De las fake news al poder - Anna Clua Infante - E-Book

De las fake news al poder E-Book

Anna Clua Infante

0,0

Beschreibung

La irrupción, poco explicada pero totalmente explicable, de la ultraderecha en el panorama político occidental tiene un poco desconcertado al conjunto de la ciudadanía democrática. No se trata del fascismo ni del nacionalsocialismo de toda la vida, ni siquiera del franquismo. No se trata de nostálgicos –aunque los haya entre sus militantes–, algo que facilita su penetración en colectivos jóvenes necesitados de un líder que coincida con sus frustraciones y les descubra a los «culpables» de sus carencias, además de percibir en sus ideas una innovación política.Su discurso es anti-Estado y, claro está, defiende la privatización de todas las empresas públicas que garantizan de manera equitativa la seguridad del conjunto de la ciudadanía: áreas tan sensibles como sanidad, educación, vivienda o pensiones públicas pasarían a poder de los grandes fondos de inversión internacionales conocidos como fondos buitre.Esta «nueva» ultraderecha se encuentra, pues, en el cruce de un capitalismo rabioso y una deshumanización de las relaciones sociales que permitiría la expansión sin cortapisas de sus teorías. A ese respecto sí que hay un punto de encuentro con el fascismo: la cosificación de quienes son distintos, haciéndoles responsables de los estragos del sistema.El resultado es un ejercicio oficial de crueldad de cara a una sociedad que está aceptando la injusticia como condición ciudadana. Sólo si se conocen sus verdaderas intenciones, se le podrá hacer frente adecuadamente.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 217

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



akal / a fondo

Director de la colección

Pascual Serrano

Diseño interior y cubierta: RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

© Anna Clua Infante y Dardo Gómez Ruiz-Díaz, 2024

© Ediciones Akal, S. A., 2024

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

facebook.com/EdicionesAkal

@AkalEditor

ISBN: 978-84-460-5528-0

Anna Clua Infante y Dardo Gómez Ruiz-Díaz

De las Fake news al poder

La ultraderecha que ya está aquí

La irrupción, poco explicada pero totalmente explicable, de la ultraderecha en el panorama político occidental tiene un poco desconcertado al conjunto de la ciudadanía democrática. No se trata del fascismo ni del nacionalsocialismo de toda la vida, ni siquiera del franquismo. No se trata de nostálgicos –aunque los haya entre sus militantes–, algo que facilita su penetración en colectivos jóvenes necesitados de un líder que coincida con sus frustraciones y les descubra a los «culpables» de sus carencias, además de percibir en sus ideas una innovación política.

Su discurso es anti-Estado y, claro está, defiende la privatización de todas las empresas públicas que garantizan de manera equitativa la seguridad del conjunto de la ciudadanía: áreas tan sensibles como sanidad, educación, vivienda o pensiones públicas pasarían a poder de los grandes fondos de inversión internacionales conocidos como fondos buitre.

Esta «nueva» ultraderecha se encuentra, pues, en el cruce de un capitalismo rabioso y una deshumanización de las relaciones sociales que permitiría la expansión sin cortapisas de sus teorías. A este respecto sí que hay un punto de encuentro con el fascismo: la cosificación de quienes son distintos, haciéndoles responsables de los estragos del sistema.

El resultado es un ejercicio oficial de crueldad de cara a una sociedad que está aceptando la injusticia como condición ciudadana. Sólo si se conocen sus verdaderas intenciones, se le podrá hacer frente adecuadamente.

Anna Clua Infante ha ejercido docencia en periodismo desde 1995 en la UAB, la UVic y desde 2007 en la UOC. Dirige el grupo de investigación Transformación Social y Comunicación (SOTRAC) a la vez que participa en el grupo interdisciplinar de pensamiento y debate Espais Crítics. Es miembro activo de colectivos feministas y de reivindicación del derecho a la información y a la comunicación.

Dardo Gómez Ruiz-Díaz, diplomado en Periodismo por la Escuela Superior de Periodis­mo del Instituto Grafotécnico de Buenos Aires y técnico en información de extensión agraria por el Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA), ejerce el periodismo en España desde 1977. Profesor colaborador en másters de Comunicación de la UPF, UBA y UOC, ha sido presidente del Sindicat de Periodistes de Catalunya (SPC) y secretario general de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP).

Presentación

Con frecuencia escuchamos comentarios, opiniones y análisis que nos advierten del avance de la ultraderecha en nuestro país, en Europa, en el mundo... También con frecuencia aparecen quienes señalan una llegada inminente del fascismo.

