El chico paradoja - Nagi Julies - E-Book

El chico paradoja E-Book

Nagi Julies

0,0
13,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

¿Alguna vez te has preguntado si las leyendas son más que simples cuentos? En un oscuro asilo mental, un antiguo ser legendario resurge de las sombras y comienza a desequilibrar el mundo tal como lo conocemos: un ser enigmático, condenado por sus pecados pasados y perseguido sin descanso por aquellos que buscan su muerte. Este relato épico de sufrimiento y redención narra desde sus humildes comienzos en un tren abandonado y destruido, hasta convertirse en el rey de su propio castillo. Buscando desesperadamente una familia y amigos que se preocupen por él, luchará contra las fuerzas que amenazan con sumergirlo en la oscuridad una vez más. ¿Qué secretos oculta? ¿Qué lecciones podemos aprender de su vida extraordinaria? El chico paradoja es una novela repleta de giros inesperados, donde la realidad se mezcla con lo mítico, y lo humano se entrelaza con lo divino. Prepárate para explorar la historia de un ser único que cambiará tu percepción del mundo tal como lo conoces.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 279

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Rejala Sanchez, Miguel Angel

El chico paradoja / Miguel Angel Rejala Sanchez. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

262 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-668-0

1. Narrativa. 2. Novelas. 3. Novelas Fantásticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Rejala Sanchez, Miguel Angel

© 2023. Tinta Libre Ediciones

el chico paradoja

Prólogo

Estoy en este asilo desde hace tiempo, atrapada con todos estos ancianos y dementes a causa de las guerras; algunos, sin embargo, son jóvenes, y están aquí por pedido de sus familias. Algunos tienen, apenas, veintisiete años, incluido ese chico que siempre mira por la ventana. Por momentos puedo sentirme observada por él, cuando planto mi mirada en su dirección. Sin que voltee, me genera un sentimiento particular: siento que es casi mítico, como su forma de ser.

Me acerqué varias veces, y no me ignoró; solo estaba “perdido en el brillo del día”. Así lo definió él, con un aire de nostalgia. Por alguna razón siento que está aquí por deseo, no por obligación. Cuando estoy frente a su mesa para comer, puedo percibir su tristeza… un deseo raro de que algo vuelva.

Ese día, lo miré de reojo y el castaño solo me devolvió la mirada con una calidez fría. Levantó su mano para saludar, y se quitó el pelo de uno de los ojos (largo, color miel, cubría esa presencia agotada con ojeras que parecían pintura; nunca lo había visto dormir).

—Samatha, puedes decirme qué quieres, yo no muerdo.

—No pasa nada, señor… —Tras decir señor me detuve, pero no le pareció raro; al contrario. Reaccionó como si fuera normal tal afirmación por mi parte: se veía viejo. Mejor dicho, mostró una nula reacción—. ¿Me repite su nombre, por favor? Creo que lo he olvidado.

—Haniel, Haniel Salomen.

—¿Haniel?

—Sí, Haniel. Nadie en especial en este mundo lleno tanto de héroes como de demonios. —Lo último lo dijo con un cambio de tono hacia la tristeza; en sí, su voz era un ida y vuelta de la neutralidad a la felicidad, capaz de mostrar tanto la risa como su antítesis. Lo que me resultó llamativo fue cómo el nombre de Haniel me sonaba, demasiado, de algún mito.

Alguien pasó junto a nosotros, y al parecer lo saludó. ¿Sería su forma de responderle la seña que hizo con el pelo?

—Disculpe si me ve distraída, pero tengo una pregunta particular para usted, Haniel.

—Dila, antes de que me retire a mi habitación. El día está muy nublado.

—¿Usted es…? —Antes de que terminara de decirlo, se levantó y se retiró rápidamente; apenas pude notar su movimiento antes de que desapareciera en lo que pareció un instante—. ¿El demon blue? Es igual a la leyenda.

Eso último se me escapó. Si era él, debía irme de aquí de inmediato.

Dejé la comida en la mesa, casi terminada, y fui a mi habitación para buscar mis cosas; necesitaba irme antes de que vinieran a buscarlo. Nunca debí haber sabido su nombre.

Avanzaba tan rápido, que llamé la atención de varios miembros del personal. ¿Cómo no se sorprenderían si, de un momento a otro, la chica pálida había tomado la iniciativa de irse sin decir por qué, sin demostrar si su salud había mejorado o no? No importaba, ya había guardado la mitad de mi ropa para irme. Despedirme de la pequeña habitación para una persona, con una cama, un escritorio y una ventana pequeña, fue lo adecuado en ese momento.

