Dirigiendo con valores - Pedro Nueno - E-Book

Dirigiendo con valores E-Book

Pedro Nueno

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Beschreibung

En la actualidad, los valores parecen ser una moneda escasa. En su lugar, las pautas de comportamiento son sustituidas por leyes y regulaciones que muchas veces pasan por alto el espíritu de una empresa o de su forma de dirección. Dirigiendo con valores es un libro sobre la importancia de los valores en el liderazgo. Tanto las personas como las empresas y la sociedad deben alinearse con una gestión en la que la prioridad sea el bien común y el hacer las cosas bien: «Mi intención es mostrar cómo los valores son importantes para la acción en la práctica empresarial y ejemplificarlo. Las empresas son, al fin y al cabo, grupos de seres humanos que se unen con la finalidad última de "crear valor". Cuanto mejores personas seamos, cuanto más nos esforcemos por desempeñarnos bien, más nos desarrollaremos como personas y profesionales y contribuiremos al progreso de la sociedad.»

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Dirigiendo con valores

Pedro Nueno

Primera edición en esta colección: febrero de 2023

© Pedro Nueno, 2023

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2023

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-19655-15-8

Realización de cubierta y fotocomposición: Grafime Digital S. L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

AgradecimientosIntroducción1. El valor de la humildad2. El valor de la diligencia3. El valor de la generosidad4. El valor de la honradez5. El valor de felicitar6. El valor del agradecimiento7. El valor de la profesionalidad8. El valor del optimismo9. Practicando valores10. Mejorando en valores11. Los valores hacia el futuro12. ¿Qué podemos hacer?

Agradecimientos

Todos los valores son importantes para mí y, al dar por finalizado este libro, en uno de los momentos en que más hablamos del tema, observé que uno de los valores de los que había escrito era precisamente el agradecimiento. ¿A cuántas personas debería estar agradecido? Responder a ello sería más largo que el propio libro, porque en prácticamente todos los proyectos que he realizado en mi vida puedo encontrar personas sin cuya ayuda probablemente las cosas no hubiesen salido. Y no debería decir los proyectos que he hecho sino los proyectos en que he participado.

Un colega de Harvard me llevó a pensar en la idea de colocar algunos dibujos que desprendieran buen humor. El mejor modelo que se me ocurrió fue el de la revista New Yorker. Llegué a un acuerdo con ellos para incorporar en mis libros algunos de sus dibujos humoristas, la mayoría publicados hace bastantes años, pero de total actualidad.

Aludo a algunos profesores que me motivaron hace muchos años para tener en cuenta los valores que contribuyen a hacer las cosas mejor. Pero he de mencionar también el ejemplo de muchas empresas con las que he colaborado y a cuyos directivos he visto gestionar con valores. Asimismo, he de agradecer a mi familia, con mis hijos emprendedores, y a mi esposa, Montse, su apoyo para poder dedicar una parte muy relevante de mis fines de semana y mis vacaciones para escribir mis libros y estudiar los temas sobre los que me centro. En el formato final, y también en la inclusión de los dibujos con humor, ha tenido una aportación relevante Denise Clerc, que conoce bien mis áreas de trabajo.

Introducción

*

Filosóficamente se ha hablado y escrito mucho acerca de los valores: hay escuelas y autores que han desarrollado teorías y tratados al respecto, como Max Scheler, Nicolai Hartmann, Bertrand Russell, incluso Ortega y Gasset. Existen posturas subjetivistas, objetivistas, relativistas, realistas…

En el caso particular de este libro, cuando hablo de valores hago referencia al «bien». Los valores, desde mi punto de vista, son bienes que nos disponen a actuar de una determinada manera (bien), perfeccionándonos como personas.

