El caso Snowden - Antoine Lefébure - E-Book

El caso Snowden E-Book

Antoine Lefébure

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Beschreibung

Hoy día todo el mundo sabe quién es Edward Snowden, el joven informático que trabajaba para la National Security Agency (NSA) estadounidense y que descubrió la dimensión de la vigilancia que Estados Unidos realiza en secreto: escuchas telefónicas, interceptación de correo electrónico, espionaje a empresas y gobiernos aliados. Esas revelaciones, que generaron una reacción de indignación entre los ciudadanos, hicieron que los gobiernos se preguntaran: ¿la única finalidad de las escuchas de la NSA es la seguridad nacional? ¿Cómo y para quién trabaja la agencia estadounidense? ¿Por qué utiliza a las multinacionales estadounidenses con el fin de hacer de Internet un espacio de vigilancia generalizado? Este libro, que relata en detalle –y de una manera muy pedagógica– la cara oculta desconocida de esta increíble historia, permite comprender las motivaciones de sus actores, lo que ponen en juego los secretos revelados y sus consecuencias sobre la marcha del mundo. Y vuelve a colocar los desvíos "securitarios" de la NSA, a partir del 11 de septiembre, en la historia, también poco conocida, de la política de vigilancia de las telecomunicaciones mundiales realizada por los gobiernos estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial. Con buen ritmo y mucho suspense, este libro es apasionante.

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© Éditions La Découverte, París, 2014

© De esta edición, Clave Intelectual S.L., 2014

Velázquez 55, 5º D- 28001 Madrid- España

www.claveintelectual.com

[email protected]

Traducción: Bárbara Poey Sowerby

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin el permiso escrito de la editorial.

ISBN: 978-84-945281-5-6

IBIC: BGH

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

 

Presentación

Introducción “En una escala de daños de uno a diez, estamos en doce”

La revelación de la amplitud del control global de la NSA

¿Por qué este libro? O la insoportable metáfora de la “aguja en el pajar”

De las radios libres a la crítica del espionaje electrónico

Agradecimientos indispensables

 

Parte I. Edward Snowden, el hombre de las sombras que quería iluminar el mundo

 

Capítulo 1. Snowden, un joven inquieto

Internet, refugio y ámbito de libertad

El patriota decepcionado por el ejército, luego indignado con los métodos de la CIA

Un ciudadano decepcionado por Barack Obama

Más cerca de la NSA

Internet, refugio y ámbito de libertad

El patriota decepcionado por el ejército, luego indignado con los métodos de la CIA

Un ciudadano decepcionado por Barack Obama

Más cerca de la NSA

 

Capítulo 2. Encuentros secretos en Hong Kong

El bloguero comprometido Glenn Greenwald deja escapar la exclusiva

Laura Poitras, una documentalista batalladora

Laura Poitras logra convencer a Glenn Greenwald

The Washington Post pierde la exclusiva

En Hong Kong, un encuentro digno de un policial

El bloguero comprometido Glenn Greenwald deja escapar la exclusiva

Laura Poitras, una documentalista batalladora

Laura Poitras logra convencer a Glenn Greenwald

The Washington Post pierde la exclusiva

En Hong Kong, un encuentro digno de un policial

 

Capítulo 3. Junio de 2013: las primeras revelaciones

Primera exclusiva: Verizon le entrega sus comunicaciones a la NSA

Prism conmociona al mundo

Edward Snowden aparece

Una novia bajo la luz de los proyectores

Frente al diluvio de revelaciones, el pánico de la NSA

Primera exclusiva: Verizon le entrega sus comunicaciones a la NSA

Prism conmociona al mundo

Edward Snowden aparece

Una novia bajo la luz de los proyectores

Frente al diluvio de revelaciones, el pánico de la NSA

 

Capítulo 4. Moscú, una libertad muy vigilada

En Hong Kong, Snowden se evapora

El alertador deja Hong Kong

Sarah Harrison, el ángel de la guarda enviado por WikiLeaks

Varado en zona de tránsito en el aeropuerto de Moscú

La reticencia del Kremlin

Edward Snowden obtiene el asilo en Moscú

Una libertad muy vigilada

En Hong Kong, Snowden se evapora

El alertador deja Hong Kong

Sarah Harrison, el ángel de la guarda enviado por WikiLeaks

Varado en zona de tránsito en el aeropuerto de Moscú

La reticencia del Kremlin

Edward Snowden obtiene el asilo en Moscú

Una libertad muy vigilada

 

Capítulo 5. Una conmoción planetaria: malestar en Europa

Frente al escándalo, Europa mantiene un perfil bajo

El malestar atlantista del gobierno francés

Julio de 2013: Bolivia humillada

Frente a las revelaciones, el “teatro político” de las autoridades francesas

Alemania bajo la férula de la inteligencia estadounidense

Frente al escándalo, Europa mantiene un perfil bajo

El malestar atlantista del gobierno francés

Julio de 2013: Bolivia humillada

Frente a las revelaciones, el “teatro político” de las autoridades francesas

Alemania bajo la férula de la inteligencia estadounidense

 

Capítulo 6. Del escándalo Echelon al caso Prism

Cuando a Europa le flaquea la memoria: las revelaciones olvidadas de 1998-1999 sobre el sistema Echelon

El “efecto 11 de Septiembre” neutraliza la investigación del Parlamento Europeo sobre el sistema Echelon

Brasil y México bajo el fuego de la NSA

Escándalo diplomático en Naciones Unidas

Cuando a Europa le flaquea la memoria: las revelaciones olvidadas de 1998-1999 sobre el sistema Echelon

El “efecto 11 de Septiembre” neutraliza la investigación del Parlamento Europeo sobre el sistema Echelon

Brasil y México bajo el fuego de la NSA

Escándalo diplomático en Naciones Unidas

 

Parte II. La NSA, un imperio del secreto en medio de la globalización

 

Capítulo 7. La red mundial tentacular construida por la NSA

Una larga tradición de espionaje desde 1952

Cuando la NSA preparaba golpes nucleares contra la URSS

Los fracasos de la NSA en Vietnam

Israel 1967: ¡hundan al buque espía!

Corea del Norte no le tiene miedo a la NSA

Una larga tradición de espionaje desde 1952

Cuando la NSA preparaba golpes nucleares contra la URSS

Los fracasos de la NSA en Vietnam

Israel 1967: ¡hundan al buque espía!

