El consultorio de la Doctora Ilustración (Ph. D.) - Carlos Monsiváis - E-Book

El consultorio de la Doctora Ilustración (Ph. D.) E-Book

Carlos Monsiváis

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Beschreibung

¿Es un avión? ¿Es la píldora que cura todos los males nacionales? ¿Es la crema que suaviza la piel del analfabetismo? ¡No, es la Doctora Ilustración, el memorable personaje con que Carlos Monsiváis consoló durante años a los poetas injustamente desoídos, alivió a los artistas abrumados por el peso de la fama y socorrió al resto de la flora y fauna de la cultura mexicana! Este libro rescata —¡por fin!— una amplia selección de los textos más delirantes y corrosivos de la columna El consultorio de la Doctora Ilustración (Ph. D.), que Monsiváis mantuvo durante los años setenta y ochenta en el suplemento La Cultura en México, de la revista Siempre! Fueron cientos los personajes, todos estrambóticos y afligidos, que escribieron a la Doctora Ilustración en busca de su sabio consejo, y ninguno se salvó de recibir su mordaz y merecida respuesta. Ahora, con ilustraciones de Rafael Barajas, el Fisgón, la madrastra de México vuelve a abrir su temible consultorio. Pasen y rían. "El último polígrafo que podía escribir y hablar sobre todas las cosas." José Emilio Pacheco "Todo lo que sale de las manos de Monsiváis está teñido por dos virtudes: la inteligencia y el humor." Elena Poniatowska "Monsiváis no podía ser un cronista neutro de la realidad porque contribuía a crearla. La cultura de masas lo imitó y posó sin recato para él." Juan Villoro

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CARLOS MONSIVÁIS

EL CONSULTORIO DE LADOCTORA ILUSTRACIÓN (Ph. D.)

PRÓLOGO E ILUSTRACIONES DERAFAEL BARAJAS, EL FISGÓN

BARCELONA MÉXICO BUENOS AIRES NUEVA YORK

PRÓLOGO

por Rafael Barajas, el Fisgón

Añorada Doctora Ilustración,

mirífica musa de los plumíferos en desgracia:

Soy un aprendiz de todo que no sabe decir nada y que no tiene nada que decir. Y, como ni siquiera sé decir que “no”, acepto escribir sobre temas de los que no tengo ni la más remota idea.

Ahora mismo tengo que hacerle el prólogo a un libro que recopila varios textos de El consultorio de la Doctora Ilustración que se publicaron en el suplemento La Cultura en México que dirigía un tal Carlos Monsiváis.

Después de semanas de enfrentarme a mi ignorancia supina y mi esterilidad creativa, estaba a punto de abandonar la tarea para siempre cuando tuve un momento de inspiración y me di cuenta de que usted, la inalcanzable y misteriosa protagonista de la columna, debía de estar viva. Según mis cálculos, su ilustrísima persona era ya una venerable y respetable matrona en la década de 1970, cuando se empezó a publicar la columna, por lo que ahora debe de tener más de cien años de edad. Como entiendo que un genio como el suyo es inmortal, estoy seguro de que usted está más viva y vigente que nunca.

Ya que usted es la más docta y dispuesta consejera de la historia de las letras mexicanas, me dirijo a usted para pedirle que me responda, entre otras, las siguientes preguntas:

1. ¿Es usted tan hermosa como sapiente?

2. ¿De qué trataba la columna de la que debo escribir?

3. ¿Su relación con el tal Monsiváis era platónica, epistolar o meramente tórrida?

4. ¿Es verdad que algunas de las cartas que se publicaron en la columna eran inventadas?

5. ¿Cómo escribir acerca de un tema tan ajeno para mí?

6. ¿Con qué estilo se debe escribir sobre un asunto tan heterodoxo sin resultar cacofónico? ¿El canto épico? ¿El verso libre? ¿La crónica de sociales?

Éstas y otras preguntas me atormentan y me quitan el sueño. Por favor, no me abandone en el momento de mi peor extravío.

Para localizarla, Doctora, le he mandado mensajes por Facebook, YouTube, Instagram, Twitter, WhatsApp, Linkedin, Google, Snapchat y la Tabla Ouija.

