Defiéndete de los ataques verbales - Barbara Berckhan - E-Book
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Defiéndete de los ataques verbales E-Book

Barbara Berckhan

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Beschreibung

¿Cómo reaccionas ante una burla? ¿Cómo contestas a un comentario insolente o una broma pesada? ¿Malgastas tu energía enfadándote? Un ataque verbal puede ser tan ofensivo como una bofetada. Ante este tipo de agresión, la mayoría de nosotros nos quedamos atónitos o, como mucho, respondemos demasiado tarde. También solemos reaccionar de forma impulsiva y con una carga agresiva todavía mayor, lo que puede arrastrarnos a situaciones imprevisibles en las que una broma pesada puede transformarse en un serio conflicto. A lo largo del libro, la autora nos descubre doce estrategias para enfrentarse de forma inteligente a estas situaciones. Con este libro aprenderás a:– presentar un frente firme ante los ataques– confundir al agresor y neutralizarlo – rebatir una crítica injustificada – desautorizar al contrario de forma positiva con cumplidos

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Título original: Die etwas intelligentere Art

© Kosel-Verlag GmbH & Co., Munich, Alemania, 2004.

© de la traducción: Barbara Zoller, 2004.

© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2017. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

REF.: ODBO045

ISBN: 9788490568194

Composición digital: Newcomlab, S.L.L.

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.

Índice

Una forma inteligente de contestar

Saber imponerse

Ganar sin luchar

Las réplicas a bote pronto

El cinturón negro

Agilidad en la respuesta

Elegir las réplicas

Y para terminar, una historia de consolación

Bibliografía

Una forma inteligente de contestar

Todos conocemos situaciones como éstas: un dependiente de los grandes almacenes contesta con displicencia a nuestra inofensiva pregunta; la enfermera auxiliar se muestra insolente ante nuestra necesidad de adelantar la visita médica; tío Alberto no para de importunarnos durante la celebración familiar; el compañero de trabajo nos provoca con sus bromas pesadas... Estamos constantemente expuestos a ataques verbales, a la crítica destructiva, a burlas, a bromas pesadas... Por supuesto, podemos contraatacar, pero el agresor no suele batirse en retirada, sino que acostumbra a responder con mayor violencia todavía. Es natural que nos defendamos ante las agresiones. Ojo por ojo, diente por diente. Obtenemos resultado a diario, en la calle, en debates de televisión, en fiestas familiares... Somos testigos de un intercambio continuo de agresiones desagradables, ruidosas y superfluas. Al final, todos salen perdiendo. Padecen estrés, alteraciones nerviosas, sufren dolorosas heridas psíquicas y abrigan oscuros deseos de venganza («¡Eso es inadmisible!, ¡ay de él si vuelve a venirme con ésas! Le daré su merecido») . Las agresiones verbales aún resultan más penosas para las personas que no son de reacción rápida, que se quedan mudas y perplejas ante comentarios insolentes. No encuentran la respuesta adecuada hasta que ya ha pasado todo, y entonces les corroe la ira y se sienten frustradas al quedarse con la palabra en la boca. El sueño de todo aquel que suele quedarse estupefacto es aprender a saber replicar, a sorprender al agresor con una interpelación ingeniosa.

Mi experiencia como experta en las técnicas de comunicación me ha enseñado que las bromas pesadas, las indirectas malintencionadas suelen dejar profundas heridas que tardan años en cicatrizar. En mis seminarios y prácticas sale a la luz el sufrimiento de las personas afectadas que, además, suelen plantear las mismas preguntas: ¿qué puedo hacer ante un ataque personal de mi interlocutor?, ¿cómo puedo defenderme ante una crítica injustificada de mi jefe?, ¿qué le contesto a un cliente que me ofende por teléfono?, ¿cómo puedo defenderme ante las continuas provocaciones de mi compañera de trabajo?, ¿les pago con la misma moneda?, ¿me callo?, ¿existen otras alternativas?

Sí, existen alternativas. Puedes tener la respuesta en tus manos. A lo largo de los años he desarrollado una técnica de autodefensa oral, una especie de judo verbal, de aikido retórico para todos aquellos que deseen dar réplica de forma inteligente. Como primer paso me dediqué a estudiar las técnicas básicas de las artes marciales y el aikido me llamó especialmente la atención. Esta técnica de autodefensa tiene como único objetivo hacer frente al ataque y volver a restablecer la paz. André Protin escribe en su libro Aikido: «El aikido no contempla el ataque. La base de este arte marcial es tan defensiva, tan poco combativa, que no enseña estrategias ofensivas... el aikido sustituye fuerza por sensibilidad, brutalidad por elegancia».