Corea del Norte no le tiene miedo a la NSA

 

Capítulo 8. El traumatismo del 11 de Septiembre

Señales de alerta ignoradas por los servicios de inteligencia

La exacerbación de la lucha antiterrorista

CIA-NSA: el dúo de ases de la inteligencia estadounidense

Las operaciones secretas del Special Collection Service

Intervenciones indiscriminadas en los asuntos del mundo

Señales de alerta ignoradas por los servicios de inteligencia

La exacerbación de la lucha antiterrorista

CIA-NSA: el dúo de ases de la inteligencia estadounidense

Las operaciones secretas del Special Collection Service

Intervenciones indiscriminadas en los asuntos del mundo

 

Capítulo 9. El mundo bajo escucha

El sueño (casi) realizado del general Keith B. Alexander: que la NSA controle por completo el ciberespacio

Estaciones de interceptación a través del mundo

Upstream: el programa de la NSA para interceptar los flujos de Internet de los cables submarinos

2009: las revelaciones de Mark Klein sobre la interceptación de los cables de AT&T por parte de la NSA

Prism, o la vigilancia generalizada de la actividad electrónica

La ley no permite evitar abusos de la NSA

“Metadatos” valiosos para la NSA

XKeyscore, un gigantesco programa de búsqueda en la web

El sueño (casi) realizado del general Keith B. Alexander: que la NSA controle por completo el ciberespacio

Estaciones de interceptación a través del mundo

Upstream: el programa de la NSA para interceptar los flujos de Internet de los cables submarinos

2009: las revelaciones de Mark Klein sobre la interceptación de los cables de AT&T por parte de la NSA

Prism, o la vigilancia generalizada de la actividad electrónica

La ley no permite evitar abusos de la NSA

“Metadatos” valiosos para la NSA

XKeyscore, un gigantesco programa de búsqueda en la web

 

Capítulo 10. El GCHQ, fiel aliado inglés de Washington

El secret treaty UKUSA de 1947

1976: las primeras revelaciones de Duncan Campbell, un joven universitario británico muy curioso

Echelon, el descubrimiento de un sistema de vigilancia mundial

La reconversión del GCHQ en la década de 1990: dominar Internet

GCHQ-NSA, ¿una relación de igual a igual?

Un servicio debilitado por las revelaciones de Edward Snowden

El secret treaty UKUSA de 1947

1976: las primeras revelaciones de Duncan Campbell, un joven universitario británico muy curioso

Echelon, el descubrimiento de un sistema de vigilancia mundial

La reconversión del GCHQ en la década de 1990: dominar Internet

GCHQ-NSA, ¿una relación de igual a igual?

Un servicio debilitado por las revelaciones de Edward Snowden

 

Parte III. La locura de la vigilancia electrónica a partir del 11 de septiembre de 2001

 

Capítulo 11. Las ambiciones sin límite de la NSA de la década de 2000

En Bluffdale (Utah), el delirante proyecto de almacenamiento del tráfico mundial de Internet

Booz Allen Hamilton y los otros: la NSA privatiza el negocio del espionaje estatal

Empresas que resisten

Cuando la NSA sabotea la seguridad de Internet

En Bluffdale (Utah), el delirante proyecto de almacenamiento del tráfico mundial de Internet

Booz Allen Hamilton y los otros: la NSA privatiza el negocio del espionaje estatal

Empresas que resisten

Cuando la NSA sabotea la seguridad de Internet

 

Capítulo 12. La guerra cibernética o el mayor secreto de la NSA

La TAO en el centro de la guerra cibernética

Aprovechar las vulnerabilidades de Internet: empresas privadas en la vanguardia de la guerra cibernética

Los virus informáticos Stuxnet y Flame, monstruosas invenciones de la NSA

Stuxnet, ¿caja de Pandora de una nueva Hiroshima?

La TAO en el centro de la guerra cibernética

Aprovechar las vulnerabilidades de Internet: empresas privadas en la vanguardia de la guerra cibernética

Los virus informáticos Stuxnet y Flame, monstruosas invenciones de la NSA

Stuxnet, ¿caja de Pandora de una nueva Hiroshima?

 

Capítulo 13. ¿Existe una NSA francesa?

La vigilancia de las comunicaciones en Francia, un arma política muy antigua

Un marco siempre insuficiente

“Frenchelon”, la red de escucha de la DGSE en Francia y en el mundo

La DGSE: recursos limitados, pero una cooperación constante con la NSA

Los servicios de inteligencia recurren en forma creciente a las empresas privadas

La vigilancia de las comunicaciones en Francia, un arma política muy antigua

Un marco siempre insuficiente

“Frenchelon”, la red de escucha de la DGSE en Francia y en el mundo

La DGSE: recursos limitados, pero una cooperación constante con la NSA

Los servicios de inteligencia recurren en forma creciente a las empresas privadas

 

Capítulo 14. Los alertadores, ¿traidores o héroes?

Las revelaciones de Snowden: ¿un “acto de traición”?

El controvertido papel de los alertadores, un viejo debate

2003: el caso Katharine Gun, alertadora contra la guerra de Irak

Thomas Drake, alertador y emblemática víctima del gobierno estadounidense

Barack Obama a la ofensiva contra las libertades democráticas

Las “filtraciones controladas” de la administración Obama

Los periodistas bajo la lupa

Las revelaciones de Snowden: ¿un “acto de traición”?

El controvertido papel de los alertadores, un viejo debate

2003: el caso Katharine Gun, alertadora contra la guerra de Irak

Thomas Drake, alertador y emblemática víctima del gobierno estadounidense

Barack Obama a la ofensiva contra las libertades democráticas

Las “filtraciones controladas” de la administración Obama

Los periodistas bajo la lupa

 

Capítulo 15. La criminalización del periodismo: Glenn Greenwald en el ojo de la tormenta

Glenn Greenwald, abogado y periodista firmemente independiente

“La valentía es contagiosa”: Greenwald se compromete por el “increíble sacrificio de Edward Snowden”

Linchamiento mediático: los extravíos de los periodistas vedettes del establishment

Londres arremete contra The Guardian

Se destruyen los discos duros

Agosto de 2013: el arresto de David Miranda en Londres

El objetivo del gobierno británico: “Amordazar a la prensa”

Glenn Greenwald, abogado y periodista firmemente independiente

“La valentía es contagiosa”: Greenwald se compromete por el “increíble sacrificio de Edward Snowden”

Linchamiento mediático: los extravíos de los periodistas vedettes del establishment

Londres arremete contra The Guardian

Se destruyen los discos duros

Agosto de 2013: el arresto de David Miranda en Londres

El objetivo del gobierno británico: “Amordazar a la prensa”

 

Capítulo 16. Seguridad nacional y libertades individuales, el complejo equilibrio

John Lanchester: “La amenaza terrorista no debe llevarnos a negar nuestros derechos fundamentales”

La amenaza de un “Pearl Harbor económico” para la industria informática estadounidense

