivir con pasión, resolución y perseverancia. Cuando ocurra esto, tener el tipo adecuado de carácter no será una fantasía. Será la realidad que un mayor número de nosotros viviremos y compartiremos con otros de forma que todos podamos llegar a ser una mejor versión de nosotros mismos.

¡Comencemos!

1

¿Puedes deletrear C-A-R-Á-C-T-E-R?

Cada primavera, en Washington D. C. hay dos acontecimientos muy esperados: las flores de cerezo que explotan en una espumosa belleza blanca alrededor de la Explanada Nacional y el Concurso Nacional de Ortografía Scripps. Inaugurada en 1925, esta reunión es un conocido concurso nacional abierto a todos los estudiantes de seis a catorce años, cientos de los cuales llegan a la ciudad después de ganar eventos regionales en sus estados. Los concursantes tienen que pasar la fase preliminar eliminatoria, y la final se televisa en directo.

ESPN, un canal de deportes, cubre la estresante competición con tanta diligencia y esmero como ponen en los eventos deportivos. Resulta fácil entender por qué lo hacen después de ver el concurso durante sólo unos minutos. La misma clase de estrés y exigencia mental que afrontan los deportistas maduros en sus competiciones está presente aquí, pero entre niños y niñas, la mayoría de los cuales no ha llegado aún a la pubertad. De uno en uno, chicos con prótesis de ortodoncia, chicos con acné y chicas con alegres lazos sobre sus cabezas se acercan silenciosamente a la parte frontal del escenario, donde algunos necesitan subirse en una silla para alcanzar el micrófono, y se les pide que deletreen algunas de las palabras más esotéricas del planeta. Tienen que hacer todo esto bajo unas luces que dan calor y con la presión del tiempo, con una letra cada vez, mientras millones de espectadores los observan y los padres de los niños tragan saliva, sudan y rezan entre el público. Debido a la excelente preparación de los concursantes, el proceso puede durar horas y horas, ronda tras ronda, a veces hasta la noche, como ha sucedido en los últimos años. A partir del año 2014, el concurso ha tenido que proclamar cocampeones porque no podían eliminar a algunos incansables finalistas, que pasaban catorce rondas hasta que la organización se quedaba sin palabras con las que preguntarles.

La revista Time publicó una historia sobre algunos de los antiguos vencedores del concurso en un artículo titulado «¿Dónde están ahora?», en mayo de 2016, y descubrió que muchos se habían convertido en profesionales de éxito, normalmente abriéndose camino en los campos de la educación, la investigación, el periodismo, la medicina y la economía. Sus años de competición de ortografía les aportaron beneficios para toda su vida, especialmente su preparación y participación en el estresante Concurso Nacional de Ortografía. Wendy Guey Lai dijo que estudiar para el concurso la enseñó a ser «resiliente, detallista y capaz de expresar elegancia bajo presión». Pratyush Buddiga dijo que se había convertido en experto en «reconocimiento de patrones» y en «confiar en sus instintos». Bahi Natarajan, que ganó el concurso en su tercer intento, señaló que la competición es más «un maratón que un esprint», y dijo que su carrera profesional en la medicina deportiva había estado influida por la competición. «La mayoría de los niños necesitan años para ganar algún trofeo o conseguir llegar a la competición nacional. Eso es lo que me permitió valorar a los deportistas de resistencia y disfrutar cuidando de ellos».[01]

Cuando Angela Duckworth comenzó a refinar su estudio del rasgo de personalidad que llamó «firmeza de carácter» en la Universidad de Pensilvania en el año 2005, se preguntó si los niños resilientes y decididos que ella y todo el mundo veían en televisión poseían la cualidad que ella definía como «pasión y perseverancia para lograr objetivos a largo plazo».

Le permitieron tener acceso a los 273 participantes del concurso del año 2005, y más de la mitad de ellos decidieron rellenar formularios y someterse a preguntas sobre sus hábitos de trabajo, su inteligencia y el número de años compitiendo en concursos de ortografía. También utilizó su novedosa Escala del Carácter, que incluía afirmaciones como «suelo elegir un objetivo, pero después me decido por otro distinto» y «he superado obstáculos para lograr un reto importante».

Después de procesar los resultados, el autocontrol era un factor de desarrollo importante, pero cuando no se tenía en cuenta la edad de los participantes, la Escala del Carácter era el principal factor que predecía quiénes alcanzarían la fase final del concurso. Un análisis posterior de los datos mostró que gran parte de lo que alimentaba el coraje era no pasar de curso, lo que conllevaba que esos estudiantes se fueran a sus casas y estudiaran con más ahínco, principalmente los fines de semana, en solitario.

