El desastre de Annual a través de la prensa - Antonio Rubio - E-Book

El desastre de Annual a través de la prensa E-Book

Antonio Rubio

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En julio de 2021 se cumplieron cien años del desastre de Annual. En el entonces Protectorado español, hoy Marruecos, la jarca del líder rifeño Mohamed Abd el-Krim atacó a las tropas del general Fernández Silvestre cuando este avanzaba de Melilla a Alhucemas para conquistarla. Aquellos sucesos acabaron con la vida de más de 13.000 soldados españoles, llevaron a la guerra del Rif (1921-1923) y sus consecuencias marcaron el devenir de España. Este libro se basa en la prensa y los periodistas de la época y analiza cómo y de qué forma ocurrió el desastre de Annual. La obra repasa los periódicos de entonces, sus tendencias e ideología y cómo funcionaba la censura.

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Primera edición digital: junio 2022 Colección Investigación

Dirección y coordinación: Antonio Rubio Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com Composición de la cubierta: equipo de Libros.com Maquetación: Álvaro López Corrección y edición: María Luisa Toribio Revisión: Míriam Villares

Versión digital realizada por Libros.com

© 2022 Antonio Rubio © 2022 Libros.com

[email protected]

ISBN digital: 978-84-18913-53-2

Antonio Rubio

El desastre de Annual a través de la prensa

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad, desmemoria, país…

Nuestro deseo, tanto más profundo que a menudo era mudo, consistía en liberar a los periódicos del dinero y darles un tono y una veracidad que pusieran al público a la altura de lo mejor que hay en él. Pensábamos entonces que un país vale a menudo lo que vale su prensa. Y es cierto que los periódicos son la voz de una nación, estábamos decididos, desde nuestro puesto y en nuestra humilde medida, a elevar a este país elevando su lenguaje.

Albert Camus. Combat, 31 de agosto de 1944

Índice

 

Portada

Créditos

Título y autor

Dedicatoria

Cita

Prólogo

1. Momento histórico: el Rif, 1921-1923

2. La prensa antes, durante y después del desastre

3. Los periódicos y sus grupos empresariales

4. El desastre de Annual en los periódicos de la época: 1921-1923

5. Los periodistas de aquella época

6. Periodistas de investigación: Manuel Aznar Zubigaray

7. Periodistas de investigación: Luis de Oteyza

8. Periodistas de investigación: Víctor Ruiz Albéniz

9. Periodistas de investigación: Rafael López Rienda

Epílogo. Annual, prensa y libros

Bibliografía

Mecenas

Contraportada

Prólogo

Mis recuerdos… junto a las vías del tren del Rif

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad, desmemoria, país, conciencia popular, revelar y denunciar

Nací en Melilla en 1951, cinco años antes de que Marruecos fuera el Reino de Marruecos. Y viví mi infancia y parte de mi juventud en una ciudad donde lo militar primaba sobre lo civil. Los soldados, que no podían llevar paquetes cuando salían de paseo y hacían sus compras en el Mantelete —zona comercial cercana al puerto donde compraban casetes, radios y baratijas varias que no había en la Península—, tenían que contratar a un «morito», que iba junto a ellos, para que se los llevara hasta el cuartel. Esos soldados de infantería, artillería, caballería, ingenieros, regulares y de la Legión llevaban en la manga izquierda de su chaqueta un escudo que decía: «La Adelantada». «La Adelantada» porque en Melilla el golpe de Estado del general Francisco Franco se produjo el día 17 de julio a las 17.00 horas. Un día antes, «Adelantada», que el resto de España. Recuerdos, recuerdo muchas cosas.

Vivía junto a las vías, jugaba al pincho y las canicas junto a las vías, me peleaba junto a las vías, jugaba al fútbol junto a las vías, hacíamos las hogueras de San Juan junto a las vías y colocaba las chapas de las gaseosas y cervezas, que pedíamos en los bares del barrio, sobre las vías del tren para ver cómo quedaban chafadas con el peso de sus vagones. El tren venía cargado de mineral de hierro de las minas del Rif (Setolozar). Es decir, vivía en las casas de las Minas del Rif, que estaban en el barrio Industrial. Y pegado a las casas de los obreros de las Minas del Rif estaba el barrio de Corea, el de los pescadores, aún menos pudientes que los del Rif y con los que nos peleábamos, jugábamos al futbol junto a las vías del tren y les robábamos la leña para la hoguera de San Juan.

Judíos, hindúes, musulmanes y cristianos convivíamos, cuatro culturas, sin mayor problema. Bueno, había algunos problemas, o, mejor dicho, diferencias. A la Hípica, el Club Marítimo y el Casino Militar solo podían ir los pudientes, los poderosos, los ricos y los militares. Entiéndase: hijos de militares desde el rango de oficial, judíos con pasta y algún hindú. Los musulmanes no. Bueno, había uno que sí entraba, que iba al colegio de La Salle —la mayoría íbamos al instituto— y que después se convirtió en el líder de un sector de los musulmanes y formó un partido.

Recuerdo a aquellos pobres soldados, vestidos de militar, cetme en mano, que hacían guardia junto a la orilla de la playa de la Hípica. Estaban al lado de la valla que separaba a militares y civiles, una playa pública que privatizaron los militares. Aún vivía Franco. Los soldados, siempre cetme en mano, nos gritaban cuando a través del mar nos colábamos en el espacio reservado a la alta sociedad de Melilla. Nos colábamos, nos dábamos un paseo por tierras prohibidas para el pueblo y después volvíamos, victoriosos, a nuestra playa: San Lorenzo.

También íbamos a la playa de Miami. Esa estaba después de la Hípica, en territorio marroquí (hoy convertida en el puerto de Nador). Allí daba gusto jugar al fútbol, descalzo, tierra dura, y nos mezclábamos: musulmanes, españoles… No había diferencias. Y lo pasábamos bomba.

Recuerdo muchas cosas y fueron muchas las preguntas que me hice y me hago sobre aquella época y la anterior, la de la guerra del Rif, cuando Marruecos aún no era reino y España tenía bajo su administración aquellas tierras del Rif, el Protectorado.

