Dichos de San Antonio sobre Cristo - San Antonio de Padua - E-Book

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San Antonio de Padua

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Beschreibung

"Dichos de San Antonio sobre Cristo" es una obra que nos sumerge en el profundo entendimiento y devoción de San Antonio de Padua hacia Jesucristo. Este libro recopila las enseñanzas, pensamientos y reflexiones de San Antonio, uno de los santos más influyentes de la historia de la Iglesia.

San Antonio, conocido por su elocuencia y sabiduría, nos guía a través de un viaje espiritual en el que explora la vida, el mensaje y el significado de Cristo. Sus dichos y escritos revelan su profunda conexión con Jesús y su deseo de compartir la verdad y la gracia del Evangelio con el mundo.

A través de estas páginas, descubrimos las perspicaces interpretaciones de San Antonio sobre las Escrituras, así como sus reflexiones sobre la naturaleza divina y humana de Cristo. Sus palabras nos invitan a contemplar la grandeza de la encarnación y a vivir de acuerdo con los principios de amor, humildad y servicio que Cristo enseñó.

"Dichos de San Antonio sobre Cristo" es un recurso valioso para aquellos que buscan una comprensión más profunda de la espiritualidad cristiana y desean seguir los pasos de un santo que dedicó su vida a seguir a Cristo. A medida que exploramos las palabras de San Antonio, encontramos inspiración y orientación para nuestra propia relación con Jesús y nuestro camino espiritual. Sumérgete en este libro y permite que las enseñanzas de San Antonio te lleven más cerca de Cristo.

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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DICHOS DE SAN ANTONIO SOBRE CRISTO

Entresacados de sus sermones

 

San Antonio de Padua

 

 

El jardín es el alma, en la que Cristo, como jardinero, planta los misterios de la fe, y la riega, cuando le infunde la gracia de la compunción. Prólogo.

 

¡Ay de mí! ¡Cuántos religiosos abandonan el "túmulo de la vida contemplativa"... con judas traidor - que era ladrón y tenía su peculio (Jn 12, 6) - abandonan la escuela de Cristo (Jn 13, 29-30)... Domingo de Septuagésima.

 

La tierra, que deriva del latín tero pisar, triturar, es el cuerpo de Cristo, que, como dice el profeta Isaías (53, 5), "fue triturado a causa de nuestros pecados". Domingo de Septuagésima.

 

Y esta "tierra" (el cuerpo de Cristo) fue excavada y arada con los clavos y con la lanza; y de ella se dice: "La tierra excavada dará fruto a su tiempo. La carne de Cristo, traspasada, dará el reino de los cielos. Domingo de Septuagésima.

 

En el firmamento, o sea, en Cristo ya glorificado con la resurrección, hubo dos lumbreras: el esplendor de la resurrección simbolizada por el sol, y la incorruptibilidad de la carne simbolizada en la luna; pero hay que tener presente la condición del sol y de la luna antes de la caída de nuestros primeros padres, porque, por causa de su desobediencia, todas las criaturas soportan un daño. Domingo de Septuagésima.

 

El sembrador es Cristo, o su predicador; la semilla es la palabra de Dios; el camino representa a los lujuriosos; la piedra, a los falsos religiosos; las espinas, a los avaros y a los usureros; la buena tierra, a los penitentes y a los justos. Domingo de Sexagésima.

 

"Isaac" se interpreta "gozo", y es figura de Cristo, que es el gozo de los santos, los que -como dice Isaías- "alcanzarán gozo y alegría" (35, 10): gozo por la humanidad glorificada de Cristo, alegría por la visión de toda la Trinidad. Domingo de Sexagésima.

 

En esta tierra de Gerar, o sea, en este mundo, Cristo sembró tres especies de semillas: la santidad de su vida ejemplar, la predicación del reino de los cielos, la realización de los milagros. Domingo de Sexagésima.

 

Cristo, para el día del ardor, o sea, de su Pasión, con su espíritu de rigor, o sea, inflexible en sufrir la pasión, mientras colgaba de la cruz, meditó cómo pudiera derrotar al diablo, arrancar de su poder al género humano, y a los pecadores obstinados infligirles la pena eterna. Domingo de Sexagésima.

 

Ahora, ya sabes con certeza que el sembrador es Cristo. Salió, pues, Cristo a sembrar su semilla; salió también para construir su iglesia, "con tablas cepilladas", o sea, con santos, puros y perfectos; y la calafateó con la brea de la misericordia y de la bondad, "por dentro" con el afecto, y "por fuera" mediante el ejercicio de las obras. Salió, pues, Cristo del seno del Padre y vino al mundo para sembrar y para construir su iglesia, en la cual se conservará una semilla que no se marchita, sino destinada a durar por los siglos de los siglos. Domingo de Sexagésima.

 

Presta atención a las palabras: el mar, o sea, este mundo, lleno de amargura; es grande por las riquezas, y espacioso por los placeres, porque "espacioso es el camino que lleva a la muerte" (Mt 7, 13). Pero, ¿para quiénes? No ciertamente para los pobres de Cristo, que entran por la puerta estrecha, sino para, las manos de los usureros, que ya se adueñaron del mundo entero. Domingo de Sexagésima.

