Daniel Sorbellini - Daniel Omar Sorbellini - E-Book

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Daniel Omar Sorbellini

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Beschreibung

El fútbol para un argentino es mucho más que un deporte. Ni siquiera podríamos describirlo sólo como una pasión, ya que la relación con la pelota excede al momento en donde rueda por el césped. Es en realidad una conexión permanente que se transforma en un estilo de vida. El hincha argentino organiza su fin de semana dependiendo del día y horario que juega su club. Repasa una y otra vez en su cabeza cuál es la formación ideal para ganar ese partido vital. Los primeros días de la semana los reserva para hablar de las vicisitudes del último encuentro, para encarar los últimos días hablando del rival que se viene y cómo debería jugar para vencerlo. El fanático se pasea por el barrio con los colores de su club como quien viste un uniforme, como el chico que va prolijo en guardapolvos al colegio, porque siente orgullo por contarle a todos que es hincha de ese cuadro, porque no logra comprender cómo el resto de las hinchadas no comprenden que la suya es la más fiel, la más sufrida, la más seguidora... El hincha está contento cuando su equipo gana, y se siente dolido en lo más profundo cuando pierde. Daniel Sorbellini encarna todos esos sentimientos en Historias de un hincha de Lanús. Un fiel reflejo de lo que siente el hincha argentino, con el agregado de acompañar a un equipo que se forjó humilde en las categorías del ascenso y que creció hasta llegar a conquistar América. Todo este glorioso recorrido se dio con Daniel en el medio de la barra 14, alentando y acompañando a todos lados, como corresponde. Se trata de un repaso por todas sus anécdotas futboleras, de lo que le significó cada resultado, cada título, cada descenso, durante más de cincuenta años de tribuna. Y cómo ese acompañamiento influyó en su familia, en sus amigos, en su trabajo. Un repaso con el cual cualquier hincha se sentirá representado y emocionado…

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Daniel Omar Sorbellini

Daniel Sorbellini

Historias de un hincha de Lanús

Sorbellini, Daniel Omar Daniel Sorbellini : historias de un hincha de Lanús / Daniel Omar Sorbellini. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5014-9

1. Ensayo. I. Título. CDD 808.883

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

QUIEN SOY

LA PASIÓN DE UN HINCHA

EL INICIO DE LA PASIÓN(AÑO 1974–1976)

EL PEOR MOMENTO DEL GRANA (1977–1981).RESURGIRÍAMOS DE LAS CENIZAS

EL AVE FÉNIX (1982–1990)

LA GENTE EMPEZABA A CAMBIAR LA HISTORIA. EL PARTIDO CON RACING NO FUE UNO MÁS.

PRIMER TRIUNFO DEL ROJO DE ESCALADA EN LA ERA PROFESIONAL

APARECE EL NACIONAL B

EL SUEÑO DEL ASCENSO SÓLO NOS DURÓ LA PRIMERA RUEDA

LA BATALLA DEL CHACO

LA VUELTA A PRIMERA

LE VOLVEMOS A GANAR A LOS DE ISIDRO CASANOVA, ALMIRANTE SUFRE NO PODER ASCENDER.

SIN BRILLO SOLO NOS AFIANZAMOS

PARA AQUELLOS QUE SUEÑANCON UN EQUIPO CON VOLUMEN DE JUEGO,LES PRESENTO A LANÚS

EL PRIMER TÍTULO INTERNACIONAL:COPA CONMEBOL 1996.

LOS CHICOS CRECEN: LANÚS TIERRAS DE GUAPOS (LO DIJO RUGGERI)

ÉPOCA DE SEQUÍA (1998–2001)

LA PROMOCIÓN DEL 2002.LA INVASIÓN A SAAVEDRA

PREVIO AL INICIO DE LA NUEVA ERA (2003–2006)

CAMBIA, TODO CAMBIA

EL EQUIPO DE RAMÓN, UN SUEÑO HECHO REALIDAD

NOS DESCONECTAMOS DEL CABOTAJE

LA PARTIDA DE ROIG

SALIR CAMPEÓN NO ES FACCIOLI

NO ENCONTRÓ EL EQUIPO EL CHUCHO.LO PERDONAMOS.

ERA EL DESCENSO DEL CICLÓN, PERO LO SALVÓ UN MILAGRO: BANFIELD Y SUS DIRIGENTES

GUILLERMO DEJÓ CLARO QUE NOS FALTABA HAMBRE DE CAMPEÓN

CAMPEÓN SUDAMERICANODE LA MANO DEL GUILLE

LO QUE PERDIMOS EN JAPÓN Y LA GUAPEADA HISTÓRICA EN EL NORTE DE BRASIL

A BUSCAR MÁS COPAS

COPA RECOPA IDA EN LA FORTALEZA

COPA RECOPA VUELTA EN EL NORTE DE BRASIL

FESTEJEMOS LOS 100 AÑOS, ES UN MOMENTO PARA SEGUIR SUMANDO ESTRELLAS

UNA APLANADORA GANANDO FINALESCON LA VALLA INVICTA

LA GRAN FINAL 2016

COPA BICENTENARIO. AVELLANEDASE VISTIÓ DE GRANATE

EL FAMOSO RIVER DE NAPOLEÓN DE RODILLAS

FINAL DE LA COPA LIBERTADORES. IDA.

FINAL DE COPA LIBERTADORES. VUELTA.

