El laboratorio palestino - Antony Loewenstein - E-Book

El laboratorio palestino E-Book

Antony Loewenstein

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Cómo Israel se forra con la ocupación de Palestina El complejo militar-industrial de Israel utiliza los territorios palestinos ocupados como campo de pruebas de armamento y tecnología de vigilancia que luego exporta por todo el mundo a déspotas y democracias. Durante más de 50 años, la ocupación de Cisjordania y Gaza ha proporcionado al Estado israelí una experiencia inestimable en el control de una población "enemiga", los palestinos. Es aquí donde han perfeccionado la arquitectura del control. El periodista Antony Loewenstein, autor de Capitalismo del desastre, descubre este mundo en gran medida oculto en una investigación global con documentos secretos, entrevistas reveladoras y reportajes sobre el terreno. Este libro muestra en profundidad, por primera vez, cómo Palestina se ha convertido en el laboratorio perfecto para el complejo militar-tecnológico israelí: vigilancia, demoliciones de viviendas, encarcelamiento indefinido y brutalidad hasta las herramientas de alta tecnología que impulsan la "Start-up Nation". Desde el software Pegasus que hackeó los teléfonos de Jeff Bezos y Jamal Khashoggi, las armas vendidas al ejército de Myanmar que ha asesinado a miles de rohingyas y los drones utilizados por la Unión Europea para vigilar a los refugiados en el Mediterráneo que se dejan ahogar. Israel se ha convertido en líder mundial en tecnología de espionaje y material de defensa que alimenta los conflictos más brutales del planeta. Mientras el etnonacionalismo crece en el siglo XXI, Israel ha construido el modelo definitivo.

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El ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023 fue impactante por su brutalidad. El nivel de sofisticación, que incapacitó al Ejército israelí y a su extensiva arquitectura de vigilancia alrededor de Gaza, cogió a Israel completamente por sorpresa. Cerca de mil doscientos israelíes fueron asesinados o secuestrados, entre ellos muchos civiles; el ataque dejó al Estado judío en una situación de parálisis, miedo y rabia que no tiene precedentes en el último medio siglo.

Oriente Próximo nunca había sido testigo de nada parecido. Ahí estaba el grupo militante de Gaza, Hamás, sometiendo y momentáneamente cegando a la nación más poderosa de la región, Israel. Era un golpe a la arraigada creencia de que 2,3 millones de palestinos atrapados en Gaza podían ser encajonados para siempre en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo sin consecuencias.

Nada de esto justifica las masacres de Hamás. Fueron despiadadas, ilegales y totalmente contraproducentes para la causa palestina.

Inevitablemente, Israel respondió de inmediato con una campaña de una conmoción y un pavor abrumadores, que ha matado a más de veinte mil palestinos en Gaza, muchos de ellos civiles y niños, y ha finiquitado vastas porciones de un territorio asediado, volviéndolas inhabitables. Las imágenes de Gaza eran apocalípticas, recordaban a los bombardeos aliados sobre Dresde al final de la Segunda Guerra Mundial o a la destrucción estadounidense de Mosul, Irak, en 2017, para expulsar al Estado Islámico.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la mayoría del mundo occidental se alinearon con Israel el 7 de octubre y apenas han flaqueado en el apoyo a sus acciones, a pesar de la carnicería que se ha llevado a cabo en Gaza. Han sido exterminadas familias enteras, han arrasado barrios. Mis amigos palestinos de Gaza, con quienes he pasado tiempo desde mi primer viaje como periodista en 2009, han perdido sus casas y sus medios de vida. Los han convertido en refugiados en su propia tierra.

El apoyo a Israel era casi unívoco. Washington, Alemania, los Países Bajos, Australia y el Reino Unido se apresuraron a enviar armas para ayudar a Israel en el combate. Era evidente que para ellos las vidas palestinas no importaban. La vida de un judío israelí era más valiosa.

Hubo algunas excepciones. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, condenó los ataques de Hamás, pero dijo que tenía «francas dudas» de que Israel estuviera cumpliendo las leyes internacionales en Gaza.

La crueldad israelí en Gaza, su flagrante desconsideración por el sufrimiento de los palestinos, dio lugar a manifestaciones globales de una magnitud que no se había visto desde las protestas masivas contra la invasión estadounidense de Irak en 2003. Las encuestas de opinión en Estados Unidos, en particular en la franja demográfica de 18 a 35 años, se oponían completamente a la gestión de la guerra de la administración Biden y a la falta de voluntad de la Casa Blanca de frenar las acciones de Israel.

El ambiente político en Israel era de ira, con llamamientos genocidas a aniquilar Gaza, una ocurrencia habitual entre las élites políticas y mediáticas. Un importante medio de comunicación israelí, Kan, difundió un vídeo de un niño israelí cantando «Aniquilaremos a todo el mundo» en Gaza.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que ya se enfrentaba a enormes protestas en su país contra el intento de su Gobierno, de extrema derecha, de neutralizar a un Tribunal Supremo ya débil, hizo gala de su conocida costumbre de no responsabilizarse de los profundos errores militares y de inteligencia que tuvieron lugar el 7 de octubre de 2023. No está claro cuánto tiempo continuará como líder del país.

Aparentemente, el error más grave de Israel el 7 de octubre fue una combinación de arrogancia tecnológica, la creencia de que el aparato de vigilancia de Israel era impenetrable y el hecho de que las agencias de inteligencia de Israel pasaran fatalmente por alto las claras señales de que Hamás estaba preparando un ataque importante.

Mientras escribía este libro, el cerco de Israel a Gaza con un conjunto de vallas, drones y dispositivos de escucha siempre se había explicado con la ilusoria creencia de que los palestinos aceptarían su encarcelamiento.

Ahora sabemos que la inteligencia israelí había sido informada de los planes de Hamás al menos un año antes de los ataques y aun así no creyeron que el grupo militante fuera capaz de —o estuviera interesado en— una escalada mayor del conflicto con Israel. Fue un error de proporciones catastróficas, que recuerda al de Estados Unidos pasando por alto las señales clave antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Nada de esto ha detenido a Israel en sus pruebas en vivo de nuevas armas durante su campaña de tierra arrasada en Gaza tras el 7 de octubre de 2023. Estas herramientas bélicas fueron orgullosamente exhibidas en redes sociales, con el propósito de llegar, además, a un público nacional e internacional de potenciales compradores globales. Israel está haciendo una campaña bélica basada en inteligencia artificial, y ha atacado objetivos no militares con una ferocidad sin precedentes. Es una «fábrica de asesinatos en masa», dijo un oficial de inteligencia.

Así es como funciona el laboratorio palestino. Y por ello preveo que la industria armamentística israelí prosperará después del 7 de octubre.

* * *

He cubierto la región de Israel y Palestina durante más de veinte años, y los sucesos del 7 de octubre y sus repercusiones han sido abrumadores. Cada día veo fotos y vídeos de palestinos muertos en Gaza, sus cuerpos mutilados y sus cerebros aniquilados.

Esto se está haciendo en mi nombre, como judío, y la gran mayoría de la comunidad judía organizada del mundo respalda sin reservas al Gobierno israelí. Me aferro a los judíos disidentes de Estados Unidos, el Reino Unido, Europa, España y Australia, gritando «No en nuestro nombre» y protestando tanto por la masacre de Hamás como por la brutal respuesta de Israel.

En las décadas que llevo como periodista, nunca había experimentado tanta atención por mi trabajo, por este libro en particular. Desde el 7 de octubre he recibido literalmente miles de mensajes de cada rincón del planeta; la mayoría de las personas expresaban su apoyo por una perspectiva judía crítica sobre el conflicto. Me han entrevistado incontables medios de comunicación sobre la industria armamentística israelí y los fallos de la tecnología represora del país desplegada contra los palestinos.

