Cuatro estilos de apego - Lluís Rodríguez - E-Book

Cuatro estilos de apego E-Book

Lluís Rodríguez

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Beschreibung

Una guía práctica sobre la teoría de los estilos de apego: seguro, ansioso-ambivalente, evitativo y desorganizado. La corriente que arrasó en la década de 1970 y convertida hoy en pieza fundamental de la terapia y la psicología. En la infancia aprendemos a amar dependiendo del vínculo que creamos con nuestros cuidadores, desarrollando un estilo de apego que se activa en el momento en que tenemos una pareja sentimental. Existen formas de amar que son más conscientes y otras menos, pero son esas conductas que repetimos con frecuencia las que definen nuestro estilo de apego principal. Heridas de rechazo, abandono, humillación, traición o injusticia en la niñez, conforman un carácter que, de no trabajarse a nivel psicológico, generan sufrimiento y dependencia emocional. Este libro demuestra la importancia de la teoría del apego adulto, reforzada en la actualidad gracias a los avances en neurociencia, que nos ofrece la posibilidad de conseguir relaciones sanas, distinguir los elementos que imposibilitan la comunicación con nuestra pareja y superar los obstáculos que nos impiden recibir y ofrecer afecto. Lluís Rodríguez pone a nuestra disposición su experiencia de más de veinte años como psicoterapeuta especializado en parejas con esta guía repleta de herramientas para avanzar hacia una nueva cultura del amor, más honesta, segura y gratificante.

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CUATRO ESTILOS DE APEGO

 

 

© del texto: Lluís Rodríguez, 2024

© de esta edición: Arpa & Alfil Editores, S. L.

Primera edición: febrero de 2024

ISBN: 978-84-19558-69-5

Diseño de colección: Enric Jardí

Diseño de cubierta: Anna Juvé

Maquetación: Àngel Daniel

Producción del ePub: booqlab

Arpa

Manila, 65

08034 Barcelona

arpaeditores.com

Reservados todos los derechos.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitidapor ningún medio sin permiso del editor.

Lluís Rodríguez

CUATRO ESTILOS DE APEGO

Los conflictos en las relaciones de parejay las maneras de amar: apego seguro,ansioso ambivalente, evitativoy desorganizado

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE: ESTILOS DE APEGO

1.   ¿Qué es el apego?

2.   Los estilos de apego

3.   El apego seguro

4.   El apego inseguro «ansioso ambivalente»

5.   Los subtipos del apego ambivalente

6.   Apego inseguro evitativo

7.   Los subtipos del apego evitativo

8.   Apego inseguro desorganizado

9.   Las heridas de la infancia

10.   La herida de abandono

11.   La herida de humillación

12.   La herida de rechazo

13.   La herida de injusticia

SEGUNDA PARTE: EL CAMINO DEL CAMBIO

14.   La herida de traición

15.   ¿Solo tenemos un estilo de apego?

16.   La gestión de la ansiedad

17.   Contacto cero

18.   La comunicación asertiva

19.   La comunicación emocional

20.   Crear un espacio seguro

21.   Autoestima sana

22.   El afecto y la intimidad

23.   Las relaciones tóxicas

TERCERA PARTE: EL AMOR, LAS RELACIONES Y EL APEGO

24.   Ruptura y duelo

25.   La necesidad de tener pareja

26.   Adicción

27.   El miedo a la soledad

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

La razón principal por la que he querido escribir este libro tiene que ver, sobre todo, con lo que fue para mí un descubrimiento: que los estilos de apego explican el origen de la gran mayoría de los conflictos en las relaciones de pareja.

A lo largo de mi proceso personal de formación y autoconocimiento he tenido la oportunidad de conocer en profundidad muchas herramientas psicológicas. Todas ellas me han ayudado en mi desempeño profesional. Sin embargo, en cuanto nos adentramos en el terreno puramente emocional, la teoría se hace claramente insuficiente.

En el terreno de la terapia de pareja, sentía que había algo que era visible. En mi consulta yo detectaba que estaba ocurriendo algo que no acertaba a explicar con las herramientas de las que disponía. Entonces la teoría del apego adulto apareció en mi vida y tuve la oportunidad de estudiarla e investigar sobre ella. Todo empezó a tener sentido, no solamente en algunos casos particulares, sino en todos y cada uno de ellos. Pude finalmente identificar el núcleo del conflicto emocional y el porqué de las dificultades para resolverlo.

Mi historia en torno del conocimiento de la psicología empezó, como es el caso de muchas personas que se dedican a esta apasionante disciplina, cuando tuve mi propia crisis. Hace ya 36 años, un gran sufrimiento neurótico me llevó a urgencias psiquiátricas y a tener que realizar un tratamiento psicofarmacológico de casi siete años. Ese fue el inicio de un proceso personal de transformación que, por supuesto, no ha terminado y que nunca terminará: el autoconocimiento y la comprensión profunda de la conducta humana son inabarcables en una sola vida. Siempre hay más preguntas que respuestas.