La sociedad civil se moviliza

La torpe defensa de Barack Obama

La difícil batalla por la transparencia

Bruce Schneier: “El gobierno estadounidense traicionó Internet. Nosotros tenemos que recuperarla”[641]

John Lanchester: “La amenaza terrorista no debe llevarnos a negar nuestros derechos fundamentales”

La amenaza de un “Pearl Harbor económico” para la industria informática estadounidense

La sociedad civil se moviliza

La torpe defensa de Barack Obama

La difícil batalla por la transparencia

Bruce Schneier: “El gobierno estadounidense traicionó Internet. Nosotros tenemos que recuperarla”

 

Conclusión. Un estremecimiento planetario

Para Snowden: “Misión cumplida”

El secreto contra la democracia

La emergencia de un nuevo tipo de periodismo

El mundo pos-Snowden

Discurso de recepción de Edward Snowden en la entrega del “Premio Whistleblower”

 

Notas

Notas al pie

Presentación

Hizo falta la desobediencia del joven Edward Snowden, informático que trabajaba para la National Security Agency (NSA) estadounidense, para que el mundo entero descubriera la dimensión de la vigilancia que Estados Unidos realiza en secreto: escuchas telefónicas, interceptación de correo electrónico, espionaje a empresas y gobiernos aliados. Desde junio de 2013, Edward Snowden y luego sus relevos Glenn Greenwald, periodista británico, y Laura Poitras, documentalista estadounidense, fueron destilando en la prensa internacional los documentos más secretos de la primera potencia mundial.

Esas revelaciones, que generaron una reacción de indignación entre los ciudadanos, hicieron que los gobiernos se preguntaran: ¿la única finalidad de las escuchas de la NSA es la seguridad nacional? ¿Cómo y para quién trabaja la agencia estadounidense? ¿Por qué utiliza a las multinacionales estadounidenses con el fin de hacer de Internet un espacio de vigilancia generalizado?

Este libro, que relata en detalle –y de una manera muy pedagógica– la cara oculta desconocida de esta increíble historia, permite comprender las motivaciones de sus actores, lo que ponen en juego los secretos revelados y sus consecuencias sobre la marcha del mundo. Y vuelve a colocar los desvíos “securitarios” de la NSA, a partir del 11 de Septiembre, en la historia, también poco conocida, de la política de vigilancia de las telecomunicaciones mundiales realizada por los gobiernos estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial.

Introducción

 

“En una escala de daños de uno a diez, estamos en doce”

 

A los alertadores y a los periodistas valientes sin los cuales este libro no existiría

 

 

El 28 de octubre de 2013 el periódico The New York Times anuncia que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, “está dispuesto a ordenar que la NSA cese las escuchas a los dirigentes de los países aliados”. Una confesión sorprendente, que se volvió inevitable para intentar calmar la cólera de los dirigentes del “mundo occidental”: esta apariencia de iniciativa diplomática se produce cuatro días después de que el periódico británico The Guardian revelara que la Agencia Nacional de Seguridad, la más importante de las agencias de inteligencia estadounidenses, escuchaba de larga data a treinta y cinco dirigentes nacionales del mundo, entre ellos la canciller alemana Angela Merkel[1](I). Y cinco meses después de que aparecieran en la prensa mundial las primeras revelaciones explosivas de los documentos secretos de la NSA suministrados por un joven informático que trabajaba para la NSA: Edward Snowden, indignado por la amplitud del espionaje globalizado del que, como decenas de miles de otros, se había convertido en un simple engranaje.

 

 

La revelación de la amplitud del control global de la NSA

 

Hay tres razones que explican este mea culpa histórico del presidente estadounidense. En primer lugar, nunca habría sido pronunciado –y la idea que lo funda ni siquiera habría sido esbozada– sin la audacia descabellada de Edward Snowden. En segundo lugar, daba cuenta del cataclismo mundial que provocaron las revelaciones del informático, cataclismo cuyas réplicas se hicieron sentir tanto en la opinión pública –peticiones de los ciudadanos, sucesión de manifestaciones, cólera de la esfera científica, multiplicación de incidentes diplomáticos, etc.– como entre los principales turiferarios de esta espionitis aguda. Así, en agosto de 2013, un ex oficial de inteligencia estadounidense le confió, de forma anónima, a NBC News: “En una escala de daños de uno a diez, estamos en doce”[2]. Ni siquiera los periodistas informados, aunque menos proclives a proclamar la catástrofe, quedaron menos desconcertados por la envergadura de lo que se denominó el “caso Snowden”. Barton Gellman, ex reportero de The Washington Post, galardonado con el premio Pulitzer en 2002 y 2008, afirmó: “Desde hace alrededor de veinte años cubro el sector de la defensa y de los asuntos extranjeros y puedo decir que nunca conocí un caso de esta magnitud”[3].

En tercer lugar, la declaración de Barack Obama revela la profunda ambigüedad del poder que reivindica la principal potencia mundial y en particular la NSA. El poder de esta agencia se extiende a todo el planeta, sin ninguna consideración por las alianzas, asociaciones y acuerdos políticos de cooperación entablados con los países aliados de Estados Unidos. Como se verá, la NSA se creó, además, una “caja de herramientas” técnica e ideológica muy envidiable a los ojos de los otros servicios de inteligencia del planeta. Sin embargo, al igual que todos sus homólogos, la NSA no debe su capacidad de acción más que a su aptitud para permanecer secreta, al menos en parte, y disimular la naturaleza de sus operaciones. Y precisamente en ese aspecto el “caso Snowden” es en potencia devastador, ya que los documentos revelados por el ex asesor de la NSA han levantado de forma parcial el velo de secreto que protegía al más poderoso de los servicios de inteligencia del mundo.

Estos documentos, transmitidos –en especial a través del periodista estadounidense Glenn Greenwald– a los grandes periódicos anglosajones The Guardian, The Washington Post y The New York Times, al semanario alemán Der Spiegel y al periódico francés Le Monde, prueban la extrema eficacia de los medios de vigilancia de la NSA. También suscitan profundos interrogantes respecto del riesgo de ver que la agencia los utiliza fuera de todo control real, provenga de instancias nacionales o internacionales. En efecto, a la luz de estos documentos secretos, no queda ninguna duda de que la agencia estadounidense intercepta, conserva y analiza cada día cantidades inimaginables de información sobre la vida privada de millones de ciudadanos en el mundo. Desde nuestro historial de búsqueda en Internet hasta nuestros correos electrónicos, llamadas y mensajes telefónicos, pasando por los recorridos grabados en GPS, ninguno de nuestros datos personales parece haber escapado al control global de la NSA. En la época de la omnipresencia de Internet, de la fulgurante democratización de las herramientas de acceso a la Red y de la creciente influencia de las tecnologías de la información y la comunicación sobre nuestra cotidianidad, nadie podría quedar a salvo de las intrusiones ilegales de la NSA.