Uno de los hechos más conmovedores de este periodo ha sido descubrir al artista bangladesí-estadounidense Debashish Chakrabarty. Creó una serie de imágenes inspiradas en mi libro que destacaban las maneras en que Israel vende la tecnología más represora del mundo a algunos de los peores violadores de derechos humanos. Sus ilustraciones se hicieron virales online.

Pero luego sucedió otra cosa extraordinaria: las imágenes llegaron al mundo real. Empezaron a aparecer pósteres con sus ilustraciones en las manifestaciones propalestinas, desde Bangladés hasta Estados Unidos, que mostraban cómo El laboratorio palestino ha pasado, de ser un libro, a influir en activistas y ciudadanos de todo el mundo.

Hay un movimiento cada vez más grande de gente que está preocupada por lo que cuenta este libro, las armas «probadas en combate» con los palestinos, y que está decidida a usar esta información para presionar a los Gobiernos y a los fabricantes de armas.

Es la clase de impacto en el mundo real con el que la mayoría de los escritores solo podemos soñar.

* * *

Nada de todo esto quiere decir que acabar con el laboratorio palestino vaya a ser fácil. Los ataques del 7 de octubre y la respuesta israelí están envalentonando a las fuerzas militares y políticas que quieren formalizar una interminable «guerra contra el terrorismo» de la mano de Israel. En términos prácticos, esto significa ascender a Israel como el guerrero definitivo en una batalla mundial contra el terrorismo islámico. Los defensores de Israel han comparado a Hamás con los nazis y retado a cualquiera que cuestionara las tácticas requeridas para vencer al grupo militante. Si eso quiere decir atacar colegios y hospitales palestinos, que así sea.

Es la misma «lógica» que empleó Estados Unidos tras el 11-S, y miremos adónde llevó al mundo: más de dos décadas de guerras ilegales contra naciones musulmanas y un programa de tortura global. Como muestro detalladamente en el libro, Israel lleva mucho tiempo argumentando que está luchando una batalla por la civilización contra los terroristas para que Occidente no tenga que hacerlo. Esta retórica no ha hecho más que recrudecerse después del 7 de octubre.

Una lección clave de Israel y Palestina, generalmente ignorada en las capitales occidentales y árabes, es que existe el peligro de no resolver el conflicto, que dura décadas. La beligerancia no hará más que crecer si no se involucran activamente líderes mundiales relevantes.

La tremenda respuesta internacional a este libro revela un hambre global por un periodismo de investigación riguroso sobre Israel y Palestina y pone el foco en las fuerzas malignas desplegadas para que continúe el combate.

El laboratorio palestino no es inevitable.

Introducción

«El apartheid de Sudáfrica duró cuarenta y seis años.

El de Israel lleva setenta y dos y sumando».

Nathan Thrall, London Review of Books, 2021[1]

Cuando empecé a escribir sobre Israel y Palestina, a principios de los años 2000, estábamos en los albores de internet y los guardianes de los medios generalistas raramente permitían que se escucharan voces críticas contra la ocupación israelí. Yo crecí en una casa sionista liberal en Melbourne, Australia, donde el apoyo a Israel no era una religión obligatoria pero sí esperada. Mis abuelos huyeron de la Alemania nazi y de Austria en 1939 y vinieron a Australia como refugiados. Para ellos, aunque no eran sionistas fervientes, tenía sentido ver Israel como un refugio seguro en caso de que el pueblo judío tuviera que hacer frente a futuros conflictos.

A pesar de que este sentimiento corría entre la comunidad judía en la mayor parte del mundo, pronto empecé a sentirme incómodo tanto con el racismo explícito hacia los palestinos que escuchaba como con el apoyo automático de todas las acciones israelíes. Era como una secta en la que las voces disidentes eran condenadas y expulsadas. Recuerdo a mis amigos judíos de la adolescencia, que repetían lo que habían escuchado a sus padres y a los rabinos. Pocos habían estado en Israel, y en Palestina…, ya ni hablar de ello, pero la narrativa dominante se articulaba en torno al miedo; los judíos estaban constantemente bajo ataque e Israel era la solución. No importaba que los palestinos tuvieran que sufrir para que los judíos se sintieran seguros. Parecía una lección pervertida del Holocausto. En la actualidad soy ciudadano australiano y alemán debido a que mi familia huyó de Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. Soy un judío ateo.

En 2005, cuando fui a Oriente Próximo por primera vez, todavía tenía esperanzas sobre Israel y Palestina. Decía que creía en la solución de los dos Estados y en el derecho de Israel a existir como Estado judío. En la actualidad no apoyo ninguna de las dos cosas. Los años que siguieron a ese primer viaje trabajé como periodista desde Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, documentando el creciente dominio israelí en Palestina. Viví en el barrio de Sheij Yarrah de Jerusalén Este entre 2016 y 2020 y vi regularmente a la policía israelí acosar y humillar a palestinos. La rutina diaria de la ocupación era opresiva para los no judíos. Me hacía avergonzarme de lo que se hacía en mi nombre como judío. Hoy en día apoyo la solución de un único Estado en el que todos los ciudadanos puedan vivir como iguales.

Mi evolución en los últimos veinte años refleja la creciente conciencia global de lo que siempre ha sido Israel y adónde se dirige. El debate público en torno a este tema ha cambiado visiblemente desde principios de los años 2000. Los hechos sobre el terreno han dictado el cambio.

La organización de derechos humanos más importante de Israel, B’Tselem, publicó un informe a principios de 2021 que concluía que hay un «régimen de supremacía judía desde el río Jordán hasta el Mediterráneo. Esto es apartheid». Human Rights Watch y Amnistía Internacional siguieron su ejemplo poco después. Hacía más de medio siglo de la ocupación, pero estos relevantes informes marcaron la diferencia. Aunque los palestinos llevaban décadas denunciándolo, llevó tiempo que el cambio se filtrara hasta las poblaciones y élites occidentales. Ahora es imposible negar el iliberalismo de Israel y muchos liberales occidentales ya no se sienten obligados a hacerlo.[2]

En una encuesta de 2021 un cuarto de los judíos de Estados Unidos respondió que Israel era un Estado de apartheid. Incluso el editor de Haaretz, el periódico más progresista, además de, por supuesto, sionista, lo admite. «El producto del sionismo, el Estado de Israel, no es un Estado judío y democrático, sino que simple y llanamente se ha convertido en un Estado de apartheid. Se pueden decir muchas cosas al respecto, pero no se puede decir que Israel está llevando a cabo el sionismo como un Estado judío y democrático», escribió Amos Schocken en 2021.[3]

La reivindicación de que Israel es una democracia floreciente en el corazón de Oriente Próximo está rebatida por los hechos. Todos los medios de comunicación de Israel, junto con editores y autores, deben enviar las historias relacionadas con asuntos exteriores y seguridad al censor jefe militar de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) antes de su publicación. Es una regulación arcaica que comenzó poco después del nacimiento de Israel. El censor tiene la potestad de bloquear por completo la historia o de redactarla parcialmente.[4] Lo que se considera válido es altamente cuestionable, ya que las prioridades del establishment que dirige la seguridad nacional son muy diferentes a las que se requieren para un Estado saludable y democrático. Esta contradicción quedó clara cuando la censora jefe de Israel, Ariella Ben Avraham, dejó su puesto en 2020 y entró a trabajar en la empresa líder de cibervigilancia del país, NSO Group.

