Cristianos en la sociedad - Domènec Melé Carné - E-Book

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Domènec Melé Carné

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Beschreibung

La Biblioteca de Iniciación Teológica responde a la necesidad -muchas veces manifestada- de contar con unos libros de divulgación teológica que estén al alcance del cristiano que quiera profundizar en su formación. S e han publicado en esta colección diecinueve títulos. Los cristianos son ciudadanos corrientes, pero su actuación social, siendo personal y responsable, ha de ser coherente con su fe y con la recta razón. En la línea de los anteriores títulos de la colección, este libro ofrece una iniciación a la Doctrina Social de la Iglesia.

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EPUB

Veröffentlichungsjahr: 1999

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RELACIÓN DE ABREVIATURAS

Sagrada Escritura

Ab: Abdías

Am: Amós

Ap: Apocalipsis

Col: Carta de san Pablo a los Colosenses

1 Co: Primera carta de san Pablo a los Corintios

Dt: Deuteronomio

Qo: Qohelet (Eclesiastés)

Eci : Sirácida (Eclesiástico)

Ef: Carta de san Pablo a los Efesios

Ex: Éxodo

Flm: Carta de san Pablo a Filemón

Flp: Carta de san Pablo a los Filipenses

Ga: Carta de san Pablo a los Gálatas

Gn: Génesis

Hb: Carta a los Hebreos

Hch: Hechos de los Apóstoles

Is: Isaías

Jl: Joel

Jn: Evangelio según san Juan

1 Jn: Primera Carta de san Juan

Lc: Evangelio según san Lucas

Lv: Levítico

Mc: Evangelio según san Marcos

Mt: Evangelio según san Mateo

1 P: Primera Carta de san Pedro

2 P: Segunda Carta de san Pedro

Pr: Proverbios

1 R: Libro I de los Reyes

Rm: Carta de san Pablo a los Romanos

Sb: Libro de la Sabiduría

Sal: Salmos

St: Carta de Santiago

1 Ts: Primera Carta de san Pablo a los Tesalonicenses

2 Ts: Segunda Carta de san Pablo a los Tesalonicenses

1 Tm : Primera Carta de san Pablo a Timoteo

Tt: Carta de san Pablo a Tito

Tb: Libro de Tobías

Documentos del Magisterio de la Iglesia

AA: Concilio Vaticano II, Declaración Apostolicam actuositatem (1965)

AG: Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes (1965)

BH: Pío XII, Radiomensaje Benignitas et humanitas (1944)

CA: Juan Pablo II, Encíclica Centesimus annus (1991)

CC: Pío XI, Encíclica Casti connubii (1930)

CDSI: Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (2005)

CCE: Catecismo de la Iglesia Católica (1997)

CDF: Santa Sede, Carta de los derechos de la familia (1983)

CF: Juan Pablo II, Carta a las familias (1994)

CIC: Código de Derecho Canónico (1983)

CL: Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifideles laici (1989)

CP: CEE, Instrucción Pastoral Constructores de la paz (1986)

CV: Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate (2009)

CVP: CEE, Instrucción Pastoral Los católicos en la vida pública (1986)

DCE: Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est (2005)

DD: Juan Pablo II, Carta Apostólica Dies Domini (1998)

DH: Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanæ (1965)

DIM: Pío XI, Encíclica Divini illius Magistri (1929)

DR: Pío XI, Encíclica Divini Redemptoris (1937)

DV: Conc. Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum (1965).

DVt: SCDF, Instrucción Donum vitae (1987)

EV: Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitæ (1995)

FC: Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio (1981)

FR Juan Pablo II, Encíclica Fides et ratio (1998)

GE: Conc. Vaticano II, Declaración Gravissimum educationis (1965)

GS: Conc. Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes (1965)

HP: SCDF, Carta sobre la atención pastoral de las personas homosexuales (1986)

HV: Pablo VI, Encíclica Humanæ vitæ (1967)

LC: SCDF, Instrucción Libertatis conscientia (1986)

LE: Juan Pablo II, Encíclica Laborem exercens (1981)

LG: Conc. Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium (1964)

LN: SCDF, Instrucción Libertatis nuntius (1984)