SE DESARMÓ LA MÁQUINA, PERO QUIÉN NOS QUITA TANTA ALEGRÍA

LIGA FEDERAL DE BÁSQUET Y FÚTBOL FEMENINO:DOS FINALES POR EL ASCENSO, ALLÁ VAMOS, SIEMPRE ALENTANDO AL GRANA

SE HUNDE EL BARCO, NOS ACECHAEL FANTASMA DE LA B

TORNEO FEDERAL DE BÁSQUET. NO PODEMOS SUBIR, SEGUNDA FINAL PERDIDA.

LLEGÓ LA PANDEMIA

FINAL COPA SUDAMERICANA

ARRANCA OTRA ILUSIÓN

LOS GRANDES TÉCNICOS DEL GRANA

HISTORIAS REALES DE UN HINCHA

SE SALVARON LAS MANZANAS

PERMISO POR FALLECIMIENTO

FAMOSO EL GRANA

LA CONTRASEÑA ERA GRITAR… ¡¡¡SODERO!!!

FERRO DESCARRILÓ

NOS LARGARON LOS PERROS

PLATEA PREFERENCIAL EN ZÁRATE

REGRESO COPADO DEL GALLINERO

NO VOY EN TREN, EL COLECTIVO ES MÁS SEGURO

MILAGRO, MARITO DESAYUNO LO QUE QUERÍA

LA MANO SALVADORA

DESALOJO FORZADO

SECTOR LOCAL OCUPADO

EL DÍA QUE CORRIÓ EL LOCO FIERRO, DE GIMNASIADE LA PLATA

SALIENDO POR LA LOCAL, JUGANDO DE VISITANTE

A CINCO METROS DE LA POPULAR LOCAL

LA EMBOSCADA

MÁXIMA TENSIÓN CARA A CARA

SOLDADO QUE RETROCEDE SIRVE PARA OTRA GUERRA

REJA DE POR MEDIO SOMOS TODOS GUAPOS

SALVANDO UN GRANATE

HECHO HISTÓRICO, UNA AVALANCHA EN LA TRIBUNA MAURIÑO

COMO LOS ROMANOS

ENTRANDO DE VISITANTE POR LA TRIBUNA LOCAL

LA DESPEDIDA

A mi familia, que comprendió, acompañó y heredó mi pasión por el Club Atlético Lanús

QUIEN SOY

Mi nombre es Daniel Omar Sorbellini. Soy un tipo común, que tiene alegrías y problemas como cualquier otro. Que labura todo el día para poder darse algún gustito y para que a mi familia no le falte nada. Y con una pasión inexplicable: El Club Atlético Lanús.

Antes de contar cómo es mi relación con Lanús quiero hablar un poco sobre mí. Nací en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires. Tuve una infancia típica de cualquier barrio del conurbano, en donde los padres se desloman para que sus hijos puedan estudiar, trabajar, ser decentes.

Cursé la primaria en la escuela 24 de Lanús (ubicada en Albariños y Suipacha) y la secundaria en el Medio Caño de Remedios de Escalada. Fue allí donde comenzó mi amor por el Grana, pero eso lo voy a contar más adelante. A los 18 años la colimba me interrumpió el estudio. La hice en Punta Alta como infante de marina. No fui a la guerra de Malvinas por pocos meses, yo terminé el servicio en septiembre y la Guerra comenzó en abril.

Aprendí a jugar al fútbol en la famosa cancha de JANA, que estaba ubicada en la esquina de las calles Héroes de Malvinas y Aguapey (hoy pertenece al cementerio de Lanús). A mis trece años obtuve mi mayor logro como futbolista amateur: con mi equipo Centro de Empleados de Comercio de Lomas conseguimos el segundo puesto en el famoso torneo Evita, en el cual participaban más de 200 equipos. Jugaba de wing derecho, aprovechando mi habilidad y velocidad. En la final perdimos 2 a 1 con un gol mío.

Me fui haciendo grande y empecé a ganarme el mango solo. Trabajé en una bulonera en Avellaneda durante varios años para luego desempeñarme en los talleres del ferrocarril Roca, que quedan en Remedios de Escalada. Son los talleres que después le dieron el nombre al club que muchos años fue rival nuestro. Allí estuve cuatro felices años donde fundamentalmente tuve compañeros que luego fueron amigos como el Cholo, Bolsita, el Lobo, el Viejo Mayo, Sánchez, el Flaquito Torres y el Tierno.

En los tres años siguientes trabajé en Keipers, cerca de la Cubetera (cancha de Banfield) y en una fábrica de perillas de plástico de unos alemanes cuyo edificio tenía más de cien años. Luego, fui sodero en la sodería de Vázquez, en un recorrido mayormente en Lanús Este, excepto los miércoles que me tocaba desfilar por la fría y desolada Banfield. Allí trabajé casi treinta años, en donde conocí muchos clientes que ni siquiera sabían mi nombre, pero sencillamente era conocido como “el hincha de Lanús”. Con cada vecino que me cruzaba se armaban charlas en torno al Grana, con apuestas y chicanas. Nunca faltaba el “este domingo les ganamos”, acompañados por varios bocinazos del camión. En la sodería tuve otros grandes compañeros como Luciano, el Santiagueño, Damián, Lautaro, el Supervisor Juan Chapetta, Betito, Tomy, Walter, Tito, César, Andrés, Don José, los pibes de Chingolo, Gere, Timo, el Avispón o el Sátiro sólo para nombrar a algunos. Como también eran espectaculares los dueños de la empresa: Osvaldo, Liliana y en especial mi jefe Maxi, un lujo de persona.

