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Gracias a los escritos de Bartolomé de las Casas conocemos parte de la Vida de Cristóbal Colón, sin embargo, ambos nunca se conocieron. Las Casas se embarcó hacia América en 1502 y residió en La Española hasta su retorno a Sevilla, en 1506. Precisamente en 1502, Colón hizo su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo. Quizá estas dos notables figuras se hubieran encontrado, pero una tormenta hizo desembarcar a Colón en Jamaica donde permaneció hasta su regreso a España, en 1504. El navegante genovés era treinta años mayor que el fraile sevillano y murió dos años después en Valladolid, con poco más de cincuenta años. Las Casas fallecería casi medio siglo después. Bartolomé de las Casas fue uno de los principales biógrafos y relatores de las aventuras de Colón. Aunque algunos historiadores discrepan de ciertos detalles, no hay lugar a dudas de que nadie, en su época, estaba mejor documentado que el fraile dominico español. Tuvo acceso a sus diarios, a sus cartas, a los textos oficiales y a otros documentos.
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Seitenzahl: 382
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Fray Bartolomé de las Casas
Vida de Cristóbal Colón Edición de André Saint-Lu
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Vida de Cristóbal Colón.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9007-553-1.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-516-4.
ISBN ebook: 978-84-9007-492-3.
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Créditos 4
Brevísima presentación 25
La vida 25
La obra 26
Donde comienza según Bartolomé de las Casas, la vida del predestinado Colón 27
El pequeño Cristóbal va a la escuela 33
Pero principalmente fue un marino tan viajado que dice haber llegado hasta Islandia (Ultra Tule) y a Guinea, en África 35
Lo que aprendió en el arte de la marinería y de la guerra de su tocayo Columbo Junior. De cómo se casó, vivió en el reino de Portugal y tuvo un hijo 37
Andando por tantas aguas y convencido de la redondez del planeta estudia a los antiguos y se convence de que es posible ir de Occidente al Oriente 41
Pero como en esa época se desconocía el verdadero tamaño del mundo, para saber más, Colón se lee a los grandes autores del pasado 45
El viejo filosofo griego Platón hablaba del país de la Atlántida, en medio del océano, y a Colón le dan ganas de conocerlo 47
Así como leyó al griego Aristóteles, al alejandrino Ptolomeo, a los europeos Alberto Magno y Eneas Silvio Piccolomini, se dedica también a estudiar a los modernos 49
Para saber más se cartea con el sabio florentino Marco Paulo Toscanelli quien le mete en la cabeza que para ir al extremo de Oriente, primero había que llegar a las tierras del gran can (China): ambos ignoraban que en medio del camino estaba América. El sabio responde a su carta 51
Además de frecuentar a los sabios, Colón habla con experimentados marinos que dicen haber estado en la otra parte, en el mundo desconocido 55
Donde se cuentan otras singulares historias de marinos portugueses 57
Para completar, cuando los españoles llegaron a América, algunos indios les dijeron que, antes de ellos, ya los habían visitado otros barbudos 59
Para realizar su sueño Colón necesita apoyo oficial y se va a Portugal a cuyo rey ofrece sus servicios 61
Pero a cambio de su esfuerzo, Colón impone muchas condiciones económicas 63
El rey lo oye, en secreto manda unas naves por la misma ruta que Colón le indica fracasa Colón se va de Portugal porque, además, su soberano está muy ocupado en luchar contra los árabes y conseguir mejores rutas hacia la India 65
Mientras Colón viaja a España en busca de apoyo para su plan, envía a su hermano Bartolomé a la corte inglesa con el mismo propósito 67
Donde comienzan las penas de Colón en España: obtener una audiencia con los reyes, convencer a sus consejeros sobre la viabilidad de su proyecto, demostrar que no era un loco 69
Pero ¿por que se oponían a Colón los asesores de los reyes? 75
Frustrado por tantas incomprensiones y demoras Colón va a Sevilla y expone sus ideas a varios nobles que interceden por el, pero fracasan. Cuando está a punto de irse a Francia, lo oye fray Juan Pérez y alega en su nombre ante la reina 79
Finalmente y gracias a la intervención de altos funcionarios, Isabel de Castilla lo recibe, acepta su plan y ordena ejecutarlo 81
Se firma entonces un contrato y se estipulan los privilegios de Colón, a cambio del mundo que habrá de entregar a los reyes de España 85
Colón se va al puerto de la villa de Palos y comienza a preparar la expedición en la que destacaran tres hermanos de apellido Pinzón 87
Están listas las más famosas carabelas de la historia: La Pinta, muy ligera, que siempre se adelantaba a sus hermanas y fue la primera en ver el nuevo mundo. La Niña, que acompañaría a Colón en tres viajes; la Santa María, naufragada después frente a las costas de Haití 91
Es hora de partir 93
Ruta y destino hacia las islas Canarias. La Pinta sufre una avería. ¿Sabotaje? El volcán de tenerife los saluda con sus fuegos 95
Están en medio del mar desconocido, se angustian y esperanzan 97
Competencias de velocidad en pleno océano por el premio de América 99
Pero pronto surge el descontento porque pasan los días sin resultados. Los marinos se asustan de ver tanta calma en el mar. Colón los apacigua, pero corre el peligro de una insubordinación 101