Durante décadas, quienes debatían sobre Israel y Palestina en los medios de comunicación occidentales eran, en gran medida, solo los judíos. De los palestinos ocupados se hablaba, pero no se los escuchaba. Un estudio de 2020 de Maha Nasser, de la Universidad de Arizona, destapaba este silenciamiento. Los palestinos habían escrito menos del 2 por ciento de los artículos de opinión en The New York Times entre 1970 y 2020. En The Washington Post era el 1 por ciento.[5] Hoy no es algo fuera de lo común escuchar y ver a palestinos, de Noura Erakat a Yousef Munayyer o Mohammed el-Kurd, ofreciendo un punto de vista diferente.

Cualquier reportaje desde Palestina sigue siendo un reto. Ahmed Shihab-Eldin es un estadounidense kuwaití de ascendencia palestina y periodista ganador de un Emmy. Me contó su experiencia trabajando en una historia para Vice en 2015 que mostraba a colonos nacidos en Suecia destruyendo la casa de una familia palestina en el barrio de Silwan, en Jerusalén Este. Su equipo había grabado a los colonos tirando los juguetes de una niña palestina, arrancando las tuberías y destruyendo los muebles. Vice cortó la escena.

«Tío, los asentamientos son muy controvertidos —le dijo a Shihab-Eldin un editor de Vice—. Hay quienes los consideran ilegales. Israel no. Así que no podemos mostrar esta confrontación porque estaríamos mostrando mucho más de los argumentos de una de las partes y complicaríamos más una historia de por sí complicada».

El duro trato de Israel a los palestinos y la discriminación racial respaldada por el Estado se han hecho extremadamente populares incluso entre grupos que tradicionalmente odian a los judíos. El 6 de enero de 2021, antes del asalto de los manifestantes de extrema derecha, se vio ondear una bandera israelí delante del Capitolio de Estados Unidos. Hoy se puede ver la bandera israelí colgada al lado de la bandera confederada por todo Estados Unidos.[6] Los manifestantes de extrema derecha del Reino Unido, Alemania y otros países enarbolan la bandera israelí en las manifestaciones.

El líder de extrema derecha Richard Spencer expresó su efusiva admiración por Israel en 2018: «Una vez más, los judíos están a la vanguardia, repensando la política y la soberanía del futuro, mostrando un camino a seguir para los europeos». Hizo estas declaraciones tras la aprobación de la Ley Fundamental de Israel, que formalizaba la supremacía judía por encima de cualquier ilusión de democracia para todos sus ciudadanos. Spencer se ha calificado a sí mismo como un «sionista blanco».

Estaba aprovechando la creencia generalizada entre facciones de la extrema derecha de que Israel está en la vanguardia defendiendo a la civilización occidental de las hordas musulmanas. El laicismo impide el éxito de la colaboración patriótica. La religiosidad es la meta. El Estado judío defiende con orgullo fronteras fuertes, rechaza los intentos de los organismos internacionales como la ONU de intervenir en sus asuntos y se presenta a sí mismo como un Estado para los judíos por encima de todo.

El intelectual palestino Edward Said fue clarividente sobre los verdaderos orígenes del Estado judío. «El sionismo era una flor de invernadero cultivada desde el nacionalismo europeo, el antisemitismo y el colonialismo, mientras que el nacionalismo palestino deriva de la gran oleada del sentimiento anticolonialista árabe e islámico, que desde 1967, a pesar de verse teñido de un sentimiento religioso retrógrado, se ha colocado en la corriente general laica del pensamiento posimperialista», escribió Said en 1984.[7]

Es esta forma extrema de nacionalismo la que se ha estado comercializando durante más de cincuenta años. Shir Hever es uno de los expertos más perspicaces en los aspectos económicos de la ocupación israelí. Me contó que los fabricantes de armas israelíes venden un mensaje concreto que refleja la experiencia real de maltratar a los palestinos. «Si escuchas a los propios fabricantes de armas [israelíes] cuando van a Europa a vender sus productos, no paran de repetir el mismo mantra. Dicen que los europeos son muy inocentes. Creen que pueden tener derechos humanos. Creen que pueden tener privacidad, pero eso es un sinsentido. Sabemos que la única manera de luchar contra el terrorismo es juzgar a la gente por su aspecto y por el color de la piel».

El estatus de Israel como Estado etnonacionalista estuvo presente desde su nacimiento en 1948, pero ha sido turboalimentado en el siglo XXI. El líder israelí que ha seguido esta política con más éxito es Benjamin Netanyahu, un ferviente creyente en la ocupación indefinida de tierras palestinas. Ha sido el primer ministro que ha ocupado más años el cargo en la historia del país, a pesar de que perdió las elecciones en 2021 después de más de doce años al frente del Gobierno. Fue reelegido en noviembre de 2022 con la coalición más de derecha de la historia del país. Su propia visión ha ganado, ya que ha conseguido convencer a muchos otros países de usar Israel como modelo. El netanyahuismo es una ideología que le sobrevivirá.

«El rol de Israel es servir como modelo», declaró el neoconservador Elliott Abrams, que fue el arquitecto clave de la «guerra contra el terrorismo» con los presidentes George W. Bush y Donald Trump. En una intervención en una conferencia conservadora en mayo de 2022, urgió al mundo a seguir al Estado judío como «un ejemplo en poder militar, en innovación, en promoción de la natalidad».[8]

Israel ha desarrollado una industria armamentística de categoría mundial con equipos convenientemente probados con los palestinos en los territorios ocupados y luego comercializados como «probados en batalla». Sacar provecho de la marca FDI ha conducido a las empresas de seguridad israelíes a contarse entre las más exitosas del mundo. El laboratorio palestino es uno de los principales argumentos de venta israelíes.

Pensemos en el infame software para hackear móviles, desarrollado por la empresa cibernética NSO Group, y en cómo proliferó durante la era Netanyahu, ya que Israel lo utilizó para recabar apoyo diplomático internacional. «El etnonacionalismo de vieja escuela de Israel y el trato de mano dura a los palestinos, que en su día eran una carga, hoy en día se han convertido en un valor», escribieron Max Fisher y Amanda Taub en The New York Times en 2019.[9]

Esta ventaja ha estado fraguándose durante mucho tiempo. Leyendo la crónica seminal del periodista Robert Fisk de la guerra civil libanesa, Pity the Nation, queda claro que el Ejército y el manual de retórica israelíes estaban en desarrollo a principios de la década de 1980, cuando tuvo lugar la desastrosa invasión y ocupación del Líbano. Los israelíes entonces utilizaron el concepto «precisión quirúrgica» para describir los ataques mortales de su fuerza aérea. Era mentira, porque incontables libaneses inocentes fueron asesinados.

No obstante, como expongo en este libro, a pesar de fracasar militarmente en el Líbano, Israel utilizó la guerra como argumento para las ventas de su armamento y sus tácticas. Su propaganda ofrecía a las naciones un atractivo elixir que contenía la ilusión de que el Estado judío podía ayudarlas con sus problemas internos. Había algo de verdad en esa afirmación, aunque comportaba un alto coste humano.

El netanyahuismo pretende aplastar las aspiraciones palestinas. Durante su mandato, el presidente Barack Obama dijo que era «insostenible» ocupar indefinidamente a otro pueblo porque el racismo y el colonialismo eran reliquias de otra era. Netanyahu se mostró vehementemente en desacuerdo. Según Netanyahu, «el futuro no le pertenece al liberalismo como lo definió Obama —tolerancia, igualdad de derechos y Estado de derecho—, sino al capitalismo autoritario: Gobiernos que combinan nacionalismos agresivos y a menudo racistas con poder económico y tecnológico. El futuro, insinuó Netanyahu, no produciría líderes que se parecerían a Obama, sino a él», explicaba el escritor judío Peter Beinart.[10]

El mensaje que defienden Netanyahu y sus sucesores es que Israel es el Estado nación moderno ideal que rechaza las asunciones multiculturales de Europa Occidental y otras partes de Occidente. En el curso de una reunión en 2017, Netanyahu fue captado en un micrófono abierto diciéndoles a los líderes de Hungría y la República Checa que no compraran la insistencia de la Unión Europea en que la colaboración tecnológica dependía del avance de las charlas de paz con los palestinos.

