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Relaciones tóxicas, cutting, sexo, cuerpos disidentes, suicidio, abusos, bullying, melancolía, trastornos alimenticios, fobia social, existencialismo, ataques de pánico, muerte y amor; son algunas de las temáticas que toman al papel como testigo de esta historia catártica que incluye dibujos de la autora. Diecisiete años de dolor es una novela autobiográfica que, a modo de diario íntimo, condensa fantasías y realidades atravesadas por el paso del tiempo de una adolescente hacia su adultez, de paciente a psicóloga.
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Seitenzahl: 636
Veröffentlichungsjahr: 2022
Ana Mino Diecisiete años de dolor / Ana Mino. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3284-8
1. Autobiografías. I. Título. CDD 808.8035
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
ANA MINO
Dedicado a:
Los nueve meses de paz antes del camino.
Los ojos más parecidos a los míos.
Mis hermanos amados.
La amistad leal.
Las piedras del camino.
Las miradas penetrantes.
Las nubes que vienen y van.
Las lágrimas y sonrisas infinitas.
Los besos apasionados.
Las caricias obscenas.
Los cuerpos imperfectos como el mío.
La lluvia y el mar inquietos.
Quienes quisieron ayudarme a no desistir.
Mi amor incompatible pero amado.
Al camino
A mí.
Aclaración:
Los personajes de este libro son ficticios, cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia.
Dedicatoria. Parte I (2005)
Dedicatoria. Parte II (2021)
Prólogo
Introducción
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017
2018
2019
2020
2021
2022
Epílogo
Table of Contents
A quien le cause una lágrima, un recuerdo, una sonrisa, un suspiro.
A quien me haya querido, y más a quien lo siga haciendo.
Algunos escriben Cien años de soledad, ostentan un talento magistral en su desarrollo y culminan la historia mágica con un maravilloso final. Otros humildemente narramos Diecisiete años de dolor. Aunque carentes de semejante habilidad, somos dueños de sentimientos desbordantes que explotan en el pecho y manchan el papel con tinta de sangre, tornándolo fiel testigo y compañero silencioso. Todos tenemos una historia que contar.
¿Será que García Márquez también desconocía el final de su gran novela a la par que la desplegaba?
Hay al menos dos maneras de leer este libro. Una es metódica, en tanto se devora cada página ordenadamente; recomendada para seres estructurados, obedientes y obsesivos del control. La otra es rebelde, intuitiva, lúdica, azarosa. Consiste en elegir cada título que seduzca y dejarse llevar, inventando así un orden único.
En la primera, el lector degusta la cronología de amarguras y tristezas al compás de los números. En la segunda, participa activamente creando una obra singular, desordenada, caótica. Son modos distintos de leer, de pensar, de sentir, de vivir; cada quien elegirá el que se adecúe a su persona.
Intento escribir para no olvidar a largo plazo, para luego de un tiempo releer y recordar qué pensaba, cómo vivía y cuál era en aquel entonces. Es triste tener la capacidad de acordarse de cuestiones que en comparación con lo vivido son detalles, pero es agradable ver como uno cambia ¿para mejor? a medida que pasa el tiempo.
Tengo diecisiete años y escribo como si alguien además de mí fuera a leerme. Preciso expresar de manera fidedigna las emociones que me atraviesan, quizás para un destinatario inexistente que esperé toda mi vida y lo sigo aguardando; alguien que nunca voy a encontrar porque no tengo la menor idea de cómo es.
¿Cómo hallar, si no se sabe lo que se está buscando? Solo sé que me encantaría conocer a una persona, independientemente de su sexo y edad, que me entendiera, que no me desilusionara, que tuviera las respuestas a mis preguntas y que fueran verdades universales, o al menos las palabras que quiero oír y nadie me dice.
A veces siento que no me valoran como quisiera, tal vez se debe a que cada uno está pendiente de sí mismo, o a que espero demasiado de los demás, o porque ni yo me valoro. Supongo que me pasa como a todos, un día me siento bien conmigo misma y veo lo especial que supuestamente soy, y otro día me odio, quiero cambiar mi modo de ser ya que solo observo lo malo que hay en mí.
No hace falta aclarar que también me ocurre con las personas y con la vida en sí misma. Algunos días siento felicidad por tener diecisiete años, todo por delante, familia, amigos, educación, paisajes agradables. Aprecio cada lugar, cada cosa, cada instante. La existencia me parece maravillosa, hermosa, clara y obvia al mismo tiempo.
Otros días no siento que poseo lo necesario para ser feliz, y lo que es peor, creo que no puedo sentir felicidad; que la vida (o yo) es (o soy) puro dolor, sufrimiento, vacío, sinsentido, y que es mejor morir.
Al analizarlo mis pensamientos son normales, comunes, abundan, se comparten entre la gente. Esa que a veces siento parecida a mí y otras distinta. Esos que amo, extraño, envidio, desconfío. A los que temo de un modo u otro. A los que en muchas oportunidades no pude explicarles lo que sentía. A los que me mintieron, les mentí, me desilusionaron, los desilusioné. Los que conocí y los que creí conocer.
¿Cuándo se termina de conocer a alguien, si la vida entera no alcanza para conocernos a nosotros mismos? ¿Se logra conocer el modo de ser si va cambiando? ¿Cómo se puede ser feliz? Me impresiona la ambigüedad de las cosas, que se pueda observarlas de modos contrarios, irónicos, hipócritas; me intriga si dicha ambigüedad reside solo en mi cabeza. Me pregunto cómo son las cosas en realidad, cómo existen sin ser relativas. Quién las creó, por qué, cómo y con qué objetivo.
“Algunas noches me enfermo
Algunas mañanas te vuelvo a sangrar
Algunos errores son deliciosos”.
Caballeros de la Quema
Lo extraño. De repente la melancolía me encontró, quizás por estar aburrida, sin nada para hacer. Probablemente en otro momento hubiera tapado el vacío que Alejo dejó en mí con el placer pasajero que en vez de ayudarme me hundió en mi propia mierda.
Creó una nube pesada y oscura alrededor de mí, tapándome, ocultándome de los demás, cambiando mi vida, encerrándome en un laberinto en el que la salida es casi imposible de encontrar. Aunque sé que estoy en el camino hacia la puerta que me va a permitir eliminar lo que me esconde y me condena, no dejo de pensar lo distinta que hubiera sido mi adolescencia si nunca hubiera entrado; los momentos de dolor hubieran sido bastantes menos, pero quizás no hubiera disfrutado tanto los placenteros.
Hoy en la escuela me sentí triste. No me gusta ser quien soy en ese curso de mierda. Llenar las hojas de la carpeta con frases inconexas resulta más productivo que oír las enseñanzas inútiles de un profesor desganado y resentido. Entonces escribí:
En aquel lugar deseaba que de repente apareciera la boa del Principito y me engullese sin piedad. Cada vez que lo concurría, las personas remarcaban lo que afuera de allí quería ignorar. En ese espacio solo existía lo negativo de mí y a nadie le importaba, excepto a mí misma. Ninguno se tomaba ni cinco segundos para observarme y ver cómo era realmente, o al menos imaginarlo. Nunca hubiesen pensado en el dolor que me hacían sentir, ni creído la angustia que me llenaba al tener más vergüenza que ánimos de mostrar mi verdad.
