Donde convergen las paralelas - Jose Monteserín - E-Book

Donde convergen las paralelas E-Book

Jose Monteserín

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Beschreibung

En el verano de 2017, Pepe Monteserín emprendió con su mujer y su hijo un viaje que les llevó de Oviedo a los lugares más emblemáticos bañados por el mar Báltico. Podría tratarse de una experiencia turística más, pero el narrador nos sorprende dándole la vuelta al concepto de dietario de viajes y enriqueciendo el relato hasta límites insospechados. Autor de notable sustrato cultural y amor incondicional por la literatura, Monteserín adorna esta pequeña odisea actual de numerosas referencias que se insertan en el texto con una asombrosa fluidez, y demuestran que cada vivencia es única. El resultado es un personalísimo diario que nos descubre una nueva dimensión del concepto de aventura.

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Obra ganadora del Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes 2022.

© del prólogo: Josep A. Pujante, 2022.

© José Emilio Ricardo Monteserín Corrales.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S. L. U., 2023.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: enero de 2023.

REF.: OBDO087

ISBN: 978-84-1132-134-1

ELTALLERDELLLIBRE•REALIZACIÓN DE LA VERSIÓN DIGITAL

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida

a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro

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si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

El Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes, convocado por el Grupo Hotusa con la colaboración de la Universitat de Barcelona y RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., tiene por objetivo fomentar la creación y divulgación de obras literarias de viajes escritas en español. José Monteserín Corrales, autor de este libro, fue el ganador del Premio Eurostars Hotels 2022. El jurado estuvo compuesto por los escritores Carme Riera, miembro de la Real Academia Española; Alfredo Conde, Premio Nadal y Premio Nacional de Narrativa; Ana Sanjurjo, directora general de proyectos hoteleros del Grupo Hotusa; el Dr. Adolfo Sotelo, catedrático de Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona; y Luisa Gutiérrez, directora editorial de RBA Libros.

Toda la información sobre el premio en www.premioeurostarsnarrativa.com.

A mi abuelo Emilio Corrales, promotor de mis primeros viajes.

A mis padres, con quienes recorrí felicísimamente la infancia.

A Raquel, la mejor compañera de mi vida y a la que más quiero.

A mi hijo Andrés, mi porvenir.

Los viajes nacen, no se hacen.

LAWRENCEDURRELL, Limones amargos

PRÓLOGO

Este libro que usted tiene en sus manos ha sido galardonado por un jurado independiente, riguroso y muy exigente, que lo ha laureado tras valorar decenas de obras de gran calidad; de manera que Pepe Monteserín debe sentir la emoción del triunfo, como le ocurre cuando culmina una de las muchas cumbres que ha ascendido en montañas de todo el mundo: ¡acaba de lograr una gran cima literaria! Donde convergen las paralelas es una obra que narra un crucero por el Báltico en el que su autor describe lo que ve pero también lo que imagina, en clave de ensayo, enriqueciendo el relato de la realidad y creando un exquisito clima envolvente.

Pepe Monteserín posee un estilo sobrio, culto, exhuberante en datos y detalles; una prosa pragmática, que imprime un vibrante pulso narrativo. Cuesta creer que este hombre haya cumplido los setenta. Su vitalidad —física, intelectual y literaria— es propia de un joven de treinta, lleno de energía y proyectos pero añadiendo la intensa experiencia en la vida, una existencia aventurera, pues ha vivido en medio mundo. Es un asturiano universal y, como tal, va a la suya; no va a ser la fecha de nacimiento que consta en el DNI un obstáculo para disfrutar de la vida, de los viajes, de la curiosidad insaciable, y convertirlos por mor de su alquimia y creatividad en literatura pura. El viaje fluye por sus venas, con el verbo ágil y al tiempo minucioso que tanto lo caracteriza. En sus obras vierte con pasión y emoción casi de niño tantas vivencias que le han asombrado que llega a contagiar al lector, el cual se sumerge encantado en el magma de palabras precisas y tan diestramente hilvanadas.

Monteserín conoce bien el oficio, la técnica y el arte de escribir, no en vano es autor de más de cincuenta obras y más de seis mil artículos. Ha publicado mucho y bueno. Pepe bebe la vida a sorbos y la saborea ilusionado. No tiene edad biológica, es intemporal, como su vocación. Recibió tan feliz el Premio Eurostars de Narrativa de Viajes que, pese a notar que la elegante pajarita que ceñía el cuello de su camisa se deslizaba —trató de salir volando...— siguió pronunciando impasible su discurso de gratitud, desdeñando la estética social, las muchas cámaras que le fotografiaban o grababan y el numeroso público que asistía a la gala: escritores, autoridades, periodistas, empresarios, etc.; para el flamante ganador del galardón, primero la literatura y las emociones sinceras, luego los adminículos del atuendo. ¡Todo un caballero!