Netanyahu tenía razón. La Unión Europea nunca ha dejado de trabajar con las empresas israelíes a pesar de la ocupación del país, pero sus comentarios fueron instructivos. «Europa debe decidir si quiere vivir y prosperar o debilitarse y desaparecer. Veo que estás impresionado porque no estoy siendo políticamente correcto […]. Formamos parte de la cultura europea. Europa acaba en Israel. Al este de Israel no hay más Europa».

Netanyahu estaba orgulloso de su trabajo. El periodista israelí Gideon Levy me habló de una reunión privada a la que asistió en 2016 con el por entonces primer ministro junto con el consejo editorial de su periódico, Haaretz. Netanyahu habló durante cuatro horas. Levy me contó que el primer ministro estaba de buen humor y que no necesitó ni comida ni agua, y que, con un mapamundi detrás de él, había enumerado sus logros en asuntos exteriores, entre ellos, según él, las buenas relaciones con India, Europa del Este, África, Asia y Estados Unidos. Dijo que Israel era líder mundial en armas y tecnologías cibernéticas y de agua.

«Basándonos en los colores de su mapa del mundo, [el mundo] está casi en nuestras manos. Tras reunirse con 144 estadistas, lo único que queda es un problema con Europa Occidental. Todo el mundo está de nuestro lado, o casi (y creo que está bastante en lo cierto)», informó Levy después de aquella reunión.[11] Netanyahu quería decir que Europa Occidental era insignificante. Levy me explicó que Europa Occidental debía representar liberalismo, cultura y democracia, pero Netanyahu la percibía como una muchedumbre ruidosa. Más allá de la retórica, la Unión Europea es uno de los mayores socios comerciales de Israel y ha estrechado los lazos con Israel durante los años de Netanyahu a pesar de que la ocupación en Palestina se ha vuelto más violenta.

El sucesor de Netanyahu como primer ministro, Naftali Bennett, fue aún más explícito en 2015 sobre el papel de Israel como «faro de libertad». Por entonces ministro de Economía y líder del partido de extrema derecha La Casa Judía, Bennett habló directamente a la cámara mientras estaba en Cisjordania. Tras advertir de que Israel estaba rodeado de terroristas islámicos por todas partes, dijo: «Israel está en la primera línea de la guerra global contra el terrorismo. Esta es la frontera entre el mundo libre y civilizado y el islamismo radical. Estamos impidiendo que la oleada de islamismo radical llegue de Irán e Irak a Europa. Cuando combatimos el terrorismo aquí, estamos protegiendo Londres, París y Madrid». Bennett afirmó que era imposible abandonar Cisjordania porque «si cedemos esta tierra y se la entregamos a nuestros enemigos, mis cuatro hijos en Raanana [una ciudad de Israel] estarán en peligro. Estarán a un misil de ser alcanzados».

Concluyó advirtiendo a los europeos, y por ende a cualquiera en Occidente que osara sugerir que la ocupación de Israel era inmoral, que consideraran Israel la punta de lanza en la batalla global por la democracia. «Vuestro camino a la democracia comienza aquí. Vuestra guerra por la libertad de expresión comienza precisamente aquí. La guerra por la dignidad y la libertad comienza aquí mismo».

Israel como la Esparta global es una imagen que han difundido los líderes israelíes del pasado y del presente. Después de que los talibanes reclamaran Afganistán en agosto de 2021, Netanyahu escribió en Facebook que la lección que extraía de esa experiencia era que «la doctrina correcta es que no debemos depender de otros para mantenernos a salvo, debemos defendernos nosotros mismos con nuestra propia fuerza contra cualquier amenaza».

Israel es admirada como una nación independiente y que no se avergüenza de usar la fuerza extrema para seguir siéndolo.[12] Andrew Feinstein es un experto global en la industria armamentística ilegal. Es sudafricano y también es expolítico, periodista y escritor. Me contó que había asistido en 2009 al Paris Air Show, el Salón Internacional del Aire y el Espacio más grande del mundo. En una exposición temporal en un hotel de lujo, vio a Elbit Systems, la empresa de defensa más grande de Israel, anunciando sus equipamientos a una audiencia compuesta por la élite de los compradores globales. Los representantes de Elbit proyectaron un vídeo promocional de drones asesinos que habían sido utilizados en las guerras de Israel contra Gaza y en Cisjordania.

Las imágenes habían sido grabadas unos meses antes y mostraban una misión de reconocimiento de palestinos en los territorios ocupados. Un objetivo fue asesinado. Feinstein me contó que, durante la proyección del vídeo, «había un grupo de mujeres jóvenes muy atractivas, una de las cuales estaba de rodillas al lado de la gente con los mejores asientos en las primeras filas, que obviamente habían reservado para ellos. Eran los generales y los jefes de compras. Conseguí sentarme justo detrás de uno de esos generales y escuché lo que les estaba diciendo. Era un deleite escuchar cómo le explicaba todo la joven».

Meses más tarde, Feinstein investigó el ataque del dron y descubrió que durante la operación que mostraba el vídeo habían asesinado a palestinos inocentes, entre ellos niños. Este hecho relevante no se mostraba en el Paris Air Show. «Esa fue mi introducción a la industria armamentística israelí y la manera en que se promociona. Ningún otro país fabricante de armas se atrevería a mostrar imágenes reales como esas».

Feinstein me dijo que era inconcebible que Lockheed Martin o BAE Systems, los otros dos grandes contratistas de defensa con tentáculos en las guerras globales, mostraran a los compradores «imágenes reales de un bombardeo a civiles inocentes en Yemen o un ataque con un dron en cualquier parte de Oriente Próximo. Israel está tanto más allá de los límites en cuanto a su manera de operar y a cómo ha orientado su economía. Luego está su ilegalidad general y su desafío a la ley internacional. No les importa en absoluto».

El historiador ganador del Pulitzer Greg Grandin afirma en su aclamado ensayo de 2006 Empire’s Workshop: Latin America, the United States, and the Making of an Imperial Republic que tradicionalmente Washington ha considerado Latinoamérica como un «laboratorio o campo de entrenamiento donde Estados Unidos podía reorganizarse en los periodos de recorte de gastos» y probar nuevas formas de controlar a sus vecinos.[13] Palestina es el laboratorio de Israel, es una nación ocupada a las puertas de su casa que provee de millones de personas subyugadas como laboratorio para los métodos de dominación más precisos y efectivos.

Israel, en cuanto modelo ideal de etnonacionalismo, confía en su capacidad para comercializar este mensaje. A pesar de que algunos países quieren armas o tecnología israelíes solo para espiar o combatir la disidencia y no tienen ningún interés en construir su propia entidad etnorreligiosa, muchos otros creen en los mitos sobre la supremacía racial y quieren emularlos en sus propios países. La industria de defensa israelí es amoral porque así es como crece. Vendería a cualquiera exceptuando a los enemigos oficiales, como Corea del Norte, Irán o Siria.

De acuerdo con el analista militar y periodista israelí Yossi Melman, Israel ha pasado los siglos XX y XXI impulsando sus relaciones internacionales utilizando lo que ellos llaman «espionaje diplomático».[14] Lo que quiere decir es que al establishment militar israelí no le importa que sus equipos de vigilancia y muerte estén presentes en todo el mundo, a pesar de que «conocen muy bien los riesgos de vender estos equipos intrusivos a regímenes dudosos». Israel «incuba traficantes de armas, contratistas de seguridad y magos tecnológicos, los venera y los convierte en héroes intocables para la patria».

