El laberinto de la ayahuasca - Manuel Almendro - E-Book

El laberinto de la ayahuasca E-Book

Manuel Almendro

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¿Por qué tantas personas buscan en remotas selvas y montañas una vivencia que rompa con su vida ordinaria? Una vivencia que, en ocasiones, proporciona sabiduría pero, en otras, supone sepultarse en un infierno. En este libro, Manuel Almendro sintetiza casi cuarenta años de convivencia e investigación científica con curanderos, sanadores y chamanes de la selva amazónica peruana y la sierra mazateca mexicana. Con un sólido rigor académico, pero salpicado a la vez de relatos personales que dan credibilidad y amenidad al texto, el autor nos introduce en las cosmovisiones indígenas, en los contextos históricos del chamanismo y profundiza en las investigaciones que se están llevando a cabo sobre las medicinas tradicionales indígenas. Se trata de una reflexión crítica que pone de relieve la decadencia y el abuso de las tomas de plantas que están causando muerte y desolación generalizada, a la vez que ahonda en el potencial terapéutico que impregna las medicinas tradicionales. Uniendo su experiencia en el campo psicológico y las investigaciones médicas en las tradiciones indígenas, Almendro apunta hacia nuevos protocolos en las vías de curación de patologías mentales y corporales.

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Manuel Almendro

El laberinto de la ayahuasca

Investigaciones sobre el chamanismo y las medicinas indígenas

© 2017 Manuel Almendro

© de la edición en castellano:

2018 Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Grafime. Mallorca, 1. 08014 Barcelona

Primera edición en papel: Mayo 2018

Primera edición en digital: Mayo 2021

ISBN papel: 978-84-9988-631-2

ISBN epub: 978-84-9988-920-7

ISBN kindle: 978-84-9988-921-4

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

IntroducciónChamanismo: la vía de la mente nativaPARTE I. Un mundo chamánico1. ¿Qué es el Chamanismo?¿Cuál es su fuerza hoy?2. Chamanismo. La vía que perforaLos orígenes del chamanismo se pierden en el tiempoDel viaje del héroeChamanismo y el viaje de la humanidad3. ¿Qué es un chamán?Aspectos claves que hay que tener en cuenta4. El viaje chamánicoLa llamada y la crisisEl aprendizaje. Una llamada para toda una vidaLa llegadaEl servicio. La curación como conocimiento5. Métodos chamánicosTecnología de la trascendenciaLos métodos son básicamente no verbalesComunicación verbal6. Confrontación, conflictos y encuentrosEl conflicto entre dos visiones opuestas ante el mundo. Visiones negativas del chamanismoUn estudio comparado en defensa del chamanismoPARTE II. En el camino7. Mi deuda¿Cómo afrontarlo?Chamanismo y el mundo de las sustanciasNo todo es armonía en el chamanismo. Dos aspectos: toma de sustancias y chamanesPrincipio de la indeterminación ontológica8. Chamanismo en el mundoUna chamana en la corte de Felipe II9. Se hace camino al andar (caminos de juventud)En el desiertoRelatoEn la selvaCamino del SabanaiPARTE III. El laberinto de la ayahuasca10. Pasos en la historia del PerúBartolomé de las Casas y el complejo mundo del pillaje y los sacrificios humanosRelatoUna creatividad sin límites11. La bioquímica celestial. La aventura psicodélicaEl camino del LSD ¿será el camino de los «niños santos»?Basuco o patriaVivencias anómalas12. MazatecosLa desventura mazateca, ¿un nuevo colonialismo? ¿Han seguido los hongos el camino del LSD?RelatoLo que el viento se llevó. Una visita turística con grandes repercusiones y profundas lamentacionesLo que el viento no se llevóCarlos Incháustegui, y otros antropólogos13. ¿Seguirá la ayahuasca el mismo camino que los hongos mazatecos?Precedentes sin precedentesFernando Cabieses (México, 1929 - Perú, 2009)Divinas plantaciones. Un largo camino. Desde Francisco Hernández hasta Richard Evans SchultesDel «descubrimiento» de la ayahuasca y la internacionalización, al circoAntropólogos aquí y ahora14. Remontando el AmazonasUn viaje complejoRelato de guaqueros15. Algunos personajes singularesMichael Harner y la antropología por dentroPablo Amaringo y los colores que curanMario Polia y la sangre del cóndor. El desarraigo vitalJimmy Weiskopf y el yajéJonattan Ott y los psiconautasLa pastilla ayahuascaRelatoMiguel de la Quadra-Salcedo. La sinceridadRoger Walsh. Chamanismo académicoClaudio Naranjo. TodoterrenoMichael Winkelman y el culto al símboloLa paradoja Benny ShanonAdam J. Rock y Stanley Krippner. Mistificando desmitificandoLuis Eduardo Luna, Antonin Artaud…Alguien más16. Ciencia y ayahuascaCharles S. GrobJordi RibaClaudio NaranjoMás investigaciones. José Carlos Bouso, Josep María Fábregas, Jacques Mabit, Erik Hoffmann17. La globalización de la ayahuascaUn tema recurrente en la actualidadAyahuasca y cáncerRelatoOtras contribucionesUna contribución especial. Fernando MendiveDos reflexiones18. TakiwasiEntrevista a Jacques MabitPARTE IV. Muerte y desolación en la ayahuasca19. ¿La destrucción del milenario patrimonio indígena?Consejos de los maestros curanderosBrasilRelatoPARTE V. De la selva muy adentro20. Claves desatendidas en el conocimiento de las medicinas indígenasLa transmisión es la llaveUn jefe navajo. Emerson Jackson. Nóódá yéé Binálí. RelatoCésar CalvoAlce NegroUn indio asháninka llamado Juan FloresCómo cura un indígena cocama, llamado Mamerto YawarcaniPARTE VI. En las fronteras del conocimiento21. Conversaciones en el RíoRelato22. ReflexionesEl chamanismo popRelato. Un suceso traumático en PucallpaLa cuestión socialPARTE VII. Hacia un nuevo proyecto en psicología y psicoterapia23. Un avanceVolviendo a los niveles verticalesLas vivenciasEl mundo de las realidades objetivas y el mundo de las realidades subjetivas24. Ciencia y consciencia en el proceso OxígemeUna nueva alianzaEl chamanismo inspiradorDesafíos del chamanismo: ¿existe algo ahí fuera?La rueda de la vida como realidad independienteMundo de las realidades subjetivas. MRSMundo de las Realidades Objetivas (MRO)PARTE VIII. Algunos informes en primera persona25. Informes con contenidos fundamentalesUna ingeniera en la selvaDesde Bali al Amazonas. Dos culturas distantes que se tocanUn encuentro sanador con mi padreLa muerte prematura de un padre o una madre genera incertidumbresPARTE IX. Chamanismo en el tercer milenio26. El porqué de su fuerza hoyAportes y salidas en la práctica clínicaAlgunas apreciaciones finalesConclusiónPARTE X. Un proyecto holonómico27. Hacia una psicología aplicada a los estados de conscienciaUna perspectiva sobre el modelo base en la cienciaEl tratamiento en psicoterapia28. El proceso Oxígeme. La importancia de la memoriaSalir del laberintoSíntesis explicativa. El molde del hombreCiencia y proceso Oxígeme29. Validación empírica del proceso Oxígeme™30. Líneas futuras de investigación en el proceso Oxígeme en relación con las MTIReflexiones sobre adicción31. Alerta sobre las Medicinas Tradicionales Indígenas (MTI) americanasBibliografíaWebgrafíaImágenesNotas

De lo innombrable venimos y hacia lo innombrable vamos.Mientras, estamos atrapados en el nombre

A los arriesgados labradores de puentes entre el Ser y el no ser

Introducción

Chamanismo: la vía de la mente nativa

Las llamadas Medicinas Tradicionales Indígenas (MTI) que llevan tras de sí una investigación milenaria en el gran laboratorio espacial Tierra han acumulado un ingente y poderoso conocimiento que ha sido y está siendo investigado actualmente de forma metódica por occidentales que comenzaron buscando sus propiedades médicas extraordinarias, sus propiedades comerciales y, en estos últimos tiempos, sus extrañas propiedades para la apertura de la consciencia.