Con Pepe Monteserín compartimos pasión por viajar, escribir y ascender cumbres, desde la admiración por Maurice Herzog y sir Edmund Hillary, auténticos pioneros de las expediciones del siglo pasado y con los que mantuve una buena amistad. Pero esta vez no va de montes y cimas, sino de mares y costas. La acción discurre en aguas bálticas, en la zona por la que el gasoducto submarino Nord Stream 1 —que une Rusia con los países escandinavos— ha sido recientemente saboteado en cuatro puntos, causando el consiguiente impacto medioambiental.

Navegando por las gélidas y procelosas aguas del mar Báltico, el autor nos transporta en un periplo a bordo del Serenade of the Seas a Estocolmo, Helsinki, San Petersburgo —la antigua Leningrado—, Tallin, Riga, el golfo de Botnia y otros fascinantes rincones geográficos. Ese recorrido por Suecia, Finlandia, Rusia, Estonia y Letonia, junto a los omnipresentes Raquel y Andrés, permite describir esos horizontes infinitos donde se juntan las líneas del futuro. Monteserín sentencia —juicioso y sabio— al final de un capítulo: «la vida del viajero es fantástica pero cuando empezamos a conocer un lugar hay que abandonarlo y ese desarraigo constante en busca de nuevos asombros me vuelve melancólico».

Este hombre emotivo y sensible, que ha escrito Donde convergen las paralelas para que usted lo disfrute, es un astur de mundo y del mundo, prudente, cauto y educado. Ejerciendo esa cortesía natural que antaño denominábamos urbanidad, hoy en franca decadencia, Pepe Monteserin destila una capacidad innata de atrapar al lector con la magia de sus palabras.

Siempre es útil tener a mano un mapa o carta de navegación para situar la ruta a seguir en el relato. Vamos, pues, a navegar juntos, lector, lectora, en esta apasionante singladura. ¡Buen viaje por el Báltico y sus misterios...!

JOSEPA. PUJANTE

Aventurero y escritor, ganador del III Premio

Eurostars de Narrativa de Viajes.

Barcelona, octubre de 2022

DONDE CONVERGEN LAS PARALELAS

PREFACIO

SAN EMILIO MÁRTIR

Lloré mis primeras sensiblerías en un diario y lo quemé. Un romance que compuse al alimón con Bécquer y con Espronceda dio también en la hoguera por mediocre; lo mediocre más que lo malo es antónimo de la excelencia. ¿Cómo convertir lo vulgar en excepcional?, ¿cómo transformar a Lisa Gherardini en La Gioconda?, ¿cómo volver lo humilde magnífico? Apenas mejoraban mis renglones cuando exhibía los viajes que mi abuelo materno, Emilio Corrales, organizaba cada 28 de mayo, onomástica de san Emilio mártir.

Emilio es mi segundo nombre, entre José y Ricardo; viene del latín aemilius, «el que se esfuerza en el trabajo». Mi abuelo era carpintero y constructor y, dado que trazó además carreteras y tendió puentes, fue pontífice. Estos viajes de la familia Corrales los celebramos a lo largo de un lustro, entre San Emilio de 1958, en que Franco, sin previa deliberación en las Cortes, aprobó la Ley de los Principios del Movimiento Nacional con esta declaración: «Nuestro régimen vive de sí mismo y se sucede a sí mismo», y San Emilio de 1962, cuando se casaron en Atenas Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia. Excuso decir que viajábamos sometidos a esos Principios del Movimiento antes que a las leyes de Newton. Desde Pravia, Asturias, mi abuelo financió viajes a León, Santander, Covadonga y Ribadeo, excursiones de una jornada que yo versificaba en cuartetas y redondillas; ante las páginas cuadriculadas de un bloc, bolígrafo en ristre, me sentía con las mismas oportunidades que Cervantes y que Homero, o más, puesto que ellos no podían mejorar, yo sí.

A mis trece años me seleccionaron para el concurso de redacción de Coca-Cola con otros dos compañeros del colegio. En la fábrica de Colloto, cerca de Oviedo, nos juntamos unos trescientos, nos repartieron cuartillas blancas con los membretes del Ministerio de Educación y Ciencia, y una cadena de hoteles, el de Coca-Cola y el de Iberia, que anunciaba en el propio folio viajes a Chile, Rabat y Roma.