Las palabras que solían girar en torno a mí me lastimaron y dejaron heridas abiertas; cada cicatriz imprimió su huella en mi cuerpo y en mi alma, jamás se irá. Dolieron aun más las frases que me subestimaron creyendo que no las escuchaba, dichas por lo bajo, camufladas con una sonrisa falsa.
No puedo aceptar lo que soy, tampoco negarlo. No deseo resguardarme en mi caparazón, aunque salir y enfrentar la realidad sería convertirme en masoquista. Me encuentro presa de un dilema sin solución. Todo depende de mí, por eso perdí y pierdo, no me animé. Más que lo que perdí, me dolió lo que fui, lo que soy. Lo que anhelo dejar de ser. No me queda otra cosa que sueños y un papel en el que vuelco lo que hay en mi interior, lo que mis labios callaron, lo que necesité decir y no expresé. No sé qué hacer sino resistir y vivir de la ilusión de que algún día esto cambiará. Algún día el mundo será justo, yo ganaré y ellos perderán.
Cuando finalicé el texto y retorné a la realidad, me percaté de lo lejos que había huido. Miré alrededor, incómoda por lo que había hecho, como si me hubiese masturbado en público. Nadie me miraba, a ninguno le llamé la atención. Era una más que escribía en la clase de Lengua. Nadie imaginó tanto dolor.
En cierta forma la manera en que León, mi príncipe azul lejano, es o no es conmigo, su mirada, resaltan lo negativo. Lo que espera y no le doy, lo que oculto por una timidez idiota, y me duele. Lo que lamento y odio de mí deja de estar a un costado y pasa a ser lo principal, lo único. Me lastima no animarme a hablar y expresar mis ideas, me hiere quedarme en silencio pase lo que pase. Me paraliza el instante en que él y yo cruzamos miradas. Sin embargo lo que más bronca me genera es ver que la mayoría no se esconde ni es rechazada.
Lo escrito en lápiz el día de hoy fue borrado, pero no la marca en las hojas, en mi corazón.
Ahora sé de dónde vienen algunos de mis sentimientos, de quién copié mi modo de existir. En cierta forma me sorprende y deseo no ser como él. Quiero cambiar, vivir mejor.
“(…) Un encierro, un entierro, una muerte en vida dentro de una jaula, una angustia encerrada y una inconsciencia de que existiese prisión o dolor alguno. Parece que sí, que realmente seguiré así. Lo que sé, es que si fuera para toda la vida no duraré muchos años, pues seguramente moriré, o me recluiré, o enloqueceré de dolor. (…). ¿Dónde está mi vida, y los placeres, y los demás? Solo soy una gota en un inmenso océano”.
“Es una situación muy repetitiva y cansadora esta que vengo pasando. Antes decía que vivía llorando; ahora pareciera que necesito recargar lágrimas para continuar llorando. Precisé tanto que alguien preguntase sobre mis cosas, que parezco prescindir de ello”.
Papá.
No imité sus ideologías o su forma de sentir, ya que jamás supe que éstas eran así de afligidas. Tampoco copié su gusto por la canción “Save A Prayer” de Duran Duran, porque no me había enterado que le gustaba, hasta hoy.
Espero llegar más lejos. Él a los veinte y tantos no hallaba sentido a su vida y creía estar solo, lo cual me ocurre desde los quince; la diferencia de edad algo tiene que significar.
Otra vez inspiración en la escuela. Nuevamente veo a León y lo deseo. Me encantaría saber qué piensa cada vez que me mira. Por un lado soy consciente de que observa lo desagradable en mí, por el otro sueño con gustarle. La incertidumbre me lastima.
8:25 — El tiempo pasa lentamente. El tiempo mismo se convirtió en una pérdida de tiempo, inexistente, angustiante. Entre el dolor acompañado por las nubes de este día, lo miro y es belleza; no me mira, me ignora. Lo pienso, no me piensa.
8:32 — Clase de “Pensamiento Filosófico”. Como si se pudiera enseñar a filosofar. Como si no fuera algo propio e íntimo. Como si desearan transformar mis pensamientos, dominarlos, reprimirlos, callarlos, calmarlos. En realidad no los conocen, les temen. Unos miran, mas nadie llegó tan profundo como para verme. Espero que el tiempo pase, y cuando pasa, aguardo que transcurra otra vez. Cuando los años llegan me lamento por lo perdido, lo que no tuve y pude haber obtenido. Después de toda esa filosofía viene el momento de esperar. ¿Qué espero?
8:46 — Percibo su odio en su aparente indiferencia. ¿Cómo puede odiar lo que no conoce? No me conoce, ¿O sí? Lo conozco y lo amo. ¿O no?
Sucedieron cosas positivas estos días, tal vez por eso no tuve ganas de escribir, como si la musa fuera únicamente el dolor y al irse me quedase sin inspiración. Me alegra haberme reído más, haber sentido menos vergüenza. En especial me pone contenta haberme percatado de que debo dejar de estar mal (o actuar que lo estoy), porque no gano nada haciéndolo. Al mismo tiempo temo y espero (¿Sin desearlo?) el momento en que la tristeza retorne a mis brazos o yo a los suyos.
Me ayudó a realizar este aparente cambio darme cuenta que no soy depresiva ni soy dolor. No tengo por qué estar de este modo, no forma parte de mi personalidad, y aunque así lo fuera, se puede cambiar. No se puede no cambiar.
A pesar de que se marcharon por un rato los sentimientos de dolor y vacío, sufro una pequeña molestia: mirarlo y sentir tanto por él. Quizás no sea eso sino saber, creer, dudar que es inalcanzable; desearlo y no poder tenerlo, a diferencia de Alejo, alcanzable en su imperfección. Escribí inspirada en León, él es mi musa, mi musa es el dolor.
Cuando me dijeron que la belleza está en los ojos del espectador, intenté mirarlo de color azul, igual que un mar embravecido, de ese modo en lugar de transmitirme paz y calma, me llenaría de intranquilidad.
Luego traté de pintarlo de un tono gris como un día nublado, ya que me deprimiría en vez de alegrarme. También probé marrón por el color de la tierra, pero nada funcionó, nunca dejó de gustarme demasiado. Lo transformé en blanco así lo sentiría vacío; seguía llenándome e iluminándome con su luz.
Pasaron los días y después de haber probado un arco iris eterno, incluso con combinaciones de colores remotos, me di cuenta que su belleza no se encontraba en su color ni en nada que pudiera transformar.
Jamás comprendería la razón, por lo que lo acepté como era y vi miles de tonalidades y formas que amé. Fue allí cuando recordé cuánto lo quería, cómo lo observaba y añoraba. Fue en ese instante que me insulté por haber intentado cambiar algo hermoso y perfecto.
Solo soy un pecador que ruega de rodillas e insulta erguido
Que sonríe mas no agradece
Pero a la hora de caer, cae como el mejor
Al igual que la hoja de un árbol en otoño
Un pobre, solitario, triste y muerto árbol.
Solo soy un pecador entre miles de millones
Que vive pagando sus pecados, mas nunca aprende la lección
Que llora fácilmente pero difícilmente lucha
Que cae y se pone de pie para tener el placer de volver a derrumbarse y sonreír como un idiota
Luego estallar en un llanto ahogado que nadie logrará comprender.