Firmado:

Máximo A. Prieto

Querido e insignificante Máximo:

Le respondo por todos los medios y redes sociales a mi alcance. Entiendo su preocupación ante lo monumental de la tarea. Pero no tiene en realidad motivos de angustia. Serénese. No se inquiete. Puede tener la certeza de que usted no está a la altura de la comisión que le han encargado.

A lo largo de su vida, Carlos Monsiváis escribió prólogos para cientos de libros. Hacer el prólogo de un libro de Monsiváis sería dar machetazo a caballo de espadas. Ésa es la ambición de todo machete y de todo caballo de espadas. Pero usted es sólo un burro.

Sin embargo, mi altruismo, mi generosidad y mi pulsión por demostrar mi superioridad me orillan a responder sus preguntas.

1. Dicen que soy muy hermosa, pero mi sapiencia es tan refulgente y luminosa que ni siquiera me puedo ver en el espejo sin quedarme ciega.

2. El consultorio de la Doctora Ilustración era en realidad el paño de lágrimas de cuanto espécimen literario y académico pululaba por el México de la década de 1970. Era la Doctora Corazón de la intelligentzia de nopal en las postrimerías de la Guerra Fría. Por allí desfilaron, exhibiendo sus intimidades, personajes tan diversos como el poeta Mar Agorero Munido de Óbolos (no confundir con Marco Antonio Montes de Oca) o el cantautor Inverecundo Altozor. Ese consultorio sanaba las almas sensibles… pero nadie salía vivo. Era como una torre de Babel polifónica en la que todas las voces de la cultura nacional cantaban y graznaban. Fue el primer laboratorio de autoayuda psíquica de la nación; el germen de colosos intelectuales de la talla de Yordi Rosado o Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

3. Acerca de mi relación con Carlos, me veo obligada a aclarar que su vida privada tenía dos características fundamentales: era de Carlos y era privada. Nuestro amor fue totalmente platónico, pero siempre usamos condón.

4. Es falso que las cartas que se publicaban en la columna fueran falsas. Todas fueron escritas, de manera legítima y auténtica, por algunas de las múltiples personalidades del escritor y fueron respondidas por mí.

5. Si usted quiere escribir sobre la columna, le recomiendo que primero ubique esa pieza periodística en su contexto histórico. Recuerde que el suplemento titulado La Cultura en México se publicaba en la revista Siempre!, la cual era dirigida por José Pagés Llergo. Recuerde también que dicho suplemento cultural fue fundado por el periodista Fernando Benítez y que fue el propio Benítez el que le pidió a Carlos que se hiciera cargo de la dirección del mismo.

Tenga presente que Monsi se hizo cargo en marzo de 1972, cuando en todo el mundo la vida intelectual era un volcán en erupción. El debate en torno a la Guerra Fría era intenso. La opinión de líderes como Fidel Castro, Mao Zedong o Ernesto Che Guevara pesaba. En Europa todavía estaban activos muchos de los llamados maîtres a penser, como Sartre, Simone de Beauvoir o Foucault; el pensamiento marxista tenía exponentes de la talla de Marcuse, Althusser y Mandel, y las vanguardias artísticas del siglo XX seguían dando retoños con los Situacionistas y el Movimiento Pánico.

En México el surrealismo tenía activos importantes, como Luis Buñuel y Leonora Carrington; el muralismo seguía vigente por medio de figuras como David Alfaro Siqueiros o Alfredo Zalce; la llamada Generación de la Ruptura sacudía a la Escuela Mexicana de Pintura; el boom literario latinoamericano estaba en plena forma y Octavio Paz, maestro de Monsi, acababa de fundar la revista Plural, en la que escribían cantidad de plumas importantes.

El halconazo del 10 de junio de 1971 aún estaba fresco y la noche de Tlatelolco enturbiaba todavía el ambiente. El clima represivo hacía necesaria la lucha por abrir espacios de libertad, y la cultura era el escenario ideal para esta tarea. Además, el cúmulo de ideas y de propuestas surgidas de la insurgencia estudiantil de 1968 y 1969 había dado lugar a movimientos como el ecologista, el pacifista, el feminista y el de liberación homosexual.

No sería yo la Doctora Ilustración si no le recordara la importancia que tuvo la historia personal de Monsi en esta aventura periodística y cultural. Después de la noche de Tlatelolco, el joven intelectual entró en profunda depresión y se fue a Inglaterra entre septiembre de 1970 y marzo de 1972. Fue una suerte de autoexilio. A su regreso, tenía conexiones con medio mundo y estaba dispuesto a abrir en México un espacio de libertad y creatividad cultural. El suplemento fue ese espacio. En esta empresa Monsiváis contó con el apoyo de cómplices como Sergio Pitol, Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco y de jóvenes como David Huerta, Héctor Manjarrez y Jorge Aguilar Mora.

