El algoritmo del bien común - Martín Illanez - E-Book

El algoritmo del bien común E-Book

Martín Illanez

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Beschreibung

En un mundo dominado por la automatización, el desempleo estructural y la concentración de la riqueza, el capitalismo muestra sus límites. Martín Illanez propone el Tecno-Socialismo Distributivo como una alternativa viable y urgente. Este ensayo lúcido y provocador disecciona las contradicciones del sistema actual y propone un nuevo modelo basado en la redistribución tecnológica, el derecho al tiempo libre y la democratización de la inteligencia artificial.

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Seitenzahl: 396

Veröffentlichungsjahr: 2025

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MARTÍN ILLANEZ

El algoritmo del bien común

Por una democracia tecnológica

Illanez, Martín El algoritmo del bien común : por una democracia tecnológica / Martín Illanez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6568-6

1. Ensayo. I. Título. CDD A864

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Capítulo 1 - El colapso del capitalismo y la necesidad del Tecno-Socialismo Distributivo (TSD)

1.La fase terminal del capitalismo

2. El fin del trabajo asalariado y la trampa de la automatización

3. La extrema derecha y la corporatocracia como amenazas para el pueblo

4. La viabilidad del tecno-socialismo distributivo como única solución

5. La crisis del neoliberalismo y el desmoronamiento del Estado de bienestar

6. Hacia una economía del tiempo

7. La transformación del Estado como imperativo

8. Tecno-Socialismo como la única alternativa viable

Capítulo 2 - La necesidad de un nuevo paradigma en la era digital

1.El colapso del contrato social tradicional: una reflexión crítica en la era digital

2. El fracaso del modelo neoliberal y las teorías obsoletas en la era digital

2. Fundamentos del Tecno-Socialismo Distributivo (TSD)

3. La automatización como herramienta de exclusión o justicia económica

4. Redistribución de la riqueza y el tiempo en el TSD

5. Democracia tecnológica y gobernanza algorítmica

6. Viabilidad y desafíos del TSD

7. Hacia un nuevo contrato social en la era digital

Capítulo 3 - ¿Qué pasará cuando el trabajo deje de definirnos?

Capítulo 4 - Arte y cultura en la era del Tecno-Socialismo Distributivo (TSD)

El arte como herramienta de transformación espiritual: una aproximación crítica desde la sociología y la política

Capítulo 5 - La inteligencia colectiva y su impacto en la humanidad

Capítulo 6 - La transformación del espacio público en la era digital: desafíos y perspectivas para la democracia

El espacio público: desde la polis griega a la era digital

El TSD como respuesta

Estrategias del TSD para recuperar el espacio público digital

Capítulo 7 - Propaganda digital y guerra cultural. El TSD como estrategia de resistencia digital

De la propaganda totalitaria a la guerra digital

Capítulo 8 - La ciudadanía en la era digital

1. Evolución histórica de la ciudadanía

2. La ciudadanía en la era contemporánea: Estado de bienestar y ciudadanía digital

3. Ideologías y estructuras de poder en el espacio digital

4. La participación política en la era digital

5. Los nuevos derechos humanos en el ámbito digital

6. El usuario digital: el nuevo sujeto político

Capítulo 9 - Tecno-Socialismo Distributivo: hacia un nuevo paradigma digital

1. Soberanía digital: el control de los datos y la infraestructura

2. La construcción del nuevo centro digital

3. Tecno-Socialismo Distributivo: más allá del capitalismo tecnológico

4. Soberanía digital: recuperar el control en un mundo monopolizado

5. Economía de la cooperación: más allá del capitalismo digital

Capítulo 10 - Trascendencia colectiva y la superación del individualismo digital

Introducción: la crisis del individualismo digital

1. El individualismo digital como herramienta de control y exclusión

2. Cómo la tecnología ha sido diseñada para fragmentarnos

3. La filosofía de la trascendencia colectiva: la necesidad de una nueva ética

4. Ejemplos de resistencia colectiva en el mundo digital

5. Regulación: protección de los derechos colectivos en el mundo digital

6. La comunidad como sujeto histórico y teológico

7. Tecno-liberación y la ruptura con el capitalismo tecnológico

8. La tecnología como territorio en disputa: ¿herramienta de control o de emancipación?

9. Conversión digital

9. 2. La teología de la liberación y la necesidad de una conversión digital

Capítulo 11 - Renta Básica Universal (RBU) y Renta Universal Profesional (RUP)

1. Experimentos de Renta Básica Universal en Finlandia, Canadá y España

2. ¿Cómo funcionará la Renta Universal Profesional (RUP) para valorar contribuciones no asalariadas?

3. Financiación de la RBU y la RUP en un mundo sin empleo tradicional

4. Fondo de Riqueza Tecnológica (FRT)

5. Nacionalización de sectores estratégicos

6. Impuesto a las grandes fortunas

7. Desmercantilización de la vida: vivienda, salud y educación gratuitas

8. Impacto de la RBU y la RUP en la sociedad

9. El fin del trabajo forzado y el inicio de una nueva era

Capítulo 12 - Financiamiento del Tecno-Socialismo Distributivo (TSD) y redistribución automática de la riqueza

1. Impuesto a la automatización y la inteligencia artificial

2. Creación del Fondo de Riqueza Tecnológica (FRT)

3. Nacionalización estratégica de sectores clave

4. Economía digital descentralizada con blockchain

5. La cuarta posición en disputa: Tecno-Socialismo Distributivo vs. Corporatocracia Global

La Cuarta Posición Corporativa: un proyecto de las élites globales

Capítulo 13 - Cronoeconomía Social: la gestión del tiempo como recurso económico

1. El tiempo como nueva riqueza en la era de la automatización

2. ¿Qué es la Cronoeconomía Social?

