De "apolíticas" a militantes - Camila Sanhueza - E-Book

De "apolíticas" a militantes E-Book

Camila Sanhueza

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Fue un día martes 20 de mayo de 1941 cuando se realizó una reunión que cambiaría el curso que hasta entonces había llevado el Partido Conservador respecto a la composición de sus militantes. En aquella reunión estarían presentes mujeres, en su mayoría pertenecientes a la elite y relacionadas familiarmente a militantes y dirigentes del Partido Conservador, con el objetivo de formar la Sección Femenina (SF) del partido, también conocido como el Partido Conservador Femenino. Mientras que otros partidos como el Partido Radical, el Partido Liberal y el Partido ya habían conformado sus secciones femeninas entre las décadas de 1920 y 1930, los conservadores serían los últimos en crear su filial femenina, producto de la presión de quienes buscaban militar en su partido.

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DE “APOLÍTICAS” A MILITANTES

La incorporación de mujeres al Partido Conservador chileno (1934-1952)

Camila Sanhueza Acuña

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 - Santiago de Chile

[email protected] – 56-228897726

www.uahurtado.cl

Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

ISBN libro impreso: 978-956-357-353-4

ISBN libro digital: 978-956-357-354-1

Coordinador colección Historia

Daniel Palma Alvarado

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diseño interior

Elba Peña

Diseño de portada

Francisca Toral

Imagen de portada: Voto femenino, de autor desconocido, año 1941. Fotografía patrimonial Museo Histórico Nacional.

Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

A Pedro Acuña Cea.

Donde sea que estés, espero que estés orgulloso.

Índice

Siglas y abreviaturas

Agradecimientos

IntroducciónDe “apolíticas” a militantes. Un análisis teórico e historiográfico sobre las mujeres conservadoras en Chile

Capítulo I Mujer conservadora y Estado: la incorporación a la política chilena desde las elecciones municipales (1921-1935)

Orígenes de organizaciones de mujeres en Chile (1860-1930)

El Partido Conservador. Su postura y trabajo sobre la mujer en política y el espacio público

Las primeras legislaciones: el decreto de Ibáñez y la reforma de organización municipal

Elecciones municipales de 1935: mujeres entran al Estado y se acercan al Partido Conservador

Capítulo IIEl camino hacia la militancia: los orígenes de la Sección Femenina del Partido Conservador (1935-1941)

La articulación postelecciones de las organizaciones femeninas y el surgimiento de la Falange Nacional (1935-1938)

Diferencias entre las organizaciones conservadoras y el MEMCh: ¿más similitudes que diferencias? (1937-1941)

Las dos elecciones de 1938 y el origen de la formación de la Sección Femenina del Partido Conservador

El Partido Conservador y su sección femenina: una relación subordinada (1941)

Capítulo IIIEstrategias políticas y definiciones doctrinarias.La configuración de la Sección Femenina y (re)organizaciones femeninas

El débil y lento funcionamiento de la Sección Femenina en sus primeros años

Elecciones Municipales de 1944 y la dependencia del sufragio femenino en el Partido Conservador

Doctrinas sobre la mujer en política: el Congreso Nacional de Mujeres y las divergencias entre organizaciones feministas y secciones

La postura sobre el rol de la mujer en la política de la Iglesia católica y el cambio de dirección en el conservadurismo en Chile

Capítulo IVAuge y caída de la Sección Femenina. La obtención del voto político a la mujer y la división del Partido Conservador (1947-1952)

Las advertencias de las Elecciones Municipales y la Convención Nacional de 1947

La discusión parlamentaria sobre el sufragio femenino, ¿derecho concedido o réditos políticos? (1941-1949)

Otra vez el social cristianismo: la división del Partido Conservador y fragmentación de la SF

Las mujeres conservadoras tras la obtención del sufragio político

Conclusiones

Bibliografía y fuentes

Notas

SIGLAS Y ABREVIATURAS

ANMCh Acción Nacional de Mujeres de Chile

APMCh Acción Patriótica de Mujeres de Chile

BCN Biblioteca del Congreso Nacional

BND Biblioteca Nacional Digital

DL Decreto de Ley

DFL Decreto con Fuerza de Ley

SF Sección Femenina del Partido Conservador

HL Historia de la Ley

JCF Juventud Conservadora Femenina

MEMCh Movimiento Pro Emancipación de la Mujer

PCF Partido Cívico Femenino

PCSC Partido Conservador Social Cristiano

PCT Partido Conservador Tradicionalista

Servel Servicio Electoral de Chile

AGRADECIMIENTOS

El presente libro surge como fruto de la investigación y realización de mi tesis de magíster en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile (2018-2021), que lleva el mismo título que la presente obra. En primer lugar, quiero agradecer a mis profesoras guías de tesis, Brandi Townsend y Macarena Ponce de León, por su apoyo, correcciones, apuntes durante esos tres años, y por ser las primeras en plantear que esta investigación podía ser publicada como libro. Sin aquellas palabras de aliento y correcciones, esta investigación no habría llegado a puerto ni me habría atrevido a enviar este manuscrito. Por supuesto, también agradecer a la Editorial Universidad Alberto Hurtado, y en especial a Daniel Palma, director de la colección Historia, por guiarme en este proceso de publicación. Los apuntes y correcciones que realizaron no hicieron más que enriquecer este proceso de escritura y el resultado de este libro. Y también, agradecer por el rol que cumple la editorial de apoyar a nuevos y jóvenes historiadores e historiadoras, a través de sus publicaciones.

