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En esta obra cumbre del Romanticismo español, José Zorrilla da vida al legendario seductor Don Juan Tenorio, un joven noble que se lanza al desafío del amor, el honor y la redención. En un juego temerario, Don Juan apuesta que puede conquistar a una novicia inocente y al mismo tiempo superar en maldad a su rival. Pero lo que comienza como una burla arrogante del destino se transforma en una historia de pasión, arrepentimiento y salvación, cuando el protagonista se ve confrontado por el verdadero amor y el peso de sus pecados.
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Seitenzahl: 124
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Esta colección atesora las obras más importantes de la literatura universal, cada una en su idioma original.
En la Serie Letras Castellanas destacan: El Lazarillo de Tormes, Anónimo; El coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes; Rimas y Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer; Bodas de Sangre, de Federico García Lorca; Cañas y Barro, Blasco Ibáñez; Ismaelillo, de José Martí; Azul, de Rubén Darío; Cuentos de la Selva, de Horacio Quiroga, entre otros...
JOSÉ ZORRILLA
Don Juan Tenorio
© Ed. Perelló, SL, 2025
Calle de la Milagrosa Nº 26, Bajo
46009 - Valencia
Tlf. (+34) 644 79 79 83
http://edperello.es
I.S.B.N.: 979-13-87576-96-7
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Personajes
Don Juan Tenorio
Don Luis Mejía
Don Gonzalo de Ulloa, comendador de Calatrava
Don Diego Tenorio
Doña Inés de Ulloa
Doña Ana de Pantoja
Cristófano Buttarelli
Marcos Ciutti
Brígida
Pascual
El capitán Centellas
Don Rafael de Avellaneda
Lucía
La abadesa de las Calatravas de Sevilla
La tornera de ídem
Gastón
Miguel
Un escultor
Alguacil 1º
Alguacil 2º
Un paje (que no habla)
La estatua de Don Gonzalo (él mismo)
La sombra de Doña Inés (ella misma)
Caballeros, sevillanos, encubiertos, curiosos, esqueletos, estatuas, ángeles, sombras, justicia y pueblo.
La acción en Sevilla, por los años de 1545, últimos del emperador Carlos V. Los cuatro primeros actos pasan en una sola noche. Los tres restantes, cinco años después y en otra noche.
Primera Parte
Acto I
Libertinaje y escándalo
(Hostería de CristófanoButtarelli. Puerta en el fondo que da a la calle; mesas, jarros y demás utensilios propios de semejante lugar. DonJuan, con antifaz, sentado a una mesa escribiendo, Ciutti y Buttarelli, a un lado esperando. Al levantarse el telón, se ven pasar por la puerta del fondo máscaras, estudiantes y pueblo con hachones, músicas, etc.)
Don Juan. ¡Cuál gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos!
(Sigue escribiendo.)
Buttarelli. (A Ciutti.) Buen Carnaval.
Ciutti. (A Buttarelli.) Buen agosto
para rellenar la arquilla.
Buttarelli. ¡Quiá! Corre ahora por Sevilla
poco gusto y mucho mosto.
Ni caen aquí buenos peces,
que son casas mal miradas
por gentes acomodadas,
y atropelladas a veces.
Ciutti. Pero hoy…
Buttarelli. Hoy no entra en la cuenta,
Ciutti; se ha hecho buen trabajo.
Ciutti. ¡Chist! habla un poco más bajo,
que mi señor se impacienta pronto.
Buttarelli. ¿A su servicio estás?
Ciutti. Ya ha un año.
Buttarelli. ¿Y qué tal te sale?
Ciutti. No hay prior que se me iguale;
tengo cuanto quiero, y más.
Tiempo libre, bolsa llena,
buenas mozas y buen vino.
Buttarelli. Cuerpo de tal, ¡qué destino!
Ciutti. (Señalando a DonJuan.)
Y todo ello a costa ajena.
Buttarelli. Rico, ¿eh?
Ciutti. Varea la plata.
Buttarelli. ¿Franco?
Ciutti. Como un estudiante.
Buttarelli. ¿Y noble?
Ciutti. Como un infante.
Buttarelli. ¿Y bravo?
Ciutti. Como un pirata.
Buttarelli. ¿Español?
Ciutti. Creo que sí.
Buttarelli. ¿Su nombre?
Ciutti. Lo ignoro en suma.
Buttarelli. ¡Bribón! ¿Y dónde va?
Ciutti. Aquí.
Buttarelli. Largo plumea.
Ciutti. Es gran pluma.
Buttarelli. ¿Y a quién mil diablos escribe
tan cuidadoso y prolijo?
Ciutti. A su padre.
