3,99 €
"Del otro lado de la línea blanca" es un libro donde su autor, de acuerdo a sus propias experiencias alrededor del mundo, narra las distintas formas de vivir el fútbol que tienen en algunos de los países mas apasionados por el deporte rey. El recorrido irá desde lugares donde es casi una religión, como en Nápoles o Marsella, hasta ciudades como París o Roma, en las cuales se vive de una manera más parecida a un espectáculo teatral. También recorre países sudamericanos como Argentina y Brasil, donde en este último se disputó el Mundial 2014 y también revive ese momento. Europa vs. América, ¿qué continente será el más pasional?
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Seitenzahl: 136
Veröffentlichungsjahr: 2019
Pagliero, Lucas Carlos
Del otro lado de la línea blanca / Lucas Carlos Pagliero. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-761-749-8
1. Narrativa. I. Título.
CDD A863
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Dedicado a mi abuela que fue la que
me hizo conocer al más grande (“el Diego”),
a mi hermano que me enseñó a jugar al fútbol y a su familia,
a mi viejo que me aconsejó siempre qué hacer
adentro del campo de juego y fue mi primer DT,
a mi vieja que cada vez que no estaba en la cancha
con sus gritos a un costado sentía que me faltaba algo,
a mi hermana que fue quien comprendió y siempre
me apoyó en todas las locuras que hice por el fútbol,
a mi sobrina Olivia… y al resto de los cuatro fantásticos,
la nona Anita, el nono Segundo y el nono Lito.
Agradecimiento especial a mi amigo Lalo que fue el gran motivador de este proyecto.
A mi hermano que realizó la edición de las páginas a color y la tapa.
A mi hermana que me ayudó con el armado de viajes, como así también se aguantó un par de partidos en uno de ellos.
A mi amigo Pablito que me acompañó a la cancha en varios encuentros por el viejo continente y fue parte de estas historias.
A mi psicóloga Patricia que fue quien me dio el último empujoncito para que me animara a publicar este libro.
A mi “amigo mundialista”, Mauro, con quien viví un mes en Brasil mi primer mundial.
A “Lichi” que su aporte fue de gran ayuda.
A mi flaquita, que siempre me tiró buena onda con este proyecto, además de ser la que me dio la idea para encontrar el título.
A mis viejos que sin su ayuda este proyecto hubiera quedado trunco.
A todos los que me acompañaron a alguna de las canchas y fueron parte de esta historia.
A mis amigos que fueron actores principales en mi pasión por el fútbol.
Y a todos los que aportaron su granito de arena para que este sueño fuera posible.
PRÓLOGO
De una manera sencilla y espontánea, como si fuera una charla de amigos cerveza de por medio, el autor transmite en este relato acontecimientos y sentimientos ligados a una cuestión que lleva por dentro desde antes de nacer, porque tiene mucho de herencia paterna y más aún de sentimiento adquirido: la pasión por el fútbol.
Quien se anime a la lectura de estas páginas atravesará un recorrido que combina descripciones de lugares, espacios y situaciones bajo un denominador común. No es solo un diario más que recopila las notas de un viajero incansable capaz de superar los miedos propios de quien se aventura a nuevas experiencias. Es un escrito que sale del corazón de una persona que en determinado momento de su vida decidió orientar sus recursos, energías, ideas y emociones hacia la concreción de un deseo que ha ocupado sus pensamientos durante largo tiempo. Es el resultado de un observador atento que se sintió invitado a retratar cómo se vive el fútbol en diferentes países y culturas. Es el fruto de un sueño que lo tiene como protagonista, en una perfecta fusión de deportista, hincha y periodista, aunque en su humildad prefiera definirse simplemente como un “futbolero apasionado”.
Este texto entonces, es un cúmulo de vivencias en torno a viajes, estadios, y partidos, que el autor, dueño de una memoria admirable, expone de manera entusiasta y minuciosa, dejando entrever en cada detalle parte de su alma… Este escrito es el fiel reflejo de muchos que conciben cada encuentro futbolístico como importante y trascendente. Es la foto de aquellos que juegan un picado reservado solo para algunos elegidos y que transpiran la camiseta tanto o más que los jugadores. Es la imagen de lo que experimentan esas personas que viven y sienten el fútbol de una manera especial, casi incomprensible, los que juegan el partido más allá de la línea blanca…
Lalo
CAPITULO I
FINAL DE CHAMPIONS Y PARTIDO INAUGURAL DE LA EURO
El motivo real de este viaje no era ver partidos de fútbol como en otros que hice. La verdad era que llegábamos a Europa con mi hermana a visitar Croacia, país donde había nacido mi abuela paterna. Si bien ese objetivo se cumplió y con creces, ya que pudimos conocer la casa donde había nacido la nona Anita, también, y gracias a la docilidad de mi hermana, me pude hacer un tiempo para ver un par de encuentros futbolísticos en el viejo continente, y de este modo empezar a cumplir algunos sueños. En un principio la idea era elegir entre la final de la Champions League y el partido inaugural de la Euro en Francia, pero la suerte me acompañó y pude conseguir tickets para ambos encuentros. De esta forma nuestro viaje tuvo dos desvíos, el primer fin de semana a Milán y el último a París.