Agradezco a su vez a los profesores del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, por haberme formado durante siete años como investigadora, y a sus administrativos, en especial a Marianne Rippes y Marisol Vidal, por haberme acogido tanto como estudiante y como ser humano. Agradezco en especial a José Ragas, que junto con Brandi, me entregaron su apoyo académico y personal durante mi paso por el Instituto de Historia. También quiero agradecer a Isabel Castillo, por sus apuntes a esta investigación, colaboración y apoyo académico constante. Además, a Constanza Rojas, de la Universidad de Tarapacá, que al darnos cuenta de estar trabajando el mismo sujeto de estudio, las mujeres conservadoras, generó un hermoso apoyo entre colegas, a veces tan escaso. Por último, por supuesto a mis compañeros de generación de magíster y en especial al grupo de “la divina tesis”, Cristóbal Hernández, Leonardo Cisternas, Matías Moreno y Gabriel Nachar, estos dos últimos, presentes desde prácticamente el primer día de clases del pregrado en Historia UC, y que han sido testigos de este largo camino.

También, es necesario reconocer la labor que realizan todos los días los trabajadores y trabajadoras de las bibliotecas y archivos, especialmente en estos últimos tiempos en que ha sido tan complejo trabajar en ellos. En este caso, agradezco a quienes me ayudaron en la Sala de Prensa Camilo Henríquez de la Biblioteca Nacional, a los trabajadores de la Biblioteca del Congreso Nacional por su disponibilidad y amabilidad, y también a Ángela Acevedo, quien amablemente me recibió en nombre del Archivo Histórico del Servicio Electoral.

No habría podido sortear este largo proceso sin el apoyo de mi familia y amigos. Primero, mis padres: Mauricio Sanhueza y Carolina Acuña, los dos pilares fundamentales en mi vida y las personas a quienes más admiro. A Pedro Acuña Briones, “JL”, y Mónica Zapata, por ser mis segundos padres. Por último, agradezco a Gabriela, mi casi hermana, por estar siempre para mí, independiente de todo; y también a Pedro y Nikolas Acuña, mis hermanos primos que me han dado su amor y cariño desde que nací.

En la misma línea, quiero agradecer a mi amiga de toda una vida, Daniela Arancibia, mi apoyo de siempre, que estuvo al tanto de todo y acompañándome como lo ha hecho desde el primer día. A mis amigos que me apoyaron durante este proceso de publicación: Trinidad Leyton, por acompañarme siempre con su amistad en las buenas y en las malas; Armando Álvarez, por su comprensión de siempre, generosidad y amabilidad gigantes; Francisco Cortés, por su compañía y apoyo constante en todos mis proyectos, incluso teniendo más fe en mí que yo misma; Álvaro Salinas, por sus comentarios tan certeros y su apoyo y cariño constante. A Caterina Labrín, por ese cariño, por esos consejos personales e intercambios interdisciplinarios. Por último, pero no menos importante, debo mencionar a Carlos Zúñiga Polanco quien, a pesar de la distancia, me acompañó en este proceso con su amistad, sus palabras de aliento y su cariño, e incluso me entregó sugerencias de escritura para este libro cuando se lo solicité.

Por último, agradezco a todas y todos quienes decidieron adquirir este libro y conocer esta investigación. Este libro es fruto de un interés personal que surgió en el año 2016 cuando me acerqué a la investigación de secciones femeninas a partir de la Falange Nacional, lo que me llevó a investigar, conocer y aprender más de la historia de las mujeres conservadoras y de derecha en la política y en los partidos políticos chilenos. Durante el transcurso de esta investigación y escritura, el mayo feminista de 2018, el estallido social de 2019 y el debate por la paridad de género en la Convención Constitucional, ha levantado más interés por la participación y la falta de representación de mujeres en la política, y este trabajo no busca más que contribuir en el debate y conocimiento en este tema. Espero que este libro sea del agrado de las y los lectores, pueda generar más interés en este tema, y sea un aporte al debate de la Historia y también de nuestro presente.

INTRODUCCIÓN

DE “APOLÍTICAS” A MILITANTES. UN ANÁLISIS TEÓRICO E HISTORIOGRÁFICO SOBRE LAS MUJERES CONSERVADORAS EN CHILE

Martes 20 de mayo de 1941, 16:30 horas. En el Club Fernández Concha, ubicado en la calle Compañía 1263, entre Teatinos y Morandé, en pleno centro de Santiago de Chile, se realizó una reunión que cambiaría el curso que hasta entonces había llevado el Partido Conservador, respecto a la composición de sus militantes. En aquella reunión estarían presentes mujeres, en su inmensa mayoría pertenecientes a la elite y relacionadas familiarmente a militantes y dirigentes del Partido Conservador, con el objetivo de formar la Sección Femenina (SF) del partido, también conocido como el Partido Conservador Femenino.

