Ecos de la hermenéutica bíblica en la propuesta ética - Emmanuel Flores-Rojas - E-Book

Ecos de la hermenéutica bíblica en la propuesta ética E-Book

Emmanuel Flores-Rojas

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Beschreibung

En El pensamiento de Paul Ricouer, Emmanuel Flores-Rojas, nos acerca a unos de los grandes pensadores filosóficos universales de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI y presenta la relación entre ciencias humanistas y las ciencias bíblicas que han sido normalmente tratadas de forma separada sin ninguna conexión. Una aportación al conocimiento de unos de los grandes pensadores filosóficos de la segunda mitad del siglo XX donde se muestra la relación entre ciencias humanas y las ciencias bíblicas, asimismo entre la exégesis, la teología y la hermenéutica bíblica hacia la hermenéutica general y la ética. Para ello, el autor Emmanuel Flores-Rojas, de forma magistral toma como ejemplos los temas centrales del pensamiento de Ricouer, como son el problema del mal, la creencia o convicción, el lenguaje de la fe, el simbolismo en el lenguaje y la libertad humana, entre otros, para crear esas conexiones, esos "ecos" entre la hermenéutica bíblica y la hermenéutica filosófica. Una obra tanto para especialistas en teología como para estudiosos de la filosofía; apta para personas con inquietudes sobre cómo pensar y razonar su fe sin renunciar al método científico de la hermenéutica. Una obra de filosofía rigurosa y académica, y sin embargo clara, donde poder ver desde las dos orillas de la hermenéutica, la bíblica y la filosófica, el mismo río de la vida y los grandes temas que nos preocupan a todos, y escuchar las voces y ecos a ambos lados de las orillas. En este libro Emmanuel Flores-Rojas esboza parte de la vida y pensamiento de Paul Ricouer para poder pensar la vida y la fe "con él" y "más allá de él".

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Ecos de la hermenéutica bíblicaen la propuesta ética

EL PENSAMIENTO DE PAUL RICŒUR

Emmanuel Flores-Rojas

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2022 por Emmanuel Flores-Rojas

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.cedro.org; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)».

© 2022 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

El pensamiento de Paul Ricoeur.Ecos de la hermenéutica bíblica en la propuesta ética.

ISBN: 978-84-18810-77-0

eISBN: 978-84-18810-78-7

Filosofía

Pensamiento cristiano

Emmanuel Flores-Rojas es Licenciado en Filosofía y Maestro en Humanidades: Ética, por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Estudios de Psicología por la misma Universidad, además de un Bachillerato en Teología por el Seminario Teológico Presbiteriano “Nicanor Felipe Gómez” de Toluca, cuenta con estudios de Maestría en Ciencias Bíblicas por el Seminario Teológico Presbiteriano de México (STPM). Es profesor de filosofía y teología en la Comunidad Teológica de México (CT de M).

Sus áreas de estudio son la filosofía de la religión, la hermenéutica, la ética, la filosofía prehispánica, la psicología de la religión, el protestantismo y las relaciones entre teología y capitalismo salvaje. Actualmente está especializándose en la filosofía del francés, Paul Ricœur, cuya tesis de Maestría llevó por título: “Ecos de la hermenéutica bíblica en la propuesta ética de Paul Ricœur”.

Ha sido ponente en congresos filosóficos y teológicos de México y del extranjero y ha escrito diversos artículos en sus áreas de interés y especialización. Es miembro de la Asociación Iberoamericana de Estudios Ricœurianos (ASIER) y fundador del Círculo Mexicano de Estudios Ricoeurianos (CIMER). Actual doctorante en Humanidades: Ética Social.

A mi abuelita, Bárbara Pascuala Estrada Villegas,quien con su ejemploforjó en mí una auténtica espiritualidad cristiana.

A mi abuelito, Anatolio Flores Beltrán,quien me enseñó las primeras letras del Evangelio,al acurrucarme con el Padre Nuestro.

A mis padres, Josías Flores Lozada y Evangelina RojasEstrada, con gratitud.

Para mis hijos, Emmanuel Cuahutli y Sofía Quetzalli FloresR., con expectación vehemente.

Con gratitud a mi querido Profesor, Dr. Adolfo Díaz Ávila,quien acompañó con su sabiduría y bondadla presente investigación.

Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος……ἦν τὸ φῶς τὸ ἀληθινὸν ὃ φωτίζει πάνταἄνθρωπον ἐρχόμενον εἰς τὸν κόσμον

ΚΑΤΑ ΙΩΑΝΝΗΝ 1:1a, 9

En el principio era la Palabra……aquella luz verdadera, que alumbra a todoser humano, venía a este mundo

Evangelio de san Juan 1:1a, 9

Me gustaría resumir esta introducción de la manera siguiente: el objeto de la teología es la palabra hecha carne; pero, como la carne es el hombre, y el hombre es lenguaje, hacerse carne es, para la palabra, hacerse lenguaje en el sentido humano y secular del término. El hecho de que el Logos se haga discurso, pase al rango de nuestras palabras, constituye el Geschehen, el cual crea el encuentro de la teología de la palabra y los estudios lingüísticos. […]

Eligiendo este campo de confrontación pienso que me sitúo al mismo tiempo en un nivel que se presta perfectamente a una discusión con el método de la teología bíblica, que en gran parte es una interpretación de palabras clave, por lo demás, al final volveré sobre el problema de las palabras clave, tales como alianza, carne, pecado, gracia, etcétera, y ante todo sobre la palabra clave en torno a la que gira de alguna manera toda la hermenéutica bíblica, la palabra misma de Dios, que requiere a cada momento una reorientación completa de las demás palabras clave.1

Lo que la conciencia testimonia es que lo que debo en ese sentido puramente formal –a saber distinguir el bien del mal– lo puedo, y que cualquier hombre lo puede como yo. Esa es una de las significaciones que es posible atribuir a ese versículo del prólogo del Evangelio de Juan: El verbo era “luz verdadera que alumbra a todo hombre” (Juan 1:9).2

Paul Ricœur

1. Ricœur, Paul, “Reflexión sobre el lenguaje. Hacia una teología de la palabra”, en VV. AA., Exégesis y hermenéutica, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1976, p. 239.

2. Ricœur, P., “El sí «objeto de mandamiento» o My prophetic soul”, en Amor y justicia, trad. de Adolfo Castañón, Siglo XXI editores, Ciudad de México, 2009, p. 122.

ÍNDICE

Prólogo por Dr. Tomás Domingo Moratalla

Introducción

CAPÍTULO IPUNTOS DE PARTIDA DE UN ITINERARIO FILOSÓFICO

1.La impronta de Paul Ricœur en la filosofía del siglo XX

1.1El filósofo y el político: Paul Ricœur y Emmanuel Macron

2.La recepción de su herencia protestante

2.1Destellos de una peripecia familiar

2.2Paul Ricœur y su educación protestante

3.Roland Dalbiez y “el umbral de la clase de filosofía”

4.El encuentro con Gabriel Marcel y la vocación filosófica

5.Karl Jaspers y la filosofía de la existencia

5.1Karl Jaspers y su influencia sobre el novel filósofo Paul Ricœur

5.2Karl Jaspers y la ontología delante de la Trascendencia

6.Jean Nabert y su influencia sobre el problema de Dios y el tema del mal

7.La recepción fenomenológica: Edmund Husserl

8.El contacto con el personalismo: Emmanuel Mounier

8.1La revista Esprit: rehacer el Renacimiento

9.Diálogos hermenéuticos: Martin Heidegger y Hans-Georg Gadamer

9.1Martin Heidegger: entre ontología y epistemología

9.2Hans-Georg Gadamer: la aporía diltheyana no resuelta

CAPÍTULO IIPAUL RICŒUR, EL FILÓSOFO DEBUTANTE

1.Filosofía de la voluntad. Lo voluntario y lo involuntario

1.1La doble tesis doctoral

1.1.1La tesis complementaria: la traducción de Ideen I de Husserl

1.1.2La tesis principal: filosofía de lo voluntario y lo involuntario (Le volontaire et l’involontaire)

