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Se reúnen aquí algunos de los exponentes de la novela helenística, origen del más moderno y popular de los géneros literarios occidentales. He aquí algunas de las la novelas griegas que nos han llegado, las cuales fundaron el género más moderno y popular de la literatura europea. El lector podrá completar el conocimiento de estos albores helenísticos del género con el volumen dedicado a Caritón de Afrodisias (Quéreas y Calírroe) y a Heliodoro (Etiópicas), en esta misma colección. Entre las cinco novelas griegas conservadas, Dafnis y Cloe, de Longo, es la única que no contiene ningún viaje por tierras exóticas, pues la pareja de amantes vive su idilio adolescente en la isla de Lesbos. Un marco bucólico para un amor juvenil: Dafnis y Cloe juegan a ser amantes sin llegar a la conclusión de su anhelo hasta después de una feliz boda, en un marco pastoril donde suena la flauta y las estaciones colorean el ameno paisaje. Longo, buen conocedor de Teócrito y la tradición poética anterior, relata la historia con un estilo singular, sencillo y afectado a la vez. Esta novela ha sido muy apreciada, sobre todo en los siglos XVIII y XIX. Goethe comparaba a Longo con Virgilio y decía leerlo cada año; varios pintores y músicos se han inspirado en esta historia para sus composiciones. Leucipa y Clitofonte, de Aquiles Tacio, de finales del siglo II, es una obra escrita cuando la novelística griega ha consolidado ya sus rasgos genéricos, puesto que usa sus convenciones con gran soltura, e incluso se permite algunos tratamientos irónicos. El argumento se torna más complejo y acentúa la tendencia folletinesca de la novela griega, los protagonistas se aburguesan, las digresiones (descripciones e historietas intercaladas) se multiplican. El volumen se cierra con los fragmentos conservados de otra novela, las Babilónicas de Jámblico, que va acompañada de un resumen argumental posterior.
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Seitenzahl: 710
Veröffentlichungsjahr: 2016
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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 56
Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .
Según las normas de la B. C. G., las traducciones de este volumen han sido revisadas por FRANCISCO ROMERO .
© EDITORIAL GREDOS, S. A. U., 2008
López de Hoyos, 141, 28002 Madrid.
www.editorialgredos.com
Las traducciones, introducciones y notas han sido llevadas a cabo por: MÁXIMO BRIOSO SÁNCHEZ (Dafnis y Cloe y Leucipa y Clitofonte ) y EMILIO CRESPO GÜEMES (Babiloníacas [Resumen de Focio y Fragmentos ]).
PRIMERAEDICIÓN , 1982.
ISBN 9788424930776.
LONGO
DAFNIS Y CLOE
INTRODUCCIÓN
1. El autor
De la persona y de la vida de Longo, como de los demás novelistas, no sabemos prácticamente nada. En su caso, ni siquiera contamos con noticias —de tan dudosa validez por cierto— como las que poseemos sobre Aquiles Tacio o Heliodoro. Hasta el nombre mismo ofrece dudas, aunque, si es auténtico, es con seguridad romano. Su patria pudo ser la isla de Lesbos, donde tiene lugar la acción de la novela, pero tampoco en este punto cabe certidumbre alguna, ya que Longo no demuestra un conocimiento muy preciso de los lugares que menciona, y la elección de tal escenario para su obra pudo tener razones, tal vez, puramente literarias 1 .
Para su fecha no tenemos, realmente, otros indicios que los proporcionados por la novela. Durante algún tiempo se le situó al final de la antigüedad, entre los siglos IV y V (o, a lo sumo, en el III ), pero, tras los descubrimientos que trastocaron la cronología de Aquiles Tacio, presunto imitador de Longo 2 , toda fecha posterior a los comienzos del siglo III de nuestra era debe hoy descartarse. En el texto se encuentran datos muy significativos a este respecto: así, la cantidad ofrecida por Dafnis (III 27, 4 ss.) para su boda, que, con la inflación de la segunda mitad del siglo III , hubiese sido irrisoria; o el evidente reflejo, en la novela, de la pintura romana de una época muy concreta. Este segundo punto tiene un interés excepcional 3 , dado que no sólo Longo ha de ser agrupado con autores que, como Dión Crisóstomo, Luciano, Alcifrón, Eliano o Filóstrato, revelan la directa contemplación de la pintura contemporánea de temas pastoriles y paisajísticos, sino que, además, en Dafnis y Cloe hay unos indiscutibles paralelismos entre la propia estructura de la obra y sus descripciones y el llamado «período pompeyano» de la pintura mural del siglo II .
De este modo, Longo, al igual que Aquiles Tacio y por diversas razones, corroboradas por el estilo mismo de sus novelas, debe ser incluido en el grupo de novelistas influidos por la Segunda Sofística y, por tanto, en el centro de la madurez del género.
2. «Dafnis y Cloe»
Uno de los primeros aspectos que llaman la atención en esta obra es su desvinculación del tipo de novela de marco histórico definido (Caritón, Jenofonte de Éfeso) por el tono francamente intemporal del relato, que en todo caso, merced a la guerra particular entre Metimna y Mitilene, parece situarnos vagamente durante la época de las póleis autónomas. Esta intemporalidad debe asociarse con el idealismo corriente del género, de tono especialmente alto en Longo.
Sus innovaciones, muy resumidas, son varias e importantes: el argumento es de extrema sencillez, sin la acumulación de peripecias común al género; se excluyen los largos viajes, y las aventuras y peligros corridos por los protagonistas quedan reducidos a mínimos y esporádicos episodios; la situación es esencialmente estática, con la mayor relevancia concedida a elementos como el amor, la naturaleza, la religión y la música.
En las breves líneas con que Longo introduce su novela, ésta nos es presentada, en cierto modo, como una obra de tesis: su tema de fondo será la exposición del misterio y del poder universal del amor. El otro gran tema de las novelas griegas, las aventuras, queda relegado en su programa a un plano secundario.
Se ha podido decir que esta restricción temática es, a la vez, el punto flaco y la fuerza de esta obra 4 , afirmación, a nuestro juicio, más veraz en lo segundo que en lo primero. El erotismo es el centro de la novela sin la menor duda, y su núcleo, la pasión inocente y natural de dos adolescentes. Podrá criticarse, desde una perspectiva realista, la escasa verosimilitud de esta total inocencia 5 , por rural y aislado que sea el medio en que los protagonistas vivan: de ahí que Longo haya subrayado ambos aspectos e, igualmente, el modo muy gradual en que se van produciendo sus contactos con otras gentes y la ampliación de su pequeño mundo. Por otra parte, la trabajosa conquista de la experiencia erótica, en el plano teórico y en el plano práctico, no conducirá, por lo que a los dos adolescentes se refiere, a la unión sexual sino tras el legítimo matrimonio con que la novela termina, con lo que se cumple tanto con una imposición social como con las normas del género. Así es como, a pesar de la aparente sensualidad de la novela, se preserva el principio novelesco de la castidad, aunque, como en Aquiles Tacio, el protagonista masculino responda a esta exigencia sólo hasta cierto punto. Pero, en Longo, incluso este desliz de Dafnis 6 tiene (lo que no ocurre en Aquiles Tacio) una plena funcionalidad, al ser un paso obligado en la búsqueda del saber amoroso.
Por lo demás, el erotismo y lo que suele calificarse de sensualidad no están (y no es una paradoja) reñidos en absoluto con la moral. Lascivia, indecencia y otros términos, con que se ha creído poder describir esta obra, no son más que manifestaciones de trasnochados prejuicios y de franca miopía mental, pero que han tenido una negativa influencia en la comprensión de este relato por los modernos. El énfasis puesto en el amor, así como en el largo proceso iniciático en este misterio natural 7 , incluso si se descarta una interpretación simbólica, corresponde a una perspectiva idealista de la existencia.