El día anterior, el periódico El Diario Ilustrado informó en sus páginas que la Junta Ejecutiva del Partido Conservador había acordado crear el Partido Conservador Femenino, “contemplado en el Plan de Reestructuración elaborado por el senador señor Horacio Walker Larraín”1. En aquel artículo además se convocó a nombre del presidente de la colectividad, Fernando Aldunate, y del presidente provincial de Santiago del partido, el diputado Enrique Cañas Flores, a un grupo de mujeres a participar en una reunión “para iniciar los trabajos de fundación de esta sección del conservantismo”2. Casi dos semanas después, en el mismo diario, se confirmaría la creación de este organismo.

Este proceso respondió, en realidad, a las peticiones de las mismas mujeres que fueron citadas a aquella reunión de mayo de 1941, cuando meses antes formaron la Legión Femenina Conservadora3. Aquella instancia fue creada con el objetivo de colaborar con el trabajo del partido en las elecciones municipales que se realizaron ese año. Para esto, apoyaron al candidato Carlos Flores Vicuña, militante conservador, lo que terminó generando una serie de conflictos con una de las organizaciones femeninas identificadas con el conservadurismo, la Acción Patriótica de Mujeres de Chile (APMCh) (1934-1941), quienes consideraban que ellas mismas eran las encargadas de organizar a las mujeres para las elecciones4.

Este aparente pequeño conflicto derivaría en la formación de la SF del Partido Conservador, e implicó un cambio de estrategia del partido para con el voto femenino: si desde 1934 el partido se había relacionado electoralmente con agrupaciones de mujeres conservadoras, las cuales se mantenían en un aparente margen del sistema de partidos, ahora estas mismas mujeres presionaron para formar parte y ser militantes del Partido Conservador. Mientras que otros partidos como el Partido Radical, el Partido Liberal, el Partido Socialista, e incluso la recientemente creada Falange Nacional ya habían conformado sus secciones femeninas entre las décadas de 1920 y 1930, los conservadores —que tuvieron el mayor apoyo de las mujeres desde las elecciones municipales de 1935, las primeras en las que mujeres pudieron sufragar—, serían los últimos en crear su filial femenina, producto de la presión de quienes buscaban militar en su partido.

Setecientas veinte mujeres fueron registradas durante esta investigación ligadas de alguna u otra forma al Partido Conservador y a las colectividades que resultaron de su división en 1949, el Partido Conservador Social Cristiano y el Partido Conservador Tradicionalista. La presencia cercana o al interior de estas mujeres en el Partido Conservador fue bastante variada: algunas en cargos dirigenciales a nivel nacional, departamental o provincial; como regidoras o candidatas a regidora, otras tuvieron participación en convenciones, directorios nacionales del partido, y otras lo hicieron como adherentes de candidaturas, organizadas en comités o como firmantes de candidaturas.

El presente estudio buscará adentrarse en el proceso de incorporación de mujeres a la militancia del Partido Conservador, que puede enmarcarse en dos etapas: la primera entre los años 1934, cuando organizaciones femeninas forjaron alianzas con el partido, hasta 1941, cuando se oficializa la conformación del Partido Conservador Femenino; y la segunda entre los años 1941 y 1952, que rastrea la trayectoria de la SF, su división en conjunto con la del Partido Conservador, hasta la profusa derrota electoral que sufriría la colectividad en las elecciones presidenciales de 1952. Pero ¿por qué las mujeres del Partido Conservador? El presente libro, a partir del ejemplo de este partido en particular, busca analizar la participación política de mujeres en partidos políticos, —y probablemente sin respuestas concretas— los orígenes, motivaciones y trayectorias de mujeres en la institucionalidad del sistema de partidos.

Al cuestionarse la falta de equidad de la participación de mujeres en partidos y cargos políticos, lo que fue evidentemente subsanado a través de las elecciones de convencionales constituyentes del 15 y 16 de mayo de 2021 con el mecanismo de paridad —en el contexto del proceso de redacción de la nueva Constitución—, cabe hacerse la pregunta desde el rol de historiador o historiadora, ¿cuándo y cómo se incorporaron las mujeres al Partido Conservador? ¿Dónde podemos encontrar el origen de aquella dispar participación en esta colectividad? ¿Cómo militaron en un partido político en años donde esto —aparentemente— era incompatible con el rol tradicional de las mujeres en la sociedad de aquel tiempo? Para muchas de estas mujeres integrantes de la Sección Femenina, participar en una organización política no era nuevo. Sin embargo, la particularidad de la creación de la SF es que significó formalmente la integración de estas mujeres al sistema de partidos chileno, específicamente, en el Partido Conservador.