Al escribir sobre El consultorio de laDoctora Ilustración no olvide mencionar que éste acompañaba a la columna ¡Por mi madre, bohemios!, que desde 1968 recopilaba frases estúpidas de políticos y que desde 1972 se publicó semanalmente en el suplemento. No deje de señalar que su intención era organizar el pensamiento crítico a partir de la conciencia del ridículo propio y ajeno. Tampoco puede omitir usted las cualidades intelectuales, literarias y humorísticas de Carlos Monsiváis. Nunca deje de elogiar la vasta cultura y la versatilidad del cronista; pero en este caso no escatime loas a sus habilidades paródicas. Su capacidad de asimilar la escritura de sus contemporáneos y de pitorrearse de ellos fue siempre asombrosa. Era el fotógrafo del estilo literario. Su inclemencia era descarnada. Los personajes que le escribían cartas a la Doctora Ilustración eran todos ficticios, pero estaban sin duda inspirados en seres de carne y hueso. No deje de citar algunos fragmentos en los que se pitorrea de las glorias o de las jóvenes promesas de su tiempo. Recuerde el caso del divo de la pluma asediado por el peso de la fama:

De entre las innúmeras desdichas que pesan sobre quienes nos dedicamos de lleno a las tareas excelsas del arte y la cultura, hay una que no ha sido ubicada en su tremendo y helado rigor: el Peso de la Fama. A mí, por ejemplo, escritor prolífico y excelente, el Peso de la Fama me abruma tanto como el Llamado del Deber, la Exigencia Crítica y el Inconformismo Creador. Todo el tiempo lo padezco: esas personas sorprendidas y absortas que en los restaurantes aparentan no reconocerme, esa frialdad escénica del editor cuando le llevo otro de mis originales, esa mirada de incomprensión actuada de los libreros cuando les pregunto por qué mis libros no aparecen en las vitrinas.

Recuerde también las quejas de aquel joven poeta:

Soy un poeta joven sin más armas que un iracundo desprecio por la conspiración de los mediocres y los insectos y sin más estrépito que el sereno latido de mi sangre vigorosa y diáfana. Creo en el rigor científico de la literatura y por eso busco en el tañido de la alborada la voz pura del flotar del sístole. Por desgracia, Doctora, en esta búsqueda estricta del rigor literario, que se corresponde con una militancia progresista decidida en favor de las causas mejores y más radicales de la Humanidad, por desgracia, repito, no encuentro los gloriosos antecedentes que justifiquen mi hégira hacia la luz. Es decir, no dispongo de influencias.

6. Finalmente, le recomiendo que no aborde este texto con ningún estilo literario. No lo escriba. Pero si por azares del destino debe entregar algo, no lo haga en formas anticuadas sino en forma de narco hip hop norteño, que es lo único que hoy tiene sentido y profundidad. Como sé que le faltan luces, le adelanto una muestra de lo que podría escribir si tuviera usted algo de talento:

Voy a hablarte, bato, de un asunto muy cabrón:

del trabajo literato de la Doctora Ilustración.

Era una columna que no estaba mal pal’ páis,

era una columna del tal Carlos Monsiváis.

Era una columna dedicada al cotorreo,

era cosa seria para la hora del recreo.

Monsi era macizo. Era bien ojete,

escribía sus textos con AK-47.

Si uno muy mamón se sentía muy divo,

Monsi lo aplacaba con su cuernito de chivo.

Monsi era cabrón para el pitorreo.

Se burlaba gacho, se burlaba rete feo.

Le sobraba churro, le sobraban tachas,

les bajaba los chones y ponía al aire sus nachas.

Puro para arriba, puro pa’ adelante,

puro flow macizo con memoria de elefante.

Parodiando rimas, parodiando estilos,

parodiando textos de escritores conocidos.

Era un pachangón de raza maciza,

de raza maciza que no sale en Televisa.

Era una columna que soltaba harto putazo

a cuanto culero se sintiera en el Parnaso.

Éste sería mi consejo para ti, apreciable insufrible.

