De las antiguas gentes del Perú - Bartolomé de las Casas - E-Book

De las antiguas gentes del Perú E-Book

Bartolomé de las Casas

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Basta esta cita de De las antiguas gentes del Perú para comprender la idea del "buen gobierno" de los Incas descrita por Bartolomé de las Casas: Consideraba en esta visita de la tierra, si se podía hacer alguna semilla o árboles y frutales que no fructificaban, o no tanto, en otras partes, y era necesaria, y traía de otra tierra hombres que la supiesen sembrar y cultivar y a los naturales de allí lo enseñasen; a los cuales mandaba galardonar y repartir tierras y solares para sus casas y heredades. Consideraba asimismo la condición e inclinaciones de las gentes, y si entendía que eran orgullosos o inquietos, traía de otros pueblos, mayormente de los que tenía más conocidos y experimentados por fieles y obedientes, aprobados y leales, donde mandaba que morasen y usasen de sus oficios o ejercicios que en su naturaleza usaban, para que los de allí aprendiesen a vivir quietos, y para que, entendiendo que el rey los mandaba poner allí por esta causa, temiesen de hacer novedades, como quien tenía cabe si las espías y testigos que habían luego de avisar al señor, y por consiguiente, de causar en el pueblo inquietud se descuidasen.

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Seitenzahl: 228

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Bartolomé de las Casas

De las antiguas gentes del PerúEdición de Marcos Jiménez de la Espada

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: De las antiguas gentes del Perú.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN CM: 978-84-9007-551-7.

ISBN tapa dura: 978-84-9897-322-8.

ISBN rústica: 978-84-96290-59-4.

ISBN ebook: 978-84-9897-034-0.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 11

La vida 11

El buen gobierno 12

Capítulo I. De las poblaciones y edificios notables del antiguo Perú 13

Capítulo II. Donde se describen la ciudad del Cuzco, sus casas, palacios y templos, y manera de su edificio 17

Capítulo III. De las acequias, riegos y labranzas, y de los pastores y ganados 21

Capítulo IV. De los oficiales de todos oficios, principalmente arquitectos, alarifes, tejedores, plateros y mineros 27

Capítulo V. De la gente militar, su educación y disciplina; armas, provisiones y almacenes para ellas; táctica y política en la guerra 33

Capítulo VI. De la riqueza de los señores y particulares. Comercio y moneda 41

Capítulo VII. De los dioses, ídolos y fábulas religiosas 45

Capítulo VIII. De otros templos famosos que había en el Perú, su forma y edificio 55

Capítulo IX. Sobre la riqueza y hacienda de los templos Ganados 61

Capítulo X. Del sacerdocio y de los ministros de los templos y dioses 67

Capítulo XI. De las pensiones y rentas para sustentación de los sacerdotes y otros ministros de los templos, reparación de sus edificios y gastos del culto 71

Capítulo XII. De los sacrificios, ritos, adoraciones, fiestas religiosas 73

Capítulo XIII. De la honestidad y recato en la práctica de sus ritos y ceremonias religiosas 83

Capítulo XIV. Del nombre Perú y de cómo se gobernaban las gentes de él en los tiempos primeros de su gentilidad 85

Capítulo XV. En el cual se prosiguen la gobernación antigua y costumbres de las gentes del Perú (conviene a saber), la diligencia que tenían en cultivar la tierra, de las acequias, de los tributos que daban en aquel tiempo primero a los señores, de los casamientos, de las sepulturas y muchas ceremonias en ellas notables 91

Capítulo XVI. De la gobernación de los Incas, su origen, y sucesión hasta Pachacutic 101

Capítulo XVII. Que continúa el reinado y sucesión de los Incas, con los hechos y obras memorables de Pachacutic 109

Capítulo XVIII. Continúa la gobernación, sabias providencias y hechos memorables de Inca Pachacutic 115

