Dante, un camino de setecientos años - Cecilia Avenatti de Palumbo - E-Book

Dante, un camino de setecientos años E-Book

Cecilia Avenatti de Palumbo

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No bastaría una biblioteca para contener las ideas que surgen de la lectura de la obra de Dante. Pero quizás sí una palabra que la propia Divina Comedia nos ofrece: trasumanar, transhumanar, superar los límites de lo humano en un sentido muy lejano al mundo cotidiano, y sin embargo, convergente con él. El viaje, su viaje, es hacia Dios, pero también hacia un hombre futuro. El hombre que será, de sí mismo, autor y obra, y que construirá dolorosamente en el exilio, encadenando tercetos que serán imágenes. Imágenes de la más pura humanidad, que incorporarán paso a paso oscuridad primero, y luego luz, hasta hacerse incandescente. Hasta ser epifanías.    Por eso, el hombre Dante es poeta, lo sabe con absoluta seguridad en lo más íntimo de su ser. Lo sabe cuando mira hacia atrás y ve lo que ha escrito, quizás muy poco aún. Lo sabe cuando mira hacia adelante y entrevé, en una lejanía, lo que escribirá. Acaba de ser expulsado de su ciudad y, junto con su familia, emprende el amargo camino del exilio político. Año tras año, mientras come el pan de la hospitalidad, asoma una obra plena de dolor y redención, su dolor y su redención, que este hombre poeta supo hacer universales. Su muerte, un 14 de septiembre de 1321, apenas un año después de culminar su poema mayor, no fue silencio, sino el comienzo de una voz plena de universalidad. Una universalidad viva, hoy. La eternidad como futuro. O bien la eternidad del futuro. Siempre habrá un camino. Pero cada época y cada hombre de cada época deberá ser consciente de esa construcción siempre pendiente. Y por tanto, siempre promesa viva.

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Diseño gráfico general: Gerardo Miño

Edición: Primera. Septiembre de 2023

ISBN: 978-84-19830-32-6

e-ISBN: 978-84-19830-33-3

Depósito legal: M-28535-2023

IBIC: DSA (Teoría Literaria)

Thema: DSBB (Estudios literarios: antiguos, clásicos y medievales)

QDHH (Filosofía humanística)

Bisac: PHI010000 / PHILOSOPHY / Movements / Humanism

LIT004200 / Literary Criticism / European / Italian

Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina / Barcelona, España

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

© 2023, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl

Tacuarí 540 (C1071AAL)

Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Mail: [email protected]

Web: www.minoydavila.com

Redes Sociales: @minoydavila, www.facebook.com/MinoyDavila

ÍNDICE
PRÓLOGOpor Olga Larre
INTRODUCCIÓN. Dante, hoy, o la eternidad del futuro
PRIMERA PARTE. Dante: vigencia y necesidad del Humanismo
I. Dante: vigencia de una voz universalpor Daniel Alejandro Capano
II. «Trasumanar significar per verba non si poria». La profecía del nuevo humanismo en La Divina Comedia
III. La raíz de la acedia en Inferno VIIpor Piero Codapor Silvia Magnavacca
IV. La Aisthesis Theia de Dantepor Massimo Cacciari
SEGUNDA PARTE. Vitalidad de la obra: tradición, reinterpretación, renovación
V. Espejo y vértigo: la relectura de Dante de Raúl Ruizpor Adriana Cecilia Cid
VI. Las poetas visitan a Dantepor María Lucía Puppo
VII. La nostra Commedia. Treinta lecturas en el Corriere della Serapor Elena Victoria Acevedo
VII.I La presencia de Dante en las búsquedas espirituales de Giuseppe Verdipor Nora Hebe Sforza
TERCERA PARTE. Puentes de la esperanza: caminos desde La Divina Comedia
IX. Beatriz y “el eterno femenino”: la osadía dantesca renovada en la estética teológica del siglo XXpor Cecilia Avenatti de Palumbo
X. Dante y la dialéctica de la luz: Rostros y saberes de la esperanzapor Daniel Del Percio
XI. Dante, el poeta de la humanidad agonizante De la Città dolente al infierno moderno: Ulises habita Auschwitzpor María Antonella Nespola
XII. Dante Alighieri y la Divina Comedia. Un puente entre la ética, la justicia y la economía, para el gerenciamiento público y privadopor Vincenzo Putignano
ACERCA DE LOS AUTORES

PRÓLOGO

En septiembre del año 2021, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Argentina se realizó el coloquio internacional: Dante, un camino de setecientos años, hermoso encuentro de matices interdisciplinarios propuesto desde la carrera de Letras, específicamente, desde la Cátedra de Literatura Italiana a cargo del Dr. Daniel Del Percio. Colaboraron en su organización la Asociación de Docentes de Lengua y Literatura Italianas (ADILLI), el Seminario Interdisciplinario Permanente de Literatura, Estética y Teología (SIPLET-UCA), la Asociación Latinoamericana de Literatura y Teología (ALALITE Internacional) y el Centro de Estudios en Literatura Comparada María Teresa Maiorana (UCA). En el orden internacional, el coloquio contó con la adhesión del Instituto Universitario Sophia de Loppiano (Firenze). El libro que ahora presentamos es, precisamente, fruto de aquel encuentro celebrado en el limitado escenario de la pandemia que supo asociar, en una virtualidad exigida, a destacadas figuras del ámbito nacional e internacional.

En toda época la literatura ha sido cuna privilegiada de mitos que se han erigido como símbolos de la existencia humana. La Divina Comedia es uno de ellos y tiene como propósito guiar al lector por la misteriosa y fascinante geografía del alma humana. Nos propone tanto una búsqueda del autoconocimiento, como un fino análisis ético-crítico acerca de los males de la sociedad de su tiempo y, universalmente, de todo tiempo.