Solo soy un pecador
No sirvo a nadie ni sirvo para algo
No suelo satisfacerme, mas suelo dañarme
No me curo, me lastimo profundamente
No soy un mesías, ni un dios, ni un animal
Vivo porque peco
Peco porque vivo.
La vi tan lejana, igual o peor que un horizonte distante, porque el último nunca estuvo cerca; pero ella caminó junto a mí durante años que parecieron eternos, que me hicieron sentir que no existió el día en que nos conocimos. Fue un complemento ideal, una fuerza que me sacó del más horrible estado de inercia en el que me hallaba. Sin embargo ahora no la encuentro, porque desde que retornó parece no haber vuelto, aunque nuestros cuerpos estén a diez centímetros de distancia.
Por más que mire no me observa, y si nuestras miradas apenas se cruzan, es por la misma casualidad por la que lo hacen nuestras palabras. Estas no hacen falta, son prescindibles en nuestro idioma, pues nos alcanza con la tranquilidad que nos da saber que una va a estar al lado de la otra por el resto de nuestras vidas, sin importar de qué forma. Poniendo a un lado la lejanía, me alegra verla sonreír.
Me contó lo que la afligía y no hice más que mirarla triste y asentir, fingiendo que no estaba pendiente de cada detalle, pretendiendo no haber escuchado anteriormente acerca de su pena y su alegría.
Tan fuertes eran mis sentimientos hacia ella, que me atreví a preguntarle qué le pasaba luego de haber captado su expresión de dolor y su mirada perdida entre una multitud que ya no le llamaba la atención. Hubiera querido ayudarla para así ayudarme, o que se diera cuenta lo mucho que me afectaba su pesar.
Deseaba que supiera que no tenía por qué estar mal, que nadie merecía sus lágrimas. Sin embargo no me permití decirle que solo con su sonrisa podría iluminar el espacio más oscuro, la noche menos estrellada, el día más lluvioso de la tarde más amarga. Me reprimí las ganas de describirle su propia personalidad con detalles para que se alegrara de ser como era.
Era transparente y hermosa sin percatarse de ello. Expresaba lo que pensaba sin condicionarse por las reacciones de los demás. Causó en mí una impresión que no soy capaz de explicar. Me resultaba emocionante reconocer que había sentimientos agradables en mí, pero era frustrante no poder enunciarlos y que no fueran recíprocos.
Como si pudiera entenderme y perdonar mi estúpida timidez, le sonreí y la miré a los ojos cuando acabó de contarme lo que la lastimaba. Frené el impulso de acariciarla, que casi me vence. Contuve la respiración al verla marcharse en silencio, perdida entre la gente.
El reflejo del nuevo espejo en mi habitación redecorada hace que me sienta menos sola, quizás mal acompañada.
La vida me dijo al oído que simplemente no gané
No es lo mismo que haber perdido
Porque perder es sinónimo de que fue y ya no es
Pero en mi caso nunca nada he tenido
Entonces, ¿Cómo he de perder?
Cada amanecer es un castigo
El anochecer, el empeorar de un día pasivo
Sin nada nuevo, tan solo sueños
Más antiguos que la existencia de Dios.
La muerte me gritó al oído que no había otra opción
Que ganaría aquello que no he tenido
O al menos se iría el dolor
Pero la ilusión sigue presente, nunca me abandonó.
Cada atardecer es un exilio
De un lugar a donde nunca fui
Sin un hogar, tan solo sueños
Aquellos sueños que se aferran a mí
Sueños que me sostienen cuando no hay nada para mí.
Sueños que se olvidan que debo vivir
Sin realidad, tan solo sueños.
Es triste quedarme en mi casa por la noche, darme cuenta que no tengo un verdadero amigo y que por algo será. Mamá se levanta de la mesa cuando oye que hablo con papá acerca de mis problemas. Gracias ma. No preguntes por qué, yo te respondo: por tu desinterés. No indagues qué tal, porque con vos no hay respuesta. Qué raro que me consultes cómo estoy, pensé que no me hablabas a mí. Qué extraño saber de antemano que si digo bien o mal, da igual. Qué idiota por no imaginarme tu reacción. ¿Qué harías? De todos modos qué importa, si sos la misma de siempre.
Ni siquiera se ve, pero está ahí, suave y profunda, me inunda. Llena temporalmente mi vacío. Es una adicción benigna sin consecuencias, solamente el hoy. La terapia más efectiva. Basta de pensamientos o palabras, solo ser, cantar, liberar, gritar, afinar, descargar, calmar, sonreír, amar. Ondas de un sentimiento puro se expanden en mi silenciosa habitación que se convierte en otra, cobra vida.
Ella me transmite dolor, alegría, acompaña mi humor, a veces lo modifica. Me rescata. Es creada por otros, incluso por mí. Utiliza el lenguaje de palabras y sonidos que tanto me gustan. ¿Qué más puedo pedir? Inventarla. Oírla por siempre. Apreciarla. Que se cuele en mi interior, amarla, extrañarla. Saber que no hay tiempo para ella porque no pasa de moda.
Es mi compañía fiel, inacabable, inalcanzable, encantadora, seductora. Viviré siempre bajo el hechizo de la música que me alegra poder sentir aún hoy.
Otro momento me hace dar cuenta que no todo pasa por uno. Llamaste, y ¿Qué podía decir más que cuánto lo siento y lo mucho que te quiero? ¿Cómo explicarte cuán doloroso es oírte sollozar? ¿Me queda otra cosa que llorar con vos, abrazarte, para que veas que te acompaño en las buenas y en las malas aunque eso no solucione tus problemas? ¿A quién le pido consejos si lloramos juntas?
Ahora que tu angustia es mi angustia también, que no nos importan los recuerdos, ni las obligaciones, ni el plan de Dios, ¿Con quién me burlo de la tragicomedia de la vida apelando a la ironía para transformar una situación penosa en una alegre? ¿Cuándo será el día en que vuelvas a sonreír y el dolor que hoy sentís se haya vuelto lejano?
Al carajo mis problemas, Tina, hoy solo me pesan los tuyos. No sirven de nada mi tristeza o mi melancolía. Me consuela saber que nos acostumbramos a todo, que seguimos adelante, superamos cosas que no nos creíamos capaces de vencer. Vemos el lado bueno de algo malo. Finalmente conocemos el sentido de que haya pasado lo que pasó, pero para eso se necesita tiempo. Lágrimas, charlas, abrazos y tiempo. Lo único que se puede hacer es permitirlo ser, dejarlo ir y sentirnos mejor.
En estos momentos no alcanza con un te quiero, simplemente no hay nada que decir.
A veces siento que la vida me cansa. No por los problemas que creo, sino por saber que al final nada importa, que habrá días malos y otros buenos. Como la felicidad completa no existe, no hago más que aceptar aquellos momentos en los que todo me parece odioso y triste; sin embargo me encantaría estar mejor, sentirme bien una mayor cantidad de veces, no quiero vivir esperando un futuro completamente distinto a mi presente.