Un año más tarde, Duckworth y sus colegas aplicaron la Escala del Carácter, además de una otros test, a 976 estudiantes de primer año de West Point. Después de descartar factores como el autocontrol, el cociente de inteligencia y otras medidas de la excelencia, la Escala del Carácter fue lo que predijo con mayor precisión qué cadetes abandonarían el entrenamiento básico –el infernal primer verano de formación– que otras medidas utilizadas anteriormente, como la Puntuación del Candidato Completo, compuestas de cosas como logros académicos, recomendaciones de liderazgo y promedios de calificaciones. Aunque la diferencia era pequeña, también era notable, y cuando se añadió a los descubrimientos del Concurso Nacional de Ortografía, de repente, la gente quiso saber más sobre lo que acontecía en el laboratorio de Angela en Pensilvania.

El atributo de moda

Sin importar adónde miremos, la firmeza de carácter se ha convertido en el atributo de moda. El carácter es el factor «X» que la gente desea entender y fomentar en ellos mismos y en los demás. Con una beca MacArthur «Genius» Grant en el año 2013, Duckworth y sus presentaciones sobre la determinación pasaron a ser esenciales en las conferencias sobre educación, liderazgo y psicología, y una de sus charlas, «El poder de la pasión y la perseverancia», es una de las conferencias TED [Tecnología, Entretenimiento, Diseño] más populares de las publicadas en Internet.

Su libro, Grit, publicado en 2016, llegó a lo más alto de las listas de éxitos de ventas la misma semana en que se publicó, y el presidente Obama lo mencionó en dos discursos sobre el Estado de la Unión; también convirtió en la mayor prioridad del Departamento de Educación, en 2013, el cultivo de la determinación en la clase.

A pesar de lo prometedor que es su trabajo, Duckworth se preocupa por cómo algunos se han apresurado a utilizar el carácter de formas que ella no cree que deban implementarse. Por ejemplo, algunas escuelas están utilizando con entusiasmo test sobre el carácter, diciendo que a los estudiantes y a los profesores se les evaluará el carácter, aunque no está claro cómo hacerlo en las escuelas, y ni siquiera si es la medida correcta para todos los estudiantes en todos los entornos.

Los estudiantes de familias con bajos ingresos que tienen que superar diariamente obstáculos para ir a la escuela tal vez no se beneficien al evaluar su carácter, y en su lugar puede que sea más importante desarrollar su autoeficacia y sus expectativas.

Paul Tough, que ha estudiado el carácter y ha escrito How Children Succeed: Grit, Curiosity, and the Hidden Power of Character [Cómo tienen éxito los niños: El carácter, la curiosidad y el poder oculto de la personalidad], señala que para estos estudiantes podría ser más valioso contar con intervenciones familiares a fin de ayudar a los padres a aprender cómo manejar la frustración y la ira, lo cual puede generar el cultivo del amor, la aceptación y la amabilidad en el hogar.[02]

Aun así, no hay duda de que Duckworth ha dado con algo importante. Su estudio de legiones de hombres y mujeres de éxito en numerosos ámbitos, incluyendo los bancos de inversiones, la natación, el fútbol y el ajedrez, ha encontrado denominadores comunes en todas esas personas que merece la pena desentrañar, de forma que podamos aprender a imitar su forma de conseguir sus objetivos. Ella descubrió que las personas que se habían caracterizado por superar múltiples retos, durante muchos años, para mantener la búsqueda de algo que era importante para ellas, tenían varios factores críticos en común, a saber:

• Pasión. Se sentían motivados desde su interior por una causa o una actividad que los estimulaba y aportaba energía, a veces desde una edad muy temprana. No se sentían guiados por lo que querían otros; en su lugar, se centraban en algo que desplazaba otros intereses, daba sentido a sus vidas y les llenaba con la sensación de tener una meta.

• Perseverancia. No eran sólo resilientes a corto plazo. Tenían una capacidad de recuperación que existió durante años de sequía emocional, problemas físicos y económicos y un desánimo que harían que mucha gente abandonara.

• Objetivos a largo plazo. Asociaban a su pasión un objetivo que podría parecer poco realista para algunos, pero que se convertía en su Estrella Polar inamovible. En algunos casos, esto generaba fama mundial u olímpica, pero, para otros, los resultados fueron más discretos, desde recuperar la capacidad de caminar después de una lesión incapacitante hasta conservar la esperanza de ser exculpado después de un encarcelamiento injusto, o permanecer limpio y sobrio en las circunstancias más duras.