Capítulo XIX. De los grandes y maravillosos caminos que mandó construir Pachacutic, uno por la Sierra y otro por Los Llanos, y de los chasquis o postas 123

Capítulo XX. De los puentes y acequias, templos y Casa reales que ordenó Pachacutic; de los términos y mojones que señaló a cada provincia, y los tocados y formas de la cabeza con que se distinguían unos de otros los naturales dellas 131

Capítulo XXI. De la universal obediencia y sumisión que al Inca se tributaba; privilegios y distinciones; educación de los hijos de los nobles; castigo de los rebeldes; unidad de lengua; piedad y caridad de Pachacutic; comía en publico en las plazas como sus vasallos 135

Capítulo XXII. De la sujeción, veneración y reverencia a los señores de su Imperio que Pachacutic impuso a sus vasallos, y entre ellos de los inferiores a los superiores, e influencia de esta orden en las costumbres, y especialmente en la conducta de la gente de guerra. Causas y razones que le movían a declararla y hacerla. Modo de pelear. Su prudencia política después de la paz o la victoria 143

Capítulo XXIII. De los contadores mayores que instituyó este Inca y de sus cargos y atribuciones, y cómo llevaban sus cuentas y con qué. De los tributos y distribución de las provisiones de boca almacenadas en los depósitos. Comparación de los señores y gente de Los Llanos con los de la Sierra, en sus costumbres, trajes y género de vida 149

Capítulo XXIV. En el cual se contienen algunas de las leyes que había este rey establecido, mayormente la costumbre que tenía de honrar y solemnizar los matrimonios de sus vasallos; cómo no había mala mujer alguna; y de la virtuosa honestidad que las mujeres guardaban, etc. 157

Capítulo XXV. De la elección que Pachacutic hizo en su hijo Amaro para heredarle, y cómo tuvo que revocar este acto soberano y designar a otro de sus hijos para este cargo; y de sus últimas disposiciones y leyes, y de su muerte 163

Capítulo XXVI. De las ceremonias que Pachacutic había ordenado para sus funerales y de sus sucesores, y cómo se observaron. Llantos y lutos 171

Capítulo XXVII. De los Incas sucesores de Pachacutic hasta Atauhuallpac 177

Libros a la carta 183

Brevísima presentación

La vida

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566). España.

En 1502 fue a La Española (hoy República Dominicana) para hacerse cargo de las propiedades de su padre. Diez años después fue el primer sacerdote ordenado en América. Más tarde vivió en Cuba y obtuvo numerosas riquezas gracias a los repartimientos y encomiendas. En 1514 regresó a España, y renunció a todas sus propiedades. Afectado por su experiencia americana, pretendió imponer un nuevo modelo de evangelización y se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los indios.

Su actitud provocó la enemistad de obispos, gobernadores y miembros del poderoso e influyente Consejo de Indias. En 1520 volvió a América para poner en práctica en Cumaná (Venezuela) sus ideas sobre una colonización pacífica. Fracasó. Años después predicó en tierras de Nicaragua y Guatemala, hasta que en 1540 regresó a España, donde fue uno de los más destacados impulsores de las Leyes Nuevas (1542).

Nombrado obispo en Sevilla, en 1544, tomó posesión de la diócesis de Chiapas (provincia de la capitanía general de Guatemala), allí denunció los crímenes de los colonos. Tuvo nuevos enemigos. En 1546 pasó a México y un año después regresó a España.

Durante esta época redactó su Historia de las Indias (1552-1561), publicada en 1875. Su defensa de los indígenas le hizo reclamar la presencia de negros africanos para que trabajasen como esclavos en América en lugar de aquéllos.