El mundo escucha. Las ventas de armas israelíes de 2021 fueron las más altas de la historia, aumentaron un 55 por ciento respecto a los dos años anteriores y alcanzaron los 11.300 millones de dólares. Europa fue el mayor receptor de esas armas, incluso antes de la invasión rusa de Ucrania, seguida de Asia y el Pacífico. Cohetes, sistemas de defensa aéreos, misiles, ciberarmas y radares solo fueron algunos de los equipos vendidos por el Estado judío. El resultado es que ahora Israel es uno de los diez primeros vendedores de armas del mundo y ha vendido una amplia gama de equipos a naciones como India, Azerbaiyán y Turquía, que han empeorado los conflictos en sus regiones. El Gobierno israelí ha aprobado todos los contratos de defensa que le han presentado desde 2007, de acuerdo con la información desvelada en 2022 por el abogado de derechos humanos israelí Eitay Mack.

Es discutible si cualquier nación tiene intereses aparte de los propios, pero Israel es prácticamente único entre las autodenominadas democracias en no condenar o sancionar atrocidades mundiales. Eso ayuda a su industria de defensa, pero poco más. Cuando Rusia invadió Ucrania en 2022, Israel no condenó a Rusia ni apoyó a Ucrania de inmediato. En cambio, puesto que el Estado judío quiere vía libre para continuar bombardeando lo que llama objetivos terroristas en Siria, Moscú, que es el mecenas del presidente Bashar al Asad, tenía que ser apaciguado.

La guerra provocó algunas situaciones de extrema incomodidad en Israel cuando el presidente ucraniano Volodimir Zelenski habló por videoconferencia con la Knéset israelí en marzo de 2022 y pidió un apoyo más tangible, incluyendo armas. Comparó la peligrosa situación de su país con el Holocausto, ignorando convenientemente la complicidad ucraniana en el asesinato de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y la presencia de soldados neonazis, la Brigada Azov, en el Ejército ucraniano hoy en día. El político israelí Simcha Rothman rechazó la petición de ayuda. «A fin de cuentas, somos una nación moral —adujo—. Una luz entre naciones». Rothman estaba enfadado porque Zelenski había pedido a Israel que tratara a los ucranianos como el líder de Ucrania decía que su país había tratado a los judíos durante el Holocausto.

Zelenski explicó su punto de vista a los periodistas ucranianos en abril de 2022 cuando declaró que Israel era el modelo ideal para su país. «Nos convertiremos en un “Israel grande”. No sería sorprendente si llegamos a tener miembros de las Fuerzas Armadas o de la Guardia Nacional en cines y supermercados, y gente armada. Definitivamente, Ucrania no será lo que queríamos que fuera desde el principio. Totalmente liberal, europea: no será así. [Ucrania] saldrá de la fuerza de cada casa, cada edificio, cada persona».[15] Días después, el think tank respaldado por la OTAN Atlantic Council publicó una «hoja de ruta» redactada por Daniel B. Shapiro, el exembajador de Israel en Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama,sobre cómo Ucrania podría convertirse en un «Israel grande».[16]

El presidente ucraniano judío ya tenía antecedentes en este sentido, había alabado a Israel durante el Fórum Judío de Kiev a finales de 2021. El Estado judío es «a menudo un ejemplo para los ucranianos, tanto los ucranianos como los israelíes valoran la libertad». Durante el conflicto de 2021 entre Hamás e Israel, Zelenski tuiteó que Israel era la «víctima» a causa de los cohetes de Hamás que caían en sus ciudades.

Israel a menudo ha ocultado sus apuestas en tiempos de guerra. Se negó, por ejemplo, a condenar los crímenes serbios durante la crisis de los Balcanes en la década de 1990. Incluso cuando los serbios bombardearon el mercado de Sarajevo en 1994, matando a más de un centenar de civiles, Israel se negó a hacer distinciones entre el agresor y la víctima.[17]

La postura de Israel ante el genocidio de Ruanda en 1994 fue aún peor. El Gobierno envió un equipo de asistencia médica, dirigido por el entonces ministro de Medio Ambiente, Yossi Sarid. Pero esa misión era para guardar las apariencias, puesto que el Gobierno había enviado armas al brutal régimen hutu, que había asesinado a cerca de ochocientos mil tutsis en cien días. Los envíos incluían subfusiles Uzi y granadas de mano, tanto antes como durante el genocidio. Cuando le preguntaron a Sarid por el apoyo de Israel a las masacres hutus, contestó: «Nosotros no tenemos control sobre adónde van nuestras armas».[18]

El mundo sabía lo que estaba sucediendo en Ruanda, tanto en el periodo anterior al genocidio como durante el mismo, y aun así no hizo nada. Ni toda la tecnología moderna ni las mejores herramientas de vigilancia que existían iban a impedirlo si las potencias occidentales estaban armando a los perpetradores. Israel tenía la opción de como mínimo intentar contener las masacres usando su gran poder de vigilancia para informar a los tutsis; en cambio, echó una cantidad ingente de leña al fuego y de esa manera acabó directamente implicado en la matanza.

En La nueva edad oscura, el libro de 2018 del escritor y artista británico James Bridle que advertía de los peligros del espionaje masivo, Bridle explicaba que la vigilancia «se revela como una empresa totalmente retroactiva, incapaz de actuar en el presente y enteramente sometida a los intereses establecidos y completamente comprometidos con el poder. Lo que faltaba en Ruanda y en Srebrenica [donde más de ocho mil bosnios musulmanes fueron asesinados por las milicias serbias en 1995] no eran pruebas de una atrocidad, sino la voluntad de actuar al respecto».[19]

La cautela de Israel con Rusia en 2022 no supuso ninguna sorpresa, puesto que la empresa de vigilancia israelí Cellebrite había vendido a Vladímir Putin la tecnología de espionaje telefónico que había usado decenas de miles de veces durante años con los disidentes y oponentes políticos. Israel no le vendió Pegasus, la poderosa herramienta de espionaje telefónico de NSO Group, a Ucrania a pesar de que lo llevaba solicitando desde 2019: no quería enfadar a Moscú. De este modo, Israel es cómplice de la caída de Rusia en la autocracia.

Pocos días después de la agresión de Rusia a Ucrania, los precios de las acciones de los contratistas de defensa se dispararon, incluyendo los del contratista más importante de Israel, Elbit Systems, cuyas acciones aumentaron un 70 por ciento más que el año anterior. Una de las armas israelíes más solicitadas son los sistemas de interceptación de misiles. Los analistas financieros estadounidenses de Citi afirmaron que invertir en fabricantes de armas era la opción ética, ya que «defienden los valores de las democracias liberales y crean un elemento disuasorio […], preservan la paz y la estabilidad globales».[20]

Las empresas cibernéticas israelíes estaban muy solicitadas. La ministra de Interior de Israel, Ayelet Shaked, dijo que Israel se beneficiaría financieramente porque las naciones europeas querían armamento israelí.[21] Dijo lo que no se dice en voz alta, sin sentir vergüenza por ver la oportunidad en un momento de crisis. «Tenemos una oportunidad sin precedentes y el potencial es una locura», declaró una fuente de la industria de defensa de Israel a Haaretz.[22]

No se trata solo de que Israel esté exportando sus conocimientos en materia de ocupación. Algunos estadounidenses quieren aprender en el terreno del propio Estado judío antes de llevárselo a sus países. En 2004, la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés), la organización proisraelí con sede en Estados Unidos que se autodefine como organización de defensa de los derechos civiles, comenzó a mandar a delegaciones de policías estadounidenses a Israel. Tras los ataques del 11-S, esperaban brindar a esos agentes valiosos conocimientos sobre cómo abordaba Israel la lucha antiterrorista. Desde entonces, más de mil agentes de policía han estado en Israel con el programa de la ADL y otros grupos proisraelíes. Aprenden lo que Israel tiene que contarles sobre atentados suicidas, recopilación de información y terrorismo.

