Dignidad - Phakchok Rimpoché - E-Book

Dignidad E-Book

Phakchok Rimpoché

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Beschreibung

La importancia de la Dignidad en la búsqueda de una vida significativa y plena no puede ser subestimada, especialmente en el contexto actual rodeados por la incertidumbre, la baja autoestima y la sensación de estar atrapados por la ansiedad, la insatisfacción o incluso por el éxito. Phakchok Rimpoché nos sumerge en la tradición de sabiduría del budismo tibetano para ofrecer un enfoque fresco e innovador y mostrarnos cómo cultivar una Dignidad auténtica y sólida. Desde la perspectiva budista, la Dignidad es una cualidad inherente a nuestra verdadera naturaleza pura y corazón noble. A lo largo de este libro, Phakchok Rimpoché nos enseña cómo reconocer que ya somos seres completos y enteros. Desarrollar una confianza inquebrantable en nosotros mismos nos resguarda de los altibajos de la vida. Con una Dignidad auténtica, no somos presa de la incertidumbre, la ansiedad o la duda. En cambio, podemos afrontar cualquier circunstancia con confianza, claridad y compasión. A través de reflexiones, ejemplos y simples meditaciones, Dignidad pone a nuestra disposición todas las herramientas necesarias para encarnar plenamente nuestra Dignidad fundamental.

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Phakchok Rimpoché y Sophie Wu

DIGNIDAD

Guía para una vida plena

Prólogo de Daniel Goleman y Tara Bennett-Goleman

Traducción de Juan Manuel Cincunegui

© Título original: AWAKENING DIGNITY

A Guide to Living a Life of Deep Fulfillment

© 2022 Phakchok Rinpoche y Shu-chin Wu

Publicado por acuerdo con Shambhala Publications Inc.

© de la edición en castellano:

2024 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© traducción del inglés al castellano de Juan Manuel Cincunegui

Revisión: Raúl Alonso

Fotocomposición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Editorial Kairós

Imagen cubierta: David Stubbs Photography + Motion

Primera edición en papel: Enero 2024

Primera edición en digital: Enero 2024

ISBN papel: 978-84-1121-230-4

ISBN epub: 978-84-1121-249-6

ISBN kindle: 978-84-1121-250-2

Todos los derechos reservados.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

Prólogo de Daniel Goleman y Tara Bennett-GolemanIntroducciónParte uno: Tu naturaleza es pura1. Espejo del corazón2. Conócete a ti mismo3. Más allá de lo bello y de lo feo4. Tres maestros de meditaciónParte dos: Puedes cambiar5. Haciendo amigos con la «mente pegajosa»6. Observar, no juzgar7. La curación del hábito de juzgar8. El coraje de amar9. «¿Quién soy yo?»10. La compasión para actuarParte tres: Ganar seguridad y confianza11. Poder auténtico12. Vivir y morir dignamente13. Despreocupación natural14. Continúa el viaje de regreso a casaEjercicios de formación en la dignidadSobre los autoresNotas

Prólogo

Cuando llegamos a casa de Nyoshul Khen Rimpoché y su esposa, Damchola, en Bután, con el fin de pasar una semana, nuestros anfitriones compartieron con nosotros su alegría con su último huésped, quien también había estado estudiando con Rimpoché y se marchaba justo antes de que llegáramos.

Su nombre: Phakchok Rimpoché.

Desde su infancia, Phakchok Rimpoché recibió enseñanzas de grandes maestros tibetanos, empezando por su abuelo Tulku Urgyen Rimpoché, uno de los maestros de meditación dzogchen más venerados, que abandonó el Tíbet para trasladarse a Nepal cuando su país fue invadido. Nyoshul Khen Rimpoché también se contaba entre ese venerado grupo de grandes maestros espirituales, tanto por su realización interior como por su pericia académica.

Phakchok se tomó muy a pecho las enseñanzas, tanto de Nyoshul Khen Rimpoché como de Tulku Urgyen Rimpoché, practicándolas en su vida diaria, en acciones compasivas, en retiros y en sus propias enseñanzas y estudios. Estudió principalmente una shedra tradicional, un curso intensivo de inmersión textual que lleva muchos años completarse. Rimpoché obtuvo el equivalente tibetano a un doctorado.

Y lo que es aún más significativo, gracias a los años que pasó en retiro, Phakchok Rimpoché ha conseguido más que un conocimiento intelectual de las enseñanzas: ha llegado a encarnarlas. Al igual que otros miembros de su ilustre familia de Rimpochés, su propio ser irradia sabiduría, compasión y dignidad.

Conocemos a Phakchok Rimpoché desde su juventud –lo conocimos cuando viajamos a Nepal para estudiar con su abuelo Tulku Urgyen Rimpoché– y siempre nos ha parecido más sabio de lo esperado a su edad. Actualmente, se ha convertido en un maestro destacado para el mundo, ofreciendo las enseñanzas de la sabiduría tradicional de una forma fresca y original, accesible para todo el mundo, no solo para los practicantes de la tradición tibetana.

En este libro, Phakchok Rimpoché, con la ayuda diestra de su alumna y consumada compañera de escritura Sophie Wu, comparte sus ideas profundas sobre la «dignidad», una confianza estable en nuestra verdadera naturaleza. Incluso cuando transformamos las deficiencias que emergen en nuestras vidas, nos dice, podemos volvernos hacia nuestra verdadera naturaleza, como si viéramos el cielo despejado tras las nubes.

A principio de la pandemia de Covid-19, cuando gran parte del mundo se encontraba en estado de bloqueo, Phakchok Rimpoché se trasladó a una cueva sagrada de Nepal para realizar un extenso retiro. Nos conmovió que pidiera a un asistente que se pusiera en contacto con nosotros para asegurarse de que estuviéramos bien. Su corazón cálido y afectuoso, junto con una sabiduría superior a la de su edad, hacen de Phakchok Rimpoché un maestro inspirador para estos tiempos.

