Cuentos con Soda y en Stereo - Jorge Sampaolesi - E-Book

Cuentos con Soda y en Stereo E-Book

Jorge Sampaolesi

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Beschreibung

Cuentos con Soda y en Stereo está compuesto por quince historias inspiradas en canciones de la mítica banda argentina Soda Stereo. Historias que hablan de luz y de oscuridad, de pasiones que llevan a la perdición y de un futuro incierto en el que la realidad y la fantasía no están separadas por un límite concreto. Aborda temáticas actuales como el aborto, la relación entre la iglesia y las preferencias sexuales, la influencia de los medios de comunicación en el comportamiento de la personas y el amor propio. Y también deja espacio para el suspenso y el horror en sus formas más crudas. Narra historias cotidianas, como en El ojo de la tormenta, donde dos papás primerizos se enfrentan durante una noche tormentosa a la realidad del mundo en el que deberán criar a su hijo, o como Secuencia inicial, en la que dos adolescentes se entregan por primera vez al amor sexual. También aborda temáticas fantásticas, como un apocalipsis con tintes melodramáticos y de crítica social en Luna roja, o una invasión extraterrestre con referencias orwellianas en Observándonos (Satélites). Además, situaciones capaces de cortar el aire tienen su lugar en cuentos como Afrodisíacos, Final caja negra y Trátame suavemente. Historias de amor, horror y locura conviven en un universo en el que la realidad, a veces encubierta en delirios, amenaza con traspasar las páginas y encandilar al lector con su cegadora luminosidad, siempre al ritmo de una buena canción de rock.

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Seitenzahl: 96

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. Martina Barbieri.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Belén Mondati.

Sampaolesi, Jorge Emanuel

Cuentos con Soda : y en Stereo / Jorge Emanuel Sampaolesi. - 1a ed . - Córdoba : Tinta Libre, 2019.

94 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-455-9

1. Narrativa Argentina Contemporánea. 2. Cuentos de Suspenso. 3. Cuentos de Ciencia Ficción. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está tam-

bién totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet

o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2019. Jorge Emanuel Sampaolesi.

© 2019. Tinta Libre Ediciones

CUENTOS CON SODAY EN STEREO

JORGE SAMPAOLESI

INTRODUCCIÓN

Jorge, por mi papá, y Emanuel, por un cantante mexicano. El tema del apellido es más difícil de explicar, debido al confuso origen de mi progenitor. Vi la luz en el noveno mes de 1990, cuando todo lo que hoy es viejo estaba de moda. Crecí en la pacífica monotonía de un pueblo del interior del interior, en el que hasta el intendente te conoce por el nombre y absolutamente todo está cerca de todo.

Mis primeros recuerdos tienen que ver con mis días en el jardín de infantes, ese horrible lugar pintado de varios colores en donde el nombre de todas las cosas sonaba en diminutivo. Lo odiaba, no podía evitarlo. Y lo demostraba llorando a la entrada y empujando a mis compañeros para escapar primero en el horario de salida. La primaria no fue mejor. Durante las horas de clases pensaba en los recreos, en los recreos pensaba en que a la salida me quedaría en la plaza, y en la plaza jugaba al fútbol sin pensar. Y esto último duró hasta los dieciséis años, cuando en un partido otro chico de pueblo como yo decidió que lo mejor sería que me dedicase a otra cosa. Sus palabras fueron fuertes y claras: dos patadas certeras en el costado externo de mi rodilla izquierda me dejaron sin derecho a réplica.

Cuando moría el deportista, nacía el escritor. No en ese preciso instante, pero por ahí. Era año nuevo, y ese año realmente muchas cosas iban a cambiar. El cambio venía de la mano de un nuevo secundario. Comenzaba cuarto y abandonaba el público para ingresar en el privado. Es muy de pueblo crear rivalidades todo el tiempo, remarcando diferencias. En el caso de Laguna Larga, estas rivalidades tenían que ver con banda norte y banda sur; Sportivo o Newells; peronistas o radicales; IPEM o José María Paz. Yo abandonaba el primero para ingresar en el segundo, y a mis compañeros eso no les gustó. Por eso esa noche de año nuevo no salí y me quedé hasta el amanecer sentado en el cordón de la vereda, tomando sidra y escribiendo. ¿Qué escribí? No sé, creo que estaba enojado. Ese primero de enero de 2006 nació quien soy hoy, enterrando sin velatorio al yo que había nacido la primavera de 1990.