Luego de tantos años decidí independizarme manejando un Uber, dando cátedra con un teléfono de los viejitos llevando a mis queridos vecinos y a empleados de algunas empresas de la zona. Siempre batallando, siempre luchándola…

Mi familia es muy importante para mí. En 1985 me casé con Mónica, con quien soy muy feliz y tengo dos hijos: En 1987 nació Ariel, mi compañero de mil aventuras en la cancha. En 1991 nació Sabrina, que no estuvo siempre conmigo en la Fortaleza, pero la quiero como si así lo hiciera. Mónica me acompañó en la vida y también en varias anécdotas de cancha que voy a contar. Siempre fue mi sostén.

En cualquier etapa de mi vida siempre estuvo presente Lanús. El Grana me vio cambiar de laburo, tener familia, crecer, madurar. Hasta llegar a esta etapa en la que quiero hacer un repaso de mis vivencias durante más de cincuenta años de tribuna, que no son pocos. Ya planté un árbol, formé una familia feliz y me faltaba escribir un libro. Mi experiencia en la cancha merecía ser escrita, porque es la historia de un hincha común. Y merece ser contada.

LA PASIÓN DE UN HINCHA

Ese nosequé de la cancha, que te lleva a costumbres ineludibles. Siempre estar parado en el mismo lugar en la tribuna, con el mismo gorrito… Hablar de Lanús con gente de la que ni sabías el nombre, y con el pasar de los años empezás a charlar de otras cosas y generás una amistad originada en la tribuna, que perdura para siempre. Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre. De algo estoy seguro: desconocen la verdadera pasión del hincha.

Mi relación con el fútbol comenzó gracias a mi viejo. Él no era el fanático en el que me convertí, pero seguía a River. Como vivíamos cerca de la cancha de Lanús, me llevaba cada vez que los Gallinas jugaban ahí. Sólo una vez fuimos al Gallinero en la tribuna visitante, que tenía la mitad de la capacidad que la actual. Era una tardecita del invierno de 1972 con bastante público Granate.

Fue mientras cursaba el primer año del secundario la primera vez que fui a ver al Grana por las mías. Tenía 14 años. Todos mis compañeros eran hinchas de Temperley, de Los Andes, de Talleres de Escalada y de Banfield. Para llevarles la contra, fui a ver a Lanús con mi amigo Rubén “El Brujito” Vallejos. Fue una experiencia inolvidable y que nunca más abandoné.

Desde aquellos comienzos duros en el ascenso, en donde los resultados no acompañaban y éramos apenas un pequeño equipo de barrio, hasta los posteriores en donde la vida dio revancha y pasamos a ser el club de barrio más grande del mundo. Sólo 28 equipos fueron campeones en la Primera División del fútbol argentino y el Grana es uno de ellos. Y son trece los que lograron algún título internacional. Yo pude vivir ambas alegrías desde la tribuna.

¡Cuánta agua ha pasado por debajo del puente! Muchos recuerdos que te erizan la piel, siempre tras un resultado que nos da una sonrisa o te la quita. Años de anécdotas que fueron modificándose a lo largo del tiempo…

EL INICIO DE LA PASIÓN(AÑO 1974–1976)

El sábado 4 de mayo de 1974 a los catorce años de edad fue mi primera vez viendo al Grana como hincha. Fue un 1 a 1 contra Los Andes en la tribuna local, que en ese momento era de madera. Comenzó ganando el Rojo de Lomas 1 a 0 y sobre la hora llegó el empate tan deseado, que fue como una fiesta para nosotros. Como comenté, yo estaba con mi amigo El Brujo, con quien disfrutábamos del momento. De repente, vimos que una bandera del Mil Rayitas daba vueltas entre la gente, lo que nos llamó la atención.

En esa época, las tribunas no estaban separadas como ahora. Si bien había separación por hinchadas, la realidad es que cualquier persona podía acceder al sector que quisiera. Fue así que varios hinchas de Los Andes se cruzaron a nuestra tribuna para recuperar el trapo. “La tiene el de campera negra”, se escuchó decir. Los de Los Andes se acercaron dispuestos a todo, revoleando piñas a quien estuviera por allí. Como era de esperarse, ligué un golpazo en la nuca que me dejó boleado. Cuando me recuperé, me di cuenta de que fue una sensación que me había encantado. Esa adrenalina de defender a tu equipo sea como sea y cueste lo que cueste. Ese era mi lugar en el mundo y no lo iba a abandonar. Al día siguiente, con El Brujo cargamos a todos nuestros amigos hinchas del Mil Rayitas porque les hicimos el trapo. Nuestra relación con la hinchada acababa de comenzar.

En 1975 el equipo había mejorado mucho, lo que permitió que lleguemos al octogonal que definía un ascenso. Nos tocó jugar contra Platense en el Viejo Gasómetro de Boedo, sin dudas la cancha con tribunas de madera más linda que vi. Allí jugaríamos varias finales en la década del 70. Lamentablemente perdimos ese partido y, después del juego, se descontroló la situación en las cercanías del estadio. No sólo se armó una gran pelea, sino que varios de la hinchada salieron a afanar a algunos negocios cercanos y empezaron a repartir el botín. Como yo estaba por ahí, me quisieron dar algunas cosas robadas a lo que yo lógicamente no accedí. El problema es que justo apareció la Policía y nos metió a todos en cana. Fue mi primera estadía en una comisaría.