¿Estaría cambiando también la posición de las estrellas? El almirante Colón descubre que los horarios cambian según los continentes 103
Falsa alarma: faltan cinco días para la historia pero no lo saben 105
¡Tierra! ¡Tierra! ¡Tierra! 107
Hemos llegado a Guanahaní, es decir San Salvador tierra de hombres sanos... Y desnudos 111
Primeros regalos indígenas 115
Gente hermosa y de buena estatura 117
Los españoles, venidos del cielo, según los indios, contemplan por primera vez el barco americano: una canoa. ¿Dónde está el oro? Hacia el sur, dicen los indios 119
Aquí comenzó el error, advierte fray Bartolomé, preocupado porque el almirante tenía que complacer a los reyes y compensar sus gastos 121
Hay tantas islas, todas magníficas, que el almirante no sabe cual elegir. Avista Santa María de la Concepción (hoy islas Caicos, cerca de las Bahamas) 123
Colón descubre además varias cosas juntas: la isla Fernandina, el pan que los indios hacen de mandioca o yuca, y como los nativos riegan la noticia de que han llegado unos extraños 125
Atento a todo, Colón se maravilla de los peces y de las culebras grandes y gordas 127
Los españoles que bajan a la playa regresan con otras novedades: en sus limpias casas, los indios duermen en hamacas 129
De la tierra llega hasta las naos un delicioso olor de flores y de arboles 131
En su ruta aparece la Isla de Cuba, pero cree haber encontrado el rico reino de Cipango (Japón) que había venido a buscar por la ruta del oeste 133
Colón va por la vereda tropical, llena de más y más bellezas 135
Pero estas hermosuras no son una isla, piensa Colón, son un continente: es la China la tierra del gran can 137
Los españoles hacen una campaña de relaciones públicas y tienen gran éxito pues los indios los creen venidos del cielo 139
Fumar es un placer: ¡tabaco cubano, caballero! 141
Viéndolos tan mansos y desnudos, el almirante piensa que los indios podrían llegar a ser buenos cristianos. Se le ocurre entonces secuestrar a algunos de ellos para llevarlos a España 143
Además de Cuba, a Colón llega la noticia de que hay otra isla grande y rica, que llamará La Española (dónde hoy están Haití y la República Dominicana) 145
Donde se cuenta la escapada de Martín Alonso Pinzón 147
A Colón le gustaría verlo todo y rápido, pero le es difícil comunicarse con los indios 149
Pero no todo. Es fiesta y adoración: algunos indios huyen cuando los europeos se acercan 151
Ante sus ojos está Haití, en sus oídos un rumor: los indios de otras partes aseguran que los de La Española son caníbales, pero el almirante dice que son calumnias 153
Los indios le informan de un reino enorme, Caribana, pues por sus viajes tenían noción de que detrás de las islas estaba el continente 155
Tan buenos y tan mansos, o los peligros de la inocencia, según Bartolomé de las Casas 157
Colón entabla relación con el señor y gran rey indio Guacanagarí, quien le hace un buen obsequio 159
Como en todas partes, los españoles preguntan por el oro y los indios dicen siempre que más allá, de lo que Colón deduce que debe estar cerca el Japón 161
Por un descuido naufraga la Santa María durante la primera navidad de los europeos en América 163
Si las otras carabelas no quisieron auxiliar a los náufragos, el rey Guacanagarí sí prestó apoyo a Colón 165
Como el almirante no se cansa de descubrir, encuentra ahora que los indios son grandes bailadores y fiesteros 167
Con los restos de la nave naufragada los españoles construyen su primer establecimiento en América Colón consigue cinco razones para dejar aquí una primera población 169
Los reyes indios agasajan a Colón e intercambian regalos 171
Antes de partir, Colón hace buenas recomendaciones a quienes quedan como sus representantes. Pero no le hicieron caso 173
Cómo el almirante se va, una sirena sale a despedirlo 177
También como despedida, ocurre la primera pelea entre españoles e indios 179
Otra vez en el inmenso mar sobreviene el miedo de una tempestad y se hacen promesas, si se salvan 181
Poco a poco se van acercando a Europa 183
Han llegado sanos y salvos a Lisboa, Colón escribe al rey de Portugal y explica que viene de las Indias, no de África 185
Al comprender lo ocurrido, todo es admiración 187
Record mundial del siglo XV: primer rey europeo que tiene el honor de ver a un americano con sus propios ojos 189
Colón vuelve a España después de 225 días de ausencia 191
¿Qué significa para la humanidad haber hallado un nuevo continente? Responde fray Bartolomé 193
Bartolomé de las Casas explica el significado espiritual de haber puesto América ante los ojos de Colón 195
Desde Barcelona, los reyes de España escriben a Colón 197
Colón emprende camino hacia la corte y los pueblos se vuelcan en la ruta para saludarlo 199
Isabel y Fernando lo reciben con honores 201
En recompensa, el papa hace de Isabel y Fernando reyes católicos y les da poder completo, en nombre de Dios, sobre todas estas tierras nuevas, desconocidas para Europa 203
Para agradecer sus hazañas, los reyes confirman a Colón sus privilegios y a sus hermanos hacen nobles 205
Destino de los indios americanos llevados a Europa 207
Tras un breve intervalo, Colón organiza su segundo viaje 209
Donde se cuenta quien era el descubridor Alonso de Hojeda 211
Antes de volver a América juran lealtad. Vienen pocos religiosos en esta travesía 213
¿Tenía Colón algún secreto muy secreto con los reyes? 215
En América por segunda vez descubre nuevas islas: Dominica Guadalupe, presiente estar cerca de tierra firme, pero falta mucho para probar su intuición 217