Al ahondar sobre las organizaciones conservadoras desde sus comienzos a mediados de siglo XIX en torno a la asistencia médica5, pasando por la Liga de Damas Chilenas y otras agrupaciones de similares características a comienzos del siglo XX, hasta la formación de la SF, es posible observar un cambio en la autopercepción sobre su participación política, su concepción de la política y del rol de la mujer en este ámbito. Si a comienzos del siglo XX este tipo de organizaciones femeninas marcaron su trabajo político estrictamente en un enfoque social y asistencialista, al integrarse a la SF del Partido Conservador, ya se consideraban una militante más. Participaron en lo que ellas mismas declaraban un trabajo político, a la par desde su visión, de sus correligionarios masculinos y cuyo trabajo estuvo dirigido no solo hacia los derechos políticos de la mujer, sino que también, y en ocasiones principalmente, por los intereses del Partido Conservador.

Este proceso, en paralelo a la discusión de la ley de sufragio femenino en el Congreso —y promulgado en 1949—, fue paulatino, y estuvo estrechamente relacionado con la transformación en la autopercepción de este grupo de mujeres sobre su agencia política, que conllevó a que decidieran ser parte de nuevos espacios políticos, tales como el Partido Conservador. Es así como este trabajo plantea, como hipótesis general, que la autopercepción de este grupo de mujeres conservadoras fue transformándose producto tanto de la coyuntura política del período, como por el mismo movimiento feminista que abogó por derechos civiles y políticos para las mujeres durante la primera mitad del siglo XX. Ambos procesos fueron los que impulsaron la motivación de formar la filial femenina en el partido.

El presente libro propondrá que previo a la obtención del voto municipal para las mujeres en 1934, las asociaciones de mujeres conservadoras se percibían a sí mismas como “apolíticas”, lo que para ellas implicaba marginarse de los partidos políticos, compuestos solo por hombres hasta el momento. Junto con esto, el concepto de “apoliticismo” incluyó recalcar su ausencia en la participación de prácticas de la política, tales como las elecciones, y las malas prácticas asociadas a estos elementos durante este período, tales como el cohecho o fraudes electorales. Sin embargo, luego de la obtención del voto municipal en 1934 y su participación en la competencia electoral en las elecciones municipales al año siguiente como candidatas, fue cambiando su postura y autopercepción respecto al “apoliticismo”, acercándose cada vez más a la militancia, dentro del Partido Conservador.

“De ‘apolíticas’ a militantes”, señala el título de esta obra. Pero, ¿por qué apolíticas? ¿Y por qué, luego, militantes? El apoliticismo, a diferencia de como pudieron plantearlo las mujeres conservadoras antes de 1934, era una clara postura dentro de la política. Pierre Bourdieu, por ejemplo, define el apoliticismo como “una contestación del monopolio de los políticos que represente el equivalente político, de lo que fue, en otros tiempos, la revuelta religiosa contra el monopolio de los clérigos”6. Desde esta definición se desprende que el apoliticismo es una automarginación de los grupos tradicionales de la política, al no responder a las demandas y a los ideales de ciertos grupos, en el sistema tradicional.

Ahora bien, no necesariamente estas mujeres percibían el concepto de apoliticismo tal como lo definió Bourdieu sesenta años después de que ellas lo mencionaron. El apoliticismo, si bien lo entendían como una marginación del sistema de partidos —y así lo fue entendido también por mujeres feministas cercanas a la izquierda—, no fue necesariamente por un rechazo a este sistema de partidos por las mujeres conservadoras, sino que también por una percepción de que las mujeres no debían participar en este sistema formal de partidos. Pero, tras la obtención del sufragio municipal en 1934, este precepto comenzó a ser desechado, al abrirse a la competencia electoral a través de cupos en el Partido Conservador. En palabras simples: nunca fueron realmente apolíticas, desde el momento que se organizaron en agrupaciones extrapartidarias y levantaron sus voces respecto a la realidad nacional. El “apoliticismo” fue más bien una palabra, un concepto para desmarcarse de la política partidaria, aun cuando esto no fuese del todo cierto en la práctica, y para mantenerse en los márgenes tradicionales de las mujeres de aquel período, que su mismo partido defendía.

En contraparte, si bien los tipos de militancia y sus características han sido estudiadas especialmente a partir de estudios sobre la izquierda revolucionaria de mediados del siglo XX en América Latina, o bien sobre el comunismo y socialismo europeo, una definición exacta de este concepto no está tan difundido o internalizado. Una definición de “militancia” afirma que produce un modo específico de inversión de los individuos en actividades que implican una disponibilidad y sacrificio de sus necesidades personales en la defensa de una ideología7 y que la militancia es una metodología para producir acción colectiva que busca intervenir o interferir en normas sociales8. Es decir, la militancia, independientemente del tipo de organización, grupo o partido político, implica un estrecho compromiso de la vida personal hacia el espacio de la política, defendiendo los intereses finales de la colectividad en la que se esté militando. Por lo mismo, la militancia para un grupo de mujeres conservadoras tendría un significado bastante particular, ya que el compromiso de la vida personal hacia el espacio de la política para una mujer, independiente de su orientación política, durante la primera mitad del siglo XX podía llegar a ser bastante conflictivo.