Phakchok Rimpoché es un ejemplo vida de lo que enseña, modelando para todos nosotros su sabiduría natural. Su confiada dignidad resplandece, incluso cuando reconoce sus propios retos y muestra cómo toma conciencia del trabajo interior de transformación. Esta apertura, combinada con su refrescante franqueza y humor, hace que lo que enseña sea aún más cercano a nuestras propias vidas.

Rimpoché tiene una sensibilidad inusual cuando se trata de autores occidentales (quizá ayudado por su sabia esposa, Norbu, que creció en una eminente familia tibetana tradicional en los suburbios de Washington, D. C.). En repetidas ocasiones ha sido extraordinariamente hábil a la hora de transmitir las enseñanzas a sus alumnos en función de sus necesidades.

Dignidad nos ofrece a todos una guía poderosa, clara y amable, un camino hacia nuestra verdadera naturaleza, a través de enseñanzas y prácticas que nos ayudan a ver lo que oscurece nuestra conciencia pura.

DANIEL GOLEMAN y TARA BENNETT-GOLEMAN

Introducción

Un día de otoño en Katmandú, cerca de la famosa estupa de Boudhanath, con unos amigos desayunábamos tortillas nepalíes con masala y chai caliente. En un momento dado, la conversación giró en torno a lo profundamente curativas y positivamente transformadoras que habían sido para nosotros y muchos de nuestros amigos las enseñanzas de Phakchok Rimpoché sobre la dignidad. Sugerí hacer un trabajo rápido, recopilando algunas de las charlas de Rimpoché sobre el tema en un pequeño libro. «Sería rápido y fácil», dije. Eso creía. Esa idea inicial fue la génesis de lo que, con el tiempo, se convertiría en el presente libro. Le propuse la idea a Rimpoché. Le gustó. Me puse manos a la obra. Eso fue en 2016.

Rápidamente, el proyecto cobró vida propia, expandiéndose mucho más allá de la concepción original, hasta alcanzar la forma actual. Me di cuenta de que las enseñanzas de Rimpoché sobre la dignidad no se limitaban a las pocas charlas en las que se dedicó a ello como tema principal. De hecho, la noción de dignidad está presente, explícita o tácitamente, en todo el amplio espectro de enseñanzas de Rimpoché. Por lo tanto, en lugar de limitarme a recopilar unas pocas charlas, como pretendía en un principio, me encontré examinando un corpus mucho mayor de enseñanzas, que se extiende a lo largo de un período de quince años. Ampliar de ese modo el material de partida me permitió situar el tema de la dignidad en el contexto más amplio de las enseñanzas generales tal como las presenta Rimpoché.

También traté de situar el tema de la dignidad dentro de sus significados históricos y su uso habitual. La dignidad no es una idea nueva: es un tema perenne en la cultura occidental, que ha fascinado a los filósofos e informado los debates políticos y éticos durante milenios. Sin embargo, el significado exacto de la dignidad sigue sin aclararse. Durante muchos meses, investigué y leí sobre la dignidad en un amplio abanico de pensadores, incluidos maestros budistas, filósofos occidentales, teólogos, abogados, psicólogos y activistas sociales. Después comenté mis conclusiones con Rimpoché. Aunque la mayor parte de esta investigación no aparece explícitamente en el libro, Rimpoché me permitió utilizar estas perspectivas e ideas para contextualizar sus enseñanzas en un marco más amplio y comprensible para el público global contemporáneo.

Nos reunimos con Rimpoché en varias ocasiones a lo largo de cinco años en distintas partes de Estados Unidos y Asia, y a través de Zoom, para hablar del libro, aportar ideas, formular estrategias de presentación y, más tarde, finalizar el manuscrito. Durante el mismo período de tiempo, Rimpoché impartió enseñanzas más extensas sobre la dignidad en Singapur, Nepal, el Reino Unido, Austria, Alemania y en diversos lugares de los Estados Unidos, enseñanzas que resultaron muy valiosas para el proyecto.

Phakchok Rimpoché nació en 1981 en Katmandú, Nepal, en el seno de una familia de famosos maestros budistas tibetanos, entre ellos su padre, abuelo y tíos. A la edad de un año, fue reconocido como el séptimo Phakchok Rimpoché, la reencarnación del Phakchok Rimpoché anterior y titular del linaje Taklung kagyu de la tradición budista tibetana. Fue entronizado a los seis años. Rimpoché ha estudiado con muchos maestros espirituales consumados, entre los que destacan Tulku Urgyen Rimpoché (su abuelo) y Nyoshul Khen Rimpoché. A la edad de veintidós años, después de una formación extensa y formal en todos los aspectos de la filosofía y la práctica tibetanas, Rimpoché recibió el título de Khenpo (comparable con un doctorado en filosofía budista) del Instituto Dzongsar de Estudios Budistas Avanzados de Bir, la India. Posteriormente, Rimpoché comenzó a viajar activamente por el mundo enseñando filosofía, teoría y prácticas budistas.

A caballo entre dos mundos, Rimpoché creció en una familia y una cultura tibetanas tradicionales, mientras que (a diferencia de los maestros tibetanos de las generaciones previas) también disfruta de un amplio contacto con personas de todo el mundo. Está sumamente interesado en conocer las dificultades, preocupaciones y luchas a las que se enfrentan las personas de la cultura global contemporánea. En todos los lugares del mundo en los que Rimpoché ha enseñado, ha preguntado a sus alumnos: «¿Cuáles son vuestras preguntas?», «¿Cuáles son vuestras luchas?». Lo que seguían eran historias omnipresentes sobre la baja autoestima, el odio a uno mismo, la duda, el daño corporal, la adicción y el miedo a envejecer y morir. Las enseñanzas de Rimpoché sobre la dignidad son una respuesta a estas preocupaciones.