 

 

¿Por qué este libro? O la insoportable metáfora de la “aguja en el pajar”

 

Moralmente inverosímil y técnicamente imposible hace algunos años, este espionaje a gran escala encuentra hoy su justificación oficial en la lucha contra el terrorismo, la búsqueda de los “malos”, los bad guys enemigos de Estados Unidos. Enemigos tan difíciles de encontrar como una “aguja en un pajar”, como lo repetirá ad nauseam el director de la NSA, el general Keith Alexander, cada vez que tenga que justificarse públicamente después de las primeras revelaciones de los “documentos Snowden”. A partir de ahora, explicará Alexander, la NSA dispone de sofisticados medios para analizar, diseccionar y cartografiar ese pajar, sin olvidar una sola brizna. Por eso, cada brizna ciudadana es espiada sin saberlo, aunque de ninguna manera se parezca a una amenazadora aguja terrorista.

No hay ninguna necesidad de seguir estirando la metáfora, la idea es la siguiente: a medida que delegamos nuestras responsabilidades ciudadanas y nuestro libre arbitrio en las máquinas y en sus indiscretos operadores que actúan en nombre de la sacrosanta seguridad interna, a medida que les damos carta blanca a los servicios de inteligencia para que hurguen en nuestros secretos y permanecemos callados frente a esta evolución democráticamente inaceptable, el poder (político, militar, tecnológico, etc.) le gana terreno al derecho, la capacidad de actuar, a la legitimidad y la legalidad de la acción, la realpolitik, a la justicia internacional.

Si en la actualidad la vigilancia estadounidense de las telecomunicaciones mundiales adquiere una dimensión panóptica inédita, seguramente es porque, en la historia reciente, hay eminentes politólogos que la justifican, con el mayor cinismo. Entre ellos está Zbigniew Brzezinski, eminencia gris de los presidentes estadounidenses Jimmy Carter y Ronald Reagan y célebre teórico de El gran tablero mundial (1997) dominado por Estados Unidos. Así, en diciembre de 1998, cuando el periodista francés Vincent Jauvert le preguntó si era moral que los servicios de inteligencia estadounidenses interceptaran, por ejemplo, una conversación entre el presidente francés Jacques Chirac y el canciller alemán Gerhard Schröder, Zbigniew Brzezinski dio esta increíble respuesta: “Si la conversación es tal que estos no quieren que conozcamos su contenido, ¿no es inmoral de su parte mantener esa conversación?” [4]. Y el ex consejero de Seguridad Nacional agregó: “Si los medios técnicos que se pusieron en práctica para escuchar a verdaderos enemigos pueden aportar de manera automática o casi automática información sobre nuestros amigos, ¿por qué deberíamos mirar al costado? ¿Debido a no sé qué principios morales abstractos?”. A la luz de este edificante diálogo, se ve claramente hasta qué punto la moral y la ética son nociones perimidas en el espíritu de los teóricos del realismo político.

¿Qué es la NSA? ¿De dónde viene? ¿Cómo surgió, en qué circunstancias y para responder a qué tipos de problemas? ¿Cómo ganó autonomía durante el último medio siglo, en particular respecto de la Central Intelligence Agency (CIA)? ¿Qué hace? ¿a qué clase de actividades se están dedicando diariamente, en 2014, sus alrededor de 38.000 empleados? ¿Quiénes son sus asociados, sus modelos, sus epígonos? Y, del otro lado, ¿quiénes son sus enemigos, sus blancos, sus detractores? Finalmente, más allá de la agencia en sí, ¿quién es Edward Snowden? ¿En nombre de qué intereses o principios desempeñó el rol de alertador que le conocemos hoy y puso su vida en peligro?

Este libro intenta responder a todas estas preguntas, sin prejuicios ni ideas preconcebidas. En primer lugar, nos sumergiremos en la vida y la trayectoria, banal y rocambolesca a la vez, de Edward Snowden. Luego, veremos cómo y por qué, desde mediados del siglo XX, la NSA se constituyó en verdadero “imperio del secreto”. Por último, estas investigaciones biográficas, históricas y periodísticas se ampliarán a cuestionamientos sobre el rol y el estatus de los alertadores, del periodismo de investigación y de los militantes por las libertades individuales.

 

 

De las radios libres a la crítica del espionaje electrónico

 

En junio de 2013, cuando estalló el caso Snowden, la práctica del espionaje masivo por parte de los aparatos del Estado no era una novedad para mí: venía siguiendo este ámbito desde hacía muchos años. Y, en esa época, estaba bien decidido a tomar distancia de mi estatus de experto en tecnología de la información y dedicarme por completo a mis manías: la escritura, la fotografía antigua, los viajes lejanos. Si cambié de opinión, para embarcarme de lleno en la redacción de este libro, fue porque, como los demás especialistas en la cuestión, comprendí de inmediato que el scoop [la exclusiva] tenía una importancia capital. Y ameritaba una síntesis –aunque fuera provisoria– para hacer inteligible la avalancha de revelaciones y volver a ubicarlas en una perspectiva histórica. Esta es la razón por la que me permito, aquí, un breve apartado personal que, espero, aclarará el propósito de este libro y su motivación.

En 1968, en mi condición de estudiante de la Universidad de Nanterre apasionado por la libertad, participo de todas las manifestaciones y, particularmente, de la ocupación del decanato el 22 de marzo. Algunas semanas más tarde, estalla Mayo del 68. Durante dos meses, vivo con intensidad los acontecimientos. Gracias a mi amigo y mentor Omar Diop, frecuento a Sartre, Virilio, Baudrillard. En agosto, viajo a Londres con Omar, conozco a Godard, que estaba filmando a los Rolling Stones, y descubro la música de los Pink Floyd, la marihuana y la prensa underground. Todo esto me convierte en un participante activo de todas las concentraciones de la época, Woodstock, el Festival de la Isla de Wight, etc. Sigo mis estudios de historia y, en 1972, voy a pasar un año a California, a la Universidad de Berkeley. También allí la protesta está en su apogeo. De regreso en Francia, a mi pasión por la historia le sumo la pasión por la información. Escribo crónicas para Libération, por ejemplo, sobre la huelga de los mineros de Gran Bretaña, y descubro el interés por escuchar las comunicaciones de la policía para estar al tanto de todo antes que todos. Generando la furia de las autoridades, promociono esta clase de hobby en las columnas del nuevo periódico: “La policía nos escucha, escuchemos a la policía”.