¿Vino viejo en botella nueva?

Duckworth, quien trabajó con su mentor, Marty Seligman –al que se conoce como «el padre de la psicología positiva»–, para crear la Escala del Carácter, cree que ha encontrado una forma de medir un rasgo único y esperado que distingue a los que quieren tener éxito en las empresas difíciles de quienes lo tienen de verdad. El test pone de manifiesto diversas motivaciones y rasgos de la personalidad que pueden tener relación, o no, con las cualidades asociadas con el hecho de tener firmeza de carácter. Por ejemplo, alguien puede ser tenaz y trabajador, pero no tiene una pasión que se traduce en un objetivo profundamente valorado. Del mismo modo, una persona puede ser la encarnación de la pasión, pero ser incapaz de mantenerse concentrada en un objetivo difícil durante años de contratiempos. Otra posibilidad es que alguien puede ser trabajador y apasionado, pero necesita validación externa para sus logros, y por ello es incapaz de tener resiliencia en ausencia de premios y prestigio.

Aunque es parecida a la cualidad llamada conciencia, que también predice la diligencia, la determinación nos habla sobre el tipo de conducta necesario para ser responsable y disciplinado en la persecución de un objetivo. Algunas de las críticas al concepto de firmeza de carácter han afirmado que es simplemente una reafirmación de la conciencia –«vino viejo en botella nueva»–, ante lo cual Duckworth se ha defendido hábilmente diciendo que se trata de un constructo muy distinto con resultados diferentes. Entre otros puntos, ella señala que la conciencia no incluye el fuego emocional que es esencial en el carácter.

Como instructora acreditada en rendimiento que trabaja diariamente con personas para ayudarles a entender y cultivar el tipo de energía y dedicación necesarias para adoptar y cumplir objetivos muy difíciles, que cambian la vida, muestro sinceramente mi acuerdo con que la conciencia simplemente no tiene nada que ver con cuando hablamos sobre lo que se necesita para establecer, perseguir y lograr objetivos exigentes e importantes que cambian en profundidad las vidas de las personas. La conciencia no es lo que mantiene vivos los sueños cuando se desvanece la esperanza, ni es lo que necesitamos cuando hay que cambiar de repente nuestro camino para adaptarnos a las nuevas circunstancias. De hecho, he visto sobreutilizar la conciencia en detrimento de una persona, lo que yo llamo «carácter terco».

¿Cómo nos ayuda a ti y a mí la investigación?

Me muevo constantemente entre montones de estudios para averiguar lo que puedo hacer de forma que mis clientes tengan las herramientas adecuadas para cambiar y tener éxito. Una investigación es sólo una investigación hasta que alguien como yo venga y extraiga de ella aplicaciones prácticas que la gente pueda entender al instante y utilizar de forma positiva. Para hacer lo que hago, y para poder vivir de ello, tengo que aprender cómo cambiar inmediatamente las vidas de las personas con cualesquiera herramientas, motivaciones y conocimientos que necesiten para llegar adonde quieren. Y cuando declaran su resultado más deseado para nuestro trabajo juntos, el desarrollo de más resiliencia y coraje suele estar en lo alto de la lista.

A consecuencia de esto, he tenido que ir más allá de las investigaciones sobre lo que piensa la gente que ya tiene un carácter apropiado, y hacerlo a fin de crear una estrategia para quienes no lo han logrado aún. Tengo que saber lo que falta en las vidas de mis clientes y por qué. Necesito entender qué ocurrió en su familia de origen que influyó en su actitud, quién apoya actualmente sus objetivos, qué ocurre en su entorno laboral y personal y mucho más. Si no conozco estas variables, no puedo diagnosticar correctamente la situación y poner en marcha la investigación y las herramientas adecuadas.

Por ello, aunque los terapeutas como yo normalmente no realizamos investigaciones académicas, aceleramos los descubrimientos sobre el carácter porque trabajamos individualmente con personas reales en muchos ambientes muy variados –desde campos de deporte hasta oficinas de empresas–, para ver lo que funciona y lo que no, en lo relativo a cambiar para mejor. Y creo que nuestros resultados son tan importantes para el estudio del carácter como los hallazgos procedentes del entorno académico, porque sin la retroalimentación de gente como nosotros, resulta difícil para la persona media beneficiarse de los estudios cargados de estadísticas procedentes de las universidades y de los laboratorios de investigación de todo el mundo.