Este devenir, hoy llamado globalización, también ha traído invasiones sobre los territorios indígenas en los que sus pobladores parece que siempre acaban perdiendo. Por otra parte, parece que el planeta y las mareas humanas de todos los tiempos tratan de que los seres humanos se pongan en contacto, sin saber muy bien si esta encomienda está siendo bien realizada. La selva languidece y su devaluación parece ir en caída libre. Sin embargo, algunos investigadores han penetrado en este saber milenario atraídos por este conocimiento. Una elección que puede conllevar un acierto, ya que las parabólicas con acceso en plena selva a base de neón y descapotables raptan a los jóvenes indígenas hacia las ciudades, despreciando el saber de sus padres. El trasvase de esta sabiduría insondable puede que se esté realizando antes de que desaparezca.

Si por una parte la sociedad occidental de producción y consumo se expande, por otra, la selva retrocede. Por lo tanto, la desesperación de muchos occidentales por encontrar el sentido de la vida los ha lanzado a cualquier reto extraño y exótico, llevando consigo los patrones condicionantes de la sociedad a la que pertenecen, y eso hace que algunos caigan en trampas ancestrales y modernas. Como consecuencia, estamos recibiendo ya de forma preocupante, en consultas clínicas, peticiones de ayuda desde Europa y América por parte de jóvenes y de personas de mediana edad en situaciones límite, que llevan consigo una desesperación vital que ha desintegrado sus vidas. Hay desaprensivos en centros chamánicos explotando imágenes hipnagógicas, y otorgándose el ser poseedores del conocimiento, incluso algunos indígenas colaboran en el desastre. Las vivencias positivas y negativas se mezclan produciendo un barrizal de confusión, aunque también se dan algunas curaciones espectaculares. Desde hace años, numerosos grupos de honestos maestros curanderos están llamando la atención sobre la progresiva degradación de su medicina que está pasando de ser un medio de curación y conocimiento a convertirse en un medio de perversión. Nos preguntamos incluso si puede haber un exterminio de la planta ayahuasca, pues está desapareciendo de la selva, no solo debido a la sobreexplotación, sino porque, al parecer, cuando se planta no brota. La complejidad de la situación requiere ir con lupa en estos lugares para ver dónde está la bondad y el conocimiento, dado que la simbiosis de plantas, animales y personas, como espejo de la Naturaleza, se ha roto en mil añicos. También los maestros curanderos tratan de adaptarse a esta nueva situación que conlleva desaciertos y abusos. Debido a esta situación, este libro ha ampliado sus miras, de cara a generar prudencia, ya que las tomas de plantas no se pueden confundir con un McDonald’s. Ya sea por desesperación o por propaganda en el exprés internáutico, lo cierto es que en la naturaleza todo reclama su tiempo de maduración, y especialmente la sutileza peligrosa de este conocimiento. Por ello, ponemos especial atención al repensar que la medicina indígena tiene una historia milenaria que muchos se la saltan con desagradables consecuencias. El caos está servido y el laberinto, también, y con ello los peligros y las oportunidades, puesto que allí donde no hay un férreo control, lo bueno y lo malo campan a sus anchas.

Las MTI tienen un conocimiento y un poder a través de sus técnicas, dietas y plantas, en relación con el impacto que ejercen en el interior del ser humano, que algunos comparan con el poder atómico en el mundo exterior. Por ello, la investigación científica tiene sus miras puestas desde hace tiempo en las muchas especies de flora y fauna que la América indígena ofrece, pero todavía hay muchas que están aún por ser descubiertas. Desde hace poco tiempo, también hay un interés por las extrañas plantas que los indios utilizan como sacramento religioso que, si en el siglo XVI se consideraban algo satánico por algunos misioneros, hoy, sin embargo, son de interés científico y psicoespiritual. Sobre este conocimiento, el maestro curandero advierte: si quieres saber, has de entrar con nosotros, es decir, has de practicar en primera persona.

Hay estudios con mediciones bioquímicas, electroencefalográficas, cuestionarios, etcétera, que ofrecen un acercamiento, y que ponen de manifiesto la hipercomplejidad del cerebro, ya que cada vez que se profundiza se manifiesta que sabemos menos de lo que creíamos. Son estudios desde la tercera persona. Esperemos que estas investigaciones den sus frutos para el encuentro entre ambos saberes. El buen saber de la tradición indígena, por su propia naturaleza, puede hacer que la ciencia actual amplíe los límites al buscar la objetividad científica en una realidad indígena que hasta ahora puede escapar a la prueba de la verificación; teniendo en cuenta que el mundo de las plantas es para el maestro curandero una materia inteligente y que lo sobrepasa, ya que es un mundo inconcebible que forma parte de los llamados estados de expansión de consciencia, de interés actual y de presencia intemporal. Parece que en las MTI se conjuga el empirismo con lo inefable. La buena ciencia tiene un reto interesante al abordarlas también desde la primera persona, lo que conlleva avanzar en la comprensión de las leyes de la naturaleza para el servicio de la sociedad, animales y plantas, que también son nuestros socios. Establecer puentes es signo de cooperación y de una buena medicina para curar la competitividad.

El buen maestro curandero se mueve en un océano de humildad que contrasta con ese imperialismo occidental cultural basado en convertir lo que sabe, por azar y necesidad, en verdades universales; aunque esta prepotencia cae cuando se participa de otro saber cómo es el de las MTI, pero esta caída puede hacerse en dos vertientes. Si una hace emerger el asombro y la buena disposición, la otra puede hacer que el buscador se desplome hacia la iluminación perversa, la explotación, el neocolonialismo y la locura. Y aquí ya hablamos de la ayahuasca unida a otras plantas llamadas psicoactivas, que los indígenas consideran como plantas maestras, sagradas, que requieren años de preparación para poder conocerlas. Temo que el marco de los psicodélicos y drogas en general, cuya acción silvestre es probar y ver qué pasa, sea el que se despliegue a la hora de conectar con estas plantas de la cultura indígena. La consecuencia puede ser en parte el desastre de los expertos, como se puede apreciar ya a niveles mediáticos, lo que nos provoca una gran incógnita sobre el futuro inmediato de las MTI.

Hay dos leyes en el conocimiento indígena: una es que el conocimiento se da por transmisión, la Kushma, de maestro a discípulo, que requiere de años, y cuyo compromiso ineludible actúa en las antípodas de la cultura de las comidas rápidas; la otra, que no cabe en el pensamiento racional, es la existencia de los espíritus como entidades inmateriales. Para los indios curanderos, la existencia de los espíritus es una piedra angular en su tradición milenaria: son los agentes de la curación y de su poder. Es… ¡tanto!… que su conocimiento depende de ello. Para algunos occidentales, que incluso han participado de forma más o menos seria en primera persona, los espíritus son arquetipos mentales incrustados en el inconsciente. Para algunos neurocientíficos, esos espíritus son los principios activos bioquímicos, y para muchos racionalistas son simplemente fantasías, cuando no patología.