2.La “elección” del tema de la voluntad

2.1Fenomenología y filosofía de la voluntad

2.2La voluntad en San Pablo y su lectura ricoeuriana

2.3La mala voluntad y su empírica

3.La influencia y acicate de Maurice Merleau-Ponty sobre la fenomenología de la voluntad

4.Preludio. De lo involuntario absoluto a la filosofía del absoluto relativo

5.Interludio. Ricœur y su diálogo fecundo con la teología bíblica y dogmática

6.Postludio. La Filosofía de la voluntad y su “deuda” con la teología protestante

CAPÍTULO IIIHERMENÉUTICA FILOSÓFICA Y EXÉGESIS BÍBLICA

1.Las tertulias protestantes semanales y su encuentro con la exégesis bíblica

2.La procesión hermenéutica ricoeuriana

2.1La “primera hermenéutica” filosófica ricoeuriana: la de «El símbolo da que pensar» a «El símbolo da qué pensar»

2.2La segunda hermenéutica ricoeuriana: De l’interprétation-Essai sur Freud

2.3La tercera hermenéutica ricoeuriana: la interpretación del sí frente al texto

3.La complementariedad entre hermenéutica filosófica y exégesis bíblica

CAPÍTULO IVEL MAL. UN DESAFÍO A LA FILOSOFÍA Y A LA TEOLOGÍA

1.El mal como drama de la libertad: libre albedrío versus siervo-arbitrio

2.El gnosticismo: πόθεν τὰ κακά: ¿de dónde proviene el mal?

3.La experiencia del mal. Tôn páthei máthos (τὸν πάθει μάθος): «Por el dolor, el conocimiento»

4.El mal como desafío a la filosofía y a la teología

4.1El nivel del mito

4.2El nivel de la sabiduría

4.3El nivel de la gnosis y de la gnosis antignóstica

4.4El nivel de la teodicea

4.5El nivel de la dialéctica «fracturada»

CAPÍTULO VEJERCICIOS DE HERMENÉUTICA BÍBLICA Y ÉTICA RICOEURIANOS

1.El ser humano no-violento y su presencia en la historia

2.La Regla de Oro y la “economía del don” («πολλῷ μᾶλλον»: mucho más) dentro de la ética ricoeuriana

2.1La Regla de Oro dentro de la filosofía moral

2.2La Regla de Oro dentro de la teología

3.La “pequeña ética” en Sí mismo como otro

4.El diálogo fecundo entre filosofía y teología en Amor y justicia

Conclusiones

Epílogo por Dr. Marcelino Agís Villaverde

Bibliohemerografía

•Bibliografía básica ricoeuriana

•Bibliografía complementaria

•Artículos de internet

•Artículos de revistas

•Biblias

•Diccionarios y obras de consulta general

Prólogo

Hacernos “eco” en justa distancia

Es para mí un placer y un orgullo presentar este trabajo de Emmanuel Flores-Rojas sobre un filósofo tan querido como Paul Ricœur. Nos encontramos con un gran trabajo de un joven investigador, que no por ser joven deja de ser maduro y logrado el trabajo que el lector tiene entre sus manos.

El tema es sencillo de enunciar, aunque es difícil en elaborar. Un mérito, no pequeño, del autor es presentarnos el tema también de una forma que yo calificaría de sencilla, aunque lo abordado sea complejo. Tenemos aquí una presentación de la hermenéutica bíblica de Ricœur en conexión con lo nuclear de su propuesta ética. Se trata de un planteamiento original que busca la conexión entre dos temas que han sido, normalmente, tratados de manera separada en nuestro filósofo. Trata el autor de establecer puentes, vínculos y conexiones entre los temas de exégesis, teología y hermenéutica bíblica en Ricœur con la dimensión filosófica y ética de su pensamiento. Además de original, este planteamiento mide bien su alcance: no es cuestión de abordar todos los temas de la hermenéutica bíblico-teológica ricoeuriana, ni toda su hermenéutica filosófica, ni toda su ética, sino establecer conexiones, buscar los hilos, establecer los cauces para hallar la justa distancia entre unos temas y otros. Para eso, con maestría y sabiduría, lo que hace nuestro joven autor es buscar algunos temas nucleares que permitan la conexión, el engarce; así es como vemos que el trabajo se centrará en cuestiones como el mal, la creencia o convicción, el lenguaje de la fe, la libertad humana, y alguno más. No están todos los temas, pero los que están son de especial relevancia.

Por otra parte, consciente de la audacia de la empresa y de la ingente obra del pensador francés, y de lo casi inabarcable de los temas referidos, Emmanuel Flores-Rojas utilizará una bella expresión para referirse a este entrecruzamiento entre temáticas; hablará, metafóricamente, de “ecos”. No puedo más que aplaudir semejante elección del término, y también de que el término sea una metáfora. Elude, sabiamente, hablar de una relación de fundamentación, de consecuencias, etc., y se contenta, nada más y nada menos, con hablar de “ecos” de la hermenéutica bíblica en la ética de Ricœur.

¿A qué apunta, a qué se refiere, hablando de “ecos”? Yo interpreto, y aplaudo, la elección por varios motivos. En parte, porque así evita otras expresiones más comprometidas, pero, también, por la carga de sentido que tiene la metáfora del “eco”, y los lectores de Ricœur bien sabemos de la hondura, vital y reflexiva de las metáforas. ¿Qué es un eco? Un eco es una voz debilitada; algo que sigue sonando después de su primer acontecer. Por aquí podríamos seguir con la reflexión. Yo me centraré solo en un pequeño aspecto de la metáfora el “eco”. Nada más leer la palabra “eco” me vino a la memoria aquellos versos, tan cargados de sentido y verdad, del poeta español Antonio Machado que dicen: “Desdeño las romanzas de los tenores huecos / y el coro de los grillos que cantan a la luna. / A distinguir me paro las voces de los ecos, / y escucho solamente, entre las voces, una.” Vemos aquí cómo la metáfora del eco se engarza con la de la voz, tan llena de resonancias —seguimos con las metáforas— bíblicas, religiosas y filosóficas. El tema de la “voz”, de la llamada, es fundamental en nuestra tradición cultural (religiosa y filosófica); además es un tema con el que bien podríamos sumergirnos en el pensamiento ricoeuriano: voz de la conciencia, una voz en mí y superior a mí, me reconozco autónomo y heterónomo, etc. Estos temas, de alguna forma también tratados en estas páginas, se dejan pensar desde la metáfora del eco, de la voz.

Así pues, sin seguir el hilo de la metáfora invito al lector a pensar, y distinguir, ecos, voces, resonancias, de un tema en otro (Biblia y creencias con temas filosófico-éticos), y los ecos y las voces requieren nuestra atención y distinción para evitar, lo digo también de manera metafórica, “habladurías”, mera cháchara.

De su lectura, antes de entrar en otros comentarios, un tema se dibuja que personalmente yo destacaría. Y, paradójicamente, no pertenece a la hermenéutica bíblica ni a la ética. Me refiero a la antropología filosófica. En mi interpretación, el entrecruzamiento entre ambas dimensiones de saberes, de lenguajes y de experiencia, revelan un espacio de reflexión que es hoy más necesario que nunca: la antropología filosófica. No seguiré en esta línea, pero no quería dejar de apuntarlo.

Antes de proseguir, quisiera hacer un breve comentario a aspectos puramente formales, aunque aquí, como en tantos aspectos de la vida, las formas, la liturgia, es fundamental. Se encontrará el lector con un texto bien escrito, claro, preciso, con un lenguaje ágil, técnico, pues el tema lo requiere, riguroso, y claro. No tiene por qué el filósofo para ser profundo volverse en incomprensible. Aquí tenemos un ejemplo de filosofía rigurosa, académica, y, sin embargo, clara. En los medios filosóficos no suele ser lo habitual.