Decidí adoptar este criterio para la autodefensa oral. Fue así como surgió, a lo largo de los años, un buen número de llaves y asaltos orales con los que defenderse, sin que ninguno de ellos fuera ofensivo ni humillante. A pesar de que haya algunas réplicas muy duras he preferido prescindir de los golpes bajos. En primer lugar, porque el mundo está lleno de ellos y, en segundo lugar, porque quisiera insistir en una técnica de autodefensa inteligente, basada en la siguiente premisa: hacer frente al ataque y proponer al agresor una conversación sensata.

¿Pero qué podemos hacer si el agresor no responde ante nuestra táctica y continúa atacando? Las réplicas propuestas en este libro son adaptables a situaciones diversas e intercambiables entre ellas. En caso de que una observación breve no sea suficiente para repeler el ataque, podemos disparar con un refrán confuso, seguido de un cumplido y todavía nos quedan al menos cuatro posibilidades para defendernos. Dicho de otra forma: el gran número de réplicas propuestas en este libro te proporcionará la posibilidad de poder defenderte durante horas.

Los participantes en los entrenos para el desarrollo de las habilidades de negociación y para el fomento de la autoestima han puesto en práctica todas las estrategias propuestas. Además, las han corregido y mejorado, con lo que disponemos de réplicas que se adaptan a las más diversas situaciones.

El libro se estructura en cinco grandes apartados. Comienza con la postura básica de la autodefensa, el saber imponerse, y sigue con la capacidad de resistir las provocaciones. El tercer apartado ofrece una serie de réplicas formales y curiosas. El cuarto está dedicado al arte de la autodefensa en mayúsculas, es decir, enseña a saber plantar cara a las ofensas y a saber replicar al agresor. Dado que una lectura teórica no es suficiente, el último apartado del libro ofrece la posibilidad de practicar todas las estrategias de autodefensa aprendidas.

El libro es, asimismo, una ayuda para la aplicación de las estrategias de autodefensa en la vida cotidiana. Por ello hemos marcado las réplicas con un dibujo de un practicante de artes marciales en movimiento. Los ejemplos prácticos citados en el libro sirven para saber emplear las réplicas adecuadas en el momento oportuno de la conversación. Los diálogos vienen señalados con dos caras que se miran de frente.

Al principio, sin embargo, no nos ocuparemos de las palabras, sino de la energía que irradiamos en nuestras apariciones en público. El carisma, nuestro poder de convicción, serán los protagonistas.

Saber imponerse

Abandonamos elpapel de víctima en el momento en que volvemos a ser nosotros mismos. Nos alegramos de la singularidad de nuestras características diferenciales, pero también apreciamos las cualidades que compartimos con el resto de la humanidad. Nuestra vida no se rige exclusivamente por lo que los demás esperan de nosotros, sino por lo que nosotros creemos es importante.

Khaleghl Quinn

La defensa antichoque

¿Existe alguna posibilidad de que no nos afecten la insolencia y el descaro de terceros? ¿Podemos impedir que los demás nos contagien su mal humor? Casi todos nosotros hemos vivido las siguientes situaciones en la vida cotidiana: un interlocutor agresivo acaba por enfurecernos, el mal humor que reina entre nuestros compañeros se transmite y nos lo contagian, cuando los demás revolotean airadamente a nuestro alrededor también nosotros acabamos poniéndonos nerviosos. En definitiva, nos contagiamos. Los sentimientos de los demás se adueñan de nosotros. Desgraciadamente, las personas propensas a contagiarse del estado de ánimo de los demás también pueden verse implicadas con facilidad en una pelea.