Otros insisten en que ese alarmismo no está fundamentado, que nuestro sistema político democrático, nuestras instituciones, son suficientemente sólidos como para soportar el avance e incluso la llegada al gobierno de esa ultraderecha. Tampoco faltan quienes señalan que ese discurso exaltado de la extrema derecha se calma y se tranquiliza cuando esta llega al poder y comprueba por sí misma que no puede aplicar sus fanatismos.

En este nuevo libro de la colección A Fondo, los autores diseccionan cómo es esa ultraderecha, en qué se parece o se diferencia de las ultraderechas y fascismos del siglo pasado, con qué discurso está avanzando, con qué técnicas y de qué se está aprovechando. Nuestros dos autores conocen bien de lo que escriben. Anna Clua, además de dirigir el grupo de investigación Transformación Social y Comunicación, trabaja en el análisis de los discursos de odio y el papel de los medios de comunicación. Y el veterano periodista Dardo Gómez, además de su experiencia al frente de la Federación de Sindicatos de Periodistas, es experto en derechos humanos, y en especial del derecho de información. Nacido en Argentina, vivió de primera mano estar bajo el yugo del fascismo en su país.

En esta obra se repasan los elementos que la ultraderecha explota en su discurso actual. Alguno lo conocemos bien, como el caso de la libertad. Una libertad que, para esta ultraderecha, se ve amenazada cuando un Estado propone justicia social o derechos, cuando en una pandemia se decreta el control de movimientos para que no se extienda el virus o, según José María Aznar, hasta cuando el Estado te impide conducir borracho.

Anna Clua y Dardo Gómez advierten que los representantes de la extrema derecha están en nuestros parlamentos nacionales, europeo y autonómicos como si fueran una opción política más, pero no lo son. Según nuestros autores, son un «fraude de ley» porque su objetivo, precisamente, es que no haya otros partidos en esos parlamentos: «la extrema derecha no se organiza en partidos democráticos, sino en escuadras que aspiran, por definición, a terminar con quienes los admiten entre ellos». Como en el poema de Niemöller, cada uno de nosotros cree que sus ataques van dirigidos a un colectivo social diferente del nuestro, no reaccionamos y al final será demasiado tarde.

El proceso de avance de la ultraderecha, según nuestros autores, tiene elementos muy definidos: el disidente deja de ser un semejante para convertirse en un elemento a expulsar o aniquilar; se le deshumaniza con mentiras para que deje de ser uno de tus iguales, por tanto, sin tus mismos derechos; después llegará la exigencia de fidelidad al líder y el repudio a los enemigos de la patria o de la causa. Es lo que sucedió el siglo pasado en Alemania e Italia.

La ultraderecha, en algún momento, recurrirá a justificar la violencia con el pretexto de defender la propiedad de territorios, la supervivencia, la amenaza del hambre, cualquier miedo o la simple invocación de la patria o de Dios. Por eso su enemigo será el emigrante, el pobre, el diferente. Es importante la explotación que hacen de la aporofobia. Logran convencer de que el pobre es responsable de su pobreza, por vago, por inútil, por inadaptado, por inferior... Con ello acaban con cualquier conato de vocación por la justicia social o la simple misericordia, que solo demostrará el carácter parásito del pobre. Una vez estigmatizado el indigente, lo siguiente es sembrar el miedo a que tú termines siendo pobre. Es entonces cuando te conviertes en un individuo anulado, sin crítica, sin lucha social, sin espíritu reivindicativo alguno, eres preso de tu terror a ser esa cosa tan repudiable que es el pobre.

Existe un elemento fundamental que nunca debemos perder y que es clave para hacer frente a la ultraderecha: los derechos humanos reconocidos internacionalmente. Es básico que no dejemos que bombardeen esa histórica declaración internacional aduciendo, como lo hacen, que atentan contra las libertades de los privilegiados. Por ello, los autores apelan a los organismos internacionales en materia de derechos humanos como actores que «pueden poner freno a la involución histórica que pretende la ultraderecha».

Los autores de De las fake news al poder. La ultraderecha que ya está aquí desmontan cada uno de los mantras con los que esos grupos nos machacan. Explican la necesidad que tienen los países ricos, incluso algunos en proceso de desarrollo, de recibir emigrantes para resolver su mercado de trabajo la normalización de los derechos LGTBIQ+ en nuestra sociedad, los valores del feminismo que han logrado sociedades más igualitarias y justas.