3. Reducción progresiva de la jornada laboral hacia una economía del tiempo libre

5. El desarrollo personal como derecho humano de quinta generación

Derechos Humanos de Quinta Generación y el Desarrollo Personal

6. La economía del desarrollo personal

Capítulo 14 - Escenarios futuros del Tecno-Socialismo Distributivo

El desarrollo personal como derecho humano de 5ta Generación

1. El desarrollo espiritual como derecho humano

2. Evolución individual y bienestar colectivo

3. La integración de tecnología y espiritualidad

4. Políticas que fomentan el desarrollo personal

5. La transformación del mundo a través del cambio interno

6. Casos de éxito de desarrollo personal espiritual

7. La espiritualidad en la educación y el aprendizaje

Capítulo 15 - Plan de transición desde el capitalismo hasta el Tecno-Socialismo Distributivo (TSD). La necesidad de un cambio sistémico

La Alianza Tecnológica de América Latina (ATAL) y la soberanía digital

Capítulo 16 - El Tecno-Socialismo Distributivo en Argentina y América Latina

Capítulo 17 - Del pensamiento a la acción: la revolución del Tecno-Socialismo Distributivo

1. Desarrollo de plataformas autónomas de hacktivismo y ciberactivismo.

Capítulo final - De la periferia al centro. Desde el Tecno-Socialismo Distributivo

I. Más allá de Freire: del tránsito a la simultaneidad

II. Las dimensiones de la conciencia política periférica

III. Disputa por la subjetividad

Introducción: la política del olvido

Dedicatoria

(A Gabriel Genri, compañero y amigo de lucha y sueños)

Cuando uno piensa en los caminos que la vida nos traza, se descubre que nada de lo esencial nace en soledad. La historia, en sus grandes gestos, y también en sus pequeñas grietas cotidianas, es siempre una trama compartida. Y es en esa trama donde se levantan los sueños, donde se edifican las ideas que buscan iluminar el porvenir. Por eso, este libro, El Tecno-Socialismo Distributivo, no puede presentarse como una obra individual. Nació de un encuentro, de una complicidad, de un diálogo sostenido en las noches largas de desvelo intelectual y también en los amaneceres de esperanza. Gabriel, compañero, hermano de lucha, cómplice de utopías y artesano de esa fe invencible en que el futuro puede ser justo.

Dedicarse a soñar un mundo distinto no es un acto ingenuo; es un acto profundamente revolucionario. Y tú, compañero, me enseñaste con tu ejemplo que los sueños no se sueñan para guardarlos en un cajón, sino para ser discutidos en la plaza, en los libros, organizados en los colectivos sociales y defendidos en las calles. En esa pedagogía del compromiso, tu huella está en cada página de este libro.

(A mis hijas y a mi compañera de vida, sostén cotidiano y horizonte íntimo)

En el rumor constante de las ideas, en la intensidad de las luchas y en la dureza de las derrotas que la vida a veces nos impone, hay un refugio que me recuerda siempre la razón última de cada esfuerzo. Ese refugio son ustedes, mis hijas y mi compañera de vida. A ustedes debo no solo la serenidad que me devuelve la calma en medio del ruido, sino también la energía que me impulsa a seguir escribiendo, pensando y soñando en tiempos donde pareciera más fácil renunciar que persistir.

Quiero dedicarles este libro porque, en realidad, cada palabra aquí contenida no es otra cosa que un intento por asegurarles un futuro distinto. Un futuro donde la justicia no sea una excepción, sino una regla; donde la tecnología no sea un instrumento de dominación, sino una herramienta de distribución, de igualdad y de libertad. Y es a ustedes, hijas mías, a quienes me debo el compromiso de seguir pensando en ese horizonte. Porque cada vez que las miro, me descubro obligado a no ceder, a no conformarme, a no claudicar frente a las inercias del presente.

Mis hijas, mi compañera: este libro habla de tecnología, de socialismo, de distribución justa. Pero en el fondo habla de ustedes, porque cada página intenta responder a la pregunta de cómo garantizar que sus vidas —y las de millones como ustedes— puedan desplegarse sin cadenas, sin limitaciones impuestas por la desigualdad, sin los muros que hoy cercan los sueños de tantos. Habla de ustedes porque son mi razón íntima de creer en la posibilidad de un mundo mejor.

A Gabriel, a mis hijas, a mi compañera: en ustedes se encarna la síntesis perfecta de lo que me sostiene y me impulsa. La amistad revolucionaria que abre horizontes colectivos; la ternura familiar que da sentido íntimo a la lucha; la complicidad amorosa que convierte cada día en esperanza. Este libro es un testimonio de gratitud y de amor.

Capítulo 1

El colapso del capitalismo y la necesidad del Tecno-Socialismo Distributivo (TSD)

‘La explotación laboral es un error de programación que estamos a punto de corregir’.

Martín Illanez

1.La fase terminal del capitalismo

El sistema capitalista, que ha predominado durante más de dos siglos, se ha sostenido en tres pilares fundamentales: la acumulación de riqueza, la explotación del trabajo humano y un modelo de crecimiento económico aparentemente infinito. No obstante, en el siglo XXI, este sistema enfrenta profundas contradicciones estructurales que están precipitando su declive. Entre los factores más determinantes se identifican tres crisis interrelacionadas: la automatización masiva, la desigualdad económica extrema y la crisis ecológica. Estos elementos no solo ponen en tela de juicio la viabilidad del capitalismo como modelo económico, sino que también revelan sus limitaciones en términos de sostenibilidad social y ambiental.

La automatización, impulsada por avances en inteligencia artificial y robótica, ha transformado la dinámica de producción en múltiples sectores. En la actualidad, millones de empleos están siendo eliminados debido a la automatización de procesos. Según un estudio del McKinsey Global Institute (2022), para el año 2030, entre 400 y 800 millones de trabajadores en todo el mundo podrían ser desplazados por la automatización, lo que agravaría la crisis de empleo, sobre todo en los sectores industriales y de servicios. En un sistema en el que el acceso a los recursos depende del salario, la automatización masiva deja a amplias capas de la población sin medios para subsistir. Esta situación genera una paradoja: aunque la tecnología tiene el potencial de reducir el trabajo humano, el modelo capitalista no ha encontrado formas de garantizar que la riqueza generada por la automatización sea redistribuida equitativamente.