Muchos de los empleados en el sector servicios o ventas son conscientes de la necesidad de tratar al cliente con amabilidad y paciencia. Sin embargo, la teoría del contagio es muchas veces más fuerte. A un vendedor que atiende a una cliente insolente enseguida se le pega el talante de ésta y eso se lo hace pagar a quien viene a continuación. Este también se contagia y sale de la tienda contrariado y molesto y contagiará, por su parte, a otra persona. El trato desconsiderado entre la gente se propaga como una epidemia de gripe. Esta situación se repite de forma tan frecuente que ya lo consideramos habitual. La persona que se apropia del mal humor de otra suele tener una justificación plausible: «Donde las dan las toman», «Hay que pagar con la misma moneda». Lo que es sinónimo de «no es culpa mía». El culpable siempre es el otro. Si se me trata de forma poco considerada, yo respondo de la misma manera. No obstante, en el fondo, este comportamiento significa que la otra persona puede convertirme en cualquier momento en su calcomanía. Cualquiera es capaz de transmitirme su mal humor, probablemente dando lugar a un problema en el momento en que pretendamos defendernos contra las agresiones externas. Necesitamos de defensas para combatir los estados de ánimo de los demás. Para ello es importante distanciarse, procurar estar por encima de las circunstancias.

Algunos consejos para defenderse de personas maleducadas

La autodefensa comienza siempre con una declaración de independencia: no permito que mi estado de ánimo dependa de los demás. Siempre que nuestro humor y nuestros sentimientos dependen del trato que nos propinan otras personas nos encontramos atrapados como peces en el anzuelo. En el momento en que alguien tira del hilo, empezamos a agitarnos. Hasta que no consigamos mantener la calma y la cabeza fría, no seremos capaces de defendernos eficazmente. La fuerza interior reside en la capacidad de no dejarnos enredar con las rarezas de los demás. No importa cómo las dan, eres tú quien ahora decide cómo las tomas. Para ello es necesario aislarse interiormente. Esté acorazamiento interior es el «escudo protector». Tu escudo protector es un airbag personal, una protección antichoque, que procura no tomarse tan a pecho la actitud de los demás. Para poder protegerse es suficiente con un escudo mental.

Construir el escudo protector:

1. Recuerda una situación en la que mantuviste la calma, a pesar de que la situación era violenta e irritante. Sumérgete de nuevo mentalmente en esa situación. Imprégnate de la sensación de que los disgustos te rebotan como lo hace una pelota de ping-pong.

2. Deja que te invada la sensación de que puedes protegerte mediante una especie de escudo invisible que levantas a tu alrededor.

3. Imagina un escudo a través del cual puedes ver y oír como ocurre con los cristales gruesos de las oficinas bancarias.

4. Elige una frase que te sirva de «música de fondo» para tu escudo protector. Incúlcate algo así como «Eso es cosa de los demás», «Eso no va conmigo» o: «Eso no me atañe».

El escudo protector

Estas instrucciones proceden de mi libro Die etwas gelassenere Art sich durch zusetzen (Una forma mas relajada de imponerse), pág. 216.

Levanta mentalmente este escudo protector invisible a una distancia adecuada. A través de él puedes oír y ver todo lo que pasa a tu alrededor con gran precisión, sin dejar de estar perfectamente protegido. El humor y los estados de ánimo de los demás ya no te afectan. Te encuentras tranquilo y seguro en tu propio espacio emocional y mental. Desde esta posición eres capaz de reaccionar de forma amable, objetiva y calmada. Puede que fuera arrecie una tormenta. A ti, sin embargo, no te afecta.

El escudo protector te puede ayudar a superar conversaciones difíciles. Asimismo te capacita para hablar con personas malintencionadas de forma tranquila y concentrada.

Hablar sin perder el hilo

Para Ricardo, el descubrimiento del escudo protector fue todo un descanso. Como encargado de una empresa de construcción tenía que tratar, prácticamente a diario, con proveedores y delegados de las administraciones. Ricardo era hábil en la negociación, con una excepción: siempre que su interlocutor alzaba una ceja en un gesto crítico o negaba con la cabeza sin pronunciar palabra, perdía el hilo de la conversación. Se trastocaba totalmente. Algunos de sus interlocutores adoptaban, desde un primer momento, una actitud de rechazo. Lo recibían con frialdad, no dejaban de mirar por la ventana, cruzaban los brazos y se mostraban lacónicos. Esta actitud hacía perder a Ricardo la seguridad en sí mismo. Comenzaba a hablar de forma atropellada, se equivocaba y, a la postre, se exasperaba por no haber sido capaz de mantener la calma. Carecía de recursos para defenderse contra las actitudes negativas de sus interlocutores. Se sentía inseguro ante cualquier gesto que demostrara una falta de cortesía o desinterés. Por ello resultaba fácilmente mani

