Con el corazón aquí - Cristofer Rodríguez - E-Book

Con el corazón aquí E-Book

Cristofer Rodríguez

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Beschreibung

Al cumplirse tres décadas desde el fin de la Dictadura y el retorno a la Democracia, y con razón del proceso constituyente abierto tras el estallido social de octubre de 2019, los hallazgos de esta investigación adquieren particular relevancia. La historia de la Asociación de Trabajadores del Rock es, también, una historia de la Transición chilena en sus primeros, complejos y contradictorios años. Una microhistoria con enfoque social de la cultura, sobre los jóvenes y los rockeros en los primeros años del retorno a la democracia.

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CON EL CORAZÓN AQUÍ

Estado, mercado, juventudes y la Asociación de Trabajadores del Rock en la transición a la Democracia (1991-1995)

Cristofer Rodríguez Quiroz

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 - Santiago de Chile

[email protected] – 56-228897726

www.uahurtado.cl

Primera edición julio 2022

Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

ISBN libro impreso: 978-956-357-371-8

ISBN libro digital: 978-956-357-372-5

Coordinador colección Historia

Daniel Palma Alvarado

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diseño interior

Elba Peña

Diseño de portada

Francisca Toral

Imagen de portada: © Copyright 1994 Jorge Sánchez - All Right Reserved

Público Monsters of Rock-Estación Mapocho, Santiago de Chile

Diagramación digital: ebooks [email protected]

Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

“No short-haired, yellow-bellied, son of tricky dicky, is gonna mother hubbard soft soap me with just a pocketful of hope”.

John Lennon, 1971

“Todos somos peones de la historia y en algún momento retornamos, una y otra vez, a aquello que deseábamos profundamente evitar, con la más imperiosa necesidad, con la más poderosa piedra de la negación”.

Ricardo Palma Salamanca, 1997

Índice

Agradecimientos

Introducción: Y eso ¿quién lo va a creer?

Capítulo I. Los trabajadores del rock

Todos contra el muro

Hacia una asociación de trabajadores del rock

Capítulo II. La vía discográfica

Sonar en la radio: neoliberalismo y Transición

Con el corazón aquí: apuesta y decepción

La respuesta del mercado

Capítulo III. La vía social y renovación de votos

Juventudes dañadas y rockeras

La ATR y el Instituto Nacional de la Juventud

Las Escuelas de Rock

Capítulo IV. Identidad y subjetividad de la ATR

Hacia un proyecto de rock chileno: la atr como movimiento

El rock chileno de la Transición: un movimiento diverso

ATR, memoria y patrimonio

He visto como el mar borra mis huellas: mujeres en la ATR

La voz de los noventa

Mascando el chicle, ayer y hoy también: una conclusión

Bibliografía

Notas

AGRADECIMIENTOS

Por su valioso aporte a esta investigación, a través de conversaciones, consejos, lecturas, revisiones, asistencia de archivo, transcripciones y facilitar información, fuentes y contactos personales, agradezco a Emiliano Aguayo, César Albornoz, Irma Beltrán, Rafael Bravo, Francisca Bustamante, Jorge Canales, Gabriel Chacón, Cynthia Conejera, Francisco Estévez, Felipe Godoy, Cristóbal González, Daniela Ibarra, Valentina Jiménez, Claudio Muñoz, Victoria Muñoz, Javier Osorio, Daniel Palma, Ricardo Saavedra, Daniel Sierra, Pablo Toro y César Tudela.

Agradezco a Victoria, mi Eleo, familia y amigos/as (alguno/as que están mencionado/as en el primer párrafo porque, además, brindaron apoyo disciplinar), por inyectar de coraje cada una de las etapas de esta investigación.

Muy especialmente agradezco a Miguel Barriga, Francisco Castillo, Francisco Conejera (Q.E.P.D.), Sol Domínguez, Tito Escárate, Gerardo Figueroa, Andrés Godoy, Claudio Gutiérrez, Arlette Jequier, Cathy Lean, Claudio Narea, Jeannette Pualuan, Mauricio Redolés, Fabio Salas, Max Siegel (Q.E.P.D.) y Yanko Tolic, protagonistas de esta historia de la Transición chilena, que accedieron a participar como informantes. También a Juan Álvarez (Q.E.P.D.), con quien coordinamos entrevista, pero lamentablemente no pudimos concretarla. Todos y todas en quienes reconocí la misma pasión que encontré en el relato que presento en estas páginas.