Paralelamente, la desigualdad económica ha alcanzado niveles sin precedentes. Según datos del World Inequality Report (2023), el 1 % más rico de la población mundial controla más del 54 % de la riqueza global, mientras que el 50 % más pobre apenas posee el 2 %. Esta concentración extrema de recursos genera tensiones sociales, ya que la mayoría de la población enfrenta dificultades crecientes para satisfacer necesidades básicas como la vivienda, la educación y la salud. En países como Estados Unidos, el salario promedio de los trabajadores ha permanecido estancado desde los años 70, mientras que la productividad laboral ha aumentado considerablemente. .

A estas tensiones se suma la crisis ecológica, quizás la más crítica de todas. La lógica del crecimiento económico infinito es incompatible con los límites finitos del planeta. Según el Global Footprint Network, actualmente consumimos los recursos del equivalente a 1,7 planetas al año, lo que resulta insostenible a largo plazo. La sobreexplotación de recursos naturales, la deforestación y las emisiones de gases de efecto invernadero están acelerando el cambio climático, lo que genera desastres ambientales cada vez más frecuentes y devastadores. Un estudio reciente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) advierte que, de no tomar medidas inmediatas, la temperatura global podría aumentar más de 2 °C para finales de siglo, lo que provocaría catástrofes ambientales de magnitud incalculable.

El problema, entonces, no reside en la falta de riqueza, sino en su distribución y en las contradicciones inherentes al sistema capitalista. A pesar de que los avances tecnológicos han incrementado la productividad y generado una abundancia potencial, el sistema continúa favoreciendo la concentración de poder y recursos en manos de unos pocos. Las políticas neoliberales, implementadas en muchos países desde la década de 1980, han exacerbado esta tendencia, desregulando los mercados y debilitando los mecanismos de redistribución, como los impuestos progresivos y los sistemas de bienestar social.

Un ejemplo de esta concentración se refleja en el sector tecnológico. Las empresas como Apple, Amazon y Microsoft, con valoraciones que superan el PIB de muchos países en desarrollo, son claras manifestaciones del poder que acumulan unas pocas corporaciones globales. Mientras tanto, miles de pequeñas y medianas empresas luchan por sobrevivir en un entorno dominado por monopolios. En el caso de Amazon, por ejemplo, su fundador, Jeff Bezos, acumuló una fortuna personal que superaba los 180.000 millones de dólares en 2021, mientras que miles de sus empleados enfrentaban condiciones laborales precarias y bajos salarios.

En este contexto, el sistema capitalista parece estar en una fase terminal. Los intentos de adaptación, como la llamada «economía verde» o el «capitalismo inclusivo», no abordan las raíces del problema, sino que intentan paliar sus síntomas sin modificar las estructuras fundamentales de acumulación y explotación. El desafío actual es encontrar alternativas que no solo redistribuyan la riqueza de manera equitativa, sino que también promuevan un modelo de desarrollo sostenible que respete los límites del planeta y garantice una vida digna para todos.

La evidencia empírica y los datos actuales sugieren que el capitalismo ha llegado a un punto de inflexión. La automatización, la concentración de la riqueza y la crisis ecológica no son fenómenos aislados, sino expresiones de las contradicciones internas del sistema. Enfrentar estos desafíos requerirá un replanteamiento profundo de nuestras instituciones económicas y políticas, y, sobre todo, una nueva visión sobre el papel del ser humano en la economía y la sociedad.

2. El fin del trabajo asalariado y la trampa de la automatización

Históricamente, el trabajo asalariado ha sido el pilar sobre el cual se ha estructurado el sistema capitalista. Desde la Revolución Industrial, la fuerza laboral ha desempeñado un papel central en la generación de valor económico, siendo la relación entre empleador y empleado una de las claves del funcionamiento capitalista. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha presenciado un cambio profundo: la automatización masiva y el uso de tecnologías avanzadas están sustituyendo rápidamente el trabajo humano en una variedad de sectores productivos, transformando las dinámicas del mercado laboral.

El avance de la automatización se ha extendido más allá de las fábricas y las cadenas de producción. En sectores como la manufactura, los servicios e incluso las oficinas, tecnologías como la inteligencia artificial (IA), la robótica y los algoritmos avanzados están reemplazando a los trabajadores humanos. Según un estudio de Oxford Economics (2023), se estima que 20 millones de empleos industriales en todo el mundo serán reemplazados por robots para 2030, afectando especialmente a países con economías emergentes. En el caso de las fábricas de automóviles, por ejemplo, el uso de robots en ensamblajes ha reducido la necesidad de operarios humanos en más del 30 % en la última década, con la expectativa de que este porcentaje siga aumentando.

En el ámbito de los servicios, el impacto de la automatización es igualmente significativo. Los comercios minoristas están adoptando sistemas sin cajeros, como se observa en los supermercados de Amazon (Amazon Go), donde los clientes pueden realizar sus compras sin interactuar con personal humano. Estas innovaciones, que inicialmente parecían ser solo una mejora en la experiencia del cliente, han desplazado miles de empleos de cajeros en grandes ciudades en todo el mundo. De acuerdo con la consultora PwC, en Estados Unidos más del 20 % de los empleos en comercio minorista podrían desaparecer para 2035 debido a la automatización.

En el sector de servicios profesionales, como la contabilidad, el derecho y las finanzas, los algoritmos avanzados y las IA están empezando a desempeñar funciones que tradicionalmente realizaban trabajadores altamente capacitados. Más del 23 % de las tareas de analistas financieros pueden ser automatizadas en un futuro cercano, lo que conlleva una disminución considerable en la demanda de profesionales en estos campos. De hecho, empresas como JP Morgan ya han implementado programas de IA que llevan a cabo análisis de contratos legales en segundos, tareas que anteriormente llevaban semanas de trabajo a equipos de abogados.