LS: Pío XII, Radiomensaje La Solemnità (1941)

MD: Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris dignitatem (1988)

MBS: Pío XI, Encíclica Mit brennender sorge (1937)

MM: Juan XXIII, Encíclica Mater et Magistra (1961)

NBS: Pío XI, Encíclica Non abbiamo bisogno (1931)

OA: Pablo VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens (1971)

OAH SCEC, Orientaciones educativas sobre el amor humano (1983)

PP: Pablo VI, Encíclica Populorum progessio (1967)

PT: Juan XXIII, Encíclica Pacem in terris (1963)

QA: Pío XI, Encíclica Quadragesimo anno (1931)

RH: Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis (1979)

RN: León XIII, Encíclica Rerum novarum (1891)

SRS: Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo rei socialis (1987)

VHL: CEE, Instrucción Pastoral La verdad os hará libres (1990)

VS: Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor (1993)

Otras siglas

SCDF: Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe

SCEC: Sagrada Congregación para la Educación Católica

PCJP: Pontificio Consejo “Justicia y Paz”

S Th: Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica

CEE: Conferencia Episcopal Española

c.: Canon (del Código de Derecho Canónico)

cf.: Confróntese

DSI: Doctrina Social de la Iglesia

n.: Número

Nota: La numeración de los documentos empleada sigue la presentada en: www.vatican.va

PRÓLOGO A LA QUINTA EDICIÓN

Desde la primera edición de este volumen en 1999, la doctrina social de la Iglesia se ha visto muy enriquecida, especialmente por las valiosas enseñanzas de Benedicto XVI, entre las que destaca la encíclica Caritas in veritate, publicada a mediados de 2009. Por otra parte, hoy contamos con el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, encargo del recordado Papa Juan Pablo II y publicado en 2005 por el Pontificio Consejo Justicia y Paz bajo el pontificado de su sucesor. Este Compendio, traducido actualmente a quince idiomas[1], además de otros en preparación, expone exhaustivamente con autoridad y de modo sintético, la enseñanza social de la Iglesia. Añade, además, comentarios y desarrollos doctrinales de algunos temas, con especial atención a las “cosas nuevas” acaecidas en los últimos años.

Estas incorporaciones al acervo de las enseñanzas sociales de la Iglesia, hacían conveniente una nueva edición ampliada de este volumen. Por otra parte, diversas experiencias docentes basadas en anteriores ediciones o reimpresiones de Cristianos en lasociedad, sugerían introducir algunas mejoras, que hemos tratado de llevar a cabo en la presente edición. En concreto:

—Se han recogido nuevos textos o ideas tomadas de los citados documentos y de algunos otros publicados desde 1999.

—La mayoría de los capítulos han sido reestructurados, modificando incluso su título cuando se ha estimado necesario. Sin embargo se han manteniendo los conceptos y desarrollos básicos de las ediciones anteriores.

—En algún caso, se ha alterado el orden de los capítulos, tratando de mejorar la secuencia docente.

—Se han introducido nuevos apartados, mientras que otros han sido simplificados o reagrupados.

—En algunos capítulos se ha pasado parte de la materia a un apéndice, a modo de complemento.

—Para no aumentar el tamaño del libro, ya muy extenso dentro de los límites de la colección en la que se encuadra, se han introducido textos con un cuerpo de letra inferior a la usual, significando que su lectura no es imprescindible para seguir el hilo argumental.

—Como es lógico, también hemos procedido a actualizar la bibliografía.

—Por último, se ha revisado la redacción de casi toda la obra, presentándola de modo más esquemático.

Confiamos que esta actualización contribuya a una mejor comprensión, docencia y difusión de este gran tesoro, que es la doctrina social de la Iglesia, y a una más activa actuación de los cristianos en la sociedad.

19 de marzo de 2012

[1]Enlace. Acceso el 19 de marzo de 2012.