A raíz de esta crisis, indagué e investigué en todas las disciplinas que arrojaban claridad a mi incomprensión. En este camino personal empecé también mi dedicación profesional, así que tuve la oportunidad de formarme durante algunos años, y después, durante algunos años más, pude dedicarme a impartir formación en muchas disciplinas. Esto me proporcionó nuevos y más interesantes aprendizajes. Todas las personas que han asistido a mis cursos y talleres me han enseñado algo, me han ayudado a comprender diferentes maneras de sentir en la vida y puedo sentirme muy afortunado de haber podido ayudarlas. Después quise dedicarme a la psicoterapia, un enorme campo de aprendizaje para mí. Nunca había comprendido tanto la psicología hasta que tuve delante a tantas personas expresando su intimidad más profunda, algo que no encuentras en los libros, algo que solo puede contemplar un psicoterapeuta, porque solo ante ti se abren totalmente los sentimientos y emociones de esa persona.

Esto fue, para mí, un antes y un después. Todo encajaba mucho mejor. Así llegaron los primeros casos de terapia de pareja y, más adelante, la teoría del apego. La mayor parte de lo que ofrezco en este libro y en mis formaciones lo he aprendido en cada uno de esos procesos terapéuticos. Luego, todo ha redundado en beneficio de todas las personas que han confiado en mí, puesto que actualmente me permite ayudar a muchas parejas, personas sin pareja, personas que quieren tener pareja, familias que dependen de la convivencia en pareja…

La teoría del apego adulto ayuda a entender por qué y cómo nos vinculamos en pareja, por qué es universal y tan importante en la vida de la inmensa mayoría de nosotros, en todas las culturas y todos los tiempos. Además, si profundizamos un poco en ella, nos ayuda a comprender qué son las emociones, por qué nos dominan a veces y por qué dependemos de ellas para ser felices.

Asimismo, la teoría del apego adulto nos ofrece la posibilidad de trabajar para tener relaciones sanas, de distinguir los elementos que nos impiden comunicarnos con nuestra pareja, los obstáculos que nos impiden disfrutar de las bondades del afecto y el sexo dentro de la relación.

Aún más, la teoría del apego adulto nos ofrece la posibilidad de amar sin miedo, puesto que detrás de los problemas consecuentes de un estilo de apego inseguro residen el miedo y las heridas emocionales que no nos permiten mostrar nuestro corazón al otro. Para amar de verdad hay que desterrar el miedo, que encierra y destruye el corazón. Es triste descubrir que lo que nos permite expresar ese amor son los vínculos que establecemos con los demás y que, sin embargo, ese vínculo se puede convertir en una fuente de sufrimiento. El amor más profundo se expresa en el vínculo más profundo, el de una pareja sentimental. Así que propongo que utilicemos las virtudes de esta teoría para aprender a amar. No se me ocurre ningún otro regalo mejor en la vida.

Por todo ello, puedo decir que me siento inmensamente agradecido. He encontrado el sentido a mi vida en la ayuda a los demás y esto me hace inmensamente feliz. Desde aquí quiero dar las gracias a todas y cada una de las personas que acudieron a mí en momentos de dificultad y que me ayudaron a crecer en mi profesión.

Este libro tiene un propósito muy claro: aportar comprensión y recursos para mejorar las relaciones de pareja.

Desde que John Bowlby formuló la teoría del apego, hemos avanzado mucho en la comprensión de las relaciones emocionales, no solamente de los niños, sino de los adolescentes y de las personas adultas. Hoy en día, la teoría moderna del apego y los avances en neurociencia confirman y aportan nuevos hallazgos que permiten realizar cambios donde antes no sabíamos ni siquiera que había un problema. Un estilo de apego no es una etiqueta ni una condena, los estilos de apego se aprenden en la infancia y a lo largo de toda la vida. Un estilo de apego consiste en una serie de estrategias orientadas a obtener el afecto de una figura de apego. Estas estrategias pueden ser funcionales si consiguen su objetivo o perjudiciales si no lo hacen y las repetimos, porque no conocemos otras mejores. Pero son estrategias y las estrategias se pueden aprender siempre, así que aquellas que no aprendimos en su momento las podemos aprender ahora, igual que aprendemos otras muchas cosas, solo hay que ponerse a trabajar en ello.

Las estrategias de apego que aprendemos y desarrollamos desde que nacemos se activan y pronuncian en el momento en que tenemos una pareja sentimental. Puesto que las relaciones de pareja son algo tan importante para todos y repercuten de forma directa y decisiva en la satisfacción vital de cada uno, el hecho de que seamos capaces de entender sus mecanismos y las dinámicas resultantes nos proporciona la posibilidad de ser mucho más felices o, en muchos casos, dejar de sufrir inútilmente.