Además, el autor estructura muy bien el trabajo. Una magnífica introducción nos sumerge en los temas y perspectivas, nos ofrece un mapa de exploración de todo el texto. Cada capítulo es un paso en una investigación articulada y coherente. En el primer capítulo nos ofrece una extraordinaria aproximación a la biografía de Ricœur, donde las curiosidades y anécdotas, juegan un importante papel en el desarrollo de la trama. En el segundo vemos como el joven Ricœur debuta en el pensamiento, haciendo pie en las tradiciones heredadas. El tercer y cuarto capítulo se centrarán en dibujar, a veces de una manera extraordinaria, las líneas fundamentales de la hermenéutica bíblica, teológica, de Ricœur, y en el capítulo quinto asistimos a la resonancia de todo lo tratado en su ética, a propósito, sobre todo, de la cuestión del mal y de la libertad. Una amplia conclusión recoge los temas fundamentales y nos señala las aportaciones de este trabajo académico.

Los temas son complejos, el itinerario de Ricœur amplio y disperso, lleno de “rodeos”, que pueden hacernos perder el camino, y acabar en sendas perdidas. Pero esto no le ocurre a Ricœur. Tampoco al trabajo de Emmanuel Flores-Rojas. A pesar de que el tema es de gran magnitud y bien podría pasarle, y no le pasa. Una habilidad al respecto que me gustaría señalar es que tiene el mérito de acompañar al lector, de llevarlo y conducirlo por esta multitud de textos y contextos.

Continuando en el plano formal, un aspecto que valoro sobremanera es que el autor nos ofrece un texto académico, complejo, como acabo de decir, donde se dan cita múltiples palabras, unas veces es el autor, otras el propio Ricœur, otras los que hablan, hablamos, de Ricœur, otras los que hablan de los temas de los que hablamos…. Es decir, el texto se mueve en una gran cantidad de niveles, en diferentes capas, y así el texto puede ser bien leído de una manera lineal, pero también admite otras lecturas; aquella que se fija en los propios textos de Ricœur, en la literatura secundaria, o en las tomas de posición del autor. Todas las lecturas son posibles. Son muchos los ecos y las voces que puede seguir el lector. Y todas con sentido. Y la lectura no es farragosa, no es difícil, pese a los diferentes estratos de sentido que se manejan y se invocan (¡otra vez la metáfora de la voz-eco!).

Pero no se piense el lector que aquí solo tiene un —magnífico—- texto académico en el que nos presenta una filosofía, Emmanuel Flores-Rojas no deja de mostrarnos (aunque tienda con suma honestidad a no expresarlo) sus propias creencias, sus propias convicciones. Por eso mismo el texto (académico) tiene que ver con la vida, la del filósofo del que se habla (Ricœur), la del autor (Emmanuel Flores-Rojas), y la de nosotros, los lectores. Es un gran trabajo académico, pero también vital, late la vida.

No es mi misión aquí desgranar los capítulos; será la tarea del lector o del estudioso del pensamiento de Ricœur y de los temas. Tampoco dar mi versión del asunto, el lector interesado puede encontrar fácilmente mi parecer sobre algunos de los temas aquí planteados.1. Tampoco resumir o concluir nada; el trabajo se vale por sí mismo y es, como señalaba anteriormente, suficientemente maduro. Tan solo me limitaré a algunos subrayados, algunas ideas que me parecen realmente muy sugerentes.

En el primer capítulo destaco sobremanera la forma en que el autor nos introduce en las tradiciones en las que Ricœur se forma y en la biografía del filósofo francés. Además, a propósito de tantas cosas se deja oír la propia voz de Ricœur, también convocado en este mar de interpretaciones y lecturas. Con el capítulo segundo accedemos al auténtico nivel filosófico, acompañamos a este filósofo debutante (Ricœur) a adentrarse en el gran tema de la voluntad, y nos encontramos sumidos en una urdimbre de tradiciones y referencias: la inserción en la fenomenología, la clave hermenéutica, los avatares biográficos y, como no, la tradición protestante, que vigoriza la propuesta de nuestro filósofo. El capítulo tercero y cuarto son el corazón de la obra; la explicación de la hermenéutica bíblica y la exégesis, por un lado, y la hermenéutica filosófica por otro, es ejemplar. Se ven relaciones, se establecen puentes, y, sin embargo, también apreciamos la distancia entre unas y otras. Proximidad y, al mismo tiempo lejanía: he ahí la clave de comprensión de buena parte de esta filosofía hermenéutica. La relación difícil, compleja, entre filosofía y teología, está perfectamente trazada en Ricœur, y muy bien recogida en este trabajo; en su ambigüedad, con sus dudas, sus vacilaciones. Tomar como hilo conductor la cuestión del mal no solventa la problematicidad, al contrario, la eleva exponencialmente, es decir, la muestra y la multiplica. Y así damos paso a la ética desde este umbral que es, ante todo, antropológico. El último capítulo, que se plantea modestamente como unos “ejercicios”, es especialmente encomiable. Vemos en él la tensión entre lo filosófico y lo bíblico, que se concreta ahora en la tensión entre amor y justicia, la cual se analiza desde la regla de oro y la cuestión de la autonomía. Las preciosas conclusiones nos recuerdan el camino andado y la tarea por hacer.

Quizás Ricœur, en su propia vida, fue más dubitativo que lo que este texto muestra. Al escribir sobre esta cuestión le ocurre a Emmanuel Flores-Rojas lo que nos ha pasado a todos, buscamos decir, afirmar, comparar, establecer un discurso coherente. El propio Ricœur, tanto en entrevistas como en su vida personal, mostraba dudas, incoherencias, etc. Las tensiones y conflictos no eran solo afirmadas, también vividas, y la complementariedad entre filosofía y religión, o entre la razón y el corazón, no era vivida sin fracturas y rupturas. En algún momento el texto de Emmanuel Flores-Rojas apunta también a estas dudas y a estas “paradojas vivas”.

Nos encontramos aquí con un verdadero trabajo de hermenéutica, de Hermenéutica con mayúscula, más allá de escuelas, adjetivos o adscripciones. No entra en debates estériles de “bíblica”, “teológica”, “cristiana”, etc.; quizás ese es el problema de otros, quizás fue el problema de Ricœur, pero no el mío, y creo que tampoco el del autor. El autor nos ofrece una hermenéutica viva y creativa (dos palabras “enormes” a la hora de hablar de Ricœur). La tarea de interpretación se centra los temas que importan y nos preocupan, convocando voces, discursos, de diferente origen y pelaje, pues nos interesa “la cosa misma”, la vida misma. Así leo yo a Ricœur, y así leo también este trabajo.

Comprender un texto, hacer hermenéutica, es, traduciendo toda la propuesta de Ricœur (que tan bien se recoge aquí) a palabras sencillas, entender cómo un texto (en este caso la obra de Emmanuel Flores-Rojas) parte de la vida, no es la vida y, sin embargo, vuelve a la vida. Emmanuel Flores-Rojas nos deja ver -como señalaba anteriormente- sus convicciones, por qué este autor y por qué estos temas; nos presenta con exquisita finura académica la trama de un pensamiento y, lo que es más importante, nosotros, lectores, podemos ver que lo que aquí se dice no nos deja igual, nos implica a nosotros; habla de nuestra vida, podemos leer alguna de nuestras preocupaciones, probablemente las más esenciales. Quizás podría resumir la hermenéutica de Ricœur, y esta lectura que se nos ofrece aquí, diciendo algo así como “aquí va la vida”, o algo de la vida, al menos.