Esta derecha radical, dicen los autores, se caracteriza por «poner en escena de manera efectista cuestiones como la de identidad nacional, los roles de género, el papel de la familia y la seguridad ciudadana». Sin embargo, excluyen de su argumentario los temas económicos. Sus propuestas neoliberales, de reducción del Estado social, de privatizaciones, de permitir abusos laborales o atropellos de grandes empresas, en muchos casos emporios extranjeros, no son fácilmente defendibles y las callan. «Si la extrema derecha hablara solo de economía, no despertaría tantas pasiones como las que despierta hablando de la identidad nacional». Probablemente la única excepción está siendo Javier Milei en Argentina, quien no está teniendo pudor alguno en anunciar la desmantelación del Estado para dejar abandonados a los ciudadanos ante los intereses de la empresa privada.

Como expertos en comunicación que son Clua y Gómez, han dedicado especial atención a los medios de comunicación en relación con la ultraderecha. Denuncian cómo algunos adoptan la narrativa de la extrema derecha aparentando así pluralidad, convirtiéndose así en cómplices del engaño. En otras ocasiones, replican sus falsedades y mentiras bajo el pretexto de la libertad de expresión. Por último, también explican el uso y éxito que están teniendo su discurso y activismo en las redes sociales, caldo de cultivo ideal para las fake news y los bulos.

En conclusión, De las fake news al poder. La ultraderecha que ya está aquí es un libro de profilaxis, un análisis que se crea con el objetivo de prevenirnos ante un desastre posible: la llegada democrática al poder de quienes quieren acabar con la democracia. Sería terrible que, teniendo accesible la vacuna mediante una información verificada, una legislación internacional garante de los derechos humanos, una sociedad tolerante y un Estado con intereses sociales, terminemos no usando estas armas por falta de conciencia del peligro que nos acecha.

Pascual Serrano

En memoria de Juana María Ibarra Verdún, militante de la vida en libertad.

Capítulo I

La deshumanización de las personas

El creciente protagonismo poco explicado, pero totalmente explicable, de la extrema derecha en el panorama mediático y político occidental ha llevado a la ciudadanía democrática a intentar dar una respuesta defensiva, pero desde supuestos poco contextualizados o insuficientemente reflexionados, y sin elaborar argumentos en torno a una comprensión del fenómeno en toda su complejidad.

No se trata del fascismo ni del nacionalsocialismo del manual de Historia. En el actual escenario, etiquetar este fenómeno con denominadores comunes de tipo genérico lleva a suponer que las respuestas a sus propuestas deben ser las que ya conocemos, y con ello nos estaremos equivocando: estaremos subestimando su capacidad de impacto en una sociedad democrática que seguimos dando por supuesta.

Tampoco se trata de un movimiento nostálgico, aunque entre sus militantes haya posiciones reivindicativas de los crímenes de lesa humanidad de regímenes que vulneraron de manera flagrante los derechos humanos.

A pesar de los esfuerzos de algunos Estados por hacer visibles los extremos de aquellas crueldades, muchas de las transiciones hacia la democracia no conllevaron una reparación efectiva de los daños que causaron sino una normalización sistemática de la desmemoria. Sistemática, por su perseverancia tanto en la historia oficial como en las historias de los pueblos, de las vecindades, de las familias o incluso personales.

No son nazis ni fascistas sino fieles del anarcoliberalismo

Lo cierto es que partidos e ideas de la derecha radical han conseguido abrirse camino y que, aunque con matices en sus formas, han llegado al poder en Estados Unidos con Donald Trump, en Hungría con el partido Fidesz de Víktor Orbán o en Polonia con el PiS. También en la India de Narendra Modi, en Brasil con Jair Bolsonaro, en Argentina con Javier Milei o en Israel con Benjamin Netanyahu. Asimismo, alcanza cuotas electorales nada despreciables con partidos como Vox en España, Alternativa para Alemania o la amenazante Agrupación Nacional en Francia.

La irrupción de la extrema derecha en este contexto ha abierto las puertas a un discurso que no habla de la reaparición de los viejos fantasmas, sino de la llegada de nuevos héroes cargados de fuerza y de razón. La penetración de estas ideas responde en gran parte a la estrategia de personificar en la figura de un líder carismático la autoridad de señalar a los «culpables» de todas las carencias y frustraciones de nuestra sociedad. Ante la ausencia de respuestas a necesidades acuciantes, resucitan consignas viejísimas y otras faltas de sustento aparecen como una suerte de innovación política con tintes de provocación rebelde que la hacen atractiva ante quienes no hayan hecho un ejercicio previo de memoria.