—El tema es «Los viajes» —soltó un señor, que exhibía la chapa redonda y roja de Coca-Cola, que admirábamos más que la estrella de un sheriff—. Tenéis una hora para vuestra redacción.

Entonces no se decía relato sino redacción.

Pensé en contar el viaje que nos había llevado allí esa mañana, desde Pravia; 48 kilómetros en el flamante Seat 1500 que conducía don Manuel López de la Torre, el director del colegio, acompañado por don Gonzalo Sierra, subdirector, a la sazón mis profesores de Latín y de Historia. El asiento trasero lo ocupábamos tres alumnos, Eloy, Riesgo y yo; cuán cerca vi el cráneo del sub delante de nosotros, con aquella melena que, cultivada encima de la oreja, cubría patéticamente el parietal como cubren las cuerdas la boca de una bandurria.

A mitad de trayecto, en las curvas de la Llera, Eloy vomitó el desayuno encima del cogote beige del sub y de la tapicería gris marengo del Seat.

—¡Qué me hiciste, Eloy! ¡Qué me hiciste!

Don Manuel, colapsado el coche al borde de la carretera, se echaba las manos a la cabeza, como cuando declinábamos mal bonus-bona-bonum; Subgonzalo, con grandes aspavientos entre la vomitona, procuraba ganar tierra firme.

Hubiera sido de mal gusto redactar este trayecto de cercanías, intestinal. Tampoco mi intimidad consideró pertinente poner de relieve las excursiones organizadas por mi abuelo, o mi primer gran viaje, París-Pravia, en el pico de una cigüeña, el cuarenta de mayo de 1952. Otra alternativa sería redactar un viaje interior, profundizar en mi vida, todavía poco profunda, o contar ese último viaje de los místicos por la laguna Estigia, sin maletas ni huesos.

Conque, inspirado en el vago recuerdo de una fotografía de las lagunas de Ruidera, que ilustraba mi libro de Geografía, emprendí una incursión por los ojos del Guadiana; hurgué con el bolígrafo en el agua sumida y conté la espuma blanca, el lecho oscuro, el cliché del río, su muerte en vida.

«Pepe, tenemos que vender más, mata a alguien en la primera página», me recomendó muchos años después Pote Huerta, mi editor de Lengua de Trapo.

Pues bien, tras aquella redacción de Coca-Cola abordo hoy un libro de viajes, un viaje por el mar Báltico sin conflicto evidente, sin muerte en la primera página.

Conviene que el protagonista persiga un objetivo: el amor, la libertad, la verdad, el bienestar, una venganza, el Santo Grial, o los aminoácidos, y para conseguirlo ha de enfrentarse a obstáculos, jugándose la vida y el honor, pero ¿cómo crear un conflicto por el mar si mi mujer, mi hijo y yo somos un trío bien avenido que, además, sabe nadar?

En cualquier caso, es impropio de mi prosa matar a alguien en la primera página.

1

MUERTE EN LA PRIMERA PÁGINA

Del 3 de abril al 14 de julio de 2017

LUNES, 3 DEABRILDE 2017

Fallece a los setenta y siete años Pablo Ardisana, poeta asturiano de vocación tardía; no lo leí, tampoco lo conocí personalmente; al parecer padecía acondroplasia. Acá estos versos suyos:

yes la nueche

toda, como abrazu

de Vía Láctea.

Yo

esi rastru selemente, sillenciosu

de lluciérnaga: qu’eslluma

porque lo quies tú.

«Selemente» significa tierno, suave; «eslluma», deslumbra. Pues bien, la luciérnaga no se apagó; nació para mí con la muerte de su creador.

MARTES, 4 DEABRIL

Contratamos un viaje en unos grandes almacenes, en la sección que Yuval Noah llamaría «mercado de experiencias». Este profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén dice que sobre el mercado de experiencias se cimienta la nueva industria del turismo, el último mito, el consumismo romántico y su amplio espectro de emociones.

—Un crucero por el Báltico para tres —le dijimos a María Miranda.

—¿Por los fiordos?

—No, por las capitales.

Estocolmo, capital de Suecia; Helsinki, capital de Finlandia; San Petersburgo, que fue capital de Rusia; Tallin, capital de Estonia, y Riga, capital de Letonia. ¿Cuál es su situación geográfica? Ya veremos. Tampoco sabía yo la capital de estas dos últimas repúblicas que pertenecieron a la Unión Soviética. En mi colegio todo era Rusia y su capital se resolvía de una tacada: Moscú.