Basándose en la tradición de sabiduría budista tibetana, Rimpoché enseña que la dignidad es una cualidad inherente a la integridad y a la plenitud fundamentales que todas las personas poseen. Rimpoché suele expresar esta idea con la frase «nuestra naturaleza es pura». Este libro pretende mostrar que todo el mundo posee ya dignidad como cualidad interior natural; solo necesitamos aprender a acceder a ella y recuperarla transformando nuestros patrones emocionales y neuróticos. En lugar de sentirnos impotentes y adoptar una actitud pasiva ante las situaciones difíciles, alinearnos con nuestra dignidad inherente nos proporciona una sensación de poder y capacidad de acción. La dignidad es poder, y nosotros somos inherentemente poderosos.

Durante nuestras primeras reuniones, Rimpoché me dijo que el libro debía estar escrito con un lenguaje directo y accesible tanto para lectores profanos como para practicantes budistas experimentados. Me indicó que recurriera a diversos ángulos y enfoques para presentar el tema de forma completa y sistemática. De acuerdo con la intención de Rimpoché, el libro está organizado en tres partes que reflejan tanto el desarrollo de la dignidad como concepto, como la progresión mediante la cual se cultiva la dignidad. La primera parte del libro nos introduce en la mente y en su naturaleza genuina, aquella que debemos llegar a conocer como fundamentalmente pura y rica. La segunda parte se centra en la comprensión de los hábitos y la confusión que obstruyen esta naturaleza pura y los métodos para tratar con ellos. La tercera parte se centra en el resultado de este proceso: una honda seguridad y una arraigada confianza que reflejan una transformación en nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con el mundo.

Como Rimpoché subraya, una y otra vez, una comprensión intelectual de la dignidad tiene un valor limitado: la transformación real solo se produce a través de la experiencia directa. «Experiencia, experiencia, experiencia», subraya. En consecuencia, como complemento a la comprensión conceptual, este libro ofrece una serie de ejercicios contemplativos y meditativos –denominados colectivamente «entrenamiento de la dignidad»– diseñados para ayudar a los lectores a conectar con su propia dignidad interior y cultivarla. Prácticamente, todos los capítulos concluyen con uno o más ejercicios de entrenamiento de la dignidad. Se anima a los lectores a trabajar con estas prácticas mientras leen el libro, y a seguir haciéndolo después, según su propia inclinación y motivación.

La mayoría de nosotros tendemos a buscar «soluciones curativas» a los problemas de la vida, buscando la respuesta más fácil y expeditiva. Rimpoché comprende compasivamente que, en ocasiones, este enfoque es necesario. Sin embargo, cuando se trata de nuestra relación con nosotros mismos y con el mundo, pensar de esta manera no creará un cambio duradero. En este libro, Rimpoché nos guía de manera concienzuda para que profundicemos en el examen de la fuente de nuestra confusión. Nos recuerda repetidamente que debemos examinarnos a nosotros mismos, tanto cuando las cosas van bien como cuando no va bien. Rimpoché subraya que el autoconocimiento adquirido a través de la experiencia directa es la clave para estabilizar nuestra dignidad y vivir de manera significativa.

Este estímulo para que nos analicemos a nosotros mismos no es un ejemplo del «haz lo que yo digo, no lo que yo hago». Tampoco nos deja sin una pista de cómo podría ser el camino hacia la dignidad. Una de las cualidades únicas de Rimpoché es que con frecuencia enseña a partir de su experiencia personal, compartiendo abiertamente sus propias luchas y cómo ha trabajado para superarlas. Al unirse a nuestra experiencia y compadecerse de ella, Rimpoché nos muestra con precisión –a través del ejemplo, así como de la palabra y los hechos– cómo nosotros también podemos liberarnos de nuestra propia confusión. El ejemplo del propio proceso de aprendizaje de Rimpoché valida nuestra propia experiencia y refuerza la confianza en nuestras propias capacidades. Por ello, este libro incluye varias historias personales de Rimpoché, así como relatos ilustrativos de sus alumnos y amigos, la mayoría de cuyas identidades han sido modificadas para proteger su intimidad.

Muchas personas entre bastidores han apoyado la realización de este proyecto de múltiples maneras. A todos ellos, mi más sincero agradecimiento. Joshua Fouse, Ani Tsunma Jamyang Donma, Hilary Herdman, y Vera Leung proporcionaron grabaciones de audio y transcripciones escritas de muchas de las enseñanzas de Rimpoché. Stefan Mang comprobó todos los términos tibetanos y sánscritos, y proporcionó una útil investigación. Tsepak Rigzin ofreció asesoramiento adicional sobre el uso de términos sánscritos y tibetanos. Margaret DeWind se prestó amablemente a la lectura de pruebas y a la corrección de textos durante todo el proceso. Mary Sutphin, Marjorie Rhine, Andrea Sherman y Kevin Gormley leyeron todo el manuscrito y ofrecieron útiles comentarios y sugerencias. Muchos otros amigos generosos, demasiados para nombrarlos, leyeron y aportaron comentarios útiles sobre la propuesta o partes del libro.

Estoy muy agradecida a Casey Kemp, nuestra editora en Shambhala Publications, quien dirigió el proceso con serena habilidad. Su experiencia, amabilidad, cuidado y claridad en la comunicación hicieron que el proceso de publicación fuera fácil y agradable. Agradezco a Natasha Kimmet por su experta y precisa corrección de estilo, y a Peter Schumacher y Gretchen Gordon por su ayuda para llevar a término este proyecto es su fase final.