Lo que aquí voy a plasmar no es simplemente el conocimiento que he adquirido a lo largo de mi formación personal, sino el resultado de una serie de talleres y cursos impartidos sobre relaciones de pareja y, sobre todo, de muchas horas de terapia de pareja con personas que me han aportado su experiencia. Lo que he aprendido ha sido gracias al contacto con los demás. En los vínculos terapéuticos también se establecen vínculos emocionales y solo así se puede comprender cómo funciona el mundo de las emociones, sintiéndolas, compartiéndolas. Las emociones son lo que nos conecta a los demás y también a nosotros mismos, es la vía a través de la cual sentimos la vida.

En este libro quiero ofrecer una visión del apego y, en concreto, de los estilos de apego, que proporcione herramientas para comprender, hacer conscientes y cambiar los errores que se cometen regularmente en todas las relaciones, para hacer posible tener una relación sana e, incluso, que ayude a sanar las heridas de la infancia que acostumbran a haber detrás de estos errores.

Vamos a tratar de hacer un itinerario a través no solo de los diferentes estilos de apego, sino de algunos conceptos relacionados que nos ayudarán a tener una comprensión más profunda y completa.

Es aconsejable, para asimilar mejor el texto, intentar conectar cada elemento, cada capítulo, con nuestra propia experiencia. Todos sentimos o hemos sentido cada uno de los temas que aquí se tocan, así que hacer una reflexión profunda a partir de las emociones que afloran durante la lectura es la mejor manera de aprovechar este libro. Entendemos realmente las emociones cuando las sentimos. Para entender lo que comparto aquí es necesario experimentarlo a partir de nuestra experiencia. Todos, y más aún las personas que tengan este libro en sus manos, hemos pasado por una infancia más o menos difícil y hemos tenido relaciones de pareja con mayor o menor éxito. Todo lo que cuento aquí lo hemos vivido todos en alguna medida y forma parte de nuestra experiencia emocional.

También me propongo que el lector comprenda e identifique cada estilo de apego y sus mecanismos de defensa, realizando una descripción exhaustiva de cada uno para que sea más fácil identificarlos en nosotros mismos o en los demás.

Y, por supuesto, trataré de aportar herramientas e instrucciones para mejorar nuestro estilo de apego, en cualquier caso. Descubrir qué es y en qué consiste un apego seguro y cómo podemos trabajar para alcanzarlo.

PRIMERA PARTE

ESTILOS DE APEGO

1

¿QUÉ ES EL APEGO?

Este libro está pensado para todas aquellas personas que quieran mejorar su relación de pareja, las que están sufriendo relaciones de las que no consiguen salir o que no consiguen avanzar y las que quieren entender y saber cómo actuar ante los numerosos conflictos que todos vivimos con nuestra pareja. Para aquellos que quieran comprender mejor lo que les ha sucedido en su relación o qué le sucedió a su pareja, para los que sufren o han sufrido ansiedad debido a una relación sin saber por qué ni qué hacer para gestionarla.

Este libro, al fin y al cabo, está destinado a casi todos. Casi todos estamos o hemos estado en una relación y todos o casi todos hemos tenido problemas, dudas o dificultades para avanzar. Casi todos o todos queremos mejorar, ser más felices, amar más y mejor y ser amados de la misma manera.

Por supuesto, también está pensado para todas aquellas personas que se dedican de manera profesional a la psicoterapia y quieren incluir en su bagaje esta teoría y las conclusiones que pueda aportar desde mi trabajo. Me consta que existen muchos profesionales de la psicología que desconocen las implicaciones de los estilos de apego en los elementos neuróticos de la relación, y sé que aquellos que lo han incorporado han obtenido resultados mucho mejores con sus clientes. También me consta, a partir de sus comentarios, que muchas personas han echado en falta este enfoque en sus procesos terapéuticos de pareja o individuales y que, aunque estuvieron en manos de magníficos profesionales, han visto una luz que no habían encontrado antes gracias a la comprensión de la dinámica del apego y una puerta abierta a la posibilidad de hacer cambios y resolver conflictos.

Así que, desde mi humilde aportación, me atrevo a invitar a todos aquellos que aún no lo hayan hecho a incorporar esta perspectiva y adaptarla al buen hacer profesional de cada uno, por el bien de todas las personas que nos necesitan y se benefician de nuestra ayuda.

UNA HERRAMIENTA PARA FORTALECER LA RELACIÓN DE PAREJA

En ningún caso este libro tiene intención de sustituir el proceso terapéutico. En realidad, tener un apego inseguro no es un impedimento para tener una relación sana, aunque sí es una fuente de dificultades y obstáculos. Podemos, incluso, estar satisfechos de la relación que tenemos y querer reforzar nuestro vínculo, construir un futuro en pareja reforzando las bases sobre las que se sustenta la relación o simplemente tratar de llegar a expresar nuestro afecto de manera mucho más eficaz. Así que aquí vamos a tratar de ofrecer herramientas y ejercicios para empezar a trabajar en ello, recursos que puedan proporcionar la capacidad de gestión y de comunicación allí donde sea necesario. Sin embargo, debemos ser conscientes de que en muchos casos será necesaria la ayuda profesional.