INTRODUCCIÓN:

Y ESO ¿QUIÉN LO VA A CREER?

Esta investigación fue bautizada como Con el corazón aquí, mismo nombre con el que circularon los compilados de canciones editados desde comienzos de la década de 1990 por la Asociación de Trabajadores del Rock (ATR), una de las creaciones más reconocibles y perdurables del colectivo. También, la frase encarna el espíritu de un capítulo del rock en Chile en que el hambre de un grupo de músicos y trabajadores de la industria musical —con amplias pretensiones laborales, profesionales y culturales— se arrojan a la titánica misión de contribuir a la reconstrucción moral de la nación tras el claustro dictatorial. Un grupo ágil que, pese a la inexperiencia, fue capaz de modificar sus objetivos y prácticas en virtud de la concreción de sus propósitos, aun cuando historia y sueños transitaron por caminos opuestos al volver la Democracia.

En retrospectiva, la transición a la Democracia constituye una especie de “territorio de nadie”, donde músicos jóvenes no tuvieron más opción que desenvolverse en un país con una institucionalidad cultural deficiente, una infraestructura precaria, escasa exposición en medios de comunicación y poca iniciativa de inversión privada. El gobierno de Transición encontró un pobre aparato estatal en materia cultural, al mismo tiempo que la sociedad se encaminaba hacia la recuperación de la Democracia. Atrás y, en cierta medida, “blanqueado y olvidado”1, quedaba el pasado autoritario, lo que impactó negativamente en sectores de la cultura vinculados a la resistencia al régimen de Pinochet.

Por otro lado, si al despuntar la década del 2020, las juventudes han cargado sobre sí una historia como protagonistas del acontecer nacional, a inicios del gobierno de Patricio Aylwin recién comenzaban incipientes discusiones sobre las políticas de juventud y el rol que les tocaría en el nuevo escenario histórico. Conforme se definían los paradigmas de la nueva política pública de juventudes, los jóvenes se encontraban en su propio proceso de transformación y asimilación de la nueva realidad histórica, provocando desencuentros con las autoridades políticas y la adultocracia en general, cuyos diagnósticos más suaves apuntaban a que, en Chile, la juventud estaba dañada.

Con el corazón aquí concentra su mirada en dos actores de la transición a la Democracia: a) las y los trabajadores de la cultura y sus vínculos con la institucionalidad cultural y el mercado, puntualmente en los años que van desde el plebiscito nacional de octubre de 1988 hasta el fin del primer lustro de la década de 1990; b) las juventudes chilenas de la época de la Transición, sus vínculos con la institucionalidad y sus expresiones artísticas como representación de sus intereses, sensibilidades y subjetividades. Existe una problemática común a estos dos actores, relacionada con la tensión entre juventudes, cultura, Estado y mercado en una época tan desconcertante como fue la Transición. Dicha tensión se resuelve en la experiencia histórica de la Asociación de Trabajadores del Rock, el primer ejercicio sindical de músicos y trabajadores provenientes del mundo del rock formado una vez terminada la Dictadura. Se trata de un colectivo que sostiene una estrecha relación con las nuevas autoridades civiles en el poder a través de las instituciones que definieron la política cultural y de juventudes, a la vez que se definían sus paradigmas y ponían en marcha su ejecución.

El periodo transcurrido entre 1988 y los primeros años de la década de 1990 es clave para entender el fenómeno de la ATR. Mientras los antecedentes próximos a su fundación coinciden con la coyuntura del plebiscito nacional, la disolución del grupo se produce a mediados de la década de 1990, cuando la escena cultural —y particularmente la que se relaciona con estos músicos de rock— ya contaba con algunas instituciones ausentes en sus inicios, como las Escuelas de Rock. También, porque hacia 1995 el mercado toma un lugar más activo en el cambio de la matriz productiva para los músicos chilenos de rock, iniciando ambiciosos proyectos de fichajes, grabación, edición y promoción de agrupaciones nacionales, como los proyectos Rock Nacional y Nuevo Rock Chileno, de EMI y Alerce respectivamente.