—Sigues todavía muy pálida como para salir, paciente. —Mi doctor me detuvo tomándome de la mano, más pequeña de lo que debería; aunque tenía una edad avanzada, mi cuerpo no había evolucionado como hubiese debido. Además, estaba muy delgada. Su mano evitaba que guardase algo más, y mi mirada quedó tensa sobre él. No entendería lo que implicaba tener al demon blue en el mismo edificio—. ¿Me dirá qué sucede, o solo me detendrá con su mirada?

—Demon blue, él está aquí…

—Está muerto, han cazado al último outlaw force. Ni su líder pudo escapar a la ejecución. —Me soltó, así que cerré mi bolso con la otra mano. Se alejó tres pasos tras afirmar que el demon blue no estaba con vida, pero yo sabía lo que había escuchado y visto.

—Hay un paciente que tiene hasta los mismos comportamientos. Haniel, ¿le suena?

—¿Haniel? ¿Cómo se ve, si puede decírmelo, por favor?

—Pelo castaño, largo, de un lado le cubre un ojo. Saluda levantando una parte de este cabello, y puede desaparecer de la vista. Tiene rasgos suaves, pero fuertes. — Mi médico le hizo una seña a un enfermero que pasaba; lenguaje de señas especial, dicen que es. Luego, volteó a verme y sonrió.

—Eso es imposible, no hay nadie con esas características en este lugar. A menos que tengas otro de tus días, esos donde no puedes diferenciar la imaginación de un hecho real. —Me aparté un paso: esas eran las palabras mágicas para la siguiente semana de mi vida, drogada en una habitación pequeña sin escapatoria.

—Samatha está bien, Samatha no necesita ayuda.

—Ya hablas en tercera…

—Persona, qué extraño. —Mi doctor volteó a verlo, asustándose tanto como yo cuando lo noté; ya se había cambiado y tenía una ropa más llamativa, camisa larga negra con pantalón azul, botas y, para terminar, guantes que le cubrían todo el brazo. Características directas del demon blue. Cuando dio un paso adelante, mi doctor se volvió hacia mí. La dirección más cercana de escape estaba cerca de Haniel, quien estaba en la puerta con la mitad de su cuerpo fuera—. Te venía a dar las gracias, sin ti nunca me hubiera…

Escuché un disparo un momento después de que él moviera su cabeza. También movió la mano… ¿con una bala en ella? La miró como si la analizara, y escuché que alguien caía luego de que él mostrara su palma vacía.

—Sí te acuerdas de quién eres, entonces…

—Ellos vendrán, mis demonios amigos vendrán por mí. Quería decirte gracias, Samatha. Realmente, de todo corazón; te tendré siempre cerca de él por tal motivo. —Vi al personal acercársele por la espalda, pero cayeron noqueados al piso sin mucho esfuerzo… sin que él se moviera. El demon blue, alias Haniel, se movilizó desde la puerta y vi que se dirigía hacia el sur, la salida más cercana. En el mismo instante se escuchó una explosión en el lado contrario, y casi enseguida aparecieron.

Apenas habían pasado diez minutos desde el momento en que recordó.

—La única forma de sobrevivir es…

—¿Cuál? —me preguntó mi doctor tras escuchar cómo pensaba en voz alta.

—Seguirlo a él.

Escapa de su destino

Tomé mi bolso ignorando a mi doctor y corrí rápidamente hacia donde había ido el último gran villano de la historia. El mencionado demon blue. Probablemente sería incapaz de alcanzarlo, pero según el mito, si lo buscas lo encuentras. Lo que significaba que…

—Hello. —Vi cómo se levantaba frente a mí, y miraba en mi dirección, el mencionado Haniel. El soldado perfecto me volvía a saludar, ahora con una pistola en su mano y apuntando hacia mí con ella. Se la rompería si abriese fuego—. Quieta. —Cerré los ojos tras ver que procedía a disparar, pero no sentí nada. Tampoco escuché ningún ruido por su acción.

—¿No estoy muerta?

—¿Quieres estarlo? Puedo hacerlo rápido. —Al abrir los ojos pude verlo sonreír, muy cerca de mí; tuve que levantar la mirada por su altura, al menos un metro ochenta. Nunca noté que había caminado hacia mí.