2.1. El erotismo es, en Longo, aparte de las obligadas resonancias literarias, una dimensión de la naturaleza. Y la naturaleza es un marco utópico e idealizado y, a la vez, un modesto rincón del mundo que casi podría localizarse en un mapa. La acción tiene una clara unidad de lugar, con una renuncia sin paliativos a las ambiciones geográficas del género. Longo nos sitúa en una comarca próxima a Mitilene y apenas si nos permite alguna breve incursión fuera de ella. Pero este paraje aparece transformado en un fondo casi paradisíaco, en que los mismos peligros naturales (una loba, un reptil) han sido relegados a simple decoración poética o a dóciles instrumentos del plan del artista; las irrupciones de la violencia (piratas, secuestros) son controladas sin mayor esfuerzo, aun a costa de alguna muerte o de un milagro, y hasta una guerra sin cuartel termina rápida y generosamente, como en una edad de oro 8 .
Longo ha dotado a este lugar y a sus habitantes de los atributos de la bucólica teocritea, que ha penetrado, así, por única vez que sepamos, en la novela griega 9 . La flora y la fauna están reducidas a la mínima expresión, a los elementos más familiares. Cabras y ovejas aparecen integradas en la vida de los protagonistas y poseen cualidades casi humanas. Asistimos a comidas y fiestas campestres, a sesiones musicales; entramos en los consabidos loci amoeni , de fácil propensión al simbolismo 10 , y tropezamos a cada paso con nombres (Cloe, Dorcón, Driante, Ágele, Filopemen, etc.) asociados a la naturaleza.
Longo, se ha dicho, ha reemplazado a la Fortuna, tan importante para el género, por la naturaleza, que se manifiesta de una manera dinámica con el sucederse de las estaciones. El viaje típico de las demás novelas ha sido sustituido por un viaje en el tiempo, siguiendo el curso de los ciclos naturales 11 , en que se enraiza el proceso de la vivencia erótica; en cierto modo, por un viaje hacia el reino del ideal, comparable al que nos narra Heliodoro.
Ante esta perspectiva pierde gran parte de su aparente relevancia la oposición campo-ciudad, tan resaltada por muchos críticos 12 . Es cierto que Longo sitúa en el campo el corazón de su naturaleza y de sus formas preferidas de religiosidad. Pero sin que por ello deba entenderse exageradamente la ciudad como un foco negativo ni mucho menos, tal como se refleja en la tesis de Dión en el Euboico13 . En Longo, tal antagonismo, debe admitirse, cumple, como tantos otros elementos en el relato, una función importante, pero transitoria. Los campesinos, por mucho que haya querido insistirse en lo contrario, no se diferencian especialmente de los habitantes de las ciudades. Las diferencias visibles tienen una motivación social. En Longo cabría afirmarse que el mal (si puede usarse este término tan impropio) es siempre un accidente pasajero, y las manifestaciones negativas terminan por ser absorbidas por las positivas y depuradas.
2.2. Pero Longo no se limitó a adoptar el idealismo bucólico, aunque ya esta sola innovación era importante. En este aspecto, su innovación más destacada consistió, además, en impregnar de religiosidad un género que, como el bucólico, estaba, en principio, relativamente libre de ella 14 . Dafnis y Cloe es, en cierto modo, un homenaje a la pastoral helenística, principalmente a Filitas de Cos 15 y a Teócrito. Los nombres de los personajes (Títiro, Amarilis, etc.), en una buena proporción, proceden de la poesía bucólica; se nombra, aunque de paso, Sicilia (II 33, 3), cuna del género; el texto ofrece resonancias de sus versos con una frecuencia llamativa 16 y el protagonista masculino recibe el nombre de Dafnis, todo un símbolo del mundo bucólico 17 . Longo ha recreado su propia Sicilia (o su propia Arcadia, si se prefiere), precisamente en un lugar cuya sola mención llevaba a rememorar un pasado de hermosa poesía erótica (Safo), pero saturándolo de mitos y de dioses.
Uno de los rasgos del género bucólico más intensamente enfatizado por Longo es el de la música. Pero la música no se reduce aquí, en absoluto, a la de los instrumentos humanos: abarca todos los sones de la propia naturaleza, como una manifestación de la armonía universal. En este punto reside, sin duda, uno de los logros más imperecederos de la novela y, seguramente, Longo ha ido en él más allá que la poesía bucólica precedente 18 .
2.3. La cuestión más debatida, en los últimos tiempos, acerca de la novela antigua es el de la religiosidad 19 . Y Longo, como Apuleyo en el ámbito latino, se encuentra en el centro mismo de esta nueva querella que ha enfrentado a los filólogos. No podemos tocar aquí el tema en sus líneas generales, pero baste recordar que, en el extremo de la tesis de una interpretación obligadamente religiosa de la mayoría de las novelas, están, con los debidos matices diferenciadores, las publicaciones de K. Kerenyi, R. Merkelbach y, con especial incidencia en el caso de Longo, las de H. H. O. Chalk, P. Turner, M. C. Mittelstadt o W. E. McCulloh; que existen posturas más moderadas, como las de B. P. Reardon o A. Geyer, y actitudes de rotunda negación, como las expresadas por E. Cizek o M. Berti. La base metodológica de la primera corriente es la lectura simbólica del texto, el desentrañamiento de sus presuntas alegorías, mientras que del lado opuesto, además de rechazarse esencialmente la realidad de tales alegorías y símbolos, se realza el fin eminentemente estético de la novela.
De hecho, ciñéndonos a Longo, es imposible saber dónde terminan el arte y las intenciones meramente literarias y dónde comienza la religiosidad. En Dafnis y Cloe se dan una viva devoción y una continua presencia divina (incluidos los sueños, que se anticipan a la acción); el camino hacia el descubrimiento del amor toma la forma de una iniciación bajo la tutela del propio Eros, y puede decirse, sin hipérbole, que una de las claves de la novela es la teología de este dios. Los lugares interpretables como alusiones religiosas son numerosos 20 , aunque no todos los casos permitan una interpretación igualmente convincente. Longo ha reemplazado la mención de la estereotipada Fortuna 21 de otras novelas por la de entidades divinas muy concretas, como las Ninfas, Pan y el mismo Eros; ha descrito diversos milagros y epifanías 22 ; ha salpicado su obra de nombres propios de significado religioso, y ha mostrado, paso a paso, cómo los poderes divinos dirigen benévolamente los actos humanos, descargando su justa cólera sólo sobre una eventual impiedad 23 . Eros es un dios omnipresente, cosmogónico y todopoderoso, una auténtica providencia. De suerte que no se pueden negar las múltiples concomitancias entre el texto de Longo y las formas religiosas contemporáneas, habida cuenta, sobre todo, de que estamos en una época no sólo de profunda religiosidad, sino de fuerte tendencia al sincretismo y al monoteísmo, lo que justifica, hasta cierto punto, que se intente interpretar el fondo piadoso de Longo como una manifestación de los misterios dionisíacos. Pero es ésta, a nuestro juicio, la cuestión más polémica del tema, ya que, si se sigue por esta vía exegética, han de aceptarse todas sus consecuencias y, entre ellas, la de ver, no sólo en Dafnis y en Cloe, sino en los demás personajes y en cada objeto y en cada palabra, no elementos de una novela con una mayor o menor dimensión religiosa, sino auténticos símbolos de una doctrina trascendente. Esta arriesgada conclusión, sumada a las indemostrables hipótesis a que algunos se entregan 24 y a la mucho menor validez de estas teorías para otros novelistas, principalmente Aquiles Tacio, hace que la tesis de la interpretación mistérica de Longo deba ser aceptada sólo en sus sugerencias más prudentes y medidas.