Por la tarde compré una guía: Capitales nórdicas. Escapada de lujo. En la primera página, bajo el título, escribí mi nombre, mi exlibris. Ni José ni Emilio ni Ricardo, solo mi hipocorístico Pepe, que contiene esos y más.

VIERNES, 7 DEABRIL

La María de la agencia de viajes nos reservó hotel en Estocolmo para la noche antes de embarcar, el Best Western Kom, en Döbelnsgatan, 17, dice que epicentro de tres barrios importantes: Norrmalm, Östermalm y Gamla Stan. Busco Döbelnsgatan en los mapas de Capitales nórdicas. Escapada de lujo y, en efecto, localizo el hotel cerca de un parque y entre circulitos rojos que resaltan los lugares de interés. Döbelnsgatan, Gamla Stan... ¡Un laberinto! ¡Qué diferencia entre un mapa desconocido y uno trillado! Nunca, por más que uno viaje y sea dado a la fantasía, son las cosas cual imaginamos. Eso sí, el mapa desconocido me ilusiona muchísimo más que el mapa explorado.

MIÉRCOLES, 12 DEABRIL

Mi hijo me reprocha que cuando creció dejé de quererlo; en realidad, dejé de acariciarlo y de escribir las cosas que me contaba, ingeniosísimas y con ese punto de inocencia infantil que se pierde al crecer.

—Te quiero, hijo, pero tu cutis raspa.

LUNES, 17 DEABRIL

En este viaje celebraremos mi sexagésimo quinto cumpleaños y el de Raquel, que cumple ocho menos que yo, mi jubilación oficial como arquitecto técnico y nuestro trigésimotercero aniversario de boda. Bodas de estaño, dice mi madre. De escritor solo llevo veinte años en el oficio; creo que Ardisana también fue de vocación tardía, o empezamos tarde, mejor dicho; aunque, si aguanto lo que mi madre, que cumplió noventa y siete el pasado enero, otra vez tendría que ponerme el casco de obra; escribiendo no se llega lejos. Más que vivir de la literatura, ella vive de mí, le doy todo, debí asesinarla en la primera página; ir de escritor pase, ejercer es una maldición.

Leo Capitales nórdicas. Escapada de lujo.

MARTES, 25 DEABRIL

Hacia las siete de la mañana suena el teléfono, mi hermana me comunica que ingresaron a mi madre en el Centro Médico. La epidemia de gripe colapsó el hospital, hubo que llevarla en ambulancia al HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias) y, como tampoco quedaban camas, a la Residencia del Naranco. Su corazón está débil pero funciona, y el cerebro; de hecho, porque quiere, vive sola desde que falleció mi padre, en 2006; el 31 de diciembre, como buen contable, cubrió la última página del Libro Mayor.

A última hora de la mañana quedé con Andrés. Es hijo único, en el amplio sentido de la palabra, y reclama con frecuencia, a veces con desesperación, que ejerza de padre y de amigo. Le digo que es incompatible ser padre y amigo, que no le conviene mi amistad.

—A los diez años quedé huérfano de padre —me echa en cara.

¡Cuánto jugué y viajé con él! Yo le hacía la vida fácil y él me conquistaba con su alegría. Al final de cada jornada recapitulábamos.

«¿Cuál fue tu momento más feliz?», le preguntaba.

Decía el corredor de fincas, Sigismund Gosch, personaje de Los Buddenbrook, de Thomas Mann: «El hombre que no se educa en el dolor nunca dejará de ser niño».

Leo Capitales nórdicas. Escapada de lujo. Luce en su portada un centinela en la garita ante el Palacio Real de Estocolmo; viste de azul, botas negras, polainas hasta la rodilla, casco dorado prusiano, a lo Bismarck, con remate en punta, como moharra de lanza, y barboquejo; a esos cascos los llaman pickelhaube.

JUEVES, 4 DEMAYO

En Memorias del subsuelo, Dostoievski mata moralmente al narrador en la primera página:

Ahora tengo cuarenta años y eso es toda una vida, y a la vez muy profunda. ¡Es indecoroso, vulgar e inmoral vivir más de cuarenta años! ¡Quien vive más de cuarenta años son los tontos y los canallas!

