Cuerpos enigmáticos: variaciones - David Le Breton - E-Book

Cuerpos enigmáticos: variaciones E-Book

David Le Breton

0,0

Beschreibung

David Le Breton nos señala que «no podemos pensar el cuerpo (ni tampoco al propio género, al sexo y a la sexualidad) fuera de la historia y fuera de los valores y representaciones propias de una condición social y cultural en un momento dado». Esta advertencia cobrará sentido en la medida que las polaridades existentes entre lo masculino y lo femenino sean precisamente «construcciones sociales», y por lo tanto al ser elaboraciones de la propia cultura se nos presentan como «infinitamente variables». Por ejemplo, la variabilidad de géneros, como lo transgénero, permite romper con una determinada lógica binaria de los sexos (de roles, valores, atributos, etc.), proponiendo a este respecto múltiples identidades que subvierten tanto las categorías como las convenciones de género.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 137

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© LOM ediciones Primera edición en Chile, junio 2021 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN impreso: 978-956-00-1412-2 ISBN digital: 978-956-00-1504-4 RPI: 2021-A-4184 Motivo de portada: Imagen de Pexels en Pixabay Edición y Composición LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2860 68 [email protected] | www.lom.cl Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta NormalImpreso en Santiago de Chile

Índice

PresentaciónTranscuerpos: los unos, las unas, los otrosBibliografíaDel discurso racista al odio sensorial del OtroBibliografíaAusencia de cuerpo. Sobre los desaparecidosBibliografía

Presentación

En el marco de las Jornadas Interdisciplinarias sobre «Formación y generación de conocimiento: el desafío de la interdisciplina», actividad llevada a cabo durante el mes de enero de 2019 en la Universidad de Chile (Facultad de Ciencias Sociales, Facultad de Filosofía y Humanidades, Facultad de Medicina) y la Embajada de Francia, fue invitado el destacado sociólogo y antropólogo francés David Le Breton, académico de la Universidad de Estrasburgo y miembro del Institut Universitaire de France. Gracias a la generosidad de la organización tuvimos la oportunidad de encontrarnos nuevamente con él y con sus trabajos e invitarlo a una conferencia en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y realizar algunas entrevistas en torno a su obra. Esto nos permitió conocer sus nuevas investigaciones, y profundizar más en su prominente trabajo sobre el cuerpo.

David Le Breton es autor de numerosas obras, entre las cuales destacan las traducidas al español: Desaparecer de sí. Una tentación contemporánea (Siruela), El cuerpo herido. Identidades estalladas contemporáneas (Topía), Rostros. Ensayo de antropología (Letra Viva), Conductas de riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos de vivir (Topía), El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos (Nueva Visión), La sociología del cuerpo (Nueva Visión), Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones (Nueva Visión), Antropología del cuerpo y modernidad (Nueva Visión), Elogio del caminar (Siruela), La edad solitaria. Adolescencia y sufrimiento (LOM), entre otras.

Una presentación que se ajuste a este importante trabajo debiese comenzar por ubicar los estudios sobre el cuerpo en el centro del pensamiento sobre lo social. Dar lugar al cuerpo en este marco, no solo significa ubicarlo al centro de los análisis teóricos y conceptuales, sino que implica además pensar la corporeidad misma como un medio sensible de inteligibilidad. Si, para Le Breton, «el cuerpo es la proliferación de lo sensible», entonces es precisamente lo sensible aquello que configura «la escritura y el análisis» sobre lo social. Sobre esto podemos decir que estos estudios sobre el cuerpo no solo se circunscriben al área de las ciencias sociales, sino que «trascienden» lo disciplinario a través de un conocimiento perceptivo sensorial que da cuenta de nuestra propia realidad en el mundo.

Como podemos observar, este primer acercamiento involucra, sin lugar a duda, una fuerte recusación del cogito cartesiano, pues el elemento sensorial del sujeto moderno queda subsumido por la concepción epistemológica del cogitare. En esta misma línea, y ya en el área de la fenomenología y de la crítica al «objetivismo» científico, Husserl refutaba a las ciencias diciendo que era necesario retornar a la «intuición originaria» como fundamento de conocimiento. En efecto, si para Husserl volver «a las cosas mismas» significaba ir más allá de la intelección de la lógica pura y posicionar así a la experiencia del sujeto, en la Phénoménologie de la perception (1945) Merleau-Ponty aseguraba que las ciencias son una «expresión segunda» del mundo vivido; lo primero es la «experiencia del mundo». De modo que, si lo primero es la experiencia sensible, entonces afirmará que: «[t]odo cuanto sé del mundo, incluso lo sabido por ciencia, lo sé a partir de una visión propia o de una experiencia del mundo sin la cual nada significarían los símbolos de la ciencia».