“Este proceso de automatización plantea una paradoja fundamental: si las máquinas son capaces de realizar tareas de manera más eficiente, la humanidad debería beneficiarse de este progreso tecnológico en forma de más tiempo libre, mejores condiciones de vida y mayor acceso a los bienes producidos. Sin embargo, dentro del contexto capitalista, la automatización no se traduce en estos beneficios para la mayoría de las personas, sino en el aumento del desempleo, la precarización laboral y la concentración de la riqueza en manos de una élite económica”.

El International Labour Organization (ILO) ha advertido sobre las implicaciones de esta tendencia: a medida que más sectores automatizan sus procesos, la demanda de trabajo humano disminuye y los trabajadores son empujados a empleos de baja calidad, con salarios reducidos y condiciones laborales más precarias. En los países en vías de desarrollo, donde las economías dependen en gran medida de trabajos industriales o manuales, la automatización está agravando la desigualdad y empujando a millones de personas hacia el desempleo.

Además, esta tendencia de automatización masiva no viene acompañada de un marco que redistribuya los beneficios obtenidos por la tecnología. Las empresas que implementan la automatización son las principales beneficiarias, capturando las ganancias mientras los trabajadores enfrentan la pérdida de ingresos. Como resultado, la brecha entre los propietarios de estas tecnologías y la población trabajadora se ensancha. Según datos de Oxfam (2024), el 10 % más rico de la población mundial está automatizada, mientras que el resto de la población experimenta un estancamiento salarial o una reducción en sus ingresos.

Frente a esta situación, el Tecno-Socialismo Distributivo surge como una respuesta alternativa y necesaria. Este modelo propone la redistribución de la riqueza generada por la automatización, de manera que los beneficios del avance tecnológico no se concentren exclusivamente en una élite económica, sino que se traduzcan en bienestar colectivo. La idea central es que, en lugar de que la automatización aumente las ganancias de unos pocos, se utilicen los avances tecnológicos para garantizar una mayor equidad en la distribución de recursos y oportunidades. Esto podría incluir políticas como la reducción de la jornada laboral sin disminución de salarios, la implementación de una renta básica universal financiada por las ganancias del sector tecnológico, o impuestos progresivos a las empresas que más se benefician de la automatización.

3. La extrema derecha y la corporatocracia como amenazas para el pueblo

El colapso del capitalismo no ha pasado desapercibido para las élites globales. Lejos de abordar las contradicciones del sistema, estas élites están articulando estrategias para perpetuar su dominio. Entre sus respuestas más preocupantes está la consolidación de un modelo en el que grandes corporaciones sustituyen progresivamente al Estado como la entidad reguladora principal, impulsando una tecnocracia que carece de control democrático y, por tanto, se torna autoritaria.

Este fenómeno se manifiesta en varios frentes. Un ejemplo claro es el creciente poder de las megacorporaciones tecnológicas –como Google, Amazon y Tesla—, que han acumulado tal influencia económica y política que superan en capacidad de acción a muchos Estados-nación. Estas empresas, a través de su control de datos, infraestructuras tecnológicas y redes de distribución, están moldeando el comportamiento social, el consumo y hasta las relaciones laborales, transformándose en actores dominantes de la política global.

El desarrollo de proyectos urbanos como “Neom”, en Arabia Saudita, ilustra este paradigma. Neom es una ciudad planeada que pretende ser un enclave autónomo, regido casi exclusivamente por las corporaciones que financian y operan la infraestructura. Este tipo de zonas busca evadir regulaciones estatales y la supervisión democrática, creando un microcosmos donde los derechos sociales pueden quedar subordinados al interés corporativo.

Paralelamente, el uso de tecnologías de vigilancia y control social, tales como los sistemas de crédito social implementados en China, donde el comportamiento individual es monitoreado y sancionado, o la censura algorítmica desplegada por corporaciones tecnológicas occidentales, representan una amenaza directa a la libertad de los ciudadanos. En estos contextos, la tecnología, que debería ser una herramienta de emancipación, es utilizada para reforzar la desigualdad y concentrar el poder en manos de una élite tecnocrática.

En el ámbito político, la extrema derecha ha logrado capitalizar el descontento social generado por estas transformaciones. Movimientos políticos y líderes populistas de derecha, como Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, pero sobre todo el claro ejemplo es Javier Milei en Argentina, han fomentado una retórica que combina el rechazo a las instituciones democráticas con la defensa de un neoliberalismo radical que beneficia a las corporaciones. Al mismo tiempo, estos líderes promueven políticas que refuerzan la vigilancia del Estado sobre la sociedad, criminalizando a los movimientos sociales y debilitando las redes de protección social.

Un caso particularmente alarmante es el uso de tecnologías de vigilancia como fue denunciado por organismos internacionales y medios de comunicación el gobierno de Viktor Orbán en Hungría, que ha adoptado medidas para espiar a periodistas y opositores utilizando software avanzado, como el programa de espionaje Pegasus. Este tipo de herramientas, desarrolladas por empresas tecnológicas privadas, están siendo empleadas para sofocar la disidencia y consolidar regímenes autoritarios, uniendo los intereses de los grupos con los de la extrema derecha.

Frente a este panorama, el Tecno-Socialismo Distributivo (TSD) se posiciona como una resistencia activa y necesaria ante un futuro distópico. No solo busca reordenar la economía, sino también devolver el poder político a la ciudadanía. La lucha no es exclusivamente económica, sino también política y filosófica. Si no se detiene el avance de la corporatocracia y la extrema derecha, se corre el riesgo de que el futuro sea controlado por una minoría tecnocrática y oligárquica, cuyos intereses distan mucho de los de la mayoría de la población.

El Tecno-Socialismo Distributivo, por tanto, propone un modelo donde la tecnología y la automatización, lejos de concentrarse en manos de unos pocos, se utilicen para garantizar el bienestar colectivo y fortalecer la democracia participativa. El desafío es claro: evitar que la tecnocracia avance como sustituto de los Estados, y en su lugar, transformar las instituciones democráticas para que puedan adaptarse a los nuevos desafíos del siglo XXI, protegiendo así los derechos de todos los ciudadanos frente a la amenaza del control corporativo.