Dante no solo es autor sino también protagonista del poema guiado sucesivamente por la razón, la palabra divina y el fervor místico. Se describe a sí mismo como sujeto del ansia más propia del hombre, la de conocer, mejorando con ello la recta comprensión del bien y su consiguiente ejercicio.

El poeta nos señala un itinerario que lo conduce desde la selva oscura de su crisis personal, hasta el gozo y la pura luz del bien divino, transitando los insondables círculos del Infierno, la misteriosa montaña del Purgatorio y las esferas del Paraíso. El peregrino, el caminante es sujeto del deseo de un conocimiento que, según Aristóteles, atañe a la estructura misma de la naturaleza humana.

El autor propone un pasaje de la oscuridad a la luz, de la palabra inarticulada a la palabra poética y, del letargo existencial al despertar de la conciencia universal. La constitución del universo ultraterreno que presenta el poema se puede considerar un reflejo, una suerte de objetivación del Infierno, Purgatorio y Paraíso como estados posibles del alma del hombre. Dante se presenta como una suerte de Ulises del alma sabiendo que hay que ser valiente, racional y sobre todo tener una fe inconmovible en el señalamiento de la luz perfecta que nos aguarda al final del camino.

El tema de la Commedia presenta un doble aspecto: el literal y el alegórico. Desde el punto de vista literal el texto íntegro versa sobre la posible situación de las almas después de la muerte, describiendo el estado de dolor, de purificación o de beatitud en el que pueden hallarse después de su tránsito terreno, según haya sido su propia vida. En un sentido alegórico la afirmación es, doctrinalmente hablando, mucho más fuerte y nítida: se subraya la justicia con que el alma es destinada a cualquiera de estos tres estados a partir del obrar que corresponde a su libre albedrío.

Tanto la versificación como la arquitectura del poema están orientadas por el deseo de honrar a la Santísima Trinidad: 3 cantigas, Infierno, Purgatorio y Paraíso, con 33 cantos cada uno que sumados al canto introductorio alcanzan el número 100, considerado perfecto según el pensamiento medieval. La obra de Dante es una bisagra entre el pensamiento medieval y el moderno; en sus reflexiones políticas confluyen elementos escolásticos y también una crítica que refleja el movimiento renacentista de manera embrionaria.

El poema asume la condición de una asombrosa síntesis de la mentalidad medieval. El no haberlo tenido en cuenta condujo a muchos intérpretes a descuidar este aspecto que consideramos fundamental de la obra. Al propiciar una visión de unidad, alejada de sesgos dogmáticos, Dante se permite admirar la labor intelectual de pensadores muy diversos: Agustín, Tomás de Aquino, Buenaventura de Bagnoreggio, Bernardo de Claraval, y acoge también a los averroístas heterodoxos, con su particular reivindicación y defensa de los fueros de la filosofía.

Los horrores que describe no son sino la figuración imaginaria de los males que anidan en la propia alma. El valor al que quiere instar al lector consiste en disponerse a mirar esos males de frente, para poder superarlos.

Esta peregrinación, tanto personal e interior como comunitaria, social e histórica representa el paradigma de todo auténtico viaje en el que la humanidad está llamada a abandonar lo que Dante define como “la pequeña tierra que nos hace tan feroces” (Par. XXII, 151) para alcanzar una nueva condición, marcada por la armonía, la paz, la felicidad.

La modalidad en la que se describen dolores, gozos y purificación en la Commedia es, imaginaria; en cambio su sola existencia es sostenida, literalmente como un hecho, por cualquier cristiano creyente de su tiempo.

Como dijo Jorge Luis Borges en su ensayo sobre Dante contenido en Siete Noches (1980), “No creo que Dante fuera un visionario. Una visión es breve. Es imposible una visión tan larga como la de la Comedia. La visión fue voluntaria: debemos abandonarnos a ella y leerla, con fe poética”.

Los invito a la lectura de este texto que compone abordajes diversos y matices distintos de reflexión en torno a la figura de Dante, autor que se constituye para nuestro siglo XXI en profeta de esperanza y en mensajero que anuncia la posibilidad del rescate, de la liberación, y del cambio profundo de la humanidad.

Olga Larre

Decana de la Facultad de Filosofía y Letras

Universidad Católica Argentina

IntroducciónDante, hoy, o la eternidad del futuro

l’Amor che move il sole e l’altre stelle.Paradiso XXXIII, v. 145

No bastaría una biblioteca para contener las ideas que surgen de la lectura de la obra de Dante. Pero quizás sí una palabra que la propia Divina Comedia nos ofrece: trasumanar, transhumanar, superar los límites de lo humano en un sentido muy lejano al mundo cotidiano, y sin embargo, convergente con él. El viaje, su viaje, es hacia Dios, pero también hacia un hombre futuro. El hombre que será, de sí mismo, autor y obra, y que construirá dolorosamente en el exilio, encadenando tercetos que serán imágenes. Imágenes de la más pura humanidad, que incorporarán paso a paso oscuridad primero, y luego luz, hasta hacerse incandescente. Hasta ser epifanías.

Por eso, el hombre Dante es poeta, lo sabe con absoluta seguridad en lo más íntimo de su ser. Lo sabe cuando mira hacia atrás y ve lo que ha escrito, quizás muy poco aún. Lo sabe cuando mira hacia adelante y entrevé, en una lejanía, lo que escribirá. Acaba de ser expulsado de su ciudad y, junto con su familia, emprende el amargo camino del exilio político. Año tras año, mientras come el pan de la hospitalidad, asoma una obra plena de dolor y redención, su dolor y su redención, que este hombre poeta supo hacer universales. Su muerte, un 14 de septiembre de 1321, apenas un año después de culminar su poema mayor, no fue silencio, sino el comienzo de una voz plena de universalidad. Una universalidad viva, hoy. La eternidad como futuro. O bien la eternidad del futuro. Siempre habrá un camino. Pero cada época y cada hombre de cada época deberá ser consciente de esa construcción siempre pendiente. Y por tanto, siempre promesa viva.