El buen gobierno

Basta esta cita para comprender la idea del «buen gobierno» de los Incas descrita por Bartolomé de las Casas:

Consideraba en esta visita de la tierra, si se podía hacer alguna semilla o árboles y frutales que no fructificaban, o no tanto, en otras partes, y era necesaria, y traía de otra tierra hombres que la supiesen sembrar y cultivar y a los naturales de allí lo enseñasen; a los cuales mandaba galardonar y repartir tierras y solares para sus casas y heredades. Consideraba asimismo la condición e inclinaciones de las gentes, y si entendía que eran orgullosos o inquietos, traía de otros pueblos, mayormente de los que tenía más conocidos y experimentados por fieles y obedientes, aprobados y leales, donde mandaba que morasen y usasen de sus oficios o ejercicios que en su naturaleza usaban, para que los de allí aprendiesen a vivir quietos, y para que, entendiendo quel rey los mandaba poner allí por esta causa, temiesen de hacer novedades, como quien tenía cabe si las espías y testigos que habían luego de avisar al señor, y por consiguiente, de causar en el pueblo inquietud se descuidasen.

Capítulo I. De las poblaciones y edificios notables del antiguo Perú

Para dar noticia con encarecimiento condigno de las poblaciones y comunidades o ayuntamientos de las gentes de los reinos del Perú para vivir socialmente, que llamamos villas y ciudades, de cuántas eran, y de edificios tales y tantos cuán adornadas y suntuosamente constituidas y edificadas, enriquecidas, ennoblecidas y prosperadas, sin alguna duda sería mucho tiempo necesario, y no sé si podría hallar para explicarlo suficientes vocablos; y porque la multitud de los pueblos y ciudades de las regiones que pudieron ser pobladas, las cercas dellas, las fortalezas, los templos, las Casas reales, los aposentos de los reyes y señores, fuera y dentro de los lugares y ciudades; los edificios y primor de los artificios de todo lo dicho; los caminos reales, las puentes de los ríos grandes, las acequias para regar sus sementeras y heredades, todo como es ni mucha parte de su invención, primores, artificio, industria, sutileza, grandeza, hermosura ni riqueza puede ser explicado; al menos referirse ha como pudiéremos de todo ello lo que se pudiere notificar, poniendo a la letra lo que los que lo vieron de nuestra nación hallaron, experimentaron, encarecieron, loaron, escribieron y aun puesto en molde, para que a todos constase, manifestaron.

Comienzan estos edificios y poblaciones notables desde lo postrero del reino de Popayan y de los pueblos de Pasto, yendo hacia la dicha provincia, primera del Perú, nombrada Quito o Guito. El postrero pueblo de la provincia de Pasto se llama Tuca, y cerca de allí había una fortaleza con su cava, muy fuerte para entre gente que no tiene artificios ni máquinas de fuego ni lombardas. De allí poco adelante, yendo hacia Quito o Guito, están los muy notables aposentos que se dicen de Carangue, y éstos están en una plaza no muy grande; son hechos de paredes de muy pulida y hermosa piedra, y piedras dellas muy grandes, que parece ser imposible allí ponellas hombres humanos. Están asentadas tan juntas y por tanta sutileza, y a lo que se juzga, sin ninguna mezcla, que no parece sino que todo el edificio es una piedra o en piedra cavado, así son Palacios reales. Dentro destos aposentos está un estanque de agua de piedra muy pulida edificado. Hubo aquí un templo dedicado al Sol, de gran majestad y grandes edificios, según parece agora por las paredes y piedras grandes que se ven caídas. Por dentro y las paredes estaban chapadas de oro y plata, y él estaba lleno de grandes vasijas de oro y plata para sus sacrificios, como otros muchos templos que por aquellos reinos se han visto. Era tenido este templo en gran reverencia y estima de todas las gentes de la comarca.

Donde agora está la ciudad de Quito, que se llama San Francisco, digo ciudad de españoles, había grandes y poderosos y ricos Aposentos reales y templos del Sol muy señalados, a los cuales la gente llamaban Quito.

Adelante destos había otros en una población que se llama Mulahaló, y éstos no debían ser de los muy grandes, puesto que había en ellos grandes casas de depósitos, donde había todas las provisiones necesarias para la gente de guerra, como abajo será declarado.