4. La viabilidad del tecno-socialismo distributivo como única solución

Las respuestas tradicionales a las crisis del capitalismo han demostrado ser insuficientes. El neoliberalismo, basado en la creencia en la autorregulación de los mercados, es incapaz de adaptarse a un mundo donde los trabajadores son reemplazados por máquinas. El socialismo clásico, por su parte, se estructuraba en torno a la idea del trabajo manual como base de la economía, un concepto que pierde relevancia en la era de la automatización. Asimismo, los experimentos comunistas centralizados del siglo XX concentraron el poder en el Estado, pero hoy, la riqueza se mide en términos de datos e inteligencia artificial, y no en la propiedad de los medios de producción tradicionales.

El tecno-socialismo distributivo surge como una evolución de estas ideas, adaptada a los desafíos del siglo XXI. En lugar de destruir la tecnología, busca democratizarla; en lugar de eliminar el Estado, propone transformarlo en un garante del bienestar colectivo, y en lugar de promover una lucha de clases tradicional, plantea la redistribución del tiempo y los recursos en un mundo automatizado.

Este enfoque no es una utopía teórica, sino un llamado a la acción concreta. Nos encontramos en un momento decisivo de la historia, y si no tomamos el control del futuro, las élites tecnocráticas lo harán por nosotros.

5. La crisis del neoliberalismo y el desmoronamiento del Estado de bienestar

Desde la década de 1980, el neoliberalismo ha sido el paradigma dominante en la economía global, promoviendo políticas de desregulación de los mercados, privatización de los bienes públicos y la reducción del papel del Estado en la provisión de servicios básicos. Estas medidas se implementaron bajo la promesa de generar prosperidad a través de un crecimiento económico sostenido, mayor eficiencia y la creación de empleo. No obstante, después de más de cuatro décadas de políticas neoliberales, los resultados han sido una creciente concentración de la riqueza en manos de una élite, la precarización del trabajo, y la mercantilización de derechos fundamentales como la salud, la educación y la vivienda.

En la actualidad, el neoliberalismo enfrenta una crisis estructural profunda. El modelo de libre mercado ha demostrado ser incapaz de abordar las desigualdades económicas crecientes, así como de garantizar un acceso justo a los servicios esenciales para la población. Esta disparidad extrema es uno de los legados más evidentes del neoliberalismo y de su incapacidad para distribuir los beneficios del crecimiento económico de manera equitativa.

Uno de los factores que ha acelerado esta crisis es el avance de la automatización. La sustitución del trabajo humano por tecnología está destruyendo la base misma sobre la cual se alza el capitalismo: el empleo asalariado. Durante décadas, el trabajo fue la principal fuente de ingreso para la mayoría de las personas, y el sistema de bienestar social de los Estados modernos se construyó sobre la premisa de que el empleo formal permitiría a los trabajadores acceder a beneficios como la jubilación, la seguridad social y el seguro de desempleo. Sin embargo, en un contexto donde las máquinas reemplazan rápidamente a los trabajadores en una variedad de sectores, este modelo se vuelve insostenible.

Ejemplos recientes ilustran la magnitud del impacto de la automatización sobre el empleo. En China, uno de los mayores productores manufactureros del mundo, se ha observado un aumento significativo en la automatización en fábricas textiles y electrónicas. De acuerdo a una publicación de McKinsey & Company (2024), más del 30 % de los trabajos manufactureros en China podrían ser automatizados en los próximos cinco años, lo que afectará a millones de trabajadores y generará una crisis laboral en una de las economías más grandes del mundo. Este fenómeno no se limita a China. En Estados Unidos, la automatización en sectores como el transporte, con el desarrollo de vehículos autónomos, podría eliminar más de 3 millones de empleos para conductores de camiones y taxis en la próxima década, de acuerdo con un estudio de MIT (2023).

A nivel global, el neoliberalismo ha exacerbado la precarización laboral, empujando a millones de personas a empleos informales o temporales, sin acceso a derechos laborales básicos. La expansión del empleo en plataformas digitales, como Uber y Rappi, es un claro ejemplo de esta tendencia. Estas empresas, que basan su modelo de negocio en la “economía de los servicios”, ofrecen trabajos con baja remuneración y escasa seguridad laboral, mientras obtienen enormes beneficios. La International Labour Organization (2024) muestra que más del 60 % de los trabajadores en plataformas digitales no tienen acceso a seguridad social, y sus ingresos son inestables y volátiles.

En cuanto a la mercantilización de los derechos fundamentales, los efectos del neoliberalismo son evidentes en la salud, la educación y la vivienda. En muchos países, la privatización de los servicios de salud ha llevado a una creciente exclusión de las personas de bajos ingresos. En Estados Unidos, por ejemplo, alrededor de 30 millones de personas no tienen cobertura de salud, según datos del Census Bureau (2023), mientras que los costos de los servicios médicos continúan aumentando. En el ámbito de la educación, la privatización ha provocado el aumento de la deuda estudiantil. En países como el Reino Unido y Estados Unidos, las tasas de matrícula universitaria han aumentado significativamente desde las reformas neoliberales de los años 80 y 90. Hoy, la deuda estudiantil en Estados Unidos supera los 1,7 billones de dólares, según el Federal Reserve (2024), atrapando a generaciones enteras en un ciclo de endeudamiento crónico.

En cuanto a la vivienda, el modelo neoliberal ha favorecido la especulación inmobiliaria y la privatización de las tierras urbanas, lo que ha hecho que el acceso a una vivienda digna sea cada vez más difícil para millones de personas. En ciudades como Londres, Nueva York y Buenos Aires, los precios de la vivienda han aumentado drásticamente, expulsando a las familias de clase media y trabajadoras de los centros urbanos. Según datos del Banco Mundial (2024), más del 60 % de la población urbana en las principales capitales del mundo gasta más del 40 % de sus ingresos en vivienda, lo que agrava las desigualdades sociales y económicas.