Efectivamente, si el estudio del cuerpo es un eje de interés que permite superar el campo disciplinario, entonces podríamos decir que el estudio sobre el cuerpo es más que una interdisciplina, es la posibilidad misma de abarcar lo social, pero desde distintos ángulos simultáneamente. Vemos que este es un punto interesante en el trabajo de David Le Breton, pues el investigador no queda «sujeto» –por decirlo de este modo– a una disciplina en particular a la que debiese responder dependiendo de una lógica determinada. Su trabajo posibilita tener una multitud de enfoques según los distintos sistemas simbólicos, los rituales, las pertenencias sociales y la orientación cultural.

Si bien es cierto que sus análisis sobre el cuerpo parten desde la sociología y la antropología, diremos que estos estudios no se circunscriben únicamente a estas disciplinas. Por el contrario, esto significa que al abordar campos tan diversos como la filosofía, el arte, la literatura, la historia, etc., su trabajo es un intento de conciencia de sí a través de un análisis exploratorio y sensorial del mundo que lo rodea. Por ejemplo, no podríamos sentir lo que un cuerpo nos dice cuando nos acercamos, lo olemos, lo tocamos y sentimos únicamente desde el plano de una disciplina en particular. Esa sensibilidad apela, como hemos dicho, a varias disciplinas que recrean o construyen una estética en torno al cuerpo, pero que luego este mismo ideario construye imaginarios de todo tipo (de género; racial, político, etc.) que permiten que el cuerpo se odie, se repela, que se originen fobias para tocarlo, para acercarse, olerlo, incluso para verlo.

Así es como el cuerpo es el lugar donde se piensa lo social; en otras palabras, es el lugar donde se permite la construcción de conocimiento sobre lo social. Cuerpos enigmáticos: variaciones representa, en este ideario, tres momentos sintomáticos donde el cuerpo se posiciona en el centro del pensamiento para pensar lo social, pero se posiciona desde sus desarticulaciones; a través de sus transformaciones, de sus diferencias y de sus desapariciones; en suma, de sus variaciones.

El libro se inicia con el texto «Transcuerpos: los unos, las unas, los otros». En esta primera parte David Le Breton nos señala que «no podemos pensar el cuerpo (ni tampoco al propio género, al sexo y a la sexualidad) fuera de la historia y fuera de los valores y representaciones propias a una condición social y cultural en un momento dado». Esta advertencia cobrará sentido en la medida que observamos que las polaridades existentes entre lo masculino y lo femenino son precisamente «construcciones sociales» y por lo tanto al ser elaboraciones de la propia cultura se nos presentan como «infinitamente variables». Por ejemplo, la variabilidad de géneros –como lo transgénero– permite romper con una determinada lógica binaria de los sexos (de roles, valores, atributos, etc.), proponiendo a este respecto múltiples identidades que subvierten tanto las categorías como las convenciones de género. En este sentido, la variabilidad también permite cuestionar no solo la presunta «estabilidad» o «naturalidad» del sexo, sino además devela una determinada biología que se presentaba hostil a la ambigüedad del género. Esta biología tiene por función corregir y «normalizar» cualquier «anomalía» que presente el cuerpo, del mismo modo como se presentan los mecanismos de disciplinamiento del cuerpo en Michel Foucault.

A este respecto, Erving Goffman dirá que «las representaciones de género no obedecen a una biología determinada, solo son guiones que están a disposición de los actores y no a una biología». Este rasgo «ficcional» de «representar» en lo cotidiano un rol, es una performance que obedece a la puesta en escena de «comportamientos» y «definiciones» de lo que se estima como lo masculino y lo femenino en el contexto social y cultural. Estas convenciones obedecen a una idea sobre la disparidad entre los seres humanos, más precisamente comprometen una dominación de lo masculino sobre lo femenino. Afianzar una heterosexualidad muy bien definida es afianzar la diferencia que promueve la dominación en un contexto y en un ámbito determinado. Actualmente estas asimetrías están siendo constantemente impugnadas por un cuerpo que no se deja estandarizar, que no se deja «normalizar» con el fin de construir una identidad anatómica y fisiológica estable. Si ya no hay una definición en torno a lo masculino y a lo femenino es porque estos se encuentran en una «zona de indeterminación». Esta indeterminación de la que nos habla Le Breton podríamos definirla como una desidentificación política, en la medida que el género «no es más que un pretexto a recuperar creativamente por un individuo que ya no está más obligado a repetir normas sino a inventar maneras de ser que le sean propias».