Por esa razón leo detenidamente las investigaciones sobre el carácter, así como los descubrimientos en ámbitos como la pasión, el riesgo, la fuerza de voluntad, la amabilidad, la humildad, las sensaciones, el establecimiento de objetivos y las relaciones positivas, de modo que pueda utilizar la información eficaz y eficientemente con hombres y mujeres, jóvenes y viejos, sin importar donde se encuentren en su proceso de cambio. Así es como inventé mi propia definición de «carácter auténtico», «la búsqueda apasionada de objetivos difíciles que asombran e inspiran a ser mejores personas, a florecer emocionalmente, a correr riesgos positivos y a vivir vidas mejores». Para mí, el carácter no es positivo si no es una fuerza del bien. Creo que mi definición define el rasgo que he visto que produce excelentes resultados y que deja detrás un legado que merece la pena. Examinaré los elementos que configuran el carácter auténtico en capítulos posteriores para facilitar el hecho de entender cómo cultivarlo de formas nuevas e inesperadas.

¿Por qué es tan importante la firmeza de carácter en el siglo XXI?

En los últimos años, se ha hecho oír un coro de voces en Estados Unidos, lamentándose por la personalidad y la ética del trabajo de muchos de la generación conocida como los milenials, los nacidos entre los años 1980 y 2000. Con el apodo de «Generación Yo Yo Yo», propuesto por la revista Time, se los ha criticado severamente como los productos del desafortunado movimiento de autoestima que instó a los padres a ser amables con sus hijos y a elogiarlos calurosamente siempre que fuera posible.[03] Aunque este movimiento tenía buenas intenciones y pretendía generar iniciativas personales y una mayor autoestima, ha sido un fracaso en todos los sentidos.

Hay excepciones por todas partes (yo he criado a tres milenials a los que admiro mucho), pero los psicólogos dicen que, en líneas generales, esta generación se siente fácilmente herida por la retroalimentación o las críticas, y que, en lugar de tener más autoestima y sentido de la responsabilidad, son frágiles y narcisistas. Muchos valoran la fama y el dinero por encima del sentido y la resolución, buscan atajos para evitar trabajar duramente y fracasan al afrontar obstáculos. Inundados de comodidad y soluciones rápidas, probablemente no sepan leer mapas ni escribir adecuadamente sin un corrector ortográfico. Y no consideran a los adultos personas que guían, sino iguales a ellos, de quienes no deben acatar nada, en parte porque se ha hecho aceptable llamar a los profesores por su nombre en muchas escuelas.

Por todas partes hay historias anecdóticas y basadas en evidencias sobre la influencia de este comportamiento, y causan una grave preocupación en ciertos ámbitos. Algunos psicólogos señalan que la «bajada de nivel» de los patios de juego convertidos en artilugios de plástico rodeados por virutas de madera, de forma que los niños puedan evitar lesiones y rodillas despellejadas, ha creado una generación de adultos ansiosos que han crecido temiendo trepar a los árboles o correr riesgos.[04] Algunos incluso han achacado a este fenómeno un descenso en la actividad empresarial en los últimos años, indicando que el grupo de edad que solía crear nuevos negocios e innovaciones se ha comportado de forma más reservada que las generaciones anteriores, incluso después de tener en cuenta las consecuencias de la crisis y una clase media menos numerosa.[05]

El hecho de no insistir nada más que en los elogios y en las notas medias perfectas ha generado también una inflación de títulos en los institutos, la universidad y los centros de posgraduados, hasta el extremo de que muchas empresas dicen que no pueden basarse en las notas medias ni en los títulos de centros de élite para asegurarse de tener empleados que trabajen como deben. El autocontrol está ausente con consecuencias nefastas, un factor que influye en las tasas de obesidad en Estados Unidos, que siguen disparándose hasta batir todos los récords. El Ejército de Estados Unidos ha publicado un informe que afirma que la juventud americana está «demasiado gorda para combatir». Los entrenadores de equipos profesionales se lamentan de que es difícil hacer que sus bien pagados deportistas presten atención en las reuniones del equipo sin quitarles sus móviles, y algunos entrenadores han llegado a abandonar su profesión por completo señalando que la ausencia de una ética del trabajo y de la voluntad de sacrificarse por el equipo han provocado que muchos de los nuevos jugadores no sean «entrenables».[06]