INTRODUCCIÓN

Los cristianos viven en la sociedad y son parte de la sociedad. Son ciudadanos corrientes, pero su actuación social, siendo personal y responsable, ha de ser coherente con su fe y con la recta razón. Los papas han insistido en ello, especialmente desde finales del siglo XIX, proporcionado principios morales para el orden social, junto a criterios de juicio sobre determinados sistemas, estructuras o prácticas vigentes en la vida social y algunas directrices de acción para contribuir a mejorar la sociedad. Lo han hecho a través de encíclicas, exhortaciones apostólicas, cartas, radiomensajes, y otros documentos. Son un conjunto de textos sustentados en una rica tradición, vivida por los católicos en las cambiantes circunstancias de la sociedad en la que se desenvuelven. Están anclados en la fe y contienen un rico humanismo, estimado también por muchos no católicos.

A finales del siglo XIX, el magisterio social de la Iglesia se ocupó de la denominada “cuestión obrera”, pero hoy su campo se han ensanchado considerablemente, llegando a constituir un amplio cuerpo doctrinal de gran coherencia que suele designarse como “doctrina social de la Iglesia”. Esta doctrina incluye desde principios básicos del orden social hasta aspectos concretos de la vida social, como son la dignidad y los derechos de la persona humana, la concepción de la sociedad civil y las sociedades intermedias; familia, educación y cultura; trabajo, empresa, mercado y economía; misión y límites del Estado y de los gobiernos, medios de comunicación social, organización social y política, defensa del medio ambiente y de la paz, desarrollo de los pueblos, cooperación internacional y otros.

Los romanos pontífices repetidamente han exhortado a conocer y, sobre todo, a poner en práctica la doctrina social de la Iglesia. Es una exigencia de coherencia y de lealtad cristiana. En palabras de san Josemaría, «la fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación muy clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas y en otros documentos, haciendo todo cuando esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan el magisterio del Santo Padre, y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida» (Forja, 633).

Nuestro propósito al escribir este libro ha sido precisamente contribuir a divulgar dichas enseñanzas, con especial énfasis en los desarrollos doctrinales del Concilio Vaticano II y las enseñanzas de los últimos papas, muy próximas a la situación actual. Sin embargo, se ha procurado recoger también los puntos más significativos del pensamiento social de los romanos pontífices, a partir de León XIII.

El carácter introductorio de este libro, junto con la enorme extensión que han alcanzado los documentos sociales pontificios, ha hecho necesario centrarse en algunos temas, dejando otros de lado. Por la misma razón, las cuestiones tratadas se han limitado a exposiciones elementales, pensando en un tipo de lector de cultura media, aunque procurando desarrollar los temas con rigor y claridad.

Se incluyen numerosas citas o extractos de documentos pontificios con el objeto de presentar con la mayor fidelidad posible las enseñanzas de los papas. Estos textos permiten exponer, con precisión y autoridad, síntesis doctrinales que, de otro modo, podrían resultar excesivamente largas o complejas. En cambio, apenas se encontrarán comentarios de teólogos, tratadistas y pensadores que alargarían la exposición más allá de los límites previstos.

La bibliografía incluida al final del libro es también introductoria. Está limitada a obras en lengua española y, en la mayoría de casos, se refiere a libros editados con posterioridad a 1995. Se detallan los que hemos considerado como documentos del magisterio social de la Iglesia más importantes para nuestro tiempo, junto a introducciones y manuales de doctrina social de la Iglesia y algunos estudios específicos que, en su mayoría, recogen comentarios a los últimos documentos pontificios.

Confiamos que estas páginas pueda abrir horizontes y animar al lector o lectora a acudir a los documentos pontificios completos (ver en: www.vatican.va) que más puedan interesarle por su temática o contenidos y a exposiciones sistemáticas más amplias.

Capítulo I LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

 

La doctrina social de la Iglesia está orientada primariamente a los fieles católicos que en las diversas circunstancias de su vida social tratan de actuar en coherencia con su fe. No obstante, está también abierta a todas tipo de personas de buena voluntad que pueden encontrar en ella un rico humanismo para la vida social.

 

 

El mensaje social del Evangelio

 

En los textos del Antiguo Testamento, que constituyen un anticipo y una introducción necesaria a los del Nuevo Testamento, aparece un mensaje social significado en la creación del hombre y su vida en sociedad y en el dominio de la creación por el trabajo humano. También se pone de manifiesto en la liberación del pueblo de Dios, en las diversas instituciones del pueblo de Israel, en las exhortaciones de los profetas que claman por la justicia y en los salmos.