Este panorama de crisis social y económica revela que el neoliberalismo, lejos de generar prosperidad para las mayorías, ha profundizado la desigualdad y precarizado la vida de millones de personas. En este contexto, el desmoronamiento del Estado de bienestar es una consecuencia directa de las políticas neoliberales. Los recortes en servicios públicos, la privatización de los sistemas de salud y educación, y la reducción de los derechos laborales han debilitado la capacidad de los Estados para proteger a sus ciudadanos y han dejado a millones de personas vulnerables ante las crisis económicas y sociales.

6. Hacia una economía del tiempo

El Tecno-Socialismo Distributivo propone un cambio radical en la forma de concebir la economía, alejándose de la explotación del tiempo humano para orientarse hacia el bienestar colectivo. La automatización, lejos de ser un enemigo, es vista como una herramienta para liberar a las personas del trabajo asalariado, permitiéndoles dedicar más tiempo a su desarrollo personal, comunitario y creativo. Este modelo cuestiona los parámetros tradicionales de éxito económico, como el Producto Interno Bruto (PIB), que mide el crecimiento en términos de producción y consumo, ignorando el bienestar real de la población.

En su lugar, se propone un índice multidimensional que considere no solo el crecimiento económico, sino también indicadores como el acceso equitativo a la tecnología, la redistribución del tiempo de trabajo y el nivel de calidad de vida. Un ejemplo actual de este enfoque es el índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB) utilizado en Bután, que incorpora factores como la salud, la educación, el bienestar psicológico y la sostenibilidad ambiental para medir el progreso de una sociedad. Aunque este modelo es incipiente, demuestra que es posible medir el éxito de una economía más allá del PIB.

Además, estudios recientes indican que la reducción de la jornada laboral podría tener efectos positivos en el bienestar y la productividad. En Islandia, un experimento llevado a cabo entre 2015 y 2019 redujo la jornada laboral a 35-36 horas semanales sin disminuir los salarios. Los resultados mostraron una mejora en la calidad de vida de los trabajadores, con menores niveles de estrés y mayor satisfacción laboral, lo que también se tradujo en un aumento de la productividad (Autonomy y Association for Sustainable Democracy, 2021).

El Tecno-Socialismo Distributivo sostiene que la automatización, en lugar de generar más desempleo y precarización, debe ser utilizada para reducir las horas de trabajo y redistribuir los beneficios del progreso tecnológico entre toda la sociedad. En este modelo, el trabajo no desaparecería por completo, pero sería más flexible y estaría mejor remunerado, permitiendo a las personas disponer de más tiempo para actividades que contribuyan a su bienestar y al fortalecimiento de las comunidades.

7. La transformación del Estado como imperativo

En el contexto actual, donde las élites tecnológicas y la extrema derecha promueven la reducción o incluso eliminación del Estado en favor de las compañías privadas, el Tecno-Socialismo Distributivo defiende la importancia de un Estado fuerte, pero no autoritario. La idea no es tener un Estado centralizado y burocrático, sino uno que actúe como una herramienta eficiente para la redistribución equitativa de los recursos y la protección de los ciudadanos frente a la explotación.

Un ejemplo contemporáneo de la disminución del papel del Estado se observa en países como los Estados Unidos, donde la administración pública ha delegado gran parte de sus responsabilidades a empresas privadas. En el sector de la salud, por ejemplo, el sistema de seguros médicos privados ha creado una situación en la que millones de personas carecen de acceso a una atención sanitaria adecuada. Según datos del Census Bureau (2023), más de 30 millones de estadounidenses no tienen seguro médico, lo que refuerza la urgencia de un Estado que proteja los derechos fundamentales.

Otro ejemplo es el caso de la privatización de la educación superior en Chile durante la dictadura de Pinochet, que ha dado como resultado un sistema educativo altamente segregado y mercantilizado. Aunque se han implementado reformas, el sistema aún está marcado por grandes desigualdades, con estudiantes de menores ingresos que acceden a universidades de menor calidad y acumulan deudas significativas por la educación que reciben. Esta situación resalta la necesidad de un Estado transformado que pueda garantizar el acceso equitativo a los derechos básicos.

El tecno-socialismo distributivo propone una reforma estatal donde el Estado deje de ser un instrumento de control y represión para convertirse en un facilitador del bienestar colectivo. Esto implica crear mecanismos de participación ciudadana, transparencia y justicia social que permitan que los recursos generados por la automatización y la tecnología sean redistribuidos equitativamente.

8. Tecno-Socialismo como la única alternativa viable

En este punto crítico de la historia, las opciones que enfrenta la humanidad son claras: continuar con el capitalismo neoliberal, con su promesa fallida de prosperidad para todos, o aceptar un futuro controlado por empresas tecnológicas que monopolizan el acceso a los recursos y la tecnología. Sin embargo, ambas alternativas son insostenibles y profundizan las desigualdades sociales. El tecno-socialismo distributivo, en contraste, ofrece una alternativa viable que busca democratizar la tecnología y utilizarla en beneficio de toda la humanidad.

El capitalismo neoliberal ha generado un sistema donde las 26 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial. Esta concentración de poder económico en manos de unos pocos es insostenible en una sociedad que aspira a ser justa y equitativa. Además, el avance de los gigantes tecnológicos, como Google, Amazon, y Meta, ha dado lugar a monopolios que controlan el flujo de información, los datos personales y la innovación tecnológica. Estos monopolios no solo limitan la competencia, sino que también ponen en peligro la privacidad y los derechos fundamentales de las personas.

El tecno-socialismo distributivo plantea una respuesta contundente: democratizar el acceso a la tecnología y garantizar que los beneficios de la automatización sean redistribuidos de manera justa. Un ejemplo de cómo la tecnología puede ser utilizada para el bien común es el desarrollo de cooperativas de plataformas, donde los trabajadores son dueños y controlan las plataformas digitales en las que operan. Este modelo, que ya ha sido implementado en algunas cooperativas de transporte y reparto en Europa, permite a los trabajadores tener mayor control sobre sus condiciones laborales y participar en la toma de decisiones empresariales.

