Después de Reikjavik - Mario Sampaolesi - E-Book

Después de Reikjavik E-Book

Mario Sampaolesi

0,0
3,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Mario Sampaolesi dice Después de Reikjavik como si escribiera: después de Auschwitz. El tiempo que advendría sobre un lugar si la calamidad no hubiera sido. Y ese tiempo llega solo nombrando los escenarios de un amor que, a pesar de su luz, no salva. El poema es la escritura imaginando una redención posible, la conjugación de un después. (Ana Arzoumanian)

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 43

Veröffentlichungsjahr: 2024

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Mario Sampaolesi

Después de Reikjavik

ColecciónEl Auradirigida por Eduardo Álvarez Tuñón y Mario Sampaolesi

Sampaolesi, Mario

Después de Reikjavik / Mario Sampaolesi. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2024.

Libro digital, EPUB - (El aura / Eduardo Álvarez Tuñón ; Mario Sampaolesi)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-599-953-4

1. Poesía Argentina. I. Título.

CDD A861

Arte de tapa: Silvia Calvo, acuarela sin título, 2022. Detalle.

© 2024. Libros del ZorzalBuenos Aires, Argentina<www.delzorzal.com>

ISBN 978-987-599-953-4

Comentarios y sugerencias: [email protected]

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

Impreso en Argentina / Printed in Argentina

Hecho el depósito que marca la ley 11723

I remember when I was a boyborn not more than a mile from where I am nowa whole millennium going by in the form of a wave.

Alice Oswald

A Lil

Índice

Aegishjalmur | 7

Después de Reikjavik | 8

Niza | 11

Autorretrato con Wilde | 13

La foto | 17

Perros | 19

La golondrina del lago Nahuel Huapi | 22

El sendero del lago Nahuel Huapi | 30

La clase gobernante | 32

Autorretrato con Soseki | 35

El Hierro | 37

Dieciséis de junio | 43

Dicen | 45

Recolectores | 51

Luciérnagas | 61

Dolce vita | 63

Autorretrato con Ryòkan | 66

La clase gobernante aún | 68

Jardines de Luxemburgo | 76

Referencias | 79

Aegishjalmur

Fue Jorge Luis Borges quien exploró con profundidad los laberintos imaginarios que la literatura, una y otra vez, le propone a la vida. Al adentrarse con sus cuentos y con sus poemas a través de esos intrincados pasadizos él tejió, sin saberlo, la trama de un nuevo y enigmático hilo de Ariadna del que yo —su empecinado lector— por razones ajenas a mi voluntad debí servirme.

Frente a los muros espejados de aquellos laberintos, Borges desconoció a Borges. Aunque distinguió —superpuestos con el de ese Otro— los rostros de Narciso y Alicia. Más tarde, frente a los mismos muros ya opacos, lo seduciría la música de los versos de Verlaine; ahondarían su imaginación las historias de Stevenson y el pensamiento de Schopenhauer. Él se atrevería a soñar la eternidad oscurecida por inviernos interminables. Tal vez, habrá sido entonces cuando sus ansias de misterio, impregnadas con las predicciones de las runas y purificadas por las fosforescencias de la aurora boreal, se mimetizaron con aquellos paisajes.

Después del encierro forzoso debido a la pandemia y dada la creciente enfermedad de mi compañera de treinta años de vida, la poeta Liliana Estévez, sentí que durante ese lapso conflictivo circunstancias insospechadas e irracionales nos habían arrojado —a ella y a mí, y muy a nuestro pesar— hacia aquellos laberintos germánicos. En consecuencia —participantes involuntarios de un pase de magia—, de pronto nos hallamos a merced de las tormentas, roídos desde la aridez de aquellas planicies, sumergidos bajo las aguas hirvientes de Islandia.

En completa soledad, recurrí al inesperado hilo de Ariadna tendido por Borges para atravesar la desolación.

Los poemas reunidos en Después de Reikjavik han sido o pretenden ser la resultante de exorcizar primero y cristalizar más tarde aquellos dolorosos episodios.

Después de Reikjavik

Nunca supe cómo llegué a Reikjavik.

Debió de haber sido por alguno de esos viajes inconscientes

que emprendemos cuando soñamos

o cuando sufrimos.

Recuerdo las fumarolas,

las humaredas de calor hacia el cielo.

El automóvil quedó a un costado de la ruta descompuesto,

escarchado bajo las nubes explosivas,

revueltas por los vientos del norte.

Las montañas lucían áridas

como los corazones de los osos polares.

Me amparaba del frío

la blancura límpida, inmaculada del eco de tu voz

flotando contra la llanura.

Yo esperaba descubrir más allá del horizonte

las luces verdes,

ondulantes y laminadas de la aurora boreal.

Aunque me habían advertido

que las más impactantes sólo aparecían

sobre los glaciares

durante las noches interminables.

Mientras caminaba hacia Thingvellir

para no extraviarme,

yo elegí el sendero marcado

por las huellas de los zorros.

Temía caer en alguno de los géiseres vertiginosos,

hirvientes,

diseminados por todas partes

como agujeros surgidos desde otra oscuridad

esa que nunca me atreví a enfrentar.

Los arbustos, la gramilla y las flores

cargaban el peso del viento helado

sin pájaros

sin otra vida más que la del océano

a lo lejos

deshaciéndose poco a poco contra las rocas sucias.

A través de esa llovizna creí ver

las garras absurdas del odio de tus hijos

lacerarte y avanzar curvadas

desde vos hacia mí

con tu sangre goteando todavía inocente.

Jamás sabré cómo llegué a Reikjavik.

Debió de haber sido

en algún momento de desorientación.

O quizá, fue porque no quise oír

las ululantes señales rojas de la discordia.

O tal vez, pudo haber sido

porque emprendí uno de esos viajes

que se proyectan cuando amamos

o cuando no sabemos ya cómo olvidar.

Acaso dentro de milenios, las vertientes arrojarán

sus fuegos líquidos sobre la llanura

cuando el tiempo y los seres humanos

decidan reconciliarse en Reikjavik

y así liberen -junto con la llegada del verano-

el verdor de los bosques.

Niza

Era uno de esos días donde los restos de las sombras

se evaporaban bajo el sol.

Los bañistas y algunos veleros blancos

flotaban sobre el mar azul.

Una gaviota se hundió en busca de presas