pulable. Ricardo era consciente de sus debilidades, pero no veía solución a su problema. El escudo protector le ayudó a evaluar las reacciones de su interlocutor a distancia. Previo a cualquier negociación erigía un escudo mental, que amortiguaba el estado de ánimo del contrario. Ya no importaba que el interlocutor moviera la cabeza, la ceja, la comisura de los labios, los brazos o las piernas, Ricardo se mantenía firme en su argumentación. Se daba cuenta del comportamiento de su interlocutor, pero no le producía una sensación de inseguridad. Era capaz de hablar sin perder el hilo.

Negociar tenaz y relajadamente

Todos los profesionales cuya labor implica tratar con personas poco corteses necesitan una defensa antichoque. En los empleos en los que los insultos, las ofensas y los clientes irascibles forman parte de la rutina, es necesario contar con un buen blindaje. Todo aquel que se muestre a pecho descubierto no aguantará la presión por mucho tiempo. Se ha demostrado que las personas que ejercen este tipo de profesiones durante un período prolongado desarrollan un airbag personal.

También los individuos creativos y entusiastas necesitan de una buena protección para poder sobrevivir en este mundo duro y competitivo.

Me acuerdo de un grupo de jóvenes artistas (pintores, escultores y profesionales de las artes gráficas) que necesitaban el escudo protector para poder vender mejor sus obras. Entrené a estos artistas en la negociación. Todos estaban estrechamente ligados a su obra, por lo que les resultaba muy difícil tratar el aspecto económico. El intento de regatear el precio por parte del supuesto comprador era considerado como una ofensa personal. En los casos en que el interlocutor mostraba signos de desaprobación o escepticismo hacia la obra, los artistas se sentían profundamente heridos. Algunos se soliviantaban a la más mínima crítica relacionada con su trabajo, por lo que rompían la negociación y se negaban a seguir tratando con los que ellos calificaban de «analfabetos» y «burócratas». Ganar dinero resultaba muy trabajoso para la mayoría de estos creativos, que carecía de un buen airbag. Pero como la imaginación es algo que les sobra a los artistas, no tardaron en desarrollar fantasiosos escudos protectores. Sin embargo, mi atención se centraba en una sola cuestión: ¿eran eficaces los respectivos escudos protectores? Los sometí a una prueba definitiva. En un juego de rol interpreté a una agente durísima, que no entendía de arte, pero sí de finanzas. ¿Sería el artista capaz de dominar la negociación a pesar de la dura crítica lanzada contra su obra? Regateé sin compasión. ¿Podría el artista mantener la calma y oponer resistencia? ¿Sabría luchar sin aspavientos por el valor de su obra, a pesar de mi comportamiento impetuoso y estrepitoso? Toqué todas las teclas. Estuvimos entrenando el tiempo necesario para que, finalmente, todos dispusieran de un escudo protector capaz de repeler cualquier maniobra o manipulación. Los participantes acabaron asombrados de lo fácil que es negociar tenaz y relajadamente, siempre y cuando se vaya bien armado contra las adversidades.

Poner a prueba el escudo protector

Puedes poner a prueba tu escudo protector. Imagina situaciones cotidianas que no revisten problemática alguna, como, por ejemplo, comprar pan, ir a la peluquería o poner gasolina. Erige tu escudo protector antes de entrar en la tienda y sosténlo hasta la salida. No debería de resultar muy fatigoso, porque, en el caso contrario, tu escudo protector es demasiado complicado. Mucha gente comete el error de proveerse de un escudo agresivo, que consume todas sus energías. La defensa antichoque no es un arma agresiva contra el entorno, sino que es un blindaje seguro, parecido a un cristal antibalas. Detrás de él incluso puedes recibir las burlas con amabilidad. Ensaya hasta que tu escudo protector funcione a la perfección.

Es importante saber levantar y retirar el escudo con facilidad, como si abrieras y cerraras una puerta. No siempre es bueno mantener la puerta cerrada. A veces se necesita el roce humano, entregarse a un estado de ánimo y a sentimientos determinados sin que haya un escudo de por medio. Cuando nos mostremos abiertos y sensibles, aprenderemos a disfrutar.