Otro ejemplo es el concepto de Renta Básica Universal (RBU), que ha sido debatido e implementado en programas pilotos en varios países, como Finlandia y España. La RBU consiste en un ingreso garantizado para todos los ciudadanos, independientemente de su situación laboral, como una forma de redistribuir los beneficios de la automatización. Según un estudio de BIEN (2024), la implementación de una renta básica en estos programas ha demostrado un impacto positivo en la calidad de vida y la salud mental de los participantes, lo que refuerza la viabilidad de este tipo de políticas en un futuro automatizado.

El tecno-socialismo distributivo no solo es una respuesta a las crecientes desigualdades y la crisis del neoliberalismo, sino también una oportunidad para reimaginar el futuro de la humanidad, donde la tecnología esté al servicio del bienestar colectivo y no de las élites tecnocráticas. La implementación de este modelo requiere de una movilización política y social significativa, pero ofrece la posibilidad de construir una sociedad más equitativa, justa y sostenible.

Capítulo 2

La necesidad de un nuevo paradigma en la era digital

1.El colapso del contrato social tradicional: una reflexión crítica en la era digital

El contrato social, una idea fundamental en la filosofía política desde los tiempos de Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau, ha servido como base para la organización política y económica de las sociedades modernas. Hobbes concebía al contrato social como un pacto en el cual los individuos cedían parte de su libertad a cambio de seguridad (Hobbes, 1651), mientras que Rousseau veía la voluntad general como el principio rector de la organización social (Rousseau, 1762). Este modelo clásico, centrado en la soberanía del Estado y la regulación de la vida política a través de instituciones democráticas, ha sido fundamental para el desarrollo de la civilización occidental. No obstante, en el contexto actual, donde la digitalización y la automatización han transformado las estructuras económicas y políticas, el contrato social tradicional ha demostrado ser obsoleto.

En la sociedad contemporánea, la política ya no se disputa en los parlamentos, sino en los algoritmos que operan detrás de las pantallas. La digitalización ha introducido un nuevo tipo de poder: el poder algorítmico, que ejerce influencia en todos los aspectos de la vida cotidiana. La automatización, la inteligencia artificial (IA) y el big data han reconfigurado profundamente las relaciones laborales, sociales y políticas, revelando las limitaciones de un pacto social diseñado en un contexto de predominancia del trabajo industrial y la centralidad del Estado. Las decisiones cruciales que afectan a millones de personas hoy en día son determinadas por algoritmos y sistemas automatizados cuya lógica y operación son a menudo opacas y no están sujetas a una regulación efectiva.

Razones del colapso del contrato social tradicional

a) La privatización del espacio público digital

En la modernidad, el espacio público, el lugar donde se desarrollan las deliberaciones políticas y la construcción de la voluntad general, era principalmente físico y estaba regulado por el Estado. Sin embargo, en la era digital, el espacio público ha dejado de ser un ámbito físico para convertirse en un espacio digital, privatizado y controlado por gigantes tecnológicos como Facebook, Google, Amazon y Twitter. Estas plataformas han pasado a ser los nuevos foros de la comunicación política, determinando no solo qué información circula, sino también la forma en que las personas interactúan, se organizan y participan en la vida política. Según Shoshana Zuboff (2019), autora de The Age of Surveillance Capitalism, estas plataformas no solo controlan el acceso a la información, sino que también explotan los datos personales de los usuarios, creando un nuevo tipo de poder que escapa a las tradicionales estructuras democráticas. El Estado, en este contexto, se ve relegado a un papel subsidiario, incapaz de regular adecuadamente estos espacios privados que juegan un papel decisivo en la formación de la opinión pública y la política.

b) La desarticulación de la relación entre trabajo y ciudadanía

El contrato social clásico de Rousseau y Locke descansaba sobre la premisa de que el trabajo era la base para acceder a derechos fundamentales, como la protección del Estado y la participación política. Sin embargo, en un contexto marcado por la automatización y la inteligencia artificial, esta relación entre trabajo y ciudadanía se ha desarticulado. La automatización ha transformado sectores enteros de la economía, eliminando miles de empleos en industrias clave. De acuerdo a la McKinsey Global Institute (2017), se estima que hasta el 15 % de la fuerza laboral mundial podría ser desplazada por la automatización para 2030. Los trabajos que antes garantizaban el acceso a una vida digna ahora se han reducido a tareas precarias, temporales y, en muchos casos, subempleadas.

Además, la inteligencia artificial y la automatización han dado lugar a la creación de nuevas formas de trabajo que no necesariamente requieren la intervención humana, lo que agrava la brecha entre quienes tienen acceso a trabajos bien remunerados en la economía digital y quienes quedan marginados en el proceso de automatización. Este fenómeno se está llevando a una reconfiguración radical de las relaciones laborales, donde el empleo ya no es el principal medio de acceso a derechos sociales, y el sistema de bienestar basado en el trabajo parece quedar obsoleto.

c) La pérdida de soberanía frente a las corporaciones tecnológicas

Uno de los pilares del contrato social tradicional es la soberanía del Estado, entendido como el ente que tiene el monopolio legítimo de la violencia y la autoridad sobre el territorio que controla. Sin embargo, en el contexto de la globalización digital, esta soberanía se ve socavada por las grandes corporaciones tecnológicas, que operan a nivel global y tienen la capacidad de influir en las políticas nacionales. Empresas como Google, Facebook y Amazon han adquirido una influencia que supera la de muchos gobiernos, capaces de moldear comportamientos, crear mercados y ejercer una presión política significativa sobre los Estados.