Crear tu mejor vida requiere carácter

He trabajado como consejera acreditada con individuos de alto rendimiento de todo el mundo durante décadas y me he especializado en la realización de objetivos. Cuando estudié con Marty Seligman en la Universidad de Pensilvania en 2005, fui una de las treinta y cuatro primeras personas del mundo en obtener un máster en Psicología Positiva Aplicada (un grado MAPP, como tal vez recuerdes de la introducción), también conocida como la ciencia de la felicidad. Como comenté antes, fue cuando me introduje en la investigación pionera de Angela Duckworth sobre el carácter, que convertí en mi proyecto final ese año y que después se convirtió en mi libro Creating Your Best Life. Ese libro fue el primero en ofrecer a los lectores procedimientos para definir y buscar caminos significativos hacia el éxito y la felicidad que se basaban en investigaciones y teorías académicas, un logro que Marty elogió en su libro Florecer, diciendo que yo había añadido una «importante pieza que faltaba» a la literatura sobre el éxito y el logro de objetivos.[07]

He encontrado una gran cantidad de pruebas que apuntan al imperativo de hacer cosas difíciles para vivir una vida de alta calidad y satisfactoria, llena de logros óptimos. Para empezar, aprendí de Edwin Locke y Gary Latham, cuya investigación ha llevado a la teoría de establecimiento de objetivos, que afirma que se necesitan objetivos «exigentes y específicos» si queremos obtener un mayor nivel de rendimiento. (Los objetivos fáciles no sólo generan mediocridad, dicen ellos, sino que también hacen que la gente se sienta mediocre).[08] A partir de una teoría de la autodeterminación, propuesta por Edward Deci y Richard Ryan, descubrí que las personas no son felices si no hacen nada. Nos vemos impulsados a controlar nuestro entorno para sentirnos relacionados, autónomos y competentes, y cuando nos dejan elegir entre no hacer nada y hacer algo, por lo general elegimos estar ocupados y ser productivos.[09]

Las nuevas investigaciones han descubierto que de noche examinamos nuestro día en busca de lo más destacado, señalando especialmente aquello de lo que nos sentimos más orgullosos. Como podríamos esperar, las cosas que nos proporcionan auténtica autoestima nunca son las actividades o conductas que son fáciles y que se encuentran dentro de nuestra zona de confort.

Son los momentos difíciles, exigentes y en ocasiones dolorosos los que nos dejan llenos de una sensación de orgullo que nos hace tener más confianza y esperanza en nuestras capacidades y nuestro futuro.[10] ¿Y de qué dos rasgos se ha descubierto que predicen más fiablemente el éxito en nuestros objetivos? El carácter y la curiosidad.[11]

¿Qué lamentarás?

Cuando la gente acude a mí en busca de ayuda, suelen encontrarse en una encrucijada vital. Jóvenes o viejos, normalmente están, de acuerdo con mis observaciones, afrontando una decisión importante y quieren actuar con apoyo, responsabilidad y la guía de un sólido profesional. No dudan porque piensen en hacer algo fácilmente; sucede siempre porque hay algo que quieren hacer y que se encuentra tan lejos de su zona de confort que tienen que ser razonables y estar bien preparados para la caída que pueden sufrir. Y aunque saben lo difícil que será el camino, también saben que nunca serán verdaderamente felices si no persiguen ese objetivo.

Puedo decir sin dudar, después de miles de sesiones con todo tipo de hombres y mujeres de todo el mundo, que la gente que se siente más satisfecha con nuestros resultados como instructores, y con ellos mismos, son quienes eligieron objetivos difíciles y desarrollaron su carácter para atreverse a buscar el éxito. Finalizan nuestros cursos de adiestramiento siendo otras personas. Suelo decir a los amigos que me siento como si trabajara en la planta de partos de un hospital porque todos se sienten contentos después de ver los frutos de su trabajo. No sólo tienen más autoconfianza después de cultivar su determinación y utilizarla de forma decidida; también se sienten más satisfechos.

A veces recibo llamadas y solicitudes de ayuda de personas que, aunque no están seguras de lo que quieren hacer al cien por cien, saben que les falta algo en sus vidas y que no pueden continuar satisfactoriamente sin examinar lo que puede haber para ellos ahí fuera.

En momentos como éste, mi pregunta inmediata siempre es: «Cuando examines tu vida en el momento de tu muerte, ¿de qué te lamentarás si no haces ningún cambio que dé comienzo ahora?». Las respuestas a esta pregunta siempre han dado frutos, y los objetivos que han surgido de las conversaciones siempre han sido importantes y solían conllevar trastornos inevitables, incomodidades y cambios. Y para seguir y llegar a la línea de meta de esos cambios, ha sido evidente que mis clientes necesitaron el elixir que Duckworth afirma que es el síntoma incuestionable de la excelencia en condiciones estrictas: ¡firmeza de carácter!