Por supuesto, la militancia de mujeres en partidos políticos, comprometiendo su vida personal hacia el espacio de la política fue lejos de ser algo exclusivo de las militantes conservadoras, o de Chile como proceso único en la región e incluso a nivel mundial. Tampoco la transformación de asociaciones femeninas a militar en partidos políticos. Se ha planteado que hay casi nulos estudios respecto a la militancia de mujeres en partidos políticos y las secciones femeninas, sus actividades y otros tipos de trabajos políticos9, lo cual no es del todo cierto. Sin embargo, los estudios respecto a la presencia en partidos políticos han estado más bien enfocados en los análisis de trayectorias personales en la militancia, o inclusive en pequeñas menciones de la existencia de estas secciones femeninas, otorgando apenas un rastro de su existencia.

América Latina a comienzos del siglo XX veía el pleno auge del “feminismo latinoamericano”, considerado pionero a nivel mundial al plantear como objetivos tanto la igualdad de derechos como los derechos económicos de todos los ciudadanos10. Entre estas demandas realizadas por distintas mujeres en la región, que abarcaron derechos sexuales, económicos, laborales y, por supuesto, políticos, se encontraba la del sufragio femenino. Y en paralelo a estas demandas, mujeres comenzaron a integrar las filas de distintos partidos políticos a lo largo de América Latina. Mientras en Perú hubo una fuerte presencia de mujeres a partir de 1920 en las filas del Partido Aprista Peruano y la Unión Revolucionaria11, en México a fines de 1940 se incorporarían mujeres al Partido Institucional Revolucionario (PRI)12 o casos como el argentino y la presencia de mujeres en el Partido Peronista, a partir de un exclusivo partido femenino13, dentro de la orgánica. Otros casos por observar son los europeos, como son la formación de las filiales femeninas de partidos en contextos totalitarios, tales como la llamada Deutsches Frauenwerk14 del Tercer Reich, las Fasci Femminili15,durante la Italia fascista, y la Sección Femenina de la Falange Española16, secciones femeninas marcadas por un profundo antifeminismo, es decir, que integraron “los elementos más sexistas de nuestra cultura para promover su visión jerarquizada de la relación de los sexos”17.

Pero, la historiografía ha dado mayor énfasis —y con justa razón— a las ideas que buscaron representar a las mujeres en política, la transgresión a cánones y estereotipos de género de su período, y el aporte que realizó un grupo de mujeres, a la igualdad de derechos civiles y políticos de las mujeres, las que, en gran parte se asociaron con la izquierda no solo chilena, sino que latinoamericana18. Desde un punto de vista ideológico, dejando a un lado los ejemplos mencionados de los partidos políticos en regímenes totalitarios, los estudios que han analizado históricamente a mujeres conservadoras, se han enfocado más bien en las asociaciones de corte caritativo y de asistencia social, usualmente asociadas a la Iglesia Católica19 u otros credos20. En específico, en el caso chileno, fueron agrupaciones conformadas por mujeres pertenecientes de la elite durante la segunda mitad del siglo XIX21 y durante las primeras dos décadas del siglo XX, destacándose de estas organizaciones su carácter católico, caritativo, cultural22 y, en ocasiones, de búsqueda de defensa de los valores cristianos23. Estas actividades no eran concebidas por estas mujeres como actividades de carácter político —aunque en algunos casos ellas mismas se consideraron como agrupaciones feministas, pero diferenciándose del llamado “feminismo latinoamericano”. Estas asociaciones y mujeres buscaron mantener los roles tradicionales de la mujer, históricamente asociados a un ámbito privado, a partir de un discurso político y, por ende, en el avance de derechos políticos para la mujer, en los que han denominado como “feminismo conservador”24, “feminismo cristiano”25 o feminismo “maternal”26.

Hay un hecho histórico a resaltar: las mujeres siempre han estado presentes en el ámbito de “lo político”. Y para afirmar esto, es necesaria una distinción conceptual. Diferentes autores han concordado en realizar una distinción de “lo político”, como “una modalidad de existencia de la vida comunitaria y a una forma de la acción colectiva”27, como un elemento constitutivo de las sociedades humanas28 o bien como la “constitución del espacio social, de la forma de la sociedad, de la esencia de lo que alguna vez fue definido como la “ciudad”29. En otras palabras: “lo político” es el ordenamiento mismo de las sociedades, lo que durante el período de la Antigua Grecia se denominaba como la polis o la “ciudad”, en tanto lo privado como lo público. De ahí que se debe afirmar que las mujeres siempre han estado presentes en el ámbito de “lo político”, por obvias razones: históricamente han sido parte tanto de la vida comunitaria, como de las ciudades, de la polis, del espacio social.

Un caso distinto es “la política”. Dentro de sus definiciones, se ha planteado, por ejemplo, que la política debe ser considerada como un locus o lugar particular donde los partidos compiten, y una agencia general del poder toma forma y es reproducido30. También, la política ha sido definida como un “conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político”31, o también, el espacio donde se “desmenuza los mecanismos de toma de decisiones públicas, interpreta el resultado de las elecciones, echa luz sobre las razones de los actores y el sistema de sus interacciones, describe los rituales y los símbolos que organizan la vida”32. Todas estas definiciones apuntan a similares características: un espacio donde instituciones y grupos de personas compiten por obtener el poder, y así poder tomar decisiones en el espacio público.