No es buena idea utilizar este conocimiento para imponer o pretender cambiar a la otra persona. Si no podemos mejorar, si la relación hace daño y sigue siendo dolorosa a pesar de nuestros esfuerzos, deberíamos iniciar un proceso terapéutico.

EL APEGO ES NATURAL

La palabra «apego» puede tener muchas interpretaciones y, cuando hablamos de apego en las relaciones de pareja, no siempre tenemos muy claro a qué nos referimos. Algunas personas entienden el apego como algo negativo, que conlleva dolor y dependencia, que nos va a hacer sufrir, que nos obliga a estar en una relación de pareja y perder la libertad personal, en definitiva, algo que deberíamos evitar. También hay personas que entienden el apego como un deseo, como algo que necesitamos para ser felices; otras lo entienden como una costumbre, algo que sucede simplemente por el paso del tiempo, como un hábito. Pero nada de esto se ajusta en esencia a lo que representa un vínculo de apego ni explica por qué es tan trascendental en las relaciones de pareja.

El apego es, ante todo, una programación biológica. Me explico: todas las personas al nacer lo hacemos programadas para apegarnos a los demás, para establecer un vínculo emocional. Un bebé nace programado para apegarse a su madre para que lo cuide. Es una cuestión de supervivencia, algo que compartimos con el resto de los mamíferos y lo que nos ha llevado a evolucionar con éxito: conseguir ese cuidado es fundamental para crecer y seguir con vida el tiempo suficiente para dejar descendencia. Hay un impulso en nuestro cerebro que nos hace apegarnos a los demás, que nos hace sentir que tenemos que conectar con otras personas y que debemos hacerlo para sobrevivir. Un mandato evolutivo nos dice que, formando parte de un grupo, tendremos muchas más probabilidades de continuar con vida. Así pues, si no nos sentimos conectados, no nos sentimos seguros.

Por lo tanto, cuando hablamos de apego hablamos de algo deseable, algo positivo y bueno, que pretende hacernos sentir bien, sentirnos seguros. Por lo tanto, cuando confundimos este apego con algo negativo es porque no estamos diferenciando entre el apego seguro y el apego inseguro, entre apego satisfecho y apego insatisfecho, o entre sentirnos apegados y sentir el temor de que podemos perder ese vínculo.

VÍNCULOS FELICES Y VÍNCULOS INFELICES

Todos buscamos el apego seguro, la sensación de que tenemos un vínculo fiable y confiable con los demás, porque nos proporciona una sensación de felicidad, de paz, de no tener que seguir buscando más. El apego inseguro nos lleva a sufrir precisamente por esto, porque si no tenemos la sensación de seguridad en el vínculo sentiremos ese impulso emocional que no nos permite relajarnos, que nos obliga a buscarlo, a cuidarlo o asegurarlo como si nos fuera la vida en ello, que no descansaremos hasta encontrarlo ni podremos disfrutar plenamente de otras cosas. Ahora ya podemos ver por qué. Si seguimos el impulso de establecer un vínculo con una persona y esta se resiste a establecerlo con nosotros, sentiremos inseguridad y la necesidad de hacer algo para que esto cambie. Aquí reside el éxito de una relación de pareja; por eso queremos gustar, conquistar y mantener una relación, para obtener la seguridad de un vínculo.

Sentir apego es bueno. Una persona que no siente este apego por otras personas (pareja, amigos, familia…) se sentirá sola en el mundo, experimentará un vacío más o menos consciente aunque esté rodeada de gente. No puede ser de otra manera puesto que su cerebro generará ese impulso básico que no se satisfará hasta que lo obtenga, negarlo es negar una parte esencial y vital de nosotros mismos.

Por otro lado, esta programación biológica también nos impulsa a encontrar una pareja con la que no solo generamos este tipo de vínculo, sino que previamente nos enamoramos, nos sentimos atraídos sexualmente y tratamos de establecer una unión que perdure lo suficiente como para tener descendencia; aquí se unen otros mandatos instintivos: el impulso sexual y la transmisión de nuestros genes.

Así podemos entender con claridad la importancia tan grande que damos todos, en general, al amor y las relaciones de pareja y la importancia del papel del apego, puesto que es, de alguna forma, el pegamento que nos mantiene unidos durante el tiempo suficiente para tener descendencia y cuidar de esta para que prospere y a su vez transmita sus genes, que son los nuestros. Si además de todos estos mandatos biológicos o instintivos sumamos mandatos culturales, veremos hasta qué punto estamos programados para encontrar pareja y para formar una familia, para ser miembros útiles de la sociedad, para que la transmisión de nuestra información genética quede asegurada en el futuro en nuestra descendencia.

El apego no es malo, es bueno y necesario. Lo malo es no tener ese vínculo establecido y lo que nos hace sufrir no es solamente el hecho de no conseguirlo, sino la manera equivocada de buscarlo o intentar forzarlo. El sufrimiento empieza en el momento en que tú estás buscando la seguridad, la tranquilidad, el amor y la calma con alguien que no te lo da, ya sea porque no quiere o porque no puede, y aun así insistes. Esto acaba creando dependencia emocional, que no es lo mismo que el apego y que, como veremos más adelante, suele confundirse trágicamente.