2.4. El que Longo, por otra parte, haya dotado a su novela de una cierta intemporalidad idealizadora hace difícil enjuiciar otro de sus aspectos, el de la sociedad en ella descrita. Una lectura superficial podría inducir a la tesis de que en esta novela, tal como parecen oponerse campo y ciudad, también se opone la clase de los humildes, de los siervos rurales, a la cual por adopción pertenecen los protagonistas y que recibe un trato favorable en el relato, a la de los ricos señores de la ciudad, descritos en ocasiones con rasgos negativos. Pero un estudio más atento lleva a resultados muy distintos. La condición moral de los siervos, de los propios padres adoptivos de Dafnis y de Cloe, deja mucho que desear, y en la pintura de su conducta, como en la del parásito Gnatón y otros seres humildes, se concentran las notas de mayor realismo social de la obra. En tanto que sus patronos, del círculo acomodado de Mitilene (y la figura de Dionisófanes es un modelo), pueden aparecer con una aureola noble y patriarcal, tal como, en un nivel más principesco, ocurre con los grandes señores de las novelas de pretensiones históricas. No debe confundirse, pues, el relieve que adquieren los personajes socialmente modestos, de acuerdo con una tradición literaria que se remonta por lo menos hasta Eurípides y tiene un gran arraigo en los textos helenísticos, con una conciencia social, ajena radicalmente a Longo. Tampoco nos parece muy correcto hablar, como hace Schönberger 25 , de una doble aristocracia, la relativa a la perfección moral y la que lo es de la alcurnia social: en Dafnis y Cloe hay una sola clase digna de respeto, y el retorno de los protagonistas a la vida pastoril al final de la novela, después de ser reconocidos y encumbrados, no es una vuelta, en absoluto, a la pobreza y a la condición humilde 26 . Uno de los pocos momentos, por lo demás, en que parece plantearse un conflicto social, con la preocupación de Dafnis por su insolvencia económica para pretender la mano de Cloe (III 25 ss.), es la divinidad misma la que con su solicitud se encarga de resolverlo.
Descendiendo a los detalles, se ha de hacer notar, por ejemplo, que en Longo aparecen reflejados, incluso con datos muy significativos, un régimen de gran propiedad agraria en manos de la burguesía urbana, tal como sabemos que era lo corriente en la época del autor, y una economía basada, esencialmente, en la agricultura y la ganadería 27 , así como la presencia esporádica, pero muy real (también en el relativamente pacífico siglo II ), del bandidaje y la piratería, que tanto relieve tienen, igualmente, en las otras novelas. Pero, a la vez, junto a aspectos sugeridos por la realidad de su tiempo, se acumulan otros achacables al peso de la tradición literaria y a las necesidades de la ficción, como ocurre, en especial, con los regalos que los pretendientes y el propio Dafnis ofrecen al supuesto padre de Cloe (I 19, III 25 ss., IV 7) y el silencio, en cambio, respecto a la obligada dote de la novia 28 .
3. Fuentes literarias. Técnica y estilo
En el capítulo de las fuentes que han inspirado a Longo está, por supuesto, muy en primer plano, el género bucólico, que, combinado con el modelo que le proporcionaba la novela misma precedente, explica muchos de los rasgos particulares de esta obra. Pero otros géneros líricos se revelan también como muy importantes (en buena medida, la elegía helenística y una figura como la de Safo), siendo en general las resonancias líricas más nutridas que las homéricas 29 , frente a lo que ocurre en otros novelistas. Los pasajes rememorados aparecen como materia reelaborada, según los usos helenísticos, y no como citas (al modo, por ejemplo, de un Caritón). Longo conoce, por otra parte, la poesía latina, y pueden hallarse en él huellas de la lectura de Virgilio y, seguramente, de Ovidio. Muestra, asimismo, en perfecta armonía con sus preferencias poéticas, una concienzuda preparación retórica.
Sin embargo, no se agotan aquí sus fuentes y sus gustos. Longo, como Aquiles Tacio, admite una presencia muy viva de la comedia, especialmente de la llamada Nueva, de la que toma muchos de sus personajes (el parásito, Licenion, los jóvenes ricos de Metimna), nombres propios (Gnatón, Megacles, Sofrone, Rode), algunos ágiles diálogos y soliloquios de un tipo poco frecuente en la novela 30 , un indiscutible sentido del humor y, naturalmente, aunque el tema tenga raíces en el mito, la base argumental, con los niños expuestos y luego reconocidos por sus verdaderos padres.
3.1. Respecto a la técnica con que Longo ha construido su novela, una parte de sus ingredientes procede de la tradición del propio género: la pareja de amantes, los viajes, los peligros que ambos corren (con los consabidos secuestros), los momentos de separación, el episodio del proceso, la perseverancia en la castidad, el feliz desenlace, etc. Pero no cabe duda de que en todos ellos ha introducido un punto de vista novedoso. Y la principal novedad, que transforma a casi todos en algo diferente, es su reducción a un plano muy secundario, su tratamiento en tono menor. Aventuras y viajes quedan reducidos a la mínima expresión; los raptos se resuelven, ya sea por la intervención humana, ya por la divina, con inusitada rapidez; las separaciones de los amantes apenas duran horas; el proceso se convierte en un breve pleito improvisado con el boyero Filetas como juez; la virginidad de Cloe es preservada, en realidad, por el milagro de una inaudita ignorancia sexual y, ocasionalmente, por los recelos del temeroso Dafnis, etc. Longo ha respetado, pues, las reglas del género, pero adaptándolas radicalmente a sus personales finalidades.
El desarrollo de la novela está dividido en secciones (doce en total), a su vez subdivididas en pequeñas escenas con una distribución que no puede menos de recordar, tanto el reparto del relato en cuadros unidos temáticamente de la pintura narrativa contemporánea, como la ordenación de los temas en los panegíricos retóricos 31 . Dentro de este peculiar esquema, en diversos momentos (especialmente, en los tres primeros libros) la acción de los dos protagonistas se mueve siguiendo líneas paralelas, lo que es, en parte, un recuerdo de las prolongadas separaciones de los amantes en otras novelas y, en parte también, el resultado del intenso aprecio que Longo siente por la simetría. Y lo mismo cabe decir de las dos más amplias cadenas de acontecimientos del libro cuarto, que corresponden, la primera, a Dafnis y, la segunda, a Cloe.
Desde el punto de vista argumental la obra aparece dividida en dos grandes etapas: la exploración del misterio erótico por los adolescentes hasta la revelación de Licenion y, en segundo lugar, las aspiraciones matrimoniales de la pareja.
El preámbulo, como en Aquiles Tacio, tiene como centro la descripción de un cuadro que sintetiza la materia que será tratada, y, además, según hemos dicho ya, establece una posición programática. En el resto de la novela, con la narración principal, también de acuerdo con las normas del género, se entrelazan las digresiones (ecfráseis , mitos).
La brevedad de la novela y su aparente carencia de ambiciones tienen una clara correspondencia con el ritmo ágil 32 y la extrema concentración y concisión con que está redactada. Los discursos, soliloquios y diálogos, así como los relatos secundarios citados, al igual que la narración principal, tienen en común una economía 33 no reñida con el preciosismo y el esmero estilístico. El rápido paso de muchos de los personajes por las páginas de la obra no es obstáculo para el acierto e, incluso, el realismo con que están presentados. Con referencia a los protagonistas se ha podido decir que en su despertar al amor está, probablemente, el mejor hallazgo psicológico de la novela griega 34 .
