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Elena le escribió a su sobrina Elisa: "Y aquí me encuentro, desnudando historias, tramas silenciadas, dolores escondidos, sueños clausurados y tantas cosas que recorren nuestro árbol. Árbol de la vida y de la muerte. Un árbol que nunca muere y por lo tanto siempre está nutriéndose". Elena convoca las voces y sentires de las generaciones anteriores que laten en su historia para sanar y liberar a la nueva generación de rumbos predestinados. La autora nos invita a recorrer estas historias, a escuchar las voces en primera persona de los diferentes protagonistas de aquel árbol. Nos ofrece indicios, pistas que el lector deberá develar para unir sus piezas y armar el rompecabezas.
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Seitenzahl: 101
Veröffentlichungsjahr: 2023
MÓNICA NIEVA
Nieva, Mónica El árbol que nunca muere / Mónica Nieva. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3724-9
1. Novelas. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Diseño de Tapa: Walter Monteros Fotografía de Tapa y contratapa: Walter Monteros y Maritte Lazcano Ilustración: Rocío Nieto Fotografía interior: Mónica Nieva
CAPÍTULO 1
El árbol que nunca muere
Navegando en mi propio mar
Vínculos que abrazan
Encrucijada
Emigrar a mis orígenes
De cofres y trampas
CAPÍTULO 2
Tatarabuela TimoteaUna verdad insoportable
La bisabuela ElsaAzúcar, harina y grasa
Soledades, dolores y tragedias
El precio de la libertad
La desaparición
Lo inesperado esperado
El regreso a casa
CAPÍTULO 3
Abuela EstelaLa gran mentira
Y la verdad golpeó a mi puerta
Hermanas del destino
Desencuentros
Encuentros efímeros
El día que me fui
CAPÍTULO 4
Abuelo EliseoEl grito
El castillo de Eva
Anillos por los aires
Una nueva generación nace
Tempestades
El oscuro sitio de la locura
Mi partida
CAPITULO 5
Tía ElenaEl baúl de fotos
Los amores de Elena
De cuerpos que hablan I
Las palabras de Elena
La fiera
Tempestades y Calmas
Un segundo hogar
Le imploré a Dios
Desde el más allá
De cuerpos que hablan II
La oveja Negra
Tejer la Vida
Del clóset al mundo
Semblanza de la Abuela Elsa
Reparación
Verdad Marchita
De los amores que irrumpen
Amores pasionales de Elena
Mi árbol
De Finales
Carta a Elisa
EPÍLOGODiálogo sin tiempo
Para mis sobrinos y sobrinas:
Matías, Agustín, Santiago, Lucas, María Florencia,
Milagros, Bautista y Lisandro,
con amor infinito
Agradezco especialmente a mi maestra literaria Mercedes Chenaut por su motivación, acompañamiento y enseñanzas. Tuve el placer de compartir con ella muchas tardes en las que leímos y corregimos gran parte de estos textos. Me acompañó con calidez, pasión y sabiduría. No pudimos concluir juntas la novela, varios textos quedaron en espera y otros no habían nacido todavía. Ella ya no se encuentra entre nosotros, pero sigue inspirándonos. ¡Gracias, gracias, gracias, Mercedes!
A mi familia, que forma parte del árbol por el que soy quien soy; especialmente a mi abuela Margarita, que siempre me motivó a escribir y me enseñó el valor de la historia familiar.
También a todas las personas que me acompañaron de distintas formas y lugares en el proceso de escritura de este libro, imposible nombrarlas a todas, pero sepan de mi agradecimiento, amigas y compañeras. Entre ellas Cintia Leal, María Elisa Amador, Daniela López, Tito Lizárraga, Alicia Alvo, Pedro Nolli y Gastón Córdoba quienes me leyeron y aportaron sus opiniones durante la construcción de este libro.
A mi analista, María Silvia Lazzaro, por su escucha y aporte de su mirada y su saber a esta historia y a mi vida.
A mis compañeros y amigos fotógrafos, Walter Monteros y Maritté Lazcano, por el diseño de tapa y por cada consejo que enriqueció este libro. A Rocío Nieto, compañera talentosa de camino que me regalo la ilustración del árbol.
Finalmente, un agradecimiento especial a mi querida amiga Susi Farías que corrigió y escribió el prólogo de esta novela. Con ella compartí el nacimiento de este libro y sobre todo, compartimos parte de nuestra vida y un afecto inmenso. ¡Gracias, gracias, gracias!