El apego forma parte de nosotros y es algo positivo, es lo que nos hace sentir bien y, a veces, o de alguna manera, es lo que le da sentido a la vida. Una persona que tiene unas buenas conexiones emocionales con su pareja, hijos, padres, amigos o la sociedad es una persona que está bien en el mundo, que siente que su vida tiene sentido y está satisfecha, porque el apego, la sensación de estar conectada con los demás, le proporciona tranquilidad, seguridad y libertad, puesto que un impulso emocional satisfecho te permite liberarte para poner la atención en otras cosas, en otros objetivos. Visto esto, quisiera romper con ello la creencia de que la necesidad de apego coarta la libertad de las personas. En realidad, es a la inversa: cuando la necesidad de apego se ve satisfecha nos permite la libertad de disfrutar de la vida en su plenitud, puesto que el sentido básico de supervivencia, emocionalmente hablando, queda asegurado.

LA CONEXIÓN EMOCIONAL

¿Cuántas veces hemos oído hablar de personas que han conseguido metas, riqueza y fama pensando que así alcanzarían la felicidad y la satisfacción personal, pero cuando por fin consiguen estos objetivos y no tienen con quién compartirlos no se sienten felices ni satisfechos, sino todo lo contrario? Para sentirnos satisfechos no necesitamos cosas, ni éxito, ni objetivos, necesitamos personas porque estamos programados para conectar con los demás; somos, después de todo, animales sociales, mamíferos, y esa conexión imprescindible es el apego.

Muchas personas se encuentran sufriendo en una relación cuando lo que esperaban era ser felices. Se acaban descubriendo en una unión con una pareja que no los quiere, que los trata mal o que los ignora, pensando que están ahí por amor, por apego, porque así lo sienten, pero no es así, aunque lo parezca. Llegamos a justificar cualquier sufrimiento en nombre del apego y del amor, siendo este uno de los errores más graves que podemos cometer en una relación de pareja.

No se puede establecer un apego con una pareja que no está apegada a nosotros porque este vínculo emocional necesita de dos personas. Una sola persona no genera una conexión. Si tenemos una pareja que no conecta con nosotros, en realidad no hay apego. Lo que sucede es que nuestra gran necesidad de apego, por miedo a sentirnos solos, busca desesperadamente crear un vínculo incluso donde no lo vamos a encontrar, como si fuera una necesidad vital, puesto que es así como se siente. Cuando tenemos una relación de pareja sana, con un apego seguro, lo que sentimos es justamente lo contrario al sufrimiento y la dependencia emocional. Y lo más paradójico es que existan tantas personas que permanecen en este sufrimiento en nombre del amor, «porque le quiero». Sentir una necesidad de apego no es sentir amor. Se puede parecer, pero está en sus antípodas, psicológicamente hablando. Debemos aprender a no confundir apego con amor.

CONFUNDIR APEGO CON AMOR

Cuando hablamos de los vínculos de apego en la relación de pareja no estamos hablando de amor. El amor es algo que puede comprender el apego, hay apego en las relaciones amorosas, pero no tiene por qué haber amor en las relaciones de apego.

Es completamente normal confundir apego con amor. También es normal que sintamos la necesidad de estar con nuestra pareja, de verla, de hablarle, de saber de él o de ella, y que interpretemos eso como un sentimiento amoroso. Y puede que sí, que haya amor y que lo sintamos así, pero el amor, el deseo o la necesidad, son cosas muy diferentes.

La principal diferencia es que el apego es una necesidad, algo que tenemos que conseguir, algo que nos pueden dar o que nos pueden quitar. El amor no es necesitar, es dar o, más bien, expresar. Es decir, sentimos apego hacia nuestra pareja y necesitamos la seguridad emocional que nos proporciona el vínculo con ella. Como hemos explicado anteriormente, esto tiene que ver con nuestro instinto de supervivencia. Por lo tanto, tenemos una necesidad de apego que, si no se ve satisfecha, nos genera miedo, sufrimos y utilizamos una serie de estilos de apego aprendidos, estrategias de manipulación, para tratar de convencer, de chantajear, de amenazar, de controlar a nuestra pareja… En conclusión, desde la necesidad de apego las expresiones son de demanda y desde el amor son de afecto. ¿Hay amor en el apego? Sí, debería haberlo, pero no siempre es así.

La expresión del amor no solamente la podemos ver en una relación de pareja. Podemos expresar y sentir amor por nuestros hijos, por las personas que nos necesitan, por nuestras mascotas. Es una sensación que nos hace sentir bien, que nos da paz e incluso da sentido a nuestra vida. En cambio, desde la necesidad de apego puede surgir sufrimiento por miedo a perder a esa persona o a no saber qué tenemos que hacer para garantizar que no nos abandonen. Todo son expectativas sobre qué va a hacer esa persona, si va a estar con nosotros, si nos va a dejar, si va a cambiar… Estas expectativas pueden derivar en una frustración, y la frustración es contraria a la sensación del amor: no trae paz ni felicidad, sino rabia, rencor y dolor. Aquí ya no cabe el amor.