Las enseñanzas de Jesús, sus dichos y sus hechos, contienen verdades que han inspirado las enseñanzas sociales de la Iglesia a lo largo de los siglos. Entre ellas, destacan algunas, que serán desarrolladas en los capítulos siguientes:

 

—Jesús propone el mandato del amor fraterno, que incluye exigencias de justicia y solidaridad.

—Afirma la vigencia y el valor de la institución matrimonial, unitaria e indisoluble; señala el origen divino de la autoridad, el espíritu de servicio con que hay que ejercer el poder y la necesidad de obedecer a las legítimas prescripciones de la autoridad.

—No fue indiferente ni extraño a los pobres o necesitados, a los débiles o fatigados; a quienes eran discriminados o repudiados por la sociedad, o a los que eran víctimas de la injusticia. Increpó a quienes servían al dinero, a la hipocresía, a los abusos del poder.

—Sus enseñanzas implican el reconocimiento de la libertad del hombre y su ser social, por cuanto se afirma la dignidad del matrimonio, primera forma de comunicación entre personas, la igualdad en dignidad entre todos los hombres, varones y mujeres, gentiles y judíos...

 

Las enseñanzas de Jesús se reafirman y desarrollan en las Cartas de los Apóstoles incluidas en el Nuevo Testamento. Más allá de las enseñanzas específicas relativas a la vida social, el Nuevo Testamento pone de manifiesto que la obra redentora de Cristo, aunque de suyo se refiere a la salvación de los hombres, se propone también la restauración de todo el orden temporal: Dios-Padre ha querido reconciliar en Cristo todas las cosas (cf. Col 1, 20). También los Padres de la Iglesia se refieren a aspectos morales de la vida social.

 

 

La misión de la Iglesia en el orden temporal

 

Una primera cuestión que se plantea es si la Iglesia tiene alguna misión en la vida social y, en general, en el llamado “orden temporal”; es decir, todo aquello que acompaña el caminar del hombre en la tierra en su realidad histórica y social. La respuesta a esta cuestión hay que encontrarla en el mensaje social del Evangelio, al que acabamos de aludir, y en la misión de Cristo.

Jesús, al señalar que hay que dar «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 21), señala la separación entre el orden temporal y el religioso. Declara, además, ante Pilato, que su reino no es de este mundo (cf. Jn 18, 36). Pero esto no significa que el mensaje cristiano sea ajeno al orden temporal. Es relevante que inmediatamente después de que Cristo afirmara ante Pilato que su reino no es de este mundo, añadiera que su misión era dar testimonio de la verdad: «Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (Jn 18, 37), y la verdad se extiende al orden temporal.

Cristo, en efecto, manifiesta la verdad del hombre y su destino eterno, y esta verdad abarca al hombre entero, también en su dimensión social. De este modo, el seguimiento de Cristo no conduce a un espiritualismo desencarnado, despreocupado de las realidades humanas. Por el contrario, lleva a buscar la verdad y a trabajar por la verdad con todas sus consecuencias, también en el orden temporal.

La Iglesia continúa la obra de Cristo. «Como el Padre me envió, así os envío yo» (Jn 20, 21), dirá Jesús a los Apóstoles después de la Resurrección. Son palabras que expresan la misión de la Iglesia: prolongar la misión de Cristo en el mundo y dar testimonio de la verdad. La misión de la Iglesia, igual que la de Cristo, es sobrenatural, y tiene por fin la salvación de todas las personas, pero incluye también señalar la recta ordenación de las realidades temporales. La propia Iglesia enseña que:

 

—La Iglesia no se aparta de su misión cuando promueve la justicia en las sociedades humanas, cuando sus Pastores se postulan en estas cuestiones y cuando los fieles laicos actúan en la vida pública con responsabilidad personal (cf. GS 36; OA 4; SRS 41, CA 43). La Iglesia —ha escrito Benedicto XVI— «tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación» (CV 9).

—El Magisterio de la Iglesia no presenta soluciones técnicas para la resolución de los problemas sociales. Tampoco propone sistemas o programas ni manifiesta preferencias partidistas, siempre que la dignidad humana sea debidamente respetada y promovida y ella pueda ejercer su ministerio en libertad (cf SRS 41).