Rápidamente se demostró que yo no tenía nada que ver, todos los testigos dijeron que yo no había hecho nada y me largaron. Además, era menor de edad. Lo bueno fue que varios hinchas mayores que yo conocía quedaron adentro y empezaron a darme dinero a cambio de que yo avisara a sus familiares que estaban presos. Eran épocas en las que el WhatsApp no existía y no quedaba otra que depender de un teléfono y no había. ¡Se puede decir que ayudé a varias familias!

¡En 1976 por fin llegamos a Primera! Lo que siempre había soñado desde que empecé a ir a la cancha se dio, como no podía ser de otra manera, en el Viejo Gasómetro. Fue contra Almirante, a quien derrotamos por 2 a 0. En la cancha fuimos muy superiores, pero mucho más en la tribuna. Ellos ocupaban la popular visitante, en donde también había hinchas de River, Platense y Morón. En la local estábamos los del Grana y algunos simpatizantes de Racing, Independiente, Temperley, Banfield, El Porvenir y otros más. Es que en esa época había mucha pica entre los cuadros del sur, pero siempre se apoyaban entre sí cuando había partidos contra otras regiones.

A la salida del partido, como era de esperarse, se dio nuevamente un cruce de parcialidades. No sé cómo, con El Brujito otra vez quedamos en medio de la trifulca. Por esas cosas de la vida pasaba por ahí Perico, el hermano del Brujito. Cuando nos vio, prácticamente nos llevó de las orejas del lugar. De todas maneras, terminó todo bien, con un gran festejo en la sede del club.

En ese torneo nos había tocado jugar contra Almirante Brown de visitante. Como todo adolescente tenía mis mentiras y sobre todo si de fútbol se trataba. Como me imaginaba que no me iban a dejar ir, dije en casa de mi abuela que iba a ver un partido en Remedios de Escalada, pero sin dudarlo enfilé hacia San Justo. Se armó también una gran pelea en donde todos los hinchas de Lanús tuvimos que retroceder una o dos cuadras porque ellos eran cada vez más. Llegamos hasta una plaza al grito de “¡Aguante Lanús!”. Ni la Policía podía controlar los disturbios, que luego terminaron en la estación de Isidro Casanova. Por todas estas cosas llegué a mi casa como a las 22, cuando debería haber llegado mínimo dos horas antes. Gracias a mi abuela que siempre me consentía, zafé de las represalias de mis padres. Ir de visitante a estadios como el de Almirante era algo incalculable, porque siempre tuvo una hinchada numerosa y combativa.

EL PEOR MOMENTO DEL GRANA (1977–1981).RESURGIRÍAMOS DE LAS CENIZAS

El año 1977 fue el primero en la A fue muy complicado. En esa época se notaba mucho la diferencia entre la primera y el ascenso. Nos tocó pelear siempre abajo y terminamos descendiendo. Realmente no lo merecimos, pero nos tocó pelearla con Racing y Platense. A buen entendedor pocas palabras...

Faltando dos fechas para el final jugamos en Avellaneda contra Independiente, que estaba peleando el campeonato. Les empatamos 1 a 1, lo que nos daba mucha esperanza. Nos fuimos del estadio festejando a full por la calle Cordero. En la última fecha jugamos contra Rosario Central. Perdimos por 1 a 0 y Racing le ganó a Platense, por lo que se definió el descenso en partido único en el Viejo Gasómetro contra los Calamares.

En todo el encuentro contra el Calamar Lanús fue mucho más, hasta un tiro en el travesaño del famoso Pachamé (un ex Pincharrata) tuvimos, pero no logramos desnivelar y fuimos a los penales. Fue una de las definiciones más largas que vi en mi vida, en total se patearon once penales por lado. Varios jugadores erraron, al punto que los Tirapiedras se iban de la tribuna, pero nuestros jugadores también erraban, entonces volvían corriendo. Finalmente nos ganaron 8 a 7. Hasta el cielo lloraba por el descenso. Se largó una lluvia descomunal. De nuevo a pelearla en la B. El club reclamó el partido porque un jugador del Calamar pateó dos penales cuando el reglamento dice que tienen que patear todos una vez y recién ahí volver a patear. La AFA reconoció que Lanús tenía razón, pero apenas nos indemnizó con dinero después de varios años de aquella triste noche.

En ese torneo tuvimos una anécdota de cuando jugamos en La Bombonera. Después de muchos años la hinchada llevó más de treinta bombos gracias a un sindicato. Sus directivos estaban muy metidos en el peronismo entonces los pudieron conseguir fácilmente. Ese día llenamos la segunda bandeja y fue una fiesta. Cuando estaba por comenzar el partido se hizo un minuto de silencio porque había fallecido un bostero en Campana. Por qué no se mueren todos digo yo… Durante ese minuto la banda del Grana cantó sin parar y parece que eso molestó bastante. A la salida del estadio se armaron altos disturbios que siguieron hasta el hall central de la estación Constitución y después siguió en el tren.

En 1978 no sólo estábamos en la B, sino que la situación económica del club cada vez era peor. Nuestro único patrocinante era la empresa Sasetru, de la calle Madariaga. Ese año se cerró porque fue intervenida por el Gobierno Militar, por lo que nos quedamos sin ese ingreso y al borde de la quiebra.

