Mare Nostrum - Mario Sampaolesi - E-Book

Mare Nostrum E-Book

Mario Sampaolesi

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Beschreibung

Nocturno Seguimos el sendero sinuoso a través de los médanos. Queríamos ver el mar, el cielo estrellado, la inmensa luna. Mientras avanzábamos, oímos el pulso oceánico que marcaba nuestros pasos sobre la arena. En el horizonte, varios barcos iluminados pescaban. Iban en busca del calamar. Los moluscos, sensibles a la luz, eran atraídos hacia la superficie. Las redes completaban la trampa. Ante tal capacidad de destrucción nos pareció frágil la vida, irrelevante el amor. Sin embargo, buscamos nuestra roca, la que se ubicaba debajo del acantilado. Nos salpicó la llovizna fría de los géiseres de espuma que surgían surgen entre las grietas. La realidad no eran no son solo los grandes barcos. Junto a nosotros también estaban las variaciones de las olas, el zumbido del viento. Sin quererlo, se habían convertido en nuestro refugio nocturno. Aplacaban nuestras dudas. Calmaban nuestros miedos. Nos protegía la belleza. Entonces pudimos decirnos aquellas palabras que en otros momentos nos hirieron. Pudimos contarnos los nuevos secretos. Y nos besamos, nos acariciamos. Abrazados miramos el mar, las estrellas del cielo, los siniestros pesqueros iluminados, la inmensa luna. Fuimos felices.

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Mario Sampaolesi

Mare Nostrum

ColecciónEl Auradirigida por Eduardo Álvarez Tuñón y Mario Sampaolesi

Sampaolesi, Mario

Mare nostrum. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2015. - (El aura; 0)

E-Book.

ISBN 978-987-599-433-1

1. Poesía Argentina.

CDD A861

Imagen de tapa: “Impresión, sol naciente”, Claude Monet

©Libros del Zorzal, 2015

Buenos Aires, Argentina

Printed in Argentina

Hecho el depósito que previene la Ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de este libro, escríbanos a: <[email protected]>

Asimismo, puede consultar nuestra página web:

<www.delzorzal.com>

Índice

Vacaciones | 6

Crawl | 7

El topito | 9

Actuaciones | 11

Por el camino de Wang–Wei | 13

Eucaliptos | 15

Nocturno | 16

Balneario con Aschenbach | 17

Setas | 19

Almejas | 21

Pinos | 22

La corvina | 23

Horneros | 25

Níobe | 27

Kayak | 29

Tigres y delfines | 32

Senderos | 34

Acantilados | 37

Playa | 39

Picnic | 40

Mare Nostrum | 42

A quienes aman

A partir del siglo II D.C. todas las orillas del Mar Mediterráneo pertenecían a Roma. El Imperio denominó Mare Nostrum (Nuestro Mar) a ese territorio.

El alma tiene sus escrúpulos. Cosas que no deben ser dichas. Cosas que hay que resguardar, que mantienen los ojos bien abiertos hasta altas horas de la noche. Cosas para el consentimiento de Dios.Y para la poesía.

Que es, como dice Milozs, “Un dividendo para nosotros mismos, un tributo pagado por aquello a lo que hemos sido fieles. Algo permitido”.

Seamus Heaney, Electric Light, Faber and Faber, Londres, 2001.

Vacaciones

Caminábamos por la orilla hacia el sur, de la mano y perdidos, juntos y solos, a lo largo de la playa desierta.

Era la mañana de un día de sol.

Contra el acantilado, las golondrinas hacían sus nidos, nos sobrevolaban; sus sombras azules caían sin peso sobre la arena.

Planeábamos trepar por las rocas hasta la cima.

Contemplar el mar, la línea casi recta del horizonte, los pesqueros de regreso al puerto, algún lobo marino ocupado en la búsqueda de presas.

Incluso intentábamos observar más de cerca las aves, hurgar quizás en sus refugios.

Íbamos en silencio, cada uno absorto en sus pensamientos.

Nos costaba avanzar.

Miré hacia el acantilado.

Su mole de piedra gris caía cae a pique sobre el mar.

Las olas explotaban explotan implacables contra su base.

En lo alto, los pájaros continuaban continúan con su rutina.

Los machos eran son los encargados de traer el alimento.

Lo regurgitaban en los picos aullantes de los pichones.

Te miré.

Estabas a mi lado y no estabas a mi lado.

La arena húmeda se hundía con facilidad a nuestro paso, dificultaba la caminata.

A pesar del cansancio, confuso ante el estruendo del oleaje, ante los revoloteos de las bandadas, supe que muy pronto nos volveríamos agrestes como la escena, fríos como el viento que nos azotaba.

Crawl

El mar rompía rompe contra las piedras.

Era es una imagen repetida de aquellos días.

Muy temprano llegábamos a la playa: las carpas azules, las sillas blancas.

Acomodábamos bolsos, ropa, libros.

Recuerdo que con la vieja Nikon comencé a tomar fotografías.

De vos recostada en la reposera, de pisadas, de tu rostro con los ojos cerrados, de los pocos bañistas que caminaban caminan por la orilla.

Vi también caracoles, restos de algas, cáscaras violetas de pequeños mejillones, huevos de pescado, colillas semienterradas.

En el cielo, algunas gaviotas planeaban y sus efímeros reclamos caían: eran polvo sobre nosotros.

Me alejé tentado por el mar: por su violencia, su frialdad, su sonido.

Me zambullí, hasta que fui uno más en su historia.

Nadé.

Nadé contra el oleaje, contra la realidad que me golpeaba.

Nadé hacia mi juventud, hacia otros soles, con otros seres.

Pero tuve miedo: no quise seguir.

Di la vuelta y desde tan lejos, flotando, busqué tu silueta recostada, perezosa en la quietud sin viento de ese día.

Grité, pero no me oíste.

Te hice señas con las manos, pero no me viste.

Grité otra vez: la voz se perdió entre el crujido de la rompiente, entre los graznidos de las gaviotas.

Elegí volver.