Leer a Dante, y en especial, leer la Divina Comedia, es una forma maravillosa de ese trabajo infinito. En este libro, distintos autores de disciplinas muy diversas, de diferentes naciones y edades, que han visto cielos variados y tierras enriquecidas por esos cielos, han plasmado su visión sobre algunos aspectos del autor y de su obra. Pero preocupados, siempre, por el hoy. Tal como nos enseñó el poeta florentino.

El camino de Dante Alighieri nos llena de asombro. Y de esperanza. Es el testimonio de un hombre que fue capaz de algo inconmensurable dentro de un mundo que casi no lo escuchaba. ¿Puede un libro ser un faro en ese camino, en estos tiempos tan duros y dolorosos? ¿Una utopía viva durante setecientos años? Como sostenía Italo Calvino, un clásico es aquel que, con tono sosegado, se impone sobre el ruido de fondo de la historia. La Divina Comedia es un libro, es un poema, pero ante todo es una idea de lo que el ser humano es en lo profundo de su ser. Y de lo que puede llegar a ser, gracias a su humanidad. Rendir homenaje a este hombre que fue poeta es una forma (solo una entre muchas) de comprender la dimensión de este camino de setecientos años que hemos hecho de la mano de un poema, tan modesto en su título original, como infinito en el sutil diseño de sus 14.233 versos.

Dante, un camino de setecientos años, busca recrear, a través de la palabra escrita, las maravillosas jornadas de un coloquio realizado en septiembre de 2021 en la Pontificia Universidad Católica Argentina. Sin embargo, no se trata solo de publicar aquello que los autores expresaron magníficamente en sus exposiciones, sino de mantener vivo ese camino. Quizás sea una búsqueda ambiciosa. Pero sin duda es imprescindible, hoy.

La estructura del libro, que sigue el ritmo tripartito de la Commedia dantesca, busca plasmar esa búsqueda. La primera parte, centrada en la vigencia y necesidad del humanismo, se inicia con el texto de Daniel Capano, italianista, comparatista y narratólogo, “Dante: Vigencia de una voz universal”, en el que se concentran una importante cantidad de temas. De tal modo, la construcción del lector, la visión política y humana del autor, la “autoficción” y, en particular, la así llamada “dantemanía”, cierta feliz fascinación reciente con la obra de Dante, son tratadas con agudo detalle.

Piero Coda, teólogo y filósofo, se centra en aquello que constituye el corazón del libro, el trasumanar como forma de un humanismo renovado y necesario. Puesto que la historia “no tendría sentido si no fuera la revelación progresiva del hombre”, eternidad y humanidad se entrecruzan en este impulso de traspasar los límites de lo humano, para serlo más, y no en un sentido de superioridad, sino de vitalidad.

El trabajo de Silvia Magnavacca, especialista en filosofía medieval, explora las raíces del pecado de la acedia en el canto VII del Infierno, su dolorosa correspondencia con la tristitia, y su mención en Purgatorio XVII. El contrapaso (contrapassum) es estudiado como herramienta esencial de la alegoría, así como la concepción dantesca sobre este pecado, claramente inspirada en Aristóteles antes que en la tradición cristiana.

Cierra esta primera parte el texto del filósofo italiano Massimo Cacciari con una poética indagación sobre la Aisthesis Theia de Dante. Porque, más allá del camino ascensional, “solo es aquí abajo donde Dante podrá demostrar verdaderamente que es profeta”, que su voz es también la lucha por un Paradiso in terra. Y no en la forma de una mundana utopía, sino en un divinizarse y un incarnarsi, acercarse a Dios para encontrar la fuerza de ser más plenamente humanos.

La vitalidad de la obra, vista a la vez como tradición, reinterpretación y renovación del arte, constituye el eje de la segunda parte. Adriana Cid, germanista y especialista en la interdiscursividad cine-literatura, parte de la elaboración cinematográfica que realiza el cineasta chileno en el exilio Raúl Ruiz de los cantos IX al XIV del Infierno. De este modo, la autora, a partir de un agudo estudio de la poética de Ruiz, destaca el valor político que, en el marco de la siniestra dictadura de Pinochet, adquiere esta reinterpretación contemporánea del autor florentino.

Por su parte, Lucía Puppo, investigadora que se dedica a la poesía latinoamericana, traza un recorrido por las visitas que hacen a La Divina Comedia distintas poetisas de habla hispana, como las argentinas Susana Thénon y Juana Bignozzi o la española Marías Ángeles Pérez López, entre otras. Desde esta perspectiva comparatista, Dante es repensado desde discursos muy variados, separados en el tiempo, pero no en su esencia profundamente crítica y renovadora del presente.

Elena Victoria Acevedo, italianista, se aproxima a la obra máxima de Dante a partir de una serie de treinta lecturas de La Divina Comedia (que incluyen interesantes composiciones gráficas) que realizan otras tantas figuras relevantes de la cultura italiana en el diario Il Corriere della Sera. El estudio paralelo de los textos y de los fummeti que los acompañan destaca además cuánto del imaginario contemporáneo subyace ya en las imágenes imperecederas del poeta italiano.

Nora Sforza, quien además de ser italianista es también investigadora en las complejas relaciones entre literatura y música, indaga en la presencia de Dante en la obra (y vida) de Giuseppe Verdi. Muy original en su planteo, ya que no es frecuente el estudio comparado entre la Divina Comedia y la ópera, el texto de Sforza implica además una interesante lectura de los múltiples procesos culturales que se desarrollaron durante la conformación de la Italia moderna.

Cierra esta propuesta un segmento en donde cuatro autores buscan levantar puentes entre la Divina Comedia y los dramas propios de nuestra época, en algunos casos muy puntuales, y en otros simplemente signados por la falta de esperanza.

Cecilia Avenatti de Palumbo, quien se dedica a la estética y al diálogo interdisciplinario entre la literatura y la teología, explora en una concepción tan fundamental como generadora de polémicas, hoy, el “eterno femenino” en la obra del poeta florentino, a la luz del pensamiento de ese gran teólogo del siglo XX que fue Hans Urs von Balthasar.