Las once mil vírgenes, que no eran tantas, y Borinquen, hoy Puerto Rico 221
Avistada la isla La Española, Colón envía como su mensajero a un indio viajado por Europa 223
A recibirlo, el rey Guacanagarí manda mensajeros. Comienza a sospechar lo que pasó con los españoles que quedaron en la isla 225
En busca del fuerte de la natividad, en donde habían quedado los primeros colonos 227
Pero Colón no ceja: decide fundar un pueblo europeo en estas costas 231
Parten para España unos navíos a llevar noticias frescas y oro 235
Bernal de Pisa protagoniza la primera rebelión española en América 237
Fundación de la fortaleza de Santo Tomas. Por primera vez se cultiva la cebolla son encontrados unos misteriosos huevos de piedra 239
Como no tienen que comer y están flacos y enfermos, el almirante obliga a los españoles a trabajar y se gana muchos enemigos 241
La visita de unos fantasmas descabezados 243
Donde se cuentan las malas acciones de Alonso de Hojeda y sus nefastas consecuencias en el trato con los indios 245
Colón organiza un consejo para gobernar la villa de Isabela, que habría de convertirse en el primer puerto, astillero, almacén y aduana del comercio con España 249
El descubrimiento de Jamaica los indios se resisten 251
Colón se propone destruir a los indios caníbales pero sufre de insomnio y después de modorra 255
De regreso a la Isabela la encuentra alborotada y a los indios alzados, y no es para menos porque los sojuzgan 257
En la batalla contra los indios se aplica la ley del talión y mucho más 261
Se extiende la conflagración, prisión de Caonabo quien sin embargo admira a su captor hojeda. Triste fin de este rey indio 263
Mientras, llega a España con noticias y chismes, la flota que desde América enviara Colón 265
Entre tanto, en las islas, comienzan a trabajar los perros de guerra 267
Es que los indios no sabían contar 269
Nuevas operaciones de comandos 271
De cómo los indios comenzaron a pagar impuestos de oro desde los catorce años de edad 273
Los indios deciden no volver a cultivar sus huertos, y a la guerra se suma el hambre que los mata 277
Pero como el oro que se saca no es suficiente y a la corte española llegan noticias de que Colón la engaña, le envían a Juan Aguado como escudriñador de sus acciones 279
Entusiasmados por las riquezas de América en Sevilla se organizan marinos y vecinos para viajar y los reyes los autorizan 281
Juan Aguado interfiere la autoridad del almirante quien, lleno de paciencia lo sufre 283
Los españoles descubren los terribles huracanes del Caribe 285
Entre tanto se edifican nuevas fortificaciones, que las crueles guerras deshicieron, recuerda fray Bartolomé 287
Se construyen las primeras naves fabricadas en América. Bartolomé y Diego Colón son convertidos en gobernadores. El almirante viaja a España 289
Colón va en busca de la corte para informar sobre sus empresas y explicar sus problemas 291
Los reyes lo acogen bien y toman previsiones para organizar las nuevas tierras. Vendrán artesanos, clérigos, agricultores, un físico. Un boticario y algunos instrumentos músicos 293
Disposiciones relativas a la distribución de tierras, aguas, oro y plata 295
Colón también se equivoca, dice fray Bartolomé, y explica la razón 297
Mientras, desde la Isabela, se cuenta cómo fue el gobierno de Bartolomé Colón. Visita al rey indio Behechio y a su poderosa hermana Anacaona, quienes lo reciben con bailes de areítos 299
Retrato de la poderosa Anacaona 301
Las fiestas y el esplendor de Anacaona 303
Mientras Colón está en España, en América comienza la rebelión de Francisco Roldán, que le traerá tantos dolores de cabeza 305
Las estrategias de Roldán 307
Donde siguen los líos de Roldán 309
Roldán gana adeptos 311
De cómo los indios pagan los pleitos extranjeros 313
Para fray Bartolomé, los problemas causados por Roldán fueron un castigo del cielo para los hermanos Colón 315
Sin embargo, los reyes ratifican al almirante sus privilegios anteriores y le dan otros nuevos 317
Comienza el tercer viaje de Colón, ahora con el peligro de naves francesas en guerra: pasa otra vez por las islas Canarias 319
Más hacia el sur llega a las islas de Cabo Verde, cerca de la costa de Guinea, de donde, abastecido, emprende la ruta de América 321
El cielo se llena de innumerables aves, junto al Atlántico está la isla de Trinidad 323
Por intuición, Colón da por fin con tierra firme, es decir, con el continente americano, no con el rosario de islas que hasta el momento conociera 325
Buen observador, el almirante contempla a los nativos y describe sus cuerpos, sus pelos y sus armas 327
Tal es el caudal de agua dulce (el río Orinoco), que la razón le indica hallarse ante un continente. Hay ostras y papagayos 329
Descubrimiento de la península de Paria, en la actual Venezuela 331
Este mar es dulce 333
Los indios le dicen que más abajo hay espejos de oro 335
Se pelean las aguas dulces y saladas. Los navíos se sienten atrapados en la boca de un dragón, animal que da nombre a una de las salidas del gran río 337
Más al norte descubre la isla de las Perlas. De tanto vigilar los mares y las tierras, Colón está enfermo de los ojos 339
Los razonamientos del agua: hay tierra firme, lo que no hace sino confirmar lo que ya se decía en el Antiguo Testamento 341
No fue de otro, insiste fray Bartolomé, la gloria de encontrar tierra firme, primero fue Colón 343
Donde Bartolomé de las Casas defiende a Colón de la confusión, involuntaria, creada por Américo Vespucio 345
Los descubrimientos de Alonso de Hojeda, también en tierra firme, fueron después, asegura nuevamente fray Bartolomé 347