Mi agradecimiento a Alan Pope, mi marido, cuyas funciones y contribuciones a este libro son demasiado numerosas para contarlas. La más importante ha sido la cuidadosa edición de todo el manuscrito, sus numerosas sugerencias constructivas y su apoyo y aliento en todo momento, incluso en los días en que solo podía garabatear unas pocas líneas. Sin él, este largo proceso habría sido mucho más arduo, menos alegre y satisfactorio.

Por último, no puedo expresar adecuadamente mi agradecimiento al propio Rimpoché por haberme confiado este importante proyecto. Pasar años empapándome con los consejos del corazón de un auténtico maestro budista y, al mismo tiempo, ponerlos a disposición de un público más amplio es un honor y un privilegio indescriptibles. También quiero agradecer a Khandro Norbu Gyari por sus valiosos consejos y su imprescindible papel a la hora de proporcionarme todo el apoyo que necesitaba para este proyecto, al tiempo que me brindaba su extraordinaria calidez.

Quienes han conocido a Rimpoché saben que las palabras no pueden describir su animada presencia y su estilo interpersonal de enseñanzas. Incluso con muchos de los asistentes, Rimpoché se implica directamente con cada uno, generando la sensación de que la enseñanza está dirigida a ellos personalmente. La bondad y confianza en sus ojos, la calidez sin prejuicios que irradia de forma natural, los gestos espontáneos y juguetones, todo ello comunica mucho más de lo que se puede traducir con palabras. Pese a haber hecho todo lo posible por transmitir la esencia de las enseñanzas de Rimpoché, pido disculpas por cualquier deficiencia por mi parte. No hace falta decir que soy responsable de cualquier error o equivocación que pueda haber en este trabajo.

En la tradición occidental, Sócrates dijo: «Conócete a ti mismo»; en este libro, Rimpoché nos ayuda a hacerlo. Las enseñanzas que aquí se exponen no son mera retórica ni creencias religiosas. Son la sabiduría viva, completa, con los métodos necesarios para entrar en contacto, afirmar y cultivar nuestra propia dignidad interior. Ojalá estas enseñanzas hubieran estado a mi alcance en una etapa anterior de mi vida, pero me alegro de que ahora estén a vuestra disposición. Los graves problemas a los que se enfrenta el mundo en la actualidad –el pánico mundial por el coronavirus, la crisis climática, el extremismo en todas sus formas, etc.– hacen especialmente urgente que analicemos a fondo nuestra propia experiencia y reevaluemos lo que es verdaderamente importante en la vida. Espero sinceramente que este libro sirva de apoyo en ese proceso y os beneficie, a vosotros, a vuestros seres queridos y al mundo entero.

SOPHIE (SHU-CHIN) WU

Parte uno: Tu naturaleza es pura

La mente es la causa del surgimiento de la sabiduría.

¡No busques al buda en otra parte!

EL BUDA1

1. Espejo del corazón

Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.

ANTOINEDE SAINT EXUPÉRY2

Un día, mientras estaba sentado en el porche de mi centro de retiros de Cooperstown, Nueva York, un estudiante me pregunto: «Rimpoché, tengo tantos defectos. ¿Cómo voy a tener dignidad?». Este joven llevaba años viniendo a nuestro retiro anual de meditación de verano. Es físicamente robusto y mentalmente agudo, tiene un negocio próspero y se ha casado recientemente con un alma gemela. Según las normas convencionales, se le considera una persona de éxito. Sin embargo, en esta ocasión, me hizo esta pregunta con una sensación de desesperación. A pesar de su éxito en el amor y en el trabajo, tiene poca confianza en su valía personal.

«Trabajo todo el tiempo y siento que no merezco un descanso. Por mucho que trabaje, siento que no soy suficiente: en mi vida laboral, en mi vida personal, en el cuidado de mí mismo, en mis amistades. No estoy a la altura en mis esfuerzos por ayudar al mundo. No estoy a la altura en nada de lo que hago. Y siento que debo rendir a la perfección todo el tiempo para que me quieran», se lamenta. Me descubro pensando: «Nyingje, pobre hombre». Nying significa «corazón» en tibetano, y je significa «rey». Nyingje, rey del corazón, es la palabra tibetana para la compasión. A menudo me digo esta palabra en silencio cuando me encuentro con un ser que sufre. Es una forma de relacionarme con su dolor y desear que desaparezca.

Las palabras de insatisfacción y desconfianza de este estudiante fueron especialmente sorprendentes. Pocos días antes, había entrado en mi salón sin aliento, eufórico, para contarme la expansión de su negocio. Ahora parecía tambalearse al borde de un precipicio. Su alegría se había evaporado sin dejar rastro, su confianza en sí mismo estaba por los suelos. Sin embargo, esta fluctuación dramática de la alegría y la confianza no es propia de este estudiante, sino que es extremadamente común. Lo sé por experiencia propia, y creo que casi todo el mundo lo sabe.

¿Por qué es tan difícil mantener la alegría que llevamos dentro? ¿Por qué nos dejamos llevar tan fácilmente por la duda, la incapacidad, el miedo? ¿Por qué nos sentimos incompletos? ¿Cuál es la causa de este tipo de sufrimiento y qué podemos hacer al respecto, si es que podemos hacer algo?

No estás solo

Francamente, la experiencia vital de este estudiante no podría ser más diferente de la mía. Él creció en Nueva York, la ciudad más grande y cosmopolita de Estados Unidos, mientras que yo me crie en una familia budista en Nepal, un pequeño país del sur de Asia. Él recibió educación pública y desarrolló su propio negocio privado, mientras que yo recibí formación monástica formal para enseñar meditación budista. A pesar de las diferencias, su pregunta me recordó mis propios miedos y vulnerabilidades, mis dudas y vacilaciones, y en particular, mi confusión juvenil sobre la dignidad. Sé cómo se siente.