—La misión de la Iglesia no es política sino moral.

La Iglesia no pretende «de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados» (PP 13; cf. CV 9). La Iglesia respeta la autonomía de la esfera civil y política respecto de la esfera religiosa y eclesiástica (cf. GS 76), pero también señala que estas esferas siguen teniendo una dimensión moral. Es en esta dimensión donde la Iglesia es competente y donde reivindica su derecho y su deber. «Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas» (CIC c. 747, 2; cf. CCE 2032).

 

 

Naturaleza de la doctrina social de la Iglesia

 

La Iglesia, en su irrenunciable misión de servicio a la verdad en el orden temporal (cf. CV 9), ha desarrollado un conjunto de enseñanzas relativas a la vida social para iluminar la conducta cristiana de los fieles y todas las personas de buena voluntad. Estas enseñanzas han llegado a constituir un coherente cuerpo doctrinal. Sobre esta “doctrina social de la Iglesia” (DSI, de aquí en adelante) convine hacer un conjunto de puntualizaciones:

 

—Se encuentra en diversos documentos pontificios, entre los que destacan las encíclicas, que son cartas-circulares relativamente extensas, que los papas han utilizando ampliamente desde finales del siglo XIX en su tarea de pastores y maestros de la Iglesia Universal.

—Contiene principios y valores permanentes para la vida social, económica y política que mantienen su vigencia a lo largo del tiempo, junto a recomendaciones particulares generalmente más coyunturales.

—No es unaideología, ni una “tercera vía” entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista (cf. SRS 41).

 

Las ideologías ofrecen un conjunto de ideas sobre la realidad o proporcionan modelos para la acción social o política. Surgen de concepciones hipotéticas del mundo, o de intereses particulares o colectivos, a partir de las cuales se interpreta la realidad social y se promueve la acción. La DSI, en cambio, busca un conocimiento de la realidad desde la fe y ayudada por la razón. Este conocimiento se sitúa en el plano ético y no en el sociológico o en el político. Por ello, y a diferencia de las ideologías, la DSI no incluye, como ya se ha dicho, modelos, sistemas ni programas de acción.

 

—Puede considerarse incluida en el ámbito de la teología y, más concretamente, de lateología moral (cf. SRS 41, CA 55). Va, pues, más allá de la filosofía y de las ciencias sociales, pero entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, incorporando sus aportaciones» (cf. CV 59).

—En ella hay coherencia y continuidad pero, al mismo tiempo, está en constante renovación (cf. SRS 3). Tiene una perenne validez, al tiempo que afronta nuevos problemas o situaciones sociales. Por ello, es una enseñanza permanente y al mismo tiempo siempre nueva (cf. VC 13).

A veces, se emplea la expresión “enseñanzas sociales de la Iglesia” con significado prácticamente equivalente a “doctrina social de la Iglesia”. Habría que precisar, sin embargo, que al hablar de enseñanzas el énfasis recae en el aspecto histórico y práctico de sus contenidos.

La DSI no debe confundirse, sin embargo, con el denominado “pensamiento social católico”, que comprende diversas escuelas de pensamiento católico sobre la vida social, que anticipan, desarrollan o incluso van más allá de los contenidos de los documentos oficiales. El pensamiento social católico está constituido por una acumulación de estudios, interpretaciones, sistematizaciones y aplicaciones de la DSI, en muchos casos de gran interés. Pero, a diferencia de la DSI, no poseen la autoridad del Magisterio de la Iglesia.

La doctrina social de la Iglesia contiene análisis y descripciones de la realidad social, pero su contenido doctrinal se centra en tres tipos de elementos (cf. OA 4; LC 72; SRS 3 y CCE 2423):

 

—Principios de reflexión, que constituyen los elementos básicos de la DSI. Señalan las bases que se han de respetar para construir una adecuada convivencia social.

—Criterios de juicio para valorar la realidad social. Estos criterios están fundamentados sobre los anteriores principios y evalúan o permiten evaluar sistemas y estructuras sociales, instituciones y situaciones concretas (cf. LC 74).