La ADL tiene una larga historia como virulento lobby proisraelí que se oculta tras la retórica de los derechos humanos; sin embargo, nunca ha tenido tiempo para la igualdad palestina. En la década de 1990, un individuo a sueldo de la ADL llamado Roy Bullock se infiltró en grupos de izquierda y de afroamericanos para recabar información sobre los supuestos enemigos de Israel.[23] El mismo hombre también pasó información al régimen del apartheid de Sudáfrica. Esa operación encaja en un patrón familiar que continúa hoy en día. Uno de los objetivos clave de la ADL siempre ha sido atacar a los críticos del Estado judío.[24]

A pesar de los rumores, no hay pruebas de que Derek Chauvin, el oficial de policía que mató al afroamericano George Floyd en mayo de 2020, aprendiese la fatídica técnica de la rodilla en el cuello durante su entrenamiento en Israel. No obstante, las FDI usan habitualmente esta maniobra de asfixia con los palestinos. Según David C. Friedman, cuyo cargo en la Liga Antidifamación consiste en trabajar con las fuerzas de seguridad nacionales, el objetivo del programa para la policía era construir lazos «entre las agencias de las fuerzas de seguridad de dos democracias». Los policías estadounidenses que fueron «volvieron y se habían hecho sionistas. Entienden Israel y sus necesidades de seguridad de una forma que mucha gente no lo hace».[25]

La israelización de los servicios de seguridad de Estados Unidos se aceleró inmediatamente después del 11-S, a pesar de que las fuerzas de seguridad de Estados Unidos no necesitaban de formación israelí para volverse racistas o violentas. Las fuerzas de seguridad estadounidenses tienen un largo historial de acoso, maltrato, arresto y asesinato de afroamericanos y otras minorías sin justificación. Las raíces de esto se encuentran en el mantenimiento y la defensa de la esclavitud y la supremacía blanca dentro de las fronteras de Estados Unidos y se reflejan en el trato de Israel hacia los palestinos. Sin duda han aprendido el uno del otro durante las visitas a Israel y a Estados Unidos. En septiembre de 2022, el jefe dela policía de fronteras israelí, el teniente general Amir Cohen, fue recibido por su homólogo estadounidense, Raul Ortiz, director de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Ortiz declaró que estaba interesado en aprender los métodos «no letales» empleados por los israelíes para dispersar y sofocar protestas. Cohen le mostró un dron israelí que vierte gas lacrimógeno sobre los manifestantes.[26]

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos entrenó fuerzas policiales en más de cincuenta países para reprimir la disidencia.[27] Hoy en día muchos afroamericanos perciben a la policía como una fuerza de ocupación, ya que la vigilancia masiva, los drones y la tecnología de reconocimiento facial se han vuelto parte de la vida cotidiana. La empresa de vigilancia israelí Cellebrite ha vendido sus sistemas de espionaje telefónico a incontables departamentos de policía de todo Estados Unidos.[28] «Israel es la Harvard del antiterrorismo», como dijo el jefe de policía del Capitolio de Estados Unidos Terrence W. Gainer en 2005.[29]

El movimiento Black Lives Matter relacionó de forma explícita la colonización de Palestina con la forma en que las fuerzas de seguridad de Estados Unidos tratan a las minorías. Cori Bush, congresista afroamericana, tuiteó en 2021: «Las luchas por la liberación de los negros y los palestinos están interconectadas y no nos rendiremos hasta que todos seamos libres».

La campaña más exitosa contra el envío de delegaciones de policía estadounidenses a Israel la llevó a cabo el grupo activista Jewish Voice for Peace. Lanzó la campaña Deadly Exchange (Intercambio Letal) en 2017 para denunciar estos programas porque eran donde «convergen la violencia estatal de Estados Unidos y la de Israel».[30]

Tras el asesinato a manos de la policía de George Floyd, la dirección de la ADL recomendó cerrar las delegaciones en el borrador de un comunicado interno. «A la luz de la muy real violencia policial en manos de las fuerzas policiales militarizadas de Estados Unidos debemos hacernos preguntas difíciles, como si estamos contribuyendo al problema. Debemos preguntarnos por qué es necesario que la policía estadounidense, que vela por el cumplimiento de las leyes estadounidenses, tenga que reunirse con miembros del Ejército israelí. Debemos preguntarnos si, al regresar a casa, aquellos a los que hemos formado son más propensos a usar la fuerza».[31] Al final, la ADL decidió seguir con los programas.

Una de las personas responsables del programa Deadly Exchange, Efraim Efrati, un exsoldado de las FDI que se ha convertido en un duro crítico de la ocupación, me contó que su investigación sobre el tema sacó a la luz un ejemplo elocuente de que la ocupación israelí es una poderosa inspiración para aquellos que quieren conocerla y aplicarla en casa. «He oído que muchos policías estadounidenses eran escépticos respecto a la formación israelí. Más que una fuente de consejos prácticos, la veían como una manera de ascender y aprender actitudes más agresivas».

La potencia de Palestina como laboratorio de métodos de control y separación de poblaciones es mi objetivo principal en este libro. El análisis de la forma en que Israel ha exportado la ocupación y por qué es un modelo tan atractivo sitúa al Estado judío como una de las naciones más influyentes del planeta. En los capítulos que siguen no solo se detalla la gran cantidad de países donde los equipos y la vigilancia israelíes han reducido las posibilidades democráticas, sino que también se revela la campaña para incrementar e influir en las entidades etnonacionalistas de ideas afines.

El hecho de que las empresas israelíes ganen dinero gracias a la ocupación no debería ser un punto de vista controvertido. Este libro está lleno de ejemplos de las corporaciones israelíes mostrando lo que se ha hecho en Palestina y cómo se podría aplicar ese modelo en otros escenarios. Y aun así, cuando hablé con Ronen Bergman, uno de los periodistas de investigación más famosos de Israel, redactor de The New York Times y autor del aclamado ensayo de 2018 Rise and Kill First: The Secret History of Israel’s Targeted Assassinations, él puso reparos.

Bergman reconoció que «la ocupación es moralmente cuestionable. Controlar a otra gente en otro territorio sin darles a esas personas derechos igualitarios es un desafío para la democracia israelí». Pero al insistir en que la ocupación se usa como herramienta de marketing, respondió: «No tengo conocimiento de ninguna empresa que comercialice sus productos presumiendo de que hayan sido utilizados contra los palestinos. Por supuesto, muchos de esos productos son materiales antiterroristas, así que se puede deducir de dónde son la organización y los individuos con los que se ha usado. Existe una diferencia entre algo que publicitas y algo que dices en una reunión con tu cliente potencial, donde doy por hecho que sienten menos restricciones».

Afirmó que con el crecimiento del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) los contratistas de defensa israelíes «tienen que ser descuidados, desde su punto de vista, para incurrir en la franqueza de mencionar a los palestinos. Presumir de que se ha usado una nueva ametralladora en los territorios [palestinos] ocupados para lograr que alguien se interese en comprarla puede ser muy contraproducente». No obstante, las pruebas son claras, y este libro explica al detalle que la ocupación es la herramienta de marketing ideal.

El laboratorio palestino es una advertencia de que el despotismo nunca ha sido tan fácil de compartir como con la tecnología compacta. Las ideas etnonacionalistas que hay detrás resultan atractivas para millones de personas porque los líderes democráticos han fracasado. Un estudio de 2020 del Pew Research Center en treinta y cuatro países reveló que el 44 por ciento de los encuestados estaban contentos con la democracia y que el 52 por ciento no lo estaban.