Desde el amor no hay expectativas, sino aceptación. Aceptamos a la otra persona y expresamos amor hacia ella tal y como es, en las circunstancias que sean, sin pedir ni esperar nada a cambio. El amor es regocijarse por la existencia del otro.

Desde la necesidad de apego podemos responsabilizar a la otra persona de nuestro bienestar, porque la pérdida del vínculo es una amenaza y, por tanto, vemos a nuestra pareja como la responsable de que nosotros estemos bien o no, así que, si no es así, le echaremos la culpa, le reprocharemos y le exigiremos, la intentamos controlar, culpar, manipular, ofender, dañar, etc. Desde el amor nunca lo haríamos. El amor no tiene lugar para malos sentimientos o malas acciones. Nunca podemos justificar un maltrato o un desprecio en nombre del amor: esto en sí mismo sería una incoherencia. El amor es una sensación de plenitud que alimenta nuestra autoestima. En cambio, la necesidad de apego la reduce.

Tenemos la concepción equivocada de que la necesidad de apego es amor porque siempre lo hemos visto así en películas y canciones donde se habla del sufrimiento, de la pérdida, de no poder vivir el uno sin el otro, de no volver a ser nunca el mismo si te dejan, de que la vida no tiene sentido sin la otra persona… Todos estos conceptos están relacionados con el apego, no con el amor. El problema es que lo englobamos todo en el paquete del amor romántico. Hemos llegado a creer que apego y amor son lo mismo, y somos capaces de asumir una relación que nos hace daño con el fin de vivir un romance, aunque sea con sufrimiento. Esa persona deviene muy importante, necesaria. Piensas que eso es amor, que debes conservarla, que si la pierdes estás perdiendo algo muy valioso.

Pero realmente no hay una pérdida, sino un beneficio, en romper una relación con una persona que te está haciendo sufrir: es justamente lo que necesitas. Es una ganancia, te liberas y puedes encontrar el amor en otra parte, en lugar de seguir buscando en el sitio equivocado.

En conclusión, el amor es algo diferente del apego, algo que debemos trabajar para mejorar nuestra relación y nuestra autoestima. El apego inseguro a menudo destruye el amor, pero el apego seguro, el apego sano en una relación es justo lo que permite y favorece que nazca el auténtico amor. Por lo tanto, si queremos construir una relación sana y próspera, debemos poner atención a todos los elementos que la componen, que aseguren un vínculo de apego fuerte y que ese vínculo sea capaz de sentar una base firme donde crezca el amor libremente.

2

LOS ESTILOS DE APEGO

Cuando hablamos de estilos de apego nos estamos refiriendo a una serie de estrategias que desarrollamos prácticamente desde que nacemos. Estas estrategias tienen como propósito conseguir y mantener los cuidados necesarios para que el niño consiga sobrevivir, por lo que están enfocadas en el cuidador principal y, más adelante, en otras figuras de apego. Este cuidador principal suele ser la madre, pero otra persona puede cumplir esa función en muchas ocasiones, y todo comienza en cuanto el niño percibe la primera sensación de malestar y necesita conseguir la atención de alguien para remediarlo. Después, estas estrategias quedan incorporadas en nuestra estructura psicológica y pasan a formar parte de nuestro bagaje, mayormente de manera inconsciente, a lo largo de la vida, como recursos que funcionan de forma automática ante cualquier amenaza de pérdida de la figura de apego.

Por ejemplo: en cuanto un niño siente que su madre no está, puede ponerse a llorar desconsoladamente hasta que aparezca. Cuando lo hace se calma, confirmando que llorar es una estrategia que funciona, de modo que volverá a hacerlo cuando lo necesite y la madre acudirá de manera sistemática y fiable. El niño crecerá, madurará y comprenderá que puede confiar en su madre, que no lo va a dejar solo, y ya no necesitará llorar desconsoladamente, porque habrá aprendido que su madre llegará antes o después y no le ocurrirá nada malo. Esto es un apego seguro.

Si la madre no le proporciona esa confianza porque algunas veces desaparece y el niño pasa mucho miedo, este no dejará de llorar cada vez que la madre se ausente un poco más de lo normal, incluso lo hará cuando crea que se va a ir. El niño no consigue sentir confianza porque no se ha creado un vínculo seguro, digamos que la madre no es confiable ni sistemática. Esto le lleva a estar pendiente de ella en todo momento, a no despistarse mucho por si desaparece y a reaccionar con un llanto desmedido cada vez que quiera que aparezca. Esto es un «apego inseguro».

El niño se hace mayor, pero la sensación de seguridad o inseguridad permanece en su memoria inconsciente y, si algo no lo cambia, le acompañará toda la vida.