Hoy en día es muy común hablar de «baja autoestima», es decir, que tenemos una mala opinión de nosotros mismos. Muchas personas experimentan la sensación de no ser suficientes, de no estar a la altura de las circunstancias, de lo que se espera de nosotros. Asumimos que esto es normal. Sentirse así es como estar de pie en una base inestable, impotentes e inseguros sobre quiénes somos y qué estamos haciendo aquí; todo parece desmoronarse. El malestar que sentimos suele ser un leve murmullo, pero a veces estalla en una tormenta extremadamente desagradable. Es la experiencia de carecer de dignidad y nos lleva a cuestionarnos si es algo que podremos tener alguna vez.

Por el contrario, la certeza en nuestra dignidad nos hace inquebrantables ante cualquier circunstancia. Tenemos una profunda comprensión de quiénes somos realmente, con un sentido férreo de propósito. Pero esa dignidad es algo que debemos alcanzar.

En cierto modo, mi propia confusión sobre la dignidad ha sido especialmente inquietante. La gente se dirige a mí como «Rimpoché», una palabra tibetana que suele traducirse como «precioso». Suele utilizarse como término de respeto y reverencia al dirigirse a alguien reconocido como la reencarnación de un maestro venerado. Cuando aún era un bebé, fui reconocido como lama reencarnado, o tulku, de uno de los linajes del budismo tibetano. En mi lengua materna, el tibetano, la significa «fuerza vital» y ma significa «madre». Un lama reencarnado es venerado en mi cultura como una figura maternal que en vidas anteriores demostró logros espirituales notables y que en esta vida se supone que encarna muchas buenas cualidades, como la dignidad, la compasión y la sabiduría. Por lo tanto, se supone que un lama reencarnado debe cuidar y guiar a todas las personas. Pero cuando era joven, era tímido y cohibido, y me sentía incómodo en entornos sociales. Cuando se me acercaban extraños que venían a visitarme a mí o a mi familia, a menudo me invadía la inquietud y prefería esconderme antes que tener ningún contacto con ellos. ¿Cómo podía educar y guiar a otras personas mientras luchaba con mi propia timidez e inseguridad?

No obstante, desde entonces me he convertido en maestro y viajo por todo el mundo.

En los últimos quince años, durante mis giras de enseñanza por las Américas, Europa y Asia, la cuestión de cómo desarrollar la dignidad ha surgido una y otra vez. Muchas de las personas que he conocido, independientemente de las diferencias de edad, género y procedencia, han compartido conmigo cómo les aqueja la falta de dignidad y han expresado sus deseos de obtenerla. Al hacerlo, me contaron muchas historias. Una persona se peleó con su amiga, se sintió traicionada y lamentó la ruptura de la confianza entre ellas. Otra se sentía herida por su familia rota y la persistencia de la violencia doméstica. Otro se enfadó con su exmujer, a la que consideraba una injerencia en la relación con su hijo. Aunque algunos sucesos habían ocurrido años o incluso décadas antes, muchas personas seguían atormentadas por sentimientos persistentes de dolor, pena, miedo, tristeza e ira. En apariencia, parecían estar bien, pero por dentro lo estaban pasando mal. Aunque las historias que desencadenaron sus amargas experiencias eran diferentes, las expresiones de decepción dirigidas hacia sí mismas eran similares: se reprendían por «perder la dignidad» al enfrentarse a situaciones o emociones difíciles.

«Me odio a mí misma».

«Soy un idiota».

«No merezco ser amado».

«¿Cómo he podido hacer (o decir) eso?».

Estas eran algunas de las expresiones comunes de haber perdido la dignidad. Pero cuando les pregunté qué habían perdido exactamente, es decir, qué entendían por dignidad, solo me ofrecieron respuestas vagas y ambiguas. Me dijeron, por ejemplo, que dignidad significa «respeto», «autoestima», «valor propio» o «coraje».

Una filósofa estadounidense llamada Ruth Macklin sostiene que «la dignidad es un concepto inútil. No significa más que respeto por las personas, o por su autonomía».3 Pero la veneración de Martin Luther King Jr. por este concepto quedó clara cuando dijo a un grupo de estudiantes del Barratt Junior High School de Filadelfia: «El número uno en el proyecto de vuestra vida debe ser una profunda creencia en vuestra propia dignidad».4 Son palabras poderosas e inspiradoras. Para el doctor King, la dignidad no era una idea vaga que pudiera reducirse a «respeto» o «autoestima». Tampoco era algo abstracto y efímero. Utilizaba la palabra dignidad para denotar una cualidad importante relacionada con lo que somos y lo que hacemos en nuestras vidas. Quizá sea difícil definir la dignidad porque apunta a algo en nosotros que aún no conocemos lo suficientemente bien como para describirlo. Para definir con claridad la dignidad, quizá necesitemos comprendernos mejor a nosotros mismos.

Rostros occidentales de la dignidad

Antes de adentrarnos en cómo entendernos a nosotros mismos más plenamente –el tema predominante de este libro–, deberíamos considerar, aunque sea brevemente, cómo se ha considerado la dignidad en la cultura occidental. Dignidad de la palabra latina dignitas, que significa «valía». Por lo tanto, la primera pregunta sobre la dignidad fue: «¿Quién tiene valía y en qué sentido?». La sociedad de la antigua Grecia daba la siguiente respuesta: «Las personas de estatus superior son dignas, merecedoras de respeto». En otras palabras, cuando se mira a través de la lente de la jerarquía social, la noción de «valía» se reduce fácilmente al respeto que te profesan los demás. Por supuesto, la valía personal no está intrínsecamente ligada a la jerarquía social y, de hecho, con el tiempo, el significado de la dignidad ha evolucionado hasta abarcar el reconocimiento de que todos los seres humanos tienen valía. Pero la idea de equiparar esa valía (o dignidad) con el respeto sigue vigente.

Muchos pensadores religiosos y filósofos tenían otras ideas. Concebían la dignidad como algo más amplio que el respeto. Por ejemplo, en la época medieval, el destacado pensador católico santo Tomás de Aquino consideraba la dignidad como un valor intrínseco que forma parte de la creación de Dios. El renacentista italiano Giovanni Pico della Mirandola, en su famosa obra Oración sobre la dignidad del hombre (1486), equiparaba la dignidad con Dios; razonaba que, como estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, nos hacemos dignos al elevarnos hacia Dios. El filósofo del siglo XVIII Immanuel Kant ofreció una interpretación secular de la dignidad como una cualidad interior que es un «fin en sí misma», con valor incondicional e incomparable. Kant consideraba la dignidad como un principio moral fundamental. Como es bien sabido, declaró que las personas siempre deben ser tratadas como fines en sí mismas, nunca como medios para otros fines.

El famoso lema de Kant ha inspirado una conexión entre dos concepciones históricas de la dignidad. ¿Cómo? Al considerar a los seres humanos como fines y no como medios, afirma nuestra dignidad interior, al tiempo que exige que esta dignidad interior sea respetada mediante la justicia social y política. Hoy en día, los activistas de los derechos humanos y la justicia social invocan con frecuencia una afirmación de la Declaración Universal de los Derechos humanos de las Naciones Unidas (1948) que comienza del siguiente modo: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Es decir, todos tenemos dignidad interior. Este documento afirma, además, que «la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca… de todos los miembros de la familia humana».5 Es decir, esta dignidad intrínseca debe ser respetada.

Esta es solo una muestra de las diferentes formas en que la dignidad ha sido asumida en la cultura occidental. Todavía hay muchos debates sobre lo que significa realmente la dignidad, pero en general giran en torno a las dos nociones que acabamos de describir: la dignidad es algo que está dentro de nosotros y que se refleja en nuestras acciones, o es algo que está fuera de nosotros y que deben concedernos los demás.

Guardián de nuestras cualidades más preciadas

Desde la perspectiva budista, estos dos sentidos de la dignidad están íntimamente interrelacionados. Por ejemplo, nuestra propia dignidad intrínseca nos obliga a tratar a los demás con dignidad; al mismo tiempo, tratar a los demás con dignidad es una forma de afirmar y expresar nuestra propia dignidad intrínseca. Como se puede ver, la concepción hace hincapié en la dignidad interior, considerándola fundamental para todas las expresiones de la dignidad.

No existe una fórmula mágica para resolver los innumerables problemas mundiales a los que nos enfrentamos actualmente. Las enseñanzas del Buda, aunque se originaron hace más de 2600 años, se basan en nuestra condición humana real. Cuando volamos en avión, sabemos que, en caso de emergencia, debemos ponernos la máscarilla de oxígeno antes de ayudar a los demás con la suya. Del mismo modo, un principio rector de nuestra condición humana es que, para cambiar el mundo, primero debemos cambiarnos a nosotros mismos. En la concepción budista del cultivo de la dignidad, esto significa que primero debemos conocer nuestra mente, que es la base de toda experiencia. Solo cuando comprendamos nuestra mente, podremos saber qué ofrecemos al mundo. Para curar el mundo, primero debemos curarnos a nosotros mismos.

¿Qué es esta mente que primero debemos conocer? En la tradición budista, mente y corazón suelen utilizarse indistintamente. Por ejemplo, la palabra sánscrita citta se traduce tanto por «mente» como por «corazón». El corazón aquí no se refiere al órgano físico. Y la mente no es nuestro estado ordinario de conciencia (sem en tibetano). Se refiere a la naturaleza pura de la mente (rigpa en tibetano). Dado que este corazón-mente significa la unión de la compasión y la sabiduría, a veces se lo denomina «corazón noble».

Según las enseñanzas del Buda, todo el mundo está dotado de un corazón noble. Todos, sin excepción. Nuestro noble corazón es la fuente de un potencial infinito y de cualidades profundas, aunque en raras ocasiones se manifieste plenamente. Sin embargo, el simple hecho de saber confiadamente que estamos intrínsecamente dotados de las preciosas cualidades de este noble corazón, que incluyen la bondad, el amor, la compasión, la sabiduría y la dignidad, marca una enorme diferencia en nuestra experiencia.

En el budismo tibetano, la tradición en la cual crecí, describimos la experiencia de la dignidad utilizando los siguientes términos tibetanos. El término que transmite el significado de dignidad utilizado en este libro es lha-yi ngagyal. Lha se traduce al castellano como «naturaleza innata». Ngagyal es «orgullo» o «confianza». Por lo tanto, este tipo de dignidad significa «orgullo o confianza en nuestra naturaleza innata». O podríamos decir «confianza inquebrantable en nuestro noble corazón». Esto es muy diferente a la comprensión de la dignidad como un derecho humano, un principio ético, o simplemente el respeto. El sentido de la dignidad que utilizo aquí está relacionado con nuestra esencia y nuestra naturaleza. Es el corazón mismo de nuestro ser.