No deseo continuar basándome en la esperanza, porque al fin y al cabo no creo en nadie más que en mí misma. Sé que soy insegura, también sé que tengo el poder de llegar a donde quiera ir. Por otra parte, tengo miedo de jamás usarlo, de arrepentirme, de crecer y dejar mis sueños de lado para pasar a ser simplemente un adulto entre la gente que vive resignada a su miseria cuando podía haber sido distinto.
Si me pongo a pensar qué es lo que me gustaría, tengo claro qué es. Cuando me cuestiono si realmente sería feliz de ese modo, comienzo a dudar. Es entonces que me frustro y llego a la conclusión de que tanto la felicidad como el sentido son inalcanzables, que es difícil encontrarlos o inventarlos. Estoy lejos de saber por qué.
Quizás nunca entienda por qué uno busca el dolor y lo encuentra, contrariamente a lo que ocurre con la felicidad. Hoy al menos, me cansé de intentar. Sé que no hay lo qué comprender, solo existe lo que pueda imaginar. Por eso mi cabeza no piensa. No quiero imaginar, me cansé de vivir de la fantasía, soñando despierta con lo que en verdad no tengo.
En cierto modo comencé a ver esta maldita realidad y a hacerme cargo de que preciso y puedo cambiarla. Me harté de aguardar a la persona que me salve. Tanta espera para luego desilusionarme me enseñó que la única que puede salvarme soy yo. Ya no busco respuestas en los demás, porque son personales; no hay réplica más satisfactoria que la mía. Comencé a ver que el modo de cambiar es actuar hoy, ahora, sin pensar, no postergar los conflictos sin resolver para un mañana impreciso.
Es mejor enfrentar, oponerse, pararse, luchar a pesar del humo alrededor. Cuanta más neblina afuera, más puedo utilizarla para fortalecerme y demostrarme a mi misma lo que valgo. Quiero lograr mis objetivos y no hacerme daño aunque pase lo que pase con quien sea.
El último golpe me hizo percatar de que no debo lastimarme porque otro me hiera. No me lo merezco. Odiar y atacarme es incorrecto por alejarme de mi bienestar; quiero estar bien. Cuesta creer que se puede estar bien. Cuesta convertir la fantasía en realidad. Cuesta luchar cuando no se confía en que las fuerzas están dentro de uno. Cuesta hacerse responsable de que pase lo que pase se puede ser feliz, y quien no lo fue, fue infeliz porque quiso. No quiero ser infeliz. Lucho por estar bien, aunque sea otro día. Lucho por el ahora, por el hoy que definirá mi vida, con la cual quiero estar conforme el día que me muera.
El día que recibí su amor supe que no estaba sola y éramos dos aunque fuera por un instante. Además del placer sexual, sentí satisfacción por lo que implicaba haberme entregado a él. Confié en Alejo, me quiso y yo a él a pesar de no conocerlo tanto. Lo amé con intensidad en cada sonrisa y en cada beso. Eso es lo que adoré, no los años que nos conocimos ni sus promesas en vano que mantienen viva mi esperanza, sino la simpleza de su persona. Podría estar horas mirándolo y sonriendo por el solo hecho de verlo vivir. No hace falta conocer para amar, simplemente observar. O quizás, observando realmente se conoce y por eso se ama.
Fue agradable anochecer rodeada de sus brazos, ya que alimentaban la ilusión de que estaríamos juntos por siempre. Me olvidaba de León y mi amor platónico; ignoraba que tras el amor real por Alejo llegaría el momento de la separación o algún conflicto. Dejaba a un lado las futuras lágrimas y los esfuerzos que iba a tener que hacer para no llamarlo, de lo contrario no iba a disfrutar cómo besaba mi cuello. Jugar con su boca y su pelo al mismo tiempo hacía desaparecer mágicamente mis problemas, transportándome a un mundo en el que únicamente existían él y el placer. No me atormentaban el pasado ni el futuro, vivía para ser feliz a su lado.
Me caí en el suelo de un bosque encantado que no tenía ninguna intención más que asustarme y enseñarme que además de los temores cotidianos, podía vivir con miedos aún peores. Las hojas de los árboles se movían lentamente, como burlándose de mi prisa, creando una suave melodía que torturaba mis sesos. Los troncos parecían caras con sonrisas maliciosas que me transmitían una sensación de intranquilidad.
Podía haberme puesto de pie, pero me distraje con el horripilante paisaje que me rodeaba. Olvidé las espinas que presionaban mis rodillas hasta hacerlas sangrar, a los insectos que danzaban en mis manos esperando ansiosos su próxima comida. Dejé de lado las lágrimas que rodaban por mis mejillas, calentándolas y alejando así el frío de la noche. Mis ojos brillaban junto con una luna redonda, demasiado linda para la ocasión, que iluminaba el bosque generando sombras grandes y pequeñas, igual de espantosas.
El dolor de mis piernas se intensificaba a medida que las espinas se hundían en mi piel. Decidí tocarme la rodilla para asegurarme de lo que en realidad ya sabía: sangraba mucho. Sonreí, comprobé que estaba viva, que había una sustancia circulando en mi interior. Me di cuenta que las cosas habían dejado de ser normales y cotidianas, eran lo suficientemente preocupantes como para herirme por fuera también y acabar con la ironía de que mi superficie estuviera sana pero no el resto de mi ser.
Cuando el malestar casi logró hacerme gritar, decidí reaccionar, levantarme lentamente. Utilicé fuerzas que no sabía que tenía, o las creé acorde a mi necesidad. Comencé a sacar una a una las espinas y ramas que me lastimaban. El proceso era difícil y mis piernas parecían empeorar a medida que se llenaban de sangrientos agujeros, pero saqué hasta la última molestia ya que tenía conciencia de que si no lo hacía sería peor. Tuve miedo de deteriorarme aún más, así que empecé a andar como pude. Quizás en el camino encontraría un lago donde enjuagarme las heridas, o a alguna persona capaz de ayudarme. El peso de mi cuerpo parecía mayor del que podía cargar, como si hubiese crecido de golpe; habían disminuido mis fuerzas y eran cada vez menores a medida que avanzaba.
Las veces que tropecé se volvieron incontables, aunque mi mente no razonaba claro como para analizar esos detalles. Si hubiera tenido tiempo de cuestionar, supongo que hubiese pensado que no tenía motivo para buscar la salida. No solo porque ésta podía resultar difícil de encontrar, sino porque era más importante hallar el motivo para seguir viviendo. Sin éste, la salida era prescindible. ¿Por qué gastaría las pocas fuerzas que me quedaban, si no había algo que me motivara a continuar? Era más fácil quedarme allí hasta morir, y de esa forma no agotarme tratando de acabar con mi sufrimiento. El mismo me abandonaría en algún momento, porque era de todo menos eterno. Mas no pensé en nada, y algo que parecía ajeno a mí, propio pero desconocido, me hizo seguir. Contuve los gritos, las lágrimas y la furia que mi ser quería expulsar, para concentrar mi energía en caminar.
La brutalidad de mi situación hizo que mi cuerpo actuara como si no le diera órdenes, y lo entendí, ¿Por qué obedecer al que hace daño? Ya no esperaba que quien fuera me diera una mano, sino que dejé las esperanzas y los sueños a un lado y comencé a actuar. Caminé por minutos, horas o días, jamás lo sabré. En fin, cuando estuve a punto de caer, no sé si por tanta sed, hambre o por los obstáculos que por poco me vencieron, vi la luz. Repentinas lágrimas infinitas mojaron mi rostro, entre ellas miré arriba, al cielo que ocultó la luna para mostrarme un sol radiante.