La confusión de América 351
No es solo un continente, nuevo y desconocido de los europeos, es además, y nada menos, que el Paraíso terrenal 353
Después de dos años y medio Colón vuelve a La Española 355
Encuentra que todo está revuelto, que Roldán está alzado, que muchos quieren volver a España 357
Negociaciones con Roldán 359
Malas consecuencias 361
Colón se ve obligado a despachar unas naves para España 363
El almirante explica a los reyes el problema de Roldán 365
Mientras, cunde el mal ejemplo y Colón cede 367
Más y más consecuencias de lo de Roldán 369
Donde se relatan las hazañas de otros navegantes mientras Colón estaba sumergido en los lios del gobierno 371
De cómo Vicente Yañez Pinzón descubrió Brasil cuando Colón estaba en tanto pleito 373
Colón, sumido en la pena teme la pérdida de sus privilegios. Para completar de España le mandan a Francisco de Bobadilla para que investigue los desórdenes 375
Bobadilla entra en funciones 377
Las acusaciones contra Colón son largas 379
De cómo los hermanos Colón, incluyendo al almirante, terminaron presos 383
¡Que injusticia, dice fray Bartolomé: Roldán sin culpa, Colón encadenado! Así, humillado, llega a España el almirante de la mar océana 385
Colón cuenta sus penas a los reyes 387
Colón pide justicia, pero para gobernar todas las Indias, los reyes nombran a Nicolás de Ovando 389
Se le instruye sobre no esclavizar a los indios 391
Qué pasaba, entre tanto, con Colón 393
Aunque no será gobernador, a Colón le son restituidos sus privilegios y se le dan instrucciones para que viaje otra vez 395
Preparativos de viaje 397
Es hora de partir, oh abandonado 399
Aunque no le estaba permitido, Colón llega a Santo Domingo y se le niega puerto. Anuncia la inminencia de una tempestad y solo consigue burlas 401
Como lo había advertido, los mares y los cielos se agitan hasta que naufraga la flota española 403
Viaja entonces y cada vez más lanzado hacia el oeste da con Centroamérica tiene noticias de otras tierras en Yucatán (México) y cuyos marinos exhiben pan y vino de maíz, cacao, navajas de pedernal y otros enseres 405
Aunque otra vez ha tocado tierra firme, sigue buscando un paso de mar que lo haga entrar en la rica Asia de sus sueños 407
Colón va a parar al Cabo de Gracia de Dios (Nicaragua), luego de observar los raros atavíos de los indios 409
Ahora llega a Panamá 411
Siempre en el mar lo sacude una espantosa tormenta la comida escasea o se pudre 413
En el río Belén de Veragua (Panamá) 415
La crecida del río los arrastra con gran peligro 417
Como los indios son mansos, hay oro y la tierra es buena, resuelven instalar un campamento y fundar el primer pueblo europeo en Centroamérica 419
Las hazañas de don Hernando con el cacique Quibia 421
Contrataque de Quibia y arremetida española 423
Rodeados de peligros 425
Los indios intentan huir de la nave que los tiene prisioneros y al no conseguirlo se suicidan 427
Colón viaja más al sur, regresa al mar Caribe y sus naves naufragan en Jamaica 429
Envía dos mensajeros a pedir auxilio 431
Parten las dos canoas hacia Santo Domingo 433
Relato de unos náufragos 435
Llegan los enviados a su destino y Colón es auxiliado 437
Mientras, en Jamaica, un grupo de náufragos se subleva contra Colón y tras muchos intentos se marchan en canoas 439
Los restantes pasan hambre. Colón, cual mago, predice un eclipse y, aterrados, los indios le sirven 441
Colón regresa a Santo Domingo, recibe nuevas vejaciones. Parte definitivamente para España 443
Colón llega a Sevilla y, para su mayor tristeza, encuentra que su protectora la reina Isabel ha muerto 445
Sin embargo, viaja a la corte y entera al rey Fernando de su última empresa y de las recientes rebeliones de su flota 447
Colón pide una recompensa por sus servicios, pero el reclamo de sus privilegios entra en infinitas dilaciones 449
Muere el almirante 451
Murió pobre y despojado, insiste Bartolomé de las Casas al concluir la vida de Colón 453
Libros a la carta 455
Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566). España.
De las Casas fue colono y encomendero en La Española, y más tarde fraile dominico y obispo de Chiapas. En 1502 llegó a La Española para hacerse cargo de las propiedades de su padre, y diez años más tarde fue el primer sacerdote ordenado en América. Después vivió en Cuba y obtuvo numerosas riquezas gracias a los repartimientos y encomiendas. En 1514, regresó a España y renunció a todas sus propiedades. Tras su experiencia en América, promulgó un nuevo modelo de evangelización y se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los indios, lo cual provocó la enemistad de obispos, gobernadores y miembros del poderoso e influyente Consejo de Indias. En 1520 viajó a Venezuela para poner en práctica sus ideas sobre una colonización pacífica, y años después predicó en tierras de Nicaragua y Guatemala, hasta que en 1540 regresó a España, donde fue uno de los más destacados impulsores de las Leyes Nuevas (1542) y escribió Brevísima relación de la destrucción de las Indias, obra dirigida al príncipe Felipe, futuro rey Felipe II de España, quien por entonces se ocupaba de los asuntos de Indias. En 1544, tras ser nombrado obispo en Sevilla, tomó posesión de la diócesis de Chiapas, donde denunció los crímenes de los colonos y se ganó un buen número de enemigos. En 1546 se trasladó a México y un año después regresó a España, donde redactó su Historia de las Indias (1552-1561), que solo se publicaría en 1875.