Y he aquí la particularidad en donde se enmarca este proceso, del movimiento feminista y su movilización en el espacio de “la política”, que lanzó a la palestra la lucha por los derechos de las mujeres, redactando proyectos de ley inclusive. La irrupción de las mujeres en el espacio de “la política” incluye también, y como eje central de este libro, la incorporación de mujeres a partidos políticos, específicamente al Partido Conservador chileno. Ambas transformaciones de expansión democrática, de las más importantes que experimentaron Chile y el mundo, durante el siglo XX.

Las razones por las cuales las mujeres fueron durante siglos marginadas de derechos ciudadanos tales como el voto, o militar en partidos políticos, o tener la posibilidad de ser elegidas en cargos políticos de votación popular han sido ampliamente estudiadas históricamente, en especial desde la filosofía y la teoría feminista. Esta marginación de las mujeres, desde la modernidad, puede trazarse a partir de la creación de las repúblicas. Es así como surge el concepto de “patriarcado fraternal”33, en referencia a la exclusión de las mujeres de “la política” en los Estados modernos, producto de la subordinación de las mujeres a los hombres “en tanto que varones, o a los varones en tanto que fraternidad”34. En esa misma línea se ha empleado el concepto de “lenguaje familiar”35 que tuvo el proceso de la monarquía a la creación de los Estado-nación, a fines de siglo XVIII y comienzos de siglo XIX para el caso de las revoluciones latinoamericanas. En este lenguaje familiar se honró la figura de los “padres de la patria”, liderando tanto el Estado como el hogar36. Las mujeres, en tanto, fueron marginadas del espacio público, situándolas en el ámbito doméstico, y en consecuencia no solo se mantuvo la exclusión de estas en el ámbito político, sino que se despojaron los escasos derechos civiles que poseían durante la Colonia.

Los denominados “ámbito doméstico” y “ámbito político” se refieren a las ideas de “esfera privada”, que engloba al que involucraría las relaciones domésticas, familiares y sexuales37, y la “esfera pública”, que se asocia a “la política”. La reducción de la mujer a “lo privado”, o al “mundo de mujer” ha determinado su marginalización en lo político, pero que no solo se ha expresado en este ámbito, sino que también en la discriminación educacional, cultural y laboral38, como hechos objetivos; y desde lo que considera subjetivo, se encuentran elementos como determinaciones sociales del rol biológico de las mujeres, exageración de lo afectivo como algo “natural” en desmedro de lo racional, identificación en roles más que como sujeto, orientaciones laborales hacia cierto tipo de oficios39, por nombrar algunos elementos.

Pero tal como se ha afirmado, “el significado de ‘privado’ y ‘público’ son interdependientes”40. Las mujeres, al ser siempre parte de lo político, comenzaron a movilizarse y a luchar por sus derechos políticos —entre otro tipo de derechos— a nivel mundial, desde a mediados del siglo XIX con mayor fuerza. Y en el caso latinoamericano y el caso chileno, la movilización respondió al ingreso laboral de las mujeres, el cual en muchas ocasiones fue forzado y remunerado con peores pagas que los hombres, producto de la “Cuestión Social”, y las vulnerables condiciones socioeconómicas en las que las clases bajas y populares vivían durante este período en América Latina y en Chile; o también por la lucha de obtener un mayor grado de instrucción formal a nivel educacional.

Esto es lo que se denomina como “dialéctica de historia de las mujeres”, que consiste en que durante momentos de crisis políticas y/o sociales, “las mujeres toman conciencia de las contradicciones de su relación y el proceso histórico, las perciben correctamente y las denominan privaciones que ellas comparten en cuanto a que son un colectivo”41. En el caso que se estudiará en este libro, las mujeres que ingresaron a militar en la SF del Partido Conservador, su movilización confluyó en la búsqueda de entregar asistencia social a las clases más bajas, que ya había sido realizada por agrupaciones femeninas de corte católico, como se mencionó anteriormente. Pero también respondió a un miedo: el avance de ideas que, a consideración de estas mujeres, podían acabar con el orden establecido, la Iglesia católica, y con la tradición de la familia: el marxismo o comunismo. Todos estos elementos son ideas que ha buscado representar la derecha, y en Chile, durante mediados del siglo XIX hasta 1960 aproximadamente, el Partido Conservador.