Para los indígenas, el mundo material y mental siempre está siendo penetrado por fuerzas extrahumanas (supra- e infrahumanas) que actúan desde niveles destructores o benefactores, que hacen su trabajo, habitando en un plano intermedio entre lo humano y lo divino. Los seres humanos actuarían (y serían) en relación con la forma en que sintonicen con estas fuerzas. Por ello, su medicina consiste en un proceso ineludible en el uso radical de limpieza y purgación personal, lo que conlleva el uso de potentes plantas vomitivas y estrictas dietas y aislamientos, para acceder posteriormente a las plantas maestras. Estas entregarán al neófito, en el momento adecuado, su conocimiento y poder; además de ponerlo en contacto y bajo la ayuda de espíritus benefactores para encarar el misterio, el terror en su grado máximo, afrontando pruebas de espíritus destructivos e incluso hasta la muerte. Una vez que el maestro curandero fallece, el poder regresa a las plantas. Los espíritus benefactores suelen ser maestros ya difuntos del curandero. Si por una parte existen maestros curanderos benefactores, por otra existen también brujos maleros que se dedican, según afirman algunos maestros benefactores, a atrapar a incautos para su servicio y a cobrar por sus trabajos, sin importarles los daños consecuentes.

En otro orden de cosas, corre el desánimo de que en el Amazonas esté sucediendo lo que ya pasó en México, fruto del sensacionalismo basado en hoteles, cuyo reclamo es turismo y ayahuasca. En algunos casos se incluyen ofertas sexuales, y dudosos negocios sobre los que la policía peruana, por ejemplo, está ya al tanto.

Dado que las honestas prácticas milenarias están en peligro, el estudio serio puede ayudar, pero la panacea de algunos imprudentes se puede convertir en que la caja de pandora, una vez abierta, deje salir lo monstruoso, según la ley que gobierna estas situaciones irracionales, que desafían la constitución humana. Una de las claves consiste en no caer en una apología ingenua de todo lo indígena, cebo muy propio de nuestro mundo de propaganda, a fin de no ser atrapado por la telaraña de lo infernal y su montaje escénico.

Parece ser que el arquetipo del camino de matriz universal exige pasar por el inframundo, en donde se resuelven las propias sombras, e incluso las colectivas, si es que el neófito quiere convertirse en maestro curandero. Hacerlo sin un maestro curandero legítimo es un riesgo casi mortal. Esperemos que el buen hacer gane terreno, para que el descrédito de una sabiduría de valor incalculable no llegue a privarnos de un saber que la humanidad necesita. Y ya que tenemos conocimiento de algunas curaciones espectaculares, antes de que el tiempo nos lleve, los investigadores necesitaremos soportes económicos y legales para adentrarnos más en este conocimiento de cara a posibles soluciones de enfermedades que están poniendo en jaque a la humanidad.

Por ello, este libro mantiene lo anteriormente publicado, casi como una introducción, de cara a que ofrezca un servicio lo más viable posible, dada la preocupación en la que muchos estamos sumidos. En un principio, todo mi propósito era actualizar, aprovechando la tercera edición, el libro Chamanismo, la vía de la mente nativa, pero se ha visto desbordado, en parte por las grandes preocupaciones que el abuso de las MTI está produciendo, y también porque estoy siendo más atrevido.

Me he propuesto un proceso de integración en psicología y psicoterapia, que es uno de nuestros objetivos, lo que supone ensanchar, en lo posible el marco del saber en esta disciplina, en conjunción con el resto del trabajo de nuestra escuela. Tras más de tres décadas de experiencia clínica e investigativa, hemos visto cómo el proceso de integración en la cura, adecuada al tercer milenio, pasa por descubrir la herencia estructural y psicológica, como ya se hizo en otras disciplinas. Es decir, hablamos del molde del ser humano, en cuanto al trabajo clínico, sobre los aspectos negativos heredados que se encuentran en lo personal, familiar, genealógico, y los de la propia especie; además de en el cuerpo, las emociones, la mente y la consciencia-energía. Este molde conlleva fractales (patrones complejos), rutas, corazas y traumas que han de ser resueltos y disueltos. De esta forma, se despeja el camino vital hacia el verdadero y personal sentido de la propia existencia, lo que supondría encontrar el sitio personal en el mundo para alcanzar la dirección de la propia vida, algo que muchas personas ni siquiera se plantean. Por lo tanto, la terapia lleva consigo un trabajo individual en lo que denominamos mundo de la realidad subjetiva (MRS) (consciencia contenido) y en lo colectivo o mundo de la realidad objetiva (MRO) (consciencia continente).

* * *

Desde el impresionante árbol caído, en el punto más alto de la colina, se contempla el valle, un tapiz ondulante que sobrecoge sin fin hasta donde alcanza la vista. En esa superficie plana, aérea, se diferencian algunos tallos poderosos que se elevan en una búsqueda desafiante de la luz del sol, otorgando aún, si cabe, más amplitud a ese océano verde. El viento casi imperceptible, que proporciona un frescor necesario y un sonido suave y continuo, mece el humo de algunos troncos quemados para ahuyentar a las serpientes.

Está anocheciendo ya, pero aún se oyen bandas de ruidosos loros cruzando el aire, algunos tucanes se divisan con sus grandes picos en las ramas peladas de las copas, allá a lo lejos; a veces, grupos de monos guasa pasan saltando de rama en rama. Ante la llegada de la noche, todos los animales buscan su hueco en esta vastedad y, a pesar del silencio, sabes que están al lado, seguramente olfateándote, observándote, debajo de la hojarasca y entre la malla impenetrable de la maleza. Una miríada de sonidos agudos va emergiendo en medio de este olor a humedad penetrante, que imprime una vitalidad indescriptible. Entre el magma verde, los graznidos de algunos manacaracos anuncian la lluvia.

Cuando bajo a la maloca, ya es noche cerrada, apenas la siete de la tarde; enfocando la entrada se divisa en el firmamento la Cruz del Sur. La tenue luz de las teas refleja los torsos desnudos de tez morena y ojos negros y brillantes de los indios shipibos-conibos que hoy han acudido a la sesión, recostados sobre las paredes de madera; solo se mueven para sacudirse algún mosquito o para musitar algo ininteligible. Con extraordinaria cortesía, responden a mi saludo en medio de una atmósfera que cubre de un extraño silencio el recinto. Me ofrecen un sitio y una manta y al momento todo recobra una quietud conmovedora, que te empuja irremediablemente hacia dentro. Poco después, el viejo indio sentado en medio del grupo comienza a fumar intensamente y a emitir unos soplidos rítmicos y ondulantes sobre una copa de madera. A continuación, mira a su alrededor y nos llama uno a uno; después se dirige a mí con una sonrisa familiar y cálida. Se hace de nuevo el silencio y, tras un intenso compás de espera, se inician los ícaros. Estos cantos indios inundados de naturaleza surgen de una docena de nativos resguardados en una choza de madera y hoja de palma. Desde muy adentro siento que he sido aceptado en este lugar remoto para participar de un encuentro que encierra cientos de años de soledad y conocimiento celosamente guardados. Vistos desde arriba, solo son un puntito de luz frágil en medio de la inmensidad amazónica, ajenos al mundo ruidoso del asfalto y el neón. ¡Algo tan pequeño y al mismo tiempo tan grande! Estos cantos muestran el alma indescriptible de las ramas y los ríos, de las estepas y de las montañas; surgen del silencio inquietante y de la oscuridad insondable; demandan estar presentes ante el miedo y la muerte, y dice el chamán que viajarán hacia el cosmos. Lamentos que, como el aullido del lobo, el bramido del ciervo, llevan un sin tiempo lanzando una plegaria al misterio.