Después destos, adelante hay un pueblo llamado Tacunga, donde había unos grandes y ricos Palacios y Aposentos reales tan principales como los de Quito, y quizá más ricos, como se parece (aunque están destruidos agora) en las paredes la grandeza y riqueza dellos, donde se ven las señales donde las chapas de oro y plata estaban clavadas y muchas cosas de oro esculpidas; mayormente había en las paredes encajadas ovejas de oro de bulto, cosas muy admirables. Estas riquezas estaban en el templo del Sol y en los Palacios reales. Y en este pueblo eran señalados estos edificios y templo y Casa real más que en algunas de las partes pasadas, y se tenían, y así lo eran, [por] mayores y más principales.

Adelante hay otros aposentos grandes y de grandes edificios, que se dicen de Mocha, que cuando los nuestros los vieron, quedaron espantados, según su grandeza y hermosura, aunque derrocados; pero, porque habían sido edificados tan fuertes y pulidos y por tan sutil artificio, por muchos tiempos adelante se conocerá por quien los viere, haber sido cosas memorables.

Más adelante destos de Mocha, están otros que se dicen de Riobamba.

Capítulo II. Donde se describen la ciudad del Cuzco, sus casas, palacios y templos, y manera de su edificio

Representar lo que se refiere por las personas que lo vieron, y está lo mismo en las susodichas historias, de la ciudad real del Cuzco, que era cabeza de todos aquellos reinos del Perú, ni se puede por alguna vía encarecer y tampoco es fácil para ser creído; pero, puédese creer, porque todos lo afirman y testifican de vista; y las cosas que arriba se han referido de otras ciudades, edificios maravillosos y riquezas dellas y de otras muchas que dejamos de decir, y los tesoros que por estas islas han venido de allá, que habemos visto, e ido a Castilla, y lo que muchas personas, dignas de dalles crédito y fe, que poco después a aquellos reinos fueron, encarecen que vieron, y los rastros y vestigios de lo que poco antes era parecen; hace con mucha razón todo lo que se afirma, y más que se diga, creíble.

El circuito desta Ciudad real, cuenta una historia de las dichas que tenía de contorno una legua. Las casas eran todas de piedra pura, muy bien labradas, y con sus junturas, que no parecían sino toda una, sin tener mezcla ninguna; todas las piedras escuadradas, y si el escuadría no viene bien conforme a la piedra su compañera, echábanle de otra piedra un remiendo tan junto y tan pulido, que de paño no pudiera ser mejor zurcido. Y para quel edificio fuese más fuerte, hacían en la una piedra de abajo un encaje de dos palmos de largo y uno de ancho y el hondo de un jeme, y en la de arriba su macho, que encajaba en aquella hembra; con lo cual, era y es la obra tan fuerte, que por millares de años durará perpetua. Las calles son grandes empedradas, pero bien angostas. Eran grandes y muchos y notables los aposentos y edificios que en esta ciudad había de muchas personas principales y templos; sobre todos eran maravillosos y ricos y de gran artificio los Aposentos y Palacios reales. La cobertura dellos era de madera y de paja, o de terrados.

Pero, el templo del Sol a todos los ya dichos en artificio y primor y cumplimientos o aposentos y riquezas sobrepujaba. Eran las paredes de piedra muy bien labrada, y entre piedra y piedra, por mezcla, estaño y plata, cosa nunca vista ni jamás oída. Estaba todo enforrado de chapería de oro por de dentro, las paredes y el cielo y pavimento o suelo. Estas chapas o piezas de oro eran del tamaño y de la hechura de los espaldares de cuero que tienen las sillas de espaldas en que nos asentamos; de grueso tenían poco menos de un dedo; y yo vide hartas. Pesaba cada una con otra bien 500 castellanos. Destas quitaron los primeros españoles (que creo que fueron tres que envió Pizarro a traer este oro, luego que prendió al rey Atabalipa), setecientas, sin muchas otras piezas de otra manera que allí había. Desguarnecieron estas planchas de oro con unas barretas de cobre que debían de hallar por allí o los indios se las dieron.