La ideología etnonacionalista crece cuando se debilita la democracia responsable. Israel es el modelo y objetivo definitivo.

[1]Nathan Thrall, «The separate regimes delu­sion: Nathan Thrall on Israel’s apartheid», London Review of Books 43, n.º 2, 21 de enero de 2021.

[2]Peter Beinart, «Why American liberals now call Israel an apart­heid state», The Beinart Notebook (blog), 15 de febrero de 2022, peterbeinart.substack.com.

[3]Amos Schocken, «A lesson in Zionism for MK Amichai Chikli», Haaretz, 8 de diciembre de 2021.

[4]Haggai Matar, «IDF censorship hits an 11-year low», +972 Mag­azine, 28 de junio de 2022. Muy pocos periodistas israelíes condenan la naturaleza extrema de la censura israelí, pero en 2022 Yossi Melman escribió: «No hay ningún otro país occidental que prohíba a los medios publicar la información de la venta de armas» (Yossi Melman, «How Israel’s censor helps arms dealers», Haaretz, 31 de julio de 2022).

[5]Maha Nasser, «US media talks a lot about Palestinians—just without Palestinians», +972 Magazine, 2 de octubre de 2020.

[6]Ben Lorder, «How the Israeli flag became a symbol for white nationalists», +972 Magazine, 22 de enero de 2021.

[7]Edward Said, «Permission to Narrate», London Review of Books 6, n.º 3, 16 de febrero de 1984.

[8]Noam Sheizaf, «An Israeli home for America’s New Right», +972 Magazine, 18 de julio de 2022.

[9]Max Fisher y Amanda Taub, «Netanyahuism is winning in Israel—and globally», The Interpreter, The New York Times, 11 de abril de 2019.

[10]Peter Beinart, «Benjamin Netanyahu, father of our illiberal age», The Beinart Notebook (blog), 14 de junio de 2021, peterbeinart.substack.com.

[11]Gideon Levy, «An overwhelming one-man theater performance by Benjamin Netanyahu», Haaretz, 18 de agosto de 2016.

[12]Anat Peled y Milan Czerny, «How Israel has become a dangerous model for Russia and Ukraine», Haaretz, 14 de febrero de 2022.

[13]Greg Grandin, Empire’s Workshop: Latin America, the United States, and the Making of an Imperial Republic, Nueva York: Picador, 2021, p. 5.

[14]Yossi Melman, «A wild, dangerous military-security complex has wielded power in Israel», Haaretz, 20 de enero de 2022.

[15]Sam Sokol, «Zelenskyy says post-war Ukraine will emulate Israel, won’t be “liberal, European”», Haaretz, 5 de abril de 2022.

[16]Daniel B. Shapiro, «Zelenskyy wants Ukraine to be a “big Israel”. Here’s a road map», Atlantic Council, 6 de abril de 2022.

[17]Eitay Mack, «How Israel is helping Putin», Haaretz, 7 de marzo de 2022.

[18]Eitay Mack, «Israel’s support to Ukraine involves no policies, only disgrace and shticks», Wire, 23 de marzo de 2022, thewire.in.

[19]James Bridle, New Dark Age: Technology and the End of the Future, Londres: Verso, 2019, pp. 243-244 [trad. cast.: La nueva edad oscura. La tecnología y el fin del futuro, Barcelona: Debate, 2020].

[20]Jeff Sommer, «Russia’s war prompts a pitch for “socially respon­sible” military stocks», The New York Times, 4 de marzo de 2022.

[21]Yossi Verter, «Israel has failed this week’s test of humility and enlightenment», Haaretz, 4 de marzo de 2022.

[22]Yoram Gabison, «An early winner of Russia’s invasion: Israel’s defense industry», Haaretz, 1 de marzo de 2022.

[23]Richard D. Paddock, «Infiltrated 30 groups, ADL figure says: Spying, Roy Bullock, admits selling information to South Africa was wrong but insists he never acted dishonestly», Los Angeles Times, 21 de abril de 1993.

[24]Alex Kane y Jacob Hutt, «How the ADL’s Israel advocacy undermines its civil rights work», Jewish Currents, primavera de 2021.

[25]Ben Hartman, «American law enforcement learns anti-terror tactics from Israeli experts», Jerusalem Post, 9 de septiembre de 2015.

[26]Richard Silverstein, «Israeli Border Police demonstrates riot control methods, tear gas drone to US Border Patrol», Tikun Olam, 19 de septiembre de 2022.

[27]Jonah Walters, «An empire of patrolmen: An interview with Stuart Schrader», Jacobin, 18 de octubre de 2019, jacobin.com.

[28]Mara Hvistendahl y Sam Biddle, «Use of controversial phone-hacking tool is spreading across federal government», The Intercept, 9 de febrero de 2022, theintercept.com.

[29]Sari Horwitz, «Israeli experts teach police on terrorism», The Wash­ington Post, 12 de junio de 2005.

[30]Jewish Voice for Peace, deadlyexchange.org.

[31]Alex Kane y Sam Levin, «Internal ADL memo recommended ending police delegations to Israel amid backlash», Jewish Currents, 17 de marzo de 2022.

01

Vender armas

a quien las quiera

«No me importa lo que hagan los gentiles con las armas.

Lo importante es que los judíos se benefician».

Asesor israelí en Guatemala en la década de 1980[32]

Daniel Silberman tenía seis años cuando tuvo lugar el golpe de Estado en Chile. El 11 de septiembre de 1973, Daniel vivía con su familia en la ciudad norteña de Chuquicamata. Su padre, David Silberman, era aliado y amigo de Salvador Allende, el presidente socialista elegido democráticamente, y era ingeniero y director general de las minas de cobre de Calama. La familia Silberman, que era judía no practicante, se había mudado al desierto en 1971. Daniel me contó que allí los chilenos estaban «comprometidos con el cambio casi como [el primer ministro israelí David] Ben-Gurión en la década de 1950, que dijo que quería hacer florecer el desierto». Solo unas pocas familias judías vivían en Chuquicamata.

«El 11 de septiembre de 1973 fue el día que cambió nuestras vidas para siempre. El Ejército tomó el poder, bombardeó La Moneda [el palacio presidencial de Chile] en Santiago, la capital de Chile, asesinó a muchas personas, el presidente [Allende] entre ellos, y arrestaron a cientos de individuos, dispararon a la gente por la calle. Muchos fueron llevados al Estadio Nacional, el único lugar lo suficientemente grande para albergar a las multitudes de detenidos. Las humillaciones y torturas por las cuales el régimen se haría famoso comenzaron allí»,[33] escribió Daniel en TheGuardian en 1998.

La vida de la familia Silberman saltó por los aires. Volvieron a Santiago poco después del golpe, tras el asesinato a manos del Ejército de muchos trabajadores de la mina que dirigía; el padre de Daniel abrazó el régimen del general Augusto Pinochet. Tenía la esperanza de salvarse porque no había hecho nada malo. En cambio, lo mandaron a una corte marcial sin derecho a defenderse y fue falsamente acusado de robar trece millones de dólares.

Lo condenaron a trece años de prisión, la madre de Daniel y sus hijos podían visitarlo, pero su estado físico se deterioró debido a las frecuentes palizas y torturas, entre ellas descargas eléctricas en los genitales. Fuera de la cárcel, la policía secreta seguía a la familia de Daniel día y noche, y su madre no conseguía trabajo porque ninguna empresa quería contratarla. Sobrevivieron con las ganancias que obtuvieron con el taller de costura que llevaba la familia.