Recuerdo el primer intento de manifestación de estudiantes del instituto en los inicios de los 70; digo intento porque la poli conocía todos nuestros pasos, ya que el hijo del comisario estaba en mi clase, donde yo era el delegado. Y recuerdo la hostia que me pegó aquel día un inspector que después fue jefe de Seguridad en Moncloa, con Felipe González, y más tarde delegado del Gobierno en Melilla. Por cierto, perdí la beca de estudios por ser un activista político, según constaba en mi ficha policial. Me fui a Barcelona a trabajar y a estudiar.

También recuerdo cuando en 2015 el entonces presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, Juan José Imbroda, se saltó el protocolo cuando me nombraron melillense del año. El tema era no contestar a mi discursito porque repartía críticas a su Gobierno y a la situación que se vivía en Melilla: menores de origen musulmán sin escolarizar y presión a una prensa que no bailaba al son del poder. ¡Ah!, también recuerdo que ningún representante del PSOE estuvo en el acto. Los GAL, Fondos Reservados, Roldán, Paesa… y otras cosillas que argumentó Imbroda sobre mi trayectoria profesional para la concesión del distintivo no les hicieron digerible la cena a los socialistas.

Recuerdos y preguntas. Eso es lo que tengo del Rif, de mi Melilla. Y todas esas preguntas, históricas y periodísticas, me las he ido planteando y haciendo desde que jugaba junto a las vías del tren que venía de las minas del Rif. Busqué cómo contestarlas. Primero leyendo y estudiando, después con una tesis doctoral: Periodistas españoles en la guerra del Rif (Marruecos): 1921-1923. Origen del periodismo de investigación en España. Más tarde con un libro, Luis de Oteyza y el oficio de investigar. Y, ahora, con un nuevo volumen: El desastre de Annual a través de la prensa.

Fueron muchos los años que dediqué a mi tesis doctoral y muchos más los que he dedicado y dedicaré al periodismo. Joseph Pérez, que fue catedrático de Historia de la Universidad de Burdeos y premio Príncipe de Asturias, decía que «la historia siempre es contemporánea. Siempre hay algo que añadir y siempre habrá cosas que corregir y perspectivas nuevas». Y Ryszard Kapuściński (mejor reportero del siglo XX) argumentaba que «todo periodista es un historiador. Investiga, explora y describe la historia».

Periodismo, historia, tiempo…

Junto a Joseph Pérez y Ryszard Kapuściński recuperamos a dos periodistas más para justificar, argumentar el porqué de este libro. Robert Allan Caro, con dos premios Pulitzer, defendía que «el tiempo es igual a la verdad. Cuanto más tiempo le dedique uno a una historia, más cerca estará de la verdad». Y Jorge Cardona, editor de El Espectador, siempre nos recuerda que «la gran debilidad del periodismo es la memoria. Mi sueño es un periodismo lleno de memoria. Cuando yo insisto tanto en el contexto es por la me-moria».

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad…

Lorenzo Silva, escritor y periodista, con el que me he encontrado en varias ocasiones en este último año con motivo del centenario del desastre de Annual, siempre acaba sus intervenciones recordando que «la desmemoria es uno de los principales problemas de España».

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad, desmemoria…

Y el maestro Albert Camus escribió en Combat, el 31 de agosto de 1944, un artículo titulado «Crítica de la nueva prensa»:

Nuestro deseo, tanto más profundo que a menudo era mudo, consistía en liberar a los periódicos del dinero y darles un tono y una veracidad que pusieran al público a la altura de lo mejor que hay en él. Pensábamos entonces que un país vale a menudo lo que vale su prensa. Y es cierto que los periódicos son la voz de una nación, estábamos decididos, desde nuestro puesto y en nuestra humilde medida, a elevar a este país elevando su lenguaje.

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad, desmemoria, país…

«Un país vale a menudo lo que vale su prensa». Ese mismo pensamiento lo esgrimió Miguel de Unamuno en el diario El Sol el 15 de mayo de 1932: «Hay que enterarse… La prensa ha hecho que el pueblo se haga público… Es la que más ha contribuido a hacer conciencia popular nacional».

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad, desmemoria, país, conciencia popular…

El 6 de agosto de 2021, Pablo Batalla, de la revista lamarea.com, me entrevistaba y titulaba: «Antonio Rubio: “El desastre de Annual marcó un antes y un después en la prensa”». Y preguntaba:

—El periodismo moderno nace en España con Annual en varios sentidos que usted enumera. Uno de ellos es la reducción, en el seno de los periódicos del momento, del peso de la opinión y el incremento de la información.

Y respondía:

—Efectivamente, el periodismo moderno nace en esa época, encarnado sobre todo en dos periódicos: La Libertad, que tras el desastre de Annual y la entrevista a Luis de Oteyza al líder rifeño Abd el-Krim llegará a tener una tirada de 236.000 ejemplares (hay que tener en cuenta el índice de analfabetismo de aquella época y cómo era el transporte), y El Sol, que apuesta por un periodismo diferente, con reporteros y con información, y del que Ortega y Gasset dice que «significa ante todo un deseo de ver las cosas claras». Ambos se comprometieron en revelar y denunciar lo que ocurría en España.

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad, desmemoria, país, conciencia popular, revelar y denunciar… Todo eso lo hicieron los y las periodistas que cubrieron el desastre de Annual, y, además, allí nació una nueva especialidad, el periodismo de investigación.

Y tras el desastre de Annual vinieron otros acontecimientos, hechos históricos que nos traen hasta ahora (tempestividad): el desastre de Annual llevó a la guerra del Rif (1921-1923), y sus consecuencias y hechos marcaron el devenir de España: dictadura de Primo de Rivera (1923), salida de Alfonso XIII y proclamación de la Segunda República (1931) y golpe de Estado de Francisco Franco (1936), que consiguió sus medallas, las estrellas y el fajín de general en el Protectorado español, abandono del Sáhara (1976), reclamación de Ceuta y Melilla por Marruecos.

En clase siempre explico que para entender el presente hay que conocer el pasado: #MirandoAtrasAdelante. Espero que este trabajo, investigación académica y periodística, sirva para recuperar la desmemoria.