Daniel Del Percio, italianista, se remonta a un tema central de la Commedia, la metafísica de la luz, para explorar en los múltiples sentidos del rostro femenino, particularmente, los de Beatriz, Lucía y la Madonna. El valor de estas “tres damas santas” es analizado a partir de su confrontación con otras tantas “oscuridades” del camino de Dante.

Claramente enfocada en el que es, acaso, el momento y el lugar más doloroso del siglo XX, María Antonella Nespola desarrolla una lectura clave en la literatura testimonial. A partir de los textos de Primo Levi, recupera el canto XXVI del Infierno, el “Ulises de Dante”, para encontrar un sentido que trascienda el horror del campo de exterminio de Auschwitz.

Y como una rara avis, aunque fundamental en este mundo complejo que transitamos, cierra el libro el trabajo de Vincenzo Putignano, quien hace una lectura de la ética empresarial y gubernamental tomando como clave la obra de Dante. Así, la obra del máximo autor medieval y cristiano se vuelve modelo de acción de una época de valores complejos, “líquidos” y, frecuentemente, contradictorios.

Dante, un camino de setecientos años es solo una aproximación más para comprender el valor y la vigencia de un poeta único. Pero después de la última palabra de este libro, el camino continúa. Sin fin.

Los editores

Primera ParteDante: vigencia y necesidad del Humanismo

IDante: vigencia de una voz universal

— Daniel Alejandro Capano —

En 1265, nacía, bajo la auspiciosa constelación de Géminis, el poeta más grande de las letras universales, Dante Alighieri. Una vida excelsa para la cultura del mundo, que se apagaría cincuenta y seis años después. Casi en forma simultánea con la muerte, su obra comenzó a engrandecerse, ya sea por la difusión que alcanzó, como por los comentarios que sobre ella aparecieron alabando su escritura, como lo vaticinara Brunetto Latini: “La tua fortuna tanto onor ti serba, / che l’una parte e l’altra avranno fame / di te”1 (Infierno XV, vv. 70-72). La exégesis creó una intrincada selva que, al decir de Borges, resulta imposible de abarcar en su totalidad. Así, en el séptimo centenario de su muerte, los homenajes que convalidan su sentido ecuménico y vigencia se multiplican en todas las latitudes. El paso del tiempo no ha marchitado la belleza de su obra, sino, por el contrario, la ha vuelto más lozana y atemporal. Dante es la voz más alta del occidente cristiano, y así lo dice en su poema sacro “al quale ha posto mano e cielo e terra”2 (Paraíso XXV, v. 2), pero no quiero demorarme en alabanzas, los aniversarios poco significan si no se entabla un diálogo vivo con la obra de los escritores que se celebran.

La vida de algunos libros, como la de los seres humanos, ya que son portadores de la energía del autor que los creó, evoluciona de acuerdo con los avatares por los que les toca atravesar. Sujetos a diferentes circunstancias, los textos pueden ocupar posiciones significativas y motivar comentarios favorables en determinados momentos y permanecer en silencio, en estado latente, en otros, hasta que ciertas circunstancias culturales o hechos sociales los devuelvan a un primer plano. La permanencia no les llega a todos por igual, sino a aquellos que poseen valores intrínsecos como para permanecer en la memoria de estudiosos y lectores. El juicio sobre sus méritos parece proceder de la aprobación que les confieren los años de sostenida vigencia. Tal es el caso de la Commedia, para quien la máxima ovidiana Tempus edax rerum (el tiempo devora todas las cosas) parece no cumplirse. Sus merecimientos son tales que el ocaso nunca se produjo ni se producirá porque, como sostiene Italo Calvino, al que es imposible no mencionar en esta cuestión, “los clásicos son libros que ejercen una influencia particular, ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual” (Calvino 1992: 14). En el caso del poeta florentino su texto es tan intensamente rico que los siete siglos que nos separan de su aparición se evaporan al leerlo.

En efecto, en los últimos decenios se ha asistido a una revitalización de Dante y de su obra, mucho más intensa al despuntar el milenio, hecho al que se le ha dado el nombre de “dantemanía”, para confirmar su insistencia. El lector argentino lo ama. De manera constante se presentan tesis doctorales, se organizan congresos, se publican artículos académicos, se pronuncian conferencias, se dictan seminarios y cursos en instituciones públicas y privadas sobre el autor, con gran afluencia de público. Tengo para mí, que ello se debe, entre otras causas, al flujo inmigratorio italiano que recibió la Argentina en el pasado, pero fundamentalmente por la secreta atracción que ejerce el texto para quien lo disfruta, por la enseñanza de vida que imprime en el lector y por la constante belleza del verso que la expresa. Además, la Commedia posee una actualidad que sorprende, una visión de la realidad que alcanza todas las épocas y circunstancias. En muchos pasajes las palabras arden por la agudeza y punzante precisión de las observaciones. Su contenido abre, pues, amplios espacios a la imaginación, estimulando el pensamiento del receptor.

Ahora bien, las reflexiones que siguen corresponden a las de un apasionado de la obra, no a las de un dantista. Con esta limitación, se orientan en dos direcciones. La primera de ellas intenta acercarlo a nuestra época relevando lo dicho por el magno poeta sobre la metatextualidad, la creación del lector y la teoría de la lectura y la práctica de la autoficción, temas que convertirían a Dante en un narratólogo avant la lettre; la segunda sobrevuela la Commedia para marcar principios éticos y cívicos en el texto, que lo aproximan a nuestro pensamiento, a nuestro sentir, a los valores eternos del hombre.