La crisis de soberanía se agudiza cuando estas empresas, al operar en múltiples países, eluden regulaciones nacionales y se benefician de un marco legal favorable en los territorios donde sus actividades están menos reguladas. Por ejemplo, la evasión fiscal masiva practicada por grandes grupos tecnológicos, como se ha documentado en los casos de Google y Apple, pone de manifiesto cómo estas empresas operan fuera del control estatal y perpetúan un sistema económico global que favorece a unos pocos. Esto contribuye al desajuste entre las estructuras de poder globales y las democracias nacionales, incapaces de regular adecuadamente las actividades de estas empresas.

2. El fracaso del modelo neoliberal y las teorías obsoletas en la era digital

El modelo neoliberal ha dominado gran parte del pensamiento económico y político desde finales del siglo XX hasta principios del XXI. Promoviendo la premisa de que el mercado es el mejor regulador de la economía, el neoliberalismo ha sostenido la importancia de la acumulación de capital privado y la precarización del trabajo asalariado como mecanismos centrales para organizar la sociedad. Sin embargo, las fuerzas tecnológicas actuales, particularmente la automatización, la inteligencia artificial (IA) y la digitalización, han desafiado profundamente los supuestos en los que se basa este modelo. El sistema neoliberal, que prioriza la desregulación y la competencia desmesurada, ha mostrado ser incapaz de adaptarse a los nuevos desafíos de la economía digital, dejando al descubierto sus limitaciones y contradicciones.

El fracaso de este modelo no es solo un fenómeno económico, sino también un fenómeno político, que afecta a las estructuras de poder tradicionales y amenaza la estabilidad social en muchas partes del mundo. La digitalización, en lugar de empoderar a las clases medias y bajas como prometían los ideólogos neoliberales, ha exacerbado la concentración de riqueza y poder en unas pocas empresas. A través de una regulación mínima o nula, las grandes empresas tecnológicas no solo controlan el acceso a la información, sino que también inciden directamente en las decisiones políticas y sociales. Los algoritmos de estas plataformas se han convertido en los nuevos árbitros de la justicia social y económica.

La falacia del capital humano de Gary Becker

Uno de los pilares del modelo neoliberal es la teoría del capital humano, popularizada por el economista Gary Becker, quien sostenía que el valor de un individuo en la sociedad dependía de su educación y habilidades. Según Becker, la inversión en educación y formación profesional sería la clave para el desarrollo personal y, por ende, para la mejora de la productividad y el crecimiento económico. Sin embargo, esta teoría se encuentra profundamente cuestionada por los avances tecnológicos actuales, que están redefiniendo el trabajo y el valor de las habilidades humanas.

La automatización y la inteligencia artificial han comenzado a desplazar trabajos que previamente se consideraban exclusivamente humanos, desde tareas repetitivas en fábricas hasta trabajos intelectuales en oficinas. Según el Foro Económico Mundial (2020), se estima que para 2025 el 50 % de las habilidades laborales actuales estarán obsoletas debido a la automatización y la digitalización. La idea de que el capital humano es la clave para el progreso social se ve directamente desafiada por estos avances, ya que las máquinas pueden realizar tareas cognitivas y físicas más rápidamente y con menos errores que los humanos. Esto pone en cuestión la premisa neoliberal de que la educación puede garantizar la movilidad social o el acceso a una mejor calidad de vida, dado que la IA y la automatización pueden reemplazar incluso a los trabajos mejor remunerados y mejor educados.

En un contexto donde las máquinas pueden desempeñar tareas cognitivas de manera más eficiente que los seres humanos, el concepto de “capital humano” pierde relevancia. La meritocracia basada en la educación, uno de los principios fundamentales del neoliberalismo, se derrumba frente a la realidad de que, en muchas áreas de la economía, los trabajadores humanos ya no son necesarios.

La obsolescencia del capital cultural de Pierre Bourdieu

Por otro lado, Pierre Bourdieu introdujo el concepto de capital cultural, argumentando que el acceso a la educación y a recursos culturales determinaba la posición social de los individuos. Para Bourdieu, las clases sociales se definían no solo por el acceso a recursos materiales, sino también por el tipo de cultura a la que se tenía acceso. El capital cultural era, por lo tanto, una herramienta crucial para la movilidad social, y el acceso a la educación superior representaba el principal medio de ascenso en la jerarquía social. Sin embargo, en la era digital, la infraestructura tecnológica que controla la distribución de la información se ha convertido en el nuevo vector de poder, lo que cuestiona la vigencia de la teoría de Bourdieu.

En la actualidad, el conocimiento ya no se distribuye de forma igualitaria ni por la vía educativa, sino que es manipulado y filtrado por algoritmos que priorizan intereses comerciales sobre el bienestar colectivo. Los monopolios tecnológicos, como Google, Facebook y Amazon, tienen el control sobre el acceso a la información, lo que ha creado nuevas formas de exclusión social. El acceso al conocimiento ya no depende solo del capital cultural y la educación, sino de la capacidad de los individuos para acceder a plataformas tecnológicas y de información controladas por estas corporaciones.

Zeynep Tufekci (2015), en su obra Twitter and Tear Gas, argumenta que el control de la información por parte de estas plataformas ha sustituido a las tradicionales estructuras educativas como principales determinantes de la movilidad social. Los algoritmos de plataformas como Facebook o YouTube no solo filtran la información, sino que, a través de la personalización de los contenidos, crean burbujas de información que refuerzan los prejuicios y limitan el acceso a una educación plural y diversa. Esta concentración ha debilitado las capacidades de la educación para generar verdadera movilidad social, haciendo que el capital cultural, como concepto de poder social, haya quedado obsoleto en la nueva era digital.

El desajuste entre las teorías neoliberales y la realidad digital

El modelo neoliberal, basado en la competencia de mercado y la desregulación, se encuentra en un profundo desajuste con las realidades de la economía digital. La automatización, la IA y el control digital de la información están alterando las bases mismas del trabajo y la distribución del conocimiento. Las teorías de capital humano y capital cultural, pilares fundamentales del neoliberalismo, se están mostrando obsoletas ante el auge de nueva