Algunas metáforas juegan un importante papel a la hora de comprender a Ricœur, y también a la hora de comprender este trabajo y su alcance. Señalo tres; alguna ya la he mencionado. En primer lugar, la metáfora del “eco”; no insisto. Hablar de ecos, voces, palabras, escucha, etc., abre un campo semántico profundo y rico, a la vez que indica límites y alcance. Una hermenéutica que se hace eco…

En segundo lugar, la metáfora de la “harina integral”; eso es lo que aquí se nos ofrece. No una harina blanca, limpia, etc.; es la harina con todos sus componentes, con todo su grano, es decir, se echa mano a multitud de textos, niveles, voces, etc., y todo se muestra; quizás es más difícil de digerir (y cuesta leer, releer), pero es más nutritiva. Nos ofrece Emmanuel una hermenéutica que enriquece…

Y, en tercer lugar, la metáfora del espejo. Es una metáfora referida en algunos momentos por Ricœur. Aquí esta obra, la obra también de Ricœur, es valiosa por muchas cosas, pero sobre todo por una: permite aportar algo de luz a la tarea de vivir; Emmanuel Flores-Rojas nos ofrece un espejo donde podemos vernos reflejados, incumbidos. Es una hermenéutica en la que podemos mirarnos…

La expresión “justa distancia” aparece repetidamente en el último Ricœur, y en muchas entrevistas ya al final de su vida. Probablemente fue esa su pretensión: establecer la justa distancia entre dominios distantes y distintos, pero también entre ámbitos, entre personas…. Buscó siempre, o por lo menos nos invita a ello, la justa distancia; y justa en el sentido de apropiada, conveniente… Su filosofía es una hermenéutica de la “justa distancia”. Por ejemplo, en el debate final que se nos plantea aquí entre amor y justicia hay que encontrar la “justa distancia”. La voz justa, el eco justo, la distancia precisa, ni poco, ni mucho. Esta búsqueda de la justa distancia es la búsqueda de lo excelente, de la virtud, que no es medianía o mediocridad, es lo excelso. Su ética, su vida y su obra, está recorrida por esta pretensión; también el trabajo de Emmanuel Flores-Rojas nos invita a la búsqueda de esa “mirada constante, palabra precisa, sonrisa perfecta” (que diría el trovador).

Mucho podríamos decir sobre esta idea de “justa distancia”, lo dejo para otra ocasión. Creo que puede ser suficiente por ahora referirme a la que fue una de las grandes amigas de Ricœur, además de conocedora de su legado, Catherine Goldenstein. Cuando le pedí en el congreso de Valencia (2013) que nos recordara a Paul Ricœur nos ofreció una bella charla llena de humanidad, de amor y justicia, y la tituló precisamente “justa distancia”. Invito a su lectura.2

El trabajo de Emmanuel Flores nos sitúa a la justa distancia de un pensamiento como el de Ricœur. Nos pone en la justa distancia entre el discurso y la vida; la justa distancia —con palabras de Jorge Semprún, aunque invirtiendo la disyunción en conjunción—, entre la escritura y la vida. Ese fue el gran mérito de Ricœur: ponernos entre la escritura y la vida, con la escritura y la vida. Y el gran acierto de Emmanuel Flores-Rojas es recordárnoslo.

Tomás Domingo Moratalla.Profesor de Antropología Filosófica.UNED, Madrid, España.Marzo, 2020.

1. Mi propia posición sobre el lugar de la religión en la filosofía hermenéutica de Paul Ricœur se encuentra recogida en el trabajo “Las ‘horcas caudinas’ de la hermenéutica. Perspectivas y alcance de la fenomenología hermenéutica de la religión de Paul Ricœur”, en VV. AA. (eds.), Con Paul Ricœur. Espacios de interpelación: tiempos, dolor, justicia, relatos., Dykinson, Madrid, 2016, pp. 385-404. También en mi introducción a P. Ricœur, Amor y justicia, Trotta, Madrid, 2011.

2. Catherine Goldenstein, “La justa distancia”, en Domingo Moratalla, T. y Domingo Moratalla, A. (eds.), Bioética y hermenéutica. La ética deliberativa de Paul Ricœur (Actas del Congreso Internacional, Valencia, España, febrero 2013), Editorial Hermes, Valencia, 2014, pp. 29-32.

Introducción

El escrito sobre la investigación que el lector tiene en sus manos, intitulada Ecos de la hermenéutica bíblica en la propuesta ética nació de una inquietud antropológica que puede ser enunciada en el apotegma latino de Publio Terencio Africano: «Homo sum, humani nihil a me alienum puto» (“Soy un hombre, nada humano me es ajeno”), e intento tematizar varios problemas eminentemente humanos, y estrictamente filosóficos, de la mano de uno de los filósofos franceses más importantes del último siglo. Esta tesis examina el modo como el filósofo galo, Paul Ricœur, conjugó de un modo bastante creativo tanto la hermenéutica como la ética, en su propuesta filosófica de gran calado. El pensamiento de Ricœur se reveló ubérrimo en muchos sentidos porque su filosofía es dialógica y conciliadora.

El problema de investigación surgió de un primer encuentro con uno de los últimos libros publicados por el pensador francés, en cuyo título está contenido el germen de lo que aquí se intentó hacer: Pensar la Biblia. Estudios exegéticos y hermenéuticos. Sí, pensarla, pero no como teólogo ni de un modo confesional, sino de la mano de una auténtica reflexión filosófica y ética. Ricœur así lo hizo, de ahí el sobrenombre de “Estudios exegéticos y hermenéuticos”, elaborados como filósofo de la religión –y no como filósofo religioso–, usando los métodos exegéticos y hermenéuticos en diálogo con el saber filosófico. En esta obra, Paul Ricœur junto a André LaCocque, abordaron sendos textos bíblicos a dos manos, primero escribía el exégeta canadiense y entonces replicaba el filósofo francés. De tal modo que el resultado final es la consecuencia de un diálogo franco de hondas dimensiones filosóficas y teológicas. Esto es así justamente porque Paul Ricœur “supo hacer de la «hermenéutica» un puente para unir, sin confundir ni subordinar, las dos orillas que dieron forma a la geografía de su pensamiento: la filosofía y la teología”.3

Luego de este libro de exégesis y hermenéutica bíblica, cayó en mis manos otro sobre la misma temática, con el nombre de: Fe y filosofía. Problemas del lenguaje religioso. En esta antología se reunieron textos de Ricœur que problematizaban lo religioso, lo bíblico, lo teológico, lo hermenéutico y lo ético, desde la especificidad fenomenológica y filosófica. En el epílogo de esa antología se encuentra un ensayo llamado “El carácter hermenéutico común a la fe bíblica y a la filosofía” (énfasis añadido). Se podría decir que fue la lectura inicial de estos dos libros, lo que dio origen a esta tesis de posgrado. En un primer momento el título de la tesis estaba formulado como una pregunta: “¿La hermenéutica bíblica incide en la propuesta ética de Paul Ricœur?”, pero luego fue cambiada por el actual nombre gracias al atinado consejo de mi tutor académico.

Los libros antes señalados posibilitaron un primer acercamiento a una cuestión que hasta ese momento se encontraba inexplorada e ignota como problema de investigación dentro de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex): la relación entre lo bíblico-teológico y lo ético-filosófico. El nulo acercamiento de este tipo de indagaciones podrá corroborarse por la escasísima bibliografía sobre exégesis y hermenéutica bíblicas que Paul Ricœur generó, y de la cual no hay suficiente material de consulta en el acerbo general de la Universidad, ya que ni en la Biblioteca “Ignacio Manuel Altamirano” ni tampoco en la Biblioteca Central “Juan Josafat Pichardo Cruz” hay algún material sobre el tema de investigación. La gran parte de los textos ricoeurianos aquí citados sobre este tópico, fueron conseguidos en instituciones teológicas de México y del extranjero.