En el plano puramente estilístico, Longo sabe conjugar, como ningún otro novelista, el aparato retórico, con su desfile de figuras, con una gracia, naturalidad y sencillez muy poco corrientes en la prosa griega tardía. Sin embargo, no ha de olvidarse que estas mismas cualidades responden, a su vez, a unos moldes retóricos concretos, que preconizan un estilo tal para materias como la pastoral, la narración mítica y los temas eróticos 35 .
4. Valoración posterior e influencia. Traducciones
Del texto de Longo no se ha hallado ni un solo papiro hasta la fecha, lo que (con las debidas reservas) puede interpretarse como síntoma de falta de popularidad en los siglos inmediatamente siguientes. Sin embargo, aunque hemos de esperar al siglo XII para encontrar esporádicos ecos de Dafnis y Cloe en los novelistas cultos bizantinos (Nicetas Eugeniano, Teodoro Prodromo y Eustacio Macrembolita), que, en cambio, serán fieles imitadores de Heliodoro y de Aquiles Tacio, se le ha de suponer al texto de Longo una cierta divulgación en fechas anteriores, confirmada tanto por la tradición manuscrita como por su mención a mediados del siglo precedente por Miguel Pselo, el cual, precisamente, recomendaba que no se iniciasen los estudios con novelas como las de Longo y Aquiles Tacio, sino con autores antiguos más graves 36 .
En Occidente, si bien la expansión de la novela pastoril fue relativamente temprana, no hay duda de que este género se inspira, en principio, en la poesía bucólica antigua, y no puede hablarse de una influencia de Longo al menos hasta pasada la primera mitad del siglo XVI , aunque no falten quienes crean detectarla previamente en la Arcadia de Sannazaro. En realidad, a Longo empezó a conocérsele sólo cuando se le pudo leer en las traducciones de Amyot, Caro o Day, aunque un helenista como H. Estienne (Stephanus) pudo imitarlo en sus Églogas latinas un poco antes.
Dentro de las evidentes concomitancias entre la prosa narrativa del Barroco y la novela griega, que se han señalado con pleno acierto 37 , Heliodoro, Aquiles Tacio y Longo son los modelos persistentes. Longo representó, durante mucho tiempo, el papel de guía de la pastoral de esmerada estética y sentimentalismo galante, y así es como comienza a divulgarse, por ejemplo, en Inglaterra, a través de la (más que traducción) adaptación de A. Day (1587), que habría de influir en Pandosto y Menaphon de R. Greene; indirectamente, en algunos motivos de The Winter’s Tale de Shakespeare 38 , y, tras un largo camino, hasta en la pastoral dieciochesca de Ramsay. En cambio, el posible influjo sobre obras de otro carácter, como Joseph Andrews y Tom Jones39 , es mucho más discutible y remoto.
En Francia, las primeras huellas de Longo pueden señalarse en D’Urfé y, seguramente, la tan celebrada traducción de Amyot ha influido más de lo que cabe sospechar en la literatura francesa del XVI y XVII , tal como ocurrirá, después, en la poesía bucólica del XVIII y en obras concretas, como el relato erótico Annette et Lubin (1761) de Marmontel. La presencia de Longo (aunque cristianizada) es indiscutible, por otra parte, en la prerromántica y patética historia de B. de Saint-Pierre, Paul et Virginie (1787). Y, todavía en el siglo pasado, Longo mantiene su atractivo para cierta clase de autores: así, para F. Fabre (Le chevrier es de 1866), para P. Louy y, de un modo tan patente casi como para Saint-Pierre, para Mistral en su Miréio .
En lengua alemana, como Schonberger reconoce 40 , es muy difícil encontrar rastros seguros de la influencia de Longo durante el siglo XVII , incluso después de aparecer la traducción de Wolstand (1615) y a pesar del desarrollo del género pastoril. Debemos esperar al siglo siguiente para hallarlos, y de modo notable, en los idilios de Gessner (1754), que tanto éxito alcanzaron en toda la Europa occidental 41 . Por lo demás, es bien conocido el entusiasmo de Goethe por la obra de Longo, que no sólo se manifiesta en sus explícitas declaraciones, sino, aunque, por contraste, de manera bien sutil, en la muy particular atmósfera de su Hermann y Dorothea42 .
En España la suerte de Longo ha sido un tanto oscura y no es un azar que, hasta fines del siglo pasado, no haya existido una traducción en castellano. Es muy posible que la razón profunda de esta reserva ante una novela como ésta haya sido de orden moral. Todavía Valera en el prólogo de su versión, a la que luego nos referiremos, juzga necesario salir al paso de una probable censura, y también es curioso que la palabra «indecencias», para referirse a Longo, se deslice aún, en fecha reciente, en un estudio de aséptica filología publicado en nuestra lengua 43 . De hecho, no se puede mostrar de un modo relativamente aceptable la influencia de Longo en la novela barroca española, a pesar de que se hayan hecho referencias concretas a la poco airosa continuación de La Diana enamorada , obra de Alonso Pérez, o a la Arcadia de Lope de Vega 44 . Aunque carezcamos de un estudio serio sobre la cuestión, parece prudente sumarse a la opinión expresada por F. López Estrada 45 , con clara desconfianza hacia tal influencia en el género pastoril, precisamente el que habría debido ser el más propicio para recibirla.
Es a fines del siglo XIX cuando, en torno a la fecha de la citada versión de Valera, parece despertarse un cierto interés por Longo. El mismo Valera reconoce haberse inspirado en él para su Pepita Jiménez , y no hace falta ser muy observador para rastrear un eco, aunque vago, en los capítulos iniciales de La madre naturaleza de la Pardo Bazán, publicada poco después (1887). De un modo aún más explícito se reconocerá esta influencia, por parte de su autor, en una novela de tesis como Los trabajos de Urbano y Simona (1923) de R. Pérez de Ayala. Y de fecha aún más reciente es el poema que, con el título de Dafnis y Cloe , escribió M. Bacarisse.
En las últimas décadas puede hablarse de una indudable profundización en nuestro conocimiento de Longo, merced sobre todo a la oleada de estudios con fines de exégesis religiosa y a la polémica levantada en su torno, aunque este hecho apenas ha tenido repercusión fuera del ámbito de la especialización filológica. En la literatura contemporánea es una tarea que sobrepasa nuestras fuerzas intentar hallar posibles resonancias de su lectura, y, sin embargo, nos atreveríamos a señalar algunas muy verosímiles en determinadas obras del no hace mucho fallecido V. Nabokov 46 y a recordar al lector la presencia de Dafnis y Cloe en la biblioteca del verdulero Greff en El tambor de hojalata de G. Grass.
La pintura 47 , incluidas las abundantes (y algunas muy famosas) ilustraciones de la novela (Barthe, Scott, Rossi, Bonnard, Maillol, etc.), ha mostrado con profusión su aprecio por la obra de Longo: baste citar el notable caso de Corot. Y la música no ha desdeñado, en absoluto, un tema tan conocido: señalemos sólo el Dafni e Cloe de Morselli y las célebres suites de Ravel.
4.1. Aun antes de que saliera a la luz la primera edición del texto griego, ya habían aparecido traducciones en diversas lenguas: la italiana de A. Caro (iniciada hacia 1537, pero publicada más de un siglo después), la tan alabada de J. Amyot al francés (1559), que habría de quedar como modelo durante siglos y sirvió de base para la latina, en hexámetros, de L. Gambara (1569), y la (muy libre) inglesa de A. Day (1587).
En latín, además de la traducción de Gambara, pueden leerse otras versiones, como la de G. Jungermann (1605), tenida especialmente en cuenta para la inglesa de Thornley, y la de E. E. Seiler (1843).