FINAL CHAMPIONS LEAGUE MILAN 2016
Allá por el año 2000 en mis años de facultad comenzó esta devoción por la Liga de Campeones de la UEFA, o más conocida como “La Champions League”. Si bien en esa época mi pasión por el fútbol ya llevaba 19 años, los mismos que tenía de vida, ya que ese sentimiento lo traía desde la cuna, todavía no tenía ese fanatismo por el máximo torneo de clubes de Europa. Fueron mis compañeros de facultad los que me inculcaron ese gusto por el buen juego del viejo continente, algo obvio, ya que estudiábamos periodismo deportivo.
Al principio me prendí con los últimos partidos de la temporada, los cuales eran los más importantes y que incluían la final, pero a medida que pasaron los años iba viendo cada vez mas partidos del torneo hasta llegar a verlo completo desde el primer encuentro.
El tiempo pasaba y el sueño de ver una final en vivo era cada vez más grande, buscaba por Internet cada concurso que había y participaba para ver si tenía la suerte de ganar y así asistir al gran encuentro. Por esa época ni soñaba con costearlo con mi humilde sueldo de periodista (si así se puede llamar al pequeño monto que recibía por las publicidades). Así como pasaban los concursos y no tenía fortuna fueron pasando los años y años ansiando lo mismo, hasta que por fin 17 temporadas después de aquel principio de milenio, pude concretar el sueño de asistir a una final de la Champions League.
Tantos años esperando tuvieron su premio, ya que tuve el privilegio de presenciar la final del año 2016. Para quienes no recuerden ese partido se trataba nada más y nada menos que del clásico madrileño entre Real Madrid y Atlético Madrid, y por si fueran pocos condimentos, era la revancha del partido que habían jugado dos años antes, donde los merengues vencieron en una contienda apasionante.
Llegamos a Milán dos días antes, hablo en plural ya que Celeste, mi hermana, estaba conmigo y me acompañó en ésta como en otras locuras futbolisticas a pesar de que el viaje tenía otro fin. En las calles ya se respiraba un ambiente de partido importante. Obviamente los milaneses estaban totalmente ajenos a la situación, no les importaba en absoluto, algo que era de entender ya que Inter y Milán, los clubes más importantes de la ciudad, ni siquiera habían participado de aquella edición.
Por las calles todo hacía alusión a la gran cita, si bien a los locales no les interesaba la final de este año, como buenos anfitriones prepararon todo para que fuese una fiesta. Los trenes, colectivos, subtes y todos los transportes públicos estaban decorados con publicidad del derbi madrileño. Pero no solo eso, los grandes puntos turísticos de la ciudad estaban repletos de stands de los distintos patrocinadores del torneo, lo que produjo el enojo de varios turistas, entre ellos mi hermana, porque no podían disfrutar de estos ya que estaban repletos de publicidades, cartelería e hinchas merengues y colchoneros.
Esos días previos empecé a entender que parte de lo apasionados que somos los sudamericanos para ciertas cosas, viene de la madre patria. Era admirable ver y palpar ese sentimiento que tenían los hinchas por cada uno de sus clubes, y hasta me animo a decir que por momentos parecía que estaba en Argentina en la previa de un Boca-River.
Obviamente que cada uno mostraba lo suyo. Por un lado, estaban los de “blanco”, los que pregonan el “buen fútbol” y se hacen llamar el mejor club de mundo en la historia futbolística, con sus diez “orejonas” conquistadas y máximos ganadores del torneo. Tantos laureles hacían que la humildad quedara un poco de lado, y los hinchas merengues se mostraban como superiores, hasta el punto tal de casi subestimar a su contrincante. A pesar de esto, muchos demostraban respeto a su rival y sobretodo a su DT, “el cholo” Simeone, quien ya les había ganado un par de finales y había puesto en lo más alto al Atlético después de muchos años.
Por otro lado, estaban los “colchoneros”, los más apasionados, quienes le ponían el color a la fiesta. No les importaban los diez títulos de su rival, ni su inferioridad deportiva histórica con el merengue, ellos iban al frente, sin agachar la cabeza y sin sentirse menos, hasta llegué a pensar que tampoco les importaba perder, ellos ya estaban ahí, ya habían eliminado al Barcelona de Messi y al Bayern de Guardiola, qué más podían pedir, ¡estaban en la final! ante la posibilidad de tomarse revancha de lo sucedido dos años antes, cuando estuvieron a 120 segundos de ser campeones.
El día llegó y comencé mi viaje hacia el estadio. Decidí ir temprano, salí unas cuatro horas antes del comienzo del partido, obviamente acostumbrado a los tiempos que uno se tiene que tomar para ir a la cancha en Argentina, a pesar de que algunos locales me habían dicho que era una locura salir tan temprano. Cuando bajé del hotel, la calle era un caos, parecía un pedacito de Madrid en Italia, los hinchas estaban preparándose para ir al gran juego, todo era rojo y blanco.