Era éste templo muy grande, porque era la matriz de otros muchos pequeños por ser el templo del Sol, en los reyes principalmente eran devotos, y dellos era venerado y en todos sus reinos con la magnificencia real dotadas de grandes riquezas y tesoros. Los vasos, cántaros y tinajas y otras piezas de diversas formas, eran mirables y sin número. Eran también innumerables los oficiales de plata y oro que, principalmente para servicio deste templo y vasos dél y para las Casas reales, había dedicados.

De otros templos desta ciudad sacaron aquellos tres españoles muchas y grandes piezas de oro y de plata, y dijeron que en todas las casas della hallaron tanto oro, que era cosa de maravilla. En una dellas hallaron una silla de oro, donde diz que hacían los sacrificios, en la cual se podían echar dos hombres, que pesó 19.000 pesos de oro. En otra muy grande hallaron muchos cántaros de barro cubiertos de hoja de oro. Vieron asimismo una casa grande cuasi llena de plata, con cántaros y otras piezas, y vasos y tinajas grandes, de las cuales yo vide algunas, y en cada una dellas cabrían tres y cuatro arrobas de agua.

Los templos estaban de la parte de Oriente donde salía el Sol, y cuanto más les venía dando la sombra del Sol, tenían menos fino el oro.

Dijeron estos tres españoles que primero en esta ciudad entraron, que las Casas o Palacios reales del rey Cuzco eran maravillosamente y con gran primor hechos en cuadra, y que tenían de esquina [a esquina] trescientos y cincuenta pasos.

La fortaleza desta ciudad, questaba en un cerro alto, era tan grande y tan fuerte y sobre tales cimientos y con sus cubos y defensas (y ésta fue comenzada y no acabada por uno de los reyes de aquel reino), que afirman los que la vieron y hoy ven lo que de ella no se ha derrocado por los españoles, que si se acabara, fuera una de las señaladas fuerzas y edificios del mundo.

Capítulo III. De las acequias, riegos y labranzas, y de los pastores y ganados

En la Nueva España, en muchas y diversas provincias y tierras della, tenían sacados los ríos y hechas sus graciosas acequias conque regaban sus tierras. Pero todas las del mundo con toda la industria humana deben callar y aprender de la sutileza tan ingeniosa que las gentes naturales del Perú, cerca de sacar los ríos y las fuentes, para hacer las tierras secas y estériles y que nunca dieran frutos y las hicieron fertilísimas, tuvieron. No se podrá encarecer la manera tan ingeniosa que para sacar de sus madres y naturales cursos y caminos grandísimos ríos y proveer de regadíos muchas leguas de tierra y sustentarlas en frescura y fertilidad tuvieron. Ver las presas y edificios de cal y canto para atajar los ríos y traellos por donde y adonde quieren, y muchas fuentes, que oírlo encarecer a los que de nosotros lo han visto, es cosa de maravilla. Primero traían el agua por acequias grandes, hechas por muchas leguas por sierras y cerros, por laderas y cabezos y haldas de sierras que están, en los valles, y por ellos atraviesan muchas, unas por una parte, otras por otra, que parece cosa imposible venir por los lugares y quebradas que vienen. Traídas estas acequias grandes a cierto lugar conveniente, de allí hacían otras pequeñas y repartían el agua por tal arte y sutileza, que todas las heredades alcanzasen della, que ni una gota se les perdía de que todos no se sirviesen. Y ésta es una de las delicadas maneras de policía que se cuentan destas gentes (conviene a saber), la cuenta y cuidado, orden y arte que tenían de traer y repartir el agua de los ríos para regar grandes tierras, que ningunos de los romanos lo pudieran mejor ni quizá tan bien y con tanto artificio hacer.