Tuya en tu insufrible sufrimiento,

Doctora Ilustración (Ph. D.)

Admirada Doctora Ilustración:

Su consejo me ha inspirado. Voy a hacer copy paste de sus consejos y lo voy a firmar como si fuera mío.

Atentamente,

Máximo A. Prieto (alias, el Comandante Xerox)

Este rincón axiológico, que esperamos se convierta en el favorito de nuestros amables y hebdomadarios seguidores, quiere y querrá caracterizarse por su deseo de responder a las más duras, dramáticas y categóricas preguntas jamás formuladas: las que se refieren a ese campo exigente y prístino de Nuestra Cultura.

DESPLIÉGUENOS SU NUMEN

Querida Doctora Ilustración:

Desde hace meses que ronda, tan hamletiana como cartesianamente, una duda producto de una intuición. Al principio, pensé en rechazarla (la intuición, erlebnis en la jerga filosófica) pero luego, suprimidos los escrúpulos del chovinismo (también se escribe chauvinismo), decidí llevar esa vacilación a sus últimas consecuencias. La duda es la siguiente (y que no se me acuse de nacionalista): la famosa expresión acuñada por la sáfica escritora Gertrude Stein “una rosa es una rosa es una rosa”, ¿deriva del dicho popular mexicano “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”?

Firmado:

Inseguro

Estimado Inseguro:

Su perspicacia tanto como su sano sentido nacionalista describen una personalidad amable y sólida. Enhorabuena. Por supuesto, usted tiene razón. El refrán nacional dio origen al repetitivo eslogan. En rigor, el refrán es sólo una condensación de un célebre poema prehispánico y náhuatl (“Un llanto es como muchas lágrimas”) que a continuación le reproduzco (en mi versión inspirada en una traducción al checo):

Oh amigos, oh amigas,

una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Nos hemos quedado solos,

desterrados, limosneros de nuestra propia caridad.

Lloremos pero con lágrimas.

Derramemos lágrimas para acompañar al llanto.

Las flores se han ido, las casas se han ido,

los cerros se han ido, los perros se han ido,

nosotros mismo nos hemos ido.

¿Quién quedará para llorar?

Llorad compañeros por la crisis de dolientes.

Como usted ve, querido Inseguro, el principio de identidad es una dádiva de México al mundo.

Doctora Ilustración (Ph. D.)

SEA FELIZ CON SU MATERIA GRIS

Querida Doctora Ilustración:

De entre las innúmeras desdichas que pesan sobre quienes nos dedicamos de lleno a las tareas excelsas del arte y la cultura, hay una que no ha sido ubicada en su tremendo y helado rigor: el Peso de la Fama. A mí, por ejemplo, escritor prolífico y excelente, el Peso de la Fama me abruma tanto como el Llamado del Deber, la Exigencia Crítica y el Inconformismo Creador. Todo el tiempo lo padezco: esas personas sorprendidas y absortas que en los restaurantes aparentan no reconocerme, esa frialdad escénica del editor cuando le llevo otro de mis originales, esa mirada de incomprensión actuada de los libreros cuando les pregunto por qué mis libros no aparecen en las vitrinas. Todo es lo mismo: el Peso de la Fama. Quien no la ha sufrido, ignora el compromiso psíquico de influir poderosamente en una generación cuyos representantes individuales fingen no haberme leído cuando se lo pregunto, seguramente con el noble fin de no agravar mi responsabilidad. ¿Qué debo hacer? Se lo pregunto seguro de que usted ya me identificó y conoce de memoria mi obra.

Firmado:

Genuinamente Consternado

Querido Genuinamente Consternado:

No se preocupe. Pase lo que pase, nunca se preocupe. El Peso de la Fama no mata, nomás taranta. Una cosa sí le recomiendo: para variar, juegue a no ser reconocido. Cuando en la calle alguien pretenda que no lo ha visto, usted demuestre no haberse dado cuenta. Cuando en una presentación social alguien controle su estupor y no manifieste júbilo, usted agregue sin inmutarse: “El escritor, claro”. Sólo así podrá absorber el impacto de su popularidad.

Doctora Ilustración (Ph. D.)