En alemán la primera traducción fue la de D. Wolstand (1615), posterior a la editio princeps , siguiéndola otras como las de F. Grillo (1765), J. G. Krabinger (1809), F. Passow (1811), Fr. Jacobs (1832), reimpresa innumerables veces 48 , y, de fechas más recientes, las de L. Wolde (1910) y E. R. Lehmann (1959); la que acompaña al texto griego en la edición de O. Schonberger (1960), a nuestro juicio muy meritoria y precisa, y la de A. Mauersberger (1976), última de que tenemos noticia.
En lengua inglesa, a la adaptación de Day siguió la versión de G. Thornley (1657), la primera, en realidad, en esta lengua y que, como la de Amyot en Francia o la de Jacobs en los países de habla alemana, había de quedar como modélica, lo que se debe, sin duda, a su prosa preciosista aunque excesivamente libre 49 . Otras traducciones en inglés dignas de mención por diversas razones son las de C. v. Le Grice (1803), W. D. Lowe (1908), de carácter escolar y con censura de pasajes juzgados inconvenientes; G. Moore (1924), J. Lindsay (1948), M. Hadas (1953), P. Turner (1956), especialmente destacable por su calidad, y, la última en llegar a nuestro conocimiento, la de P. Sherrard (1965), con ilustraciones de S. Papassavas.
En francés, después de la de Amyot 50 , no han faltado otras versiones: así, la de Ch. Zevort (1856) y, en fecha más próxima, las de G. Dalmeyda (en su edición, 1934) y de P. Grimal (1958), de gran mérito ambas.
En italiano hubo, además de la de Caro, otras traducciones de fecha antigua, como las de G. B. Manzini (1643) o G. Gozzi (1766), mientras que de época reciente cabe mencionar la de G. Balboni (1958) 51 .
En España, ya hemos adelantado que antes de la traducción de don Juan Valera (1880) no parece haber existido ninguna otra traducción castellana 52 . En cambio, sí ha habido al menos cuatro en fecha posterior, sin que ninguna de ellas haya supuesto (es nuestra opinión) una aportación excepcional y algunas, más bien, lo contrario: se trata de las de J. M. Espinas Masip (1951), J. Farrán y Mayoral (1960), J. B. Bergua (1965) y la de J. N. de Prado y A. Blánquez (1965) 53 .
Digamos, para terminar, que en lengua catalana se cuenta hoy con la versión de J. Berenguer (1964).
5. Transmisión del texto. Ediciones
El texto de Longo 54 nos ha llegado a través de diversos manuscritos, de los cuales el único casi completo es, precisamente, el más antiguo, el llamado Laurentianus conv. soppr. 627 , del siglo XIII . Los demás tienen fechas recientes, entre los siglos XVI y XVIII , y, en última instancia, se remontan todos a un arquetipo que puede fecharse en los siglos IX o X . La pérdida gradual de cinco hojas del arquetipo, deducible del estado del texto transmitido, explica que todos nuestros manuscritos, excepto el Laurentianus citado, ofrezcan una laguna, aunque de diversa extensión, en el libro primero 55 , cuyo contenido no estuvo al alcance de los editores hasta el descubrimiento del Laurentianus por el francés P. L. Courier en los primeros años del siglo pasado 56 , el cual estuvo así en condiciones de publicar por primera vez el texto íntegro de la novela.
5.1. Ésta es la razón por la que el conjunto de las ediciones de Longo pueda dividirse en dos etapas, en cuanto al volumen del texto impreso. La primera se inicia, por supuesto, con la tardía editio princeps , obra de R. Colombani (Florencia, 1598), y en ella han de citarse las posteriores ediciones de G. Jungermann (1605), B. G. L. Boden (1777) y J. B. C. d’Ansse de Villoison (1778), esta última dotada de un importante comentario. En la segunda etapa, que arranca de la de Courier (1810), se han de destacar las ediciones de E. E. Seiler (1843), seguramente la mejor hasta fecha reciente, y las, todavía muy utilizadas, de las colecciones de Erotici Scriptores de G. A. Hirschig (1856) y R. Hercher (1858). De fechas más recientes son las de J. M. Edmonds (1916), que incluye la ya citada versión inglesa (naturalmente, retocada y ampliada) de Thornley, pero que como edición no merece el menor elogio, y la de A. Kairis (1932) 57 , de gran calidad como verdadera edición crítica y a la que, en buena parte, sigue la de G. Dalmeyda (1934). La de O. Schonberger (1960), cuyo texto aceptamos para esta traducción, nos parece también excelente, aunque su aparato crítico sea demasiado limitado: su marcado conservadurismo en el establecimiento del texto, lejos de la tendencia correctora de Edmonds, Kairis y Dalmeyda, nos ha parecido, en este caso al menos, una garantía y un mérito 58 .
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1 Es lo que cree un autor como Scarcella. Longo, por ejemplo da una distancia entre las ciudades de Metimna y Mitilene bastante mayor que la real, atestiguada por Estrabón. Por otra parte, en Lesbos, precisamente, sabemos que por esas fechas hubo una familia con el cognomen Longus .
2 Cf. nuestra Introducción a AQUILES TACIO (§ 1) y n. 323 de su traducción. En cambio, las relaciones con Alcifrón, que levantaron en tiempos una encarnizada polémica (véase un amplio resumen en el preámbulo de la edición de DALMEYDA , págs. XVIII sigs.), siguen sin permitir una decisión clara. Si Alcifrón fue el imitador de Longo (tesis de Reich y Dalmeyda), se confirmaría aún más la fecha de este último dentro del siglo II .
3 Cf. O. WEINREICH , en su apéndice a la traducción de Heliodoro por R. REYMER (Zurich, 1950); B. E. PERRY , The Ancient Romances, a Literary-historical Account of their Origins , Berkeley, 1967, págs. 350 y sig., n. 17, y, sobre todo, M. C. MITTELSTADT , Latomus 26 (1967), 752-761.
4 O. SCHÖNBERGER , en su edición, pág. 17.
5 Cf. I 27, 2, donde Dafnis alude al mito erótico de Pan y Pitis en un momento en que él y Cloe ignoran aún el sentido de sus sentimientos amorosos. Esta inocencia parte, evidentemente, de un programa, de una parábola, cf. B. P. REARDON , Courants littéraires grecs des IIe et IIIe siècles après J.-C ., París, 1971, págs. 380 y sig.
6 Episodio de Licenion (III 18).
7 Cf. P. TURNER , «Daphnis and Chloe : An Interpretation», Gr. and Rom. 7 (1960), 117-123.
8 Cf. E. H. HAIGHT , Essays on the Greek Romances , Nueva York, pág. 129.
9 Cf. E. VACCARELLO , «L’eredità della poesia bucolica nel romanzo di Longo», Il Mondo Class . 5 (1935), 307-325. Véase, luego, § 2.2.
10 Cf. W. E. FOREHAND , «Symbolic Gardens in Longus’ Daphnis and Chloe », Eranos 74 (1976), 103-112, que estudia su aspecto idealista e, incluso, platonizante.
11 Cf., sobre todo, el análisis de H. O. CHALK , en «Eros and the Lesbian Pastorals of Longos», Journ. Hell. Stud . 80 (1960), 32-51, y REARDON , Courants ..., pág. 377. El lector no podrá menos de pensar en algunas novelas modernas y, en especial, creemos, en el esquema muy semejante de Bajo las ruedas de H. HESSE.
12 Por ejemplo, HAIGHT , Essays on the Gr. Rom ., pág. 132.
13 Cf. F. JOUAN , «Les thèmes romanesques dans l’Euboïcos de Dion Chrysostome», Rev. Ét. Gr . 90 (1977), 38-46.
14 De «arte secular» lo califica TH . G. ROSENMEYER , en The Green Cabinet. Theocritus and the European Pastoral Lyric , Berkeley-Los Angeles, 1969, pág. 148.