Dante se ha ocupado de la interpretación y construcción literarias, ya sea a través de comentarios textuales, como de meditaciones sobre el propio texto que escribe. En varios momentos de la Commedia aparece el enunciado en el enunciado, lo que los primeros narratólogos llamaron metatexto, donde se muestra el envés de la escritura por medio de comentarios y apostillas sobre el mismo texto. Tales incrustaciones en la escritura van desde la imposibilidad expresiva, abundante en el Paraíso en que el poeta debe enfrentarse con lo inefable, hasta la forma de construcción de la rima o la dificultad de representar lo que ve. Las que resultan más evidentes son las que aparecen al comienzo del Purgatorio y del Paraíso con la invocación a las Musas y a Apolo, y en el exordio del canto XXV del Reino de la Gloria: “Se mai continga che ‘l poema sacro / al quale ha posto mano e cielo e terra, / sì che m’ha fatto per più anni macro”3 (Paraíso XXV, vv. 1-3), o el tan comentado “Io dico, seguitando…”4 (Infierno VIII, v. l) de la primera cántica. En el círculo noveno del Infierno, el de los traidores, el poeta se queja: “S’ io avessi le rime aspre e chïocce, / come si converebbe al tristo buco / sovra ‘l qual pontan tutte l’ altre rocce // io premerei di mio concetto il suco / più pienamente”5 (XXXII, vv. 1-5). En otras oportunidades las reflexiones se encuentran al finalizar el canto o un tema, y tienen por función realizar síntesis o conclusiones.

En una assai bella e lodevole operetta6, como calificó Giovanni Boccaccio al Convivio (que, como se sabe, fue quien realizó la primera ordenación del texto en un Ottimo commento, escrito pocos años después de la muerte del poeta), Dante se ocupa particularmente de la interpretación, de la decodificación del texto que debe hacer el lector y de la lectura, elaborando una verdadera teoría.

En el Tratado II, cuando analiza la primera canción, cuyos receptores ficcionales son los ángeles que mueven el cielo, expresa la nueva atracción que sintió por la donna gentile, alegoría de la Filosofía, tras la muerte de Beatriz, y en la glosa que sigue a la composición poética explica los cuatro sentidos que deben orientar la lectura del poema: el literal, el que no avanza más allá de la letra, de las palabras convencionales; el segundo, el alegórico, que se esconde bajo un bello engaño; el tercer sentido, que llama moral y es el que los lectores deben descubrir en los escritos; y el cuarto, el anagógico, el sentido superior que se advierte cuando se expone un escrito espiritual, y agrega para exponerlo más acabadamente, que traduce verdades de la gloria eterna, como es el caso de la Biblia. Al comentar estas cuatro formas de abordar la interpretación, Dante precisa que el sentido que debe ir delante de los demás, como resulta natural, es el literal, ya que de lo contrario no serían inteligibles los otros (cfr. Convivio, Tratado II, I, 2-13).

Al recordar este pasaje del Convivio quiero iniciar un rastreo que demuestre cómo el Alighieri tuvo presente al lector tempranamente. Es cierto que los cuatro sentidos aquí expuestos no son creación del poeta, sino de la patrística y especialmente de santo Tomás, quien fue el que mejor organizó la teoría en la Summa Theologiae, para comentar la exégesis bíblica. El Aquinate denominó al primero literal o histórico; al segundo, alegórico o tipológico; al tercero, moral o tropológico; y al cuarto anagógico.

La teoría de los cuatro niveles de lectura se difundió en toda la Edad Media. En el ámbito de la cultura italiana fue aplicada, además de Dante, por Francesco Petrarca en la Carta X, 4 de Le Familiari, entre otros nombres destacados.

Concluido el Paraíso, Dante envía en 1319, de acuerdo con la fecha asignada por Bruno Nardi (apud Petrocchi 1990: 168), una famosa epístola al Cangrande della Scala, la número XIII, en que retoma los conceptos comentados. La funcionalidad de incluir tal explicación en la misiva obedece, además de orientar la lectura del Sacro Poema, a una modalidad de su tiempo. Si bien Horacio aconsejaba el equilibrio entre lo bello y lo útil (aut delectare aut prodesse), en el medioevo el fiel de la balanza se inclinó a favor de la utilidad, más que a la forma, pues importaba más la verdad, sobre todo religiosa, que la expresión material. La carta que mereció el comentario, entre otros teóricos de Umberto Eco (1988: 231-259), en un ensayo de su libro Sugli specchi e altri saggi, es de controvertida autoría. El semiólogo boloñés no toma partido sobre la autenticidad de la epístola, pues el tipo de escritura que la carta manifiesta, haya sido o no producida por Dante (aunque algunos críticos italianos y anglosajones reconocieron hace tiempo su autenticidad), es típicamente medieval, pero el hecho de que las mismas ideas figuren en el Convivio sería un argumento a favor que podría justificar la autoría dantesca.

En ese escrito Dante vuelve sobre el tema de las cuatro lecturas y señala que “Et primus dicitur litteralis, secundus vero allegoricus, sive moralis, sive anagogicus”7 (Alighieri 1997: 1181). Aquí, el poeta ilustra la teoría siguiendo el ejemplo del Salmo 113 relacionado con el éxodo del pueblo israelita de Egipto y aplica los diferentes sentidos de la lectura al texto bíblico.

La carta al Cangrande pone en evidencia la conciencia que tiene el poeta de la necesidad del comentario de la obra, no como un agregado anodino o un simple ornato, sino como un complemento indispensable para la cabal comprensión del lector. Por eso, por el interés que le despierta el receptor, y por las glosas metaliterarias que adiciona a sus textos, Dante ha sido considerado “el primer crítico moderno” (Hall 1982: 54). Para fundamentar tal afirmación y ver cómo las ideas del poeta se enlazan con las teorías literarias del siglo XX, me centraré en la Escuela de Constanza, cuyos postulados se difundieron ampliamente a partir de 1967 cuando Hans Jauss pronunció una célebre conferencia en la Universidad de Constanza. La repercusión fue considerable y numerosos teóricos adhirieron a sus principios, baste mencionar sobre el tema el difundido trabajo de Eco, Lector in fabula.