Me surge la idea de fundar una revista sobre la electrónica, el control de la información y las radios piratas, que sueño implantar en Francia. Esta revista se llamará Interférences. Desde el primer número, revelamos los planes secretos de la red telefónica gubernamental francesa Regis. Con el pequeño equipo que se reúne en torno de la revista, montamos una vasta ofensiva contra el monopolio de radio y televisión del Estado: será Radio Verte, cuya primera emisión, el 13 de mayo de 1977, marca el lanzamiento del movimiento conocido como “radios libres”, al que le llevará cuatro años triunfar. Creamos la Association pour la Libération des Ondes (ALO) [Asociación para la Liberación de las Ondas], para garantizarnos aliados políticos. Nos apoyan Umberto Eco, Pierre Viansson-Ponté, Gilles Deleuze y Félix Guattari. Claude Perdriel nos presta incluso un local para emitir sin temor de ver a nuestro locutor arrestado por la policía.

En 1980, me integro al grupo Havas y me encargo de su desarrollo (nuevas tecnologías, banco de datos, CD, etc.). Canal Plus será la más ventajosa de las elucubraciones de los “alborotadores del octavo piso”, como denominaban a nuestro alegre equipo, compuesto entre otros por Jean-Hervé Lorenzi, el iniciador, Léo Scheer, el hombre del Presidente, Marie Castaing, la irreemplazable, y Jacques Driencourt. Para asegurarnos el éxito del canal, recluto al mejor de nuestros ingenieros de la época de las radios libres, Sylvain Anichini. Él es quien pondrá a punto el decodificador y se convertirá en director técnico del canal. En 1988, Mitterrand obtiene la reelección, el RPR coloca a sus amigos y yo vuelo hacia nuevas aventuras. Creo mi sociedad de estudios y asesoramiento, Technique Media Société (TMS), en la que trabajo en temas como la televenta, la guerra electrónica, la imagen satelital (SPOT) y el depósito legal audiovisual. En 1995, TMS se transforma en web agency y realiza el primer sitio web gubernamental, el del Primer Ministro. Seguirán muchos otros. A partir de 2002, divido mi tiempo entre el asesoramiento y la escritura.

De todo esto resulta que desde hace treinta años trabajo con los sistemas de información y sus consecuencias en la sociedad. Por esto, el develamiento que hizo Snowden del rol de la NSA no me sorprendió, salvo, como ya dije, por su amplitud inédita… Desde las primeras revelaciones, algunos periodistas y mis compañeros de los años heroicos me propusieron que elaborara una visión histórica y analítica del caso. Un almuerzo con François Gèze, director de las ediciones La Découverte, terminará de convencerme. De Interférences a las radios libres y de Havas a mi web agency, el círculo parecía cerrarse, y al redactar este libro tuve la impresión de retomar mis primeros amores. Como bien decía Oscar Wilde, se permanece joven manteniendo las pasiones de los veinte años. Así, este libro es la culminación de todos esos años de trabajo sobre la realidad del espionaje electrónico y sus consecuencias en nuestras democracias.

 

 

Agradecimientos indispensables

 

Son numerosos los y las que me permitieron hacer posible este libro y a los que no podré agradecer lo suficiente –aclarando, como se estila, que cualquier error u omisión eventual es únicamente mi responsabilidad–. Entre ellos Duncan Campbell, el “inventor de Echelon”, cuya inteligencia y humor me alegran desde 1974; Sylvie y Jean-Luc Léon, documentalistas eméritos; el experto en informática Philippe Aigrain, cofundador en 2008 de la Quadrature du Net [La cuadratura de la red], analista irreemplazable y viejo cómplice de Interférences, así como Maurice Ronai, estratega de la comunicación; Jérémie Zimmermann, infatigable vocero de la Quadrature du Net; Patrick Vantroeyen, rey del bricolaje electrónico; Andrew Orr y Jean-Marc Fombonne, que realizaron conmigo los Ateliers de Création Radiophonique [Talleres de creación radiofónica] de France Culture sobre estas temáticas; Serge July y Jean-François Bizot, que me abrieron las puertas de su publicación para que se trataran este tipo de temas; Paul Virilio y Jean Baudrillard, quienes, después de haber sido mis profesores, se convirtieron en maestros y amigos, y también escribieron para Interférences. Y tantos otros que me nutrieron con sus aventuras, con sus reflexiones, los que no quieren ser citados, los que he olvidado aquí.

Pero en medio de la urgencia y la agitación mediática planetaria que desencadenó el histórico “caso Snowden”, nunca habría podido sacar adelante este trabajo, de una forma seria y dentro de los plazos fijados, si no hubiera sido respaldado por un equipo de periodistas jóvenes y experimentados a la vez, capaces de trabajar en tiempo real en archivos complejos y documentos desclasificados, analizando y traduciendo los múltiples artículos publicados diariamente en inglés, alemán o portugués en los medios de comunicación en línea. Entonces, vaya un agradecimiento muy especial: a Julie Reynié, periodista independiente formada en Le Parisien y RTL, que coordinó un trabajo considerable hasta el último momento; a Quentin Molinier, periodista independiente multifacético (NonFiction, Radio Nova, France Culture), que supo poner a disposición su agudeza de análisis, heredada de una formación universitaria plural en filosofía y en geopolítica; a Éléonore Gratiet-Taicher, que después de estudiar periodismo audiovisual y relaciones internacionales, trabajó en especial para las redacciones de Rue89, Le Monde.fr y RTL (formó parte de la constitución de este equipo de jóvenes periodistas y trató los aspectos geopolíticos e internacionales del dossier); a Clémentine Méténier, estudiante de la IEP de Grenoble, que se encargó del tratamiento del fenómeno de los alertadores; y a Alice Luther, que se dedicó a los debates sobre el rol de la NSA.

Y, por último, gracias a Marie, mi mujer, que soportó seis meses de trajín, y revisó con ojo experto una prosa que necesitaba una mirada objetiva.

Finalmente, una última palabra sobre la composición misma de esta obra, que debe su existencia a la voluntad de un informático idealista cuya iniciativa cambió el curso de la historia: para nosotros, se trataba, ante todo, de dejar constancia de la enorme cantidad de revelaciones que aportaron las filtraciones que él orquestó y de organizarlas, sintetizarlas, volver a ponerlas en perspectiva. En enero de 2014, apenas trescientos de los documentos secretos que reunió Snowden se habían hecho públicos por medio de Greenwald y sus amigos, todavía quedan muchos más en sus discos duros: cerca de 20.000 según la NSA, cerca de 80.000 según otros. Seguramente el año 2014 verá surgir nuevas revelaciones, pero el corpus de documentos de primer nivel ya revelados fue seleccionado con gran pertinencia y permite comprender con claridad la vigilancia del mundo tal como la concibe la NSA.