Luego de mi paso por el privado, decidí volver al público y terminar el secundario. Después inicié la carrera de Cine y televisión, que cursé durante dos años con resultados más que positivos. Pero me faltaba algo. A mediados del segundo año de la carrera terminé de escribir mi primera novela, y eso me desvío (o quizás me enderezó) del camino. Ingresé en Letras Modernas, sí, esa carrera en la que el primer día del curso de nivelación te dicen que si estás ahí porque te gusta escribir, lo mejor es que salgas por el mismo lugar por el que entraste. A pesar de eso, me quedé. Me quedé lo más que pude. Llegó un momento en el que no sabía por qué seguía yendo. Hoy, no sé bien por qué la abandoné, pero estoy totalmente seguro de que fue una muy buena decisión.

Con el inicio de la carrera de Letras, llegó la parte romántica de mi historia. Sofía fue para mí lo mismo que Helena para griegos y troyanos. Las miradas fueron lo primero. Después sonrisas, caricias, besos, fuego y destrucción. Tres años de idas y vueltas, convivencia, planes a futuro y hasta fecha de casamiento. Pero, como estaba escrito, Troya cayó una vez más. Después hubo otro amor, no tan intenso ni profundo, que llegó en un momento en el que nada en mi vida valía más de dos pesos. Pero es una historia para desarrollar con más profundidad.

Participé en muchos concursos literarios, ninguno demasiado importante como para ser detallado. Recibí algunas menciones, pero nunca gané. Escribí muchos cuentos, algunas novelas y cientos de poesías que en su mayoría me avergüenzan. Fui miembro fundador de una editorial cartonera que llevó mi nombre por diversos medios nacionales: realizamos cinco publicaciones, y fuimos tildados de delincuentes por un par de personas sin muchas ambiciones en la vida.

Este libro comenzó a idearse allá por el año 2005, exactamente en el momento en el que escuché por primera vez, de manera consciente, a Soda Stereo. Época de apogeo de los cibercafé, lugares a los que uno se acercaba para navegar por Internet. Como en la mayoría de esos sitios no había auriculares, todos los clientes tenían que escuchar lo mismo que el que hubiera tenido la suerte de agarrar la máquina a la que le anduviesen los parlantes. Este libro podría estar basado en canciones de Damas Gratis, de La Champions Liga, Damián Córdoba, Sabroso o Daddy Yankee, pero por suerte el destino eligió otra cosa.

En aquella época había escuchado varias canciones de Gustavo Cerati, pero no me había llamado demasiado la atención. Mis amigos y compañeros escuchaban artistas similares a los que mencioné recién. Córdoba, escuela secundaria, demasiado cuarteto y reggaetón. Un año antes había conocido a una chica que era fanática de Ataque 77. Fuimos muy cercanos, pero no logró transmitirme sus gustos. Decido que no te quiero escuchar.

Fue en ese 2005 cuando en el ciber mi manera de contemplar el mundo cambió radicalmente. En la ciudad de la furia, Cuando pase el temblor, Sobredosis de TV. Clásicos, supuestamente, con un sonido distinto, que hablaban en un idioma diferente al que estaba acostumbrado. Averigüé quién cantaba esas canciones y las escuché una y otra vez, cada día, durante el tiempo que pasaba en el ciber, que era bastante. Cuando ya me había aprendido un gran número de canciones, de casualidad encontré en un kiosco un CD compilado de Soda. Fueron los cinco pesos mejor invertidos de mi vida. En esa época también comenzaba a leer y a escribir por gusto, así que fue una suma de momentos artísticos que empezaron a marcar el camino que desemboca en este libro.

Cuentos con Soda y en Stereo es el cumplimiento de un sueño y una manera de agradecer por tanta magia. A Gustavo, a Zeta, a Charly y al universo entero por hacernos coincidir en este lugar y momento. Podríamos haber caído en cualquier otra parte de la historia, pero estamos acá. Y ya lo sabes, nada es casualidad.

EL RITMO DE TUS OJOS

Cerati, G., Bosio, H. (1988). El ritmo de tus ojos.En Doble vida. [CD]. Nueva York, Estados Unidos:Sorcerer Sound Studios.

Estoy solo y con mis botas llenas de lluvia, y vos bailando con las medias hasta la rodilla. Te veo tras el cristal y pareciera que querés saltar, traspasarlo e ingresar en mi mundo. ¿Te imaginás eso? Digo… vos, en mi mundo… No frena ningún taxi y se te vuela el paraguas. Ojalá pudiera ayudarte, pero no soy tan real como para acercarme. La magnificencia rebalsa en tu pequeñez iluminada mientras yo me quedo de piedra. El taxi llega, y tras él caen los créditos de una nueva veloz película muda. Prefiero cambiar de canal y pensar en otra cosa.

La primera vez que te vi fue en invierno. Yo estaba sentado en este mismo sillón, pero tenía casi treinta años menos. Saltabas la cuerda mientras varias conversaciones se daban a tu alrededor. No participabas de ninguna, pero todas hablaban de vos. Moría por advertirte que planeaban llevarte a un orfanato, pero no lo hice y te llevaron.

Cada vez que te escapabas deseaba que vinieras a casa a pedir mi ayuda. Te habría dado mi corazón entero, mi alma y hasta mi piel. Pero nunca viniste. El amor no es tan certero como este tiempo hipnótico en el que, sin saberlo, con tu ausencia inundas mi existir. Porque es amor, por más extraño que parezca. Porque no estás, ni estuviste, aunque me guste creer que sí.

La primera vez que te vi besar a un hombre marcó un antes y un después en mi vida; yo te amaba, pero jamás había pensado en las maneras en las que el amor se manifiesta y se demuestra. Tan pequeña y brillante como siempre, en los brazos de alguien que jamás podría ser yo.

Gracias a esa revelación conocí a Marina, mi compañera y la madre de mis hijos. Ella te conocía incluso más que yo. Sé cuándo mientes, sé cuándo dudas. Pero ella sabía cosas de chicas que yo jamás había tenido en cuenta. Creo que eso hizo que me enamorara más. Porque la amo a ella, a Marina, y a vos también, Mariana. Pasaron años, pasaron cosas. Crecimos juntos, pero separados por el cristal.

Desde hace unos meses el país está convulsionado. Tu cara está en todas las ventanas, en Internet y en las revistas. Brillás, resplandecés, enceguecés todo lo que te rodea. Millones de ojos se posan sobre tu figura. Tus piernas, tus caderas, tu manera de moverte hacen que una vez a la semana el mundo se paralice y todos deseen admirarte. Un flash sobre tu rouge, y el ritmo de tus ojos. Impulso homicida, escena repetida tantas veces en la tranquilidad de mi hogar, que ya no es solo mía. En el trabajo mis compañeros hablan de vos, en el colectivo, en los bares. Hablan de lo que estás, de lo que te movés… pero nadie habla de lo que brillás. Al menos eso sigue siendo exclusivo para mí.

Supongo que a esta altura ya sabrás quién soy. “Tienes el cóctel que envenenará mi soledad”, grité cuando corrí hacia vos hace cinco noches, mientras tu bailarín te levantaba por los aires. Pisaste la pista y ahí estaba yo, extendiendo mis brazos. Tu rostro cargado de sorpresa mutó instantáneamente hacia una sonrisa gigante, como todas esas que disfruté durante años tras la pantalla de mi televisor. Pero esta vez era real, espontanea, toda para mí. Quedé petrificado; me abrazabas y me besabas en la mejilla —ahora, mientras escribo, la acaricio, y es como tocar una porción de Cielo—. Luego del instante en el que fui una estatua, reaccioné y caí en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Sin intención de empeorar las cosas, lo hice. Te comí la boca como tantas veces lo había hecho en sueños —porque, aunque me cueste admitirlo, muchas veces tuve la osadía de soñar con vos—. Y te besé, mientras intentabas apartarme y varias personas me tironeaban para que te soltara. La reacción del público fue heterogénea. Muchos aplaudían, otros insultaban. Salí del estudio arrastrado por el personal de seguridad, bajo una lluvia de abucheos y aplausos. Casi como una estrella.

Y después de eso, llegó el ahora, reina. Aquí no queda nada en pie, como un castigo