Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Un hombre, cuya vida estaba definida, intenta escapar de su naturaleza, para muchos deseada, pero se encuentra con un caprichoso juego del destino, en el cual deberá tomar decisiones, sin saber parte de la verdad, luego de un acontecimiento que lo deja estupefacto, sin darse cuenta que quizás esté al frente de una nueva oportunidad.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 72
Veröffentlichungsjahr: 2022
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
MIGUEL ANGEL FORMENTIN
Formentin, Miguel Angel Cuatro mujeres / Miguel Angel Formentin. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-2351-8
1. Novelas. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Portada
Créditos
Agradecimientos
Sinopsis
Un especial gracias a la Licenciada en Psicología
Andrea Verónica Abud
por su incondicional apoyo.
A Nelly, por ser el motor de este sueño cumplido. (Foto izquierda).
A Sol, por su colaboración a último momento. (Foto centro)
A Agustina por aportar su belleza y algo más. (Foto derecha).
Y a todas las mujeres que hacen que la vida de un hombre no sea aburrida.
Gracias.
Una tarde más de primavera, de esas en las que Guillermo disfrutaba de la soledad de su departamento, un sofá de dos cuerpos, una puerta balcón, frente a ese cómodo sofá un gran televisor conectado a un sistema de sonido y un brilloso piso revestido en madera completaban su lugar favorito, donde podía disfrutar de una de sus pasiones, que era el cine.
Esa soledad y paz de la que tanto disfrutaba las había logrado encontrar a los 50 años recién cumplidos... sin darse cuenta del tiempo, como perdido en un mundo de posibilidades imaginadas y preguntas sin respuestas, dejaban sin valor los años que tenía.
—¡¡¡Auxiliooo, por favor que alguien me ayude!!!
Un grito casi desesperado que provenía desde las escaleras, antes de llegar al primer piso, Guille (como lo llamaban sus amigos) se asomó desde la puerta y vio a una bella jovencita tratando de subir una pesada maleta.
—Dejame que te ayude…
—Sí, por favor…
—Es una maleta muy pesada, no deberías cargar tanto peso.
—Es verdad, me llamo Agustina,
—Hola, soy Guille. Bueno, Guillermo. Vivo ahí.
—Ahh, sí, 1 A.
—Sí.
—Vamos a ser vecinos, me estoy mudando ahí, al 1 B.
—Qué bien, bueno, un gusto conocerte, me tengo que ir.
—Bueno, gracias, Guille…
Rápida y tímidamente Guille se fue, casi como escapando de la mirada pícara de esa joven, sintiéndose como acosado, entendió que quizá solo era cosa de su imaginación, no era la primera vez que sentía algo así, su timidez a su edad lo avergonzaba ante las chicas muy jóvenes.
En un momento pensó que quizás su conclusión era apresurada, tal vez solo fue una mirada simpática y de agradecimiento
Ya en la acera, vio llegar a su amigo Marcelo, un amigo de toda la vida y aunque con personalidad muy diferente a la de él, lo apreciaba bastante.
—Guille, ¿cómo estás?
—Bien, bien…
—¿Qué te pasa? Parece que viste un fantasma.
—No, es que recién… Nada, nada.
—Te traje el auto, ¿vas a buscar a la minita?
—Ya te dije que no es una minita, es una mujer, casada, con un hijo y se llama María Elena.
—¿María Elena? Nunca me dijiste su nombre, seguro que no es una minita, tiene nombre de vieja.
—Claro, lo decís como si nosotros fuéramos jóvenes.
—Vos parece que sí, te dan bola todas las pendejas, ¿cómo hacés?
—No hago nada y no es así, solo sienten curiosidad, no lo sé y no quiero averiguarlo.
Marcelo, recién divorciado, admiraba la “suerte” que tenía su amigo con las mujeres jóvenes, algo que a Guillermo ya le era molesto.
Subió a su auto y emprendió el camino en busca de María Elena, una contadora a la que todos los días llevaba de su oficina hasta su casa, era un viaje de 40 minutos, todos los días de lunes a viernes.
Guillermo y Marcelo tenían una pequeña empresa que se dedicaba al transporte de personas en forma privada. Compartían el mismo vehículo en dos turnos, este último prefirió en turno de la mañana.
Cada día Guillermo adquiría más confianza con María Elena, de a poco cada uno sabía más del otro, la relación se tornó cada vez más amena, a pesar de la diferencia de edad, tenían muchas cosas en común, sobre todo en lo cotidiano referente a la pareja de cada uno, si bien Guillermo no convivía, o lo había hecho en un pasado lejano y conservaba muy fresco el recuerdo de esa experiencia. Muchos se asombraban por la relación que tenía con Andrea, esa “novia” de toda la vida, ya que no era muy común, pero tanto él como ella se sentían cómodos sin preocuparse mucho por el futuro, habían acordado no tener hijos y así fue, algo que también no era fácil de entender para muchos.