Amanece, todo ha pasado ya, el frescor de selva húmeda se mete dentro. Tomas consciencia de que tienes cuerpo y de que trocito a trocito vuelves a saborear la maravillosa vitalidad de lo cotidiano. Un sentimiento de gratitud sin límites me embarga y me deja tocado para siempre, y sin palabras. Miro el mundo, los indios han desaparecido, y solo un ayudante permanece como un bulto bajo una vieja manta. Parece imposible que el sol salga de nuevo y que los pájaros alborotados vuelvan a sobrevolar la colina, los troncos humeantes…; el orden sigue manteniendo la pregunta.

PARTE I.Un mundo chamánico

1.¿Qué es el chamanismo?

«Chamanismo» como palabra divulgada por los antropólogos, pero no utilizada por muchas de las culturas indígenas, es una forma de conocimiento y una forma de vivir que desarrolla la vía de la mente nativa.

En primer lugar, como mente propia de los nativos, palabra con la que se denomina, por ejemplo, a los indios americanos en particular, y en general a los que son originarios de un lugar. Pero también significa mente nativa, porque representa el momento en que acaba de nacer y podemos decir que está limpia, sin influencias, cercana al mundo antes del pensamiento y, por lo tanto, a esa mente primigenia de la que hablan los budistas y algunas tradiciones… llamémoslas sagradas.

Sin embargo, el chamanismo también se refiere actualmente a la vía abrupta, dura, peligrosa y beatífica que se engrana hacia la consciencia de lo inalterable.

¿Cuál es su fuerza hoy?

Cada día, las noticias ponen de manifiesto el mundo en riesgo en el que habitamos y que entre todos hemos conformado. No solo debemos mirar el poder atómico y el poder genético, los preocupantes cambios climáticos, etcétera, sino que también hemos de mirar con optimismo los potenciales estados de consciencia que pueden ser generadores de las próximas transformaciones en una nueva forma de concebir la vida. Algo no marcha bien y parece que la vía mecánica, racional y mercantil de Occidente, que tantos éxitos ha cosechado a nivel material, está hoy en la agonía; lo dice la salud de la gente, la del ecosistema y la de la ecoconvivencia. Necesitamos urgentemente una nueva relación con la Naturaleza y con la Tierra, sabiendo que no son piezas inanimadas. ¡Algo falla! A pesar de nuestras poderosas medicinas, nuestros maravillosos inventos, algo falla dentro del ser humano.

Y precisamente lo que nos enseña el chamanismo es el gran respeto que la mente nativa siente por el universo, y por toda forma de vida. En este sentido, se une a todos los colectivos que demandan atención sobre la totalidad de la que todos formamos parte, desde Gaya a la defensa de los animales y de los bosques, ante el desastre psicológico, social y planetario que ya está aquí. Necesitamos la visión chamánica de la vida por dentro, de su fuerza unificadora que integra el mundo como vivo, dinámico y cambiante, en este crisol en el que habitamos, ya que puede que nos ofrezca un nuevo estado perceptivo y de consciencia, el cual tal vez nos haga conectar con nuestra sabiduría ancestral. Un acercamiento comedido que no caiga en el desprecio intelectualista y soberbio, ni en la adoración ingenua ni en el expolio. Tampoco es fácil saber cuál es el límite: hasta dónde se puede uno entregar sin perder el centro rector, ya que esta es una pregunta interesante que se formula en determinadas ocasiones. Es obvio que a partir de cierto límite no hay leyes, que la preparación es vital, y que es importante no ocupar el lugar experimental del cebo en caña ajena. De ello hablaremos, y por eso este acercamiento epistémico y vivencial sin caer en el circo, eso espero. A veces pienso que el chamanismo es un buen pasaporte para después del caos.

Hace muchos años, mediante la comunicación verbal y no verbal, me di cuenta de que los que estábamos investigando en este campo podríamos acabar siendo puentes de un saber que hoy se diluye a marchas forzadas entre las parabólicas y el trasiego humano. Un saber en el que, según el indígena, sus técnicas y sus plantitas son concebidas como mensajeros del cosmos, de su inteligencia y de su consciencia. Los puentes se construyen para que los seres pasen de un lado al otro, y viceversa.

Para conocer el mundo de las MTI es necesario y respetuoso conocer el marco que las ha hecho posible. En demasiados libros se va directo a determinada planta para vender la vivencia impactante y al momento siguiendo esta cultura adictiva, que nos embarga de atrevida ignorancia sin pasar por las preparaciones previas que el mundo indígena establece para no acabar en el desastre.

Por ello, este libro va despacio. Comienza teniendo en cuenta que hay detrás de todo ello una tradición milenaria que se va desgranando entre descripciones y relatos vivenciales en primera persona.

Presenta en la Parte I Un mundo chamánico, una perspectiva sobre qué es el chamanismo y quiénes son los chamanes, qué es lo que comprende el viaje chamánico y los métodos para ello, así como la oportunidad y el peligro, conflictos y encuentros: un aviso para ánimonautas.

En la Parte II, En el camino, se desarrolla la deuda contraída en su juventud por el autor con respecto a este viejo saber, tanto en lo personal como en las posibles aplicaciones en psicología y psicoterapia. Esto comporta una posible forma de entender la curación como una vía de conocimiento que arraiga en el interior de la persona. Un avance sobre las desarmonías, así como sobre el reconocimiento de que esa esencia chamánica ya está presente en el mundo, en su historia y, por ejemplo, en el misticismo.

En la Parte III desarrollamos El laberinto de la ayahuasca: la necesidad de prestar atención a la historia de estos pueblos y su contacto con la forma occidental, los grandes investigadores, la avalancha de los últimos tiempos y los graves problemas acaecidos, la bioquímica, la internacionalización, algunos personajes reputados y el papel que está desempeñando la ciencia, tanto en investigaciones bioquímicas como en enfermedades.

En la Parte IV, con el título Muerte y desolación en la ayahuasca, ante la angustia, la imprudencia y el abuso, se describe lo que sucede, las causas y los posibles remedios. A partir de aquí, unas reflexiones generales pretenden dejar claros algunos aspectos decisivos, a fin de orientar a los incautos y proveer de información relevante a los interesados.

En la Parte V, De la selva muy adentro, se expresa el imprescindible valor de una enseñanza que tiene como principio la transmisión, y no la apropiación turística. Hay testimonios ineludibles de indígenas y escritores.

En la Parte VI, En las fronteras del conocimiento, por primera vez hago públicas algunas de las enseñanzas recibidas, para que se produzca una inmersión en las fronteras de lo comprensible, basada en un contacto directo con estas enseñanzas. Es una buena parte de lo más recóndito que he podido encontrar después de 36 años de contacto. También aparece la contrapartida del chamanismo pop, que desvirtúa este conocimiento.

En la Parte VII, Hacia un proyecto en psicología y psicoterapia, se trata de introducir el mundo de las realidades subjetivas y el mundo de las realidades objetivas, un reto que tal vez pudiera constituir una guía para todo tipo de conocimiento indagador en las raíces de la vida. Es el desafío más difícil de explicar y de comprender, incluso muchos colegas aducen que es la base para tener una experiencia previa en el proceso.