En la primera fecha nos tocó de visitante de nuevo contra Almirante, los a prueba de balas. Como siempre, yo seguía al equipo a todos lados. Esta vez no éramos más de cincuenta, el impacto del descenso había pegado fuerte. Cuando llegamos a la cancha, los de Almirante nos estaban esperando. Sólo nos separaba una ruta: De un lado nosotros, del lado una enorme cantidad de ellos. El Misionero, con los huevos de siempre gritó –“Vengan, acá estamos”– a pesar de la inferioridad numérica. En nuestro grupo estaba Roig, que era Policía y por ello siempre estaba armado y metía corcho cuando hacía falta. Como siempre, ese día fue al frente y ellos retrocedieron. Aprovechamos ese momento para subirnos al primer colectivo que pasaba por ahí. ¡Los de Almirante avanzaron con arma en mano y se pusieron a apuntar al colectivero para que todos bajaran! Por suerte el chofer aceleró y pudimos escapar. Yo terminé bajando en Morón. El Brujo se había subido a otro colectivo que andaba por ahí y terminó en Ramos Mejía.

Hablando del Gallo, también nos tocó de visitante contra ellos en ese torneo. Fue otra tarde picante, en donde sus hinchas nos quisieron correr de nuestra tribuna, pero no pudieron. Cuando fuimos a la estación de tren de Morón para volver, todos ellos estaban en la plataforma. Se puso pesado, pero terminó tranquilo. De nuevo, las tardecitas del ascenso…

En cuanto a lo futbolístico, pasó lo peor: a pesar de que todos creíamos que íbamos a pelear el retorno a Primera, la realidad es que peleamos por no descender. Y ni siquiera fue pelea, porque mansitos nos fuimos a la C. Increíble… La definición fue nuevamente en Boedo, esta vez contra Villa Dálmine. Perdimos 2 a 0 en un partido con lluvia y a pesar de que alentamos como nunca. Ellos eran apenas un puñadito de hinchas…

Claramente ahora sí habíamos tocado fondo. Nos esperaba la Primera C. Ese año Argentina era campeón del mundo, con una fiesta celeste y blanca en el Obelisco. La Selección en lo más alto y mi querido Granate tocando fondo. Para completarla, Talleres de Escalada fue campeón de la C y ascendió y Quilmes campeón de primera A, un lindo batacazo. Los indios cerveceros metieron alta fiesta.

Una tarde, nos cruzamos con ellos en Constitución. Nosotros veníamos de Floresta y ellos de Victoria. El andén explotaba. Ellos eran miles porque estaban peleando el título. Lentamente fuimos subiendo al tren. Cuando se puso en marcha, llegó la hora de copar la parada. Entre todos empezamos a gritar “Dale Lanuuuuuús” y, como era de esperarse, se nos vinieron encima. Como siempre el que más actuó fue Roig, que desparramó cerveceros por todos lados.

1979 fue el primer año en la C y, como era de esperarse, lo peleamos hasta el final. Pero lamentablemente nos quedamos con las ganas del ascenso porque apareció Deportivo Español y nos sopló el título.

Lo mejor de ese año fueron las canchas que conocimos, siempre plantándonos ante quien fuera. Como en la avenida Debenedetti cuando jugamos contra el Docke o en el puente de la Isla Maciel al compás del tamboril. O los cruces con Temperley en cualquier estación del Roca.

También estuve presente en la goleada por 6 a 1 ante el famoso club Pirañas. Había subido a la C en 1978, medio por decreto; en 1979 volvió a la D; en 1980 descendió y por ende lo desafiliaron. Nunca más volvió a competir. Se comentaba que los predios del club fueron usurpados por los narcos de la zona de Parque Patricios.

En 1980 me tocó hacer la colimba en Punta Alta. Me pasaba los días tratando de hablar con Mónica, con quien en esa época estábamos de novio, y escuchando los resultados de Lanús en la radio. De nuevo los equipos de primera C eran muy flojitos, pero increíblemente apareció el Gallito de Morón. Con muy poca historia ganadora, con un equipo normalito, se llevó el ascenso a la B.

Ese año la hinchada del Grana volvió a copar las canchas. Evidentemente el golpe del descenso duró todo un año. Es que era duro viajar a canchas chiquitas y desconocidas. En una oportunidad, viajando en tren para Adrogué, vimos en los últimos vagones un montón de hinchas con camisetas verde y blanca, muy parecidas a las de Banfield. Fuimos a buscarlos para aguantar, pero nos dijeron “muchachos, frenen un poco, nosotros somos de Ituzaingó”. Es que ni conocíamos los clubes, no pegábamos una.

La mayoría de los clubes directamente no tenían cancha o no podían jugar de local por no llegar a albergar 2.000 personas. Muchas veces jugamos de visitante en el estadio de Atlanta en Villa Crespo o en la Quema de Parque Patricios.

Creo sinceramente que el plantel, la gente y el club se dieron cuenta que esto no daba para más. El Grana era demasiado grande para estar en la C. Por eso se preparó todo para pelear de lleno al año siguiente.

En el torneo de 1981 el empuje de la gente fue infernal, explotando todas las canchas. El gran candidato al título era Chacarita, con muchos años en primera y un lindo equipo. De hecho, fue puntero casi todo el torneo. Recién faltando pocas fechas pudimos sacarle la punta, gracias a que les ganamos en el mano a mano. Fue gracias a un centro de Lódico puesto como con un guante en la cabeza del sexto goleador de la institución, Claudio “Víbora” Negretti, quien con un frentazo puso el 1 a 0 definitivo. En ese partido se alcanzó el récord de espectadores en la primera C con 22.000 espectadores, récord que aún hoy se conserva.