15 Cf. n. 70 de la traducción.
16 Sin que esto quiera decir que estemos, en absoluto, ante «un mosaico de frases de los bucólicos alejandrinos», como sentenció hiperbólicamente MENÉNDEZ PELAYO , en sus Orígenes de la novela (II, Ed. Nac., Santander, 1943, pág. 189).
17 Cf. sobre todo, TEÓCRITO , I 66 sigs. Nótese, además, que, según el mito, Dafnis era hijo de una Ninfa, la cual lo expuso en el campo, y que, más tarde, fue músico y pastor; su amada Talía es secuestrada y, luego, liberada por Dafnis con la ayuda de Heracles. No es difícil admitir que Longo (aunque en otros mitos y en la tradición literaria abunden los niños abandonados) pudo inspirarse directamente en este tema mitológico.
18 Cf., sin embargo, M. DESPORT , L’incantation virgilienne: Virgile et Orphée , Burdeos, 1952, y la discusión sobre el tema por ROSENMEYER , The Green Cabinet ..., en su capítulo séptimo.
19 Cf., para un breve resumen del tema, REARDON , Courants ..., págs. 393 y sigs.
20 Véase un largo catálogo en el artículo ya mencionado («Eros and the Lesbian Pastorals...») de CHALK .
21 Citada sólo en dos ocasiones (III 34, 1 y IV 24, 2) y sin relación con el argumento principal en ambos casos. Como bien dice CHALK (art. cit ., págs. 33 sig.), la acción en Longo reviste la forma de un plan con una secuencia rigurosa de causa a efecto, con Eros como motor providencial.
22 Sobre todo, en el libro segundo. Respecto a la de Pan, en II 25 sigs., véase C. MEILLIER , «L’épiphanie du dieù Pan au livre II de Daphnis et Chloé», Rev. Ét. Gr . 88 (1975), 121-132.
23 Los dioses mismos aparecen purificados en Longo: nótese, por ejemplo, qué lejos está, en él, Pan de ser «taladro de pastores», como lo denominó obscenamente CALÍMACO (fr. 689 PF .).
24 Cf., por ejemplo, las afirmaciones sobre la afiliación cultual de Longo en MITTELSTADT , «Longus, Daphnis and Chloe and the Pastoral Tradition», Class. et Med . 27 (1966), 162-177. Nos gustará preguntar a estos autores si creen también que con relatos, como Acontio y Cidipa o Frigio y Pieria , Calímaco ha pretendido, igualmente, redactar propaganda religiosa. Y, sin embargo, están ya en ellos todos los elementos básicos que reaparecerán en Longo.
25 En su edición, pág. 20.
26 Aunque en algunos puntos sea discutible, es importante, a este respecto, la contribución de O. LONGO , en «Paessaggio di Longo Sofista», Quad. di Storia 4 (1978), 99-120.
27 Es posible, por supuesto, que, como efecto literario, haya sido exagerada la opulencia de estos grandes propietarios de Lesbos; véase, sobre esto, A. M. SCARCELLA , «Realtà e letteratura nel paesaggio sociale ed economico del romanzo di Longo Sofista», Maia , N. S., 2 (1970), 103-131. Señalemos también que este marco socioeconómico es muy semejante al descrito por Aquiles Tacio.
28 Cf. SCARCELLA , «La donna nel romanzo di Longo Sofista», Giorn. It. Filol. 24 (1972), 82-83.
29 Cf. SCARCELLA «La tecnica dell’imitazione in Longo Sofista», Giorn. It. Filol . 23 (1971), 34-59.
30 Cf. M. BERTI , «Sulla interpretazione mistica del romanzo di Longo», Studi Class. Orient . 16 (1967), 343-358.
31 Cf., sobre todo, SCHISSEL VON FLESCHENBERG , Entwicklungsgeschichte des griechischen Romans , Halle, 1913; «Die Technik des Bildeinsatzes», Philologus 72 (1913), 83-114, y el artículo «Longos» en PAULY -WISSOWA , Realencyclopädie , XIII 2 (1927), cols. 1425-1427; así como MITTELSTADT , Latomus 26 (1967), 752-761.
32 Que contrasta con el estatismo bucólico de la novela. Véase, por ejemplo, IV 29, 2 ss., en que las acciones de Gnatón son descritas con una notable celeridad.
33 En II 15, 1 hay, incluso, una velada alusión a este aspecto del estilo del propio autor.
34 Cf. S. GASELEE , en su Apéndice (pág. 413) a la edición de Longo y Partenio en «The Loeb Classical Library».
35 Para un análisis más pormenorizado del estilo de Longo, cf., por ejemplo, la Introducción de la edición de SCHÖNBERGER , págs. 22 y sigs., y L. CASTIGLIONI , «Stile e testo del romanzo pastorale di Longo», Rendiconti Ist. Lomb ., S. 2, 61 (1928), 203-223.
36 Citado en CHRIST -SCHMID -STÄHLIN , Geschichte der griechischen Literatur , II, 2, pág. 824 (n. 6).
37 Cf., por ejemplo, G. MOLINIÉ , Formation et survie des mythes. Colloque de Nanterre , París, 1977, págs. 75-80.
38 Sigue siendo básico para el tema el libro de S. L. WOLFF , The Greek Romances in Elizabethan Prose Fiction , Nueva York, 1912. Cf., también, F. A. TODD , Some Ancient Novels , Londres, 1940. Es importante señalar (con WOLFF , pág. 335) que en la Arcadia de SIDNEY , contra lo que se ha afirmado a veces, no parece haber indicios de la influencia de Longo.
39 Cf. G. HIGHET , The Classical Tradition. Greek and Roman Influences on Western Literature , Oxford (reimpr.), 1951, página 343.
40 En su edición, pág. 30.
41 Por supuesto y a pesar de la exclusión de los elementos eróticos, a nadie se le oculta que Longo (a través, probablemente, de sus imitadores) está en la base de la sentimental historia de Heidi de J. SPIRI .
42 G. ROHDE , «Longus und die Bukolik», Rhein. Mus ., N. S., 86 (1937), 35, señala Fausto II, 9558 ss., como un posible eco de Longo, sugerencia que es recogida por SCHÖNBERGER en su edición, pág. 31. Sin embargo, el texto de GOETHE no creemos que permita una clara decisión.
43 M. R. LIDA DE MALKIEL , La tradición clásica en España , Barcelona, 1975, pág. 349.
44 Por ejemplo, en SCHÖNBERGER , op. cit ., págs. 28 y sig.
45Los libros de pastores en la literatura española , Madrid, 1974, pág. 70.
46 Cf. nuestra n. 151 de la traducción. El lector podrá juzgar si en los capítulos iniciales de Ada hay o no reminiscencias de Dafnis y Cloe .
47 Véase una prolija relación de artistas en SCHÖNBERGER , op. cit ., págs. 32 y sig.
48 A los datos que proporciona SCHÖNBERGER (pág. 35) puede añadirse la reedición con algunos retoques a cargo de J. GARBE (19624 ).
49 Hoy puede leerse, en forma revisada, en la edición de EDMONDS .
50 Que fue revisada y completada por COURIER en 1810.
51 Naturalmente no han faltado versiones en otras muchas lenguas (cf. algunas referencias en Schonberger, a las que puede añadirse la reciente traducción al griego moderno por R. ROUFOS [1970]).