“Each morning I wake up and die a little”.
Queen
Tantas bocas mordieron mis labios, algunas desesperadas, otras melancólicas. Cuánto placer brinda el juego del amor, besarse apasionadamente con un desconocido que desea mi cuerpo. No es posible imaginar qué pensará el otro al juntar su lengua con la mía y acariciar suavemente mi piel. Es posible sentir una sed insaciable que no puede ser calmada por ningún río, la percibe mi ser cuando lo regalo a cualquiera que lo quiera. Es imposible satisfacer el hambre de amar y ser amada. Creía que la razón de la existencia, creación y supervivencia era el amor. Hoy dudo de eso. Del destino. De Dios.
There’s no place to go
There’s no place to hide
I’ll just stay right here
Watching myself die.
There’s no true love
There’s no making sense
I will let myself go
And with it all the pain.
It’s not ok to wish
Or having a fake smile
It’s insane only to dream
That you are by my side
Fantasy is gone
Reality is worse
My dreams have killed me
My lover’s gone.
There’s no place to go
There’s no place to hide
My troubles follow me
Can’t leave them behind.
There’s no last chance
There’s no fucking help
I’ll let go my last breath
I’ll only wait for death.
It’s not good to pretend
Or to feel anything inside
There’s nothing but the emptiness
That’s filling me tonight.
Hope is lost
Dreams were all
My love has beaten me
My lover’s gone.
“Ya no es mágico el mundo, te han dejado”.
J. L. Borges
En aquellos días, momentos, segundos en los que estoy bien, creo entenderlo todo. Luego las respuestas me abandonan y me dejan sola junto a mi desesperación, cada vez más estúpida y menos esperanzada. Como mi mamá, a la que me simplemente voy a referirme como “ella”.
Ella, que vino y fue lo mejor que tenía. Más tarde la compartí celosa, y la extrañé cuando finalmente la perdí. Una parte de mí sigue buscándola en cualquier cuerpo, en algún lugar; la espera aunque sabe que no volverá, que no existe, que murió.
Por eso hoy la odio y en sueños la detesto con una intensidad mayor que reprimo a diario para no explotar. Me enoja su modo de ser, de no ser, y la maltrato. Después me castigo por maltratarla y en minutos la repudio por hacer que me odie a mí misma. La aborrezco por haber sido lo que ya no es, por haberme querido en algún momento.
Me repugna su voz asquerosa contaminada por el humo de la adicción que fue más fuerte que ella. Detesto que no sea capaz de admitir que no lo va a dejar «cuando quiera», que nunca va a querer, ni a levantarse a caminar. Jamás va a dejar de decir frases poco profundas mostrándome lo mucho que dista de ser la que me gustaría que fuera.
A pesar de que crezco, la voy aceptando y la bronca disminuye, sé que el dolor vivirá por siempre en mí. Aunque a lo largo de mi vida tenga mil causas diferentes para sufrir y otros cuantos problemas, lo más seguro es que para hallar la solución de los mismos voy a tener que volver atrás, al pasado, acordarme de ella y llorar de forma desconsolada.
En la escuela veíamos un documental acerca de la dictadura, donde un sujeto afirmaba: «No esperes más. Está muerta». La frase retumba, sacude, angustia.
A veces siento que te dedicaría lágrimas eternas, pero estás tan ausente que no podrías siquiera verlas. Me resulta imposible sentirme amada, ya que por tu indiferencia siento que soy una persona horrible que nadie merece querer.
Dejó de ser normal la bronca por lo ocurrido, me preocupa depender de vos, que no estás. Ya no es tiempo de extrañarte o compartir un instante de juegos juntas, mi niña quedó atrás aunque siga presente el dolor por lo que me faltó. No deseo que me des nada, porque no pienso perdonarte el sufrimiento que me causaste. No tolero que me toques, me das asco. El desconsuelo alcanzó su límite. Me gustaría morirme, irme lejos y que vieras lo que hasta entonces negabas. Quiero que recuerdes que no me incluiste en tu vida. Quiero que no olvides la vez que te dije «te odio». Lo siento a flor de piel, quemándome por dentro. Nadie puede salvarme o ayudarme, eras vos lo que precisaba, lo que necesito.
No me hables ni te acerques. Quisiera que murieras para no esperarte. Para ir a tu tumba y llorar demasiado, así se marcharía mi dolor con tu alma. Se iría mi angustia y podría seguir adelante sin un vacío imposible de llenar que perturbase mi existencia. Ya no te regalaría mis días ni mi persona para que los despreciaras. Fuiste cruel al maltratarme, al no tratarme. Al oír el sarcasmo en tu voz me sentí miserable, creí ser una basura durante largos años. Buscaba que reaccionaras, que te enojaras, sin embargo no te importó. No te importo.
Me encantaría arrojarte en la cara billetes que creés que te pueden hacer feliz, y que te duela como a mí no haber sido comprendida. Lastimaste todo lo que podías haber lastimado. Me rompiste el corazón tan bruscamente que jamás termina mi llanto. Callé para no herirte o para que no me malinterpretaras, pero estoy a punto de explotar, ya que el sentimiento se volvió en mi contra. Soy puro dolor.
La besé tanto como pude porque sabía que pronto me abandonaría. Intenté disfrutar al máximo de su compañía hasta más no poder. No supe verla lo suficiente como para recordarla por siempre. Hiciera lo que hiciera se iría y me dejaría sola.
En aquel entonces no tuve tiempo de interrogar qué sería de mí sin ella; ahora lo único que me sobra es tiempo y unas tristes melodías que me recuerdan lo infeliz que soy. A veces me encuentro tan alejada de mí misma, divago en quién sabe qué pensamiento; solo escuchar el estribillo potente de una canción puede traerme de regreso, revivirme cuando mis ojos se llenan de lágrimas.
Le hubiera brindado lo que estaba a mi alcance, y lo que no, con la fuerza que me transmitía lo podía haber conseguido. Nadie más que ella lograba hacerme sonreír, los otros fracasaron en el intento. Ninguno trató demasiado, pero hubo quienes por su historia no se dieron por vencidos fácilmente. Más tarde, uno a uno se iban, creyéndome un caso perdido y admitiendo por fin que nunca me quisieron.
Me estoy alejando de la historia y de lo que le interesa realmente, así que proseguiré con el relato: a él lo maté ya que pudo haber tenido mi corazón y no lo quiso. Así, el suyo por lo menos me pertenecería por siempre, o hasta que alguien me lo arrancara.
Al ver su sangre chorreando por su cuerpo pudo darse cuenta de cuánto lo amaba, cuán loca estaba por él. Sus ojos me observaban fijo por primera vez en su vida, como queriendo transmitirme parte del dolor que las heridas le producían. Su mirada se alejaba cada vez más, ya no podía verme; de a poco perdía ese brillo especial sinónimo de vida que tanto amaba. Sigo teniendo la duda de si alcanzó a ver mi sonrisa.