No había tenido tiempo de cambiarme para verme bien para mi nuevo rey, solo tenía mi pelo negro y mi ropa blanca, un pantalón y la camisa del asilo. Ni siquiera tenía zapatos, ahora que lo notaba; era una falta de respeto para el último rey, el morado y azul. Dos colores en uno.

—No, quiero escapar como lo hicieron alguna vez.

—No escapamos, solo… —Estaba a un paso de mí y en un instante me puso detrás de él, para que le diera la espalda a unos disparos que apenas pude detectar. Sangre negra me saltó a la cara, y fue limpiada por el mismo que la liberó tras un balazo y respondió con otra bala en dirección contraria; no pude ver a qué le había disparado, solo escuchar el impacto: había caído. No fallaba un tiro.

Al terminar me limpió la cara de una forma demasiado dulce, más parecida a…

—¿No estás coqueteando conmigo, verdad? —Él ni se inmutó ante mi declaración, solo terminó y guardó el pañuelo en su manga. Bajé la vista para observar que las dos heridas de bala en su cuerpo se habían cerrado. Debió haber sido en segundos, ya que no había más sangre—. Esa parte no la conocía.

—Así sobreviví la noche en que todos desaparecieron, fui el que más recibió y, al mismo tiempo, el que más quería sobrevivir.

—¿Tu deseo te salvó? —El rey azul daba resistencia; el rey morado, precisión y velocidad.

—¿Eso no sería todo? —Al observar tras él pude ver a dos… ¿fantasmas? Seres que parecían sombras y portaban armas además de un traje militar. Se cubrían, sin disparar hacia nuestra posición, tras una mesa con papeles—. Ya que viniste a mí, te daré un regalo para que escapes conmigo. —Cuando dijo esto noté cómo todo se detenía; una hoja de papel que detrás de nosotros volaba quedó suspendida en el aire. El lugar se volvió gris, el tiempo no avanzaba, los gritos de fondo pararon y él seguía frente a mí. Con una mano extendida, esperaba que la tomase.

—¿Esto significa…?

—Serás mi soldado, el primero después de unos cien años.

—Y ¿cómo acepto? —Él solo tendió su mano hacia mí, para saludarme de la manera más formal posible; según el mito, los reyes daban su poder al dar su amistad. Una copia de su regalo de soledad. Le devolví una sonrisa y tomé su amistad.

Pude notar una barra en mi rango de visión, una carga que iba subiendo rápidamente hasta el cien por ciento; de un momento a otro, mi vista percibió el calor y el frío, y hasta me permitió moverme en la oscuridad y observar partículas en el aire que debían ser invisibles. Y a los enemigos. Cuando volteé, podían moverse de nuevo.

—En un instante deberás correr, como ya sabes.

—¿Para alejarme de qué? —Apenas terminé de decirlo, vi cómo la hoja de papel detenida caía y se iniciaban los disparos.

Corrí en la dirección contraria a las balas; ahora las sentía, más que nada. Mientras los enemigos jalaban de sus armas, simplemente Haniel empezó a correr hacia el primer objeto cercano; en este caso, una puerta abierta que dudé que pudiera resistir el impacto. Pero lo seguí sin pensar; era él quien tenía más años de práctica en esto de sobrevivir. Se dice que el rey morado es un experto en sobrevivir en las peores condiciones.

Al llegar a la puerta, tan rápido como las balas de un fusil de asalto, el rey morado la tocó. Vi cómo de un instante a otro se volvía de metal.

—¿Cómo puedes hacer eso? —Vi las balas rebotar y caer detrás del material. El rey, de pie, me miró de reojo y disparó a un basurero metálico cercano. Estábamos en un pasillo, la línea recta no nos ayudaría a escapar. Pero escuché una caída: le había dado a alguien de alguna forma.

—La magia del morado es transformar lo que sea en un arma precisa. El arma perfecta puede ser asimilada a la velocidad del tirador. Incluido esto. —Lanzó una granada que había aparecido en su mano; cuando explotó, creó una nube de humo—. Corre, no podemos ganar.

—Afirmativo. —Le seguí el paso al momento en que empezó a ir a toda marcha hacia una ventana entreabierta; el brillo del sol llegaba a lo imposible. Sentí una señal de peligro cerca, de forma anormal; como cuando sentía que Haniel me miraba sin hacerlo—. La figura es… —dije, ya casi llegando. Habíamos pasado medio edificio corriendo y, ahora que lo pensaba, estábamos arriba de una montaña cerca de un lago; si saltábamos, íbamos a morir.