52 Después de tantas alabanzas y críticas como esta traducción ha recibido (en muchos casos suponemos que sin el debido cotejo con el original griego), sería deseable una opinión más ponderada. A nuestro modo de ver deberían distinguirse tres aspectos muy distintos: la lengua de Valera, a la que no cabe poner objeciones desde luego; su versión, que, desde un punto de vista estrictamente filológico, deja mucho que desear, pero que responde a una vieja tradición de traducciones muy literarias y libres; y su principal mérito, que fue permitir la lectura de Longo en castellano por primera vez. Una cuarta cuestión, la de que, por razones morales, haya varias páginas en que texto y traducción sigan caminos diferentes, no merece a estas alturas un comentario.
53 Desde hace algún tiempo prepara una edición crítica de Longo con una nueva traducción el profesor de la Universidad de Salamanca F. ROMERO CRUZ .
54 Para un estudio de detalle, remitimos a las introducciones de las ediciones de KAIRIS , DALMEYDA y SCHÖNBERGER , así como a H. DÖRRIE , De Longi, Achillis Tatii, Heliodori memoria , Gotinga, 1935.
55 Laguna que afecta a los capítulos 12-17. El Laurentianus , a su vez, tiene otra laguna importante (además de otras menores) al final del libro tercero y comienzo del cuarto.
56 Este descubrimiento, como es sabido, fue acompañado de un escándalo provocado por una mancha de tinta con que el propio Courier dañó el manuscrito. Véase una detallada historia de esta cuestión en un apéndice de la edición de DALMEYDA .
57 Autor también de un estudio (inédito) sobre la lengua de Longo.
58 A punto de salir de la imprenta este libro, nos llega la noticia de dos nuevas traducciones de Longo al castellano: L. ROJAS ÁLVAREZ , Longo. Pastorales de Dafnis y Cloe , México, 1981 (bilingüe), y F. J. CUARTERO , Dafnis y Cloe , Barcelona, 1982.
PREÁMBULO
De caza en Lesbos, en un soto de las Ninfas contemplé [1 ] el más bello espectáculo que he visto: una pintura, una historia de amor 1 . Lindo también era el soto, arbolado, florido, con corrientes de agua. Un manantial todo lo nutría, flores y arboleda. Pero más deliciosa era la pintura, por su arte acabada, por su amorosa peripecia. Tanto que muchos, forasteros incluso, acudían a su fama, por devoción a las Ninfas y por el espectáculo del cuadro: había en él mujeres de parto, [2] otras ataviando con pañales, criaturas expuestas, ganado amamantándolas, pastores que las toman a su cargo, jóvenes prometiéndose, correrías de bandoleros, incursión de enemigos. Otros muchos episodios y todos de amor vi y admiré y tuve el deseo de darles con la letra una réplica 2 .
Luego de procurarme un intérprete del cuadro, mi [3] empeño produjo cuatro libros, ofrenda a Eros, a las Ninfas y a Pan, y un bien 3 para el gozo de todas las gentes, que salud dé al enfermo y al que pena consuele, del que amó los recuerdos avive, y sea mentor del no [4] enamorado. Que en absoluto nadie escapó o escapará del Amor mientras exista hermosura y ojos para verla. Pero a nosotros el dios nos permita, con el alma sana, poner por escrito las pasiones ajenas 4 .
1 Un estudio detallado del tipo de introducción a que responde ésta, con una écfrasis , puede leerse en el artículo de O. SCHISSEL VON FLESCHENBERG , «Die Technik des Bildeinsatzes», Philologus 72 (1913), 83-114.
2 Tópico del parangón entre pintura y poesía, de antiquísimo arraigo en la literatura griega, y resumido en el célebre «ut pictura poesis» horaciano.
3 Es difícil imaginar que no tenga Longo en la memoria un pasaje como TUCÍDIDES , I 22, 4.
4 Para la interpretación, cf. nuestras «Notas sobre Longo», Habis 10 (1979), § 2.1, en prensa.
LIBRO PRIMERO
Mitilene es una ciudad de Lesbos, grande y bella, [1 ] pues está dividida por canales, circulando en su interior el mar, y la engalanan puentes de pulida y blanca piedra. Cabría pensar que se ve no una ciudad, sino una isla 5 .
A unos doscientos estadios 6 de esta ciudad de Mitilene [2] había una finca de un hombre adinerado, la más bonita propiedad: montes criaderos de caza, llanadas de trigales, colinas de viñedos, pastos para el ganado. Y a lo largo de una playa dilatada, de muelle arena, batía el mar.
Cuando en esta finca apacentaba el rebaño un cabrero, [2 ] por nombre Lamón, encontró un niño al que una de las cabras daba de mamar. Había un encinar y maleza poblada de zarzales con hiedra errante por encima y blando césped, en el cual el crío yacía. Allá la cabra corriendo de continuo iba a desaparecer una y otra vez y, dejando a su chivo abandonado, se demoraba junto a la criatura.
[2] Atento está Lamón a estas idas y venidas, compadecido del chivo descuidado. Y en el apogeo del mediodía, yendo en pos del rastro, ve a la cabra que cautelosamente lo tiene con sus patas rodeado, para, al pisar, no ocasionarle con las pezuñas ningún daño, y al niño que, como del seno mismo de su madre, el hilo [3] de leche succionaba. Con el asombro que era natural, se les acerca y descubre a un varoncito, robusto y lindo, entre pañales mejores que la suerte de un niño abandonado. Pues había una mantilla de púrpura, un broche de oro y una espadita con empuñadura de marfil 7
[3 ] A lo primero se le ocurrió, llevándose tan sólo las prendas de identificación, no atender a la criatura. Luego, avergonzado de no imitar en humanidad ni aun a una cabra, y esperando la llegada de la noche, lleva todo, las prendas y el niño y hasta la propia cabra, [2] ante Mírtale, su mujer. Y a ella, estupefacta ante la idea de que las cabras paran niños, todo se lo explica: cómo lo encontrara abandonado, cómo lo viera alimentarse, cómo se avergonzó de dejarlo para que muriese allí. Siendo ella de igual parecer, esconden los objetos que acompañaban al expósito, aceptan la criatura como suya y confían a la cabra su crianza. Y a fin de que también el nombre del niño pareciese el de un pastor, acordaron ponerle Dafnis.
Pasados que fueron ya dos años, un pastor, de nombre [4 ] Driante, que apacentaba ganado en campos aledaños, tropieza también él con hallazgo y espectáculo parejos. Había una gruta dedicada a las Ninfas, un gran peñasco hueco en su interior, por fuera redondeado 8 . Las imágenes de las propias Ninfas habían [2] sido labradas en piedra: los pies descalzos, brazos desnudos hasta la altura de los hombros, las cabelleras sueltas hasta las gargantas, un cinto en torno al talle, despejado el ceño por una sonrisa. El aire del grupo era el de un corro de danzantes.
La cueva arrancaba desde el centro exacto de la [3] gran peña. Y el agua que del manantial borboteaba se vertía en forma de arroyuelo, de suerte que delante de la gruta también se extendía un prado delicioso, al nutrir la humedad abundante y tierna hierba. Y estaban allí consagrados, como exvotos de viejos pastores, colodras, flautas, zampoñas y caramillos 9 .
A este santuario de las Ninfas una oveja recién parida [5 ] acudía con tal asiduidad que en muchas ocasiones se la creyó perdida. Con la intención de corregirla y hacerla retornar a las buenas costumbres anteriores, Driante, combando una atadura de verde varilla de mimbre a manera de lazo, se allegó a la peña para atraparla allí. Mas de cerca no alcanzó a ver nada de [2] lo que había esperado, sino a aquélla, que le daba a una criatura la ubre del modo más humano para que sin escatimar mamara de su leche, y a ésta que, sin llorar, ansiosamente pasaba de la una a la otra ubre su boca limpia y reluciente, pues la oveja con su lengua le lamía la cara en cuanto se saciaba de alimento. [3] Hembra era el pequeñuelo éste y también la acompañaban pañales y prendas destinadas a ser reconocidas: una cofia bordada en oro, zapatos dorados y ajorcas de oro para los tobillos 10 .