¿Qué pensé luego de matarlo? Que ya no esperaría que me quisiera, ni experimentaría otro fracaso amoroso. Toqué suavemente la sangre de sus heridas y la coloqué en mis labios. Lo hubiera besado, pero por respeto a su decisión de rechazarme, lo dejé descansar en paz. ¿Por qué no lo desnudé y tuve relaciones con él antes de matarlo? Porque el placer hubiera sido verlo disfrutar.
Cuando abandoné el lugar me di cuenta que ya no tenía por quién llorar, porque ambos estaban muertos, entonces me desnudé y me di un baño. Me aburría ver caer el agua transparente, sin vida, como si fuera un video que retrocedía y avanzaba continuamente, repitiéndose hasta volverme loca. Bueno, más loca.
Corté mi dedo índice para conocer el sabor de mi sangre, que pronto agregaría color a la bañadera sosa. Me dolió más de lo que imaginé, por lo cual sonreí. Al fin salía algo de mi ser, el dolor era real. Me acosté en el piso viendo cómo el líquido viscoso se expandía. Clavé sobre mí el mismo cuchillo que había penetrado sus cuerpos, hasta no tener fuerzas.
Triple homicidio, oficial, lo sé. Tengo prohibida la entrada al cielo. ¿Qué cielo? El que ellos dos habían creado para mí.
Ahora que la liberé, siento paz. Las fantasías narradas son inofensivas.
En un castillo de mentiras, encerrada en la torre más alta, se encontraba la princesa del dolor y la desesperanza. Sus ojos tristes buscaban a su príncipe perdido a través de una pequeña ventana enrejada rodeada de ladrillos añejos. Uno igual al otro, como si fueran los minutos de su vida, los ladrillos se desfiguraban y creaban imágenes espantosas.
Por las noches la princesa se acurrucaba en un rincón tapándose los ojos y los oídos, intentando convencerse de que el movimiento de las paredes que parecían acercarse hasta aplastarla, era producto de su imaginación. Luego se cubría y pensaba en el príncipe de sus sueños hasta quedarse dormida. Visualizarse junto a él la hacía sonreír y secaba sus mejillas húmedas.
Al amanecer una brisa suave la despertaba agitando sus cabellos. La luz ingresaba por la ventana, anunciaba que el horror había terminado y ya no había nada que temer. La princesa sonreía por haber sobrevivido otra noche y se sentaba en su cómodo sillón junto a la ventana a esperar que apareciera Él, galopando en su camino infinito. No recordaba si lo había visto alguna vez o si lo había soñado, pero tenía la seguridad de que algún día lo encontraría y le expresaría su amor incondicional.
Al caer el sol y comenzar a aparecer en el cielo las primeras estrellas, el rostro pacífico de la princesa se transformaba en uno que transmitía pena. Reflejaba la impotencia que sentía al saber que la noche llegaría pronto y que no podría hacer nada para evitarlo.
Tantos días había resistido que perdió la cuenta; sus cabellos ya no eran tan claros, se habían oscurecido al igual que el brillo en sus ojos. Sus gestos se fueron neutralizando, creando así una sola mueca permanente de tristeza. Ya no andaba intranquila por la habitación, ni se sentaba en su cómodo sillón a aguardar, sino que se mantenía acurrucada en el mismo rincón que le ofrecía una serenidad ficticia.
Una noche las paredes movedizas empezaron a temblar cada vez más rápido, como si algo las inquietara. Los ladrillos comenzaron a frotarse unos con otros, descomponiéndose y creando un polvo que formaba remolinos en la habitación. Aunque los ojos de la princesa se llenaron de humo nublándole la visión, estaba segura de que alguien había abierto el portón de madera que se había encontrado cerrado por años. Le pareció ver la sombra de un hombre alto, y oír cerca de la ventana el relinchar de un caballo. Entonces sonrió y se acostó a descansar en paz, sin temor ni dolor. Una última lágrima rodó por sus mejillas, pero no llegó hasta sus labios pues alguien la había secado con su pañuelo blanco.
Don’t miss them. Remember them.
Don’t ask them. Tell them.
Don’t believe in them. Believe in you.
Don’t learn from them. Teach them.
Don’t cry for them. Laugh for them.
Don’t escape from them. Face them.
Don’t listen to them. Look at them.
Don’t hate them. Forgive them.
Don’t close your eyes. Open them.
Don’t give up for them. Make it happen.
Don’t hide from them. Show yourself.
Don’t tell a secret. Shout it.
Don’t feel alone. You’re with yourself.
Don’t confirm. Accept.
Don’t expect. Build.
Don’t fight it. Let it be.
Don’t discuss. Talk.
Don’t regret. Learn.
Don’t think. Feel.
Don’t insure. Doubt.
Don’t complain. Change.
Don’t kill. Live to love.
Noche siguiente al lamentable día de la madre.
Me duele la ausencia de caricias que alejen el mal de mi cuerpo con su calidez. Me lastima la falta de espontaneidad en las palabras acompañadas de una larga mirada firme. Me hiere extrañar tanto aquello que perdí, y que la sombra del recuerdo me siga donde quiera que vaya, convirtiéndose en mi propio ser, quitando cualquier oportunidad de felicidad sin tenerte.
Te busco entre personas y adicciones pero no estás, dejás pistas que mantienen viva mi esperanza de encontrarte algún día y decirte cuánta falta me hiciste. Veo manos y ojos, ninguno te pertenece. Huelo aromas, ninguno es tu perfume. Trepo montañas creyendo que estás ahí, luego desaparecés y me falta el aire.
Te volviste dueña de mi cabeza al ocupar mis pensamientos, también de mi corazón al transformarlo en dolor y desesperación. Lo tuviste entre tus manos, en lo más alto del mundo. Lo abrigaste con tu calor haciéndole creer en la perfección, después lo arrojaste al vacío sin decir por qué; éste llenó mi pecho hasta que dejé de caer y mi cuerpo chocó contra el suelo rompiéndose en pedazos que nadie se encargó de recoger. Aún sigo esperando que lo repares, sola no soy capaz. A veces dejo de intentarlo, me veo demasiado herida. Cada día que pasa mi corazón pierde sus ganas de latir, muere entre lágrimas y preguntas. ¿Por qué te fuiste?
El frío que sentía mi cuerpo se fusionaba con el que congelaba mi alma. Me crucé de brazos como si me aliviara y disminuyera el dolor. Sentí pena de mí misma y lágrimas rodaron por mis mejillas, una tras otra. Inundaron la habitación y de a poco el agua fue alcanzando la altura de mi cabeza. Finalmente llegó a cubrir todo mi cuerpo, sin resistencia alguna morí con los ojos abiertos. Nadie lo notó.
Too much hate runs through my veins
Precious moments now are far away
Hope and demons have me in pain
God is laughing, I just can’t understand.
Normal people come walking in my way
I don’t want them to look at me, I want them dead
Idealized lover, I need to see you next
Now you’ve fallen too, I’m close to the edge.
Whispers and voices discuss on my head
Should I be gone or should I be dead
Sweet little mama I won’t miss your face
And when I go please don’t try to call me in vain.
Everyone around don’t seems to give a shit
But I don’t care ‘cause I’m starting to give in
Death is close, not too far from the beginning
No one will ever understand these absurd feelings.