En ese torneo nos tocó viajar a Zárate para jugar contra Defensores Unidos. La cancha era tan chiquita que nos quedamos sin entradas. Cuando no sabíamos qué hacer, nos dimos cuenta de que junto al estadio había una casa que estaba abandonada. Nos mandamos de una para acceder a la terraza. Desde allí pudimos ver nuestra victoria por 2 a 1 sin inconvenientes.

En la última fecha ya éramos campeones. A la salida del estadio nos fuimos festejando por las vías a saludar a los del Porvenir que jugaban en su cancha. La Policía nos desconcentró de mala manera, pero no les quedaba otra porque éramos un montón. Siempre hubo temas pendientes con los de casaca blanca y negra. Durante todo el torneo cantamos “Tomala vos, dámela a mí, vamo a quemar El Porvenir”. En esas épocas tenían buen equipo y peleaban el ascenso, pero después se derrumbaron. Sabe Dios en qué categoría estarán jugando en la actualidad…

EL AVE FÉNIX (1982–1990)

Año 1982 en la B. Por lo menos la conocíamos un poco más. Estuvimos peleando el descenso, pero sin sufrir de más. Lo único a considerar en ese torneo fue que en la fecha 30 jugamos contra el Ciclón, que había descendido de la A. En ese partido creían que ya eran campeones, pero en la última pelota del partido sacó largo el arquero, Ramón Enrique le ganó al defensor y al portero rival y gol. Final del partido, triunfo y silencio del pueblo cuervo.

El año 1983 fue bueno. Terminamos en el segundo puesto de la zona, que nos permitió clasificar al octogonal. De a poquito se veía que estábamos preparándonos para el ascenso. Finalmente terminaron subiendo Defensores de Belgrano y Deportivo Español.

Lo más anecdótico de ese año fue un viaje a La Plata para enfrentar al Lobo. Fuimos en el colectivo que llaman La Costera con Pity y el Brujo. Ni bien llegamos se armó una batalla campal con los pocos hinchas triperos que había en ese momento y parecía que todo terminaba ahí. Cuando ingresamos al estadio éramos aún muy poquitos. La Policía se metió en la tribuna visitante para sacarnos, pero no podían. Al rato regresaban e insistían, mientras nosotros aguantábamos. De repente se escuchó que alguien dijo: “Tranquilos, aguanten que viene alta monada en el tren Roca”. Efectivamente al rato llegó toda la barra 14 del Grana, que automáticamente desafió a la hinchada tripera. Ambas parcialidades salieron a la calle y se trenzaron junto a la Policía.

El que mandaba en la barra de Gimnasia, más conocida como “la 22”, era el Loco Fierro. Se comentó por ahí que el Brujo lo corrió y tuvo que escapar. Más adelante voy a contar un poco más. Ese día quedó en el recuerdo para todos porque la rivalidad con el Lobo pasó a ser durísima. Además, nos ganaron 5 a 1.

En la revancha en la Fortaleza los triperos no lograron llegar a la cancha porque fueron emboscados en la plaza Ituzaingó. Salieron corriendo hacia la cancha de Banfield para guarecerse, porque mantenían una amistad muy estrecha.

LA GENTE EMPEZABA A CAMBIAR LA HISTORIA. EL PARTIDO CON RACING NO FUE UNO MÁS.

En 1984 nuevamente el equipo estuvo ahí nomás del ascenso, que quedó en manos de Deportivo Español y Gimnasia de La Plata. Tuvimos la mala fortuna de cruzarnos en semifinales del octogonal con Racing, que había descendido el año anterior. Fue una serie muy polémica. La ida se jugó en cancha de Vélez, en donde ocupamos la tribuna local. Muchos de la barra 14 no pudieron ir por el cambio de estadio, por lo que el aguante no fue el de siempre. Ese partido lo perdimos 1 a 0.

La revancha se jugó en la cancha de Independiente. Antes del partido, el arquero Granate denunció que le ofrecieron dinero para ir a menos, supuestamente desde la hinchada de Racing por intermedio de un barra de Lanús. A pesar de esa denuncia, el partido se jugó como si nada. Y, como era de esperarse, hubo varias polémicas durante el encuentro. Por ejemplo, un penal muy dudoso a favor de Racing que nuestro arquero atajó. Sin embargo, lo hicieron patear de nuevo por un supuesto adelantamiento del portero. Esta segunda ejecución sí terminó en gol para poner a Racing 2 a 0 arriba y 3 a 0 en el global. Como era de esperarse ardió Troya en la Doble Visera del Rojo. El partido se tuvo que detener porque la Policía comenzó a tirar gas lacrimógeno. Finalmente se suspendió.