—Ignora la figura, solo salta. —Sentí cómo me atrapaba rápidamente y me llevaba como…

—¡No soy una princesa!

—Ahora lo eres —respondió, ya con el aire de la montaña en el rostro y una caída de dos mil metros de altura. La bajada dolería—. Y ahora, agárrate fuerte.

—¿De qué? —Vi venir hacia nosotros un avión de combate, mejor dicho dos; alguien disparaba desde la parte superior de uno de ellos, de pie, simplemente parado sobre él sin caer.

Caída en movimiento

Si lo pensaba rápido estaba volando, no cayendo. Flotando, mejor dicho. Mientras, el enemigo giraba; cada uno de sus ataques era bloqueado por el cuerpo de mi líder.

—¿De dónde sacaste el paracaídas? —Finalmente lo asimilé.

—Mueve la cabeza —me dijo sin responderme; al momento, una bala me pasó por arriba—. Ahora, en un instante, baja.

—¿Cómo que baje? No hay piso a menos de dos mil metros. —A la distancia pude ver, ya casi debajo de nosotros, un vehículo. Estaba quieto, como si nos estuviera esperando.

—Tú puedes hacerlo, por ser mi clan. —Sin dudarlo, me tiró unos metros hacia abajo. Vi el futuro en pocas acciones posibles. El tirador estaba recargando; de fondo, un paisaje bélico. Caí al lado de este enemigo que no tenía rostro, solo casco; tampoco había nada en su ropa. Reaccioné pateándolo, y provoqué que se cayera. Su reacción fue inferior a la mía en cuanto a velocidad, extrañamente; había escuchado en los mitos que no debería ser así. Supongo que en algo se equivocaron con la igualdad de condiciones.

En el mismo instante en que pensé esto, razoné que estaba reflexionando demasiado rápido para ser normal. El piloto abrió la compuerta; antes de salir disparado sacó una mano y apuntó, sin quitar la otra de los controles. Yo sabía lo que debía hacer: por arriba del ala, me movilicé hacia el lado contrario.

—Ya llego. —En un instante vi aparecer a Haniel, que bajaba de la misma forma que yo: como si fuera un control, su mano desvió el avión hacia arriba, para tomarlo y tirarlo luego hacia una caída mortal. Todo lo tenía planeado.

Tras tirarlo, se posicionó de inmediato en su lugar para comenzar a pilotear.

—¿Estoy atada?

—No, pero te puedes pegar a los objetos en movimiento.

—Eso significa…

—Que tienes magnetismo con cualquier cosa en movimiento —respondió mientras tomaba velocidad hacia el norte. Sin pestañear, pude sentir el viento de la libertad. Y ahora que lo pensaba de forma directa…

—¿No debería estar muriendo?

—¿Por el aire?

—¡Por la altura!—Haniel abrió la cabina el de nuevo, tomó aire con los ojos cerrados e hizo una mueca digna de provocación o…

—Deja el coqueteo. Sé profesional. —Aparté la mirada de él. Había escuchado que contaba con una especie de apelación al gusto y al sentido del humor que aumentaba su carisma ante los ojos de sus aliados y enemigos, como cada rey—. ¿Cómo se supone que no muero aquí?

—No necesitas aire. Ya no tienes necesidades propiamente dichas. Cosas como dormir o comer o respirar solo se activan si recibes suficiente daño. —Me estaba señalando; no lo veía, pero sentía que lo hacía. Era un aviso de mental, un instinto—. Y por tu reacción, lo has notado. Mi intención natural es apuntarte, por lo que tú reaccionarás aun sin verme directamente.

—Entiendo. Pero deja de apuntarme, que me incomoda.

—Lo siento, no quise molestaste.

—Perdóname a mí, no quería parecer ofendida contigo. —Lo volví a mirar mientras a lo lejos se escuchaba una explosión que iluminó la noche—. ¿Eso fue…?

—Sí, fue eso. Te salvaste por irte por la ventana. Felicidades, sobreviviste al primer día.

Pueblo abandonado

Tras dos horas volando, ya se había hecho de noche. El clima estaba loco, en varias zonas se mostraba cambiante hasta en los colores que liberaba. El cielo se modificaba también, tirando más hacia un color u otro; ¿eso significaría que cada rey lo modificaba por sí mismo? Habíamos pasado por uno negro, otro más celeste, un ambiente rojo donde el sol parecía ser otro…

—¿A dónde vamos?