Mónica Nieva
“El árbol genealógico es un conjunto de energías que nos trajeron hasta aquí. Huellas dentro de nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestros genes” sostiene Alejandro Jodorowsky, energías que, si no las hacemos visibles, nos llevarán a repetir sin entender y sin poder cambiar o potenciar lo transmitido.
En lo más remoto de nuestros orígenes como especie humana, ser expulsados del clan significaba morir, y para seguir en él, se debía cumplir con ciertos acuerdos de lealtad y obediencia; esos contratos fueron tomando diversas formas, pero su esencia perdura en nosotros. Aquel clan prehistórico devino en las actuales familias, con sus particulares esquemas de creencias que adoptamos sin ponerlas en duda, porque están naturalizadas, porque no las vemos; son subterráneas a nuestra conciencia pero soberanas en comportamientos y decisiones. Las huellas de los ancestros, los secretos y tabúes, las experiencias dolorosas, los acuerdos inconscientes, en ocasiones provocan miedos incomprensibles, sensaciones de no pertenecer, rebeldías, sumisiones y hasta enfermedades. Algo deja de funcionar como venía haciéndolo, algo molesta, duele, enferma… y aquí comienza lo interesante.
Las ramas del árbol se agitan, algunas de sus hojas caen, casi siempre porque alguien se rebela y decide indagar, buscar, cuestionar lo naturalizado… entonces, podemos ver. Ver para entender, ver para no repetir, para reparar, para sanar, para saber de dónde venimos y poder elegir sin predestinación, hacia donde ir y cómo hacerlo.
Mónica Nieva, recoge el amoroso legado que nos dejó con su habitual sabiduría y generosidad, nuestra querida maestra literaria y amiga, Mercedes Chenaut; de su puño y letra sería este prólogo, si no hubiese decidido abrir sus poderosas alas en otro plano. Por eso traigo a este decir, algo de lo tanto compartido con ella acerca de la ‘metagenealogía’, de la importancia vital de construir y reconstruir el árbol genealógico, conocer a los ancestros y lo que de ellos recibimos, para bien o para mal, pero siempre para reconocernos, potenciar o cambiar con un certero golpe de timón el rumbo de los acontecimientos, para que no se transformen en un lapidario ‘destino’ sino en potente arcilla para modelar la vida que queremos vivir y legar.
Mónica escribe en este ameno relato coral, la historia de todos, contada por varias voces y en distintos tiempos, como quien teje con hilos de diferentes texturas y colores una polifacética manta; y en ese relatar coloca un espejo a la altura de las historias que respiran en quien lee. Porque al decir de Galeano: “Todos escribimos un solo libro, que va cambiando y se va multiplicando a medida que la vida vive y el escritor escribe”.
Así, la niña que lee la carta que su tía le escribe, como quien enciende una luz cuyo haz ilumina con claridad la cercanía y al alejarse se ensancha, iluminando más extensión pero con menos potencia, deberá, desde allí, aguzar la mirada, encontrar huellas, contextos, interpretar y a la vez abrir nuevas sendas, porque “nuestros ancestros no terminan al irse: somos un rompecabezas hecho de las piezas que ellos dejaron”, nos dice la psicóloga transpersonal Virginia Gawel.
El árbol que nunca muere llama Mónica al tejido primordial que nos contiene y nombra, cada uno de los que se adentren en su fronda, irá encontrándose con su propia historia y en ella con la de la humanidad toda.
Conocer e indagar en nuestros árboles es una invitación que nos deja la autora, una invitación que podremos iniciar o posponer, pero nunca desconocer la importancia de hacerlo. No hay manera de matar ese árbol, si de desbrozar su entorno, curar heridas para que no se multipliquen, darle forma, cuidar sus brotes, extasiarse en sus flores y frutos, que no son pocos. Sólo hay que decidirse, querer y saber mirar, para finalmente comprender, soltar el lastre para florecer y crecer con plenitud, abriendo caminos de sanación para nosotros y para los que acompañan y seguirán nuestros pasos.
Susi Farías
Soy la brisa que te recorre
que invade tu cuerpo
que despierta tu corazón.
Soy la rama a punto de quebrarse
el árbol que se mece
las raíces que te buscan.