El encuentro se retomó el martes siguiente, esta vez en el estadio de Atlanta. Se iban a jugar dos tiempos de 24 minutos, dividiendo los 48 minutos que quedaban por disputarse. Ese día el aliento de la barra 14 fue espectacular y el equipo estuvo a la altura. De entrada, nomás, gol de Lanús, lo que ponía la serie global 1 a 3; ni bien comenzó la segunda mitad, otro gol granate para ponernos 2 a 3 y todo era una fiesta, estábamos a sólo un gol de los penales. Pero, a falta de seis minutos para el final, el árbitro cobró una falta en la mitad de la cancha que los jugadores de Racing tomaron como el final del partido, por lo que salieron festejando como si hubieran ganado. Obviamente, los jugadores y cuerpo técnico de Lanús reclamaron que faltaban jugar aún seis minutos. Luego de un rato largo de deliberación, se decidió que el partido debía continuar. El problema era que los jugadores de la Academia habían regalado su vestimenta a los hinchas, entonces decían que no tenían el uniforme para seguir jugando. Recuerdo que Víctor Hugo Morales comentaba en su transmisión por radio que entonces Lanús debía pasar a la final. El partido finalmente se suspendió hasta una nueva decisión. Los hinchas de Lanús nos fuimos festejando, realmente creíamos que el triunfo era nuestro… Pero una vez más la AFA definió para el lado de los poderosos. Terminó decidiendo que el partido se terminaba con el resultado de ese momento, es decir Racing ganaba 3 a 2 en el global. Encima Racing en la final perdió contra Gimnasia por goleada, ni siquiera con ayuda pudieron subir ese año.

Hubo también otro partido destacado en ese año. Fue contra Talleres de Escalada. En toda la era profesional jamás nos pudieron ganar en nuestra cancha y ese año probablemente fue el día que más cerca estuvieron. Nos iban ganando 2 a 1 y festejaban muchísimo en esa tarde lluviosa, pero en la última jugada hubo un penal a favor nuestro y empatamos 2 a 2. ¡Cómo festejamos! se cantaba “hacía 38 y hoy hace 39, llueve, llueve”. Un caso curioso es el del Rojo de Escalada: En 1941 bajaron a la B y nunca más subieron a Primera.

PRIMER TRIUNFO DEL ROJO DE ESCALADA EN LA ERA PROFESIONAL

Desde el punto de vista familiar, 1985 va a quedar en nuestra memoria porque formalicé mi relación con Mónica. Nos casamos el 14 de diciembre, comenzando un excelente matrimonio.

Desde el punto de vista futbolístico, hubo un aspecto a destacar: Talleres nos ganó por 1 a 0 en su estadio. Fue un partido que generó miles de cargadas en el sur, pero claramente a los del Grana hasta nos causó gracia, porque esa victoria se dio después de 44 años. Merecen una alegría de vez en cuando.

Ese año fue un torneo largo en donde hicimos una buena campaña, pero no nos alcanzó para subir. El campeón terminó siendo Rosario Central, en un campeonato que se jugó en dos zonas. Nosotros terminamos terceros a dos puntos de San Miguel, el puntero. Ese año fue particular porque nos habían suspendido la cancha por disturbios, por lo que nos tocó pasear por todo Buenos Aires. Generalmente jugábamos de local en Lomas de Zamora, en la cancha de Los Andes. Pero contra Racing nos tocó jugar de local en la Quema de Parque Patricios, en donde le ganamos. Después del partido, cuando nos disponíamos a subirnos al subte de avenida Corrientes, nos cruzamos con la barra de Atlanta, con la que había mucha rivalidad.

Esa campaña presagiaba que íbamos a pelear en serio por el ascenso en algún momento. De hecho, varios jugadores fueron la base del equipo campeón del 89. Además, cada vez había menos equipos fuertes en la categoría. Uno de ellos era Racing que prácticamente ganó el reducido por decreto. Pareció que Atlanta directamente no se presentó a jugar la final…

APARECE EL NACIONAL B

Algo que pasó históricamente es que la AFA siempre encontró la manera de organizar torneos complejos y sin sentido. Así fue como en 1986 se le ocurrió crear el Nacional B, que perdura hasta la actualidad. Fundamentalmente, lo ridículo fue que la competencia iba a realizarse de junio a junio, tal como sucede en Europa. Recordemos que en esa época eran muy pocos los jugadores que podían irse a jugar al Viejo Continente porque aún no existía la Ley Bosman, que permite que un jugador europeo no ocupe cupo de extranjero. Ni hablar que era imposible que un jugador del ascenso en esa época pegara semejante salto. Era complejizar el calendario porque sí…

Para adaptarse a este nuevo formato, en el primer semestre se armaron dos zonas de diez equipos cada una. Los cuatro primeros de cada tabla pasaron a jugar el nuevo Nacional B. Además, los tres primeros y el cuarto que tuviera mejor diferencia de gol iban a disputar entre sí una eliminación directa para lograr un ascenso directo a la Primera División. A esos siete equipos se le sumaba Huracán, que era el segundo peor promedio de la Primera División. Para el que ganara ese minitorneo significaba prácticamente dos ascensos en uno. Pero el riesgo era grande: Los seis últimos de cada grupo se quedaban en la Primera B, lo que significaba un descenso encubierto, ya que esa división pasaba a ser la tercera en importancia.

El Grana hizo un torneo bastante bueno y llegó a la última fecha en la cuarta posición, con los mismos puntos y diferencia de goles que Colón, el que iba cuarto en la otra zona. En la última fecha le ganamos a Almirante Brown por 5 a 0, mientras que el Sabalero le ganó a El Porvenir, pero por 3 a 0. Por esa diferencia de dos goles, el Grana pasó al reducido por un ascenso a Primera. Llamó mucho la atención que todos los goles de Lanús fueron en el segundo tiempo. Dio la sensación de que Brown fue a menos.

Como peor clasificados, nos tocó jugar con Huracán, que venía de Primera. Fue mi primer encuentro con los quemeros, con los que había mucha rivalidad a pesar de que yo no lo sabía. El partido se iba a jugar en el césped y en las calles.