—Directrices de acción para orientar la actividad en la vida social.

Al analizar los encíclicas fácilmente se descubre que, junto a análisis más coyunturales, «se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus “principios de reflexión”, en sus fundamentales “directrices de acción”, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor» (SRS, 3; cf. CDSI, 85). La repetición y la fuerza con que se presentan las enseñanzas, junto con otros criterios interpretativos habituales en los textos del Magisterio, ayudan a descubrir esos elementos centrales de la DSI.

 

Fuentes de la doctrina social de la Iglesia

 

Benedicto XVI, de modo sintético, señala que «la doctrina social está construida sobre el fundamento transmitido por los Apóstoles a los Padres de la Iglesia y acogido y profundizado después por los grandes Doctores cristianos (...). Ha sido atestiguada por los Santos y por cuantos han dado la vida por Cristo Salvador en el campo de la justicia y la paz. En ella se expresa la tarea profética de los Sumos Pontífices de guiar apostólicamente la Iglesia de Cristo y de discernir las nuevas exigencias de la evangelización» (CV 12).

En un análisis pormenorizado, pueden distinguirse cuatro fuentes de las que se nutre la doctrina social de la Iglesia:

 

a) Sagrada Escritura y Tradición

La doctrina social de la Iglesia nace de la consideración de la sociedad humana desde la fe en la Revelación, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición, la cual es interpretada auténticamente por el Magisterio de la Iglesia (DV 10). La propia fe alumbra con luz nueva todas las cosas y orienta el espíritu a buscar soluciones plenamente humanas.

Como se ha señalado más arriba, la Sagrada Escritura contiene abundantes textos relativos al orden social. En algunos casos son presentados directamente y en muchos otros se deducen de la concepción implícita del ser humano que aparece en sus enseñanzas.

En los Padres de la Iglesia encontramos numerosas referencias al sentido social de la virtud de la justicia.

Aparte de los contenidos formales de sus escritos, es relevante considerar cómo afrontaron los problemas concretos de su tiempo a la luz de las enseñanzas evangélicas. Con ello, marcaron una pauta que será seguida por los teólogos y por el propio Magisterio en los siglos venideros.

b) Conocimiento de la realidad

La fe no excluye la razón, al contrario. Fe y razón son, en realidad, dos modos de acceder a la verdad (cf. VS 1). Al conocimiento de la fe se une el conocimiento racional, y en particular el conocimiento de la naturaleza humana (cf. CDSI 75).

La racionalidad humana, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación (cf. DH 14; CDSI 75). La verdad alcanzada por la razón, rescatando a los hombres de las opiniones y de las sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de las determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de las cosas.

Así, pues, la teología moral, y por tanto también la DSI, no solo considera la verdad revelada por Dios, sino que también se apoya en la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas (cf. VS, 13, 50, 79; CDSI 75).

 

c) Discernimiento de los signos de los tiempos

La doctrina social cuenta también con un adecuado discernimiento de los llamados “signos de los tiempos”, que incluyen acontecimientos históricos, sensibilidades sociales y cambios culturales. El Magisterio, juntamente con el pueblo de Dios y guiado por el Espíritu Santo, realiza un continuo discernimiento de lo que acontece. Viviendo en la historia, la Iglesia debe escrutar a fondo los “signos de los tiempos” e interpretarlos a la luz del Evangelio (cf. GS 4; PP 13). Lo hace tratando de descubrir los planes de Dios en acontecimientos, exigencias y deseos humanos, en los cuales los cristianos participan con otros ciudadanos (cf. GS 11).

La innegable importancia de los signos de los tiempos no debe hacer olvidar que en sí mismos, estos signos no son fuente de la DSI, sino su discernimiento a la luz de la Revelación cristiana. La doctrina social no cambia en lo substancial simplemente para adaptarse a los signos de los tiempos. Así, la falta de aprecio a la grandeza de la transmisión de la vida es un “signo de los tiempos” en algunas sociedades. Esto lleva al Magisterio a profundizar en su doctrina, recogiendo y respondiendo a las objeciones presentadas; a ponderar datos y teorías, pero la doctrina de la Iglesia sobre la vida humana no depende de encuestas de opinión, por muy contrarias que sean a la cultura de la vida. Estos “signos” ayudan a conocer mejor el problema y a buscar soluciones, pero no cambian los principios.