Buttarelli. ¡Vaya un hijo!
Ciutti. Para el tiempo en que se vive,
es un hombre extraordinario.
Pero calla.
Don Juan. (Cerrando la carta.) Firmo y plego.
¡Ciutti!
Ciutti. Señor.
Don Juan. Este pliego
irá, dentro del Horario
en que reza doña Inés,
a sus manos a parar.
Ciutti. ¿Hay respuesta que aguardar?
Don Juan. Del diablo con guardapiés
que la asiste, de su dueña,
que mis intenciones sabe,
recogerás una llave,
una hora y una seña;
y más ligero que el viento,
aquí otra vez.
Ciutti. Bien está. (Vase.)
Don Juan. Cristófano, vieni quá.
Buttarelli. Eccellenza!
Don Juan. Senti.
Buttarelli. Sento.
Ma ho imparato il castigliano,
se è più facile al signor
la sua lingua…
Don Juan. Sí, es mejor:
lascia dunque il tuo toscano,
y dime: don Luis Mejía
¿ha venido hoy?
Buttarelli. Excelencia, no está en Sevilla.
Don Juan. ¿Su ausencia
dura en verdad todavía?
Buttarelli. Tal creo.
Don Juan. ¿Y noticia alguna
no tienes de él?
Buttarelli. ¡Ah! Una historia
me viene ahora a la memoria
que os podrá dar…
Don Juan. ¿Oportuna luz sobre el caso?
Buttarelli. Tal vez.
Don Juan. Habla, pues.
Buttarelli. (Hablando consigo mismo.)
No, no me engaño;
esta noche cumple el año,
lo había olvidado.
Don Juan. ¡Pardiez!
¿Acabarás con tu cuento?
Buttarelli. Perdonad, señor; estaba
recordando el hecho.
Don Juan. Acaba, ¡vive Dios! que me impaciento.
Buttarelli. Pues es el caso, señor,
que el caballero Mejía,
por quien preguntáis, dio un día
en la ocurrencia peor
que ocurrírsele podía.
Don Juan. Suprime lo al hecho extraño;
que apostaron me es notorio
a quién haría en un año,
con más fortuna, más daño,
Luis Mejía y Juan Tenorio.
Buttarelli. ¿La historia sabéis?
Don Juan. Entera;
por eso te he preguntado
por Mejía.
Buttarelli. ¡Oh!, me pluguiera
que la apuesta se cumpliera,
que pagan bien y al contado.
Don Juan. ¿Y no tienes confianza en que
don Luis a esta cita acuda?
Buttarelli. ¡Quiá! Ni esperanza;
el fin del plazo se avanza,
y estoy cierto que maldita
la memoria que ninguno
guarda de ello.
Don Juan. Basta ya. Toma.
Buttarelli. Excelencia, ¿y de alguno
de ellos sabéis vos?
Don Juan. Quizá.
Buttarelli. ¿Vendrán, pues?
Don Juan. Al menos uno;
mas por si acaso los dos
dirigen aquí sus huellas
el uno del otro en pos,
tus dos mejores botellas prevenles.
Buttarelli. Mas…
Don Juan. ¡Chito…!. Adiós. (Vase.)
Buttarelli. ¡Santa Madona! De vuelta
Mejía y Tenorio están
sin duda… y recogerán
los dos la palabra suelta.
¡Oh! sí; ese hombre tiene traza
de saberlo a fondo. (Ruido adentro.)
Pero, ¿qué es esto?
(Se asoma a la puerta.)
¡Anda!, el [forastero
está riñendo en la plaza.
¡Válgame Dios! ¡Qué bullicio!
¡Cómo se le arremolina
chusma… y cómo la acoquina
él solo! ¡Uf! ¡Qué estropicio!
¡Cuál corren delante de él!
No hay duda, están en Castilla
los dos, y anda ya Sevilla
toda revuelta. ¡Miguel!
(Sale Miguel.)
Miguel. ¿Che comanda?
Buttarelli. Presto, qui
servi una tabola, amico,
e del Lacryma più antico
porta due buttiglie.
Miguel. Si, signor padron.
Buttarelli. Micheletto,
apparechia in carità
lo più ricco, que si fa,
afrettati!
Miguel. Gia mi afretto,
signor padrone. (Vase.)
(Sale DonGonzalo.)
D. Gonzalo. Aquí es.
¿Patrón?
Buttarelli. ¿Qué se ofrece?
D. Gonzalo. Quiero
hablar con el hostelero.
Buttarelli. Con él habláis; decid, pues.
D. Gonzalo. ¿Sois vos?
Buttarelli. Sí, mas despachad,
que estoy de priesa.