Ordinary people are praying for today
I pray for tomorrow to be a different day
But God is laughing, I just can’t understand
He is encouraging me to abandon all my hopes and plans.
The sweet taste of your lips still taste sweet on mines
If I knew that was our last night
I would have kissed your smile and saved it forever in my heart
One more chance, you didn’t say good bye, my love.
The smooth touch of your hands is still burning in my skin
Now it’s cold outside and freezing me inside
I would have looked at your eyes for one last time if only I knew
That was our last night, you didn’t say good bye, sweetheart.
The never ending chats at three o’clock in the morning
The quiet whispers pretending a true love story
If I knew it was our last night
I would have tried to love you one more time, my life.
The confidence you gave me I could not find in anyone
The laughs you stole from me are wet tears tonight
If I had one more chance, if I could help myself to forget
The past is killing me, our past, you slipped away, you took my life.
Errar es humano y amar es divino. Cuando lo divino y lo humano se fundieron en tus ojos, te amé. El milagro de amor tocó mi alma y desde entonces no te dejo de soñar.
Las palabras no hacen falta, romperían la perfección del silencio.
En caminos equivocados buscás la musa que te inspire a vivir, y yo, impotente, me siento a contemplar cómo te equivocás de nuevo y lamentás tu cobardía. Sin nada que explicarte, reprimo las ganas de besarte y narrarte una a una las veces que te deseé. Tuve mala suerte en que tu mayor defecto fuera la inmadurez que generó ese pánico a querer y ser querido.
Te desearía felicidad,
pero no es con ella tu historia.
Te daría el mundo y más,
pero quitaste toda chance.
Nos despedimos lentamente, con miradas perdidas en el dolor y en vagos pensamientos acerca de cuánto mejor pudimos haber vivido.
El amor es demasiado para este mundo.
Te vas de mi vida, pero no de mi corazón, León.
Tu recuerdo vive en mí.
Mi inocencia fue robada hace tiempo atrás,
pero fui tan distraída que no me largué a llorar.
Ya no cuento con los ojos asombrados que admiran lo nuevo por conocer,
ahora mi mirada ya no tiene nada que temer.
La suavidad de mi piel pasó a ser áspera al tacto,
y los besos en cada rincón desearía regalarlos.
“Había escogido la muerte, y sin embargo seguía vivo, con el pedazo de remo en la mano, dispuesto a seguir luchando por la vida. A seguir luchando por lo único que ya no me importaba nada”.
G. G. Márquez
Aburrida, triste, sin pasión, sin emoción
Así es mi vida, así soy yo
El pesimismo me vence, me gana la enfermedad.
Cuánto tiempo más, qué, hasta cuándo y por qué
Hacen falta besos y rosas por aquí
Una historia de amor que escribir
Un poema de una despedida feliz.
Hay escasez de camas que compartir
Faltan motivos para reír
Sobran mentiras, sobran heridas
Y cómo sobrevivo sin ti.
Sobran elementos, alimentos y objetos
Sobra espacio, sobra amor para dar
A quién se lo entrego si no estás.
Creé ilusiones, un mundo de canciones
Donde la fantasía fue mi realidad
Ahora solo me queda lo que el tiempo me dejó
Lo que más amo me lo quitó, me lo robó
Con quién me quejo si no hay nadie más
A quién llorarle si luego malinterpretarán.
Sobran papeles y excusas sin valor, ninguna alcanzará
Nada será suficiente para pedir perdón
Desperdicié oportunidades, dejé pasar el amor
Y ahora solo me quejo tirada en un colchón
Qué gran error
Cuánto dolor.
Emptiness surrounds me
Every object is senseless
Yacen muertos igual que yo
In a world full of lies
What am I without my lies
Mentiras, vivo en base a ellas
Then reality kicks me on the face
And I can no longer hide
The world is behind me
No hay amor, no hay pasión
No hay compasión
Where is God, where is the love
Why did my mind create perfect things
Movies are unreal
Perfection does not exist
I want something real
Quiero sentir
I want to love.
Él observaba el afilado cuchillo intentando concentrarse en su bronca para así dejar a un lado su creciente temor. Esta vez ya no permitiría que sus miedos le impidieran hacer lo que quería. No volvería a enfrentarse al mundo para regresar nuevamente a su cama vencido.
Con toda su furia presionó el cuchillo contra la palma de su mano, sin dejar de mirar un solo segundo cómo la sangre chorreaba por su piel. Lágrimas involuntarias huyeron de sus ojos sin que las notara. A la par que apretó su mandíbula, el filo se hundía cada vez más entre sus venas, transmitiéndole una sensación agradable. Se había atrevido a hacerlo, había logrado cerrarle la boca a aquella conciencia ignorante que le susurraba al oído «no sos capaz».
Cuando la furia comenzó a cesar y el dolor físico creció a tal punto de hacerlo gritar, tiró el cuchillo al suelo y se aproximó a la pared. En el rincón más alto, cerca del techo, posó su mano ensangrentada, la presionó con toda la fuerza de su ser. Ahora sí quedaría su marca y no sería fácil de quitar. La tinta roja había pintado una mano perfecta.
Cansado de su propia respiración agitada y de los latidos acelerados de su corazón, decidió abandonar el baño, sin siquiera imaginar que en un pequeño rincón me encontraba llorando por él. Porque éramos uno. Porque él era yo.
Veo caras que ocultan llanto detrás de ojos tristes
gestos que se asemejan a sonrisas sádicas
Veo humo, huelo a quemado
aire contaminado y demasiada iluminación
Veo relojes por todos lados
que apuran a la gente que viene y que va
preocupada por no llegar tarde
perdiendo el tiempo, dejando la vida pasar
Veo adultos manejando autos importados
con llantas más grandes que el amor en su corazón
Al costado una niña con hambre
cuya voz canta una triste canción
Veo a su hermano haciendo malabares
practicando para no perder el control
Veo a su padre en la esquina tomando una cerveza
vigilando el estado de la situación
Veo a un señor durmiendo entre cartones
y la indiferencia de quienes pasan a su lado mirándolo soñar
Veo lugares con basura en los rincones
esa que tiran y a quién le puede importar
Veo zapatos, zapatillas y tacones
trajes y sobretodos cuando frío hay
Veo también un hombre temblando en calzones
la neumonía no lo deja respirar
Veo el futuro y me llena de tristeza
aquellas aves ya no podrán volar
Veo que todo podría ser distinto
si cada cual hiciera un poco más.
—¿Qué hacés, Ana?
—Estaba escuchando.
—¿Qué? ¿Los gritos de mamá?
—No, a los pájaros.
—Y, ¿Qué mirás?
—A Dios.
—¿Qué Dios?
—El único.
—¿Dónde está?
—Ahí.
—¿Ahí?
—Y acá.
—¿Por qué suspirás, Ana?
—Porque me di cuenta que sola se puede.
—Pero, ¿Por qué respirás así?
—Para que el aire me llene.
—¿Me amás?
—¿Por qué tantas preguntas?
—Para saber.
—No sé nada que pudieras aprender.
—¿Cómo que no?
—Solo conozco mi verdad.
—¿Cuál es?
—No la entenderías.
Entre prototipos de belleza sociales y ropas de moda impuestas, entre parejas que se aman y aquellos alegres que ríen, ¿Qué soy?