Gracias a los escritos de Bartolomé de las Casas conocemos parte de la Vida de Cristóbal Colón, sin embargo, nunca coincidieron. Las Casas se embarcó hacia América en 1502 y residió en La Española hasta su retorno a Sevilla en 1506. Precisamente en 1502, Colón hizo su cuarto y último viaje. Quizá estas dos notables figuras se hubieran conocido, pero una tormenta hizo desembarcar a Colón en Jamaica donde permaneció hasta su regreso a España en 1504. El navegante genovés era treinta años mayor que el fraile sevillano y murió dos años después en Valladolid, con poco más de cincuenta años. Las Casas fallecería casi medio siglo después.
Bartolomé de las Casas fue uno de los principales biógrafos y relatores de las aventuras de Colón. Aunque algunos historiadores discrepan de ciertos detalles, no hay lugar a dudas de que nadie, en su época, estaba mejor documentado que el fraile dominico español. Tuvo acceso a sus diarios, a sus cartas, a los textos oficiales y a otros documentos.
Y por llevar por orden de historia lo que de su persona entendemos referir, primero se requiere, hablando de personas notables, comenzar por el origen y patria dellas. Fue, pues, este varón escogido de nación genovés, de algún lugar de la provincia de Génova; cuál fuese donde nació o qué nombre tuvo el tal lugar, no consta la verdad dello, más de que se solía llamar, antes que llegase al estado que llegó, Cristóbal Columbo de Terra-Rubia, y lo mismo su hermano Bartolomé Colón, de quien después se hará no poca mención. Una Historia portuguesa que escribió un Juan de Barros, portugués, que llamó Asia, en el lib. III, cap. 2 de la primera década, haciendo mención deste descubrimiento, no dice sino que, según todos afirman, este Cristóbal era genovés de nación. Sus padres fueron personas notables, en algún tiempo ricos, cuyo trato o manera de vivir debió ser por mercaderías por la mar, según él mismo da a entender en una carta suya. Otro tiempo debieron ser pobres por las guerras y parcialidades que siempre hubo y nunca faltan, por la mayor parte, en Lombardía. El linaje suyo dicen que fue generoso y muy antiguo, procedido de aquel Colón de quien Cornelio Tácito trata en el lib. XII al principio, diciendo que trajo a Roma preso a Mitrídates, por lo cual le fueron dadas insignias consulares y otros privilegios por el pueblo romano en agradecimiento de sus servicios. Y es de saber, que antiguamente el primer sobrenombre de su linaje dicen que fue Colón; después, el tiempo andando, se llamaron Colombos los sucesores del susodicho Colón romano o capitán de los romanos; y destos Colombos hace mención Antonio Sabélico, en el lib. VIII de la década 10, folio 168, donde trata de dos ilustres varones genoveses que se llamaban Colombos, como abajo se dirá.
Pero este ilustre hombre, dejado el apellido introducido por la costumbre, quiso llamarse Colón, restituyéndose al vocablo antiguo, no tanto acaso, según es de creer, cuanto por voluntad divina, que, para obrar lo que su nombre y sobrenombre significaba, lo elegía. Suele la divinal Providencia ordenar que se pongan nombres y sobrenombres a las personas que señala para se servir conformes a los oficios que les determina cometer, según asaz parece por muchas partes de la Sagrada Escritura, y el Filósofo, en el IV de la Metafísica, dice que los nombres deben convenir con las propiedades y oficios de las cosas.
Llamóse, pues, por nombre, Cristóbal, conviene a saber, Christtum ferens, que quiere decir traedor o llevador de Cristo, y así firmaba él algunas veces; como en la verdad él haya sido el primero que abrió las puertas deste mar Océano, por donde entró y él metió a estas tierras tan remotas y reinos hasta entonces tan incógnitos a Nuestro Salvador Jesucristo y a su bendito nombre el cual fue digno que antes que otro diese noticia de Cristo e hiciese adorar a estas innúmeras y tantos siglos olvidadas naciones. Tuvo por sobrenombre Colón, que quiere decir poblador de nuevo, el cual sobrenombre le convino en cuanto por su industria y trabajos fue causa que descubriendo estas gentes, in finitas ánimas dellas, mediante la predicación del Evangelio y administración de los eclesiásticos sacramentos, hayan ido y vayan cada día a poblar de nuevo aquella triunfante ciudad del cielo. También le convino, porque de España trajo el primero gente (si ella fuera cual debía ser) para hacer colonias, que son nuevas poblaciones traídas de fuera, que puestas y asentadas entre los naturales habitadores destas vastísimas tierras, constituyeran una nueva, fortísima, amplísima e ilustrísima cristiana Iglesia y feliz república.
Lo que pertenecía a su exterior persona y corporal disposición, fue de alto cuerpo, más que mediano; el rostro luengo y autorizado; la nariz aguileña; los ojos garzos; la color blanca, que tiraba a rojo encendido; la barba y cabellos, cuando era mozo, rubios, puesto que muy presto con los trabajos se le tornaron canos. Era gracioso y alegre, bien hablado, y, según dice la susodicha Historia portuguesa, elocuente y glorioso, dice ella, en sus negocios. Era grave con moderación, con los extraños afable, con los de su casa suave y placentero, con moderada gravedad y discreta conversación, y así podía provocar los que le viesen fácilmente a su amor. Finalmente, representaba en su presencia y aspecto venerable persona de gran estado y autoridad y digna de toda reverencia. Era sobrio y moderado en el comer y beber, vestir y calzar. Solía comúnmente decir, que hablase con alegría en familiar locución, o indignado, cuando reprendía o se enojaba de alguno: «Doy vos a Dios; ¿no os parece esto y esto?» o «¿por qué hicisteis esto y esto?».