D. Gonzalo. En tal caso, ved si es cabal y de paso
esa dobla, y contestad.
Buttarelli. ¡Oh, excelencia!
D. Gonzalo. ¿Conocéis a don Juan Tenorio?
Buttarelli. Sí.
D. Gonzalo. ¿Y es cierto que tiene aquí
hoy una cita?
Buttarelli. ¡Oh!, ¿seréis vos el otro?
D. Gonzalo. ¿Quién?
Buttarelli. Don Luis.
D. Gonzalo. No; pero estar me interesa
en su entrevista.
Buttarelli. Esta mesa
les preparo; si os servís
en esotra colocaros,
podréis presenciar la cena
que les daré… ¡Oh! será escena
que espero que ha de admiraros.
D. Gonzalo. Lo creo.
Buttarelli. Son, sin disputa,
los dos mozos más gentiles
de España.
D. Gonzalo. Sí, y los más viles también.
Buttarelli. ¡Bah! Se les imputa
cuanto malo se hace hoy día;
mas la malicia lo inventa,
pues nadie paga su cuenta
como Tenorio y Mejía.
D. Gonzalo. ¡Ya!
Buttarelli. Es afán de murmurar,
porque conmigo, señor,
ninguno lo hace mejor,
y bien lo puedo jurar.
D. Gonzalo. No es necesario más…
Buttarelli. ¿Qué?
D. Gonzalo. Quisiera yo ocultamente
verlos, y sin que la gente
me reconociera.
Buttarelli. A fe que eso es muy fácil, señor.
Las fiestas de Carnaval,
al hombre más principal
permiten sin deshonor
de su linaje, servirse
de un antifaz, y bajo él,
¿quién sabe, hasta descubrirse,
de qué carne es el pastel?
D. Gonzalo. Mejor fuera en aposento
contiguo…
Buttarelli. Ninguno cae aquí.
D. Gonzalo. Pues entonces trae
el antifaz.
Buttarelli. Al momento. (Vase.)
D. Gonzalo. No cabe en mi corazón
que tal hombre pueda haber,
y no quiero cometer
con él una sinrazón.
Yo mismo indagar prefiero
la verdad… mas, a ser cierta
la apuesta, primero muerta
que esposa suya la quiero.
No hay en la tierra interés
que si la daña me cuadre;
primero seré buen padre,
buen caballero después.
Enlace es de gran ventaja,
mas no quiero que Tenorio
del velo del desposorio
la recorte una mortaja.
(Sale Buttarelli, que trae un antifaz.)
Buttarelli. Ya está aquí.
D. Gonzalo. Gracias, patrón;
¿Tardarán mucho en llegar?
Buttarelli. Si vienen, no han de tardar;
cerca de las ocho son.
D. Gonzalo. ¿Esa es la hora señalada?
Buttarelli. Cierra el plazo y es asunto
de perder quien no esté a punto
de la primer campanada.
D. Gonzalo. ¡Quiera Dios que sea una chanza,
y no lo que se murmura!
Buttarelli. No tengo aún por muy segura
de que cumplan, la esperanza;
pero si tanto os importa
lo que ello sea saber,
pues la hora está al caer,
la dilación es ya corta.
D.Gonzalo. Cúbrome, pues, y me siento.
(Se sienta a una mesa a la derecha,y se pone el antifaz.)
Buttarelli. (Aparte.) Curioso el viejo me tiene
del misterio con que viene…
y no me quedo contento
hasta saber quién es él.
(Limpia y trajina, mirándole de reojo.)
D. Gonzalo. (Aparte.) ¡Que un hombre como yo tenga
que esperar aquí, y se avenga
con semejante papel!
En fin, me importa el sosiego
de mi casa, y la ventura
de una hija sencilla y pura,
y no es para echarlo a juego.
(Sale DonDiego, a la puerta del fondo.)
Don Diego. La seña está terminante, aquí es;
bien me han informado; llego pues.
Buttarelli. ¿Otro embozado?
Don Diego. ¿Ah de esta casa?
Buttarelli. Adelante.
Don Diego. ¿La Hostería del Laurel?
Buttarelli. En ella estáis, caballero.
Don Diego. ¿Está en casa el hostelero?
Buttarelli. Estáis hablando con él.
Don Diego. ¿Sois vos Buttarelli?
Buttarelli. Yo.
Don Diego. ¿Es verdad que hoy tiene aquí
Tenorio una cita?
Buttarelli. Sí.
Don Diego. ¿Y ha acudido a ella?
Buttarelli. No.
Don Diego. ¿Pero acudirá?
Buttarelli. No sé.