En el texto Del discurso racista al odio sensorial del Otro, Le Breton aborda cómo la estigmatización del Otro termina cristalizándose en el cuerpo, en su rostro, en todo lo que podría fundar una desigualdad de razas. De esta manera, deja claro que el cuerpo es la evidencia física y palpable del odio racista. «El odio racista –dirá– obedece a lógicas sociales, culturales, políticas», y por tanto buena parte de los discursos de intolerancia, y los que promueven la naturalización de la desigualdad social y cultural, encontraría en las lógicas del orden un lugar donde confluye la construcción intelectual del racismo. Las diferencias físicas entre grupos (rostro, ojos, piel, etc.) definen rápidamente el desprecio que el racista necesita para diferenciar la pertenencia a una «especie particular» distinta de los seres humanos. En esta dinámica de la diferencia, la animalización es el recurso que permite degradar y neutralizar a ese Otro que se nos presenta como distinto a los seres humanos, y por tanto como una constante amenaza. La animalización de individuos y poblaciones enteras ha contribuido para hablar de razas biológicamente degradadas o degeneradas. La supuesta naturaleza inferior de algunas «razas» sirvió para declarar al negro, al homosexual, a los pueblos indígenas, y a todos los que no se ajusten a la fisonomía del hombre blanco, como seres despojados de toda humanidad. La rápida asimilación de estos caracteres ha servido por mucho tiempo para la realización de programas eugenésicos y de higienización como parte de políticas de Estado.

Otra política de Estado que ha contribuido a degradar la condición humana ha sido la implementación de políticas sistémicas de asesinato, de tortura y desaparición. En el texto Ausencia de cuerpo. Sobre los desaparecidos Le Breton indaga otra variación sobre el cuerpo, ahora como «origen identitario del hombre». «Toda alteración de la parte corporal del humano –afirmará– es una alteración de sí», y por lo tanto, toda ruptura, como es el caso de la muerte, es una ruptura radical. Morir significa «un abandono de toda voluntad sobre el cuerpo», a la vez que el cuidado de los muertos representa «un hecho inherente a la historia de la humanidad». Entonces, los ritos funerarios, como son los velorios o los entierros, son un lugar para la memoria. Distinto es cuando el cuerpo se encuentra «desaparecido». Le Breton señala que la desaparición, la ausencia de localización de un cuerpo, «priva de sus restos» a sus familiares, a la vez que «rompe cualquier posibilidad de conmemorarlo». Este aspecto inconcluso e inaccesible deja al cuerpo en una especie de limbo de incertidumbre que se cernirá de manera trágica frente a la vida y a la muerte. «El desaparecido nunca deja de morir porque no está vivo ni muerto». Frente a esta irrealidad de su presencia-ausencia, así como también frente al sufrimiento y esperanza de sus familiares, el cuerpo se encuentra en el intervalo entre la vida y la muerte. La práctica de la desaparición en los Estados dictatoriales no solo transforma a los desaparecidos en una especie de «fantasmas», sino que permite además suprimir cualquier vestigio de su memoria, su recuerdo, su cuerpo. «La práctica de la desaparición –confirmará Le Breton– es también un instrumento de terror sobre las poblaciones que se enfrentan a una especie de impensable».

El orden en que están dispuestos estos tres momentos no obedece a una jerarquía determinada ni tampoco a un emplazamiento azaroso, pues más bien su orientación corresponde a un determinado recorrido teórico, una «continuidad sensorial» donde el cuerpo se nos presenta, en un primer momento, desde una interioridad totalmente disensual con la idea de identidad. Habría allí una política de la desidentidad que fractura continuamente los criterios de sentido, de género y de las formas en que se organizan la cultura y los espacios de lo social. Un segundo momento se nos presenta desde la percepción del Otro, no solo desde la diferencia física, sino además desde la inferioridad y la negación de cualquier propiedad humana. Esta supresión de la diferencia es claramente conocida en sistemas políticos neoliberales de una muy baja inversión pública, pues su lógica es consustancial a la clasificación de la población y a las políticas de dominación. Por último, el cuerpo se nos presenta no solo en su finitud, sino además en su «desaparición», en la tachadura de cualquier signo de su existencia. Esta situación compleja y dolorosa, sobre todo en las sociedades traumatizadas por políticas sistemáticas de ejecución, de tortura y de violaciones a los derechos humanos, mantiene la incertidumbre y el duelo de los cuerpos en una especie de suspenso interminable. Es en esta situación espectral del cuerpo donde se «establece un lugar para la memoria» en la historia de un país que aun mantiene la deuda de una herida abierta.