Así, en la vida adulta y en referencia a la relación de pareja, la primera división que podemos hacer es si estas estrategias, estos estilos de apego, consiguen hacernos sentir seguros o no. Decimos que tenemos «apego seguro» cuando somos capaces de gestionar nuestras propias emociones, por lo menos en última instancia. Es decir: si en una relación no recibimos el afecto que necesitamos de nuestra pareja, independientemente de la forma que adopte esta necesidad de afecto, si después de intentar solucionarlo de todas las maneras posibles seguimos sin recibirlo y esto nos provoca sufrimiento, hay una línea a partir de la cual deberíamos ser capaces de ocuparnos de nuestras necesidades emocionales en vez de seguir sufriendo y dependiendo de la otra persona para estar bien.

INSEGURIDAD

Pero cuando tenemos un «apego inseguro» esto no sucede, sino que tenemos la sensación de no ser capaces de ocuparnos de nuestras emociones porque necesitamos a la otra persona. Es lo que llamamos dependencia emocional. Cuando escogemos el sufrimiento o la insatisfacción en una relación porque sentimos que sin esa persona va a ser peor, que si nos quedamos solos vamos a sufrir más, utilizamos una serie de estrategias desesperadas que están orientadas a no perder a esa persona, a no perder la figura de apego.

Un ejemplo básico, pero representativo, es cuando en una relación tu pareja deja de quererte, de tratarte bien o de atenderte. Como se suele decir, ya no te quiere y haces cualquier cosa con tal de que no se vaya. Le imploras, te sometes, te vuelves más complaciente, etc., en vez de abandonar la relación, que es lo que harías si fueras una persona con una buena autoestima y un apego seguro. Nunca aceptarías estar con alguien que no quiere estar contigo.

Un niño sí depende de su figura de apego para sobrevivir, pero una persona adulta no. Pero ambos sienten el miedo de la misma manera. El niño no puede hacer nada, pero el adulto es, o debería ser, autónomo.

Todas las descripciones de los diferentes tipos de apego corresponden a comportamientos arquetípicos. En la realidad, habrá personas que se ajusten más o menos a un subtipo determinado, pero en la mayoría de los casos lo harán en diferentes grados. Este libro contiene una descripción de los estilos de apego y sus subtipos, no de las personas. Observar y comprender las dinámicas de un comportamiento nos ayudará a mejorar nuestra relación de pareja o descartarla definitivamente.

Un estilo de apego no es una patología ni un trastorno de personalidad. Todos tenemos diferentes estilos de apego, puesto que todos hemos aprendido diferentes estrategias a lo largo de la vida para gestionar nuestros vínculos. Unas estrategias son más conscientes y otras menos, pero hay ciertas conductas que repetimos de manera habitual y que definen nuestro estilo de apego principal. En una relación de pareja, todos adoptamos un rol diferente en función de nuestro carácter, de las circunstancias o del estilo de la otra persona. La diferencia es más una cuestión de grado. Llegado a un extremo, ese tipo de conductas se vuelven destructivas para nosotros y para la relación.

Cuando hablamos de relaciones de pareja, todos nos movemos entre la necesidad de unión (de vinculación emocional), y la necesidad de autonomía (de libertad). Digamos que todos tenemos actitudes evitativas y ambivalentes. Todos queremos estar en pareja, pero también preservar nuestra individualidad.

Al principio de una relación de pareja, cada uno ocupa un rol. Estos papeles no los adoptamos de forma consciente y no están aún claros, porque necesitamos conocer mejor a la otra persona para saber cómo actuar. Después de este período de adaptación, empezamos a sentirnos más seguros en uno u otro rol, y podemos llegar a intercambiar los papeles según las circunstancias o la evolución de la relación. Este proceso es completamente sano y funcional. Unas veces puedes ser el conquistador y otras el conquistado. Unas veces eres quien toma la iniciativa y otras tratas de complacer. Unas veces buscas a tu pareja y otras te retiras y dejas que te busque a ti. Es como una danza: uno lleva y el otro es llevado, y así la relación se convierte en una experiencia de conocimiento mutuo y de conexión. Todo encaja, la relación avanza y la música no se detiene…

El apego inseguro surge cuando la necesidad de uno amenaza la necesidad del otro. Por ejemplo, si la persona que necesita más autonomía y libertad despierta la ansiedad de la persona que necesita más intimidad y afecto o, a su vez, la persona que necesita más intimidad amenaza la necesidad del otro de mayor libertad o autonomía emocional. La mala noticia es que una cosa realimenta la otra: cuanto más se acerca uno más se retira el otro y viceversa. Así, la dinámica «evitativo/ambivalente» puede pasar de ser un baile perfecto a una batalla sin fin.

Esta dinámica es algo universal en las relaciones, por lo que es muy frecuente que una persona con un estilo de apego seguro tenga una pareja con apego inseguro y que, con el tiempo, desarrolle o manifieste a su vez patrones de apego inseguro que ni siquiera sabía que tenía en su repertorio psicológico.