—A un lugar vacío. Un rey solo puede reclamar una zona de cinco kilómetros de diámetro.

—¿Una ciudad pequeña?

—Puede ser. No logro recordar cómo eran las ciudades, solo las bases de cada territorio. —Tras decir esto empezó a bajar a toda potencia, ignorando si había pista o no. Mientras bajábamos, pude ver un pueblo a lo lejos; parecía tan grande como el diámetro que Haniel había mencionado.

No esperó a recibir una réplica de su súbdito, pero me miró de reojo; le devolví la misma acción sin pensarlo, pura reacción.

El pueblo ya se había vuelto un lugar donde las casas eran grandes. Llegamos al piso.

«Es único, especial, raro y… ¿Me acabo de fugar con un posible adicto a la guerra?».

—¿Te parezco bonita? —Con el ritmo de estas palabras bajé a tierra, los últimos metros parecieron un microsegundo (ahora que lo analizaba bien, habíamos estado a tres mil metros de altura). En ese tiempo había podido sentir algo diferente, por cómo Haniel me miraba o miraba el lugar. A uno de los dos lo nos había observado con un sentimiento particular—. Te pregunté algo.

—Te diré la verdad. No opino de esas cosas, y pienso que la belleza es subjetiva.

—No me evadas.

—La respuesta es sí. —Haniel, en un instante, respondió y aterrizó en la calle; bajamos en medio de todo, pero no había autos ni nada. Era un pueblo fantasma, un barrio residencial sin más. Haniel bajó al instante; yo apenas había bajado la primera pierna cuando noté su brazo apuntando hacia mí—. Bienvenida a mi reino abandonado.

—¿Reino abandonado? —Tomé su ayuda por amabilidad. Cuando estuve con ambos pies en el piso, Haniel caminó hacia una casa; se podían ver sus vidrios rotos y la madera podrida. Ese lugar hacía años no era visitado.

—Supongo que abandonado sí está. Reino… le faltaría mucho para ser un reino.

—Te ves muy bonita con esa ropa.

—¿Cuál ropa? —Solo obtuve como respuesta una mirada de arriba abajo. Seguramente me estaba haciendo una broma, poseía la misma ropa que cuando había salido… Aunque, ahora que lo pensaba, ya no sentía el piso frío—. ¿Qué es esto? —Apenas terminaba de preguntarlo cuando sentí la ropa nueva, la misma que él poseía. En mi piel, un uniforme idéntico en toda regla.

Cuando pestañeé, noté que la casa que ahora observaba de reojo había cambiado.

—Eso está en muy buen estado de la nada…

—Lo sé, hora de reformar este lugar. —Al ver su rostro por encima, pude comprender al instante sus intenciones: se levantaron muros y torres de vigilancia altas, con un mínimo de cien metros de altura; la tierra de movió y al ritmo de una respiración única todo apareció en el área—. Bienvenida al reino de outlaw force.

—Esto es… mágico.

—No, es el poder de un rey. Mi poder.

Mensajes

—¿Entonces deberíamos ir a reclutar gente?

—Ya lo hice, ya he ido.

—Pero no nos hemos movido de esta playa… En realidad, no te pedí este traje de baño para que me lo regalaras… —le dije esto al líder mientras estaba sentada a su lado en una silla de playa. Él seguía con su ropa del comienzo, pero por mi traje de baño negro con azul no dejaba de pensar que la forma de corazón bajo mis pechos era un fetiche de Haniel. Mantuve mi vista seria en él, mientras me cubría del sol y del cielo azul morado de la zona.

—Discúlpame, si quieres te vuelvo a cambiar la ropa.

—No, no, no. Deja de hacerlo, cada vez que provocas un cambio en mi ropa siento algo extraño al instante siguiente. —Tras decirlo escuché alas de aves que pasaban por encima de nosotros y se estacionaban sobre la sombrilla. No entendía si habíamos venido a tomar sol o no.

—Modifico tanto tu forma como tu alma para darte ropa nueva. Al no ser tan necesario, el cuerpo se queda con el último aspecto que tuvo, sin llegar a un cambio total. En sí, lo que veías antes en el espejo era tu alma.

—¿Eso significa…?

—Ya nada puede cambiar en ti ni en mí, somos la imagen de un momento exacto de nuestras almas fuera del sufrimiento. Además, ya hay nuevos reclutas.

—Explícame lo primero de nuevo, no lo llegué a entender o escuché mal.