En Los hermanos Karamázov, Adelaida Ivánovna, primera esposa de Fiódor Pávlovich, Ofelia shakesperiana, se suicida en la primera página. La primera página de El idiota cuenta la mortal palidez de un joven epiléptico, pasajero del tren que llega a San Petersburgo. En la primera de Humillados y ofendidos deambula un viejo, cara de muerto, andar inanimado, que sobrevivió a su naturaleza, esqueleto revestido de piel. En Recuerdos de la casa de los muertos aparece la parca en portada, y en la primera página da cuenta de un condenado a trabajos forzados en Siberia, Alejandro Petróvich, por asesinar a su esposa. Dostoievski sabía seducir al lector. ¿Y Pushkin? En los primeros renglones de La hija del capitán mueren los ocho hermanos del narrador.

SÁBADO, 6 DEMAYO

Fui a Santo Toribio de Liébana. Atravieso una etapa de gentil creyente de conveniencia. Besé el Lignum Crucis que me tendió el prior, Juan Manuel Núñez, para ganar el jubileo y recogí una estampa con esta frase: «Nuestra gloria, Señor, es tu Cruz». Soy cristiano raro y escritor profundo; creo en los mitos y en que las luciérnagas deslumbran si me da la gana.

Mi madre volvió a casa el día 3; le dieron el alta, o, mejor dicho, la baja domiciliar, pero se encuentra mejor.

«Nuestra gloria, Señor, es tu cruz». Al gozo eterno desde el dolor infinito. Para subir al cielo se necesita una escalera larga, cantaba el Dúo Dinámico; no hablaban de ascensor. Elías subió en un carro de fuego. El dolor, según Aleixandre, es la cicatriz de la luz. La oración de la estampita empieza por «Oh Cruz de Cristo», y lamento su falta de calidad literaria y exceso de tópicos sacros.

Antes creía que las oraciones venían escritas o dictadas desde el cielo, como la Biblia, y que cualquier plegaria en formato de estampa iba a misa. Veo que no. Lo sublime mal redactado deviene en adefesio.

MIÉRCOLES, 10 DEMAYO

Dice Kipling: «¡Anda y busca tras las montañas. Hay algo perdido, aguardando que vayas!».

Escribir es contar un viaje. Siempre contamos un viaje, intramuros, es decir, introspectivo, o extramuros, como los de San Emilio mártir, con mi abuelo.

VIERNES, 12 DEMAYO

En un control rutinario de mi colesterol y ácido úrico, siempre en la línea de sombra, mi cuñado Carlos descubrió un desmadre en mis transaminasas, o sea, el GPT-ALT, con un valor de 548 U/l cuando el límite recomendado está en 69 U/l. En consecuencia, aunque no me tengo por alcohólico, me recuerda que en dos semanas me abstenga, al tiempo que me reservó fecha para una ecografía del hígado. ¿Tengo hígado? Pocos viajes hago yo intramuros, viscerales.

Con estas incidencias, lo de mi madre y mi desajuste químico se me antoja una utopía el viaje al Báltico. Hacer planes a tres meses vista y pagar por anticipado, por mucho que la audacia ayude a los valientes, lo desaprobaría el mismísimo Virgilio.

MARTES, 16 DEMAYO

Soy novelista porque no valgo para compositor, pero en Helsinki me gustará inspirar el aire de Sibelius. Inspirarlo digo, no expirarlo; escribir es agotador.

JUEVES, 18 DEMAYO

Sibelius era bebedor empedernido; a saber con cuántas transaminasas compuso su Séptima sinfonía. En su diario cuenta: «Soñé que era un virtuoso del violín». Yo, que hubiera querido ser cantautor, jamás soñé que lo era; ni en sueños fui escritor.

SÁBADO, 20 DEMAYO

A las siete, en el auditorio Príncipe Felipe, conmemoramos el décimo aniversario del coro. Cantamos «Todas las mañanitas», de la zarzuela Don Gil de Alcalá.

Canta y no llores,

corazón, no llores, ¡ay!

Mi padre solía cantarla en casa con su melodiosa voz de tenor.

Volverá la aurora

y tu noche triste se llevará. ¡Ay!

Dolor y gozo; ocaso y amanecer.

En un orfeón, además de buena técnica, fuelle y aspiración profunda, es necesaria la respiración coral; las piezas musicales conforman una unidad de pensamiento y han de interpretarse en un único suspiro del grupo, pero no todos a una, sino solapándonos. Aun respirando cuando a uno le viene en gana, puede hacerse en armonía.