Periodismo, historia, tiempo, memoria, verdad, desmemoria, país, conciencia popular, revelar, denunciar…

1. Momento histórico: el Rif, 1921-1923

 

1. Resumen histórico

Se ha cumplido el centenario del desastre de Annual y tenemos que mirar atrás para entender el hoy y recuperar la desmemoria: #MirandoAtrasAdelante.

Por eso hoy vamos a hacer periodismo: tiraremos de hemeroteca y de algo de historia y conoceremos a los autores materiales e intelectuales de aquel desastre.

En 1906 se celebró en Algeciras (Cádiz) una conferencia internacional que tenía como único objetivo el reparto colonial de Marruecos. Al norte de aquel país estaba el Rif, un terreno abrupto y muy pobre, poblado por cabilas siempre dadas a la lucha armada. Por ello, la penetración del Ejército español en aquellas tierras resultó lenta y difícil.

En 1921, la presencia española en el Rif llegaba a puntos muy alejados de las ciudades de Melilla y Ceuta, que eran españolas la primera desde 1497 y la segunda desde 1668. La zona más oriental, la dependiente de Melilla, presentaba graves problemas: el número de tropas españolas era reducido y estaban mal equipadas. En muchas ocasiones estaban alejadas de los pozos de agua y aisladas unas de otras. Una buena parte de esos efectivos estaba compuesta por soldados rifeños que, en cuanto las cosas se pusieron mal, no dudaron en pasarse al enemigo.

El Ejército español, además, se encontraba con que las tribus del Rif estaban siendo agitadas por su caudillo, Mohamed Abd el-Krim. El líder rifeño pasó, en poco tiempo, de ser un colaborador de la Administración española a ser el organizador de un levantamiento que estuvo a punto de conseguir la independencia del Rif y convertir aquella región en una república.

El 1 de junio de 1921 las tropas españolas instalaron en Abarrán una posición defendida por 500 soldados, de los que una gran parte eran rifeños. Poco después, la posición fue atacada por 3.000 cabileños que se hicieron rápidamente con ella, y los rifeños que estaban en el Ejército español se pasaron a Abd el-Krim.

Tras la caída de Abarrán los rifeños llegaron hasta Igueriben. Allí, el 16 de julio, las tropas de Abd el-Krim atacaron el convoy de suministros que abastecía la nueva posición y dejaron a Igueriben sin comida y sin agua.

La posición de Igueriben estaba bajo el mando del comandante Julio Benítez y tenía una fuerza de 300 hombres. De todos ellos solo 20 llegaron hasta Annual, pero más tarde murieron por el sobreesfuerzo realizado.

El 21 de julio, los rifeños rodean Annual e inician un furioso ataque. Ante la desesperada situación, el general Fernández Silvestre decide la retirada, que terminará convirtiéndose en una desbandada y más tarde en un desastre. De Annual quedó, además de miles de muertos, más de 300 prisioneros españoles, que finalmente fueron liberados por Abd el-Krim en 1923 a cambio de un rescate millonario.

Pero el caso más espectacular y sangriento fue el de Monte Arruit. Allí, 3.000 soldados resistieron un asedio de las tropas rifeñas que al final les costó la vida a todos ellos.

Tras aquellos sucesos y los numerosos casos de falta al deber militar de muchos oficiales se propició una investigación, que fue encargada al general Juan Picasso. Sus conclusiones, el Informe Picasso[1], fueron devastadoras; incluso insinuaban la implicación del propio monarca, Alfonso XIII.

Tras la derrota, en el oriente del Rif, solo Melilla quedó en poder español. El resto fue organizado como un estado independiente bajo el mando de Abd el-Krim. Las penosas condiciones económicas llevaron al líder rifeño a enfrentarse con los franceses en abril de 1925, y esa acción propició el fin de Abd el-Krim y de su república.

Los franceses se pusieron de acuerdo con los españoles para acabar con Abd el-Krim: se reunieron en Madrid representantes de ambos Ejércitos y decidieron atacar al líder rifeño por dos frentes diferentes y al mismo tiempo.

El 10 de septiembre de 1925 se produjo el desembarco en la bahía de Alhucemas. Las tropas españolas penetraron hasta Axdir, capital del Estado rifeño. Después siguieron hacia el sur, hasta entrar en contacto con las francesas. Finalmente, Abd el-Krim se entregó a las autoridades de París, quienes lo confinaron en la isla de la Reunión. Murió en El Cairo (Egipto) en 1963.

2. Antecedentes históricos y acuerdos internacionales

Tras la conferencia internacional de Algeciras de 1906, donde se confirmó el statu quo europeo sobre Marruecos, el duque de Almodóvar del Río, ministro de Estado, declaró: «La colaboración entre España y Francia, con respecto a la política marroquí, no puede ser más que muy útil para la amistad entre ambos países» (Betegón, 1906: 120)[2].

Sin embargo, la prensa de aquella época se mostraba dividida ante los criterios del ministro de Estado. Los periódicos conservadores[3] veían en este nuevo tratado importantes ventajas y prestigio internacional para España, y los liberales[4], aun señalando los aspectos positivos del acuerdo, insistían en la necesidad de que nuestro país se mostrase amigo de Francia, pero no vasallo.

Fruto inmediato de ese compromiso fue la reactivación de la acción militar en Marruecos, pasiva desde que, en 1893, el general en jefe del Ejército de África, Arsenio Martínez Campos, repeliera la agresión a Melilla de los rifeños rebeldes en la que murió el general de división y gobernador militar de la plaza Juan García Margallo.

La colaboración con Francia dentro del territorio que comprendía el Protectorado marroquí quedó ratificada el 27 de noviembre de 1912 mediante un nuevo acuerdo. Este pacto sustituyó a otro anterior, el de 1904, que se había firmado en secreto entre los dos países, Francia y España.

El tratado de 1912 fue el fruto de un largo proceso de compensaciones internacionales y equilibrio de potencias colonialistas por el reparto de los territorios del norte de África. Finalmente, España ocupó tres áreas del territorio marroquí cuyas fronteras estaban distribuidas de la siguiente manera: Melilla, al este; Ceuta, al norte y Larache, al oeste.