—El tiempo y la muerte, cuando te vuelves un rey o un súbdito, desaparecen. Traerán pizza… Mientras tanto, ¿qué quieres saber del pasado? ¿O qué otra respuesta necesitas? —me preguntó mientras se paraba para acomodar su sombrilla; antes de mirarlo de nuevo, ya había sentido que su ropa había pasado a ser playera. Lo seguía haciendo… Si era como decía, acababa de modificar su propia alma—. ¿Algo como qué hice para reclutar gente?

—Eso sería lo primero.

—Mensaje espiritual. El deseo de luchar o de volver aparecerá en quien lo necesite, y así se unirán a mí tras seguir su instinto. —Al verlo firmemente noté detrás su apariencia un aspecto diferente, más joven. Como de diez años menos. Se sentó tras terminar de acomodar su sombrilla y se recostó para ver las olas llegar. Estábamos cerca de un lago que iba hacia al mar. Un lugar muy particular, nunca había escuchado de él.

—¿Qué eres, o qué fuiste? No eres normal, ni tampoco lo fue nada de lo que ha ocurrido. Diría incluso que es una locura mía y que se me ha salido una parte de la cabeza ahora mismo. Pero sé que eres real… y que al mismo tiempo eres de un cuento.

—El destino me movió hacia ese resultado, y todo comenzó cuando…

Azul, dulce azul

Disparos, más sonidos de armas que accionaban su mecanismo, explosiones y sangre fuera del vagón del tren comercial. No sabía qué era eso, pero intuía que estaba en uno.

Miraba el espejo frente a mí, el mismo que abarcaba los asientos cercanos. Mi pelo en ese tiempo era largo, negro, y mis ojos estaban cubiertos por la oscuridad de la tristeza; la ropa que poseía había sido robada de la basura cuando aparecí: unos míseros pantalones largos y una camisa que por alguna razón tenía grandes mangas; cuando levantaba los brazos, estas se caían y dejaban ver el tamaño para un bebé crecido en su interior.

Me puse de pie al escuchar el último disparo, el de la calma; quedaba un duelo de tiradores lejanos para el final. No importaba quién ganase, yo iba a despertar al día siguiente en el mismo lugar o en otro y sin hambre si me daban…

El asiento lleno de vidrios hizo el ruido de un viejo metal arruinado por los años, mi hogar me llamaba.

—¿No me han disparado? Es una pena.

Me desanimé tanto que volví a sentarme. Si al menos una bala perdida, una reacción excesiva y un disparo limpio al lugar abandonado por la mano de Dios y dejado a la suerte de quien lo habita… Rezaba mucho por ese tiempo, pedía que Dios me mostrase un mensaje y me asesinara.

Mientras volvía a rezar, pude sentir movimiento detrás de mí. Y pude verlos por la ventana, pasando sigilosamente entre los vagones a medio destruir tras de mí.

—Los veo, puedo verlos —dije tras asomar el ojo por uno de los muchos agujeros de bala; no necesitaba usar las ventanas, ya había un agujero de tamaño suficiente para pasar por ahí. Sobre el área en que dormía, mi “cama”. Realmente estaba a la vista de todos, por el agujero del tamaño de una bomba y el techo caído por una explosión de la semana pasada. Gran parte del vagón había desaparecido, y dejaba entrar una lluvia de arena a todas horas—. Vamos, solo una bala desviada, por favor —reclamé de forma suave.

Tenía hambre y sed, y solo una falencia: la muerte no estaba admitida para mí, a menos que fuese ocasionada por el daño externo de un ser diferente a mí.

—Avancemos —dijo el soldado ignorando mi deseo; eso avisaría al tirador enemigo de su presencia.

La sonrisa que poseía se borró al instante, no quería estar ahí. Solo existía una forma de escapar de mi cruel destino: el Desprecio, lugar eterno para los combates de los no nacidos. De inmediato los vi entrar por uno de los varios ingresos conectados a otros vagones cercanos; todos se habían retirado el mes pasado, cuando inició el hambre.

Yo odiaba mi existencia por no haber sido querido.

—Un plan no ejecutado por Dios. —Miré de nuevo hacia la luz del cielo, azul de un lado y del otro celeste para diferenciar a quienes actuaban: un color era el del clan de los agentes secretos con trajes de combate elegantes, y el otro de un clan con uniforme negro, casco de piloto y el símbolo de un círculo rodeado por dos pequeñas partes que parecían un escudo. En el interior del escudo, un circuito con un cuchillo al final; en el centro, la sigla SMU, Special Military Unit—. Solo necesitaban un motivo para mirar hacia aquí, ¿no?