Además, el presente objeto de estudio fue seleccionado porque en español todavía no existe una investigación que haga un acercamiento al pensamiento de Paul Ricœur como el que se propuso hacer en el presente trabajo. En buena medida, el estado de la cuestión en México se encuentra así, porque existe un prejuicio metodológico generalizado en los investigadores mexicanos al acercarse a un problema como el que se plantea al tratar de encontrar los puntos de coincidencia y de contacto entre una hermenéutica eminentemente filosófica y una exégesis de carácter bíblico-teológica. Esa ofuscación académica está vinculada muchas veces a un dogmatismo metodológico mal entendido. Debido al laicismo exacerbado y a la influencia del positivismo en el que nacieron las instituciones educativas mexicanas en el siglo XIX (en plena Reforma liberal) las disciplinas teológicas fueron desterradas de su estudio en los diferentes Institutos Científicos y Literarios (antecedentes directos de las actuales Universidades públicas estatales), confinándose a los Seminarios o Institutos bíblicos que las diferentes asociaciones religiosas organizaron para preparar a sus líderes. En el caso de Europa, Norteamérica y algunos países del hemisferio Sur, la teología se sigue estudiando en las Universidades, ya que la mayoría de ellas cuentan con una Facultad de Teología. En México, universidades privadas como la Iberoamericana o la Anáhuac, cuentan con alguna licenciatura o posgrado en teología. Hay que criticar este laicismo exacerbado que se vuelve fundamentalista, descalificando un acercamiento como el propuesto aquí. Habrá que recordar, sin embargo, que una sociedad que no tiene fundamentos simbólicos –como señalan Mircea Eliade y Paul Ricœur– se encuentra perdida o al borde del caos. La propuesta metodológica seguida por Paul Ricœur, y puesta en acción en la presente investigación, puede ayudar a despojarse de ese prejuicio. ¿Es necesario afirmar, no obstante, que la presente tesis, tanto por su contenido como por su método, es eminentemente filosófica? Por su contenido se inserta dentro de la antropología filosófica y la filosofía de la religión, y su método es el hermenéutico.

La importancia de este objeto de estudio tiene una doble vertiente: por una parte, la relectura de la aportación que Paul Ricœur hizo a la filosofía contemporánea; y por otra, en continuar con el diálogo fecundo que Ricœur desarrolló con otras disciplinas, algunas de ellas consideradas bien disímiles a la filosofía, como podría considerarse a la teología. Sin embargo, el trabajo filosófico de Ricœur consistió no solo en dialogar con esas disciplinas dispares, sino también en reactualizarlas, al hacer novedosas aportaciones y desafiándolas desde el ámbito propio de la filosofía. “En nuestra valoración, esto podría indicar en Ricœur una lógica “dia-lógica”, superadora de una clásica lógica dialéctica. En esta última, la síntesis es siempre superadora de la posición antitética. En Ricœur, por el contrario, las oposiciones o polaridades no siempre se resuelven sino que son motor de objetivaciones en diálogo que suma, sin superar ni absorber a uno de sus términos. Por eso favorece los procesos de confrontación, con o sin consenso, siempre tolerante y receptivo”.4

Un argumento más, a favor de la posibilidad de esta propuesta de investigación, reside en el hecho de que hasta ahora, al menos en la UAEMex, no existe todavía un acercamiento teórico como el que aquí se está proponiendo. Analizando el estado del arte, la mayoría de las tesis de postgrado disponibles en la Biblioteca “Ignacio Manuel Altamirano” de la Facultad de Humanidades, se enfocan en un acercamiento mayúsculo hacia el tema de la ética en Ricœur, y cuando se hace referencia a la hermenéutica ricoeuriana no se le vincula necesariamente con su propuesta ética, esbozada en este proyecto de investigación, a partir de su hermenéutica bíblica. La presente tesis buscó problematizar la obra ricoeuriana desde los siguientes planteamientos:

1.Evaluar la propuesta ética de Paul Ricœur a partir del problema del mal, tópico común tanto a la filosofía como a la teología.

2.Contrastar las aportaciones de la hermenéutica de Paul Ricœur tanto en el terreno de la filosofía como en el ámbito de la exégesis bíblica.

3.Examinar los problemas del lenguaje religioso y su relación con una hermenéutica de la Palabra.

Así mismo, las preguntas que dirigieron el derrotero de este proyecto estuvieron delimitadas por el objeto de estudio e intentaron dilucidar la cuestión sobre la pertinencia de tal investigación. Las cuestiones que me propuse responder a través del largo itinerario de la presente investigación, fueron las siguientes:

1.¿En qué medida la cultura bíblica de Paul Ricœur influyó en la formulación de su propuesta ética?

2.¿Por qué el problema del mal es un desafío tanto para la filosofía como para la teología?

3.¿Es posible una militancia religiosa sin comprometer esa “convicción” desde una “crítica” filosófica?

De tal suerte que, frente a la inmensidad de la generosa obra filosófica de Paul Ricœur en torno a la hermenéutica bíblica y su vínculo con la ética, dirigidos por los planteamientos recién enunciados y por las preguntas de investigación, la tesis aquí presentada que originalmente estaba proyectada para plantearse en tres capítulos, creció hasta llegar a cinco. De hecho, la lectura del propio Ricœur fue la que marcó la pauta para modificar en determinados puntos el esquema de contenido. En el primer capítulo se buscaron las coordenadas académicas y espirituales que orientaron el derrotero del quehacer filosófico ricoeuriano. A partir de la pregunta de investigación sobre el modo en que el texto bíblico –y sobre todo, la hermenéutica asociada a su interpretación teológica– influyó en la filosofía ricoeuriana y en la propuesta ética que depende de esta, se pasó revista en este primer momento a los puntos de partida de aquel itinerario filosófico que configuraron el acercamiento ricoeuriano sobre el tópico en cuestión. En primera instancia se analizó la impronta que Ricœur ha dejado en la filosofía del pasado siglo y cómo sigue impactando la de la presente centuria. Paul Ricœur se reveló así, como un corredor de fondo que pudo dialogar con las más diversas disciplinas humanas para acceder al misterio sobre el sentido del ser, ya que al final de Finitud y culpabilidad dice: “Apuesto a que comprenderé mejor al hombre y la relación entre el ser del hombre y el ser de todos los entes, si sigo la indicación del pensamiento simbólico”. Así, la filosofía ricoeuriana se reveló como antropológica y ontológica, al mismo tiempo. Ricœur no rehuyó una reflexión necesaria sobre lo religioso, porque a partir de la lectura de Jules Lachelier pudo entender que la filosofía debe tratar de entenderlo todo, incluso los fenómenos religiosos del hombre de fe.

Que Paul Ricœur fue un hombre de profunda fe, no cabe la menor duda, ya que el francés fue un filósofo de expresión cristiana, aunque no un filósofo cristiano, si por ello se entiende un pensador dogmático. En ese primer capítulo se mostró que Ricœur desde su más tierna infancia fue sometido a un encuentro constante y sistemático con el texto bíblico a través de la lectura cotidiana de las Escrituras que se llevaba a cabo en el seno familiar. Desde ese encuentro con lo bíblico y teológico, Ricœur pudo reconocer años después, lo que denominaría genéricamente como “convicción” de un sujeto que ha sido convocado por una palabra que le precede, la Palabra de Dios. De ahí Ricœur puede decir: “la palabra es mi reino”. Luego de hacer referencia al protestantismo reformado de Ricœur, se accedió a lo que constituyó su primera clase de filosofía en el Liceo.

En efecto, al encontrarse con Roland Dalbiez, Ricœur se decantó por hacer una carrera en filosofía y no en literatura como tenía planeado. El impacto que le causó Dalbiez es tan importante que lo reconoció siempre como su primer maestro de filosofía. De este profesor adquiere el carácter que le permitirá más adelante enfrentar cualquier problema filosófico sin amilanarse frente a lo desafiante que pudiera ser la cuestión que se esté enfrentando. También de él recibirá el encuentro entre filosofía y psicoanálisis gracias al ejercicio que su maestro llevó a cabo sobre la obra de Freud. Tiempo después se integró a las charlas filosóficas que Gabriel Marcel patrocinaba en su propia casa todos los viernes por la tarde. De esos encuentros con Marcel, Ricœur sabría que lo que quería ser en la vida era convertirse en filósofo, también en esas tertulias semanales aprenderá a pensar por sí mismo y a dar razones de ese pensamiento, sin recurrir a la autoridad de algún autor filosófico. ¿No constituye esto una primera afirmación de sí, como después propondría Ricœur en su ética narrativa?