En la Parte VIII, Algunos informes en primera persona, se exponen vivencias de campo con cuyo testimonio se pretende validar el acercamiento respetuoso y prudente a estas enseñanzas y su valor en el campo de la psicología y la salud en general.

En la Parte IX, Chamanismo en el tercer milenio, expresamos los aportes y salidas. Con una perspectiva sobre el chamanismo en el tercer milenio y las conclusiones tratamos de establecer la situación, y el papel que este conocimiento puede ofrecernos si es respetado.

En la Parte X, exponemos para los interesados un proyecto que hermane ambas culturas, la antigua o tal vez intemporal y la denominada occidental. Síntesis medular de Oxígeme. Tratamos de exponer las vías pragmáticas para una nueva psicología de los estados de consciencia, que aborde los retos derivados del nuevo sentido de la vida, y que aborde las enfermedades autoinmunes que a grandes rasgos parecen estar detrás de demasiados descarrilamientos en el ser humano sometido a una vida digitalizada.

Es mi intención que este libro abra algún desafío hacia la esperanza.

2.Chamanismo. La vía que perfora

«Nosotros no diagnosticamos únicamente observando la carne del cuerpo material, así, en frío, como los médicos diplomados. Apelamos a la soga del muerto para hacer un diagnóstico completo, porque el ayawaska sabe. Y una vez tomada la decisión de curar, una vez recibido el permiso, la orden, intentamos que la cura también sea completa […], nos dedicamos a encauzarlo [al enfermo] en su sangre secreta».

CALVO (1981, pág. 191)

«Chamanismo» se perfila como la palabra aceptada para dar a conocer una forma primigenia de entender el mundo; es decir, aquella que nace con el ser humano en el momento en que, posiblemente, preso de pánico y de ansias por saber, se asombraba angustiado ante la inmensa e impenetrable oscuridad y los poderosos fenómenos naturales. Por cuestión de conocimiento y respeto, hemos de reconocer que el chamanismo no se quedó ahí y que, por lo tanto, siguió las leyes de la necesidad evolutiva inherente a los seres vivos y abiertos al mundo. Entendemos, pues, que el chamanismo ha representado una vía primordial para entrar en contacto con las fuerzas de la Naturaleza con el propósito de entender y curar, y lo ha hecho desde los helados árticos hasta las cálidas selvas. Estas vías chamánicas han llevado al buscador tanto a desarrollar métodos que han surgido de ese contacto, como a la transformación inexorable del propio buscador. No creamos que, porque estamos resguardados tras nuestras cómodas ciudades y máquinas, la Naturaleza ha perdido su fuerza; solo basta observar a veces cómo demuestra su presencia en los inesperados desastres.

La razón de este libro y del interés por este viejo conocimiento es, por una parte, una muestra más de la necesidad de encontrarnos con esas fuerzas poderosas exteriores e interiores que se escapan a nuestro control y, por otra, la de hallar una salida a la angustia actual del hombre informático. Para ello, en esta primera parte desarrollaremos los orígenes de este conocimiento, el viaje del héroe como un buscador a través de los tiempos, así como sus métodos, confrontaciones y conflictos.

Los orígenes del chamanismo se pierden en el tiempo

«[…] tú frutado con las hierbas […] ¡puerta del bosque que no tienes memoria! […] y cuya base reposa en los infiernos, los escorpiones Girtablilu cuidan su entrada […]. Nadie ha habido, Gilgamesh, que haya entrado en la montaña […] su interior es oscuro, es densa la oscuridad, no hay ninguna luz. […] No ha Gilgamesh paso para ese país, nadie desde que el mundo existe ha atravesado el océano, ¡Quien cruza el mar es Asmas el valeroso! […] la travesía es difícil, muy arduo el viaje. Y, en medio, las aguas de la muerte impiden el paso […] ¿Qué harías al llegar a las aguas de la muerte? Hay un barquero de Utanapishtim, Urshanabí […] los hombres de piedra están con él. Él en el bosque cosecha frutos […] encuéntrate con él […] ¡tantas pruebas! […] ¿por qué, Gilgamesh, te has dejado invadir por la ansiedad? […]. Hay una planta cuya raíz es como la del espino, como púas del rosal te punzará, pero si tu mano se apodera de esa planta rejuvenecerás. Al oír esto, Gilgamesh abrió un agujero, ató a sus pies pesadas piedras que lo llevaron al fondo del Apsu y vio la planta […]. Urshanabí, esta planta es la planta que quita la ansiedad […]. Rejuvenece al hombre viejo».

Gilgamesh (2006, págs. 92, 117, 139, 141, 149, 150, 159, 183, 184)

Breve historia. En el 2500 a.C., alguien escribió un poema en la lejana Babilonia en lengua acadia del que forman parte estas palabras. Posteriormente, fue de versión en versión, pasando de una época a otra, de una civilización a otra, hasta llegar a nuestros días. Gilgamesh nace de la angustia ante la ignorancia y la muerte. La búsqueda en este caso está llena de sofisticación, de una agudeza que asombra. En él están todas las cuestiones que atañen al hombre de hoy día y en las que el tiempo no ha hecho mella en esta pulsión. Es un texto de inquietante transmodernidad, que pone de manifiesto que la sabiduría a la que el chamanismo se refiere no es esclava de la historia, a pesar de que desde los tiempos presentes siempre se mire con cierto desdén y se equipare lo antiguo con lo primitivo. No parece que eso suceda con el tipo de conocimiento llamado sabiduría antigua al que algunos estudiosos denominan filosofía perenne, una actitud que muestra a través de los años el camino marcado por el ser sobrecogido por la ignorancia y la verdad incuestionable, una vía siempre a prueba. Este poema hunde sus raíces en la búsqueda del sentido último de la vida, lo que lleva consigo un reto puesto de manifiesto a lo largo de la historia: superar la muerte. De hecho, en la filosofía moderna se admite que desde la lógica es imposible racionalizar el sentido último de la existencia.

Aunque situemos las prácticas chamánicas en la antigua humanidad, no podemos olvidar que el conocimiento de la palabra «chamán» para la cultura occidental es relativamente moderno. El encuentro con este vocablo tal vez se produjo en el siglo XVII cuando los rusos comenzaron a colonizar Siberia. Sin embargo, los primeros estudios sistematizados corresponden a los españoles que durante el siglo XVI fueron enviados por la Corona española a la Nueva España para recopilar conocimientos sobre prácticas y uso de plantas. Nos referimos a Gonzalo Fernández de Oviedo, Nicolás Monardes y Francisco Hernández, entre muchos otros. Como vamos a poner de manifiesto, originalmente el chamán no fue bien visto por la mayoría de los colonizadores en todos los sitios a los que accedieron. Descalificaciones relativas a su falsedad se dieron durante la época de la Ilustración, en el siglo XVIII. A partir del nacimiento de la antropología se los calificó de primitivos y salvajes, como correspondía a las apreciaciones racionalistas en boga. Es a partir del siglo XIX cuando algún antropólogo comienza a establecer identificaciones positivas. A principios del siglo XX, el antropólogo danés Knud Rasmussen (1927, 1929) publicó sus vivencias, que fueron llevadas al cine, y se convirtió en un pionero entre los investigadores. Famosos antropólogos como Lévi-Strauss rompen alguna lanza a favor del chamán, pero sobre todo fue Mircea Eliade (1994), antropólogo rumano, quien al parecer entró con respeto y conocimiento en el misterio chamánico publicando en 1951 la famosa obra El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis en la que se otorga al chamanismo rango de conocimiento religioso.