 

d) La tradición viva de la Iglesia

La tradición viva de la Iglesia, manifestada en sus constantes enseñanzas, culto y vida de los fieles, bajo la guía del Magisterio, alienta un orden social justo y una firme preocupación por las necesidades de todos, y especialmente de los más débiles y pobres.

«La Iglesia Católica está convencida que de la herencia común de las enseñanzas sociales custodiadas por la tradición viva del pueblo de Dios derivan estímulos y orientaciones para una colaboración cada vez más estrecha en la promoción de la justicia y de la paz» (CCE 1888; 1913-1917). En este sentido, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha abrazado a los afligidos por la debilidad humana, viendo en las personas necesitadas la imagen de Cristo (cf. Mt 25 40). Lo ha realizado a través de acciones individuales de sus fieles, promoviendo instituciones asistenciales o educativas, animando a la solidaridad e insistiendo en la necesidad de vivir un amor preferencial por los pobres (cf. CCE 2443-2449).

 

 

«Caridad en la verdad», quicio de la doctrina social

 

La Iglesia se alimenta del misterio de Cristo. Por ello, la doctrina social de la Iglesia está en estrecha relación con cuanto se contiene en este misterio, que no es otro que el del Verbo Encarnado y Redentor y en sus enseñanzas.

La misión de Cristo pone de manifiesto que la verdadera dignidad del hombre se encuentra en un espíritu liberado del mal y renovado por la gracia. Continuar la misión de Cristo supone trabajar para lograr que el orden social respete la dignidad de todos y facilite que cada persona pueda verse libre del mal y pueda cumplir su vocación como ser humano y llamado a ser hijo de Dios.

El amor a Dios y a los demás —la caridad, en su sentido más genuino— está en la base de la moral cristiana, que en esencia consiste en seguir a Jesucristo e imitarle en su amor, buscando identificarse con Él (cf. VS, 19-20). De aquí que Benedicto XVI afirme: «La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia» (CV 2). Añadiendo: «Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40)». Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es solo el principio de las micro-relaciones, como las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (CV 2).

La caridad, a veces, es mal interpretada, al oponerla a la justicia. En realidad, la caridad incluye e impulsa la justicia como primera obligación, aunque va más allá de la estricta justicia. Un trato adecuado con las personas, exige no solo justicia, sino también amor.

Hay formas de vida y actuaciones contrarias a la virtud de la caridad. Es lo que ocurre con el sentimentalismo, que lleva a actuar con sentimientos pero sin buscar el verdadero bien, o cuando el amor se toma como un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente de contenidos. Benedicto XVI, advierte de estos riesgos, señalado la necesidad de que la caridad vaya acompañada de la verdad: «Solo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. (...) La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal» (CV 3). La verdad da a la caridad un contenido racional. Y, «puesto que está llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombre en toda su riqueza de valores, compartida y comunicada» (CV 4).

La doctrina social de la Iglesia, en expresión de Benedicto XVI, es «caritas in veritate in re sociali» (CV 5), esto es, «amor en la verdad en las cuestiones sociales»; que el Papa interpreta como «anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad». Añadiendo que “el amor en la verdad”, “Caritas in veritate” es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral» (CV 6).

 

 

Desarrollo histórico de la doctrina social

 

En la Tradición viva de la Iglesia, desde los primeros tiempos ha estado presente la dimensión social del Evangelio, pero fue a partir del papa León XIII, a finales del siglo XIX, cuando la doctrina social de la Iglesia adquirió un notable desarrollo. Surgió del encuentro entre el Evangelio y la sociedad industrial moderna y tuvo como marco la denominada “cuestión social” (cf. CCE 2421).

La denominada “cuestión social” aparece como consecuencia de la revolución industrial y de la ideología liberal que dio lugar a una fuerte desigualdad social y a situaciones de miseria extrema. Ante estos problemas muchos obispos, sacerdotes y laicos reaccionaron a la luz del Evangelio, reclamando una transformación social. Finalmente, intervino León XIII con la memorable encíclica Rerum novarum (1891) sobre la situación de los obreros de su época.