Soy la débil rama
la fuerte raíz
la suave brisa.
Soy el árbol que crece
para no morir.
Mónica Nieva
Todo el mundo debería conocer su árbol genealógico.
La familia es nuestro cofre del tesoro o
nuestra trampa mortal.
Alejandro Jodorowsky
En el árbol genealógico solo se encuentran quienes son nombrados en los relatos.
Faltaba muy poco tiempo para que las clases culminaran, se respiraban los aires de finalización de ese ciclo poblado de nuevos descubrimientos. La maestra de jardín nos había propuesto investigar sobre nuestro árbol genealógico, saber quiénes lo poblaban y de qué lugares provenían. Con esa información estábamos preparando nuestro acto de fin de año, donde representaríamos a nuestro árbol con las fotos de familiares y a esos lugares, con sus bailes, vestimenta y cultura típica. Ese fue mi primer acercamiento a España, lugar desde donde se extendían unas de las ramas de mi árbol.
Era hora de finalizar esa jornada de preparación, cuando la maestra, con su calidez de siempre, me dijo: —Elisa, tu tía Elena te busca.
Ante su anuncio me desbordó la alegría, me dirigí a mis compañeras y señalándola en la puerta de jardín, les dije entusiasmada con voz potente: —¡Ella es mi tía Elena y me voy a su casa!
Mi tía sonrió sorprendida por mi reacción me tomó de la mano para esperar a mis hermanos que unos minutos después también saldrían. Fuimos a su casa a merendar y jugar con lo que la caja de juguetes nos sorprendiera. La música y el baile nos acompañaban y hacían de esas tardes momentos inolvidables. También nos inventaba cuentos o los leíamos de sus libros.
No imaginaba en ese tiempo, que ese mismo año en que yo me acercaba a mi árbol genealógico, mi tía había empezado a redescubrirlo más profundamente, en sus historias, en sus secretos, en sus trampas y tesoros. Así lo decía en su carta que muchos años después leí.
Querida Elisa:
Y aquí me encuentro, desnudando historias, tramas silenciadas, dolores escondidos, sueños clausurados y tantas cosas que recorren nuestro árbol. Árbol de la vida y de la muerte. Un árbol que nunca muere y que, por lo tanto, siempre está nutriéndose.
Y aquí me encuentro, soñando con tu libertad y la de todos aquellos que son parte de tu generación. Generación bendita por estar llena de oportunidades, por poseer senderos sin recorrer, por ser dueña de volar alto.
Todo un mundo se encuentra detrás de esas rejas que la historia ha dibujado. Lo sabes, lo presientes en tu corazón. Lo anhelas con todas tus fuerzas.
Eres pequeña para entenderlo. Te resulta aún desconocido aquello que te antecede, que marca rumbos y deseos; que dibuja barrotes y que te separan de tu libertad. Sin que sepas, en un silencio lleno de voces, hay tejidos que intento destejer, nudos que busco desatar. Quiero entregarte hilos nuevos que estarán para que tejas la vida que quieras y desees.
Tu tía Elena
Ella estaba desde que vine a este mundo, sus brazos me sostuvieron desde pequeña y su amor latía en cada gesto y palabra. Eso hacía que su llegada siempre fuera una buena noticia que no podía callar.
Sus palabras revoloteaban hasta llegar a mi alma y la despertaban cálidamente a un mundo por venir.
Leí la carta muchos años después de que la escribiera. Estaba acompañada de una fotografía en blanco y negro en la que me había retratado cuando era muy pequeña. Recordé que la misma foto también estaba en un portarretrato en su casa, reteniendo retazos de nuestra memoria.
Un día me contó la historia de esa fotografía. Era un mediodía de domingo, yo tenía dos años y estaba esperando que mis padres me buscaran de su casa. Me había quedado desde la noche anterior y ya los extrañaba, los esperaba con ansiedad detrás del portón. De pronto me preguntó: —Elisa ¿ya vienen papá y mamá? En ese momento miré a través de las rejas, buscándolos, ella hizo magia con su cámara y el instante quedó plasmado en esa imagen.
El sol brillaba como ese día, con un esplendor imposible de disimular, en un cielo inmenso dibujado de nubes. Estaba sola, recostada en un sillón de la biblioteca de mi tía Elena dejándome alcanzar por la luz que atravesaba por la ventana.