En las cosas de la religión cristiana, sin duda era católico y de mucha devoción; casi en cada cosa que hacía y decía o quería comenzar a hacer, siempre anteponía: «En el nombre de la santa Trinidad haré esto» o «vendrá esto», o «espero que será esto». En cualquiera carta u otra cosa que escribía, ponía en la cabeza «Jesús cum María sit nobis in via», y destos escritos suyos y de su propia mano tengo yo en mi poder al presente hartos. Su juramento era algunas veces: «juro a san Fernando»; cuando alguna cosa de gran importancia en sus cartas quería con juramento afirmar, mayormente escribiendo a los reyes, decía: «hago juramento que es verdad esto». Ayunaba los ayunos de la Iglesia observantísimamente; confesaba muchas veces y comulgaba; rezaba todas las horas canónicas como los eclesiásticos o religiosos; enemicísimo de blasfemias y juramentos; era devotísimo de Nuestra Señora y del seráfico padre san Francisco; pareció ser muy agradecido a Dios por los beneficios que de la divinal mano recibía, por lo cual, casi por proverbio, cada hora traía que le había hecho Dios grandes mercedes, como a David. Cuando algún oro o cosas preciosas le traían, entraba en su oratorio e hincaba las rodillas, convidando a los circunstantes, y decía «demos gracias a Nuestro Señor, que de descubrir tantos bienes nos hizo dignos». Celosísimo era en gran manera del honor divino; cúpido y deseoso de la conversión destas gentes, y que por todas partes se sembrase y ampliase la fe de Jesucristo, y singularmente aficionado y devoto de que Dios le hiciese digno de que pudiese ayudar en algo para ganar el santo Sepulcro; y con esta devoción y la confianza que tuvo de que Dios le había de guiar en el descubrimiento deste orbe que prometía, suplicó a la serenísima reina Doña Isabel que hiciese voto de gastar todas las riquezas que por su descubrimiento para los reyes resultasen, en ganar la tierra y santa casa de Jerusalén, y así la reina lo hizo, como abajo se tocará.
Fue varón de grande ánimo, esforzado, de altos pensamientos, inclinado naturalmente, a lo que se puede colegir de su vida y hechos y escrituras y conversación, a acometer hechos y obras egregias y señaladas; paciente y muy sufrido (como abajo más parecerá), perdonador de las injurias, y que no quería otra cosa, según dél se cuenta, sino que conociesen los que le ofendían sus errores, y se le reconciliasen los delincuentes; constantísimo y adornado de longanimidad en los trabajos y adversidades que le ocurrieron siempre, las cuales fueron increíbles e infinitas, teniendo siempre gran confianza de la Providencia divina, y verdaderamente, a lo que dél yo entendí, y de mi mismo padre, que con él fue cuando tornó con gente a poblar esta isla Española el año 93, y de otras personas que le acompañaron y otras que le sirvieron, entrañable fidelidad y devoción tuvo y guardó siempre a los reyes.
Siendo, pues, niño lo pusieron sus padres a que aprendiese a leer y a escribir, y salió con el arte de escribir formando tan buena y legible letra (la cual yo vi muchas veces), que pudiera con ella ganar de comer.
De aquí le sucedió darse justamente al aritmética y también a dibujar y pintar, que lo mismo alcanzara si quisiera vivir por ello. ¡Estudió en Pavía los primeros rudimentos de las letras, mayormente la gramática, y quedó bien experto en la lengua latina, y desto lo loa la dicha Historia portuguesa, diciendo que era elocuente y buen latino; y esto ¡cuánto le pudo servir para entender las historias humanas y divinas! Estos fueron los principios en que ocupó su niñez y con que comenzó las otras artes que en su adolescencia y juventud trabajó de adquirir. Y porque Dios le dotó de alto juicio, de gran memoria y de vehemente afición, tratando muchas veces con hombres doctos, y con su infatigable trabajo estudioso, y principalmente, a lo que yo cierto puedo y debo conjeturar y aun creer, por la gracia singular que le concedió para el ministerio que le cometía, consiguió la medula y substancia necesaria de las otras ciencias, conviene a saber, la geometría, geografía, cosmografía, astrología o astronomía y marinería.
De todas estas cosas ya dichas parece la gran pericia, práctica y experiencia, estudio y solicitud que tuvo Cristóbal Colón de las cosas de la mar, y los fundamentos y principios y teórica que se requería para ser doctísimo en las alturas y en todo lo que concierne al arte de navegar, de los cuales, quien carece, muchas veces en las navegaciones podrá errar y errará, como vemos cuántos yerros hacen y daños que causan los pilotos en la navegación destas Indias, porque casi no aciertan sino acaso; y así creemos que Cristóbal Colón en el arte de navegar excedió sin alguna duda a todos cuantos en su tiempo en el mundo había, porque Dios le concedió cumplidamente más que a otro estos dones, pues más que a otro del mundo eligió para la obra más soberana que la divina Providencia en el mundo entonces tenía.