La crítica de la recepción propuso un cambio de paradigma para los estudios literarios, ya que desplazó el eje de observación del autor y del texto al lector, de tal manera que rehabilita su categoría, pues hasta pocos años antes los estudios literarios se habían ocupado más de los enfoques inmanentes, sociales y psicológicos que del lector.

Para la estética de la recepción, la obra literaria, y el arte en general, no se constituyen como tales hasta que son percibidos por el receptor. El lector será, entonces, el punto de partida para el análisis del texto. Al integrarlo al circuito de la producción literaria, se crea un proceso dinámico, interactivo, en el que el lector se convierte en coautor, de acuerdo con la participación activa que adopte frente a lo leído. Por eso, para los teóricos de la recepción, el texto cobra vida solo en el momento de la lectura, sin ese procedimiento es simplemente un objeto estético.

A la luz de estos conceptos veamos cómo Dante construye al lector en la Commedia. La figura del lector es diseñada por el poeta en forma continua. En ocasiones se dirige directamente a él, en otras lo hace en forma indirecta, pero siempre le otorga un carácter dinámico y totalmente actual. Dante es en muchos aspectos nuestro contemporáneo, ya que sus versos resuenan y resonarán atemporalmente, como señala Beatriz respecto de la fama de Virgilio, “O anima cortese mantovana, / di cui la fama ancor nel mondo dura, / e durerà quanto il mondo lontana”8 (Infierno II, vv. 58-60).

Entre las numerosas citas, selecciono unas pocas. La más evidente parece ser la del canto IX del Infierno, cuando, frente a las puertas de la ciudad de Dite, aparecen las Furias y el poeta rompiendo la isotopía enunciativa, arrebata la palabra a los personajes para dirigirse a los lectores: “O voi ch’avete li’ntelletti sani, / mirate la dottrina che’ s’asconde / sotto il velame de li versi stranni”9 (vv. 61-63). Sin duda, pone en acto la exhortación al lector a practicar las cuatro lecturas de las que habló en el Convivio y en la carta al Cangrande della Scala. Ejemplos similares aparecen en el episodio de las metamorfosis de los ladrones: “Se tu se’ or, lettore, a creder lento / ciò ch’io dirò non sarà maraviglia, / ché io che ‘l vidi, a pena il mi consento”10 (Infierno, XXV, vv. 46-48), y en el Paraíso, en el Cielo del Sol, al decir: “Imagini, chi bene entender cupe / quel ch’i’ or vidi”11 (Paraíso XIII, vv. 1-3). Así se podrían rastrear otras estrategias enunciativas relacionadas con l’appello al lector como invectivas, exclamaciones, referencias a las autoritates, citas escriturales, refranes, dichos populares y la lectura en la lectura, recordemos a Francesca, ”Galeotto fu’l libro e chi lo scrisse”12 (Infierno V, v. 137), cuyo texto se espeja en Lancelot du Lac.

Los recursos relevados, sin agotarlos, muestran cómo Dante construye al lector y, en este sentido se nota la modernidad del escritor, quien se aproxima en su práctica escritural a los teóricos de la recepción. El gran poeta ruso Ósip Mandelstam, en su Coloquio sobre Dante, apunta: “Si aprendiéramos a oír a Dante, oiríamos la modulación del clarinete y el trombón, oiríamos la conversión en violín y la dilatación de los pistones de la corneta” (Mandelstam 1995: 35). Pareciera, pues, que los teóricos de la recepción supieron oír las modulaciones que Dante orquestó en su obra para construir muchos de sus postulados. Como señala Borges (1994), a quien parece inevitable citar, cada autor crea a sus precursores (“Kafka y sus precursores”, Otras inquisiciones).

Asimismo, la Commedia está narrada en la primera persona del discurso por un personaje llamado Dante, doble subjetivo del autor del mismo nombre. Tal duplicación marca en el texto dos entidades del proceso narrativo: el autor y el personaje. La dialéctica entre Dante-personaje (agens) y Dante Alighieri-autor (auctor) permite profundizar la complejidad de los dos niveles de la narración: el del enunciado y el de la enunciación. Entre uno y otro plano se establece una conexión estrecha. Dante-autor irrumpe a menudo en el texto, fracturando la cronología y el espacio del enunciado con acotaciones personales y metatextuales del tipo: “Lettor, tu vedi ben com’io innalzo / la mi matera”13 (Purgatorio IX, vv. 70-71); “véspero là, e qui mezza notte era”14 (Purgatorio XV, v. 6); “Nel ciel che più de la sua luce prende / fu’io”15 (Paraíso I, vv. 4-5). En esos momentos se silencia la palabra del agens, se irrumpe el tiempo del enunciado, para dar paso a la voz del yo autoral, que aparece en la enunciación. Uno se encuentra en el plano de la historia; el otro, en el plano del discurso. Sin embargo, ambos parecieran fusionarse en el texto.

A pesar del empleo de la primera persona singular, que transita del nivel de la historia (fábula) al del discurso (sjužet), el “io” ficcional alude a una pluralidad, a un “noi” respecto del itinerario de salvación por recorrer, que involucra a todos los hombres deseosos de emprender un sendero de redención: “Nel mezzo del camin di nostra vita”16 (Infierno I, v. 1), dice el narrador en el íncipit de la Commedia.

Alighieri funde las dos entidades, autor y personaje, de tal manera que él mismo se convierte en protagonista del mundo creado, en narrante fenomenológico de sus propias vivencias. Así, pone al descubierto sus deseos, sus emociones y temores (Infierno I y VIII), sus pasiones (Infierno V), su ira (Infierno VII), su pesadumbre (Infierno X), sus afectos (Purgatorio II), su vergüenza (Purgatorio XXX) y su alegría (Paraíso XV). Están presentes, además, su historia privada, su tatarabuelo, sus amigos y enemigos, los hechos vividos vinculados a personajes de su tiempo y menciones del destierro.