 

Las sandalias son las obras muertas, que debes quitarte de los pies, o sea, de los afectos de tu mente, porque la tierra, o sea, la humanidad de Cristo, en la que estás por medio de la fe, es santa y te santifica a ti, pecador. Domingo de Quincuagésima.

 

Vete, pues, o soberbio, a aquella tierra, considera a la humanidad de Cristo, observa su humildad y destruye la hinchazón de tu corazón. Domingo de Quincuagésima.

 

En sentido alegórico, el pez es Cristo, asado por nosotros en la parrilla de la cruz. Domingo de Quincuagésima.

 

El bocado es el momentáneo y pequeño placer de la carne, que debes mojar en el vinagre, o sea, en la amargura de la pasión de Cristo. Domingo de Quincuagésima.

 

Cristo, en efecto, sólo por amor llevó a la cruz en su cuerpo el peso de nuestros pecados. Domingo de Quincuagésima.

 

El hipócrita desprecia y escarnece al Señor: lo desprecia, cuando predica al Crucificado, pero no lleva las llagas del Crucificado; y lo escarnece, cuando se esconde bajo la gloria de la piel (apariencia), para poder engañar a los miembros de Cristo. Domingo de Quincuagésima.

 

Ese hombre con su boca blasfema y con el martillo de la lengua golpea y azota a Cristo en sus miembros. Domingo de Quincuagésima.

 

¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Todo el cuerpo místico de Cristo, que es la iglesia, es de nuevo crucificado y matado! En este cuerpo algunos son la cabeza, otros las manos, otros el cuerpo. Domingo de Quincuagésima.

 

¡No hay de qué maravillarse! "Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones" (2Tim 3, 12). Domingo de Quincuagésima..

 

Acumula tesoros en el cielo el que da a Cristo. Y da a Cristo el que da al pobre. Miércoles de Ceniza.

 

La mujer fuerte, con el tiempo y el ojo penetrante de la razón, ve y comprende que es un buen negocio "vender todo lo que tiene y dar el importe a los pobres"; y entonces, despojada de todo, seguir a Cristo desnudo. Domingo II de Cuaresma.

 

Con la misma táctica con que tentó a Adán en el paraíso terrestre, tentó también a Cristo en el desierto, y tienta a todo cristiano en este mundo. Domingo II de Cuaresma.

 

Así Cristo: "Al ser maldecido, no maldecía; y, al padecer, no amenazaba venganza" (1Pe 2, 23). Domingo II de Cuaresma. (II)

 

Esta escala estaba apoyada en la tierra, cuando Cristo se dedicaba a la predicación y obraba milagros; y tocaba el cielo, cuando, como dice Lucas, pasaba las noches en oración al Padre" (6, 12). Domingo II de Cuaresma. (II)

 

En verdad, Pedro quedó desnudo, cuando, a las palabras de la criada, "negó a Cristo", pero luego se revistió de la túnica, cuando reconoció la culpa de su triple negación. Domingo III de Cuaresma.

 

Por la inmensa caridad con que nos amó, Cristo se entregó a sí mismo por nosotros, ofreciéndose en sacrificio de suave olor. Domingo III de Cuaresma.

 

Sólo Cristo fue el verdadero "fuerte", que ató al fuerte diablo. El más fuerte es Cristo, de cuyas armas escribe Isaías: "Se revistió de la justicia como de una coraza, puso en su cabeza el yelmo de la salvación, se ciñó con los vestidos de la venganza y se cubrió de celo como de un manto" (59, 17). Domingo III de Cuaresma.

 

Como David derrotó a Goliat con la honda y con la piedra, así Cristo derrotó al diablo con la honda de su humanidad. Domingo III de Cuaresma.

 

Cristo es nuestro José que, como en una cárcel, con las manos y los pies atados, fue crucificado con los clavos entre dos ladrones. Domingo III de Cuaresma. A decir la verdad, el buen ladrón, además de ser un santo confesor que, mientras Pedro negaba a Cristo, él lo reconoció, fue un verdadero copero. Domingo III de Cuaresma.

 

Cristo, mientras mamaba la leche, obraba nuestra salvación. Domingo III de Cuaresma.

 

Cristo es llamado "pontífice de los bienes futuros". Vino, pues, Cristo, cercano a nosotros como pontífice, que hizo de sí mismo un puente desde la orilla de nuestra mortalidad a la orilla de su inmortalidad, para que por ese puente, como por una pasarela que cruza, pudiéramos llegar a la posesión de los bienes futuros. Cristo, pues, vino para perdonar los pecados, y como pontífice de los bienes futuros, para darnos los bienes eternos. Domingo IV de Cuaresma.

 

Cristo no niega sino que acepta, porque es el custodio: "No duerme ni dormita el que guarda a Israel" (Salm 120, 4), y vigila sobre su grey. Cristo es llamado "vara vigilante", porque como el ladrón vela de noche y hurta en la casa de los que duermen, sustrayendo las cosas con la vara en la que hay un garfio; así Cristo, con la vara de su humanidad y el garfio de su cruz, hurta almas al diablo. Domingo IV de Cuaresma.