Posteriormente encontrará la filosofía de Jean Nabert que le permitirá conjugar por primera vez el problema de Dios con el tema del mal. Propiamente hablando, será de este filósofo de quien adoptará la filosofía reflexiva. Esta propuesta filosófica le permitirá oponerse a las filosofías de la inmediatez del cogito cartesiano. La llamada Filosofía de la voluntad, de Paul Ricœur estará fuertemente influenciada por Nabert, tanto en Lo voluntario y lo involuntario como en Finitud y culpabilidad. A continuación Ricœur descubrirá el método fenomenológico husserliano, el cual conjugará con la filosofía reflexiva. Aquí se empiezan a atisbar ya sus primeros escarceos con la hermenéutica. Esta unión necesaria entre hermenéutica fenomenológica y fenomenología hermenéutica será posible gracias al doble acercamiento entre la filosofía de Heidegger y Gadamer. Ricœur también abrazaría la filosofía personalista de su compatriota Emmanuel Mounier, por quien siente un especial afecto y una afinidad intelectual. De hecho, a través de él, Ricœur quedará ligado a la revista filosófica francesa Esprit.

El segundo capítulo está enteramente dedicado a la génesis de la mencionada Filosofía de la voluntad, desarrollada en Lo voluntario y lo involuntario y en “El hombre falible” así como en “La Simbólica del mal”, estas dos secciones presentadas en un solo volumen editado bajo el nombre de Finitud y culpabilidad. En este capítulo, en primer lugar se hizo referencia a lo que todavía a mediados del siglo pasado sucedía en Francia con los doctorantes al tener que presentar dos tesis. La principal de ellas fue justamente Lo voluntario y lo involuntario, la segunda era la traducción de Ideen I de Edmund Husserl, el filósofo alemán al que Ricœur consideraba como uno de sus tres grandes maestros. De ambos trabajos de grado se hace un amplio análisis, especialmente de la que Ricœur bautizó como su “gran tesis”. Respecto a la traducción francesa de Ideas I, Ricœur tiene serias dudas sobre su publicación, no obstante, será Maurice Merleau-Ponty –el filósofo a quien Ricœur admiraba– el encargado de alentarlo para que fuera publicada. Sobre ella, se resalta la calidad de la traducción, pero además se indica el modo como Ricœur comenzó su trabajo en el campo de concentración nazi. Esto más que ser una simple anécdota, reviste especial importancia porque se da en un momento existencial único de “finitud”, ya que forma parte del hombre que “actúa y sufre”.

Respecto a la tesis principal, se trató de probar que ella recibe dos tipos de influencia en lo concerniente a la voluntad; por una parte, desde la Ética nicomáquea de Aristóteles, y por otra, desde el cristianismo paulino. Esto permite entrever una idea que acompañó a Paul Ricœur a lo largo del desarrollo de su filosofar: nadie comienza originalmente nada, porque no hay filosofía sin presupuestos previos. La Filosofía de la Voluntad, fue desarrollada en tres partes que fueron agrupadas en dos volúmenes, esto obedecía, como siempre, a preocupaciones particularísimas del propio Ricœur. La década de los 50’s constituye la presentación del pensador francés en tanto filósofo debutante de amplias y sesudas consideraciones filosóficas. En la lectura y su consecuente análisis de Finitud y culpabilidad, pueden encontrarse algunos de los argumentos más fuertes de la presente investigación. Porque quien lee esta obra, se da cuenta de las profusas citas que Ricœur lleva a cabo de un texto antiquísimo como la Biblia hebrea y cristiana. Esta fue una de las principales razones por las que Ricœur fue acusado injustamente de ser un teólogo transmutado en filósofo. Por medio de los símbolos de la mancha, el pecado y la culpabilidad, Ricœur recurre sin ningún pudor a la Biblia como fuente alterna de la filosofía, o como lo que él llamaba “fuentes no filosóficas de la filosofía”.

Su hermenéutica bíblica designa tópicos hasta ese momento inexplorados por un filósofo, porque podrían ser confundidos con la teología, más que ser considerados en estricto sentido como filosofía. Desde luego, el abordaje que desarrolla Ricœur ahí, de ningún modo puede considerarse como una “filosofía cristiana” sino más bien enuncia que, para un cristiano como Ricœur, es posible la filosofía. No solo es posible, sino obligatorio, porque la fe está llamada también ella misma a dar razones de su conocimiento. De ahí que Rudolf Bultmann propusiera en su Glauben und Verstehen que “la fe es comprender la revelación y la existencia propia como si fueran una misma cosa”5. A partir de las críticas que aquí y allá recoge Ricœur, por lo que muchos consideraban una intromisión de la teología en la filosofía, se opondrá diciendo; primero, que él es resultado de dos culturas: la griega y la judeo-cristiana; y segundo, que su talante griego está insertado dentro de la crítica, mientras que su condición judeocristiana está enmarcada dentro de la convicción. Crítica y convicción fue la síntesis que Paul Ricœur logró llevar a cabo en su fecundo quehacer filosófico.

Asimismo, dentro de este segundo capítulo se revisan a los innumerables teólogos (algunos de los cuales fueron filósofos también, como san Agustín, Rudolf Bultmann y Paul Tillich) con los que Ricœur dialogó para mostrar que el filósofo francés tenía una información abundante del quehacer teológico de su tiempo, ya que siguió puntualmente las aportaciones que los profesionales de la teología, tanto bíblica como dogmática, fueron haciendo en la dogmática cristiana, al mismo tiempo que Ricœur construía su propia propuesta filosófica. Contribuciones teológicas que Ricœur aquilató y a veces incorporó a su hermenéutica bíblica, acotando que incluso él mismo llegó a proponer interesantes lecturas sobre los textos bíblicos. Dos de los mejores ejemplos de este diálogo con la teología y con los teólogos de su tiempo, así como con la hermenéutica bíblica y la exégesis contemporánea, son dos libros en los que Ricœur contribuyó –como filósofo y exégeta– y que fueron publicados en la década de los setenta.

El primero de ellos publicado en 1971, lleva por nombre Exégesis y hermenéutica,6 donde Ricœur se midió con exégetas franceses de la talla de Paul Beauchamp y Xavier Léon-Dufour, así como con lingüistas tan reputados como Roland Barthes y con psicoanalistas como Antoine Vergote, en un Congreso convocado para problematizar la cuestión entre la investigación histórica y la actualización hermenéutica. Este encuentro buscaba una nueva lectura y otros acercamientos al texto bíblico, distintos a los de la exégesis anclada en el método histórico crítico, a través de la nueva hermenéutica. Las intervenciones de Ricœur fueron las siguientes: “Del conflicto a la convergencia de los métodos en exégesis bíblica” (Conferencia de introducción); “Sobre la exégesis de Génesis 1:1-2:4a” (Conferencia); “Bosquejo de conclusión” (Conferencia final); así como un ensayo para ser leído previo al Congreso: Reflexión sobre el lenguaje. Hacia una teología de la palabra, (texto también publicado en El lenguaje de la fe, pp. 141-161).

El otro libro es Exégesis. Problemas de método y ejercicios de lectura,7 en el que Ricœur publicó inicialmente: “La tarea de la hermenéutica”, “La función hermenéutica de la distanciación” y “Hermenéutica filosófica y hermenéutica bíblica” (ensayos que más tarde fueron incorporados a Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, pp. 71-124). En una carta dirigida a uno de los editores de esta obra, Paul Ricœur, resumía su aportación al mismo, en los siguientes términos: “El título de mi contribución podría ser exégesis bíblica y hermenéutica. El tema sería la doble relación de la exégesis con la hermenéutica: como hermenéutica especial respecto de una hermenéutica general, como hermenéutica querigmática respecto de una hermenéutica considerada como canon”.8 De tal manera que esto confirma lo afirmado por Paul Ricœur acerca de que sus acercamientos intermitentes a la teología cristiana, estuvieron más empapados de exégesis y de hermenéutica que de teología dogmática o sistemática. No obstante, también echó mano de esta, criticándola en tanto filósofo y mostrando a veces, sus aporías.