—¿Eh? —El agente secreto observó por un instante antes de salir de mi hogar; los otros dos aún seguían dentro, y en sus posiciones. Antes de que pudieran reaccionar, mostré que tenía una de mis manos oculta entre la ropa; saqué una granada de flash. Pensé que iban a disparar, pero antes de que levantasen sus armas tras ver cómo un civil sin rey del Desprecio había dejado dos miembros a descubierto, noté con infelicidad que estaban muertos.

—¿Esta sangre es…? —Volví a analizar la situación. Mi otra mano se había movido sola, como mis pies, para cortar el cuello del primer hombre frente a mí; volví a sentir mi rostro cuando noté que un líquido saltaba hacia él. Miré mi pecho rápidamente y detecté varios disparos; sin embargo, el hombre detrás de mi primera víctima tenía una navaja en su cuello y moría de forma lenta, aún sin caer—. Dos cargadores y sigo en este lugar.

Le hice una seña al segundo, mientras caminaba lentamente hacia él. Era más alto que yo, y recargaba su arma con un rostro en el que ya era visible el pánico. Lo miré por última vez cuando un disparo entró por la ventana cerrada con tela y situada detrás de él. Esa ventana era la única que quedaba casi completa. Al momento de caer, noté cómo el clima se modificaba hacia un azul más claro.

—Es un lindo color, ¿no es así?

—Hola, Gears. Rey azul —Fue la primera vez que lo vi. Lo había ayudado, sin saberlo, a ganar un territorio temporal. Al día siguiente todo volvería a la normalidad, al resultado sin avance por el infinito de esta realidad sin lienzo.

Poseer

Una ventana estaba cerca de mí, en una cabaña de madera sin vidrio en las entradas de luz. Un aura particular rodeaba lo que podía ser un pueblo.

En el lugar de donde provenía existía una guerra de colores en el cielo que provocaba confusión al momento de saber qué hora era. Aquí solo había azul y un área vacía, limpia.

—¿Esto siempre ha existido tan cerca de mí?

—Claro, siempre estuvo aquí el reclutamiento.

—¿Reclutamiento? ¿Y eso es para…?

Estaba tan perdido en mis pensamientos, que no noté al sujeto un tanto mayor que se encontraba frente a mí, un sujeto que llamaría gringo; no logro recordar su nombre. Esa fue la primera vez que habló conmigo. Esperó con paciencia a que lo mirase firmemente, sin desviar la mirada.

—Sala de reclutamiento. Nos comentaron que te querías unir. Has llegado un mes tarde, pero haremos una excepción a la regla en tu caso.

—¿Y qué puedo obtener si entro? —repliqué mientras comía más; el plato estaba lleno, así que seguiría alimentando mi hambre de meses. Manipulé el cuchillo y el tenedor de forma lenta y eficiente, esperando su respuesta; había olvidado que esperaba que lo mirase para seguir hablando.

—Amigos, ropa y comida.

—¿Entonces voy a poseer algo? Una cosa que llamaban…

—Familia, una familia propia.

—¿Y solo debo…? —Hubo un silencio ante mi pregunta. Yo solo quería una confirmación para lo que pensaba.

A la vista de mis recuerdos, sé que el traje que él llevaba era diferente, más grande en algunas partes. Su rostro quedaba casi invisible por su casco negro.

—Sé parte del ejército azul y tendrás todo lo que necesites.

—Huele a la promesa de una estafa piramidal.

—Porque lo es, pero en este caso no es una pirámide vacía; habrá diversión en tu existencia errada. —Volví a mirar por la ventana al bello sol, sin la pérdida del color que se obtenía ante una guerra.

—Estar solo para siempre con hambre y sed o estar luchando cada día. ¿La diferencia sería…?

Mi respuesta con una pregunta lo hizo dudar. Al instante, sin embargo, adoptó una sonrisa y entreabrió la boca para darme una respuesta que cambiaría todo.

—Tendrás todo lo que siempre quisiste, una razón para existir.

—En el Desprecio, donde Dios envía a sus planes negados, no tiene sentido la palabra existir.

—Donde un plan no fue ejecutado, hay otro que sigue en otro lugar. Y aquí estamos. Sirviendo a su objetivo de una guerra eterna.