La madre de Daniel estaba indignada por el trato que recibía su marido y comenzó a escribir cartas a figuras influyentes de todo el mundo para liberarlo. A finales de 1974, creía que lo había conseguido: una investigación del Gobierno chileno determinó que el juicio había sido ilegal y le concedieron la amnistía. La única condición que puso el régimen de Pinochet para liberar a David fue que toda la familia se exiliara. La madre de Daniel les comunicó de inmediato a sus relaciones de Israel que pronto estarían todos juntos.

Sin embargo, el 4 de octubre de 1974 David fue secuestrado en una cárcel de Santiago y nunca volvieron a verlo. Daniel me contó que ahora su familia cree que posiblemente su padre fuera asesinado en 1974 a pesar de que nunca se ha identificado el cuerpo o la fosa. «Los recuerdos de mi padre son vagos. No tenemos una tumba para mi padre ni sabemos dónde están sus restos». Entre 1974 y 1977, los oficiales chilenos mintieron a la familia sobre el paradero de David. Daniel cree que su padre fue asesinado a causa de una venganza personal de Pinochet (lo había conocido antes del golpe de 1973).

La familia Silberman no se fue definitivamente de Chile y se asentó en Israel hasta 1977. Muchos años después, en 1991, cuando volvió la democracia a Chile, un comité creado por el Gobierno admitió la verdad: David había sido secuestrado en la cárcel en una operación llevada a cabo por la DINA, la policía secreta. La familia recibió una pequeña suma como compensación económica, pero nunca les dieron detalles concluyentes sobre las circunstancias de su muerte.

A Daniel le llevó mucho tiempo ser plenamente consciente de la complicidad de Estados Unidos y el Estado israelí con el régimen de Pinochet y la muerte de su padre. Los documentos desclasificados por el presidente Bill Clinton en 1999 probaban que la CIA conocía bien a los líderes del golpe y que estos contaron tanto con su aprobación como con su asistencia. El presidente de Estados Unidos Richard Nixon había intentado sin éxito minar a Allende antes de las elecciones de 1970, pero, tras asumir el poder, Washington trabajó para dinamitar su capacidad de gobernar. Se autorizaron operaciones secretas para desestabilizar el régimen de Allende y había miembros del Ejército chileno en contacto con oficiales de Estados Unidos antes del golpe, solicitaban ayuda para garantizar el éxito de este. Un cable de la CIA del 23 de septiembre de 1973 decía:

El estado de ánimo predominante entre el Ejército chileno es aprovechar la oportunidad actual para erradicar los vestigios del comunismo para siempre. Está planificada una severa represión. El Ejército está deteniendo a una gran cantidad de personas, incluyendo estudiantes e izquierdistas de todo tipo, y los está encarcelando.[34]

La CIA no tardó en minimizar las consecuencias. Un cable desclasificado del 21 de marzo de 1974 afirmaba falsamente: «La Junta no ha sido sanguinaria. El Gobierno ha sido objeto de numerosos cargos de supuestas violaciones de los derechos humanos. Muchas de las acusaciones no son más que falsedades o exageraciones de bulto de inspiración meramente política». De hecho, al menos cinco mil personas fueron asesinadas y más de treinta mil torturadas durante el reino del terror de Pinochet entre 1973 y 1990. Además, los oficiales estadounidenses apoyaron y fomentaron la Operación Cóndor en las décadas de 1970 y 1980. En esta acción colectiva, ocho dictaduras respaldadas por Estados Unidos en Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Brasil, Perú y Ecuador secuestraron, torturaron, violaron y asesinaron a oponentes políticos tanto dentro de sus fronteras como en toda la región.[35]

Después de que el Reino Unido arrestara a Pinochet en Londres en octubre de 1998 por violaciones de los derechos humanos por una orden internacional de detención emitida por el juez español Baltasar Garzón, se hizo pública una avalancha de documentos clasificados de Estados Unidos que daban cuenta de la intervención de Occidente en la Junta chilena. Pinochet fue puesto en arresto domiciliario en Londres durante un año y medio antes de que lo liberaran para volver a Chile en marzo de 2000 como un hombre libre. Sus víctimas nunca recibieron justicia.[36]

A Daniel le sorprendió y entristeció la reacción de Chile ante el arresto domiciliario de Pinochet. «No teníamos ninguna esperanza de que fuera a ir a juicio. Nos contentábamos con que estuviera arrestado y con el interés mundial por lo que había sucedido en Chile [después del golpe de 1973]. Las reacciones en Chile fueron sorprendentes, tanto del centro como de la izquierda, y de repente apareció el nacionalismo diciendo: ¿cómo se atreve un juez español a querer juzgar a Pinochet? Si alguien debiera llevarlo a juicio, deberíamos ser nosotros».

El papel de Israel en la brutalidad de Pinochet todavía está rodeado de misterio, ya que Israel se niega a revelar el alcance de su papel, pero han salido a la luz suficientes documentos que demuestran una sórdida relación entre Israel y la Junta chilena. Israel no solo entrenó al personal chileno para reprimir a su propio pueblo. Después de que el Congreso de Estados Unidos aprobara un embargo de armas a Chile en 1976, un cable de la Embajada de Estados Unidos en Chile el 24 de abril de 1980 reconocía que Israel era un importante proveedor de armas de Pinochet. Otro cable de Estados Unidos del 10 de abril de 1984 citaba al subsecretario de Estado diciendo que Israel todavía era uno de los principales proveedores de armas del régimen.[37] Este flujo continuo de equipos de defensa socavó cualquier beneficio potencial del embargo de armas de Estados Unidos, puesto que Israel no era parte del acuerdo.[38]

«Personalmente, fue impactante y doloroso descubrir que Israel estaba ayudando al régimen de Pinochet. Fue el país que le dio a mi familia una segunda oportunidad. Hay mucha indiferencia por parte de la opinión pública israelí [sobre esta colaboración], porque muchos creen que los judíos han sufrido y tenemos que hacer amigos en todo el mundo para sobrevivir en un mundo violento».

Un informe de la CIA del 5 de febrero de 1988 detallaba las sofisticadas armas, como misiles, tanques y aviones, que Israel estaba enviando a la Junta: «En nuestra opinión, es improbable que Israel, incluso con un Gobierno de izquierdas, ponga en peligro la relación militar con Santiago para apoyar la restauración de la democracia en Chile».[39]

A pesar de que Israel brindó un importante apoyo al régimen de Pinochet, se dice que un reducido número de diplomáticos resistió. Según una noticia publicada en el periódico israelí Haaretz en 2022, tras el golpe de Estado de 1973 el embajador israelí en Chile, Moshe Tov, logró salvar a unas trescientas personas, la mayoría judías, de un encarcelamiento o una muerte seguros. La dictadura trató de detenerle, presentándose en la embajada israelí en Santiago y exigiendo entrar y localizar a los cerca de treinta disidentes que estaban allí temporalmente alojados, pero Tov escoltó personalmente a todos los críticos hasta el aeropuerto para garantizar que salieran del país sanos y salvos.[40]

No obstante, hay serias dudas sobre la fiabilidad de estas afirmaciones y no hay documentos oficiales que las prueben. En cambio, según un telegrama desclasificado de la época, Tov creía que las críticas al régimen eran injustas y ayudó a limpiar la imagen de Pinochet en Washington.[41]

En 2015, Daniel se unió a otros supervivientes del régimen de Pinochet y presentó una demanda en Israel con el abogado de derechos humanos Eitay Mack. Exigían que las autoridades del país revelaran sus lazos con la Junta chilena. El ciudadano israelí Eitan Kalinsky también adjuntó una declaración jurada a la demanda. Eitan y su mujer habían sido enviados a Chile en 1989 por la Agencia Judía para la Tierra de Israel, la organización judía sin ánimo de lucro más grande del mundo. Fue poco antes del fin del régimen de Pinochet y ambos asistieron a manifestaciones contra la dictadura. En su declaración, Eitan explicaba lo que vieron: