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Cuentos Japoneses
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Cuentos japoneses
Karl Alberti
––––––––
Traducido por Marina García Rodríguez
“Cuentos japoneses”
Escrito por Karl Alberti
Copyright © 2014 Bradley Hall
Todos los derechos reservados
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por Marina García Rodríguez
“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.
Página de Titulo
Página de Copyright
Cuentos Japoneses
Introducción
La mujer de las nieves
La zorra blanca
Urashima Taro
¡Si bailas con los duendes...!
La envidia conlleva sufrimiento
El policía astuto
Yakishi, el abad del monasterio
La astucia gana a la violencia
Los sapos de Osaka y Kioto
El mono y el sake
La ostra
El gorrión con la lengua cortada
El cangrejo en apuros
La liebre astuta
Maorigashima
La liebre y el tejón
La astucia no protege de la decepción
La garza pensativa
El amor compensa al hijo
El castigo a los maltratadores de animales.
Hotaru
Horaisan
Los deseos del cantero
Tus comentarios y recomendaciones son fundamentales
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Cuentos japoneses
de Karl Alberti (1868-1930)
––––––––
Una colección de los mitos, leyendas y cuentos más bonitos de Japón escogidos para los jóvenes alemanes y traducidos libremente al alemán por el profesor Karl Alberti en Tokio. Ilustraciones realizadas por T. Tokikuni, Tokio.
Con justicia se conoce Japón como "el país del sol naciente", ya que realmente ofrece estímulos naturales maravillosos y tesoros invaluables del arte y la literatura (especialmente los más antiguos) no solo para los investigadores, también para los literatos y los simpatizantes de una nación pura. La cultura de los cuentos japoneses, de la que he compilado y editado una selección para los jóvenes alemanes, es rica y no inferior a la cultura alemana.
Sé que el primer trabajo del rico legado de cuentos de Japón creado para los jóvenes alemanes ofrece una selección escogida cuidadosamente, y que es posible que se hayan publicado en otros sitios, como repartidos en varios periódicos, revistas y otros trabajos de traducción literaria, en los que solo encontramos una versión adulta de los cuentos.
No he usado ni tomado como modelo ninguna de estas publicaciones, solo las ediciones japonesas y los relatos orales de los japoneses, por lo que este libro contiene muchas fábulas que se pueden encontrar únicamente en boca de la gente, cosa que no existe en ninguno de los libros publicados.
Como este libro está dedicado a los jóvenes alemanes, se ha tenido mucho cuidado en la selección y edición de estos cuentos y se han cambiado u omitido algunos pasajes para adaptarlos a la mentalidad juvenil, aún más que los originales, de acuerdo con el sentido moral.
Con notas explicativas e información histórica, este libro es más que una simple compilación de cuentos.
Doy gracias en especial al Dr. Miyauchi, Ohno, Nakamura, Hajime Iwane y K. Nakamatsu por su gran ayuda para este trabajo y al señor T. Tokikuni, por sus ilustraciones a color, ya que en otras ediciones tanto nuevas como viejas se han omitido.
Dejemos que este libro sea un regalo para los jóvenes de mi patria, Alemania, desde el lejano este, el país del sol naciente. Espero que estos relatos sean aceptados y valorados como se merecen.
Tokio.
Karl Alberti
Había una vez dos leñadores: Uno, Nishikaze, era un hombre mayor. El otro, Teramichi, era aún un joven. Los dos vivían en el mismo pueblo e iban al bosque todos los días a cortar leña. Para llegar al bosque, tenían que atravesar un gran río que cruzaba un barco a diario. Un día terminaron de trabajar tarde y se vieron metidos de lleno en una ventisca. Corrieron al barco pero vieron con impotencia que el barquero acababa de cruzar y que se encontraba al otro lado del río, embravecido por la tempestad, y que no podría volver a buscarlos hasta que amainase. Ya que estaban a la intemperie y no podían esperar a que acabase la tempestad, decidieron refugiarse en una casa cercana al amarre del barco mientras esperaban su regreso. ¡Dicho y hecho! Entraron en la casa y, después de haber sellado la puerta y las ventanas, se echaron al suelo y escucharon el rugido de la tormenta. El hombre mayor, cansado del duro día de trabajo, se durmió pronto, pero el joven no podía pegar ojo, ya que estaba asustado por culpa de los rugidos y los golpes del viento atronador, que hacían que los cimientos de la cabaña temblasen.
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
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