Focalizar el estudio en dos actores complejos y difusos de la Historia contemporánea de Chile, derivó en el uso de fuentes históricas diversas, como la memoria extraída de las entrevistas orales, fuentes emanadas por la ATR, prensa y, en menor medida, documentos gubernamentales. También se utilizó bibliografía especializada y fuentes bibliográficas secundarias en torno a los contextos políticos, económicos y sociales referentes a la transición a la Democracia, la cultura y las juventudes.

El criterio de selección de las fuentes orales fue dado por la participación en el proyecto, desde las dirigencias hasta participaciones específicas, intentando abordar la amplia gama de experiencias de las y los involucrados. En la mayoría de los casos se realizó una entrevista por informante y, de ser necesario, la jornada se duplicó. Cada entrevista tuvo una duración aproximada de 90 minutos, con preguntas abiertas conducidas por el entrevistador. Se preparó un cuestionario similar para las y los entrevistados en donde abordaron cuestiones fundamentales como el diagnóstico al panorama cultural, social y laboral previo a la fundación de la ATR, las motivaciones y objetivos de la asociación, la relación con el Estado y el mercado, planes de acción y obras concretas, rasgos identitarios en relación con el contexto y una evaluación final de la experiencia histórica que protagonizaron.

Existen pocas fuentes materiales, pero ricas en su contenido, como son los dos discos lanzados por la agrupación (uno doble y uno simple) que juntos suman 45 canciones, lo que ofrece una amplia variedad de textos musicales y performatividad sonora para su análisis. Los discos, además, entregan rica información estética y técnica en sus portadas. También están los afiches de conciertos, de gran utilidad para comprender la experiencia histórica, los discursos iconográficos y analizar las características propias del grupo. Finalmente, se utilizaron las publicaciones lanzadas por Fabio Salas, Tito Escárate y Fernando Castillo, escritores que pertenecieron a la asociación desde sus inicios. A través de ellas es posible leer algunas perspectivas sobre la cultura y el rock a comienzos de la década de 1990. En el caso de esta investigación, son utilizados como fuentes primarias y no como suministros del marco conceptual.

Las fuentes de prensa investigadas se dividen en tres. Primero, se revisó la prensa que declarativamente se considera cercana al proyecto ATR, fundamentalmente las revistas El Carrete y Rock Clásico. Asimismo, también se analizó la prensa especializada en rock de la época, como las revistas Extravaganza! y Rock & Pop. Finalmente, fue necesario estudiar los periódicos de circulación nacional, que fueron revisados para acceder a los hitos de mayor visibilidad pública del grupo. En todas estas fuentes, con mayor o menor envergadura, los músicos dan cuenta de sus ideas políticas, objetivos gremiales, prácticas empleadas y subjetividades.

Documentos oficiales de la División de Extensión Cultural del Ministerio de Educación, Dirección de Organizaciones Sociales e Instituto Nacional de la Juventud conforman el núcleo principal de los breves, pero necesarios, documentos emanados por el Estado. Otra forma de aproximarse a las fuentes gubernamentales corresponde a documentos particulares de los personeros de gobierno que tuvieron alguna relación con la política cultural o de juventudes durante el periodo estudiado, como memorias o artículos académicos. Destacan entre estos el documento Los jóvenes de Chile hoy (1990), coordinado por José Auth y el informe titulado Juventud y sociedad: Propuestas para un Instituto Nacional de la Juventud presentado por Alain Touraine en la Unesco en 1992. La misma lógica se utilizó para investigar el estado de la industria discográfica en Chile, abordando notas de prensa con reportajes, balances, estadísticas, reportajes y entrevistas, bibliografía especializada y documentos emanados por distintos agentes del medio. En este último caso, por ejemplo, fue fundamental el texto Silencio en la música popular chilena, publicación de la Sociedad de Derecho de Autor (SCD) tras el seminario Problemas actuales de la música popular en Chile de 1993.

Finalmente, se recurre a fuentes que abordan las características de las juventudes chilenas que conformaban parte del mundo social de la ATR. Para este abordaje general fueron revisados reportajes en prensa escrita y televisión, las cartas al director recibidas por revista El Carrete, Rock & Pop y Extravaganza! y documentales que registraron el fenómeno de las tocatas en la década de 1990.