¿Qué sucede si no tienes firmeza de carácter? ¿Puedes desarrollarla?

La cuestión más apremiante en el ámbito de la psicología en este momento es esta pregunta: ¿podemos cultivar el carácter? Y si es así, ¿cómo? Los primeros resultados y estudios apuntan en direcciones prometedoras, como por ejemplo el trabajo de la investigadora de psicología social de la Universidad de Stanford, Carol Dweck, autora de Mindset: The New Psychology of Success [Actitud: La nueva psicología del éxito]. Dweck ha descubierto que cuando los niños crecen recibiendo elogios por su inteligencia innata –cuando cosas como resolver un rompecabezas, dibujar, ganar una competición o conseguir buenas calificaciones se encuentran con respuestas como «¡Eres muy inteligente!», «¡Eres tremendo!» y «¡Te lo mereces!»–, esos niños desarrollan una «mentalidad fija» por la que creen que sus puntos fuertes y su talento están fijados desde su nacimiento. Esto les lleva a evitar situaciones en las que pueden fracasar porque necesitan mantener la imagen y la creencia de que son especiales. Sin todo ello, les resulta difícil sentirse valiosos.

Por otra parte, los niños que crecen con elogios por sus esfuerzos, independientemente del resultado, desarrollan una «mentalidad de desarrollo». Esto significa que aprenden a creer que, aunque aún no sepan algo, con suficiente esfuerzo y persistencia podrán, con el paso del tiempo, aprender aquello a lo que no acceden fácilmente al principio. Estos niños desarrollan una visión de la vida con más firmeza de carácter y no se rinden, e incluso disfrutan con los retos que se les ponen delante. Son también aquellos que no se rinden ante el desánimo o el fracaso, y que creen que los resultados se encuentran mayormente bajo su control si tienen suficiente constancia para proseguir.

En su investigación sobre el carácter, Duckworth también ha descubierto que es contagioso, como muchas otras conductas, como por ejemplo dejar de fumar, ganar peso y ser felices. De hecho, dice, West Point ha descubierto que los cadetes con menor puntuación de firmeza de carácter son los que se benefician cuando conviven con cadetes que tienen una alta puntuación en firmeza de carácter, posiblemente porque ver a alguien superar la frustración, encontrar formas inteligentes de retrasar la gratificación o ser resilientes cuando afrontan contratiempos puede contagiarse de manera positiva. Más prometedor es que Duckworth y otros indican que se ha descubierto que la firmeza de carácter aumenta a lo largo de nuestra vida, lo cual sugiere que es una cualidad que se beneficia de las intervenciones específicas, además de las experiencias vitales que desarrollan sabiduría.

Nuevas investigaciones: neuronas espejo y realidad virtual

La investigación sobre rasgos de personalidad muestra que algunos de nuestros puntos fuertes pueden utilizarse para perseguir objetivos de formas mejores y más estratégicas, maximizando nuestras posibilidades de superar el tedio de aprender algo nuevo mientras desarrollamos «pasión armoniosa» por ello, ya sea nadar o resolver problemas matemáticos. Y la investigación sobre la autorregulación consiste en encontrar miles de nuevas formas con las que podemos cultivar la fuerza de voluntad, desde prácticas de concienciación hasta trabajar con avatares virtuales.

De hecho, creo que el campo de la realidad virtual es el campo más estimulante que aún tiene que desarrollarse por completo en torno al cultivo del carácter, un tema sobre el que escribiré más adelante, en este libro.

Hay también una gran cantidad de datos sobre cómo funciona el cerebro que no estaban disponibles hasta hace poco, así como baterías de test que pueden «desempaquetar» la resiliencia. Por ejemplo, la investigación sobre las neuronas espejo ha descubierto que es más fácil aprender algo nuevo cuando vemos hacerlo a otros. También sabemos, gracias a los test de resistencia, que el cuerpo se rinde sólo después de que el cerebro se lo diga, lo cual abre la puerta a soluciones creativas que pueden ayudar a la gente a «cambiar de canal» en sus cerebros cuando se ven tentados a tirar la toalla.[12] También sabemos que los estímulos o pistas estratégicamente situados –como por ejemplo dibujos o palabras inspiradoras– pueden hacer que la gente sea más disciplinada o más laxa en sus esfuerzos.[13] Firmar un contrato «si-entonces» con uno mismo también triplica la probabilidad de lograr objetivos difíciles.[14]

¿Qué más contribuye a desarrollar el músculo del carácter?

