El desconocido - Katja Slonawski - E-Book

El desconocido E-Book

Katja Slonawski

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

Esta es un relato erótico breve sobre una mujer que no quiere ir de restaurante y prefiere que se la follen.«Él cierra la puerta tras ellos, la agarra por la cintura y la atrae hacia sí, recorriéndole con la mano la parte interna del muslo. Esto es suficiente para acabar de encenderla. Se levanta la falda, se baja las medias y deja que la incline sobre el lavabo. El hombre le agarra el trasero y le acaricia con dos de sus dedos los labios vaginales, de atrás hacia adelante, en dirección al clítoris. El placer se va propagando por todo su cuerpo como el fuego.»Cuando se abre un nuevo bar en el barrio, siente que tiene que visitarlo y recupera la pasión de la mano de un desconocido con traje. Sus sentidos se despiertan con el familiar aroma del sándalo y las olivas, y su mundo se ve envuelto en una bruma rosada. Ir al bar a coquetear con El desconocido en lugar de volver a casa con su esposo se convierte para ella en una adicción.-

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Seitenzahl: 33

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Katja Slonawski

El desconocido

LUST

El desconocido

Original title:

Främlingen

 

Translated by Begoña Romero

Copyright © 2018 Katja Slonawski, 2020 LUST, Copenhagen.

All rights reserved ISBN 9788726273670

 

1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

El desconocido

 

Se despierta con el familiar sonido de la cafetera y el distante murmullo de voces en la radio.  Tarda unos segundos en reconocer los sonidos pues, por regla general, cuando se despierta la casa está en silencio y es ella la primera en levantarse de la cama para preparar el café y, como dicen ellos dos, «poner la ducha a calentar». Mientras ella empieza su rutina diaria, su marido acostumbra a quedarse unos minutos más en cama, disfrutando del calor y el confort del edredón, pero esta mañana no es así. Al estirar la mano hacia la derecha y palpar el colchón, no encuentra más que un espacio vacío.

El edredón está bien doblado y el colchón ligeramente hundido se nota frío al tacto, aunque en las sábanas de algodón se percibe aún un ligero vestigio de calor. «Pero qué tonta soy», piensa, «como si la cafetera se fuera a poner sola». Es evidente que ese día su marido se ha levantado antes que ella. No suele tener ningún problema a la hora de levantarse por las mañanas, pero hoy se encuentra cansada. Normalmente se estira en la ducha, pero esta vez, quizás aprovechando que por una vez tiene toda la cama para ella sola, se estira allí mismo.  Presionando el cuerpo contra el colchón, tensa las nalgas y hace con los brazos amplios movimientos circulares por encima de la cabeza, como dibujando un sol sobre las sábanas.

Deja escapar una lenta exhalación y siente crujir el suelo de madera junto a ella.   Su marido, o, más concretamente, la silueta de su marido, se encuentra de pie en la puerta. Por unos instantes, se plantea si se habrá olvidado de algo. ¿Estará de cumpleaños? ¿Estará él de cumpleaños? Se le ocurren diferentes posibilidades: ¿ha llegado la Navidad?, ¿tiene que coger un avión?, ¿tiene cita con el médico? Nada.

—Buenos días —la saluda él, entrando en el dormitorio y acercándole una taza de café solo recién hecho, como a ella le gusta.

—Buenos días —le responde.

Él toma siento en el borde de la cama, a su lado, y le comenta que se ha hecho tarde y que va a llegar con retraso al trabajo, pero que no había querido despertarla.

—No estarás enferma, ¿verdad? —le pregunta, y ella niega con la cabeza, tomando un sorbo de café que le quema la lengua.

Se quedan así durante un rato, hablando de a qué hora creen que van a acabar de trabajar y de lo que les apetece de cena, además de hacer planes para el resto de la semana. Le vuelve a preguntar si no está enferma y si no sería mejor que ese día se quedase en casa con él, que puede acabar el trabajo un poco antes para luego acompañarla a dar un buen paseo. A ella le da la risa, argumentando que seguramente a su nuevo jefe no le haría demasiada gracia, y sale de la tibia cama, dispuesta a vestirse. Su marido, todavía sentado en el borde de la cama, la observa mientras se sube las medias y se enfunda en una falda ajustada. A continuación se pone en pie y regresa a la cocina llevándose consigo la taza.