Los hechos narrados en estas páginas sirven como un abordaje historiográfico al proceso de transición a la Democracia, poniendo el acento en el desarrollo de los trabajadores de la cultura, específicamente, los músicos. Para estudiar sus condiciones laborales, prácticas de organización y subjetividades políticas, el análisis se centra en tres dimensiones esenciales de su actividad: 1) lo social, a través de su vínculo con las juventudes de la época; 2) lo estatal y sus relaciones con la política cultural; y 3) lo mercantil, y sus relaciones con distintos agentes del mundo privado.

Estos elementos terminan por narrar tangencialmente rasgos relevantes para la comprensión del Chile contemporáneo, a través de una experiencia que permite percibir el estado de las cosas durante el umbral que significó el paso desde el gobierno militar a los gobiernos civiles. Una época de importantes permanencias y cambios, con elementos propios que constituyen parte del espíritu de su tiempo.

La historia de la ATR es un relato sobre las tensiones de la transición a la Democracia, entre diversos agentes del mundo político, empresarial y social. La disputa entre discursos progresistas y conservadores, dada por razones generacionales e intereses políticos. Las contradicciones dentro del Estado en relación con la política de juventudes y política cultural. La agencia de actores en particular en el Estado, el mercado y el mundo social, capaces de llevar a cabo transformaciones y programas que hoy cobran relevancia histórica. Los ánimos de una época traducidos en esperanzas, decepciones y malestar, a veces por razones políticas o por la biografía de sujetos sin experiencia sindical y pertenecientes a un sector de alta vulnerabilidad laboral.

A poco más de 25 años de la disolución de la ATR, ha pasado un tiempo considerable para notar cómo el colectivo ha sido criticado e invisibilizado por investigadores, actores de la industria e incluso miembros destacados de su directiva. Aluden, en general, a que no perduró más allá de la puesta en marcha de un número reducido de programas de gobierno y discos olvidados en viejos estantes de coleccionistas, como si esto fuese un antecedente poco valioso. La historia de la ATR no es la de un sindicato movilizador de grandes masas y articulador de políticas públicas de gran escala y alcance. Sin embargo, desde su reducido espacio de acción y en un contexto desfavorable, ejerció su agencia social, política y cultural, y corporizó el espíritu de su tiempo.

La ATR ofreció variadas y generosas lecturas, aportes e interpretaciones sobre el proceso de transición a la Democracia, las que adquieren valor en el presente como forma de comprensión o aproximación a la posdictadura en Chile, a través de las experiencias históricas de dos sectores sociales entonces marginados. Una microhistoria con enfoque social de la cultura, sobre los jóvenes y los rockeros de la Transición.

CAPÍTULO I.

LOS TRABAJADORES DEL ROCK

Todos contra el muro

Francisco Conejeras era un periodista con una particular fascinación por la escena rockera local. En su juventud participó como músico en grupos del circuito marginal en la década de 1970 y tras contraer matrimonio inició una carrera laboral más estable en medios de comunicación, como columnista de Las Últimas Noticias y editor del suplemento juvenil Clip. Luego de un viaje a Argentina —y tras haberse impregnado de la onda fiestera de la movida rockera bonaerense— regresa a Chile en medio de un proceso de álgidas transformaciones políticas y culturales, cuando decide fundar su propia revista de rock. El Carrete aglutinó a la mayoría de las voces del rock chileno, indistintamente de su estilo y filiación política, publicado desde de julio de 1989 hasta septiembre de 1994, con una pausa de dos años entre mayo de 1990 y mayo de 1992. En su primer periodo tuvo un tiraje semanal y con papel de periódico en blanco y negro, para posteriormente pasar a una edición en color con tiraje mensual.

Conejeras recordó:

Imagínate lo que significaba para una persona como yo, que viví en Argentina una efervescencia del rock; allá había de todo, escenarios, revistas como Pelo donde yo escribí, había escena y había industria. Pensé que yo podría contribuir desde Chile con una publicación que se dedicara especialmente a difundir el rock chileno y que fuera barata. El 80% de El Carrete era contenido nacional, todo lo contrario a lo que pasaba en la prensa común2.

Las editoriales de la revista fueron vitrina de opinión y espacio de manifestación de sus preferencias musicales, el acontecer político y el rol que allí correspondía a las juventudes, el arte y al rock chileno. La declaración de principios que la revista presenta en su primera editorial del 6 de julio de 1989 lo esclarece desde el minuto cero:

¡Por fin un periódico juvenil! Parecía imposible lanzar a la calle una publicación que no se sumara al acartonamiento de las existentes. Pero EL CARRETE ya invadió el país con su buena onda y sabemos que será una verdadera alternativa para quienes necesitamos de un medio imaginativo que nos represente. EL CARRETE es un semanario hecho por jóvenes. Y como tales, tenemos mucha energía para enfrentar los desafíos propuestos. Necesitamos que se integren a nuestras ideas y nos aporten las suyas. Queremos estimular a nuestros creadores. Motivar a los arranados para que salgan del letargo y disfruten de los espectáculos que ofrecen nuestros artistas. Queremos que el arte —y muy especialmente la música— tenga el protagonismo que merece. Que los grupos chilenos tengan la posibilidad de aparecer ALGUNA VEZ en la portada de un periódico. En este carrete no hay paracaidistas. Están todos invitados. ¡Hagámoslo crecer, loco!3.

El Carrete se presentó como medio alternativo al establishment y que concebía a las juventudes como sujetos sociales objetivos y no solo consumidores. Una revista fundada en los valores democráticos del nuevo Chile, que escucha la opinión de sus lectores y se nutre de ella para construir, entre todos los actores, el medio que desean tener. Había en ella, también, una crítica a una juventud dormida y un deseo de “despertar del letargo”, que se condice con la marginalidad sufrida por la juventud de fines de la dictadura. Pero lo más importante es el rol que concierne a la música como manifestación central del proceso histórico hacia la recuperación a la Democracia. Principios fundamentales para comprender el desarrollo histórico de la revista, pero también de la futura Asociación de Trabajadores del Rock, pues El Carrete se transformará, sin preverlo, en el primer punto de encuentro para la generación que fundará la asociación.

En sus páginas fue posible ver en el mismo espacio a grupos de mayor trayectoria, como Congreso anunciando una presentación en alguna universidad santiaguina, como la inauguración de una escuela de jazz fundada por Daniel Encina, reseñas de shows de la banda de thrash metal Warpath en el gimnasio Manuel Plaza, afiches de conciertos de grupos nuevos como De Kiruza en lugares tan distintos como el Café del Cerro y El Trolley, y menciones a otros proyectos culturales afines en su interés de patrocinar el arte chileno, como la Radio Umbral. También se incluían columnas semanales escritas por rockeros nacionales, donde manifestaron sus opiniones libremente en relación con el acontecer o su posición como músicos, fomentando la creatividad de los lectores con mensajes alentadores en la difícil carrera del músico en Chile. Por supuesto, siempre con espacio para que grupos nacionales obtuvieran la portada y el reportaje central de la revista.

Pero lo que más destacó de El Carrete fue su práctica en terreno. Entre sus iniciativas estuvieron la organización de festivales cuya entrada consistía en mostrar un casete de una banda nacional, público que además se llevaba una revista de regalo. El concurso Yo Quiero Ser Músico organizado por El Carrete y la academia/estudio Semillero Rock propiedad del músico Juan Álvarez —conocido en el medio artístico como “Panzer”— que consistía en una beca para clases de bajo, guitarra o batería, exclusiva para los lectores de la revista. Particularmente representativo del espíritu de El Carrete fue el festival Talento Crudo, un certamen organizado desde agosto de 1989, a solo un mes de lanzada la revista y que buscaba los nuevos talentos del rock chileno. El festival contó con el apoyo de Radio Galaxia y estableció alianzas con diversos frentes de la industria como la sala Constitución del barrio Bellavista, la marca de instrumentos Casio que cedió los premios para los ganadores y la televisación de la final a través de Televisión Nacional de Chile (TVN), transmitida desde el Teatro California en septiembre de 1989. En la final participaron como jurados representantes de los sellos BMG y CBS. Talento Crudo se desarrolló con algunas lagunas hasta el año 2018.