Dado que la firmeza de carácter es contagiosa, que puede mejorar durante toda la vida de una persona y que puede desarrollarse en el proceso de búsqueda de un gran sueño, tiene sentido que sus componentes se aíslen y después se conviertan en capacidades exitosas. La definición de firmeza de carácter de Duckworth nos ofrece pistas sobre lo que necesitamos cultivar, incluyendo la pasión, la resiliencia y la determinación. Pero creo que también debemos examinar la calidad de nuestra capacidad para relacionarnos, la prevalencia de las emociones positivas en nuestras vidas y nuestro almacén de fuerza de voluntad, entre otros elementos, a fin de desarrollar un carácter auténtico y completo. En mis estudios de personas con un carácter fuerte, he observado que muchos de ellos tienen otras cualidades críticas, como por ejemplo paciencia y curiosidad, por no hablar de la humildad, una cualidad adorable que puede atraer el apoyo entusiasta de aquellos que nos ayudan en nuestros sueños durante muchos años.

¿Por qué me importa tanto? Mi propia historia de fortalecimiento del carácter

Una de las razones por las que me siento tan impulsada a trabajar en el campo de la motivación, los objetivos, la felicidad y la determinación es porque conté con una fórmula para el éxito errónea en la primera parte de mi vida, y en consecuencia sufrí mucho. Sin embargo, gracias al fracaso y a un reinicio al comienzo de mi edad adulta, aprendí a hacer lo que era necesario para encontrar los objetivos correctos, añadí la perseverancia para conseguirlos y desarrollé mi carácter en pleno proceso. Mi experiencia me enseñó que el carácter no es, sin duda alguna, una cualidad reservada para unos pocos elegidos; está disponible para cualquiera que desee algo con tanta fuerza que no se detendrá hasta que llegue lo más lejos posible, a menudo logrando o quedando cerca de aquello que buscaba.

De jovencita, en un entorno privilegiado de las afueras de Washington D. C., yo era inteligente y tenía talento, de acuerdo con el CI y otras medidas externas del éxito. Eso me permitió asistir a los centros educativos adecuados con un historial adecuado, pero con el empeño de parecer perfecta para mi familia y la creciente presión de rendir en diversas áreas académicas extracurriculares, intenté protegerme del fracaso y de la aparición de la imperfección a todo coste. A consecuencia de esto, tomé atajos, especialmente con la comida. En lugar de tener disciplina en mis hábitos y mi entrenamiento, me volví bulímica, lo cual se descontroló en mi escuela privada y en la natación, el deporte que había elegido.

Como tal vez sepa bien el lector, la bulimia es un trastorno alimentario caracterizado por engullir grandes cantidades de comida, seguido de conductas que van desde los vómitos autoinducidos a las megadosis de laxantes. Durante siete años llevé una vida de comer en exceso, mentiras y nunca pagar de verdad el precio total de mis atracones, mientras mantenía un aspecto exterior pasable. Si tenía perseverancia, era sólo para asegurarme de que mi comportamiento siguiera siendo un secreto y perdurase. Cualquier intento de dejar de hacerlo o de buscar ayuda no era muy serio, en parte porque no había profesionales que de verdad supieran cómo «curarlo», y en parte porque sentía una situación desesperada sin fin, con ninguna solución posible.

Me gradué en la Universidad de Harvard en 1983, y una semana después me sumergí en mi matrimonio. Fue sólo entonces cuando me di cuenta de que obtener un sobresaliente cum laude en un centro de la Ivy League y casarme con el apuesto hombre de mis sueños no iba a hacerme suficientemente feliz como para superar la bulimia y evitar caer en el pozo más profundo. Pero en la profundidad de esa desdicha, a comienzos de 1984, descubrí los ingredientes que necesitaba para convertirme en un «ejemplo de carácter», tal como Duckworth ha señalado amablemente sobre mi viaje, lo cual explico en mi charla TED, «Los momentos que hacen campeones».

Decidí que mis ganas de vivir eran superiores a mi autodestrucción, que haría lo que fuera para mejorar y que no iba a detenerme hasta encontrar la fórmula adecuada. La firmeza de carácter da comienzo con la pasión, y yo adopté una pasión por vivir, por encontrar la felicidad lejos de intentar tener un cuerpo perfecto y por devolver sus favores a los demás en lugar de intentar averiguar cómo ser la única vencedora. «No puedes mantener lo que no ofreces», fue la frase que escuché en mi grupo de doce pasos para comedores compulsivos. Tenía algo valioso que podía ayudar a otras personas, lo cual me aportó resolución y humildad.