En 1931, durante la gran depresión iniciada el 1929 y ante profundos cambios en la sociedad, Pío XI escribe la encíclica Quadragesimo anno sobre la reconstrucción del orden social. Pone diversas objeciones al fascismo en la encíclica Non abbiamo bisogno (1931); condena el nazismo y su forma de estado totalitario erigido en base al principio racial en la encíclica Mit brennender sorge (1937). En otra encíclica, Divini Redemptoris (1937), condena el comunismo ateo como intrínsecamente perverso.

Pío XII pronunció memorables radiomensajes. Entre ellos destacan dos: La Solennità (1941), con motivo del cincuentenario de la Rerum novarum sobre el orden socioeconómico, y el radiomensaje Benignitas et humanitas (Navidad de 1944) donde establece las condiciones para un recto ejercicio de la democracia.

Juan XXIII ha dejado dos importantes encíclicas: la Mater et magistra (1961) sobre el cristianismo y el progreso social y la Pacem in terris (1963) sobre los derechos humanos, la convivencia social y la paz.

En las últimas décadas, la DSI ha ido adquiriendo una mayor extensión, ampliando la tradicional preocupación por el orden económico, social y político con una creciente atención a la familia, la educación, los medios de comunicación social y la cultura. Esta diversidad temática aparece en el Concilio Vaticano II, que profundizó y amplió las enseñanzas sociales introduciendo nuevos elementos. Lo hizo, sobre todo, en la constitución pastoral Gaudium et spes (1965), pero también en otros documentos, como los relativos a la libertad religiosa, las comunicaciones sociales, la educación y el apostolado de los laicos.

El Magisterio social de Pablo VI está contenido, entre otros documentos, en la encíclica Populorum progressio (1967) sobre el desarrollo de los pueblos y en la carta Octogesima adveniens (1971), que es una llamada a la acción ante los ideologías contemporáneas y otros problemas.

Juan Pablo II dio una gran impulso a la DSI con tres encíclicas sociales: la Laborem exercens (1981) sobre el trabajo, la Sollicitudo rei socialis (1987) sobre el desarrollo y la Centesimus annus (1991) sobre el orden económico, la cultura y el Estado. También publicó otros documentos estrechamente relacionados con la moral social. Concretamente, las encíclicas Veritatis splendor (1993) sobre los fundamentos de la moral cristiana, y Evangelium vitae (1995) sobre el derecho a la vida; la Carta a las Familias (1994), las exhortaciones apostólicas Familiaris consortio (1982) sobre la familia, Christifideles laici (1988) sobre los laicos y su actuación en diversos ámbitos y la Mulieris dignitatem (1988) sobre la dignidad de la mujer.

En 2005, por encargo del papa Juan Pablo II, el Pontificio Consejo Justicia y Paz publicó el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, traducido hoy a numerosos idiomas, con el propósito de «exponer de manera sintética, pero exhaustiva, la enseñanza social de la Iglesia» (CDSI, Presentación, p. xi ).

El pontificado de Benedicto XVI es también rico en contenidos sociales entre los que destaca su encíclica Caritas in veritate (2009), en la que profundiza en los contenidos de la Populorum progessio de Pablo VI, especialmente en relación con el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad.

El magisterio pontificio sobre cuestiones sociales se complementa por el magisterio episcopal, que intenta llevar las reflexiones y enseñanzas más generales a la aplicación práctica a determinadas situaciones histórico-culturales muchas veces circunscritas a ciertas áreas geográficas. En ocasiones son los obispos individualmente quienes presentan sus enseñanzas, mientras que en otras ocasiones son las conferencias episcopales las que publican documentos acerca de problemas y situaciones en el ámbito de su competencia.

 

 

La doctrina social en la misión evangelizadora de la Iglesia

 

La DSI se inserta en la misión evangelizadora de la Iglesia y, por tanto, es también un aspecto del apostolado de los fieles. En concreto, la Iglesia resalta que:

—la doctrina social de la Iglesia es parte esencial del mensaje cristiano y «tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización» (CA 54).