Afirman los que han visto estas acequias, no creer que en el mundo ha habido gente ni nación que por partes tan ásperas ni dificultosas sacasen las aguas de los caudales ríos para regar sus tierras, como esta gente. Andar por aquellos llanos donde hay estas acequias, es ir por entre unos fresquísimos y deleitables vergeles, por estar todas siempre verdes y frescas muchas hierbas y arboledas, y todas llenas de aves que las regocijan.

Pues a quien tantos trabajos y sudores costaban sacar las aguas de los ríos y hacer las acequias, síguese que en la cultura y labor de la tierra eran solícitos y diligentísimos. Así lo afirman y así es manifiesto por la muchedumbre de las heredades, que allí llaman chácaras, en todos géneros de comida que tenían. Y para que se conozca que tenían maravillosa industria y eran verdaderos labradores parte de aquellas repúblicas, y que ayudaban no menos que en otras a que se tuviese suficiencia de buena policía, considérese la industria y sutileza siguiente: En el valle de Chilca, salido del de Pachacámac, donde ni llueve ni pasa río, ni hay alguna fuente de donde salga frescura o humedad alguna, finalmente, la tierra es por esta causa esterilísima; empero, por sola industria de las gentes de [ella], abundan de grandes labranzas y de arboledas y frutas tanto y más que en las tierras fertilísimas de regadío. Hacen los indios ciertas hoyas en la tierra y en el arena muy hondas y anchas, y en ellas ponen sus granos de maíz, y las otras simientes o legumbres y lo demás que suelen sembrar para su comida, y con cada grano echan dos o tres cabezas de sardinas, y con la humedad de aquellas, los granos se mortifican y después crecen y dan tanto fruto, que a ninguna otra tierra, por fértil que sea, tienen envidia. ¿No es industria y viveza ésta de gente no (sic) muy ingeniosa y más que otra política?

Pescan en la mar, con redes, infinitas de aquellas sardinas, que no solamente de vianda en abundancia, pero aun de pan y frutas diversas por ellas son estas gentes mantenidas. Y porque, según el Filósofo en el 1.º de las Políticas, capítulo 5.º, y en el libro 6.º, capítulo 4.º, la vida y ejercicio de los pastores en muchas cosas es semejante a la de los labradores, porque guardar y apacentar los ganados es cuasi curar y cultivar y usar agricultura viva, y después del pueblo que consta de labradores, el segundo lugar en bondad es el pueblo de los pastores (pastoribus qui constat optimus est post populum qui constat ex agricolis), por esto será bien traer en este lugar un poco de los pastores, que en las tierras destas Indias donde Dios quiso proveer de ganados, los había. Y éstos solamente hasta hoy sabemos que en los reinos del Perú los hubiese, porque en ninguna otra tierra o región sino allí se han visto ganados domésticos. En aquellos reinos hubo inmensidad de ovejas, y [en] tanto número, que no puede ser creído. Comúnmente había los hatos y greyes de doce y de quince y de veinte mil cabezas. Estas eran de tres o cuatro especies. Una especie de ovejas llamaban los moradores naturales de aquellas regiones llamas, y a los carneros urcos. Unos son blancos, otros negros, otros pardos; muchos son tan grandes como bestias asnales, mayores algo que los de Cerdeña.

Tienen las piernas muy grandes y [son] de barriga muy anchos; los pescuezos cuasi como de camellos; las cabezas como las ovejas de Castilla, poco más o menos. Llevan tres o cuatro arrobas a cuestas, y otras veces caminan los hombres encima de ellos. Finalmente, se servían dellos para traer leña y otros trabajos proporcionados, como nosotros de nuestras bestias. Son grandes comedores y quieren mucha y grande yerba. Es ganado muy doméstico y quieto. La carne dél no tiene precio en sabor y sanidad, mejor que la de los nuestros .