DOMINGO, 21 DEMAYO

Leyendo Capitales nórdicas. Escapada de lujo, entro en la página de la estación de ferrocarril de Helsinki, de Eliel Saarinen, muy ligado al art nouveau. El art nouveau da importancia a lo decorativo incorporado al diseño industrial. Se confunde con art déco, art décoratif. ¿Trascendió el art nouveau a la literatura? Sí, con la aparición de las vanguardias, los ismos, que rinden culto a la novedad y a la sorpresa, que experimentan, rompen con el pasado y la tradición. Arte nuevo era el dadaísmo, el surrealismo, el ultraísmo..., en fin, lo de Kipling, pero más que buscar horizontes los retorcían. Aquella redacción mía para Coca-Cola era art nouveau, al contar el reverso del Guadiana, la sombra de las lagunas de Ruidera; un estirar el pescuezo por detrás de la luna para darle esquinazo a la realidad.

LUNES, 22 DEMAYO

¿Qué piensa Andrés del viaje programado? Quiere venir, no es poco.

DOMINGO, 28 DEMAYO

Fernando Alonso, en una temporada desastrosa para sus aspiraciones, se reinventa y pretende ganar las 500 Millas de Indianápolis. Memoricé el recorrido: un óvalo, cerrado en sí mismo, un viaje introspectivo. Me gustaría narrar ese viaje de Indianápolis, un circuito de 2,5 millas, sin paradas ni paisaje; redactar con parsimonia lo que sucede tan rápido. El tiempo no es implacable, puede domeñarlo la literatura. Bergson, inspirado en Plotino, lo estudió en Memoria y vida. El tiempo transcurrido durante una sensación muy intensa inspiró a Bierce El puente sobre el río del Búho, y a Borges El milagro secreto, para relatar respectivamente la historia de un reo desde que el pelotón dispara, o la trampilla se abre a sus pies, hasta que la bala llega a su cabeza, o la soga al gañote. Qué decir del episodio del Quijote en la cueva de Montesinos, o el del profeta Daniel, que tiró al suelo una jarra de agua, un arcángel lo llevó a los siete cielos y cuando regresó el agua del recipiente aún no se había vertido.

LUNES, 29 DEMAYO

Fui a la playa de Rodiles a tomar el sol y el garbí con El cuaderno gris, de Pla. Llevé Capitales nórdicas. Escapada de lujo, y viajé con sus páginas a Peterhof, el Versalles ruso. Leí acerca de las noches blancas de San Petersburgo, en junio y julio; también había leído algo en Guerra y paz, de Tolstói, época en que el atardecer se confunde con la madrugada y uno pasea a orillas del Nevá en moroso crepúsculo, como esas narraciones que dije de Borges y de Bierce, o la de Casi un objeto, relato de Saramago para contar la caída al suelo de una silla.

Un atardecer de junio vi una puesta en Cabo Home, Pontevedra, con la singularidad de que un instante antes de que el sol tocase el horizonte marino se producía una especie de ósmosis atmosférica en la que el disco solar anaranjado parecía absorber el mar y formar con él un pie, imitando la figura de un cáliz, el Santo Grial de la bandera de Galicia.

MARTES, 30 DEMAYO

En julio pondré un broche curioso a mi carrera técnica, la que me dio de comer, beber y vivir, y cambié hace veinte años por este oficio que mata desde la primera página. Lo celebraré en el Báltico, si Dios quiere, y quieren Thor y Odín.

MIÉRCOLES, 7 DEJUNIO

Mi cuñado me remitió a la especialista para una ecografía. ¡El viaje se va al infierno!, pensé. Con lo mal que soporto el calor. Las noches blancas serán rojas.

—Mírale de paso la próstata —le sugirió a la médica del ambulatorio.

A las órdenes de la bata blanca, me tumbé en una camilla, permití que me untara la barriga con vaselina y me temí que lo siguiente sería que me introdujera un dedo por el callejón, que hurgase tras las montañas de Kipling. De hecho, estrené calzoncillos. Pero la doctora no entró en profundidades digitales ni analógicas y se bastó con la pera transductor que traducía mi hígado en una pantalla.

—Graso —dijo.

—¿Y la próstata?

—Normal para su edad.

JUEVES, 8 DEJUNIO

Mi enésimo control de las transaminasas dice que bajé. Nunca, desde mi adolescencia, esquivé tanto tiempo el alcohol. Apenas lo extraño; tengo más calidad de cama y me sienta mejor amanecer. Los excitantes me desquician. Jamás tomé alcohol para escribir; este oficio requiere tranquilidad y soledad; después sí, después de parir, alcohol para olvidar; un vino frío frente al Cantábrico y una pota rebosando mejillones al vapor, si es mes con erre.

El cielo es para mí la orilla del mar en un eterno mes con erre.