Por supuesto, no pretendo desarrollar aquí ninguna teoría de los valores; no es mi área. Mi intención más bien es mostrar cómo son importantes para la acción en la práctica empresarial y ejemplificarlo. Las empresas son, al fin y al cabo, grupos de personas que se unen con la finalidad última de «crear valor». Cuanto mejores personas seamos, cuanto más nos esforcemos por desempeñarnos bien, más nos desarrollaremos como seres humanos y profesionales y contribuiremos al progreso de la sociedad.

Los valores en la dirección de empresas han sido siempre un tema clave en mi carrera profesional. El IESE nació en 1958 gracias a los valores de su fundador, Antonio Valero, el equipo de profesores y administradores del que se rodeó, y de los empresarios que consideraron que aquel proyecto era bueno para la sociedad y lo apoyaron. Cuando años más tarde me incorporé a la institución, bastante desarrollada ya, aún estaban allí la mayoría de los fundadores, con sus respectivos valores. Para aquellos profesores (Antonio Valero, Félix Huerta, Juan Antonio Pérez López, Carlos Cavallé, Juan Farran, Rafael Termes, Fernando Pereira, Esteban Masifern, José Faus) lo prioritario era sacar adelante la institución, aspiraban a que fuera una de las primeras del mundo, y eso les exigía aprender. Muchos se incribieron en un programa para la formación de profesores en Harvard, el International Teachers Program, que habían lanzado en dicha universidad para apoyar el desarrollo internacional de la formación de directivos.

Para cursar el International Teachers Program (el ITP como lo llamaban) tenían que desplazarse a vivir en Boston mientras durase el programa, que era un curso académico, casi un año. Algunos compartían apartamentos y, dada la duración, viajaban con sus esposas que los acompañaban durante el tiempo que estaban allí. Muchos explicaban que tuvieron que ir a Boston en barco porque en aquellos años aún se viajaba poco en avión y no era nada fácil.

Su esfuerzo por aprender un buen inglés y conseguir el título ITP de Harvard fue extraordinario. Uno me explicó que dos profesores casados que viajaron allí con sus esposas compartían un apartamento. Un día se dieron cuenta de que, a diario, para desayunar, tomaban algo que compraban en el supermercado, pero no se habían percatado de que era comida para perros. El envase decía «dog food» pero no habían caído y creían que era como una variante de los cereales que sabían que en América muchos tomaban para desayunar. Al leer y entender bien el envase se dieron cuenta. Desde entonces, siempre han pensado que en América cuidan bien a los animales caseros.

Aquellos profesores no esperaban una compensación económica relevante del IESE; al contrario, les aportaban el veinticinco por ciento de lo que ingresaban como consejeros o asesores de empresas.

En la cultura del IESE en sus orígenes, la idea que tenían los profesores era que entregándole al IESE el 25 % de sus ingresos como consultores o consejeros llegarían a superar lo que el IESE les pagaba a ellos por su trabajo. A lo largo de su carrera debían dedicar un 25 % de su tiempo a la docencia, otro 25 % a investigación, otro 25 % a cuestiones relacionadas con la gestión de la escuela (dirección de programas, dirección de departamentos, conseguir participantes con el nivel adecuado para los programas, etc.), y otro 25 % a actividades fuera de la escuela como consejeros o consultores.

Los valores de aquellos profesores se transmitían a quienes participaban en programas de la escuela, que también ayudaban al IESE contratando a sus graduados en el programa de máster, enviando a sus directivos a otros programas del IESE y aportando fondos que permitiesen el desarrollo de la escuela, ya que necesitaba profesores, edificios con aulas, salas, despachos y personal para gestionar el proyecto.