DESCÚBRANOS SU CEREBRAMEN

Amada Doctora Ilustración:

Llevo varios días persiguiendo sin mayor éxito a conocidos y a desconocidos. He concluido mi monumental obra (en un grandioso tomo de 24 páginas): Polis y Friké en el devenir del alba de la conciencia griega de su propia decadencia. En esta investigación pruebo —categórica y fatigadamente— que los griegos no sabían griego, porque de otro modo no se explica que yo todavía —después de dos años de estudio voraz— no pueda leerlo, señal de que lo escribían sin ton ni son. También adelanto la conjetura mirífica: de haber gozado los griegos del presentimiento de ser los antiguos en relación con los modernos, hubiesen obrado de un modo más clásico y hubiesen dejado más estatuas y bibliotecas. Pero el caso es que, no obstante mi deslumbrante trabajo, nadie quiere oír por los tableros de la mañana ese odioso concurso mundial del pie descerebrado. Soy, pues, ya no digamos el escritor de obra menos leída, soy el escritor de obra menos oída en los cafés de la ciudad de México. ¿Qué hago?

Firmado:

Voz que Clama en la Cancha

Querido Voz que Clama en la Cancha:

Si no puedes vencerlos, únete a ellos, dijo Maximiliano poco antes de morir en Querétaro. Un breve consejo: ¿por qué no memorizas tu genial aportación, te metes a un equipo de futbol llanero y en los entrenamientos se la recitas a la grey astrosa? Sin quererlo, la oirán y en pocos meses tu obra se habrá infiltrado aun en los sectores más reacios.

Humanistamente tuya,

Doctora Ilustración (Ph. D.)

DISCIPLINE SU BRILLO

Querida Doctora Ilustración:

Somos dos viejos amigos miembros de número de la Academia de la Lengua, intelectuales de valía comprobada y certera. Desde siempre, nuestra obsesión ha sido entregarle al ejercicio de las letras el más arduo rigor y combatir la nefanda influencia voraz que devasta la santidad y castidad de nuestro idioma. Tenemos a mucha honra haber sido los primeros que dimos la voz de alarma en lo que respecta al hórrido vocablo “okey” que cual caballo de la lejana Troya se introdujo al castellano para diseminar la belicosidad. También hemos llevado al simbólico paredón del agravante sin justificante a “ciao”, “bay, bay”, “money”, “contactar” y “homilía”.

Pero, Doctora, en los últimos tiempos hemos visto que pese a nuestro esfuerzo (y al hecho de que sólo hablemos en conferencias y en la conversación diaria palabras cuyo uso esté sacralizado por Cervantes, Quevedo, Góngora, Lope, Tiro y Pelayo), no se nos entiende y se nos denosta. Por allí nos sacudió el rumor de que los malquerientes nos dan el apelativo de hermanitas Nostalgia, Olvido y Amnesia. ¿Qué hacer? ¿Cómo lograr de la sociedad el reconocimiento a quienes han catalogado ya todas las voces en español de prosapia renacentista que empiezan con zeta?

Firmado:

Memorioso y Vigilante

Queridos Olvido y Amnesia:

Aliviánense y palpen la neta. Time is now y el friqueo en que la rolan no aguanta por ser onda murciélago. Muévanse todos y éntrenle al gire. Una buena solución a su azote sería la siguiente: cataloguen todas las voces que usan los locutores y animadores de televisión, multiplíquenlas por veinte, agréguenles diez, quítenles uno y ¡sorpresa!: el número resultante es 99. Después de eso, apreciarán mucho más, dilectos, la riqueza y variedad de su personal acervo lingüístico. ¿Quién sabe ahora, en estos tiempos de lo “obsoleto”, lo que significa la palabra “anticuado”?

Paz y Amor,

Doctora Ilustración (Ph. D.)

SECTARICE SU LIRA

Querida Doctora:

Desde pequeño siempre me han interesado los trabajos en metal que ejecuta desde el alto vacío una orquesta de cóndores. También soy devoto de la forma en que las monjas salesianas se enfrentan a Drácula en el interior de una yema. Eso, cuando no dejo a mi pterodáctilo atado al pie de mi cama…

Por lo anterior, pienso que usted habrá captado mi oficio: soy pintor surrealista de la nueva ola. Me visto de morado con parches azul cielo para ir a las exposiciones. Me presento en la televisión con armadura y declaro que soy la última tortuga celeste. Doy reuniones en las que exijo disfraz obligatorio de canción cubista de Agustín Lara. Me pinto un ojo a lo Clockwork Orange. Voy a mesas redondas para confesar que la perfecta inocencia es la del pez a quien todavía no le entregan su ropero. Pinto damas transparentes hiladas por una araña oval; monstruos marítimos mitad pez mitad conejo; muros de ojos que espían, calaveras integradas por cuerpos que flotan. Extraigo los títulos de mis cuadros de las letras de Luis Demetrio a su Historia musical de México. Y sin embargo, docta Doctora, no tengo éxito alguno, no provoco escándalos, no provoco escándalos,NO PROVOCO ESCÁNDALOS. No soy el Dalí nacional. Bien sabe Siddharta que no lo soy. ¿Qué debo hacer?