Los estudios desde la historia que se han realizado sobre el Partido Conservador, más que concentrarse en el partido en sí42, han estado más bien enmarcados en los estudios sobre la denominada “derecha (o derechas) chilena”43. La derecha chilena como tal se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX, tras la Guerra Civil de 1851; sus actores representaban a la elite colonial de Chile, en su mayoría terratenientes, y que a partir de lazos familiares y alianzas matrimoniales fueron acercándose económicamente a otras actividades como la minería o la industria, a partir de la década de 192044. Y si bien la derecha en Chile tiene tanto una dimensión política como económica45, los lazos tan estrechos que tenían estos dos ámbitos hacen que, en ocasiones, la línea que se genera en el análisis histórico sobre estos sujetos históricos y sus dimensiones sea tenue y pueda llevar a limitaciones y confusiones conceptuales. Ideológicamente, y si bien no es un elemento exclusivo de la derecha, poseían un profundo elemento anticomunista46, al defender férreamente los valores tradicionalistas de orden y, en ocasiones, autoritarios.

Este último punto, el anticomunismo, como se verá a lo largo de este libro, y especialmente en el tercer y cuarto capítulo, se convertiría en un elemento clave para comprender la transformación en la autopercepción de las mujeres de la SF. Es posible identificar tres corrientes de anticomunismo que se han desarrollado en Chile desde mediados de siglo XIX; entre ellas, el anticomunismo católico y el anticomunismo nacionalista47. Como se argumentará a lo largo de esta investigación, el factor del profundo catolicismo de estas mujeres conservadoras fue permeado con el anticomunismo, especialmente durante las décadas de 1910 y de 1940; este último período, ya integradas en la SF del Partido Conservador.

El anticomunismo debe ser destacado como un elemento esencial del conservadurismo durante el siglo XX, al ser un discurso que articuló la defensa contra uno de los enemigos comunes que tuvieron a lo largo de aquel siglo. El pensamiento conservador en el siglo pasado se mantuvo homogéneo, siendo esta ideología guiada “uniformemente por nociones tales como continuidad histórica, autoridad y tradición, orden, legitimidad, nación y Estado nacional”48. Estas nociones, junto al catolicismo que identificó permanentemente a este grupo de mujeres conservadoras —y también a los hombres del Partido Conservador—, fueron los elementos claves en sus discursos, centrándose en la defensa de los valores cristianos o católicos, y de la patria, que ya en el segundo lustro de la década del 40 apelaría directamente a la defensa de estos principios que se encontraban en peligro, desde su visión, por el marxismo y la izquierda.

Desde la historiografía han existido estudios que han profundizado la relación de mujeres conservadoras con el sector de la derecha política, pero no desde los mismos partidos. Por ejemplo, la relación entre anticomunismo y mujeres de derecha, desde una perspectiva de género, ha sido estudiada principalmente durante el período de la Unidad Popular (1970-1973), en especial a través del caso del grupo Poder Femenino49. Si bien tuvo lazos estrechos con el Partido Nacional y otros conglomerados políticos, nunca fue efectivamente una filial o parte de un partido político. Respecto al período que concierne a este libro, las investigaciones históricas se han enfocado más bien en la influencia del catolicismo y del conservadurismo en la obtención del sufragio femenino en 194950, de la mano con los estudios desde la ciencia política sobre el concepto gender gap51, y los discursos de género que predominaron en el masivo apoyo de mujeres a la candidatura presidencial de Carlos Ibáñez del Campo en 195252. Tal como en los estudios sobre las primeras asociaciones de mujeres de comienzos del siglo XX, las investigaciones sobre mujeres de derecha y conservadoras han hecho hincapié en su origen social53, conformado en su vasta mayoría por mujeres de elite y con conexiones familiares con figuras políticas masculinas y/o empresarios.

Es la necesidad de estudiar esta búsqueda de las mujeres de participar en “la política”, y en este caso particular, en las ideas conservadoras, es que la siguiente obra se enmarca en la corriente historiográfica que suele denominarse Historia política e Historia de género, o más bien como prefiero denominarla, “Historia política de género”. ¿En qué se podría diferenciar la Historia de género con la tradicional Historia política o con la Historia de género? Pues bien, si la historiografía política chilena, desde la más tradicional, es decir, aquella desarrollada durante el siglo XIX y mediados del siglo XX, junto con la denominada “nueva historia política”54, ha estudiado procesos, sucesos y el desarrollo de procesos políticos, ideologías, figuras políticas, y la historia de género busca analizar las representaciones, símbolos, instituciones e identidades subjetivas de los géneros, el concepto de “historia política de género” que es propuesto en este libro, busca demostrar que, a partir de la utilización del género como categoría de análisis histórico55, el relato de la historia política de Chile busca, por un lado, incluir las relaciones de los géneros en las instituciones —en este caso, en el Partido Conservador—, junto con analizar las representaciones de las identidades subjetivas, los símbolos presentes en las instituciones de la política y los conceptos normativos tanto en la organización de la SF con el Partido Conservador, en sus discursos y acción en la política coyuntural chilena entre las décadas de 1930 y 1950.