Bien parece por lo dicho cuán ocupado siempre anduvo Cristóbal Colón antes que tratase deste descubrimiento, y aun más abajo mejor parecerá, y cómo hubo bien menester todo aquel tiempo que vivió para ello. De donde asaz bien se sigue no haber bien dicho Agustín Justiniano, el cual, en una colección que hizo del Psalterio en cuatro lenguas, sobre aquel verso: In omnem terram exivit sonus eorum, etc., y después en su Crónica, dice que Cristóbal Colón tuvo oficio mecánico, lo cual parece difícil y casi imposible haber sido, si no fuese como acaece a muchos buenos e hijos de buenos huirse de sus padres cuando muchachos y asentar en otras tierras por algún día, hasta que son hallados con algún oficial. Pero aun para esto parece no haber tenido tiempo, cuanto más, que aun el mismo Agustín Justiniano se contradice en la dicha colección del Psalterio, diciendo estas palabras: «Este Cristóbal Colombo habiendo en sus tiernos años aprendido los principios de doctrina, cuando ya fue mancebo se dio al arte de la mar y pasó a Lisboa, en Portugal, donde aprendió las cosas de cosmografía, etc.». Por las cuales palabras y por otras que allí añade, parece que aun el mismo Justiniano lo ocupa de tal manera que no le deja tiempo alguno para en qué se pudiese ocupar en arte alguna mecánica; cuanto más, que como abajo quizá se tocará, el dicho Justiniano dice otras y no pocas cosas, por las cuales parece haber escrito como escritor que a tiento escribe o mal informado, muy contrarias de la verdad. Y porque la señoría de Génova tiene comprobada la verdad cuanto ha sido posible, y halló que el Justiniano había excedido en su historia, así por decir cosas que no son verdad, como en alguna manera abatiendo el oficio y, por consiguiente, perjudicando a una persona tan digna y a quien tanto debe toda la cristiandad, por público decreto (según tengo entendido) ha prohibido que ninguno sea osado de tener ni leer la dicha Crónica de Justiniano, mandando recoger todos los libros y traslados que della hubiere, porque a manos de nadie pueda llegar.
Como fuese, según es dicho, Cristóbal Colón, tan dedicado a las cosas y ejercicio de la mar, y en aquel tiempo anduviese por ella un famoso varón, el mayor de los corsarios que en aquellos tiempos había, de su nombre y linaje, que se llamaba Columbo Junior, a diferencia de otro que había sido nombrado y señalado antes, y aqueste Junior trajese gran armada por la mar contra infieles y venecianos y otros enemigos de su nación, Cristóbal Colón determinó ir y andar con él, en cuya compañía estuvo y anduvo mucho tiempo.. Este Columbo Junior, teniendo nuevas que cuatro galeazas de venecianos eran pasadas a Flandes, esperólas a la vuelta entre Lisboa y el Cabo de san Vicente para asirse con ellas a las manos. Ellos juntados, el Columbo Junior a acometerlos y las galeazas defendiéndose y ofendiendo a su ofensor, fue tan terrible la pelea entre ellos, asidos unos con otros con sus garfios y cadenas de hierro, con fuego y con las otras armas, según la infernal costumbre de las guerras navales, que desde la mañana hasta la tarde fueron tantos los muertos, quemados y heridos de ambas partes, que apenas quedaba quien de todos ellos pudiese ambas armadas, del lugar donde se toparon, una legua mudar.
Acaeció que la nao donde Cristóbal Colón iba o llevaba quizá a cargo, y la galeaza con que estaba aferrada se encendiesen con fuego espantable ambas, sin poderse la una de la otra desviar; los que en ellas quedaban aún vivos ningún remedio tuvieron sino arrojarse a la mar; los que nadar sabían, pudieron vivir sobre el agua algo; los que no, escogieron antes padecer la muerte del agua que la del fuego, como más aflictiva y menos sufrible para la esperar. El Cristóbal Colón era muy gran nadador y pudo haber un remo que a ratos le sostenía mientras descansaba, y así anduvo hasta llegar a tierra, que estaría poco más de dos leguas de donde y adonde habían ido a parar las naos con su ciega y desatinada batalla. Desta pelea naválica y del dicho Columbo Junior hace mención el Sabélico en su Corónica, libro VIII de la 10.ª década, hoja 168, donde trata que en el tiempo de la elección de Maximiliano, hijo de Federico emperador, por rey de Romanos, fue enviado por embajador de la Señoría de Venecia Jerónimo Donato a Portugal, para que en nombre de la Señoría hiciese gracias al rey porque a los galeotes y remadores de las susodichas cuatro galeazas desbaratadas los había vestido y dado ayuda de costa para que se volviesen a sus tierras, etc. Así que llegado Cristóbal Colón a tierra, a algún lugar cercano de allí, y cobrando algunas fuerzas del tullimiento de las piernas de la mucha humedad del agua y de los trabajos que había pasado, y curado también por ventura de algunas heridas que en la batalla había recibido, fuese a Lisboa, que no estaba lejos, donde sabía que había de hallar personas de su nación; y así fue, que siendo conocido por la nación genovesa y también quizá su linaje y sus padres, mayormente viendo su autorizada persona, le ayudaron a que pusiese casa, y hecha con él compañía, comenzó a acreditarse y restaurarse.
Pasando algunos días, como él fuese de buena disposición y no menos tuviese gentil presencia, y con esto no le faltase la costumbre de buen cristiano, iba por la mayor parte a oír los divinos oficios a un monasterio que se decía de santos, donde había ciertas comendadoras (de qué Orden fuese no pude haber noticia), donde acaeció tener plática y conversación con una comendadora dellas, que se llamaba doña Felipa Moñiz, a quien no faltaba nobleza de linaje, la cual hubo finalmente con él de casarse. Esta era hija de un hidalgo que se llamaba Bartolomé Moñiz Perestrello, caballero criado del infante don Juan de Portugal, hijo del rey don Juan I de Portugal (como parece en la primera década, lib. 1, cap. 2, en la Historia de Asia, que escribió Juan de Barros en lengua portuguesa), y porque era ya muerto, pasóse a la casa de su suegra.