LA DINÁMICA EVITATIVO-AMBIVALENTE

El caso más frecuente es el de la persona que siempre ha mostrado un apego seguro y conoce a otra con un apego marcadamente evitativo: en cuanto detecta la evitación empieza a sentir ansiedad y no sabe cómo interpretarla ni resolverla. Lo primero que va a hacer, casi sin darse cuenta, es utilizar patrones de aproximación, búsqueda de confirmación o de reclamo, típicos de un apego ansioso ambivalente. Esta es una situación recurrente puesto que, al principio de la relación, como sabemos, las personas con apego evitativo se comportan con relativa normalidad y es muy difícil prever que más adelante se vayan a retirar.

Lo mismo sucede con una pareja que muestra apego ansioso ambivalente. Al principio todo transcurre con relativa normalidad, pero en un momento determinado comienza a mostrarse insegura y demandante. Se queja si no recibe lo que espera. El otro, que tiene un apego seguro, trata de mantener la relación en términos equilibrados, razonando de manera adecuada, pero el ambivalente lo interpreta como una falta de interés y su ansiedad aumenta, así como la invasión emocional, la queja y el reproche. El seguro, ante la presión, desarrolla una necesidad de retirarse y de defender su autonomía.

Las personas con apego ambivalente suelen mostrarse muy afectuosas. Más tarde aparecen los patrones de ansiedad y ambivalencia, el conflicto, y la pareja intenta que las cosas funcionen entre ellos. En esos intentos se despiertan muchos patrones de apego inseguro.

Para complicar más las cosas, algunas personas no consiguen sentirse seguras ni en un extremo ni en el otro y oscilan entre ambos. Cuando están en una relación buscando intimidad, se acaban sintiendo vulnerables y reaccionan retirándose para protegerse. Cuando se han retirado no consiguen sentirse seguros sin ese vínculo emocional, la soledad les atormenta y tratan de recuperar el vínculo. Es decir, unas veces muestran un estilo de apego ansioso ambivalente y otras un estilo de apego evitativo. Esto suele suceder de forma reactiva, sin que lo veamos venir. Por eso decimos que estas personas tienen un estilo de apego «desorganizado».

El «apego inseguro» puede tener dos estilos diferentes: el «apego inseguro ansioso/ambivalente» y el «apego inseguro evitativo». En el primero se manifiestan con claridad la inseguridad emocional y la falta de autoestima. El segundo es más confuso y suele interpretarse como un «no apego». Vamos a verlos.

LOS DISTINTOS TIPOS DE ESTILOS DE APEGO

Los estilos de apego se caracterizan por diferentes formas de interactuar y comportarse en las relaciones. Durante la primera infancia, estos estilos de apego se centran en cómo interactúan los niños con sus padres.

En la edad adulta, los estilos de apego se utilizan para describir los patrones de apego en las relaciones de pareja. El concepto de estilos de apego surgió a partir de la teoría y la investigación sobre el apego que se desarrolló a lo largo de las décadas de 1960 y 1970. En la actualidad, se suelen reconocer cuatro estilos de apego principales.

El apego es una relación emocional especial que implica un intercambio de consuelo, cuidado y placer. Las raíces de la investigación sobre el apego empezaron con las teorías de Freud sobre el amor, pero se suele atribuir a otro investigador el mérito de ser el padre de la teoría del apego.

John Bowlby dedicó extensas investigaciones al concepto de apego, describiéndolo como una «conexión psicológica duradera entre seres humanos».1 Bowlby compartía la opinión psicoanalítica de que las experiencias tempranas en la infancia influyen en el desarrollo y el comportamiento en la edad adulta.

Nuestros primeros estilos de apego se establecen en la infancia a través de la relación bebé/cuidador. Además, Bowlby creía que el apego tiene un componente evolutivo: ayuda a la supervivencia. «La propensión a establecer fuertes vínculos emocionales con determinadas personas es un componente básico de la naturaleza humana», explica.

CARACTERÍSTICAS DEL APEGO

Bowlby creía que el apego tiene cuatro características fundamentales:

—Mantenimiento de la proximidad: El deseo de estar cerca de las personas a las que estamos unidos.

—Refugio seguro: Volver a la figura de apego en busca de consuelo y seguridad ante un miedo o amenaza.

—Base segura: La figura de apego actúa como base de seguridad desde la que el niño puede explorar el entorno que le rodea.

—Angustia de separación: Ansiedad que se produce en ausencia de la figura de apego.

Bowlby también hizo tres propuestas sobre la teoría del apego. En primer lugar, sugirió que cuando los niños se crían con la confianza de que su cuidador principal estará disponible para ellos, es menos probable que experimenten miedo que los que se crían sin esa convicción.

En segundo lugar, creía que esta confianza se forja durante un periodo fundamental del desarrollo, durante los años de la infancia, la niñez y la adolescencia. Las expectativas que se forman durante ese periodo tienden a permanecer relativamente inalteradas durante el resto de la vida de la persona.