Parte I

Edward Snowden, el hombre de las sombras que quería iluminar el mundo

Capítulo 1

 

Snowden, un joven inquieto

 

En 1993, con sólo nueve años, el pequeño Edward Snowden ya tenía el ojo puesto en la National Security Agency (NSA). Esta agencia, encargada de la información de inteligencia de origen electromagnético, tiene sus cuarteles generales en Fort Meade (Maryland), en el 9800 de Savage Road, detrás de la salida de la autopista “NSA, empleados únicamente”. Es a 12 kilómetros de ese imponente edificio rectangular, a la apacible ciudad de Crofton, donde acaba de mudarse el que, veinte años más tarde, revelará los secretos más comprometedores de la agencia, convirtiéndose en una de las personas más buscadas del mundo. A ese lugar misterioso, los empleados suelen darle apodos sugestivos, jugando con la sigla NSA, como “No Such Agency” (no existe tal agencia) o “Never Say Anything” (nunca digas nada).

 

 

Internet, refugio y ámbito de libertad

 

Cuando pasea con sus padres, el niño originario de Elizabeth City (Carolina del Norte) se cruza a diario con los funcionarios del secreto, que forman parte de los cerca de 11.000 militares y 29.000 empleados civiles que trabajan para la agencia. No es raro que se mencione al ejército en su casa. Lon, su padre, es oficial de la Guardia Costera. En una carta que se hizo pública el miércoles 3 de julio de 2013, describe a su hijo como un “verdadero patriota”, “educado para ser un hombre de principios”[5]. Su madre, Elizabeth, que lo trajo al mundo el 21 de junio de 1983, tiene alguna responsabilidad en su pasión juvenil por las computadoras, ya que es subjefa de tecnologías del Tribunal Federal de Baltimore. Además, parece ser que también le transmitió la pasión por el derecho a su hija, la que más tarde se convertirá en abogada del Tribunal Federal de Washington[6].

Edward Snowden realiza la mayor parte de su escolaridad en ese suburbio tranquilo del sur de Baltimore, desde la escuela pública de Crofton al liceo Anne Arundel. En los bancos de esos establecimientos, entre clase y clase, los niños suelen jactarse de los méritos de sus padres, la mayoría de los cuales trabaja en el ejército. Otros no entran en esos parloteos, porque no saben con exactitud lo que hacen sus padres. Y con razón: estos últimos trabajan para la agencia secreta. Estos agentes casi no mencionan su oficio, ya sea con los otros padres, sus vecinos o incluso su familia. Jerud Ryker, profesor de matemáticas en Arundel, recuerda sus conversaciones con algunos padres de alumnos. Cuando les preguntaba: “¿A qué se dedica?”, la respuesta era siempre la misma: “A nada que pueda decirle”[7].

Oculto detrás de unos anteojos anticuados demasiado grandes para él, el joven Edward, muchacho discreto y flacucho, parece agobiado por un universo riguroso. Su timidez es tal que sólo unos pocos compañeros de clase, como Dawn Whitmore, guardarán un recuerdo de él. Ella lo recuerda como “un muchacho bueno y agradable” que pese a su timidez se expresaba con claridad[8]. En la adolescencia, el ámbito de expresión de ese muchacho introvertido, que comienza a apasionarse por la informática, pasa a ser la computadora. “Era un geek [friki, aficionado a la tecnología], como todos nosotros. Jugábamos a videojuegos, mirábamos cómics manga. Todo esto antes de que ser geek se volviera cool”, bromea un amigo de esa época[9].

A pesar de su madurez, sus notas mediocres no le permitían distinguirse. Aquel que más tarde será considerado como un genio de la informática incluso deja el liceo de Arundel a fines del primer semestre de segundo año. Las razones que lo llevaron a abandonarlo no son claras, pero le dejarán una gran amargura. Cuatro años después, en el foro de un sitio, aludirá a su enojo contra ese sistema que no supo comprenderlo: “Realmente soy un buen muchacho. Ya ves, actúo con arrogancia y crueldad porque no fui lo suficientemente mimado cuando era niño y porque la enseñanza pública, que está en un estado lamentable, me crucificó”[10]. Una de sus compañeras, Mavanee Anderson, que trabajó con él en 2007, recuerda el complejo de inferioridad que experimentaba el joven: “Cada vez estaba más preocupado por su fracaso en el liceo, ese tema reaparecía a diario en nuestras conversaciones”[11]. A continuación, Edward Snowden prosigue su breve carrera escolar en un liceo técnico, donde se empecina por obtener el título de bachiller de 1999 a 2001 y luego de 2003 a 2005.

En 2001, sus padres se separan. Su padre deja la casa familiar para instalarse en Pensilvania, donde vuelve a casarse. Luego, el adolescente se muda con su madre a un departamento cerca de Ellicott City. “Wendy” sale de compras y a ver a sus amigas, recuerda una vecina, Joyce Kinsey[12]. En cambio, el muchacho suele quedarse solo, metido en su computadora, sumido noche y día en otro mundo: “No era alguien muy simpático. No hablaba mucho. Saludaba pero mirando al suelo”[13].

En esta época trabajaba para el sitio de un pequeño editor de cómics manga. Fascinado por Japón y por las nuevas tecnologías, se vuelve muy activo en el sitio Ars Technica, en el que postea 750 mensajes entre 2001 y 2012. Con el seudónimo “The True Hooha” [el verdadero barullo], habla de cultura japonesa, artes marciales, videojuegos y armas, pero también de chicas[14]. Durante las conversaciones, el joven suele dar muestras de arrogancia y virulencia. “Snowden siempre estaba listo para salir al ruedo por defender sus ideas, incluso cuando nadie estaba de su lado. Podía llegar a mostrarse muy cáustico”[15], recuerda un moderador de Ars Technica, antes de agregar: “A menudo Snowden pensaba que era el hombre más inteligente de las conversaciones y se lo hacía saber a los demás”[16].

¿Mensaje premonitorio? En 2002, escribe esta frase reveladora: “Piratear programas informáticos mal hechos es un castigo que sanciona la incompetencia de los fabricantes”[17]. Un año más tarde, plantea tantas preguntas sobre las formas de ocultar su identidad en un servidor que otro participante del foro le pregunta por qué está tan paranoico. A lo que Edward Snowden le responde: “Debido a la Patriot Act (II). Si interpretan mal mis actos, podrían tomarme por un ciberterrorista… lo que sería muy malo”[18]. A veces, el joven se libra a consideraciones que permiten captar su filosofía, marcada por un gran deseo de libertad: “Se dice ‘libre o muerto’, ¿no? Esta frase muestra que la libertad es una condición previa para la felicidad”[19].