VIERNES, 9 DEJUNIO

Cumplo un año. Acumulo sesenta y cinco; nunca tuve tantos que yo sepa.

Leo El cuaderno gris. El 9 de junio de 1919 habla Pla de las novelas, dice que aspiran a reflejar la vida y a demostrar la grandeza de la moralidad triunfante en cada momento, y que si las siete u ocho grandes obras maestras de esa clase de literatura no tuviesen fin ganarían.

DOMINGO, 11 DEJUNIO

En la Biblia corre la sangre; hay muchísimas muertes, pero comienza con la creación del mundo y de la vida y termina con la resurrección; en cambio, es el libro más vendido. Por otra parte, san Mateo, el autor más leído del Nuevo Testamento, mata en la primera página a un montón de gente para describir la genealogía de Jesucristo.

MARTES, 4 DEJULIO

Hacia las nueve y pico de la noche vi con Raquel El editor de libros; la primera parte de la película es algo aburrida, luego fue cogiendo músculo. Trata de la vida de Tom Wolfe, pero no el de La hoguera de las vanidades, sino un escritor anterior, Thomas Wolfe, que escribía demasiado; su editor, Max Perkins (Colin Firth), comprometido con la promoción del talento (también apoyó a Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway...), lo torturaba para que cortase el rollo; no le decía que matara a sus personajes en la primera página, sencillamente le arrancaba las hojas.

SÁBADO, 8 DEJULIO

En una librería de lance compré Epístola: in carcere et vinculis (De profundis), de Oscar Wilde. Quiero llevarlo al Báltico, hablando de profundidades.

DOMINGO, 9 DEJULIO

Fui a Santander con Andrés a buscar a Raquel, donde pasó el finde. Mi hijo, que hizo en esa ciudad la carrera (en CESINE, Marketing, Publicidad y Relaciones Públicas), recogerá sus diplomas procedentes de Inglaterra, por el convenio de su universidad. En la tarde nublada, que disuadió a los bañistas, mi silla y yo escogimos la playa del Sardinero y leí a Pla. ¿A quién mata Pla en El cuaderno gris? En la primera página y la primera línea se declara una gripe, pero la epidemia no va más allá, no corren los virus por la calle, como corren las ratas en La peste de Camus. Pocos personajes fallecen; eso sí, se arruina el padre de Pla. Josep Pla es protagonista y antagonista, y el viento. Tiene pésima opinión de sí mismo, no se gusta, se considera capaz de cometer, en cualquier momento, el más abyecto desatino, la más indignante tontería, y tiene grandes dudas sobre su moralidad intrínseca.

LUNES, 10 DEJULIO

Escribe Pla que le urge un traje. Mi ropero rebosa prendas sin estrenar porque escojo siempre dos tallas menos con la ilusión de bajar de peso. En mi casa comemos bien, bastaría con ver la gata, pero se escapó en busca de Kipling. Colecciono trajes para mi esperanza; puede estar contento mi alter ego con semejante guardarropa. Mi otro yo, en cambio, sigue gordito, con indumentaria demodé, amable y gastada, que me acepta como soy. Al revés que Pla, tengo en buena consideración a mis yo, sin entrar en profundidades. Ahora soy más frugal, me cuido, someto mis transaminasas, mi colesterol y brindo menos.

MIÉRCOLES, 12 DEJULIO

Terminando de leer El cuaderno gris me vienen ganas inmensas de escribir un diario. Fue mi primera tentativa literaria, en mi adolescencia, y lo destruí porque ni queriendo honraba mi memoria.

VIERNES, 14 DEJULIO

Fui a despedirme de mi madre; dos semanas para ella son una eternidad. Me preguntó cómo llevaba la jubilación, medio en broma y medio en serio, pues siempre abrigó la esperanza de mi regreso al trabajo «normal»; pero la carrera que me pagaron no da más de sí. Quien vive más de una vida sufre más de una muerte. No disimulé mi tristeza; no siento el menor júbilo con la jubilación. También me siento triste por mi madre, aunque su vida, cerca de extinguirse y pasar a otra mejor, fue más plena que lo será la mía. La tristeza de mi madre es abisal, la mía menos, aunque tampoco gratuita. Me preocupa la felicidad de mi hijo y su capacidad para entender a un padre con una sabiduría poco recomendable.