El problema de estas tres áreas de influencia española es que estaban muy alejadas las unas de las otras, a pesar de que en 1913 se montó una comandancia en cada una de ellas. Pero en medio de esos cientos de miles de kilómetros cuadrados quedaban dos territorios muy complicados y difíciles: Yebala y el Rif.

El general Dámaso Berenguer[5] calificó estos territorios como «la espina del Rif» y «el hueso de la Yebala», por sus peculiaridades geográficas y por su tradicional rebeldía. Hechos que se confirmaron años después, en 1921, con el desastre de Annual y las graves consecuencias que después acarrearon para España y los españoles: golpe del general Primo de Rivera, fin del reinado de Alfonso XIII, alzamiento o sublevación del general Francisco Franco, guerra civil e instauración de la dictadura.

3. Los problemas del Protectorado

Hay que recordar que España y Francia, cuando se convirtieron en cabezas del Protectorado, pensaban que Marruecos era un país unido o que se podía convertir en tal en poco tiempo, pero esos planteamientos estaban totalmente alejados de la realidad.

A modo de simple explicación de la situación vivida en aquellos momentos hay que recordar que Marruecos presentaba una orografía de sinuosas montañas y cerrados valles que acentuaban la diversidad lingüística e incluso el tribalismo religioso de los morabitos o santuarios locales, dentro de la cohesión que le daba el islam.

También existía en Marruecos una variedad étnica, con la mezcla de árabes, bereberes y un amplio mestizaje de ambos grupos que estaban repartidos en 66 cabilas o tribus, de las cuales 22 eran de origen árabe y con una autoridad, la del sultán, más teórica que real.

La zona de influencia del sultán era de unos 200.000 kilómetros cuadrados y llegaba a una población de unos cuatro millones de habitantes, que era conocida por los nativos con la denominación de Blad El-Mazjen. Después existían otros territorios, como Blad Es-Siba, con unos 600.000 kilómetros cuadrados y casi ocho millones de habitantes y que no estaban sometidos al sultán, Muley Hafid, sultán de Fez.

Precisamente, la zona marroquí administrada por España era un muestrario de enclaves insumisos, y en concreto las regiones del Rif y de Yebala eran conocidas por su tradicional rebeldía, por la presencia de las tribus más guerreras y fanáticas y por el caudillismo de importantes hombres de la zona que se caracterizaban por su enemistad con el sultán y con los administradores extranjeros. Entre todos ellos destacaban el Roghi (el Pretendiente), el Raisuli (el Sabio), señor de la región de Yebala (cuyo apodo encontramos escrito también en la prensa de la época como Raisuni) y los miembros de la familia de Abd el-Krim, que dominaban la cabila de los Beni Urriaguel, en el Rif.

El general Martínez Campos, que llegó a ser general en jefe del Ejército de África, describe cuáles eran los problemas del Protectorado español en Marruecos (declaraciones recogidas por Ignacio Lozón en Las responsabilidades del desastre de Annual):

Yo soy, hasta cierto punto, partidario de la copia; pero de una copia bien hecha, no de una copia que parece una caricatura. No tenemos la misma capacidad en nuestros funcionarios… Francia puede tener una corte jalifiana con un lujo grande, porque así corresponde a la importancia del territorio y de la población; Francia puede tener un alto comisario de elevada categoría y un secretario general y un jefe del Ejército que sea teniente general. Pero una de las cosas más burdas que ocurren en nuestra zona es que, teniendo una pequeña extensión, con una escasa población que asciende a unos 600.000 habitantes tratemos de llevar a cabo una monstruosa organización parecida a la que lleva Francia para una zona veinte veces mayor y con una población diez veces más grande. (Lozón Uruñena, 1981: 24)

4. El desastre de Annual

Cuando, ya en el exilio, se le preguntaba a Alfonso XIII por el año más aciago de su reinado, sin detenerse a pensarlo, respondía (en una entrevista concedida al diario La Nación, de Buenos Aires) que fue 1921 el más triste de todos: «Por un lado la agudización del problema terrorista, con la radicalización sindicalista y patronal, que se concretó en el asesinato de Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros. Y por otro, el tremendo desastre de Annual» (Tuñón de Lara, 2000: 153).

El historiador británico Charles Petrie, de tendencia conservadora, sostiene que la dictadura de Franco no hubiera sobrevenido sin el desastre de Annual (21 de julio de 1921). Esa teoría no solo la mantiene Petrie, sino que ya se ha generalizado entre diferentes investigadores de la guerra del Rif (Juan Pando), y existe la convicción de que el problema marroquí, y en concreto la crisis de Annual, constituyó el mayor traumatismo de cuantos vivió la monarquía de Alfonso XIII.

El periodista y político Indalecio Prieto escribió desde el exilio de México: «Las Juntas de Defensa abrieron en 1917 la primera grieta en el régimen monárquico. Esa, como las sucesivas cuarteradas y el derrumbamiento final, provinieron de África. Marruecos acabó con la monarquía y ha estado a punto de acabar con España» (Prieto, 1967: 49).

5. Los protagonistas

En la crisis militar de Annual intervinieron varios protagonistas. En primer término, el líder de la revolución rifeña Mohamed Abd el-Krim y el general Manuel Fernández Silvestre, jefe de la Comandancia Militar de Melilla. En un segundo plano, el general Dámaso Berenguer, alto comisario de España en el Protectorado marroquí, y el propio rey Alfonso XIII. Detrás, los jefes y oficiales, cuyos nombres quedarían en la gran nómina de los héroes o de las víctimas, y los miles de soldados, auténticos protagonistas de aquellas trágicas jornadas.

Mohamed Abd el-Krim, «el siervo del Generoso», es una de las personalidades señeras del nacionalismo norteafricano y símbolo del anticolonialismo europeo. El suyo es un nombre de imborrable y dramático recuerdo para miles de familias españolas que perdieron a sus hijos o allegados en aquellas tierras del Rif, donde se libraron muchas batallas entre el Ejército español y los seguidores de Abd el-Krim con un balance de miles de muertos. Algunos historiadores y periodistas de la época llegan a los 13.000 muertos por la parte española.