En cuando al capítulo tercero, este desarrolla el tema de la hermenéutica filosófica y la exégesis bíblica. Comienza mencionándose las tertulias semanales que los agentes de predicación dominical (pastores) llevaban a cabo sobre el texto bíblico como un ejercicio doble: exegético y hermenéutico. Ricœur asistía a las mismas, y podría decirse que ahí enriqueció su lectura, ya de por sí habitual de la Biblia. Paul Ricœur propone una lectura no literalista, no fundamentalista ni sectaria, sino sapiencial, práctica, ética y libre de dogmas. Aquí cobra sentido la fe cristiana como una confianza depositada más que en un texto inerte, en una Palabra viva que sale al encuentro de los seres humanos en cuanto Logos. Ricœur recupera la cuestión del kerigma cristiano como aquello que es más fundamental en esa palabra que es dirigida al hombre. Además, reconoce que él se ubica no solamente como asiduo lector de la Biblia, sino como oyente común de la predicación cristiana (y en escasas ocasiones también como predicador), basada en el texto bíblico. Encuentra en la escucha de esa palabra un tránsito del discurso hacia la acción, lo que Ricœur llama “transferencia del texto a la vida”. Ricœur puede decir a partir de una confianza razonable, junto con el cristianismo mundial, un también: “yo creo”.

Se desarrolla la idea ricoeuriana de que el lenguaje religioso es sensato, es decir, que tiene una coherencia lógica y que por lo tanto posee un sentido, sobre todo cuando la Iglesia busca comprender lo que predica, pero también, dialogar con otros que no creen según el modo de ella. Este encuentro con los agentes pastorales encargados de la proclamación dominical permite a Paul Ricœur desarrollar una hermenéutica que es un decir haciendo, y es un hacer diciente; en una frase, se trata de una “hermenéutica del decir y del hacer”. Para Ricœur la tradición bíblica no es un falso saber, sino que se trata de un pensamiento humano, digno de estudio por parte del filósofo. Por ello, Ricœur menciona que existe una hermenéutica teológica que permite hacer especulaciones filosóficas en el terreno de lo bíblico. En este sentido, la filosofía le ofrece a la hermenéutica bíblica un apoyo extraordinario en su esfuerzo por entender vetustos textos y actualizarlos para el hombre de hoy. Así nace lo que Ricœur enuncia como una inteligencia de la fe. Para darse una idea de los ensayos que Paul Ricœur consagró a la hermenéutica del lenguaje religioso y a la exégesis bíblica, véase la nota al pie de página en Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, pp. 123-124).

En este capítulo también se analiza lo que aquí he llamado la “procesión” hermenéutica ricoeuriana que nace con la interpretación de los símbolos en Finitud y culpabilidad, que parte del aforismo doble: “El símbolo da que pensar” y “El símbolo da qué pensar”. En esta etapa de su desarrollo intelectual Ricœur se mantiene en los márgenes de una hermenéutica centrada en los grandes símbolos. De aquí caminó, gracias a su encuentro con Freud, un crecimiento en el entendimiento de la hermenéutica. El método analítico de interpretación de los sueños practicado por el médico austriaco, provoca y genera un plus en la teoría de la interpretación. Este acercamiento a Freud, le permite un nuevo desarrollo en su teoría hermenéutica, pero también posibilita su autoexilio a EE. UU. por la incomprensión que De l’interprétation-Essai sur Freud, provocó en los círculos académicos franceses. Posteriormente Paul Ricœur transitó entonces de una hermenéutica de los símbolos, a una enunciada en los signos, y de ahí devino en una hermenéutica del sí frente al texto, desarrollada ampliamente en Sí mismo como otro. El capítulo culmina proponiendo que entre hermenéutica filosófica y exégesis bíblica puede darse un encuentro fecundo.

En el cuarto capítulo se desarrolla el tema insondable del mal, cuestión común a la filosofía y a la teología. De hecho, el título del capítulo, “El mal. Un desafío a la filosofía y a la teología”, recupera un ensayo de Ricœur con el mismo nombre. Como se sabe, el tema del mal es uno de los más recurrentes en la filosofía ricoeuriana. El primer apartado del capítulo recupera un debate antiquísimo sobre la cuestión de la libertad como uno de los grandes temas dentro de la ética. Ahí se problematizó el tópico del “libre albedrío” frente al “siervo-arbitrio”. Ricœur afirma que el mal tiene el significado de mal porque es obra de una libertad, el ser humano no tiene más remedio que declarar: yo soy el autor del mal.

También se inquirió a partir preguntas como las siguientes: ¿Cómo puede la voluntad humana estar ligada (siervo-arbitrio) y ser libre (libero-arbitrio), al mismo tiempo? ¿Es esto posible? ¿Pueden coexistir Dios y el mal? En esta sección se reflexionó sobre el «mito adámico», la interpretación que de él hizo san Agustín de Hipona, y la crítica que Ricœur ejerció sobre esta interpretación teológica, sobre todo en lo referente a las ideas del llamado “pecado original” y de la “caída”. La feroz crítica de Ricœur contra ese concepto de un pecado “natural” transmitido de generación en generación, es francamente chocante para el filósofo francés y lo considera un “falso saber” que debe ser eliminado del imaginario cristiano, pero también toma nota de la construcción histórica que de ese tema se hizo. No deja de reconocer que es un símbolo racional en lo referente al tema del mal. De hecho, Ricœur toma a san Agustín como piedra angular para construir a partir de ahí una hondísima reflexión sobre el mal.

Posteriormente se examinó el tema del mal no como teniendo alguna sustancia sino presentándolo como el no-ser. A partir de la interpretación que el filósofo africano hace sobre el mal, de hecho no se podría plantear la pregunta sobre ¿qué es el mal?, porque se le estaría dotando de sustancia, la pregunta debe transmutar hacia esta otra: ¿de dónde proviene que haga el mal? Si el mal no tiene sustancia, tampoco es pre-existente al ser humano, entonces el mal tiene que ser asumido por aquel que lo ejecuta o lo lleva a cabo, sin imputárselo a alguien más, en un enunciado performativo debe responsabilizarse del mismo. Ricœur ejercerá una crítica al gnosticismo sin dejar de señalar que fueron los gnósticos quienes primero se plantearon con mucha profundidad este tema a través de la pregunta πόθεν τὰ κακά. Luego se hace un análisis del mal dentro de la tragedia griega: Tôn páthei máthos (τὸν πάθει μάθος): «Por el dolor, el conocimiento». En este estadio de la investigación se afirma que la filosofía debe dejarse instruir por la tragedia. El planteamiento central de este capítulo es cuestionar si la filosofía y la teología, podrían transitar juntas un camino común que inquiera sobre el tema inabarcable del mal.

Finalmente, el capítulo cinco presenta ejemplos de los ejercicios de hermenéutica bíblica y ética. Aquí se siguen los planteamientos que Paul Ricœur efectuó sobre cuestiones éticas prácticas, vinculadas a temas como la guerra, la violencia, el asesinato, la economía, el suicidio, el amor y el odio, entre otros. En ese último capítulo se muestra a un pensador creativo que engarza su propuesta ética con los sesudos análisis en el campo de la exégesis y la hermenéutica bíblicas. En este capítulo se revisan los ejercicios donde Paul Ricœur da preponderancia al análisis ético del Siervo de Yahvé, del Sermón del Monte, de la Regla de Oro y del Nuevo Mandamiento de amar a los enemigos, y de ahí extrae lo que podría llamarse motivaciones éticas. Este capítulo recorre el largo trayecto que Ricœur mismo efectuó en su hermenéutica bíblico-teológica y su culminación en una propuesta ética a partir de aquella.