El primer partido se jugó en la cancha de Ferro en Caballito, un sábado por la noche. Como no estaba al tanto que iba a estar picante, me fui vestido como para ir al boliche y transpiré un poco. El “Aguante Lanús” lo escuché varias veces y aguantamos como siempre. Nos fuimos cantando “Huracán sos de Parque Patricios y al Granate no te lo aguantás” ...

EL SUEÑO DEL ASCENSO SÓLO NOS DURÓ LA PRIMERA RUEDA

En la rueda 1986/1987, como Lanús había clasificado al Nacional B, sabía que íbamos a jugar muy seguido en el interior del país. Entonces, como yo recién estrenaba matrimonio con Moni y no había muchas chances de salir seguido de vacaciones por el trabajo y por los costos, ante cada partido de visitante yo la convencía para que me acompañara y de paso paseábamos. En esa época yo trabajaba en el Ferrocarril Roca, entonces me era fácil conseguir pasajes baratos. De esa forma conocimos Cipolletti, Mendoza (para jugar contra Deportivo Maipú) y San Nicolás (jugamos contra Argentino de Rosario), entre otros. Claro, como los viajes eran bastante largos, no me quedaba otra que inventar alguna excusa en el trabajo para que me dieran los días. Generalmente la excusa era la muerte o la enfermedad de algún familiar. El jefe del taller un día me dijo: –” ¡Sorbellini, que familia numerosa y que mala salud que tienen!”

La campaña al principio parecía que iba a ser buena. Terminamos siendo punteros al finalizar la primera rueda, pero después nos caímos y terminamos en la mitad de la tabla.

Sin dudas, lo mejor del año fue el nacimiento de mi hijo Ariel Hernán, que heredó mi amor por el club, sin dudas Granate de la cuna hasta el cajón. Su nacimiento fue el 19/9/1987, un día que Chaco For Ever nos goleaba allá, por 3 a 0.

LA BATALLA DEL CHACO

Año 1987/1988. Cada año había más olor a ascenso. El equipo se reforzó muy bien, realmente éramos candidatazos en la previa. Y a medida que pasaban las fechas parecía que no teníamos rival. Pero faltando sólo seis fechas nos tocó jugar de visitante en la cancha de Temperley. Allí se empezó a correr la bolilla de que algunos dirigentes sostenían que no nos convenía subir, fundamentalmente por los costos que iba a tener el club al competir en Primera. Como era de esperarse, se generaron grandes disturbios en la popular del Gasolero, porque lógicamente los hinchas exigíamos que el equipo fuera hacia adelante.

De repente, nos dimos cuenta quién sería nuestro rival en la arremetida final. Nada menos que Chaco For Ever, que empezó a ganar todos los partidos. Como sucede muchas veces con los equipos de las provincias, los chaqueños eran bancados económicamente por la Lotería provincial y por el Gobierno. De a poquito nos fuimos pinchando. Pasamos de llevarles seis puntos a sólo uno en la última fecha, que el destino quiso que nos tocara jugar contra ellos de visitante. Como siempre, el pueblo granate acompañó sabiendo que era una oportunidad única. Unas 3.000 almas fuimos hasta allá en colectivos de la histórica línea 277. El viaje hasta Resistencia son casi 1.000 km, demasiados para lo destruidas que estaban las unidades. Varias de ellas quedaron tiradas al costado de la ruta. Yo viajé con Mario Sansoni, otro integrante de la barra vieja con quién forjé una gran amistad. Nos habíamos conocido en el año 1985 en un partido contra los quemeros.

El primer tiempo del partido en Chaco fue parejo. Al finalizar la primera parte seguíamos cero a cero, estábamos sólo a 45 minutos de estar nuevamente en Primera, soñando con ganarle a Boca en la Bombonera, al Rojo en Avellaneda, planificando un año de gloria…

En el segundo tiempo hubo un córner a favor de los chaqueños, un supuesto agarrón en el área que el árbitro Juan Carlos Lousteau padre cobró y que cambiaron por gol. 1 a 0 abajo… El Grana fue con todo al frente, realmente se llevó por delante al rival, pero la fortuna nos jugaba en contra. En la última jugada hubo un tiro libre a favor nuestro apenas afuera del área grande, casi como un penal con barrera. Lo ejecutó el gran Gilmar Villagrán, ícono de esa época, pero su remate se estrelló en el travesaño. Fue una derrota durísima, se volvía a escapar el ascenso estando tan cerca.

Me acuerdo de que salimos de la cancha nuevamente en colectivo, pasando por el medio de Resistencia en donde todo el pueblo festejaba vestido de blanco y negro. Era tanta la amargura que nos fuimos sin pelear, sumado a que realmente los chaqueños eran tranquilos y respetuosos.

En ese momento se cumplían doce años sin jugar en Primera, incluyendo varios descensos en el camino. Pero la banda siempre está junto a Lanús.

Año 1989/1990. Recuerdo que yo tenía mucha bronca porque se había desarmado el plantel y habían llegado pocos refuerzos. Daba la sensación de que los rumores sobre no ascender eran ciertos. Pero sucedió algo que nadie esperaba: La llegada de Miguel Ángel Russo como director técnico, un hincha del Grana de verdad y que iba a dar muy buen resultado.

Todo el torneo nos mantuvimos en la mitad de la tabla, a base de mucha voluntad y no tanto juego. Pero eso nos alcanzó para arrimarnos al octogonal. Con un poco de fortuna, en la última fecha ganamos en Lomas y pudimos clasificar.