Es por esta última razón que, en términos teóricos, la categoría de género cumplirá un rol fundamental en el análisis histórico de esta obra. Joan Scott en su obra cúlmine Género e Historia señala que las organizaciones sociales, junto con los ya mencionados conceptos normativos e identidades subjetivas, y los símbolos disponibles56, son manifestaciones respecto a cómo el género es “un elemento constitutivo de las relaciones sociales, las cuales se basan en las diferencias percibidas entre los sexos, y el género es una forma primaria de las relaciones simbólicas de poder”57. De esta forma, el siguiente estudio no solo busca estudiar los orígenes y conformación de la Sección Femenina del Partido Conservador, sino que además demostrar cómo a partir del análisis de esta filial, se pueden constatar elementos históricos respecto a la autopercepción, organización y elementos discursivos que tuvo el Partido Conservador y grupos conservadores durante la primera mitad del siglo XX respecto a las diferencias percibidas entre los sexos, y cómo se expresaron en la política, muchos de los cuales aún persisten en ciertos sectores de las derechas chilenas en la actualidad.

El apoliticismo —que nunca fue tal, y más bien fue una postura política— abarca una serie de conceptos normativos y subjetividades propias del género, como lo denomina Joan Scott58, que causaba en este grupo de mujeres la necesidad de desmarcarse de los tradicionales partidos políticos, y mantener así su trabajo en el espacio público, limpio de vicios electorales, y conservando los valores tradicionales de la familia y del catolicismo. Por otro lado, la militancia, si bien implicó como veremos a lo largo de los capítulos, un mayor compromiso, e inclusive fue planteado por sus militantes como algo que no implicaría el abandono de los deberes de esposa y madre, no significó abandonar esa práctica limpia de vicios y de defensa de los valores tradicionales. Es por esto que el discurso político de las mujeres conservadoras buscó evitar el uso de un lenguaje directamente político o similar al que utilizaban los militantes hombres del partido. La militancia era una contradicción al rol tradicional de la mujer, por lo que, como se observará a lo largo de este libro, la “acción social” de las mujeres conservadoras, a pesar de tener un fuerte componente clientelar, político y doctrinario para el partido, no era utilizado ni planteado como tal. Una vez que la palabra “apoliticismo” no podía ser utilizada por ser efectivamente militantes, el trabajo de la militancia no podía ser similar al de los hombres, para evitar conflictos con los valores que el partido representaba.

Este libro busca llenar este vacío historiográfico respecto a la militancia de mujeres en partidos tradicionales, a partir del caso del Partido Conservador. Pero la relevancia de esta investigación busca ir mucho más allá de llenar un vacío: este libro insta a visibilizar un espacio y un rol de las mujeres organizadas en su Sección Femenina, en los sucesos y en el desarrollo del Partido Conservador en la política chilena. Se ha señalado que la política siempre ha sido cosa de mujeres, y lo mismo en el caso de los partidos políticos, al menos, desde los primeros años del siglo XX en el caso chileno. Probablemente esto tenga relación con la histórica subrepresentación de las mujeres en este tipo de instituciones a nivel mundial, así como en cargos representativos en todo nivel político, ya sea local, parlamentario, ministerial o presidencial. Esto se explica producto de un “conflicto existente entre la experiencia histórica real de las mujeres y su exclusión a la hora de interpretar dicha experiencia”59. En resumen, no es que las mujeres no hayan tenido presencia en los partidos políticos en el pasado, simplemente no se les ha analizado históricamente.

El estudio de estas mujeres conservadoras y su proceso de integración al Partido Conservador no solo es novedoso por la relativa escasez de información sobre este tema, sino que entrega un origen, un punto de partida sobre la historia de las mujeres de derecha en los partidos políticos, actualmente apenas fragmentada por lo estudiado respecto a Poder Femenino durante la Unidad Popular. Pero esta investigación no solo busca realizar una contribución en este aspecto, sino que, además, y como se mencionó anteriormente, busca entregar una perspectiva de género en las relaciones de poder y organizativas dentro del Partido Conservador, junto con confluir en un mismo relato histórico, dos procesos usualmente vistos en forma paralela, como lo son el rol de la derecha durante las décadas de 1930 y 1940 en Chile, y el movimiento feminista que obtuvo derechos políticos para las mujeres en 1949.

Metodológicamente, este trabajo se realizó a partir de diversos tipos de fuentes: discusiones legislativas tanto sobre el voto municipal como del denominado voto político, otorgados en 1934 y 1949, respectivamente; documentos oficiales del Partido Conservador, principalmente sus convenciones nacionales realizadas en los años 1921, 1932, 1947 y 1950, esta última del Partido Conservador Tradicionalista; también, a través de la revisión de prensa femenina, perteneciente a diversas agrupaciones de mujeres, y prensa nacional, en particular, El Mercurio y El Diario Ilustrado. El desafío metodológico de esta investigación ha sido la obtención de fuentes, y en especial, el rescate de las voces de las mujeres de la SF, al no existir un cuerpo documental concreto del Partido Conservador ni de su Sección Femenina.

En muchas ocasiones, El Diario Ilustrado, periódico de estrecha vinculación al partido y a sectores conservadores del período60, sirvió como elemento central para, por un lado, rastrear reuniones, juntas directivas, campañas y estrategias electorales, nombres de las militantes, sus trayectorias dentro del partido, conflictos internos; y por otro lado, “encontrar las huellas de los pensamientos y representaciones políticas incluyendo los discursos políticos”61