 

 

El patriota decepcionado por el ejército, luego indignado con los métodos de la CIA

 

Es en ese foro en línea donde Edward Snowden explica haber indicado que era budista al postularse para integrar el ejército, provocación de un joven rebelde a cualquier forma de autoridad. Capaz pero sin diplomas –sale del Computer Career Institute sin haber validado sus estudios[20]–, este autodidacta de la informática se ve rápidamente atraído por ese mundo militar en el que creció. En mayo de 2004, con veinte años, se dirige a Fort Benning (Georgia), donde “intenta formarse para convertirse en soldado de las fuerzas especiales”, explica un portavoz del ejército, el coronel David H. Patterson Jr[21]. “Como ser humano, consideraba que no había otra opción que la de querer ayudar a los iraquíes a liberarse de la opresión”, explica en una famosa entrevista en video que difundió el periódico británico The Guardian, el 9 de junio de 2013 (véase infra, capítulo 3).

Pero, también allí el joven resulta decepcionado por un sistema cuyos valores están muy lejos de los suyos: “La mayoría de la gente que nos entrenaba parecía tener más ganas de matar árabes que de ayudarlos”[22]. La experiencia es de corta duración. “Edward Snowden no terminó el entrenamiento requerido y fue dado de baja” en el mes de septiembre, recuerda el coronel Patterson. En un foro, el interesado asegura que su baja se debió a una caída en la que se quebró ambas piernas, un hecho que el ejército no confirmó[23]. Edward vuelve a su casa en Maryland, más dolido que nunca, sin haber obtenido ni grado ni diploma[24]. Entonces, encuentra un trabajo como guardia de seguridad en el Centro de Estudios Avanzados del Lenguaje de la Universidad de Maryland, institución afiliada al Departamento de Defensa. Al mismo tiempo se inscribe en diferentes programas de enseñanza universitaria por Internet, pero parece ser que no los terminó[25].

En 2006, da sus primeros pasos en el mundo del secreto. Ese año, el joven de veintidós años es contratado por la CIA para ocuparse de la seguridad de las redes de la agencia. Ningún documento permite explicar cómo el autodidacta sin diploma pudo ser contratado por la CIA. Tal vez, su talento de apasionado por las computadoras y las redes le permitió destacarse, por primera vez en su vida. Finalmente se reconoce su trabajo, por fin es estimado. Edward Snowden parece feliz. “Si alguien te quiere, importa poco que te hayas puesto el pantalón antes de los calzoncillos por la mañana, el trabajo será tuyo”, se alegra en un mensaje de Internet, antes de jactarse: “Mi deuda de estudiante es 0 dólar, salgo ganando 70.000. No tengo más que rechazar ofertas de 83.000 dólares y los jefes se pelean por mí”. Pero el informático conserva su alma rebelde. Después de la caída del banco Lehmann Brothers, en el sitio web de Ars Technica, le confía a “Durf”, un traductor estadounidense instalado en Japón, que los servicios secretos tienen acceso a informaciones concernientes a los mercados financieros de la que no disponen los traders[26].

El verdadero punto de inflexión ocurre en 2007. A Edward Snowden lo envían a una misión de dos años en el consulado estadounidense de Ginebra, en Suiza, bajo cobertura diplomática. Contrariamente a lo que ocurría en la escuela, allí deja numerosos recuerdos en sus compañeros, aunque la mayoría de las personas contactadas por la Associated Press se niega a hablar, por miedo a las represalias[27]. Una vez más, Edward está encargado de la seguridad del sistema informático, lo que le da acceso a numerosos documentos altamente confidenciales. La estación de la CIA en Ginebra, así como la de Bruselas, es un importante centro de escucha y espionaje para la agencia. Aunque sólo se encargue de la seguridad de la red del consulado, Edward Snowden está en contacto permanente con el equipo mixto CIA-NSA que se dedica a espiar a Ginebra. Y trabajo no falta. Es en Ginebra donde se mantienen las delicadas negociaciones sobre el comercio internacional, las telecomunicaciones, las normas de la industria informática, la energía nuclear[28]. También es en Ginebra donde los “Estados canallas”, traficantes de armas y servicios secretos disponen de cuentas numeradas en los discretos bancos de la ciudad. Lo que equivale a decir que las múltiples antenas que se levantan en los techos del consulado no están sólo como elemento decorativo.

Edward Snowden va a descubrir allí una realidad bastante sórdida que lo afecta profundamente: el espionaje no es sólo cuestión de escuchas y computadoras, también es un oficio en el que no hay que tener miedo de ensuciarse las manos, en el que el fin justifica los medios. Como en el ejército, esta experiencia es un desencanto. Snowden escribe: “Lo que vi en Ginebra realmente me desilusionó sobre la forma en la que funciona el gobierno y su papel en el mundo. […] Me di cuenta de que formaba parte de algo que causaba mucho más mal que bien”[29].

Edward Snowden le cuenta al periódico The Guardian un episodio en particular en el que la CIA emborrachó a un banquero suizo, al que le quería sonsacar secretos, antes de incitarlo a conducir. Arrestado en estado de embriaguez, el financiero avergonzado ya no podía negarles nada a los hombres de la agencia[30]. Mavanee Anderson, una amiga suiza de la época, se acuerda de un joven cada vez más atormentado por su trabajo. En una entrevista cuenta: “En un momento, dejó la CIA, por eso yo sabía que atravesaba una crisis de conciencia”, y agrega “estar sorprendida, sin embargo, incluso impresionada. Nunca dio ninguna señal que hiciera pensar que podría revelar cualquier cosa que fuera ‘Top Secret’”[31].

Pero eso no es tan seguro, según informaciones de The New York Times. De acuerdo con este periódico, en 2009, un superior jerárquico de Edward Snowden habría redactado un informe crítico sobre el joven informático, en el que señalaba un cambio inquietante en su comportamiento y sus hábitos de trabajo[32]. Edward Snowden también era sospechado de haber intentado acceder a documentos para los que no estaba habilitado. Pero, finalmente, la agencia de inteligencia parece haber ignorado la advertencia. En ese entonces, el informático se preparaba para dejar la CIA y pasar a ser asesor de la NSA; sencillamente el informe no lo siguió hasta allí. “La debilidad del sistema consistía en que, si surgía una opinión desfavorable, Edward Snowden podía conservar su habilitación de seguridad al pasar a otro empleo”, cuenta un representante republicano a The New York Times. Entonces, la NSA sólo tuvo noticias del caso una vez conocidas las primeras relevaciones del consultor informático[33]. Una versión que confirma el testimonio de un amigo personal de Edward Snowden, quien también trabajó para la CIA en Ginebra, y explicó al periódico Chattanooga Times Free Press que, en Ginebra, Edward Snowden había tenido una “crisis de conciencia”[34].