[6 ] Con la idea de que su hallazgo era algún designio divino y con la oveja de maestra en compasión y amor a la criatura, la alza entre sus brazos, pone a buen recaudo en su zurrón las prendas y ruega a las Ninfas que sea de feliz augurio la crianza de la que bajo su [2] amparo había estado. Y al llegar la hora de recoger el hato y llegado que hubo a la majada, le cuenta lo que viera a su mujer, le enseña lo encontrado, la anima a tenerla por su hijita y, sin dar cuenta a nadie, a criarla [3] como propia. Y Nape (que así se llamaba), al punto, fue una madre que puso tal amor en la pequeña cual si temiera que la oveja fuese a avergonzarla. Y también ella le da, para evitar sospechas, un nombre de pastora: Cloe 11 .
[7 ] Estos niños crecieron prontamente y en ellos resaltaba una belleza en nada rústica. Ya tenía el uno quince años y ella dos menos, cuando Driante y Lamón en una [2] misma noche tuvieron este sueño: les pareció que las Ninfas de la gruta aquélla de la fuente, en que Driante hallara a la pequeña, ponían a Dafnis y a Cloe en manos de un rapaz presuntuoso y guapo, con alas en los hombros y dardos y un arco diminutos. Y que el rapaz, con un toque a ambos de una saeta solamente, les ordenaba apacentar en adelante, a él el rebaño de las cabras, a ella las ovejas.
La visión de este sueño los afligió, porque pararían [8 ] en pastores y cabreros 12 los que por la calidad de sus pañales estaban llamados a un destino superior, en atención al cual con mesa más escogida los criaban y habían hecho que aprendieran las letras y todo cuanto de bueno la vida del campo permitía. Pero su parecer fue seguir los dictados de los dioses, por cuya providencia se habían salvado. Se dan cuenta mutuamente [2] de su sueño y hacen un sacrificio al lado de las Ninfas en honor del mozalbete de las alas (pues no sabían su nombre) y los mandan de pastores con sus hatos, no sin enseñarles cada cosa: de cómo hay que llevarlos al pasto antes del mediodía y luego de que afloje la calor 13 ; de la hora de abrevarlos, de la de traerlos de [3] vuelta a la majada; con cuáles se ha de echar mano del cayado, con cuáles sólo de la voz. Y ellos con mucho gozo lo aceptaban, como elevado mando, y en cabras y en ovejas pusieron más amor que es de uso entre pastores, la una porque el estar a salvo a una oveja atribuía, el otro por tener en la memoria cómo, abandonado, una cabra lo criara.
Érase el comenzar la primavera 14 y todas las flores [9 ] mostraban su esplendor, en los sotos, en los prados y en los montes. Había ya rumor de abejas, gorjeo de los pájaros cantores, brincos de recentales: los corderos retozaban en las lomas, zumbaban en las praderas las abejas, las espesuras resonaban con el trino de las [2] aves. En todo reinaba tan bonancible tiempo que, tiernos y juveniles como eran, se pusieron a imitar cuanto escuchaban y veían. Si oían el canto de los pájaros, cantaban ellos; si contemplaban a los corderos respingando, saltaban ágilmente, y, también por querer emular a las abejas, recogían las flores y unas se las echaban al regazo y otras, entretejidas en menudas guirnaldas, las llevaban a las Ninfas.
[10 ] Comunes eran todos sus actos a fuerza de acudir a vecinos pastizales. Muchas veces Dafnis reagrupaba las ovejas que se apartaban del rebaño, muchas veces era Cloe la que hacía descender desde los riscos a las más atrevidas de las cabras. Y también uno guardaba ambas manadas, cuando el otro se enfrascaba en un juego. Y estos juegos suyos eran los propios de pastores [2] y de niños. Ella salía a recoger de algún paraje tallos de asfódelo 15 y tejer una jaula para grillos y, atareada en esto, desatendía sus ovejas. Él cortaba finas cañas, agujereaba los tramos entre nudos y, soldándolos con blanda cera, se ejercitaba en tañer su [3] flauta hasta que era anochecido 16 . En ocasiones incluso compartían su leche y vino, y de las meriendas, que llevaban de casa, hacían plato común. Y antes se habría visto sus ovejas y sus cabras unas de otras separadas que a Cloe de Dafnis.
Pero mientras se dedican a semejantes juegos Amor [11 ] se ingeniaba para darles desazón de esta manera:
Una loba, que criaba unos cachorros y urgida de buscar pitanza para darles el sustento, de los campos vecinos sustraía abundantes presas de otros rebaños. Se reúnen, pues, los aldeanos. Por la noche cavan fosos [2] de una braza de ancho por cuatro de hondo. Desparraman, llevándola a distancia, la mayor parte de la tierra removida y, tendiendo varas secas y alargadas para cubrir la zanja, esparcen el resto de la tierra hasta dar la apariencia que el suelo tenía antes. De tal modo que, con una liebre que a la carrera cruce, quiebre las ramas, menos resistentes que pajuelas, y entonces se averigüe que no había tal suelo sino un remedo solamente 17 .
Pese a que excavaron muchos hoyos así, tanto en los [3] montes como en los llanos, no lograron capturar a la loba, pues no se le escapaba que aquél era un suelo artificial. Pero sí hicieron perecer muchas cabras y ovejas, y por poco a Dafnis de este modo:
Unos machos cabríos en pleno celo se pusieron a [12 ] luchar. A uno de ellos de resultas de un choque más violento se le quiebra un cuerno y, dolorido y resoplando, emprende una huida que el ganador, yéndole a la zaga, no le deja detener. Dafnis, con sentimiento por el cuerno roto, a la vez que irritación por la arrogancia, toma un palo y el cayado y tras el perseguidor se lanza en persecución. Y como lo mismo el que escapaba [2] que el que furibundo perseguía no acertaban a distinguir con precisión lo que pisaban, caen los dos en una zanja, por delante el macho y detrás Dafnis. A Dafnis justamente lo libró que el buco le sirviera de sostén en su caída.
[3] Quedó, pues, el muchacho entre sollozos a la espera de que alguien, si pasaba, fuera a izarlo. Pero Cloe, que vio lo sucedido, se presenta a la carrera junto al foso, se entera de que vive y reclama el socorro de un [4] vaquero de los campos cercanos. Éste llega y busca una soga tan larga que, sujeto a ella y a tirones desde arriba, pueda salir Dafnis. No había cuerda ninguna, pero Cloe, soltándose el ceñidor 18 , se lo alarga al vaquero para echarlo, y así los dos en el borde se pusieron de pie a tirar. Y Dafnis trepó ayudando con las [5] manos a sus tirones del ceñidor, e izaron también al macho desdichado, que tenía quebrados los dos cuernos: ¡tanto expió por el buco derrotado! Al vaquero se lo dan agradecidos en recompensa para ser sacrificado, y se aprestan a fingir un ataque de los lobos si alguien de sus casas lo echa en falta.
De regreso pasan revista a sus ovejas y sus cabras, y una vez que han averiguado que tanto unas como otras siguen paciendo en orden, sentados en el tronco de una encina miran a ver si Dafnis, de la caída, sangra [6] en alguna parte de su cuerpo. No había desde luego herida alguna ni sangraba, pero tenía cubiertos de tierra y de barro el pelo y el resto del cuerpo. Y decidieron que se lavara antes de que Lamón y Mírtale cayeran en la cuenta del suceso.
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