Firmado:

Brocal Eléctrico Devorado por un Fagocito

Querido Brocal Eléctrico Devorado por un Fagocito:

Su drama es el de muchos. Cruel e insensible urbe. Pero me temo que su problema es irresoluble. La publicidad por ahora no va por el camino de las artes. Lea los periódicos. No es usted el único excluido… Pero, ¡calma! La otra solución en la que está pensando es demasiado riesgosa. No se apresure. Piense en su conciencia, en su moral. Claro que sí obtendrá publicidad, ¿pero a ese precio? ¡Reflexione! ¡Deténgase!

Suya,

Doctora Ilustración (Ph. D.)

 

ENVANEZCA SU EGO

Epónima Doctora:

Me llamo Inverecundo Altazor y soy cantante de protesta. Quizás usted no tenga muchas referencias mías porque hasta hace poco cantaba bajo el nombre de Precioso Toño: canciones cursis, sin contenido social, que no pegaban justamente por esa falta de comunicación y compromiso. Un día me pregunté por qué no tenía éxito al interpretar “Pétalo subyugante”, “Rociadito de champú” y “Tururú tururú” y me di cuenta de que mi fracaso no se debía a mi voz o a mi presencia, sino a la falta de temas resonantes como la protesta contra la maldad y la búsqueda de la paz. Cambié de nombre (Inverecundo Altazor me sugiere un ave posada sobre los Andes devorando las entrañas de un tirano), me dejé el pelo largo, me mandé hacer un sarape con la obra completa de Atahualpa Yupanqui tejida a mano, adopté una mirada de fiereza y compuse mis canciones contestatarias “Pétalo del amor a las entrañas de una piedra”, “Rociado de la ira popular” y “Viva el horizonte, tururú tururú”. He aquí la última letra que he compuesto: “¿Qué me duras, soledad?”:

Mejor vete, soledad,

que hoy estoy acompañado.

Me vinieron a buscar

cuatro perros y un ganado.

Ya no tengo aquel temor

porque el sol me lo ha quitado,

cuando me sienta más solo,

el día se vendrá a mi lado.

No es porque lo diga yo, pero qué viril denuncia de la sociedad de consumo y qué enfática defensa de los humildes y desheredados. Sin embargo, Doctora, he aquí mi problema. Por más que hago, tampoco pego como cantante de protesta. Nadie va a mis recitales, no me contratan night clubs, no se oyen mis canciones en la radio ni en TV, nadie me las compra para hacer películas. ¿Qué hago? ¿Se me discrimina por comprometido?

Firmado:

Joven Inverecundo

Querido Joven Inverecundo:

Lo que pega ahora en los círculos chic es la poesía, pero la poesía porque sí y con acento hispánico. ¿Por qué no acomodas la letra de tus primeras canciones con la música de las últimas? Cámbiate de nombre de nuevo, ponte Claudio Badajoz, di que acabas de musicar Peñas arriba, de Pereda, y asegura que por compromisos previos sólo podrás estar al año una corta temporada de 11 meses. Ya verás. ¡El Triunfo!

Nacionalistamente solidaria,

Doctora Ilustración (Ph. D.)

CULTHORÓSCOPO

ARIES. En esta semana padecerás una ausencia de crisis internas que te llevarán a un intento de reestructuración de tu YO. En este sentido, te conviene la lectura exhaustiva de las obras completas de Hans Kelsen. El concepto que te ha sostenido en tu neurosis (la jurisprudencia normativa como ciencia empírica y como ciencia descriptiva del derecho) te parecerá tan anticuado que incluso llegarás a pensar en el suicidio. Busca a un Leo. Él te ayudará en tu seminario de análisis de textos. Sorpresa familiar (¡Tu primo no ha leído a Proust!).