El éxito de un profesor se medía en varias direcciones:

Su formación: se les apoyaba para que hiciesen un doctorado en alguna de las mejores escuelas del mundo, como Harvard, Chicago, Stanford o Wharton, y también para que pudiesen realizar una investigación que se publicase en libros o en revistas de prestigio académico internacional.Su relación con empresas: los profesores que tenían más relación con empresas facilitaban los contactos a los docentes más jóvenes, relación que ayudaba también al crecimiento de la institución. Asimismo, se les explicaba cómo se podía apoyar económicamente a la institución (con acciones como conseguir participantes en programas, un hecho que, además, era excelente para el desarrollo de esos participantes, para conseguir donaciones, y para el acceso a proyectos nacionales o internacionales en instituciones de formación); se los rotaba en gestiones de temas internos para facilitar su buena comprensión de la institución (desde ser ayudante de un profesor que tuviese una responsabilidad importante como la dirección del programa máster, hasta poder llegar a estas responsabilidades años más tarde).

El objetivo era conseguir que el IESE fuese una de las primeras escuelas de dirección de empresas del mundo por la dedicación de sus profesores, que no esperaban ser premiados económicamente por esos resultados. Las aportaciones de los profesores eran confidenciales, pero todos sabían que algunos aportaban económicamente mucho más de lo que les pagaba la institución. Claramente, la ilusión de aquellos docentes era el éxito de la institución.

Todo eso, lleno de valores, ayudó a que hoy el IESE esté entre las primeras escuelas del mundo. En este libro profundizaremos en los valores, un tema que sin duda es de interés para las personas, las empresas y la sociedad. También puede ser muy útil reflexionar sobre el mismo ya que para practicar con valores la dirección de empresas hay que conocer bien cómo debe ser un buen proceso de dirección.

Pero también me ha llevado a escribir sobre esto la percepción de que los valores van cayendo en todo el mundo, y son sustituidos por leyes y regulaciones, aunque no es lo mismo pensar en hacer las cosas de la mejor manera para satisfacer a todas las personas involucradas que hacerlas de la forma más fácil y simple posible, cumpliendo las leyes y regulaciones. Naturalmente, cumplirlas es necesario, pero es solo un filtro de nuestra gestión.

1.El valor de la humildad

*

Empezamos con este difícil valor. ¿Cómo puede ser humilde un señor o señora que tiene un título universitario, cursó un máster en una de las mejores escuelas del mundo, entró en la filial española de una multinacional americana como ayudante de uno de los directivos responsables de ventas, y quince años más tarde, tras ir escalando puestos, se le asignó la presidencia de la filial española de una multinacional? El nombramiento aparece en la prensa porque, además, se hace oficial cuando el presidente de la multinacional viaja a España para visitar una nueva planta de la empresa, tener una reunión con el equipo directivo e impartir una conferencia en un acto con directivos de la empresa, clientes, proveedores y bancos, acto al que asisten también altos cargos del gobierno. Cuando recibe el nombramiento, el directivo o directiva sube al escenario, estrecha la mano del presidente de la empresa y decenas de fotógrafos de medios de comunicación se lanzan a fotografiar porque el presidente de la multinacional es una personalidad conocida a nivel mundial.

Cuando bajas del escenario entre aplausos, aunque no quieras, te viene el pensamiento de «qué importante soy ahora». Si tu cerebro está entrenado para estimularte a ser humilde, enseguida pensarás: «Se están pasando, no merezco tanto aplauso, no estoy cómodo. A ver si puedo hacerlo muy bien, pero con menos aplauso».

Una de las personas más importantes y más humildes que he conocido fue el Sr. Giovanni Agnelli, presidente de Fiat (empresa fundada por su padre), considerado como la primera fortuna en Europa. Sorprendentemente para mí, un día recibí una carta dirigida a tres personas: al Sr. Agnelli, al almirante Turner, que fue el dirigente de la Sexta Flota Americana (la que «vigilaba» el Mediterráneo y que estaba en varios consejos importantes) y a mí. Nos citaban en Boston, en la Harvard Business School, para una reunión que empezaría pronto por la mañana, en una fecha concreta, unos dos meses más tarde. Nos decían que podíamos llegar el día anterior por la tarde y nos facilitarían poder dormir allí.