¿Soy una más que vive de sueños, cuya fuerza proviene de la esperanza de que algún día se hagan realidad?
¿Soy alguien que todavía no se dio por vencida porque aún cree que entre mil patadas habrá tres caricias por las cuales habrá valido la pena vivir?
¿Soy una perdedora cuyas metas de la adolescencia y sus objetivos idealistas pasarán a estar encerrados en un cajón bajo llave?
¿Soy quien en un momento considera que la felicidad es una utopía y dos minutos más tarde se conforma con escuchar una simple canción?
¿Soy una resentida que odia al prójimo y envidia cada cosa que posee?
¿Soy un alma solitaria que cree que amando y siendo amada entenderá y apreciará la vida?
¿Soy un vagabundo que se cansó, que jamás se cansa, que vuelve a intentar, o que nunca se arriesgó?
¿Soy una cobarde que no probó lo que no era seguro y dejó pasar las oportunidades arrepintiéndose ya que el tiempo no vuelve?
Soy eso y más, y me duele.
En este instante pinto mis ojos y obligo a mis labios a esbozar mi mejor sonrisa. Intento continuar mi vida como si sus reacciones no fueran capaces de cambiar mi ánimo, de llevarlo de lo más alto a lo más bajo.
Busco voluntad entre almohadas y placeres pero otra vez algo me derrota. Intento desviarme del peor camino y al final las puertas se van cerrando, me dejan quieta, siempre en el mismo lugar. Es mentira que soy libre, de lo contrario sería feliz.
Ella sabía que aquellas serían sus últimas horas en la prisión. Debía sentirse ansiosa y contenta, sin embargo la invadían extraños miedos y una pequeña sensación de angustia. ¿Quién la recibiría con los brazos abiertos luego de tantos años? ¿Quién la recordaba y esperaba su salida con ansias, si ya nadie solía visitarla? ¿Qué sentirían sus conocidos al verla, además de incomodidad y rechazo?
Ignoraba a dónde ir, ya que cualquier lugar le resultaría extraño y desconocido. Se sentía como un recién nacido: la sacaban de su hogar para hacerle conocer un mundo repleto de mentiras y situaciones que jamás elegiría presenciar.
Ya no extrañaba su libertad, se había acostumbrado a estar lejos de ella, tan lejos que por más que saliera al mundo real jamás la volvería a alcanzar. A veces pensaba que nunca la había tenido, que había sido una ilusión para no sentirse perturbada. No tenía ganas de volver a ver a algún conocido, ni de conocer a un extraño ansioso por charlar. Hacía años que no dialogaba con nadie, había perdido la costumbre de conversar tranquilamente, postergando por unos minutos los problemas personales.
Ni hablar de lo insólito que le resultaría hacer el amor otra vez. Al haberse hallado tan alejada del prójimo se había olvidado del deseo y la satisfacción. Era tal su tristeza que ni siquiera podía reemplazar el tacto ajeno con sus propias manos. ¿Cómo permitiría ahora que la tocasen y sintieran su piel, cuando no entenderían por todo lo que había pasado? ¿Cómo podría seguir adelante si su encierro la había aislado por un tiempo que pareció una eternidad?
Por momentos extrañaba la antigua versión de sí misma. Esa con metas, sueños y lágrimas de amor. Se preguntaba si alguna vez volvería a sonreír, si algún día tendría un amigo a quien confiarle sus más ocultos sueños y secretos.
Parecía imposible volver a disfrutar de las cosas simples de la vida. Tal vez ella se iba de la prisión, pero dejaría en su celda los anhelos que una vez inventó y las remotas creencias de que Dios tenía un plan perfecto para ella. ¿Dios? ¿Qué Dios? ¿Aquél que la había encerrado y quitado toda salida posible? ¿Ése que no le había dejado ni una sola razón para querer vivir? ¿El que parecía burlarse de ella con el sadismo más cruel, que la había abandonado y que no mostraba el menor signo de piedad? ¿El que no respondía sus preguntas, cuyas respuestas le resultaban imprescindibles?
Sin las personas, sin su ropa, sin sus metas ni proyectos, sin nada, ella no era la misma. La mujer que saldría de las rejas no tenía la capacidad de disfrutar de la belleza del mundo. En cambio la que había ingresado a la cárcel muchos años atrás jamás saldría, su alma no encontraría nunca su tan ansiada felicidad. Podrían decir que el jurado la condenó a veinte años de prisión, pero solo ella y yo sabemos que no es cierto, o que al menos es una parte de la verdad. Es por eso que ruego que su esencia descanse en paz.
“La realidad baila sola (…)”.
León Gieco
Te busqué entre árboles de todos los tamaños
incluso en los más pequeños, en los que no entrarías jamás.
Te busqué en mis sueños
como si pudiesen darme una pista acerca de dónde estás en realidad.
Te busqué entre nubes y cajones
abriendo cada puerta para lograr oírte gritar.
Te busqué entre mis recuerdos
pero ellos también desean olvidar.
Te busqué en mil colchones
esos que no consiguen hacerme gozar
Y no te encontré.
Te arrojé muchas palabras dudando de tu capacidad para atrapar.
Te grité que te amaba y que jamás intentaría dejarte atrás.
Te quise regalar mi vida aunque la tuya valiera más.
Te besé en mis pensamientos, nadie me podía parar.
Y no te encontré.
Sos tan difícil de hallar que a veces hasta pienso que te inventé.
“Me siento como un espectro, como una enfermedad sin sustancia. Mis entrañas están frías, ennegrecidas como si se hubiesen chamuscado. No queda vida dentro de mí. Solo odio. Que es como la muerte”.
J. Katzenbach
Nuevamente la soledad me abrazó y casi me asfixió entre sus manos. Ella y la ironía se rieron juntas de mí, me arrojaron al suelo, impidieron que me levantara. Se complotaron con el dolor y la agonía para obligarme a ver imágenes de lo que pude haber sido.
El pasado salió a defenderme: —Conmigo ya tuvo suficiente. –Les gritó. Pero no le hicieron caso, sobrevivían al matarme lentamente. Intentaron destruir mi posesión más preciada, mis sueños. Trataron de arrancarlos, y ellos firmes se resistieron a abandonarme. Luego crearon una realidad detestable, me convirtieron en la persona con una de las rutinas más tristes del mundo.
Finalmente mis sueños cansados se dejaron llevar, los dejé ir. Ahora ya no queda sujeto a quien robarle la luz ni gracias al cual sobrevivir. Cuando quisieron devolverme mis deseos profundos, ya era demasiado tarde.
Tanta ilusión, tantos sueños
Go back to places
Each of them has a single store to tell
All of them with me and my games
Look around
I’m searching for someone who cares
No hopes, too many fears
Music follows me everywhere I go
I want to taste a kiss, to feel somebody’s lips
I want to run and take a deep breath
I don’t want any more obligations
No discrimination
I want to love
I want to fuck
I want to sing
I want to cry
I want to laugh
I want to die
I want the sky to be the limit, not me
I want an ear with the ability of hearing me, not this
I want peace.
No dejes que el miedo te impida avanzar.
¡BASTA!
Hoy no pienso que el momento nunca llega, pienso que siempre es el momento.