Como veremos, la explosión chamánica se va a producir en la segunda parte del siglo XX con el triunfo de los medios de comunicación y los artículos en revistas de moda como Life, en la que el banquero Robert Gordon Wasson publicó sus experiencias con hongos en la sierra mazateca, México. A partir de ese momento, se desencadenaron las peregrinaciones de los hippies en la década de 1960 y las obras de Carlos Castaneda. Previamente, el pionero Richard Evan Schultes sembró el camino científico moderno. Sin embargo, más allá de la propaganda norteamericana, el chamanismo como observación participativa sigue siendo un misterio, puesto que lleva en sus tripas la transformación del propio sujeto encarado por la soledad ante lo incognoscible; de modo que, desde la visión turística o intelectualizada, no se llega al fondo. El chamanismo apenas puede ser conocido si se pretende alcanzarlo por una cuestión de acumulación de datos. Quizás por ello, el chamán desprecia la intelectualidad absolutista y no me extraña que permanezca mudo cuando se le descalifica en medio de los conflictos de creencias que pretenden poseer la clave sobre la naturaleza fundamental de la realidad. No cabe duda de que no se puede hacer una apología del chamanismo como salvación en general, puesto que lo que se denomina como tal goza de puntos luminosos y prácticas terribles.

Del viaje del héroe

«La travesía del héroe mitológico puede ser incidentalmente concreta, pero sobre todo es interior, en profundidades donde se vencen oscuras resistencias, donde reviven fuerzas olvidadas y perdidas por largo tiempo que se preparan para la transfiguración del mundo».

CAMPBELL (1993, pág. 34)

La búsqueda del sentido de la vida ha estado presente desde el comienzo de los tiempos y se le ha dado el nombre del viaje del héroe al aplicarla al ser humano. Nadie como Joseph Campbell ha puesto de manifiesto esta incuestionable pregunta que sienta sus raíces en lo más profundo del ser. La búsqueda del héroe está presente muchas veces de forma subliminal en todas las religiones, mitologías y sistemas humanos dotados de una alta percepción de la realidad, es decir, aquellas civilizaciones que han sido capaces de crear un cosmos. El héroe buscador intrépido del sentido atraviesa la oscuridad de la noche existencial a partir de una petición de su propio interior, que le hace apartar toda distracción. De alguna forma, podemos decir que pierde la condición humana atada a las convenciones. De hecho, la propia humanidad, probablemente por exigencia evolutiva, mantiene la tendencia de esta disposición hacia lo desconocido. Las enseñanzas de iniciación y regeneración, los sacramentos portadores de la gracia entregados a la antigua humanidad, se mantienen a lo largo de la historia esperando la llamada interior. El viaje del héroe encara el laberinto humano anclado en la expectación de las gradas ordinarias, ha de atravesar el coso humano a fin de llegar en soledad vestido de luces y bajo la encarnación de la unidad, de lo masculino y lo femenino, hasta el encuentro con el toro-demonio, simbolizado en la montera, dando paso a la tragedia, la comedia o la epopeya. Sea cual sea el caso, hay un reconocimiento de la vida universal que requiere poner la intención en el mundo interior, donde se han de vencer oscuras resistencias y taparse con cera los oídos ante las trivialidades y las devaluaciones, a fin de llegar a la transfiguración. Los sueños presentes en todo ser viviente han representado siempre una forma común de saber acerca de, pero a veces la vida diurna es demasiado atrayente como para que la marca deje huella.

El filósofo es a veces quien mejor encarna esta diatriba que emerge en carne viva y la encontramos, por ejemplo, en Miguel de Unamuno (1976). En algunos aspectos es paralelo a Bergson, por eso encontramos todos los presupuestos de un transpersonalismo existencial: la lucha incansable con el misterio, la presencia constante de la muerte, la existencia como un relámpago entre vacío y vacío, la desesperación ante la impermanencia, la llamada a la plenitud, el terror al abismo, la renovación vital, la consciencia como conocimiento participativo, la elevación del ser individual a la consciencia universal. Propugna, ya en 1913, la idea de radical actualidad de que la crisis de nuestros días responde a la búsqueda de un saber vital de transformación, más que de acumulación y conceptualización. Y afirma: «El mundo es para la conciencia» (Unamuno, 1976, págs. 56-57). O se muestra aurobindiano: «Podía en ese camino de locos ensueños imaginarse un Dios inconsciente dormitando en la materia, y que va a un Dios consciente de todo, consciente de su divinidad» (1976, pág. 251).

En esta línea de filosofía profunda, Ortega (1983a) es inquietante cuando diserta sobre la consciencia y la verdad. Una verdad transubjetiva que se produce cuando la consciencia supera los límites de su individualidad. Para el Ortega visionario (1983c, d), la consciencia es la cosa más rara que hay en el universo y la contempla como el elemento universal, donde flotan todos los demás fenómenos.

Si queremos introducirnos en el viaje del chamán, es una buena antesala conocer el mito del Viaje del héroe. La llamada interior general a toda aventura representa un primer aviso que puede ser negado, como le sucedió a la mujer de Lot en la Biblia o a Pablito en los relatos de Castaneda. El buscador puede ser hostigado tanto por este aviso como por el emergente miedo a la aniquilación. Después, ha de ser capaz de integrar esa llamada y confiar en la ayuda sobrenatural, según dice Campbell (1993), para ir cruzando los umbrales, guardados por el arcádico dios Pan, generador del pánico; de la misma forma que Buda alcanzó la libertad cuando accedió al principio trascendente, que está detrás de los nombres y de las formas. También en esta llamada como prueba está la probable visión del mysterium tremendum, el enigma terrorífico en la noche de Getsemaní (Otto, 1980), hasta llegar, si ha sido superado, a la beatitud indecible, el contacto con lo numinoso que dignifica y da sentido a todo sufrimiento.

Posteriormente, llega el camino de la prueba que conlleva la humillación de los sentidos, el retiro de las cosas del mundo, como se expresa en el mito sumerio del descenso de la diosa Inanna al mundo inferior, a la gran profundidad, abandonando la Tierra. El héroe debe dejar el orgullo, atravesar el horror, la repugnancia, la locura, el fanatismo, y someterse a lo absolutamente intolerable. La aniquilación del hombre no es más que la aniquilación del ego. El encuentro con la diosa del mundo representa la última aventura, la del alma triunfante: el héroe ya puede contemplarla sin miedo, sin accidentes, y entrar en la reconciliación con el padre en la apoteosis ante una realidad que supera lo objetivo y lo subjetivo. El regreso, al igual que en el cuento budista del Pastoreo del buey, supone echar una mano en el mercado. Ya puede cargar con el vellocino de oro, despertar a la princesa dormida: la humanidad. Para entonces, ya ha sabido que las brujas se convierten en diosas y los dragones, en guardianes de los templos, hallazgo no exento del peligro, cuyo verdugo es la espada de Damocles, como atestiguan los suicidios, la existencia de los psiquiátricos y las muertes repentinas.

Puede haber una negativa al regreso humano, ya que no es fácil volver del jardín, del paraíso, y probablemente puede haber una huida mágica hacia el poder, lo que explica el comportamiento egoico de determinados personajes históricos. El regreso supone encontrarse de nuevo con las ruidosas obscenidades del mundo, el carrusel de las formas, las inestabilidades entre el júbilo y la congoja, la persecución imparable de los objetos. Un mundo que es desafiado por la llamada interior, puesto que ya se ha roto con lo política y socialmente correcto. Para entonces, el héroe ya se ha convertido en un traductor entre los dos universos, un mito cuyo sentido es la forma en cómo el espíritu se comunica con la realidad ordinaria.