Andando días y viniendo días, conoció la suegra ser Cristóbal Colón inclinado a cosas de la mar y de cosmografía, porque a lo que los hombres se inclinan, noches y días querrían dello tratar, y vehementes deben ser los cuidados y urgentes las ocupaciones que del ejercicio y obra o habla de aquello los puedan del todo estorbar; así que, entendido por la suegra su inclinación, contóle cómo su marido Perestrello había sido también persona que tuvo inclinación a las cosas de la mar, y que había ido por mandado del infante don Enrique de Portugal, en compañía de otros dos caballeros, a poblar la isla del Puerto santo, que pocos días había que era descubierta, y al cabo a él solo cupo la total población della, y en ella le hizo Mercedes dicho infante. Y como entonces andaba muy hirviendo la práctica y ejercicio de los descubrimientos de la costa de Guinea y de las islas que había por el mar Océano, y esperaba el dicho Bartolomé Perestrello desde aquélla descubrir otras, como se descubrieron, según abajo en los cap. 17 y los siguientes se dirá, debía tener instrumentos y escrituras y pinturas convenientes a la navegación, las cuales dio la suegra al dicho Cristóbal Colón, con la vista y leyenda de las cuales mucho se alegró. Con éstas se cree haber sido inducida y avivada su natural inclinación a mayor frecuencia del estudio y ejercicio y leyenda de la cosmografía y astrología, y a inquirir también la práctica y experiencia de las navegaciones y caminos que por la mar hacían los portugueses la Mina del Oro y costa de Guinea, donde los portugueses, como está tocado, empleaban su tiempo y sus ocupaciones.
Y como cada día más y con mayor vehemencia de imaginación pensase, y, tomando su parte el entendimiento, considerase muchas cosas de las tierras descubiertas y las que podían descubrir, traídas a la memoria las partes del mundo y lo que decían los antiguos habitable y lo que no se podía, según ellos, morar, acordó de ver por experiencia lo que entonces del mundo por la parte de Etiopía se andaba y practicaba por la mar, y así navegó algunas veces aquel camino en compañía de los portugueses, como persona ya vecino y casi natural de Portugal, y porque algún tiempo vivió en la dicha isla del Puerto santo, donde dejó alguna hacienda y heredades su suegro Perestrello, según que me quiero acordar que me dijo su hijo don Diego Colón, primer sucesor que tuvo y segundo almirante, el año de 1519 en la ciudad de Barcelona, estando allí el rey de España don Carlos, cuando la primera vez vino de Flandes a reinar y donde le vino el decreto de su imperial elección.
Así que fuese a vivir Cristóbal Colón a la dicha isla de Puerto santo, donde engendró el dicho su primogénito heredero don Diego Colón, por ventura, por sola esta causa de querer navegar, dejar allí su mujer, y porque allí en aquella isla y en la de la Madera, que está junto, y que también se había descubierto entonces, comenzaba a haber gran concurso de navíos sobre su población y vecindad y frecuentes nuevas se tenían cada día de los descubrimientos que de nuevo se hacían. Y éste parece haber sido el modo y ocasión de la venida de Cristóbal Colón a España y el primer principio que tuvo el descubrimiento deste gran orbe.
Es, pues, la primera razón natural, y no cualquiera, sino muy eficaz, corroborada con algunas filosóficas autoridades, y es ésta: como toda él agua y la tierra del mundo constituyen una esfera y, por consiguiente, sea redondo, consideró Cristóbal Colón ser posible rodearse de Oriente a Occidente andando por ella los hombres hasta estar pies con pies los unos con los otros, en cualquiera parte que en apósito se hallasen.
La segunda razón es, porque sabía, dello por experiencia de lo que había andado por la mar, dello por lo que había oído a muchos navegantes, dello por lo que leído había, que mucha y muy gran parte desta esfera había sido ya calado, paseado y por muchos navegado, y que no quedaba por ser toda descubierta, sino aquel espacio que había desde el fin oriental de la India, de que Ptolomeo y Marino tuvieron noticia, hasta que prosiguiendo la vía del Oriente tornasen por nuestro Occidente a las islas de Cabo Verde y de los Azores, que era la más occidental tierra que entonces descubierta estaba.
La tercera, entendía que aquel dicho espacio que había entre el fin oriental, sabido por Marino, y las dichas islas de Cabo Verde, no podía ser más de la tercera parte del círculo mayor de la esfera, pues que ya el dicho Marino había escrito por el Oriente quince horas o partes, de veinte cuatro que hay en la redondez del mundo, y hasta llegar a las dichas islas de Cabo Verde no faltaba casi ocho, porque aun el dicho Marino no comenzó su descripción tan al Poniente.
La cuarta razón, porque hizo cuenta que si habiendo Marino escrito en su Cosmografía quince horas o partes del esfera hacia el Oriente, no había aún llegado al fin de la tierra oriental, que no era cosa razonable sino que el tal fin estuviese mucho más adelante, y por consiguiente, cuanto más él se extendiese hacia el Oriente, tanto vendría a estar más cercano a las dichas islas de Cabo Verde por nuestro Occidente, y que si aquel espacio fuese mar, sería fácil cosa navegarlo en pocos días, y si fuese tierra, que más presto sería por el mismo Occidente descubierta, porque vendría a estar más cercano a las islas dichas. A esta razón ayuda lo que dice Strabo en el lib. XV de su Cosmografía, diciendo que nadie llegó con ejército al fin oriental de la India, y que Estesias escribe que es tan grande como toda la otra parte de Asia, y que Onesicrito dice que es la tercera parte del esfera, y que Nearca dice que tiene cuatro meses de camino por campo llano, y Plinio dice, en el cap. 17 del lib. VI, que la India es la tercia parte de la Tierra. Por manera que infería Cristóbal Colón que la tal grandeza causaría que estuviese más cercana a nuestra España por el Occidente.