Terminamos de escribir esta presentación en el mes de octubre de 2019, en medio de la más grande rebelión social que alguna vez haya tenido el país desde el retorno a la democracia. Las reflexiones de David Le Breton no solo actualizan su pensamiento en este contexto de lucha social, sino que además se engarzan a los hechos de violencia, de tortura, de asesinatos y desaparición de los cuerpos que Chile está nuevamente viviendo.

La obscena desigualdad multidimensional que afecta al país, sumada a uno de los mayores índices de concentración de la riqueza (CEPAL 2019/OCDE 2019), fue el acicate para el levantamiento social, y en donde las demandas acumuladas por décadas en el aparataje político no resistieron más y movilizaron a millones de personas en todo el país de manera totalmente transversal. Pero el afán de «contener» el reclamo social que afecta a los intereses de la clase dominante permite que el gobierno declare el «Estado de Excepción constitucional», abriendo así uno de los episodios más siniestros y violentos en contra de la población civil. Surgen así inmediatamente los apremios ilegítimos, la tortura, la violencia sexual, los asesinatos y las desapariciones de los cuerpos por parte de las Fuerzas Armadas y de Orden.

Son estos hechos los que marcan la tónica de las primeras jornadas de una rebelión popular que nadie habría esperado, pero que exhibe los cuerpos de un pueblo cansado, explotado y violentado. La historia nos enseña a reconocer estos hechos a través de los rasgos de un fascismo histórico que ha permanecido en Chile, y que siempre ha rechazado, humillado y reprimido a generaciones enteras que han luchado en contra de la «violencia estructural». Hoy esta violencia se devela en las peores formas de crueldad derivada de un sistema neoliberal –el más maduro del mundo– que le sirve al capital para permanecer y seguir enriqueciendo los bolsillos de los más poderosos de Chile.

Los más afectados por estos abusos son siempre los que se han empobrecido con el abandono del Estado: los pueblos indígenas, las personas migrantes, las mujeres, los jóvenes que luchan y los estudiantes, contra los cuales el Estado y su política policial del garrote y el fusil ha desatado la represión con una violencia solo comparable con los peores días de la dictadura militar. En este contexto la brutalidad no para. Aumentan día a día los heridos, así como los detenidos/as y procesados/as donde priman los montajes. Además, variadas son las formas de castigar, como ocurre con los traumas oculares debido a los perdigones que hombres, mujeres, niños y niñas han recibido a quemarropa. Muchas de estas acciones se amparan en el «principio de proporcionalidad», y tanto policías como militares dicen estar «ajustados a la legalidad». Podríamos decir impunidad. Pero la brutalidad con que son empleados estos «procedimientos» nos lleva a pensar que estas prácticas no solo se encuentran fuera de toda legalidad y del derecho internacional, sino además violan flagrantemente la protección de la vida y la integridad de la dignidad humana. Una política punitiva de este tipo solo recae sobre los cuerpos, legitimando el castigo contra una sociedad entera.

Esta presentación se la dedicamos a todos/as aquellos/as que en estas jornadas de movilización social han levantado la voz, han puesto sus cuerpos frente a la represión y han arriesgado sus vidas para demandar una redistribución más igualitaria y una sociedad con más justicia social. Esta dedicatoria contextualiza este libro, a la vez que denuncia el abuso, la degradación y la violencia sistemática al recordarnos permanentemente nuestra historia más reciente: la de la brutalidad y de los crímenes de lesa humanidad.

Aun cuando en las calles se haya instalado la cara más brutal e inhumana de las políticas de Estado, creemos que los textos aquí presentados quizás nos permitan transitar por otras vías, por un pensamiento donde el cuerpo siempre es una intervención polémica y una relación con el mundo para la existencia individual y colectiva.

María Emilia TijouxJuan RiverosSantiago de Chile, octubre de 2019