Esta expresión tibetana (lha-yi ngagyal) se traduce en ocasiones como «orgullo vajra». La palabra sánscrita vajra se refiere al diamante, la piedra soberana entre todas las piedras. Un diamante es tan fuerte y sólido que no puede ser aplastado. A diferencia del orgullo vajra, el orgullo ordinario puede aplastarse fácilmente. Se asocia a una emoción negativa basada en un ego inflado. Cuando el ego está inflado, se puede pinchar fácilmente, como un globo. Esta vulnerabilidad nos lleva a dedicar una gran cantidad de energía a proteger y cuidar el ego, una función que desempeña el orgullo ordinario. El orgullo vajra, por el contrario, está profundamente arraigado en nuestra naturaleza pura inherente. Cuando tenemos orgullo vajra, no tenemos nada que demostrar y confiamos plenamente en nosotros mismos. No hacemos comparaciones ni sucumbimos a sentimientos de superioridad o inferioridad. El orgullo vajra apunta a una fuerza y un poder interiores fundacionales e inquebrantables, desprovistos de los diversos deseos, necesidades e inseguridades del orgullo del ego. Esta es la razón por la que el orgullo vajra a veces se conoce también como «orgullo divino» u «orgullo estable».

Cuando, en este libro, hablo de la dignidad, me refiero al poder que proviene de saber, con certeza que nuestro corazón es noble, que nuestra naturaleza es intrínsecamente pura. Somos íntegros y completos. Es lo contrario de sentir que no somos suficiente. La dignidad no es un estado pasajero; es una confianza inquebrantable. Esta confianza inquebrantable en nosotros mismos nos protege de los altibajos de la vida. Nos permite ver las situaciones con claridad y responder adecuadamente. Con dignidad, no estamos acosados por la incertidumbre y la duda. Al contrario, podemos darnos cuenta de nuestros propios errores y corregirlos. Es una forma de ver y una forma de ser.

Parte del poder de la dignidad, o del orgullo vajra, es que sirve como guardián de nuestras cualidades más preciadas. Mientras que el orgullo intenta proteger nuestro frágil e inflado ego, la dignidad protege nuestras cualidades inherentes más preciadas, como la bondad, la compasión y la sabiduría. Con dignidad, percibimos las cosas como realmente son, y nos percibimos a nosotros mismos como realmente somos. Esta claridad de visión y comprensión nos protege de la distracción y la confusión que, normalmente, nos llevan a cuestionarnos a nosotros mismos y nuestra realidad. El resultado es una profunda y poderosa sensación de estabilidad interior. Como un diamante.

Somos inherentemente ricos

Como seres humanos, es inevitable que cometamos errores. Los errores ocurren en el transcurso de una hora, un día, un año, toda una vida. En ausencia del orgullo vajra, tendemos a experimentar estos errores con una sensación de fracaso personal. Si los errores son inevitables, ¿por qué nos castigamos tanto que solo vemos lo negativo y nos olvidamos de nuestras cualidades más preciadas? En lugar de sentirnos mal «por» nosotros mismos, nos sentimos mal «sobre» nosotros mismos. A veces nos convertimos en el peor obstáculo para nuestra propia dignidad.

El budismo tibetano utiliza una metáfora tradicional para ilustrar este tipo de confusión. Somos como una persona empobrecida que vive en una pequeña choza. Sentimos que no tenemos nada de valor y debemos aventurarnos en el mundo exterior para buscar recursos y riquezas. No nos damos cuenta de que bajo nuestra choza hay enterrado un inmenso tesoro. El tesoro está aquí mismo, a nuestro alcance. Solo tenemos que encontrar la manera de acceder a él.

Esta imagen muestra hasta qué punto somos ajenos a nuestra naturaleza fundamental. Vernos a nosotros mismos como pobres, inadecuados e incompletos crea impedimentos para conocernos a nosotros mismos y la riqueza de nuestras cualidades. Esta mentalidad empobrecida nos hace desear siempre, sin tener nunca. Nos sentimos deficientes, como si nunca pudiéramos hacer lo suficiente, y mucho menos, ser suficientes. Nos tratamos con severidad, sin la misma amabilidad que tendríamos con un desconocido. Esta mentalidad está arraigada en la forma errónea en que nos vemos a nosotros mismos.

Dos espejos

Un estudiante de psicología me habló de un concepto llamado «etapa del espejo» del desarrollo humano. Entre los seis y los ocho meses, los bebés o niños pequeños desarrollan la capacidad de mirarse en el espejo y relacionar la imagen que ven con ellos mismos. La primera vez que esto ocurre, se sienten exuberantemente felices. El único problema es que, aunque la imagen del espejo es su reflejo, creen erróneamente que son ellos mismos. Al identificarse con esta imagen, acaban por identificarse con una idea de quiénes son. Más adelante, los demás les «reflejan» lo que ven: «eres bueno», «eres malo», «eres guapo», «eres feo», «eres listo», «eres tonto». Sus juicios subjetivos conforman aún más su autoimagen, influyendo en cómo llegan a verse a sí mismos y a su mundo. Cuando comparan esta imagen de sí mismos con las imágenes idealizadas de la sociedad, siempre se quedan cortos. No es de extrañar que perdamos la confianza y la fe en nosotros mismos. No es de extrañar que busquemos fuera de nosotros mismos la validación de otras personas. No es de extrañar que siempre sintamos que no somos suficientes. Estamos equivocados sobre quiénes somos realmente.

La tradición budista habla de un espejo diferente, una forma distinta de vernos a nosotros mismos. Es el espejo de la mente -corazón, que podríamos abreviar como «espejo de la mente» o «espejo del corazón». ¿Qué refleja el espejo de la mente? Es la luz de la sabiduría, nuestro conocimiento innato dotado de las energías y cualidades de la claridad y la pureza sana. En otras palabras, este espejo refleja lo que es intrínseco a nosotros. Nos muestra quiénes somos realmente, más allá de nuestra forma habitual de pensar sobre nosotros mismos y de las percepciones distorsionadas que los demás tienen de nosotros. En el espejo de la mente, nos vemos y nos conocemos de forma directa y completa. El primer espejo refleja el ego; el espejo de la mente refleja nuestro yo real.