Han pasado muchos años desde aquel 21 de julio de 1921, día del desastre de Annual, y el nombre de Abd el-Krim sigue sonando en el panorama histórico y periodístico. La figura del líder rifeño fue reivindicada y estudiada en profundidad por los historiadores más importantes del Magreb en un congreso que se celebró en la ciudad marroquí de Alhucemas entre el 10 y 12 de julio de 2004. En años posteriores la figura de Abd el-Krim se ha convertido en una bandera reivindicativa contra el reino de Marruecos por parte de los ciudadanos del Rif.

El periodista estadounidense David S. Woolman, en su libro Abd el-Krim y la guerra del Rif, rememora al líder berebere de esta forma:

En los remotos valles del Rif, donde suenan el tañido de las flautas y el repique de los tambores, hombres con cara de halcón y barbas grises todavía cuentan, en los patios de las casas rifeñas, las hazañas de aquellos días magníficos cuando el nombre de Abd el-Krim y los rebeldes del Rif eran temas de conversación del mundo entero. (Woolman, 1971: 261)

Mohamed Abd el-Krim nació en 1882 en Axdir y era hijo de Abd el-Krim el-Jatabi, «el Orante». El periodista granadino Fabián Vidal[6] cuenta que Abd el-Krim se considera descendiente de españoles porque un vasco de apellido Urriaguel y evadido del presidio de Melilla se había refugiado en aquella región de Alhucemas, dando nombre a la cabila con su numerosa descendencia.

Abd el-Krim era un hombre con alta formación intelectual. Estudió en las escuelas de Melilla, más tarde ingresó en la universidad de Tetuán y en 1906 dirigió un suplemento en árabe que aparecía en el periódico El Telegrama del Rif[7], que se editaba en la misma ciudad.

En Melilla, Abd el-Krim también ejerció la función docente y de juez. Fue profesor de chilha o cherja, dialecto del árabe que se habla en la zona del Rif, en la escuela fundada por el general Gómez Jordana, y llegó a ser cadí, juez de paz, en la zona de Melilla.

Hay que recordar que la familia de Abd el-Krim había colaborado con la Administración española, especialmente el padre, en temas comerciales y mineros. Como consecuencia de esas relaciones el hermano menor de Abd el-Krim viajó en 1917 a Madrid para estudiar Ingeniería de Minas y se hospedó en la Residencia de Estudiantes, uno de los centros nacidos de la Institución Libre de Enseñanza, que en aquella época dirigía Alberto Jiménez Fraud.

A pesar de las aparentes buenas relaciones de la familia Abd el-Krim con España, las cosas se truncaron y Mohamed se convirtió en el principal y más peligroso enemigo de las tropas españolas destacadas en el Protectorado de Marruecos. Las causas de la ruptura entre ambas partes fueron varias y dependen del historiador o periodista que las narre.

Unos achacan la enemistad de Abd el-Krim hacia España al tiempo que permaneció en la prisión de Melilla, a instancia del Gobierno francés, por su acercamiento a posturas germanófilas durante la Primera Guerra Mundial. David Woolman recuerda en su libro: «… aquella decisión de España resultó muy negativa en los ambientes rifeños. Quedaron estupefactos ante ese repentino cambio de política» (Woolman, 1971: 280).

También se achaca el distanciamiento de Abd el-Krim de los planteamientos y política española a diversos enfrentamientos que tuvo con el general Fernández Silvestre, pero siempre desde un punto de vista personal. Aunque, quizás, la decisión del líder rifeño se produjo por la suma de varias cuestiones, entre las que no se descartan su relación con movimientos revolucionarios europeos y la contradictoria, insegura y débil acción política de España en Marruecos.

Cuando en 1919 el hermano de Abd el-Krim, Mhammed, partió de España en viaje de vacaciones, de las que nunca volvió, habló con Jiménez Fraud, el director de la Residencia de Estudiantes, y le explicó las razones de la postura política de su familia con respecto a la zona del Rif y el Protectorado:

Nosotros queremos abrir camino en este país a la civilización europea, y particularmente española; y facilitar el desarrollo de la agricultura, industria y comercio, pero carecemos de recursos y ayuda suficiente de parte de la nación protectora para hacer eficaz nuestra labor (…). Esto es lo que le obliga a mi padre a retirarse de la política y a quedarnos nosotros aquí, porque el Rif, siendo de poca cultura, nos perjudica siempre por nuestra acción con España, y como tampoco España nos ayuda, resulta imposible aguantar el peso de los dos.

Otro de los protagonistas de los sucesos de Annual fue Manuel Fernández Silvestre. El general Silvestre respondía, perfectamente, al modelo del militar africanista que se había incorporado a la vida marroquí en 1904 y que traía la experiencia de Cuba, donde recibió sus primeras heridas de guerra.

Fernández Silvestre, según los estudiosos del desastre de Annual Juan Pando y Pablo La Porte, era un hombre impetuoso, de soluciones inmediatas y que se caracterizaba por crear problemas más que por solucionarlos.

El general Silvestre, según sus detractores, era un hombre de cierto atractivo y de gran popularidad, que tenía los favores de Alfonso XIII. Ese favoritismo real creó enfrentamientos entre los jefes del Ejército español que estaban en el Protectorado marroquí.

Tras el fallecimiento del general Gómez Jordana, el 18 de noviembre de 1918, la Alta Comisaría quedó vacante y el nombramiento recayó en el general Dámaso Berenguer, otro de los africanistas nacidos en Cuba y formados militarmente en las guerras coloniales, que además poseía una larga y brillante hoja de servicios.

Berenguer también se caracterizaba por ser un hombre estudioso, gran administrador y que confiaba en que la penetración en Marruecos y el camino de la pacificación pasaban más por la habilidad y prudencia política que por la acción directa y las fuerzas de las armas.

El plan del general Berenguer para el Protectorado marroquí, que consistía en un equilibrio entre la vía militar y la gestión política, dio pronto sus frutos. En 1919 consiguió neutralizar las cabilas de Ayera y un año más tarde, en 1920, el dominio completo de la región de Yebala. En octubre de ese mismo año Berenguer conquistó la ciudad de Xauen, pero el plan del general no comprendía ninguna operación para el Rif.