Él se sentía más cómodo con hablar de cosas que no fueran personales, prefería contar su inclinación por la música y el teatro.
Una tarde, Guillermo esperaba a su socio y amigo, miraba el reloj con un poco de impaciencia, sonó el portero eléctrico
—Hola, ¿sos vos? Dale que es tarde…
Del otro lado se escuchó una voz femenina
—Hola, disculpe, creo que me equivoqué…
—¿A quién busca?
—A Agustina.
Después de unos segundos, recordó que se trataba de la recién llegada vecina.
—Ah, sí, pero se equivocó, el número de su departamento es el 1 B.
—Le pido disculpas…
—No se preocupe.
Decidió bajar y esperar a su amigo en la puerta del edificio, abrió la puerta y al ver hacia esa vidriada puerta principal, notó la presencia de una mujer delgada, en compañía de una niña, quizás de unos 10 o 12 años.
La mujer de unos 45 años, de vestimenta humilde, con una sonrisa, se dirigió a él con un saludo cordial.
—Discúlpeme, creo que recién llamé a su casa.
—Sí, ¿usted busca a Agustina?
—Efectivamente, pero creo que no se encuentra.
—No está bien que le diga esto, pero tal vez está dormida, anoche escuché música hasta tarde.
—Le dije que cuidara esos detalles, esto es un edificio y ella siempre estuvo viviendo en una casa. Me disculpo por ella.
—No se preocupe, yo también me duermo tarde.
En ese instante Agustina abrió la puerta y escuchó parte de la conversación, vio a su vecino más atractivo que nunca, empezó a fantasear, no entendía el porqué, inmediatamente recurrió a sus dos mejores amigas, tomó su teléfono y fue al grupo de WhatsApp que conformaban las tres, era exclusivo y privado, ahí es donde las amigas se confesaban todo.
—Boludas, estoy en un lío.
—¿Qué pasóóó?
—Contá ya…
—Me re va el vecino…
—¿Quééé?
—¿El viejo?
—No es tan viejo, es un divino…
Las dos amigas desaprobaron la locura de ella y cambiaron el tema inmediatamente para programar la salida del fin de semana. Leía los mensajes de sus amigas casi sin entender, distraída con esa imagen de su vecino que aún estaba fresca en sus retinas.
Aunque tomaba en cuenta la posibilidad de que solo sea una más de sus tantas fantasías.
Decidió bajar para atender a su madre y en ese instante Guille optó por irse, ante la sorpresa de las dos que lo miraron sin entender el porqué de tan brusca partida.
—¿Qué haces acá, mamá?
—Quería saber cómo estás, sabés que me preocupa tu bienestar.
—Mamá, estoy bien.
—¿Ese hombre es tu vecino?
—¿Qué hombre?
—El que acaba de irse…
—Ah, sí.
La madre observó un comportamiento extraño en su hija e inmediatamente supo que algo estaba pasando.
—¿Cómo se llama?
—Guille.
—¿Guille?
—Sí, mamá, Guille.
—¿Tanta confianza tenés en tan pocas horas? Ojo con lo que hacés, Agus.
—Ay, mamááá, es un viejo.
—Es un hombre y no está nada mal.
Astutamente la madre usó esa frase para notar la reacción de su hija y se dio cuenta de que algo distinto pasaba, además notó que su hija no lo tenía claro al igual que ella, que sintió una energía especial en ese hombre.
En tanto Guille caminaba hacia la esquina, perdido en sus pensamientos.
Sin darle charla a su amigo.
—¿Estás bien? Te noto perdido…
—Estoy bien.
—¿Vas a buscar a la minita?
—¡¡Ya te dije que no es una minita!!
—Bueno, está bien, qué carácter.
Luego de disculparse con su amigo, seguía tratando de entrar en lo más profundo de su ser, sentía que algo no estaba bien, su vida un tanto vacía se le escapaba de entre los dedos, algo debía hacer y esa era la respuesta que no tenía.
Sus esporádicas charlas con la gente eran casi siempre de una superficialidad muy poco relevante.
Lo hacían sentir que ya todo había pasado y sus pensamientos, en su gran mayoría, siempre se iban hacia el pasado lejano, donde vivía lleno de sueños y esperanza.
Había leído una frase que se le instaló como muy cierta: “¿Querés hacer reír a Dios? Cuéntale tus planes…”.
En su juventud su sueño era vivir con una mujer estando enamorado y que en esa relación primara el diálogo adulto, como en las películas que veía de chico.
Una de las sensaciones más placenteras que le gustaba experimentar era ese mágico y breve momento en que se daba cuenta de algo. Lo sentía como un avance y en ese instante estaba pasando.