Esto se hacía evidente, por ejemplo, en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de Argentina en 2023, donde los votantes jóvenes de ambos extremos socioeconómicos defendían su voto a Javier Milei con los argumentos del hartazgo frente a los políticos y partidos tradicionales y, sobre todo, de la supuesta novedad de las propuestas ultraliberales del candidato. Propuestas que nada tienen de novedoso, ya que, si se analizan el contenido y las formas (o puesta en escena circense), podemos identificar claros trazos de teorías como las de Milton Friedman, con las que el dictador Augusto Pinochet ya alimentaba el discurso sobre el genocidio de los chilenos disidentes en los años setenta del siglo xx[1]. Friedman, del cual volveremos a hablar, es el economista de cabecera del nuevo presidente argentino.

Necesidad de la crueldad para imponerse

Todo esto, por decirlo de forma simple, lleva al ejercicio oficial de la crueldad por una parte minoritaria de la sociedad, que acepta la injusticia como condición ciudadana. No por casualidad, uno de los lemas del argentino Milei, quizá siguiendo las consignas de esta derecha sin prejuicios –que desde hace años promueve el expresidente español José María Aznar–, es que la justicia social es una perversión social que traiciona el derecho supremo a enriquecerse.

Ante tal panorama cabe preguntarse: ¿qué intereses subyacen al auge de los discursos de la extrema derecha a día de hoy? Esta es, de hecho, la cuestión que atraviesa las páginas de este libro y para la cual desgranaremos, capítulo a capítulo, algunas respuestas. Nuestro análisis partirá de un posicionamiento que huirá de lo académico en tanto que equidistante y desapasionado. Será una aportación desde el conocimiento que procura lo vivido, lo aprendido, lo militado y lo compartido. La de este libro tiene mucho de complicidad en las ideas, pero mucho más de debate entre generaciones, nacionalidades, géneros y enfoques profesionales. Vaya por delante, pues, nuestra defensa del lugar desde donde el conocimiento es construido, discutido y, por tanto, reflexivamente situado[2].

La primera dificultad con la que nos encontramos es la de dar nombre al objeto de análisis que centrará nuestra atención. La palabra fascismo a secas se erige como concepto de conceptos, de inalterable significar genérico, a pesar de que historiadores especializados como Stanley George Payne hayan insistido en la necesidad de no poner a todos los fascismos dentro de un mismo saco[3]. Situar los conceptos en su contexto histórico puede ayudarnos a entender que no estamos hablando de un fenómeno genérico e inalterable. Durante la primera mitad del siglo xx, el auge del fascismo se cruzó con las narrativas de la derecha conservadora, así como con las de la derecha radical de la época. Cada uno de estos movimientos tuvo, sin embargo, sus peculiaridades en cuanto a orígenes, objetivos y estrategias. Si en aquel momento convulso estaba clara la distinción entre ideologías, resulta preocupante que en nuestra primera mitad de siglo xxi, en plena era de la información, las mezclemos alegremente siguiendo la tendencia para nada inocente de diluir los conceptos y hacerlos más navegables.

La comprensión del concepto de «ultraderecha» requiere de información contemporaneizada, pues su uso indiscriminado apela a esta tendencia tan de moda de que las ideas nos sitúen en polos opuestos del razonamiento. Y tenemos también que, por ser un neologismo (esta vez sí, ad hoc), la expresión «nueva ultraderecha» adquiere un aura que la hace candidata a situarse de forma destacada en tertulias prime time. Todo el mundo habla hoy de la nueva ultraderecha. Por ultra, por derecha y, sobre todo, por nueva. Su supuesto carácter novedoso impide concebirla desde su evolución histórica. Como si se borrara su procedencia. El caso es que no se la veta en los parlamentos por antidemocrática, que es lo único certificable y lo que a todas luces es una anomalía que acaba propagándose como una novedad.

Desde este libro vamos a proponer una lectura poco convencional acerca del interés por el poder que acompaña a la ideología de la acumulación por desposesión y la violencia hacia la otredad. Vamos a analizar qué tiene de nuevo la extrema derecha en su versión de la segunda década del siglo xxi, pero también vamos a seguir el rastro de todo lo que se nos cuenta.