Elegí el subte, o “metro” como lo llaman ellos, y a pesar de que los europeos no tienen las mismas costumbres que nosotros de ir tanto tiempo antes, los vagones estaban repletos de hinchas, es más, en algunas estaciones el transporte no paraba porque ya no cabía más gente. Algo que me sorprendió fue que todos iban juntos al estadio, hinchas del Madrid y del Atlético mezclados, y juro que no percibí ni siquiera una mala mirada entre ellos, algo totalmente imposible si aquí jugaran Boca y River una final de Copa Libertadores. Esto se repetiría más tarde en el estadio, todos ingresarían juntos y apenas estaban divididas las hinchadas que van atrás de los arcos, las que llamamos populares, y simplemente porque a cada club le dieron una cabecera para sus hinchas.
Ya en el mítico San Siro, y después de unas largas diez cuadras de caminata desde la estación de subte y de comprar obviamente algunos souvenirs, me dirigí rápidamente al sector donde estaba mi asiento, esto teniendo en cuenta el movimiento de gente que había visto desde mi salida del hotel hasta los alrededores del estadio. Llegué a mi lugar y me sentí desconcertado, engañado por esa multitud con esa locura típica de la previa de un gran evento deportivo. Observé que adentro del estadio apenas había el 20% de los asientos ocupados, ahí me pregunté ¿por qué?, estaba realmente confundido, cómo puede ser que haya vivido una “ida a la cancha” casi como en Argentina y adentro hubiera tan poca gente. En ese momento, y gracias a la explicación de un hincha del Atlético Madrid, entendí que cuando ellos van a la cancha en este tipo de encuentros su desesperación es llegar, pero una vez que están ahí se quedan en los alrededores del estadio tomando y comiendo y disfrutando del ambiente, y apenas 20 minutos antes suben a sus asientos, al fin y al cabo todos, pero absolutamente todos los asientos del estadio están numerados y de esta forma es imposible que se genere un caos por conseguir un mejor lugar en las tribunas.
Llegando a mi butaca noté una banderita plástica con el color rojo y el escudo del Atlético Madrid, las mismas estaban en toda la cabecera y se dividían entre rojas y blancas para que se formara la bandera colchonera en el momento del ingreso de los jugadores al campo de juego. No hace falta aclarar que me había tocado ver el partido del lado de los hinchas del Atlético, algo que al final del día iba a agradecer.
Las horas fueron pasando, el San Siro fue tomando color, de a poco sentía que iba a ser testigo de algo histórico, y no solo por lo sucedido en los 90 minutos, que en este caso fueron 120, sino también por la fiesta que se iba a vivir en las tribunas.
Faltando treinta minutos para la gran final hubo una pequeña ceremonia de clausura del torneo, algo sencillo, de corta duración y que fue un pequeño condimento más para el espectáculo, aunque debo reconocer que esperaba un poco más tratándose del torneo más importante a nivel clubes en Europa.
Después de la acotada ceremonia se dio uno de los momentos más emotivos de la tarde (quienes sean fanáticos de este torneo van a saber entender). Los equipos salieron al campo de juego y comenzó a sonar esa musiquita que tanto escuchaba por televisión en mi querida Argentina. Se trataba del himno de la competencia, ese que cuando uno lo escucha se pone a silbarlo y siente la adrenalina que aparece cuando está por llegar algo que realmente nos eriza la piel. Fue muy placentero oír esa melodía en vivo y poder responder a la pregunta que siempre me hacía cuando lo veía por la tele…..¿qué se sentirá estar ahí?
La pelota comenzó a rodar y mi corazón, empezó a latir cada vez con más fuerza, estaba cumpliendo el sueño anhelado por muchos años. En los primeros minutos, el encuentro era parejo, no se sacaban diferencias, pero en el otro partido, ese que se juega de la línea de cal para afuera, los rojiblancos empezaban a ganarle la pulseada a su eterno rival.
Cerca del cuarto de hora llegó la primera emoción. Después de un centro, y como dos años atrás en la final anterior, Sergio Ramos de cabeza le daba la ventaja mínima al Real Madrid. En ese momento me di cuenta de que había dos hinchadas en la cancha, la explosión del grito de gol por parte de los merengues había sido la única reacción sonora en lo que iba del partido, al punto tal que una persona no vidente hubiera creído que el partido era solo con hinchas de un equipo, algo que sucede en la actualidad en nuestro país. Ese fue uno de los momentos más lindos del partido, ya que los colchoneros, por naturaleza, y como lo habían hecho en lo que iba del partido seguían cantando, y los merengues se pusieron efusivos por el tanto anotado recientemente. Esto produjo el primer ida y vuelta del partido entre las dos hinchadas, ahí sí estaba empezando a sentir un clima de cancha como “Dios manda”, o como lo vivimos en mi tierra. Cabe aclarar que los cánticos ni se acercan al ingenio de los que estamos acostumbrados a escuchar en la Bombonera, el Monumental, el Gigante de Alberdi o la Boutique de Barrio Jardín, pero bastante pedir era ya que las dos hinchadas se cruzaran en este ida y vuelta típico de cancha.