El general Fernández Silvestre, con los favores de Alfonso XIII, fue nombrado comandante general de Melilla, antes lo había sido de Ceuta por espacio de seis meses. Ese nombramiento conllevó una serie de enfrentamientos con los jefes militares de la zona y especialmente con el alto comisario, el general Berenguer.

Los roces entre los dos generales provocaron una falta de coordinación en las operaciones militares realizadas en el Protectorado español en Marruecos y a la larga tuvieron consecuencias nefastas y muy dramáticas.

Silvestre, con más antigüedad en el generalato que Berenguer, actuó con tal independencia que algunos calificaron su comportamiento de insubordinación. El periodista y político Indalecio Prieto escribió en sus Crónicas de guerra que «la comandancia de Melilla se convirtió así en cantón autónomo e independiente. Berenguer se allanó a ello y esa fue su culpa» (Prieto, 2001: 45).

6. Silvestre y Alfonso XIII

En 1921 y desde la Comandancia de Melilla el general Fernández Silvestre, que ya era comandante general de la zona, ideó un plan para conquistar Alhucemas: adentrarse a través de territorio enemigo creando una serie de posiciones.

En la primavera de ese mismo año, 1921, Silvestre había logrado situar tropas españolas desde Nador, ciudad situada a unos 12 kilómetros de Melilla, hasta Abarrán, pasando por Igueriben, Annual, Ben Tieb, Dar Drius, Monte Arruit y Zeluán.

La operación de Silvestre resultó ser una temeridad porque colocó una serie de posiciones, cada vez más avanzadas, que abarcaban una extensión de 6.000 kilómetros cuadrados con tan solo 18.000 hombres para defender y controlar todo el territorio presuntamente conquistado. Además, la mayoría de ellos eran soldados bisoños, llegados a Marruecos en febrero de ese mismo año, carentes de instrucción, inexpertos, mal equipados y psicológicamente atenazados por la leyenda de crueldad que precedía las actuaciones de los rifeños, los hombres de Abd el-Krim, que además eran grandes conocedores de aquellas tierras.

El peso de la campaña de África recaía directamente sobre las espaldas de las clases menos favorecidas:

Prueba de ello es la Ley de Reclutamiento de 1912, que permitía redenciones a los cinco o seis meses de servicio contra cuotas de 1.500 a 2.000 pesetas. El estado de guerra crónico en el norte de África, una mortalidad en la campaña alta, condiciones del servicio degradantes, etc. convertían el pago de la cuota en una necesidad que endeudaba de por vida a las familias más pobres. (Tuñón de Lara, 1973: 384 y 385)

La pregunta que todavía permanece en el aire, tras más de 100 años de los sucesos de Annual, es: ¿cuál fue la actuación o comportamiento de Alfonso XIII ante la descabellada operación de Silvestre?

Pero lo cierto es que los muertos de Annual y el efecto del desastre se precipitaron pesadamente sobre Alfonso XIII. También es cierto que el rey, en más de una ocasión, fomentó el protagonismo de algunos jefes del Ejército español en Marruecos y que después los generales devolvían las atenciones o favores reales con firmes adhesiones a la Corona.

El ejemplo más directo fue el de Silvestre. El comandante general de Melilla, que en mayo de 1921 visitó al rey Alfonso XIII en Madrid, creía tener, directa o tácitamente, la aprobación del monarca para culminar la operación que ya había comenzado.

Pocos días después de la visita a Madrid, concretamente el 1 de junio, Silvestre conquistó Abarrán y dejó en esa posición, que se encontraba a cinco horas de marcha de Annual, a tan solo 500 hombres.

Los rifeños, atentos al error cometido por el comandante general de Melilla, atacaron la posición de Abarrán con 3.000 hombres y consiguieron reconquistarla. Se dio la circunstancia de que las tropas españolas, los 500 hombres que dejó Silvestre en la posición, estaban integradas en gran parte por indígenas de la región, que no tardaron mucho en pasarse a las filas de su líder natural, Mohamed Abd el-Krim.

El general Berenguer, alto comisario del Protectorado, no supo apreciar el grave error de Abarrán y tampoco captó el primer aviso del gran desastre que se avecinaba en fechas próximas. Berenguer siguió dejando hacer a Silvestre mientras él se entregaba a la parte occidental y a la campaña de Beni-Aros.

El 7 de julio Silvestre estableció una nueva posición en Igueriben, que consideraba básica para asegurar la defensa de Annual. Nueve días más tarde, el 16, los rifeños de Abd el-Krim atacaron el convoy de suministros que abastecía la nueva posición y que venía de Annual y dejaron a Igueriben sin comida y sin agua.

La posición de Igueriben estaba bajo el mando del comandante Julio Benítez y tenía una fuerza de 300 hombres. De todos ellos solo 20 llegaron hasta Annual, pero la mayoría de esa veintena murió más tarde por el sobreesfuerzo realizado.

Poco después 10.000 fieles de Abd el-Krim sitiaron Annual, que fue abatida por el fuego enemigo desde las montañas que rodeaban la posición. Y así comienza el gran desastre.

La noche del 21 al 22 de julio de 1921 el general Fernández Silvestre, favorito de Alfonso XIII, convocó una reunión de jefes y oficiales en su tienda. Había que tomar una decisión inmediata y se acordó, finalmente, evacuar la posición. Es decir, abandonar Annual.

La retirada hacia Monte Arruit estaba decidida, pero faltaba resolver cómo se iba a realizar: por sorpresa o de forma paulatina. Silvestre apoyaba la segunda propuesta, pero el resto de los jefes y oficiales optaron por la desbandada y el sálvese quien pueda.

En el Expediente o Informe Picasso, que fue elaborado tras el desastre de Annual, se recoge que en la decisión de abandonar la posición «prevaleció el acuerdo de hacer la retirada por sorpresa para que fuese menos cruenta; que fuera el peor partido que pudo adoptarse, sobrecogiendo de este modo a las propias fuerzas y contribuyendo a aniquilar su moral, ya harto deprimida» (Picasso, 1922: Capítulo VII. 93).