El viaje del héroe parece formar parte de un ciclo universal, como si el propósito cósmico estuviera embarcado en un viaje semejante a gran escala y empujara así la rueda de este gigantesco proceso de evolución; como si la materia llevara consigo la durmiente plenitud del silencio que espera desplegarse bajo la propia materia, el dolor, el espacio y el tiempo. Lástima que todo este esfuerzo esté siendo considerado como una aventura new age o una fantasía primitiva e irracional, por parte del materialismo cientificista que inunda nuestras vidas. No olvidemos que a partir de los nuevos paradigmas la buena ciencia ya está abriendo nuevos ojos. Solo se necesita una masa crítica proporcionada por la propia evolución de la consciencia.

Chamanismo y el viaje de la humanidad

«¡Qué bonita sale la luna alumbrando a todo el mundo!».

Ícaro Asháninka, JUAN FLORES

Mircea Eliade (1994) sugiere que es lógico suponer que el ser humano desarrolló formas religiosas desde épocas anteriores a la Edad de Piedra, extendiéndolas posteriormente por casi todo el planeta a través de los continuos flujos migratorios bajo una forma de vida nómada y rural, apenas sujeta al calendario, espontánea y poco jerárquica. También se sugiere que esta forma chamánica de vivir haya emergido espontáneamente como una tendencia innata del ser humano para afrontar el mundo. Encarar la enfermedad, el dolor y la muerte, encarar situaciones límite, ha sido y es común a todo ser vivo, y permanece inalterable desde el origen de la humanidad. Es muy posible que estas situaciones hayan servido de detonantes para posibilitar la evolución, sellando así pasos irreversibles entre un antes y un después. La toma de decisiones y el arrojarse a iniciativas desconocidas deben de haber marcado el rumbo humano. El descubrimiento y la utilización consciente del fuego fueron una de las grandes consecuencias de este ánimo evolucionista, que se remonta a unos 400.000 años, y con ello numerosas ceremonias vinculadas a esa práctica. La custodia del fuego, por razones de seguridad, de necesidad y de simbolismo, está presente en muchos pueblos del planeta. El fuego limpia y purifica, las cenizas señalan el final, poniendo de manifiesto la impermanencia de nuestro mundo.

Se da por descontado que las sustancias inductoras de otras formas de ver la realidad han estado siempre presentes en la evolución humana, y se han encontrado restos de ellas en tumbas milenarias. Krippner (2007), Winkelman (2010), Krippner y Winkelman (1983), recogiendo diversos estudios y a partir de los procesos perceptivos, exponen el valor de las bases neurológicas estructuradas que permiten ese poder perceptivo, tanto en el orden mágico como en el estético.

La muerte ha sido compañera fiel del chamanismo. El culto a los muertos seguramente marca una clave en la adquisición de una memoria colectiva, pero sobre todo la muerte desde el comienzo de la historia humana hasta la actualidad marca el desafío de nuestra incertidumbre y de nuestra necesidad de entendimiento. De hecho, entre el cerebro del hombre de Cromañón (30.000 años) y el nuestro actual no existen diferencias (Rubia, 2006). Por lo tanto, en el chamanismo ya ha existido un desafío del ser humano a la muerte, además de una lucha para superar la enfermedad; y en todo este entramado vital, en el chamanismo, ha existido una forma de dar sentido a la colectividad y a la vida frente a lo inabarcable que no ha menguado ni un ápice desde la época de las cavernas hasta la de los rascacielos.

Si el chamanismo es esencialmente un método, como sostiene el antropólogo Harner (2016), desde luego ha sido el primero en tantear y conseguir un acercamiento entre el ser humano, la naturaleza y el cosmos, y en dar respuestas frente a la crisis, el dolor, el miedo, la enfermedad, el poder y la muerte.

Podemos plantearnos si la mente nativa, la atención limpia de la niñez de la humanidad, puede llegar a ser un buen método en nuestros aciagos días. ¿Esta condición de inocencia, que está limpia de los intereses mediáticos y a veces perversos del mundo de hoy, como la mirada de un niño, daría garantías de cuál sería la actitud clave para obtener el calor chamánico y el conocimiento? Curiosamente, la atención inocente es la atención del Zen, y sus maestros señalan que representa a la gran mente, que atraviesa civilizaciones y que, a semejanza del fuego, mantiene el misterio.

Tengamos en cuenta que el chamanismo, como vía religiosa, social, cultural, etcétera, ha llegado a extenderse por todo el mundo; lo encontramos muy bien representado en Siberia, América, Australia, etcétera, y originalmente en sociedades dinámicas, poco estratificadas políticamente, y aunque primitivas, seguramente con una importante consciencia cotidiana del aquí y ahora. Era la sociedad de los primeros cazadores y recolectores.

3.¿Qué es un chamán?

En este apartado desarrollaremos tanto las obligadas definiciones como ciertos qués y cómos del chamán; también algunos aspectos claves que debemos tener en cuenta.

La palabra «chamán» es de origen tungu (Asia central, Siberia), aunque los filólogos discrepan sobre su origen, ya que algunas investigaciones le reconocen origen manchú, sánscrito y pali. Lo importante es que semánticamente está relacionada con conocimiento y calor, dos ideas claves para entender el mundo chamánico, que tal vez sean inherentes a la condición humana. La figura del chamán ha estado presente con diferentes nombres en las culturas antiguas y la palabra «chamán» ha sido finalmente aceptada en el vocabulario; aunque ahora es difícil encontrar un curandero indígena en América que se la adjudique. Las definiciones de chamán van genéricamente desde la persona que tiene poderes para curar y establecer contacto con el más allá –como en el caso de los siberianos–, a curandero indígena que modifica su conciencia a fin de obtener conocimiento y poder proveniente del mundo de los espíritus para ayudar y curar a los miembros de su tribu (Krippner, 1990), hasta la de Eliade (1994) para quien el chamán es esencialmente «el que conoce las técnicas arcaicas del éxtasis».

Podemos observar que las definiciones hacen referencia a que el chamán tiene poderes especiales, a la capacidad de disociar el alma del cuerpo, a la ayuda de los espíritus, a la confrontación de los más grandes miedos y sombras de la vida, a ser capaz de surcar el mundo de las tinieblas, etcétera. Otras definiciones remarcan su aportación social como guía, sanador y persona capaz de generar conexión entre los demás.

Desde la perspectiva clásica, tanto el chamán como la chamana son aquellas personas que han pasado por el proceso de aprendizaje y transformación entendido como el tránsito entre los dos mundos que la tradición les señala: el mundo de los vivos, el mundo de los muertos, el mundo de los seres materiales y el mundo de los espíritus; un tránsito que será diferente según la tradición. Y de pronto, uno se percata de que este viaje en sentido amplio entre el mundo de lo conocido y lo desconocido ha sido posiblemente el viaje y la razón de ser y conocer de nuestra existencia, y que además está presente en todas las tradiciones sagradas y filosóficas de la humanidad.