El aparato crítico que acompaña la presente investigación es bastante robusto porque siempre se buscó la rigurosidad conceptual en el análisis de la obra ricoeuriana. Se trató en la medida de lo posible que cada aserción tuviera el debido sustento académico. La bibliografía también es amplia porque gracias a la luz que la lectura de Paul Ricœur fue arrojando a lo largo de la redacción de esta tesis, siempre que fue posible acceder a los textos y autores con los que el francés dialogó, se citaron o se hicieron explícitos. La amplitud del diálogo ricoeuriano se muestra a lo largo de los cinco capítulos. Por supuesto, también se consultaron los textos bíblicos a los que Ricœur hizo referencia, en algunos casos, incluso en sus lenguas originales, hebreo y griego. Se tiene que decir una palabra sobre el modo como aquí se citó a Ricœur. Siempre que se trataba de un texto que fue escrito como una obra homogénea, este se vertió por su nombre particular, es decir por el nombre del libro. Cuando se consultaron escritos antológicos como El conflicto de las interpretaciones, Historia y verdad o Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, se citaron los ensayos por su nombre –y no por el nombre general del libro– y se proporcionó el año de su publicación y el lugar donde apareció por vez primera el ensayo o el artículo, para resaltar la continuidad del pensamiento ricoeuriano en torno a ciertos tópicos y la época por la que fueron abordados.

También es necesario dar una palabra de gratitud y reconocimiento a mi gran amiga argentina, Lucía Maureliz, quien hizo todo lo posible para que pudiera efectuar una estancia académica de un mes por Argentina y Uruguay, lo que me permitió encontrar libros fundamentales para esta obra. De no haber sido por ese viaje, esta tesis no habría contado con la bibliografía necesaria e imprescindible para su elaboración. Esta tesis se completó gracias a varios libros que ella compró, incluso libros de segunda mano, o a la obtención de fotocopias de aquellos que ya no se editan más. Asimismo a mi colega psicólogo, Hugo Gallardo Duarte, quien me informó que en la biblioteca de la Comunidad Teológica de México (CT de M) se encontraba un libro de exégesis y hermenéutica donde Ricœur había sido colaborador. Por lo demás, el apoyo y acompañamiento atento del Dr. Adolfo Díaz Ávila, mi tutor, quien fue el primer lector de la incipiente redacción que se gestó paso a paso, a veces muy lenta y otras veces en el silencio, el ostracismo y la incertidumbre total. Sus atinados consejos, las sugerencias siempre pertinentes para incluir bibliografía que no había sido tomada en cuenta o que era ignorada por mí, incluso el préstamo de libros, contribuyeron de manera efectiva a la consolidación de la presente tesis. Los errores u omisiones que pudieran encontrarse en el presente texto, son únicamente míos. Vaya también una palabra de agradecimiento para Francisco Domínguez Solano y María del Rosario Guzmán Alvirde, profesores de francés, quienes revisaron mis traducciones personales de los libros y artículos de Paul Ricœur que fueron citados del francés por no existir traducción española. No puedo dejar de mencionar a mi gran amiga Sandra Gabriela Pichardo Arellano, por la complicidad académica compartida al final de la elaboración de esta tesis. Sus comentarios sobre errores evidentes de estilo fueron muy importantes para que este escrito tuviera menos faltas, así como su compañía y presencia continua cuando mi espíritu desfallecía.

Desde luego no podría olvidar aquí el sistemático apoyo que me proporcionaron mis alumnos de Biblia y Teología en nuestras tertulias nocturnas de los viernes, me refiero a los matrimonios conformados por Rogelio Rodríguez Ruíz y María de Jesús Galindo Galindo, Humberto Flores Hurtado y Laura Virginia Rodríguez Contreras, así como Manuel Porras Rivera y Sandra Luz Domínguez Zavala, quienes me permitieron compartir con ellos, mucho de los ejercicios de hermenéutica bíblica ricoeuriana que fui aplicando en mi propia lectura del texto bíblico y en el análisis teológico de algunas doctrinas cristianas que hemos estudiado a lo largo de más de un año. Además, deseo agradecer el sustento económico que recibí, primero para viajar a Argentina y Uruguay, y también para la impresión de esta tesis. Sin ese sostén moral y económico esta tesis no habría sido concluida con éxito. Por su valiosa contribución, ánimo constante y estímulo sin cortapisas, a todos ellos: ¡Muchas gracias! Finalmente, quiero agradecer el amor y la comprensión de Emmanuel y Sofía, mis amados hijos, a quienes robé parte del escaso tiempo que pasamos juntos, también ellos padecieron y acompañaron este peregrinar académico.

Concluida esta larga investigación, no me resta sino decir que terminado momentáneamente este texto, ya no me pertenece más, sino que ha venido a formar parte de esa comunidad hermenéutica universitaria y eclesiástica, a las que felizmente me encuentro ligado.

Emmanuel Flores-RojasToluca de Lerdo, Estado de México, 13 de julio de 2018

3. Stauber, Juan Carlos, “Paul Ricœur y su aporte a la hermenéutica bíblica”, en Anatéllei: se levanta, Año 8, Nº. 15, Córdova, 2006, p. 91.

4.Ibíd., p. 101.

5. Citado en la “Presentación” a Bultmann, Rudolf, Creer y comprender, Vol. I, trad. Eloy Requena, Studium ediciones, Madrid, 1974, p. 7.

6. Título original: PP. AA., Exégese et herméneutique, Éditions du Seuil, París, 1971.

7. Título original: Bovon, François y Rouiller, Grégoire (comp.), Exegesis. Problémes de Méthode et exercices de lecture, Delachaux et Niestlé, Neuchâtel-París, 1975.

8. Carta del 18 de julio de 1972 dirigida por Paul Ricœur a François Bovon. Cfr, Bovon, François y Rouiller, Grégoire (comp.), Exégesis. Problemas de método y ejercicios de lectura, trad. José Severino Croatto, Asociación Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1978, p. 16.

Capítulo I

Puntos de partida de unitinerario filosófico

Una obra, si lo es de veras, no es sino la terca reiteración de dos o tres obsesiones. Cada cambio es un intento por decir aquello que no pudimos decir antes…1

Octavio Paz

Mis obras son las huellas que dejo. La historia de mis puntos de vista filosóficos puede ser de interés, pero la historia de mi vida es nula. Nadie está interesado en mi vida y, por lo demás, mi vida es mi obra. Si quieres escribir sobre mí, simplemente escribe sobre mis libros y artículos filosóficos.2

Paul Ricœur

1. La impronta de Paul Ricœur en la filosofía del siglo XX

Paul Ricœur nació el 27 de febrero de 1913 en Valence (Drôme), Francia y falleció el 20 de mayo de 2005, en Châtenay-Malabry (Altos del Sena), a los 92 años de edad. Ricœur perteneció a esa extraordinaria generación de filósofos franceses entre quienes se encuentran Jean Nabert (1880-1961), Gabriel Marcel (1889-1973), Emmanuel Mounier (1905-1950), Jean-Paul Sartre (1905-1980), y Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), entre otros. Él es, sin duda alguna, uno de los grandes filósofos del siglo XX, ya que su obra y pensamiento constituyen toda una summa filosófica, desarrollada a lo largo de más de sesenta años ininterrumpidos de intensa actividad intelectual. Este filósofo francés recibió muy temprano la influencia de la filosofía reflexiva francesa, del existencialismo (sobre todo en su vertiente cristiana), del personalismo, de la fenomenología, de la hermenéutica y de la exégesis bíblica.

Sus estudios fenomenológicos y hermenéuticos contienen una profundidad ontológica que es insoslayable para el estudio de la filosofía del último siglo y, sin duda, seguirá impactando la filosofía del siglo XXI. “El rigor intelectual de Ricœur hizo que su influencia fuera enorme, principalmente entre los filósofos de inspiración cristiana, teólogos o hermeneutas, pero también fue reconocido por todo tipo de filósofos del lenguaje, críticos literarios, filósofos del derecho, filósofos morales, historiadores, juristas e incluso psicoanalistas”.3 Por la bastedad de su obra filosófica, la impronta de Paul Ricœur ha marcado hondamente el pensamiento y la filosofía occidentales, como sostiene Felipe López Veneroni:

La obra de Ricœur es basta en sentido ecuménico; generosa en su pluralidad teórico-conceptual y luminosa en un sentido profundamente humanista. Filósofo, teórico literario, filólogo, antropólogo, crítico cultural, hombre de Fe y visionario,