—Acepto.

SummerDark

Al mirarme en el espejo, pude notar mi nuevo aspecto. Había crecido, de un momento a otro, desde mis quince años hasta mis dieciocho; sin embargo mi rostro, como el resto de mi ser, seguía casi igual. Cada momento me traía una memoria extraña del hambre pasada, pese a que ya no podía tener sed. Lo que sí tenía era una habitación propia con una cama y una mesa limpias.

—Aún no me veo lo especial, solo asesiné a alguien con lo que resultó ser un vidrio roto. Soy un ser nulo como para verse especial.

—Eso dirían todos, hasta saber que usaste un objeto nada especial para asesinar a alguien especial. Los mandaste a su base con una nueva forma: con un vidrio. —La persona detrás de mí, llamada Nerek, era un sujeto de alto rango, uno de los líderes. Desde el comienzo me tuvo vigilado por ser el más nuevo, quien aún no debía ser visto hasta tener un nombre propio.

—Y dime, mi nombre ¿qué tan especial debe ser? Tanto como ese instante, ¿no?

—Un nombre propio se toma de acuerdo con lo que sientas apropiado, ya que el concepto de nuestro nombre de alma nos marcará y modificará al desconocido que vemos en el reflejo hasta representarlos a ambos. —Volteé a verlo de forma directa, sin perder tiempo usando el reflejo; era un poco más bajo que mi yo de ese entonces y no tenía rostro, solo un casco con el primer uniforme que había podido ver. La milicia básica.

—Mi nombre será un concepto que me represente… ¿Entonces yo soy parte de mi nombre, o mi nombre me completa? —Me senté para hacer esta nueva pregunta de acuerdo con lo que había podido entender de su respuesta.

—Cómo te llames a ti mismo te representará en toda línea, desde tu aspecto hasta tu accionar. Remarcará lo que todos vean de ti. —Sonrió tras decirlo y bajó la cabeza, a mi parecer no en forma de burla—. O puede ser un recuerdo que tengas pero que nunca haya pasado.

En ese instante pude ver de nuevo mis sueños pasados sobre algo que nunca había ocurrido: una playa de tarde, con ropa de “verano” y una queja que lo oscurecía todo de un instante al otro. Podía ver en el cielo un sol tapado por algo que llamaron “luna”, un objeto morado que había tapado su brillo.

—Creo que tengo mi nombre perfecto. SummerDark, un verano oscuro.

—Bonito nombre. ¿Estás listo? Es hora de salir.

—Afirmativo. —Saludé como me habían enseñado, pero levanté el pelo cerca de mi ojo por accidente al hacer el saludo militar. Aún pienso que eso debió ser eterno en esta área.

Entrada por la puerta

Volaba por encima del área gracias a un objeto que, según decían, pararía mi cuerpo o lo mantendría flotando hasta que no fuera a recibir más que daños leves al caer; resumiendo, era una tela que saldría de una mochila llamada “paracaídas”.

Veía al sol ocultarse a la distancia tras la tierra más baja, o pasando por detrás de una torre que llegaba hasta las nubes. Nosotros ya estábamos por encima de esa altura desde hacía tiempo, esperando una señal del líder que manejaba el avión de combate.

Con los pies pegados al suelo del avión, sentía el aire limpio de esa altura golpear mi rostro; mejor dicho, la parte de la barba: el resto de mi cuerpo estaba cubierto de ropa, y tenía un casco que dejaba a la imaginación cómo me veía. A ambos lados de mí, formadas una tras otra sobre el ala, había un grupo de nueve personas más, casi con mi mismo aspecto y altura.

—Se hará de noche en unos segundos, al fin es la hora.

—Aún falta.

—No, ya es el momento. Rey azul, es el momento. —El rey azul, llamado Gears en un tono no tan formal, miró hacia mi posición, casi fuera del ala, y señaló con una mano hacia el cielo; al instante, se volvió de día. No había pasado ni un segundo, solo sucedió.

—Todo gracias al rey azul, alabado sea. —Las palabras que usó Nerek me dejaron en claro que había sido una acción del rey azul. Entraron entonces los recuerdos de mis días con hambre, cuando de un instante a otro se hacía de noche, o viceversa, para pasar al combate directo entre varios bandos.

—Un milagro. Entonces, eso significa…

—No puedo hacerlo todo. Puedo hacer que sea tanto de día como de noche, alterar el ambiente para hacerlo real y hasta ahí…