Y como era de esperar la retirada prevista para las diez de la mañana siguiente, 22 de julio, se convirtió en una estampida de soldados enloquecidos por el miedo que se dirigían monte abajo, hacia Izumar, con el único propósito de salvar sus vidas.

La matanza fue espectacular. Después de tanto años aún no se han podido determinar con exactitud las bajas de Annual. Las cifras oscilan entre 10.000 y 13.000 hombres. Algunos historiadores comparan esta masacre a la que sufrieron los ingleses en Kartum cuando la «guerra santa» sudanesa del Mahdí.

Tras el desastre de Annual y la desbandada de las tropas españolas, los hombres de Abd el-Krim llegaron hasta las puertas de Melilla, donde ya se esperaba lo peor. Sin embargo, el líder rifeño evitó el baño de sangre, que sin duda hubiera sido un desprestigio internacional para la joven república del Rif.

Pero no todo acabó en las puertas de Melilla. Las desbandadas, más que retiradas, desde las posiciones de Batel y Tistutín hacia Monte Arruit fueron también dramáticas, tanto por el feroz acoso del enemigo como por las deserciones y el pánico que se había apoderado de las tropas españolas.

Nombres dramáticos también fueron en aquella retirada los de Nador, Zeluán y Monte Arruit. En este último recinto, de menos de una hectárea, se amontaron hasta 3.000 cadáveres.

El general Navarro, que estaba al frente de la posición de Monte Arruit, tuvo un comportamiento heroico, según las crónicas de la época, y resistió hasta el último momento. Después intentó pactar una salida airosa y con garantías de los sitiados, pero sus hombres fueron masacrados y él hecho prisionero. Monte Arruit fue tomada por las tropas rifeñas el 9 de agosto de 1921.

Hasta el mes de septiembre, cuando se comenzó la reconquista de los territorios perdidos, no se consiguieron imágenes gráficas del desastre. Las primeras son de Nador y en ellas aparecen miles de cadáveres mutilados, amontonados y en fase de descomposición.

Automáticamente, las escenas del horror aparecen publicadas en la prensa de la época, y la opinión pública española queda conmovida y sobrecogida por tan «grandioso desastre».

Las tropas del coronel Castro y del comandante Franco fueron las primeras en llegar hasta Nador y las que se encontraron con las escenas dantescas.

A finales de octubre el general Sanjurjo llegó a Monte Arruit acompañado de unidades de caballería y dos banderas de la Legión, una de ellas mandada por el comandante Franco. Indalecio Prieto, que en aquellos momentos era el corresponsal de El Socialista, describió lo que vio allí de esta manera: «A partir de Nador y hasta la Alcazaba, miles de cadáveres regados por el campo y en plena carretera pudríanse al sol» (Prieto, 1990: 133).

La vergüenza de Annual, Monte Arruit, Nador y otras posiciones fue de tal magnitud que los gobernantes españoles aplicaron la política de no reconocer el número de caídos en la guerra del Rif y se negaron a expedir certificados de muerte, que convalidaban con los de «desaparecidos». De ahí que aún hoy no se pueda saber con exactitud cuántos hombres cayeron en el Protectorado español en Marruecos. Aunque no hay paridad en el número de bajas reconocidas, lo cierto es que la magnitud del desastre era inexplicable: «Todo se había hundido. Se perdieron 12.981 hombres, 14.000 fusiles, 100 ametralladoras, 115 piezas de artillería… El general Cabanellas declaró que se habían enterrado 10.000 cadáveres» (Tuñón de Lara, 2000: 140).

Donde sí coinciden las cifras de los historiadores y periodistas de la época es en el número de prisioneros que se produjeron después del desastre de Annual. Luis de Oteyza, que fue director de El Liberal y el único periodista español que entrevistó a Abd el-Krim en su territorio después del desastre de Annual, concreta la cifra en 326 prisioneros.

En enero de 1922, Abd el-Krim llegó a pedir a las autoridades españolas la cifra de cuatro millones de pesetas y la entrega de todos los prisioneros moros (exactamente 243) a cambio de los detenidos españoles. Un año después, tras múltiples diferencias y enfrentamientos entre los gobernantes españoles por si se debía pagar o no a Abd el-Krim la cifra exigida, 326 hombres embarcaron en el buque Antonio López y llegaron a Melilla. El periódico La Libertad, del 25 de enero de 1923, recogió en sus páginas que el rey Alfonso XIII no fue a recibir a los cautivos porque se encontraba en Doñana participando en una montería organizada por el duque de Tarifa, Carlos Fernández de Córdoba.

En resumen, se puede decir que la aniquilación del Ejército de Marruecos fue un descalabro para el régimen y una triste y angustiosa realidad para todo el país. La monarquía perdió la confianza del pueblo y el pueblo perdió más de 10.000 de sus hijos.

De nuevo se dio la circunstancia histórica de que el sistema no supo reaccionar. Los Gobiernos que se fueron sucediendo tras el desastre de Annual emprendieron caminos diferentes y el Parlamento se dividió: unos querían seguir en Marruecos hasta la victoria, y otros, como Cambó, Besteiro y Prieto, apostaron por una retirada digna.

El Ejército y la monarquía fueron los más afectados. Alfonso XIII terminó abandonando España en abril de 1931, y los militares se dividieron de tal forma que sus enfrentamientos, entre otras muchas cuestiones, terminaron en una guerra civil.

7. La visión del diario Times

El 30 de agosto de 1921, cuarenta días después del desastre de Annual, el diario inglés Times publicó una crónica sobre los sucesos y las consecuencias políticas habidas después de tan fatídica tragedia. Por su interés reproduzco la información tal como se editó en su momento:

La extensión del desastre de Melilla es de tal magnitud en sus consecuencias, que es todavía imposible apreciar cuáles serán sus efectos. Es tal que podría definitivamente desanimar a aquellos que todavía tienen fe en España como nación colonizadora. No obstante, su efecto puede obligar a la nación a hacer el esfuerzo necesario y los sacrificios precisos en su economía interior para continuar la campaña, que ha de ser a la vez larga y costosa. El porvenir hará ver cuál de estas dos posibilidades prevalecen, o si España se conforma con «ir tirando», como allí dicen, a merced de los acontecimientos.