Existe en la Commedia una continua referencia a acontecimientos personales, sobre todo en el Purgatorio, que conducen a hacer pensar el texto como una autobiografía, como un tipo de relato autorreferencial particular, que va más allá de la simple notación de hechos individuales17. Una narración que se avecina a lo que hoy llamaríamos con una denominación actual autoficción, siguiendo el concepto de Serge Doubrovski (1977). Con el término, el novelista francés hace alusión a una clase de narración vivencial, donde la figura del autor aparece varias veces con su propio nombre, que es sometida a un proceso de ficcionalización profundo. En Dante, gran parte de los materiales diegéticos con que se construyen los sucesos contados se toman de su propia vida, pero poseen tan alto grado de elaboración que los distancian de la mera vivencia concreta y lindan con lo fantástico, como es viajar a través de tres espacios imposibles de transitar para un ser vivo. Así mirado, el modelo de relato autobiográfico creado por Dante Alighieri va más allá de toda clasificación. Se ubica en un terreno singular en el que el autor-personaje, además de narrar un viaje peculiar, posee, como otros actantes con los que se encuentra en su camino, una filiación precisa: es un poeta florentino de treinta y cinco años del cual el lector conocerá también su nombre, sus afectos, su condición política, sus preocupaciones morales y sociales y sus inquietudes literarias, entre otros datos. Se trataría entonces, dentro de los diversos casos de escrituras egográficas, de un autobiografismo muy sutil que pone en juego todas las penosas situaciones que llevaron al autor-protagonista al exilio.

Pero, si me quedara exclusivamente en las estrategias narrativas señaladas, flaco favor le haría al poeta, porque la Commedia es mucho más que eso por los tesoros humanos que guarda. Para descubrirlos, dirijámonos entonces a la otra ruta propuesta, aquella que se extiende a través de valores del hombre, plenos de actualidad. En el Poema, como en una majestuosa catedral medieval, se reúnen y resplandecen todos los conocimientos de la época: los artilugios narrativos, la representación figural, la fantasía teratológica de procedencia clásica y popular, la imitación de textos anteriores, que hoy llamamos con Bajtin intertextualidad, el dogma teológico de inspiración aristotélico-tomista, el simbolismo expresivo, los conflictos políticos y muchas disciplinas más, como la astrología, la astronomía, las ciencias naturales y otras. La Commedia irradia pues sabiduría, alimentada por los valores atemporales que la sustentan. Bullen en las palabras de muchos personajes lecciones de vida aquilatadas en el pensamiento cristiano, en sentimientos y en altos ideales. Fluye en sus páginas la sapiencia humana, como se advierte en la voz de Ulises cuando arenga a sus compañeros en el celebérrimo terceto: “Considerate la vostra semenza: / fatti non foste a viver come bruti / ma per seguir virtute e canoscenza”18 (Infierno XXVI, vv. 118-120). Dante-Ulises exalta la potencia del hombre. Dios le otorgó voluntad y razonamiento, por eso está destinado a transitar la senda de la virtud y del conocimiento, debe perseguir los ideales de la virtus y de la sapientia. Sus compañeros tendrán que elegir entre seguir el camino de las bestias o del noble destino del hombre. Es el momento de la decisión al que el astuto héroe apela para impulsarlos a la aventura. Ulises exalta los valores humanos permanentes, aunque debilitados en nuestra centuria, de la virtud y del conocimiento, que han elevado al troglodita a la categoría de individuo capaz de lanzarse a la conquista del espacio o de crear, en breve lapso, un antídoto que controle una pandemia.

Al revisar estas líneas se encuentra en pleno desarrollo la guerra ucraniana, y resulta imposible, cuando se está hablando de valores, no reflexionar, a modo de catarsis, sobre un hecho tan cruento. En el hombre residen dos naturalezas: una, la prometeica, que lo eleva hacia lo sublime, como queda dicho más arriba; la otra, la satánica, que lo impulsa hacia lo abyecto e ignominioso. El conflicto ruso-ucraniano volvió al ser humano a su origen, a la caverna, a estar más próximo al homínido que a una criatura evolucionada. Los ideales sostenidos por siglos de civilización fueron pisoteados, disolviéndose en acciones bélicas. Dante, ciudadano activo y lúcido del mundo, comprometido profundamente con su tiempo, auténtico cristiano, habría manifestado profunda desazón ante la carencia de valores de los hombres del siglo XXI. Sin duda, hubiese colocado a muchos de los actuales líderes planetarios en distintos fosos de su Infierno, y hubiese rogado, como hace todo Occidente: Agnus Dei dona nobis pacem.

Pues bien, el hombre, y lo expreso con un oxímoron sartreano, es esclavo de su libertad, valor eterno ponderado en el Purgatorio y en el Paraíso. Cuando Dante es presentado por Virgilio a Catón, el poeta romano le dice: “libertà va cercando, ch’ è sì cara, / come sa chi per lei vita rifiuta”19 (Purgatorio I, vv. 71-72). Y en el Paraíso, Beatriz explica al viator: “Lo maggior don che Dio per sua larghezza / fesse creando, ed a la sua bontate / più conformato, e quel ch’è più apprezza, // fu de la volontà la libertate”20 (Paraíso V, vv. 19-22).

La libertad es el mayor don que Dios dio a los hombres, dice Beatriz. Versos que inspiraron nuestro Himno y estado por el que luchan hoy muchos hombres del mundo sojuzgados por regímenes fanáticos.

Dante, ocioso es decirlo, pero no recalcarlo, fue hombre implicado políticamente, al punto tal que el encono de sus adversarios lo llevó a un penoso destierro. El dolor de ver la patria corrupta y en permanentes luchas fratricidas, lo motivó a escribir: “Ahi serva Italia, di dolore ostello, / nave sanza nocchiere in gran tempesta, / non donna di province, ma bordello!”21 (Purgatorio VI, vv. 76-78).