Don Diego. ¿Le esperáis vos?
Buttarelli. Por si acaso
venir le place.
Don Diego. En tal caso, yo también le esperaré.
(Se sienta al lado opuesto a DonGonzalo.)
Buttarelli. ¿Que os sirva vianda alguna
queréis mientras?
Don Diego. No; tomad.
Buttarelli. ¡Excelencia!
Don Diego. Y excusad conversación importuna.
Buttarelli. Perdonad.
Don Diego. Vais perdonado; dejadme, pues.
Buttarelli. (Aparte.) ¡Jesucristo!
En toda mi vida he visto
hombre más mal humorado.
Don Diego. (Aparte.) ¡Que un hombre de mi linaje
descienda a tan ruin mansión!
Pero no hay humillación
a que un padre no se baje
por un hijo. Quiero ver
por mis ojos la verdad,
y el monstruo de liviandad
a quien pude dar el ser.
(Buttarelli, que anda arreglando sus trastos, contempla desde el fondo a DonGonzalo y a DonDiego, que permanecerán embozados y en silencio.)
Buttarelli. ¡Vaya un par de hombres de piedra!
Para estos sobra mi abasto;
mas, ¡pardiez!, pagan el gasto
que no hacen, y así se medra.
(Salen el Capitán Centellas,Avellaneda y dos caballeros.)
Avellaneda. Vinieron, y os aseguro
que se efectuará la apuesta.
Centellas. Entremos, pues. ¿Buttarelli?
Buttarelli. Señor capitán Centellas,
¿vos por aquí?
Centellas. Sí, Cristófano.
¿Cuándo aquí sin mi presencia
tuvieron lugar orgías
que han hecho raya en la época?
Buttarelli. Como ha tanto tiempo ya
que no os he visto…
Centellas. Las guerras
del Emperador a Túnez
me llevaron; mas mi hacienda
me vuelve a traer a Sevilla;
y, según lo que me cuentan,
llego lo más a propósito
para renovar añejas
amistades. Conque apróntanos
luego unas cuantas botellas,
y en tanto que humedecemos
la garganta, verdadera
relación haznos de un lance
sobre el cual hay controversia.
Buttarelli. Todo se andará; mas antes
dejadme ir a la bodega.
Varios. Sí, sí. (Vase.)
Centellas. Sentarse, señores,
y que siga Avellaneda
con la historia de don Luis.
Avellaneda. No hay ya más que decir de ella,
sino que creo imposible
que la de Tenorio sea
más endiablada, y que apuesto
por don Luis.
Centellas. Acaso pierdas.
Don Juan Tenorio, se sabe
que es la más mala cabeza
del orbe, y no hubo hombre alguno
que aventajarle pudiera
con solo su inclinación;
conque, ¿qué hará si se empeña?
Avellaneda. Pues yo sé bien que Mejía
las ha hecho tales, que a ciegas
se puede apostar por él.
Centellas. Pues el capitán Centellas pone por
don Juan Tenorio cuanto tiene.
Avellaneda. Pues se acepta por don Luis,
que es muy mi amigo.
Centellas. Pues todo en contra se arriesga;
porque no hay como Tenorio
otro hombre sobre la tierra,
y es proverbial su fortuna
y extremadas sus empresas.
(Sale Buttarelli, con botellas.)
Buttarelli. Aquí hay Falerno, Borgoña,
Sorrento.
Centellas. De lo que quieras
sirve, Cristófano, y dinos:
¿qué hay de cierto en una apuesta,
por don Juan Tenorio ha un año
y don Luis Mejía hecha?
Buttarelli. Señor capitán, no sé
tan a fondo la materia,
que os pueda sacar de dudas;
pero os diré lo que sepa.
Varios. Habla, habla.
Buttarelli. Yo, la verdad,
aunque fue en mi casa mesma
la cuestión entre ambos, como
pusieron tan larga fecha
a su plazo, creí siempre
que nunca a efecto viniera.
Así es que ni aun me acordaba
de tal cosa a la hora de esta.
Mas esta tarde, sería
al anochecer apenas,
entrose aquí un caballero
pidiéndome que le diera
recado con que escribir
una carta, y a sus letras
atento no más, me dio
tiempo a que charla metiera
con un paje que traía
paisano mío, de Génova.
No saqué nada del paje,
que es por Dios muy brava pesca;
mas cuando su amo acababa
la carta, le envió con ella
a quien iba dirigida;
el caballero en mi lengua
me habló, y me pidió noticias
de don Luis; dijo que entera
sabía de ambos la historia,
y tenía la certeza
de que al menos uno de ellos
acudiría a la apuesta.
Yo quise saber más de él;