Por la tarde me acerqué a Bayas; arreciaba el nordeste, solo había un turista en la playa convencional, alto y delgado, con una cámara de cine filmando el viento. Yo me cobijé en las rocas, en la zona de nudistas; desnudo, claro, para no llamar la atención; de esas trazas terminé Elcuaderno gris. Asegura Pla que emprendió el camino para vencer la dificultad de emprenderlo; nada más lejos de mi caso y mi actitud vital, siempre con el hatillo al hombro, dispuesto a sentir, a seguir rastros; soy Emilio, «el que se esfuerza»; mi dificultad reside en estar quieto. En la última página de su Cuaderno, Pla anuncia que se va a París.

Hago la maleta y meto en mi bolso de viaje Epístola: in carcere et vinculis (De profundis), de Oscar Wilde, y Capitales nórdicas. Escapada de lujo.

2

CALLEJÓN DEL BESO

Sábado, 15 de julio. Oviedo-Estocolmo

5:00. Suena mi radio-despertador.

«Puigdemont vuela el último puente», dice un locutor, en referencia a la convocatoria del referéndum catalanista para el uno de octubre. Antes de acostarme tomé una pastilla para dormir, insólito en mis costumbres, salvo cuando era un ejecutivo de aquellos y había humedades en las casas. Me levanto algo mareado, me ducho, desayuno un kiwi y cuatro galletas, que mojo en una taza de leche; cargamos en el Citroën el equipaje y salimos Raquel, Andrés y yo, la familia al completo.

6:30. Alto del Praviano. Entregamos el coche y las llaves a un propio, sin papeles de por medio, un pacto entre caballeros, y nos acercó al aeropuerto en su furgoneta. En el aeropuerto entro a los aseos en vano, no son horas para tránsitos intestinales; mi organismo abre a las diez. Amanecerá Dios y obraremos.

Pasamos por el aro, el escáner, y me requisan un cuchillo de Iberia olvidado de otro vuelo en mi bolso de mano. Iberia rechaza su propio menaje.

7:30. Una azafata explica cómo utilizar el salvavidas (un flotador) y señala las puertas de desalojo del avión. Le haría caso si se tratara de un paracaídas.

7:40. Despegamos sin novedad, de momento. Abajo la playa de Bayas, el islote de La Deva cargado de gaviotas y el mar en calma; el mar siempre está en calma cuando se observa desde el avión. Ahora veo un mar de nubes alborotadas. Seguimos ganando altura hasta conseguir que el mar de nubes también se calme. Dame altura bastante y el mundo será una balsa de aceite.

Las nubes semejan glaciares sobre los valles de Asturias, como los antiguos parajes inexplorados de Canadá y Alaska. Mi hijo duerme, ayer se acostó tarde. Yo solo puedo dormir en la cama y a las horas reglamentarias. Siempre me atrajo la aventura, más que la rutina; sin embargo, cuán necesaria es esta para contar aquella. Pirar las clases para ir al río fue mi primera pulsión exploradora; la segunda, contarlo por escrito. Hubiera dibujado, hubiera tirado de pincel o de cincel, o cantado con púa y bandurria, pero donde doy lo mejor de mí, desde donde mejor persigo la armonía y me acerco a ella, es escribiendo.

Andrés duerme al lado del pasillo, Raquel lee entre los dos, yo, al lado de la ventanilla, escribo en los márgenes de Capitales nórdicas. Este es muchísimo más que un viaje de placer, aunque solo, y es bastante, pretende ser un viaje de placer. Viajar debería ser obligatorio, como el servicio militar o el servicio civil o el servicio religioso o los Erasmus; conciliar la instrucción de orden cerrado con la de orden abierto, practicar humildad y obediencia, enfrentarse a un mundo desconocido, con frecuencia absurdo, cuando no hostil, trabajar para el inglés, perder el tiempo sin mengua, hacerse olvidar, comparar, domeñar el amor propio. Viajar es la clave y jamás regresamos a la casilla de salida. Ahora entiendo aquel tema de redacción de Coca-Cola: «Los viajes».

Veo los tres macizos de los Picos de Europa, separados entre ellos por el Cares y el Deva. Ni pizca de nieve. La Torre de Santa María de Enol despojada del manto de Cemba Vieya parece un buitre sin estola; perder la nieve perpetua es más grave que perder la sombra.

Algo más que un viaje, decía, porque celebramos mi modesta y parcial jubilación, la graduación de Andrés, que terminó hace un año, el aniversario de boda, el cumpleaños de Raquel. Los tres solos, como en pocas ocasiones. Un viaje al norte, a los días largos de premioso atardecer.

8:00. Otra vez el mar de niebla.

Empecé a leer De profundis, es decir, Epístola:in carcere et vinculis (De profundis).