Paradigma del amor por la patria es Farinata degli Uberti. En el diálogo político que sostiene con Dante, el peregrino le hace notar el sufrimiento que causó la sangrienta masacre de la batalla de Montaperti “che fece l’Arbia colorata in rosso”22 (Infierno X, v. 86). Entonces, el jefe gibelino se defiende y dando un ejemplo de valor cívico, expresa: “Ma fu’ io solo, là dove sofferto / fu per ciascum di tòrre via Firenze, / colui che la difesi a viso aperto”23 (ibid. vv. 91-93). El magnánimo Farinata estuvo solo en el Concilio de Empoli cuando los toscanos y los sieneses gibelinos, vencedores de Montaperti, quisieron destruir Florencia y él se opuso.

El gesto de Farinata aparece como un mensaje de moral cívica, más allá de las diferencias políticas, más allá del odio y de las discrepancias: lo importante en los momentos de crisis es el amor por la patria, el heroísmo, del cual Farinata hace honor.

La figura de Virgilio, su palabra medida, sus meditaciones filosóficas y sobre los hombres, su inmensa humanidad me llevaría a llenar varios folios, solo me atendré a mencionar uno de sus valores en el que exhibe como muestra de sabiduría: la humildad. Sobre el final del canto XXI del Purgatorio, Dante revela a Estacio que tiene frente a sí a Virgilio. El poeta napolitano, que se convirtió al cristianismo gracias a la lectura de la égloga IV de Virgilio: “Per te poeta fui, per te cristiano”24 (Purgatorio XXII, v. 73), se inclina para abrazar las rodillas del mantuano en señal de reverencia, pero el guía se lo impide: “Frate, / non far, ché tu se’ ombra e ombra vedi”25 (ibid. XXI, vv. 131-132). Virgilio que había gozado de la gloria de Roma, como lo manifestara de forma indirecta Francesca: “Nessum maggior dolore / che ricordarsi del tempo felice / ne la miseria; e ciò sa ‘l tuo dottore”26 (Infierno V, vv. 121-123), ahora, tras su muerte, tiene consciencia de ser una sombra, un ejemplo de humildad, valor perenne en los hombres virtuosos.

Las citas se multiplican; podrían correr indefinidamente sobre las páginas. Son el alimento eterno que Dante ha dejado a la posteridad. Pero estas líneas estarían parcializadas si solo mostrara mis impresiones, por eso quiero cerrarlas compartiendo el aprecio por Dante y su obra evidenciado en los últimos años a través de expresiones literarias y de otro tipo en que la Commedia fue transpuesta.

La fortuna literaria de Dante es hoy inmensa, porque no solo su obra da lugar a nuevos textos, sino que tal propensión desborda el ámbito estrictamente literario para enriquecer otros lenguajes, como el cinematográfico, el televisivo, el teatral, el del videojuego, el del cómic y hasta el de los avisos publicitarios. No es novedad que la Commedia siempre fue motivo de inspiración para artistas y escritores. También es cierto que cada época tiene su propio modo de leerla; las interpretaciones cambian a la luz de la perspectiva histórica y de los horizontes de expectativas de los lectores. En los últimos lustros, se advierte una marcada tendencia a tomar el texto dantesco como base de ficciones y filmes que desarrollan temas policiales en los que se plantea un enigma, solo capaz de ser descifrado por quien tenga una sólida competencia de la obra del poeta italiano.

Respecto de la cooperación de los textos entre sí y de la asociación entre lenguaje literario y cinematográfico, se observa que la narrativa y la filmografía estadounidenses de hoy se muestran sensibles a la elaboración de discursos en los que se incorpora la Commedia como instrumento para resolver enigmas conectados con cuestiones misteriosas y hasta truculentas. El filme de David Fincher, Seven (Pecados capitales), interpretado por Brad Pitt, presenta un thriller culto cuya resolución se opera sobre la base del Purgatorio dantesco. Dante también se cita en Hannibal, el bestseller de Thomas Harris, llevado al cine, en el que un psiquiatra que sufre alteraciones mentales conoce y recita al dedillo Vita Nuova, la obra juvenil del florentino. Además de los ejemplos mencionados, apareció en 2003, con gran suceso editorial y el beneplácito de la crítica, The Dante Club (El club Dante) de Matthew Pearl, otro thriller culto basado en el Poema (cf. Capano 2009: 35-43).

En la Argentina, el autor y actor Enrique Pinti presentó en clave humorística un stand-up con considerable suceso llamado El infierno del Pinti (1996), en que Virgilio (Pinti) lleva a Dante a pasear por las instituciones gubernamentales y públicas del país. El tono es acentuadamente satírico social.

En tiempos recientes, por una brillante iniciativa del escritor y ensayista Pablo Maurette, se produjo la viralización mundial de leer, a través de la comunidad de twitter, la Divina Comedia a lo largo de cien días, a razón de un canto por día. La propuesta comenzó el 1º de enero de 2018 y terminó el 18 de abril del mismo año. Cada lector realizaba sus comentarios a través del Hashtag # Dante 2018. La lectura coral despertó una fascinación colectiva. Una vez más la obra de Dante se convertía así en un fenómeno literario de rigurosa actualidad.

Hace algunos años, una serie televisiva de animación, Over the garden wall (Más allá del jardín, 2014) también tomó algunos temas del texto dantesco. Dos hermanos se pierden en un bosque desconocido (la selva oscura) y son guiados por un ave de nombre Beatriz. Para regresar a su casa deben sortear una cantidad de obstáculos en forma de bestias amenazadoras (los guardianes monstruosos del Infierno). El cómic, creado por Patrick McHale se desarrolló en diez episodios y fue transmitido por Cartoon Network.

Pero no solo la cultura occidental se interesó por la Commedia, también despertó el interés de la oriental. En 2008, Variety Art Works, editó un manga titulado Dante Alighieri. La Divina Comedia. El manga. La historieta japonesa desarrolla parte de Vita Nuova