 

 

Un ciudadano decepcionado por Barack Obama

 

Disgustado por su trabajo y por las notas secretas de la CIA que ve pasar, Edward Snowden ya habría podido hacer revelaciones. Sin embargo, decide esperar todavía un poco. En primer lugar, porque “la mayoría de los secretos de la CIA conciernen a personas, no a máquinas o sistemas” y porque no quiere “poner a nadie en peligro”[35], agentes, informantes o víctimas de la agencia. Algunos años más tarde, cuando devele la cara oculta de las actividades de la NSA, evitará divulgar nombres de personas. La segunda razón es que estamos en 2008 y Barack Obama acaba de ser elegido. En ese entonces, el líder demócrata multiplica las denuncias por los abusos de la vigilancia. En el sitio web Change.gov[36], que implementó su equipo de transición poselectoral, Obama defiende incluso a los alertadores, prometiendo hacer todo para protegerlos. En la mente de Edward, nace entonces una esperanza: el presidente cumplirá su palabra.

Sin embargo, no es un seguidor de Barack Obama. El informático defiende el derecho de portación de armas y reclama la supresión del sistema público de pensiones[37]. En 2008, no vota a Obama, ni a McCain. A los principales candidatos de los dos grandes partidos, prefiere un tercer partido, declara, sin precisar cuál[38]. En todo caso, según los mensajes que intercambia en Internet en 2012, se sabe que en esa época el que lo “ilusionaba” era un “libertario”(III), Ron Paul, el representante republicano de Texas[39]. Este último, a veces apodado “Doctor No” en el Congreso, se opone a todas las leyes que, según él, violen la Constitución estadounidense o aumenten los impuestos. En dos oportunidades, Snowden apoya su campaña con donaciones de 250 dólares, o sea, cerca de 400 euros en total. Además, a fines de agosto de 2013, una vez revelada la identidad del “alertador”(IV), Ron Paul declarará al célebre periodista estadounidense Larry King: “Hay que dejar tranquilo a Edward Snowden. Nos hizo un gran favor al develarnos la verdad. Siento mucho respeto por los alertadores. Esas personas saben muy bien lo que hacen y a lo que se arriesgan. No se los debería calificar de ‘traidores’”. Pero, después de las elecciones de 2008 y 2012, nada cambia y Barack Obama “continúa las políticas de sus predecesores”, se lamenta Snowden, mientras que se confirman los desastres de las guerras en Irak y Afganistán.

La vida de Edward Snowden cambia en 2009. Después de haber partido de Ginebra, es contratado por la empresa Dell, proveedor privado de la NSA, instalada en Japón. Su salario se dispara: pasa a ganar 200.000 dólares por año, es decir, cerca de 150.000 euros[40]. En Japón, con motivo de un festival de artes escénicas, conoce a la que se convertirá en su novia, Lindsay Mills. La pareja, muy enamorada, se mantiene reservada. “A veces le preguntaba: ‘¿Por qué no vienen a tomar un café?’, pero nunca venían”, recuerda Angel Cunanan, un médico que vivía al lado de ellos[41]. Otra vecina, Carolyn Tijing, afirma que la pareja siempre dejaba las persianas cerradas y llenaba la cochera hasta el techo con cajas para que no se viera el interior.

 

 

Más cerca de la NSA

 

En el verano de 2013, se conoció un poco más sobre la carrera del informático. Después de haber demostrado un verdadero conocimiento de la gestión y la seguridad de las redes informáticas administradas por Dell, Edward Snowden siguió una formación en las técnicas ofensivas de la guerra cibernética, dominando así la penetración de bases de datos y la captura de documentos. Entre los conocimientos que adquiere en ese entonces, seguramente el más valioso es saber penetrar un sistema para extraer sus datos, sin dejar huellas.

Mientras trabajaba en Dell como subcontratista de la NSA, Edward Snowden comprendió que, si realmente quería entrar en conocimiento de los secretos más protegidos de la agencia estadounidense, necesitaba entrar a trabajar en su otro subcontratista Booz Allen Hamilton, la empresa que mejor dominaba las técnicas de guerra cibernética y las perfeccionaba por su cuenta. De acuerdo con los periodistas de The New York Times Christopher Drew y Scott Shane, que consultaron su CV, Edward Snowden, primero administrador de sistemas informáticos, pasó a ser entonces “estratega cibernético” y “experto en seguridad informática”, en contacto con otra empresa subcontratista de la NSA, EC-Council, que emplea a numerosos hackers[42]. Allí desarrolló todos sus talentos de hacker, lo que impresionó a sus empleadores.

Su trabajo resulta provechoso. En marzo de 2013, después de un breve regreso a Maryland, finalmente se integra a los equipos de Booz Allen Hamilton en el centro de la NSA de Hawai. Allí, los ases de la guerra cibernética navegan sin limitaciones por todos los sistemas informáticos de la agencia. Al reconstruir ex post su actividad, el servicio de seguridad de la NSA descubrió que Edward Snowden usaba varias identidades falsas para acceder a los programas más “Top Secret”, neutralizar las alarmas previstas para evitar las descargas no autorizadas y copiar ilegalmente más de 20.000 documentos –como mínimo, tal vez más–, que representan los secretos mejor guardados (hasta ese momento) de la agencia. En agosto de 2013, el ex oficial de inteligencia estadounidense autor de la confesión histórica que mencionamos en la introducción –“En una escala de daños de uno a diez, estamos en doce”– había puntualizado: “Todos los días, descubren un poco más hasta qué punto Snowden era brillante. Por lo demás, esa es la razón por la que no hay que contratar a personas brillantes. Hay que contratar sólo a personas competentes, los brillantes pueden causar muchas molestias”[43].

Y, de hecho, para la NSA las molestias no demorarán: en mayo de 2013, definitivamente asqueado por sus actividades, Edward Snowden hace una carga completa de datos ultraconfidenciales. “No es una decisión que haya tomado de repente, un buen día; todo se fue dando de a poco”, explicará. Después de haber contactado a Glenn Greenwald y Laura Poitras, dos periodistas estadounidenses en quienes tiene confianza dadas las persecuciones de las que son objeto por parte de las autoridades de Washington, el discreto ingeniero le pide algunos días de permiso a su superior para realizar un tratamiento contra la epilepsia. Sin haber explicado claramente la razón de su partida a sus allegados, salta a un avión con dirección a Hong Kong, con dinero y cuatro computadoras[44]. La elección de su lugar de destino se debe a que la ciudad china goza de una libertad de expresión real y se sitúa en un lugar en el que su viaje no corre el riesgo de activar la alerta de los servicios estadounidenses[45]. Durante su viaje, Snowden piensa en su novia, con la que iba a mudarse, en su vida confortable. Dio el gran salto y para él el futuro es un gran signo de interrogación.