Por primera vez aprendí a perseverar a pesar de la tentación, los cambios emocionales, los contratiempos, las recaídas, los retos interpersonales y las interminables sorpresas de la vida. No recurrí a nada que alterase mi conciencia durante los momentos más difíciles, incluyendo la comida, el alcohol y las drogas recreativas; en lugar de eso, descubrí procedimientos para limitarme a asumir los sentimientos incómodos que siempre había enterrado. Me protegí de las personas y de los lugares que no estuvieran alineados con mi objetivo de lograr una salud completa, y aunque no tenía ninguna fecha concreta en mente, me limité a levantarme cada día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año y finalmente década tras década, e hice todo lo que necesitaba hacer para mejorar.

En ese proceso, escribí dos libros sobre mi camino hacia la recuperación completa, My Name Is Caroline [Mi nombre es Caroline] y Positively Caroline [Positivamente Caroline], que fueron las primeras biografías de alguien que había superado la bulimia y que había llegado a treinta años de recuperación, respectivamente. Aunque no tenía firmeza de carácter cuando comencé mi viaje, no hay duda de que ahora sí la tengo. Y puesto que sé que la vida es más dulce y más rica porque logré un objetivo que me importaba mucho, tengo el compromiso de trabajar con personas para ayudarles a elegir y perseguir los objetivos que iluminarán sus vidas, y también para ayudarles a cultivar la firmeza de carácter. Creo que si he sido capaz de desarrollarla, otros también pueden hacerlo, y que si no lo «doy todo» y ayudo a otros, no podré «mantener» lo que he descubierto y de lo que disfruto por completo.

Breast in Show

Hace algunos años, en una tranquila tarde de agosto, una mujer me llamó pidiéndome ayuda. Había consultado a terapeutas y había llegado a la conclusión de que no necesitaba hablar sobre su niñez, sobre su divorcio o si había sido una buena madre. En lugar de eso, necesitaba sentir que su vida tenía un propósito y que era significativa, y su médico le sugirió que me llamara porque yo la ayudaría a ser sensata, a hacer los cambios necesarios para tener más felicidad y paz. El médico sabía que mi enfoque sería distinto a todo aquello con lo que esta mujer se había encontrado.

«¿Qué lamentarías no haber hecho cuando vuelves la vista atrás en un día de tu vida?», le pregunté por teléfono.

Su respuesta inmediata fue: «Quiero crear el primer musical del mundo sobre el cáncer de mama».

He trabajado como asesora el tiempo suficiente para saber que todo el mundo tiene un sentimiento infalible de aquello que carecen o desean, y que mi función se limita a retarles de diversas formas para sacar a la luz esos hechos y ayudarles a dar vida a sus aspiraciones. Además, sería ridículo implantar sueños o esperanzas en otros porque es imposible ser iluminado por algo que no sea intrínsecamente motivador.

De hecho, los objetivos de mis clientes son tan especiales y personalmente estimulantes para ellos que sé que nunca podría improvisar algo más recompensante o satisfactorio que aquello que he tenido el privilegio de oírles a ellos directamente durante tantos años.

Dos años después, esa clienta, Eileen Mitchard, inauguró Brest in Show, que recibió numerosos premios, estruendosas ovaciones, además de conseguir miles de dólares para la investigación sobre el cáncer. Aunque ella estaba iluminada por el entusiasmo y la energía procedentes del éxito del espectáculo, Eileen tuvo que retirarse debido a una operación cardíaca urgente, pero no demasiado tiempo. En menos de un año aprendió a remar y empezó a correr, y la última vez que oí algo sobre ella estaba corriendo los 5000 metros, los 10.000 metros e incluso la media maratón cuando ya había cumplido los sesenta años, renacida con pasión y centrada en conseguir que cada día fuese importante.

Eileen es un ejemplo de libro de lo que ocurre cuando alguien elige un instante de cambio que separa su sensación de aburrimiento de su camino hacia el entusiasmo. Independientemente de cuándo llegue ese momento –podría llegar después de tocar fondo con un trastorno alimentario mientras se es joven, fracasar en algo durante la vida adulta o sentir que no hay sentido en el nido vacío–, evaluar nuestra vida y decidir tomar una nueva dirección pueden dar frutos que conlleven cambiar la vida.

Y en lugar de quedarnos sin tiempo para hacer eso, conseguimos otros treinta años, de media, para que nuestra jubilación sea nuestra mejor etapa. En Allianz Life Insurance se ha observado que el tiempo extra que actualmente tienen muchas personas se utiliza para «tener una segunda oportunidad en esas decisiones de la vida que ahora lamentamos».[15]