La patria por el Estado y la supremacía nacional

El discurso de la extrema derecha, aunque con matices, se manifiesta en un discurso anti-Estado; sobre todo declama casi como un mantra que «el Estado nos roba» o que «el presidente nos miente» (un discurso dirigido a criticar tanto las cargas fiscales como los pactos de gobierno que dejan al margen al lobby empresarial), que es un mensaje que las clases medias consumen con facilidad. Aquí tampoco hay novedad, es el clásico discurso liberal de siempre que, como consecuencia, defiende la privatización de todos los servicios esenciales (como la sanidad, la educación, la vivienda o las pensiones) y acusa a los funcionarios públicos de ser ineficientes, caros y/o corruptos. Un ejemplo de manifestación reciente de esta máxima clásica del fascismo lo encontramos en los eslóganes de campaña electoral de Milei en Argentina. El discurso anti-Estado no sólo coincide con el que Pinochet difundiera hace tiempo en Chile, sino que no está lejano de lo que sostienen hoy día las tesis neoliberales en todas partes del mundo global. El ultraderechista argentino formula que, entre la mafia y el Estado, prefiere la primera porque sabe competir.

El tema es cómo se gobierna un pueblo sin Estado. Muy sencillo: trayendo del imaginario infantil el intangible de la Patria y sus tradiciones, más la recuperación de las figuras heroicas y sus supuestas gestas, que, en mucho casos, han sido simples genocidios contra pueblos más débiles. La patria y la recuperación de los héroes, esos hechos borrosos en las mentes de todos, son un falso valor común: nuestra pertenencia a una tradición nacional hace que los desastres históricos siempre sean por causa de la supuesta traición de otros países.

De aquí a incubar y agitar el disparate de la supremacía nacional –somos los mejores– hay apenas un paso estrecho, y a partir de allí se comienzan a identificar quiénes son los enemigos de nuestra patria, que siempre están fuera de nuestras fronteras. A la exaltación de los símbolos nacionales se suma la admiración hacia las fuerzas armadas y las de seguridad en general, que son quienes, presuntamente, garantizan nuestra seguridad frente a todos los enemigos externos. Aunque en muchas partes del planeta, incluida España, fueron garantes de los bienes de los enemigos internos del pueblo y de los represores de quienes se manifestaron o rebelaron por la justicia social.

En esta línea del nacionalismo étnico se sitúa el partido español Vox, defensor de la fantasía mítica del «hispanismo étnico» basada en una concepción antojadiza de la existencia de una «etnia cultural» –nunca demostrada y afín al fascismo y al nacionalsocialismo– y en características tan peregrinas como la lengua común, la religión, un pasado histórico plagado de anécdotas cuasi míticas, las tradiciones lúdicas y una multitud de características culturales accesorias que son comunes a todos los seres humanos.

La realidad es que la derecha extrema maquillada de nueva está situada en el cruce del capitalismo salvaje, que pone como paradigma del desarrollo la acumulación de bienes en manos de los poderosos de siempre por el método de desposeer de ellos a quienes los producen. Más adelante veremos más de cómo en este proceso se hacen necesarias la deshumanización de las relaciones entre las personas y el recorte de las libertades para permitir la expansión sin cortapisas de sus teorías.

Otro punto de encuentro con los fascismos o con el nacionalsocialismo está en su intención de cosificar o animalizar a los distintos (los «otros») y hacerlos culpables de los estragos del sistema, al tiempo que pondera las tradiciones conservadoras, que serían el sustento de una patria «inmutable». En su simplificación de los problemas, si no hay trabajo es culpa de los migrantes; si crece la pobreza es culpa de los jóvenes nacionales que no quieren trabajar; si se sigue asesinando mujeres es culpa de las feministas, que han elevado a problema social algunas circunstancias contextuales y que, según ellos, no tienen nada que ver con el modelo social patriarcal en que nos han criado.

Una característica del discurso de la extrema derecha es, precisamente, la negación de todos los fenómenos o conflictos sociales que son responsabilidad del sistema. Según este posicionamiento, no hay sociedades machistas más que en las culturas de alguna fe religiosa diferente a la nuestra; no hay crisis climática sino mentiras inventadas por las izquierdas para dañar la riqueza occidental, tal como señalara Donald Trump ante el informe elaborado por el Gobierno de Estados Unidos sobre el impacto del clima en la economía, la salud y el medio ambiente[4]. Con idéntico histrionismo, el entonces presidente de Estados Unidos negó el covid-19 y aconsejó a sus conciudadanos beberse unos sorbos de lejía para contrarrestar sus efectos. Alineándose con la escuadra de negacionistas europeos, que luego trataremos, comenzó a hablar del «virus chino».