Todos podemos experimentar este yo real, que la tradición budista llama «naturaleza del buda». La palabra buda significa «despierto». Se refiere a alguien que está totalmente despierto o totalmente liberado de nociones erróneas respecto a quién o qué es. Esto no tiene nada que ver con ser «budista»: este potencial está en todos nosotros. Cuando siempre podemos reconocer y mantener nuestra verdadera naturaleza con total confianza y certeza, la cualidad de la dignidad inquebrantable está presente de forma natural, junto con el amor, la pasión y la sabiduría.

Volver a casa

Dado que tantos de nosotros nos sentimos incompletos y luchamos con sentimientos de inadecuación y falta de hogar espiritual, ¿cómo podemos llegar a contactar y actualizar nuestra dignidad inherente? O, como preguntó el estudiante: «¿Cómo puedo tener dignidad si me siento tan mal conmigo mismo?». Este libro es una humilde respuesta a estas preguntas. Es una hoja de ruta para volver a casa, a nuestro estado natural de ser.

Cuando estamos fuera de la ciudad, muchos de nosotros utilizamos un GPS para guiarnos hasta casa. Pero un GPS solo puede indicarnos la dirección correcta. Debemos recorrer el camino para llegar por nosotros mismos. Lo mismo ocurre con el viaje de vuelta a nuestra verdadera naturaleza. Por eso, en este libro no me centraré en la teoría ni en la filosofía. En su lugar, ofreceré instrucciones para que puedas recorrer el camino hacia tu propia dignidad inherente.

En 2004 visité Nueva York por primera vez. En una bulliciosa calle de la ciudad, me sentí muy libre. Nadie sabía quién era, ni le importaba. Me encantó la libertad del anonimato. Sin embargo, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que no solo fue el anonimato de una gran ciudad lo que forjó mi sensación de libertad; fue en gran parte porque ya no me sentía paralizado por la timidez y la autoconciencia de mi juventud. Mi corazón había aprendido a estar más abierto y conectado. Me sentía en casa. El viaje desde la prisión de mis propias emociones a la libertad de mi experiencia interior fue guiado por muchos maestros bondadosos de la tradición budista tibetana. Se ha convertido en una fuente de autoconocimiento, y el resultado es más valioso que toda la riqueza material del mundo.

Como ilustraré en el próximo capítulo, incontables maestros de meditación han utilizado estos métodos para alcanzar plenamente la dignidad en sí mismos. Lo que comparto en este libro surge de los consejos del corazón y el entrenamiento meditativo que recibí de mis maestros, quienes a su vez recibieron estas enseñanzas de una generación anterior de maestros, en un linaje ininterrumpido que se remonta hasta el Buda. Pero lo que estos maestros enseñaron sobre la dignidad se aplica a todo el mundo, no solo a los budistas. Aunque este libro se basa en enseñanzas budistas, no pretende ser un libro budista. Tampoco pretende ser un libro religioso. Está escrito con la intención de beneficiar a cualquiera que aspire a vivir una vida digna y desee ayudar a los demás.

Emprender el viaje

¿Cómo podemos emprender este viaje hacia nuestro auténtico hogar, nuestro corazón? Este libro ofrece un «entrenamiento de la dignidad» diseñado para lograr este objetivo. El entrenamiento de la dignidad consiste en una serie de ejercicios contemplativos y meditativos que se incluyen al final de casi todos los capítulos del libro. Utilizar estas herramientas para entrenarte de forma regular y repetida te conducirá a la experiencia directa y de primera mano de la dignidad, más que a una mera comprensión conceptual o intelectual.

Para cultivar la dignidad, primero tenemos que entrenar la mente. Actualmente, nuestra mente es salvaje, está tironeada en una u otra dirección en función de cómo respondemos habitualmente a lo que vemos, oímos o pensamos. Pero puede que ni siquiera nos demos cuenta de ello al principio. Hoy en día, estamos muy familiarizados con nuestros teléfonos inteligentes, pero no lo estamos tanto con nuestra propia mente. La formación en la dignidad nos proporciona las herramientas que necesitamos para empezar a conocer nuestra mente y ver cómo funciona. Como resultado, nuestras mentes se volverán serenas y pacíficas, flexibles y manejables, para que podamos vernos a nosotros mismos con claridad.

Este proceso puede ser inquietante al comienzo. Nos pone nerviosos lo que podemos encontrar si miramos a fondo quiénes somos. Pero el entrenamiento en la dignidad no consiste en intentar deshacernos de lo que no nos gusta de nosotros mismos. Se trata de aprender a aceptarnos plenamente. Cuando nos familiarizamos con nuestros patrones reactivos habituales y el modo en el que nos atrapan, también nos damos cuenta de que no somos esos patrones. En consecuencia, empezamos a reconocer posibilidades nuevas y más sanas de responder a las situaciones de la vida, incluso a lo que antes nos había provocado emociones negativas. Cuando esto ocurre, hemos iniciado el viaje hacia el reconocimiento y la realización de nuestra dignidad inherente.

Antes de que aprendamos a aplicar estas herramientas para el cultivo de la dignidad, quiero hacer una distinción entre entrenamiento y práctica, dos términos que a menudo se utilizan de diversas maneras. En este libro, «entrenamiento» se refiere al proceso formal de trabajar con nuestra mente a través de la contemplación y la meditación. La «práctica» consiste en aplicar a la vida cotidiana lo que hemos aprendido mediante el entrenamiento formal. Este libro te proporciona las herramientas que necesitas para llevar a cabo el entrenamiento formal, pero depende de ti aplicarlo en tu vida y verificar si estás progresando.

Permítanme decirlo de forma sencilla:

Trabajar formalmente con la mente es entrenamiento; aplicar el entrenamiento en todo lo que haces es práctica.