Una característica común a la tradición chamánica es que esa transformación implica un aprendizaje práctico, un paso por el territorio, atravesar la vía del curador herido, un aprender sufriendo hasta un cierto punto necesario para que el aprendiz de brujo, tras encarar el inframundo, pueda acceder al conocimiento de la herida total. Salud, enfermedad y sufrimiento se consideran, pues, como una manifestación de la sabiduría peculiar del cuerpo. Por lo tanto, partir del cuerpo es la clave para ir ascendiendo a vivencias más sutiles, del mismo modo que lo es en otras tradiciones como en el yoga. Por ejemplo, Iyengar (2007), uno de los más prestigiosos representantes actuales, detalla la esencia del yoga exponiendo que los sabios exploran las diversas envolturas de la existencia empezando por el cuerpo, que representa el interior de la naturaleza, siendo la autopurificación la primera clave. Utiliza una metáfora semejante a las de san Juan de la Cruz, en el sentido de arreglar y limpiar la casa para poder ver la divinidad que espera en nuestro interior, ya que no hay espiritualidad sin cuerpo. Esto lo suscribiría la totalidad de los chamanes americanos que he conocido, en cuanto al trabajo con el cuerpo como base y a su purificación mediante el proceso purgativo con plantas y otras técnicas. Es importante recalcar que, como muestra del exquisito conocimiento de esta sabiduría antigua, el chamán se diferencia tanto del curandero (dedicado exclusivamente a curar) como del hechicero (básicamente ritualista y, a veces, brujo). El chamán es tanto un hombre-medicina como un hombre de conocimiento que ofrece un orden, una dirección y una cohesión a su mundo.

Sin embargo, ¿cómo se hace un chamán y qué es lo que hace? Por ejemplo, en la tradición siberiana, ya sea mujer u hombre, se le distingue porque ha sido enseñado por los espíritus con el propósito de ayudar a los que sufren a causa de esos espíritus. Por lo tanto, al chamán se le reconoce porque es una persona capaz de controlar esos estados expandidos de consciencia y ofrece respuestas a las necesidades del grupo; por eso, por ejemplo, se le valoran sus éxitos curativos. El éxtasis chamánico, propio del chamán, representaría el viaje del alma hacia otros reinos, bien para ascender a los cielos o para descender a los infiernos, reflejando ese viaje la particular visión del cosmos de cada etnia.

Para el antropólogo Harner (2016), uno de los más comprometidos investigadores en este campo, el chamán lo que pretende a través de los estados de conciencia es contactar y utilizar la realidad escondida a fin de adquirir conocimiento y poder para ayudar a otras personas. Otra vez aparece como clave la interacción con los espíritus, de modo que esa realidad oculta y este contacto pueden ser dos aspectos fundamentales para definir el chamanismo. Tan importante es esta cuestión que Walsh (1990) en su acercamiento teórico a este estudio, también la define como elemento fundamental, y además la coloca como un tema abierto a la discusión, ya que la mente occidental interpretaría estos fenómenos simplemente como creaciones subjetivas. Es fácilmente reconocible la distancia insalvable en la mente occidental actual que concibe básicamente la realidad como racional y material y, en consecuencia, en conflicto con la sabiduría antigua y los mundos religiosos para los cuales la realidad se extiende a espacios y seres inmateriales.

Todas estas reflexiones nos llevan a plantearnos la necesidad de la búsqueda generalizada del sentido de la vida como proceso evolutivo. A partir de una perspectiva plural, por ejemplo, Krippner (2007), Winkelman (2010), y ambos en 1983, defienden el valor epistemológico del chamán en el contexto evolutivo humano. Así, recogen que ciertos chamanes mexicanos poseen capacidades cognitivas que los distinguen de los no chamanes; consecuentemente, se produciría un impacto colectivo a partir de estas potencialidades al proporcionar a su sociedad ciertos conocimientos inasequibles para los demás individuos; entre los principales, el poder de curar como un acto extraordinariamente válido que va a permitir que el sujeto se integre en su sociedad. Aportando su contribución académica, estos autores exponen que el trabajo de investigación del chamán ha de haber influido en la evolución de sus estructuras neuronales y proporcionado otros potenciales, como la habilidad para la construcción de categorías, el potencial para representar roles y la capacidad para experimentar de forma vívida el mundo. El chamán, según Krippner y Winkelman, tuvo que representar un papel importantísimo en los primeros humanos, ya que era el miembro de la comunidad que proporcionaba respuestas a los desafíos ambientales de aquellos tiempos, y lo hizo en una vía de integración con la naturaleza; por ello, el chamán recibe su conocimiento directamente de esa naturaleza. Como señalan Krippner y Winkelman, este conocimiento parece estar presente en todo el planeta, e incluso en nuestra sociedad, cuando destacados artistas afirman el origen divino de su inspiración.

Y en este sentido, cuando hablamos de estados de conciencia desde una perspectiva evolucionista, llegamos a la presunción de que estos procesos, en principio de matriz psicológica, permiten acceder a umbrales transpsicológicos; es decir, a estados puestos de manifiesto por la tradición espiritual en todo el planeta. Así, Combs y Krippner (2003) exponen que, según estas tradiciones, estamos hablando de algo más que de estados de consciencia en el sentido de que estos reinos del ser posiblemente no podrían ser reducidos solamente a estados psicocorporales. Estas posibilidades también se recogen en Almendro (2002, 2013) y Almendro & Weber (2013) en cuanto a la relación entre el mundo de las realidades objetivas y el mundo de las realidades subjetivas que posteriormente ampliaremos. El desafío está en admitir la posibilidad de que esas realidades objetivas existan independientemente de que sean o no percibidas. Es decir, a partir del chamanismo, nos acercamos a la frontera epistemológica de admitir o no una realidad transmaterial, que es la base del conflicto que antes hemos establecido, y la clave, por cierto, de toda la tradición milenaria.

Se consolida entonces que al chamán se le diferencia de otras manifestaciones de la rareza humana, como los espiritistas, los curadores esotéricos, religiosos y espirituales, o los curadores intuitivos. Por ejemplo, el estado chamánico no parece llevar consigo un trance cinético en el que la persona es poseída por un espíritu y en el que no existe consciencia, como en el vudú. Con lo cual, parece que es requisito del chamán el ser consciente del lugar o estado en el que se encuentra, ya sea físico, psíquico o transpsicológico. El chamán trabaja a través de lo que se ha dado en llamar el estado de consciencia chamánico, y en este estado de consciencia invoca el infinito y se abre a una realidad inimaginable en la que percibe los cimientos del mundo.

Combs y Krippner (2003) plantean una pregunta interesante y delicada que dejamos en el aire relativa a en qué momento el individuo se hace consciente de esos reinos sutiles del ser.

Aspectos claves que hay que tener en cuenta

La recuperación de la sombra. El chamán es un perforador de la sombra, esa zona desconocida de nosotros mismos y del mundo a la que hemos de acceder para seguir nuestro proceso de conocimiento y evolución. El chamán viaja a los mundos abisales para curar, obtener información y conseguir poder, además de para ampliar su horizonte evolutivo personal. Cuanto más nivel de sombra haya atravesado, en este aprendizaje del curador herido, mayor será su capacidad para afrontar el peligro. Una oración mazateca dice: «esta agua que yo arriesgo a las puertas de mi casa que sirva para darme salud, fuerza y conocimiento». Es de ley remarcar que el viaje chamánico no es un juego visionario. La naturaleza como libro. Para el chamán, su método implica una comunicación-comunión con la naturaleza. Es fácil encontrar respuestas como: «la plantita me lo dice», cuando se les pregunta sobre cómo adquieren su conocimiento. O acuden a entidades de las fuerzas de la naturaleza como el viento, la tormenta, etcétera. Don Patricio, un indio mazateco, afirma que: «el hongo es hijo del instante entre la lluvia y el relámpago». Hay enseñanzas centenarias en las que, a modo de ritos de paso, se prepara a los aspirantes para superar pruebas e ir más allá del límite hasta alcanzar el estado de consciencia chamánico