Pese a los esfuerzos mediáticos, este tipo de iniciativas no logró posicionar mediáticamente al rock nacional con la misma fuerza del pequeño boom del pop experimentado a mediados de la década de 1980, con bandas como Los Prisioneros y Aparato Raro. A partir de 1987 el boom se caía tan rápido como subió, con tres años de historia de un fenómeno de ventas y exposición que no alcanzaron para construir una industria sólida que permitiera a los músicos vivir de su trabajo. Según el periodista Emiliano Aguayo, la crisis abrupta se ocasiona producto de los sellos multinacionales, especialmente EMI, que dejan de invertir en los grupos de pop chileno en favor de la música extranjera, cortando el desarrollo del fenómeno local. “Los sellos vienen a vender al artista extranjero […] y además le dicen a la radio ‘olvidémonos del artista amateur que puede llegar con un demito y tú lo ponís’”4, contó el investigador. Carlos Fonseca, empresario discográfico y mánager de Los Prisioneros, comparte esta interpretación, pero agrega a los medios como responsables del fin del boom:

Era cierto que había pasado que la gente ya no se interesaba en el rock chileno, pero era porque los medios de difusión habían dejado de difundirlo, no porque a la gente le haya dejado de gustar. Además, eran grupos que no alcanzaron a madurar y los medios le dieron mucho a la polarización de si estabas con Los Prisioneros o estabas con otros grupos y la gente, por justicia con Los Prisioneros, empezó a ver al resto de los grupos como algo banal y falso. Todo eso generó la crisis5.

■ Público espera poder ingresar a la final del primer festival Talento Crudo, 1989. Fotografía de archivo familiar de Francisco Conejera, gentileza de familia de Francisco Conejera.

■ Francisco Conejeras, fundador de El Carrete y presidente del jurado de Talento Crudo dando a conocer el nombre de la banda ganadora de la primera versión: Bismarck. El Carrete, 26 de septiembre-2 de octubre de 1989, página 6 / Alfredo Lewin y Patricia Rivera de la banda Chronos en la final de Talento Crudo. El Carrete, 26 de septiembre-2 de octubre de 1989, página 6.

Para fines de la década de 1980, el rock chileno era un género con mucho potencial, pero imposibilitado de perpetuar discográficamente sus obras, difundirlas sin censura de por medio, sostenido en una industria inestable y que vuelve a buscar nuevos caminos para poder grabar y resistir los embates del proceso del fin a la dictadura. Tras el resultado oficial que dio como vencedora a la opción “No”, Chile se asomó a un proceso democrático y enfrentó una elección popular para elegir a un nuevo presidente de la República. En medio, un catálogo discográfico discreto de rock, pero que, tras años de vaivenes y condiciones adversas, constituía una escena diversa de manifestaciones musicales, rico en influencias, posiciones políticas y generaciones. Grupos de mayor trayectoria, como Los Jaivas y Congreso, convivían con el proyecto pop juvenil y de protesta de Los Prisioneros y UPA!, la vanguardia y lenguaje ecléctico de Fulano y Banda Pequeño Vicio, la cantautoría iconoclasta de Mauricio Redolés, el punk subterráneo de Fiskales Ad-Hok, el folk social de Sol y Lluvia y el movimiento de metal y rock pesado de Tumulto y Massacre, que constituyen una escena en diversos espacios, con distintos públicos y con mayor y menor éxito.

La necesidad de levantar una asociación aparece cuando, en los reportajes y entrevistas, los músicos comienzan a coincidir en las precariedades de los trabajadores del mundo del rock, lo que se vincula con las altas expectativas en el futuro tras la Democracia en ciernes. El reportaje “ ‘Señores políticos’: ¡¡Atinen!!”, cuenta la noticia de una ley de cuota del 20% de música nacional en las radios argentinas, escribiendo literalmente que “nos muriéramos de envidia” y valorando el rol que el Sindicato de Músicos Profesionales de Argentina había tenido en la formulación y aprobación del proyecto6. El emplazamiento político adquiere aún más fuerza durante la campaña presidencial de 1989. La editorial del núm. 15 hizo alusión a la ausencia de la cultura en el debate televisivo realizado la semana anterior, en octubre de 1989, por lo que en el siguiente número El Carrete entrevistó a los comandos de las campañas de Patricio Aylwin y Hernán Buchi, además de revisar sus programas de gobierno. Este compromiso fue un paso más adelante al preguntar a distintos músicos sobre sus expectativas en torno al lugar de la cultura en el gobierno que suceda a la Dictadura.