La transversalidad del mensaje

En las próximas páginas trataremos de exponer cómo las personas pertenecientes a ciertos colectivos no son sólo expuestas públicamente por la derecha extrema como la causa de todos los males, sino que son, además, perseguidas como peligros sociales a erradicar. Nuestra intención es explicar, en algún caso, lo violento de esas posiciones y, en algún otro, el tremendo despropósito de negar valores sociales y derechos que hemos conquistado por la elevación ética de los seres humanos.

Al mismo tiempo, buscaremos exponer y defender la necesidad de que no dejemos de incorporar a nuestras vidas una militancia diaria y vigilante de la solidaridad y los cuidados, para que ese mensaje devastador no penetre con su infección de odio irracional en la cotidianidad de nuestras familias, vecindades o pueblos, ni mucho menos en el largo transitar de nuestra conciencia colectiva ante lo que entendemos como una sociedad justa y democrática.

Frente a esta defensa de la solidaridad entre los seres y entre los pueblos en pos de una justicia social, la ultraderecha levantará una falsa pancarta por la libertad individual que en realidad es la defensa de un individualismo insolidario, porque para ellos la justicia social es algo aberrante: «Es robarle a alguien para darle a otro, un trato desigual frente a la ley, que además tiene consecuencias sobre el deterioro de los valores morales, al punto tal que convierte a la sociedad en una sociedad de saqueadores»[5].

Son palabras del visionario Javier Milei, que promete a los argentinos un futuro venturoso a treinta y cinco años vista.

[1] Podemos remontarnos incluso al siglo xvii para encontrar referentes en las artes escénicas sobre cuáles son los vehículos más efectivos para ejercer el odio al otro. En la tragedia de Otelo, William Shakespeare expone cómo el ejercicio de la maldad pura y gratuita de Yago sólo necesita la mentira y la manipulación de los hechos.

[2] Partimos de la postura epistemològica crítica desarrollada por Donna Haraway en su texto Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza (1991), que defiende la idea de que ningún conocimiento está desvinculado de su contexto ni de la historia, posicionamiento y experiencia de quien lo emite.

[3] S. G. Payne, Fascism: Comparison and definition, Madison, Wisc., University of Wisconsin Press, 1980.

[4] El Informe Especial sobre Ciencia Climática es elaborado por científicos de 13 agencias federales y forma parte de la Evaluación Nacional del Clima, que, por ley, el Gobierno estadounidense debe publicar cada cuatro años. Las conclusiones de este informe fueron negadas públicamente por Trump en 2018 con un despreciativo gesto y un «no me lo creo». Era un informe de 1656 páginas respaldado por 300 científicos expertos.

[5][https://www.ambito.com/politica/javier-milei-el-concepto-justicia-social-es-aberrante-es-robarle-alguien-darle-otro-n5803423].

Capítulo II

La rata silente, la peste y las buenas gentes que vienen a salvarnos

Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas.

Albert Camus, La peste

Así como la luz hace que existan los colores y la penumbra sólo es su ausencia, decía Platón que todas las mezquindadesprovienen de la ignorancia del disfrute de la ética. Esa ignorancia es la cómplice necesaria tanto de las pequeñas crueldades diarias que cometemos cuando algo nos amenaza, como de los tremendos crímenes de lesa humanidad. Se trata de una ignorancia profunda que es insensible al amor y la solidaridad, que es capaz de dudar de los derechos de los otros humanos; una crueldad que está oculta en todos y que nos hace incluso ignorar nuestra capacidad de impulsar, generar y hasta defender el daño gratuito a nuestros semejantes.

Albert Camus: una mirada al interior de cada uno

Albert Camus (1913-1960) recibió el Premio Nobel de literatura en 1957. Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista, recorrió con su obra todos los espacios y, aunque negaba la comprensión de lo divino, era un profundo creyente en la libertad humana, en la justicia social, en la paz y en la eliminación de la crueldad. Defensor de una vida digna, Camus veía en la amenaza a esos valores una ceguera de cotidianidad que no quiere atender a los riesgos que siempre se alzan contra la libertad individual. La libertad, según él, es tan dada por supuesta que se convierte en un valor menor hasta que se pierde. Una puesta en escena de esa situación que nos infecta de mal y nos proyecta hacia la crueldad la encontramos en su novela La peste