La segunda especie es la que llamaban guanacos, de la figura de los dichos, aunque son mayores algo éstos. Andan monteses infinitos dellos, y son tan ligeros, que a saltos corren que un caballo parece que les pasara apenas.

La tercera especie hay, que llamaron vicuñas, y son más que otras ligeras y menores que los guanacos. También son monteses. Y puesto que la lana de todos los de arriba es muy buena, pero la destas, sin comparación es mejor y más fina.

Es la cuarta especie, a quien nombraron pacos; y éstos son más que todos pequeños y también domésticos.

Por manera, que como hubiese tan infinito número destas especies de ganados ovejunos, haber grande número de pastores necesario era.

Una cosa me ocurre al presente cerca dellos, que no es chico argumento del buen gobierno que en aquellos reinos estaba puesto e ingeniosa policía. Esta es, provisión y cautela prudentísima para que ningún pastor, andando en los despoblados campos apacentando doce y quince mil ovejas, pudiese hacer una menos, ni una tajada de carne ni un pelo de lana dellas, fingiendo que los lobos, o tigres o perros la comieron, o que hubo entrellas morriña. Cuando alguno se encargaba de oficio, tomaba por cuenta tantas mil cabezas o las que eran; éste era obligado a tornallas por cuenta; y si alguna se perdía padecía él el riesgo. Si se le moría, tenía obligación a poner el cuero a una parte y la lana a otra, la cual daba por peso y cuenta; y toda la carne, por piezas, lo de dentro y lo de fuera, había de salar con sus huesos; por manera, que cuando le pedían la cuenta, cuasi tornaba a reintegrar la oveja, poniendo y mostrando pieza por pieza; y así, ni un dedo de carne ni otra cosa podía comer ni aprovecharse el pastor della sin que se viese; y si algo faltaba de todo esto, lo pagaba de su hacienda; y si mil ovejas desta manera daba muertas, no tenía culpa ni pena. Si el lobo o tigre la llevaba y el pastor lo alcanzaba y de acabarla de comer lo impedía, era obligado a mostrar los bocados y dentelladas de la tal bestia, y lo demás había de dar salado de la manera dicha. Parece no ser chica orden y recaudo para evitar las fraudes que cerca de los ganados por parte de los pastores ofrecerse podían.

Capítulo IV. De los oficiales de todos oficios, principalmente arquitectos, alarifes, tejedores, plateros y mineros

Y tratemos un poco en los reinos del Perú cuanto a este artículo de los oficiales. Ser grandes geómetras intelectuales, que llamamos arquitectos, que tratan la obra y ordenan y mandan lo que se ha de hacer, y manuales, que son los que en la obra ponen las manos, creo que traer muchos testigos no será muy necesario, pues los grandes y ricos y suntuosos edificios de pueblos, y casas, y templos y acequias de aguas, que arriba, destos reinos, habemos referido, son, no solo primísimos, pero admirables y espantables; para edificación de los cuales, manifiesto es no solo concurrir canteros o picapedreros, albañiles y asentadores de aquellas piedras, sacadores dellas en las canteras, traedores también dellas a las obras de muchas leguas, cortadores de madera, traedores della, carpinteros, labradores y asentadores della, caleros, hacedores de mezcla, pintores y de otros oficiales muchas diferencias. Todas estas obras, aunque eran muy perfectas, como se ha visto, empero, lo que excede toda industria y humano ingenio, es la maravilla de hacellas todas sin hierro y sin herramientas, mas de con unas piedras. Y porque hace poco al caso de lo que probar queremos referir particularizadamente todos los oficios que estas gentes tenían, sobra, según creo, solo mostrar las obras y edificios hechos, de los cuales se puede tomar cierto y no dudoso argumento abundar en otros muchos diversos oficios, que particularizallos sería mucho superfluo al presente; con los siguientes dos quiero a esta materia de edificios dar fin y concluilla brevemente.