En otro reportaje titulado “Artistas disparan ¿Cultura en democracia?”7 el redactor o redactora (sin identificar) se pregunta “¿seguirá el arte siendo un elemento decorativo de nuestra sociedad o jugará el rol de piedra angular del que jamás ha gozado en este país?”. Para responder a esta pregunta citan, entre otros, a Tito Escárate y Mauricio Redolés, los que expresaron la necesidad de un Estado que subsidie la actividad cultural, abordando ideas como la refundación de un sello exclusivo de música nacional, hasta la puesta en marcha de un Ministerio de la Juventud encargado de encauzar la nueva práctica cultural que surja del contexto democrático.

Cercano a las elecciones, la revista incorporó propaganda de la campaña de Patricio Aylwin y candidatos afines como Andrés Zaldívar en su candidatura senatorial, ganándose los cuestionamientos de sus lectores, que fueron respondidos en la editorial “¡¡Somos vendidos!!”:

Quien nos haya seguido desde el primer número, coincidirá con nosotros en que la política siempre ha estado presente y hemos sido respetuosos de las diversas posiciones de nuestros entrevistados. Es decir, venimos ejerciendo la democracia desde algún ratito. Si ser vendidos significa asumir una posición responsable frente al momento histórico que vive nuestro país, y darles a los grupos chilenos un espacio que no les otorga ningún otro medio de comunicación, si eso es ser vendidos, ¡seguiremos siéndolo!8.

Pero la postura balanceada e imparcial se pone en duda cuando un grupo de bandas chilenas deciden presentarse en el espectáculo El Rock está con Büchi celebrado el 11 de noviembre de 1989 en el Parque Isabel Riquelme, comuna de San Miguel. En la ocasión actuaron grupos como Tumulto, Los Trapos y Panzer, todos con historial en los conciertos organizados por la Secretaría Nacional de la Juventud durante la Dictadura. El Carrete destacó que solo llegaron mil personas a un espacio habilitado para 10.000 asistentes, con énfasis en que el show, además, era gratis, sentenciando que “al parecer, el rock no está ni ahí con Büchi”9.

El evento se convirtió en un tópico en las entrevistas a otros rockeros chilenos. Mientras UPA! respondió a la pregunta sobre si se presentarían en un acto organizado por Hernán Büchi con un “obvio que no pescamos, no hay plata en el mundo que pueda hacerte cambiar de ideas”10, la banda Sol y Medianoche respondió que “el grupo vale mucho más que esos dos millones”11. La cercanía con los próximos gobiernos de la Concertación se percibe también en reportajes como “¡¡Por fin votamos!!”12 y en entrevistas donde músicos como Andrés Godoy y Yanko Tolic manifiestan sus altas expectativas para la cultura y el rock a propósito del triunfo del candidato democratacristiano.

■ «¿ROCKEROS CON BÜCHI?», El Carrete, 16-29 de noviembre de 1989, página 3 / «CARRETE DEMOCRÁTICO», El Carrete, 21 de diciembre de 1989-3 de enero 1990, página 2.

Luego de la victoria de Aylwin, la revista suspende su circulación. En el ambiente cultural se sintió una temprana decepción en relación con sus expectativas, lo que se expresó muy concretamente en los artistas de rock. En este contexto se desarrollan y surgen tres medios alternativos que, aunque sin declarar consciencia de ello, comparten y heredan los principios enunciados por revista El Carrete en cuanto a hacer del rock un movimiento cultural y solventar las necesidades laborales básicas de los músicos nacionales: la revista Rock Clásico y los programas radiales “Musiclaje” de radio Universidad de Chile y “Al margen” de radio Usach.

La revista Rock Clásico tuvo un tiraje breve desde 1989 a 1993 y fue fundada por Raúl Puelle Sagredo, quien dirigía a un grupo de jóvenes con afinidades musicales, pero sin dedicarse profesionalment