El Times concluye su análisis de aquel desastre recordando que:

Pero «el no acudir o intentar acudir al socorro de las guarniciones de Nador, Zeluán y Monte Arruit» es motivo de vergüenza para todo oficial español con quien se habla en España. Nador, el punto difícil de paso para una tropa de socorro, se halla bajo el fuego de los cañones del Atalayón, y hubiera podido ser flanqueado por lanchas armadas desde Mar Chica. Después la llanura se extiende en interrupción hasta Zeluán y Monte Arruit en una región ideal para caballería, artillería montada y unidades de ametralladoras para la guerra en campo abierto, por la que suspiraban todos los jefes valientes de la Gran Guerra.

8. Las consecuencias de Annual

Tras Annual, España y los españoles quedaron convulsionados por el desastre y por las noticias que llegaron desde el Protectorado de Marruecos. Rápidamente en el Parlamento se pidieron responsabilidades, y el Gobierno, que dirigía Antonio Maura, a través del ministro de la Guerra, Juan de la Cierva, encargó al general Juan Picasso una investigación y un informe para depurar responsabilidades.

El Expediente Picasso, que recibió el nombre del general que lo elaboró, estuvo cargado de múltiples interferencias, especialmente del ministro de la Guerra y del mismísimo rey, Alfonso XIII. El día 13 de marzo de 1922 resuena por primera vez en el Congreso la palabra responsabilidades en boca del procurador republicano Nougués, quien dirigió un ruego al ministro de la Guerra, De la Cierva, para que llevara al Congreso el expediente, tal y como había prometido en la legislatura anterior:

A raíz del desastre se distinguía (en Melilla) entre los que habían cumplido y los que no habían cumplido con sus deberes, que hoy, desgraciadamente, ya se confunden los unos con los otros… La interpelación volverá a llevar la tranquilidad a los militares que se están batiendo bravamente y que ven con qué calma se está tramitando la causa, y que mucha gente que debería estar en presidio está disfrutando todavía de prebendas en aquel territorio… Yo tengo la seguridad de que saldrá Su Señoría del ministerio, vendrán otros ministros de la Guerra y con este expediente ocurrirá la mismo que con los de las responsabilidades por la pérdida de Cuba y Filipinas, que no se terminarán. Estoy seguro de ello. (Lozón, 1981: 13)

El momento político, por lo tanto, estuvo impregnado de todo lo que sucedía en el Rif, y en el Congreso de los Diputados se desencadenaron todo tipo de acusaciones contra los ministros responsables y contra el propio rey, al que se le acusó de alentar y proteger al general Silvestre, principal puntal del desastre de Annual y Monte Arruit.

Sin embargo, estas acusaciones no tuvieron consecuencias para los implicados, tal como relata Pedro Pascual:

En diciembre (de 1922) el Congreso de los Diputados aprobó que «las secciones autorizaran la lectura de la proposición suscrita por varios diputados en que se solicita (…) que acuse ante el Senado a los Sres. Allendesalazar, marqués de Lerma, presidente del Gobierno y ministros de Guerra y Estado, que ocupaban esos cargos cuando se produjeron los hechos que dieron lugar a este expediente instruido por el general Picasso…». Aquí acabó la investigación y la acción parlamentarias. (Pascual, 1999: 62)

Las presiones políticas llegaron, incluso, a sustituir al alto comisario del Protectorado en Marruecos, el general Dámaso Berenguer, por Ricardo Burguete. Pero los grupos políticos de la oposición querían también que se esclareciera la implicación del rey en el desastre de Annual. Alfonso XIII suscitó mayores sospechas al afirmar en un banquete militar, el 7 de junio de 1922, que los oficiales debían imitar el espíritu de unión del Ejército alemán, que había mantenido su unidad después de una desastrosa derrota. Pidió a los militares presentes que recordaran su juramento de fidelidad al soberano y dijo que mientras se mantuvieran unidos al trono nada había que temer. Se dijo que los comentarios de Alfonso XIII provocaron los aplausos entusiastas de los comensales, pero en muchos círculos políticos fueron considerados como un llamamiento extraconstitucional al Ejército y una señal de que se iba a evitar la búsqueda de las responsabilidades.

La situación generada en Marruecos propició el deterioro de la figura del rey y una desintegración de las fuerzas políticas, hasta el punto de que «ninguno de los Gobiernos que se sucedieron tras la derrota de Annual fue capaz de resolver el problema del Protectorado» (Porte, 2001: 183).

El malestar generado en el Ejército por el Expediente Picasso fue una de las causas más probables de los sucesos históricos que se produjeron después del desastre de Annual, que llevaron al poder a Primo de Rivera, como apunta Ignacio Lozón:

… Los oficiales más jóvenes o más vigorosos —los que dirigían los vacilantes esfuerzos de la contraofensiva— adoptaron una actitud militante muy enérgica. Exigían que fuese salvaguardado el honor del país y del Ejército mediante la reconquista directa de todo el Protectorado. Furiosos a la vez contra las Juntas y contra los políticos, algunos de ellos empezaron a expresar sus simpatías por la «marcha sobre Roma» de los fascistas italianos, acaecida en octubre de 1922. A mediados de 1923, el gobernador militar de Melilla escribió al ministro de la Guerra que había fuerte oposición entre sus oficiales contra la investigación política sobre las responsabilidades, y que sabía que algunos de ellos pensaban tomar medidas extremas. Recomendaba que no se hicieran más averiguaciones sobre el desastre de Annual. (Lozón, 1981: 13)

Pero las discusiones y enfrentamientos no duraron mucho tiempo. El 15 de septiembre de 1923, el general Primo de Rivera, que era el capitán general de Cataluña, dio un golpe de Estado, controló el poder y prometió solucionar el problema de Marruecos.

Una de las primeras acciones de Primo de Rivera y su Junta Militar fue sustituir, una vez más, al alto comisario. Destituyó a Burguete y nombró al general Luis Aizpuru Mondéjar.