El mar en tus ojos - María Laura Ceirano - E-Book

El mar en tus ojos E-Book

María Laura Ceirano

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Beschreibung

CLARA es una joven alegre, amistosa, romántica y talentosa. Alta, curvilínea, de ojos verdes intensos y una sonrisa fresca y sincera, piel blanca como la nieve que contrasta con sus cabellos castaños. Después de terminar sus estudios, comenzó a trabajar en un importante diario de la ciudad de Mar del Plata, ciudad donde nació y vive actualmente. Su vida amorosa no es la ideal, ha tenido relaciones efímeras y sin compromiso, debido a una experiencia de desamor que vivió con un amigo de la adolescencia, Manuel… Hoy, vive una aquietada existencia, disfruta de su grupo de amigos, adora su trabajo, pero en sus relaciones amorosas, no deja que nadie entre en su corazón. Todo se descontrola con un artículo en el diario y un encuentro con su viejo amor. MANUEL es un joven apuesto, con mirada profunda, intensa como el mar, conquistador y apasionado. Cuerpo atlético, cabello castaño con unos hilos dorados que combinan perfectamente con su piel mestiza. Vive en Valeria del Mar. Ha formado una empresa de construcción con su amigo de toda la vida. Es el tipo de hombre al que no le gusta estar sin compañía, tiene relaciones importantes, pero siempre termina con ellas, sin motivos, como si nunca colmaran sus expectativas. Hace diez años que no sabe nada de Clara, la última vez que se vieron fue en una feria de artesanos en San Bernardo, donde cruzaron sus miradas y fingieron no conocerse. Después de que su socio le muestra el artículo escrito por Clara, todo cambia para él. ¿Clara volverá a creer en el amor, después de reencontrarse con Manuel?

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Seitenzahl: 396

Veröffentlichungsjahr: 2021

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MARÍA LAURA CEIRANO

El mar en tus ojos

Ceirano, María Laura

El mar en tus ojos / María Laura Ceirano. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-1997-9

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com

[email protected]

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Dedicado a mis hijas Valentina y Paulina, para que vivan una vida rodeadas de amor. Que se conviertan en mujeres fuertes, luchadoras y apasionadas.
Agradecimientos:A mi esposo Diego, por la confianza, el respeto y el apoyo incondicional.A mi amiga Andrea y a mi tía Nilda, por haberse convertido en mis primeras lectoras y por haberme animado a cumplir mi sueño.

Clara

Con su pijama traslúcido, de lo antiguo, y la cabellera totalmente despeinada, escuchó sonar su teléfono; era Lore, su mejor amiga.

—¿Cómo está mi escritora y amiga favorita? –pregunta Lorena con su voz entusiasmada, prácticamente gritando del otro lado.

—Me siento terrible, siento mis manos congeladas y mi cuerpo tiembla como una hoja. ¿Será un ataque de ansiedad? 

—Tranquila, todo va a salir estupendo… y te va a llegar ese ascenso tan merecido. Mirá que yo jamás leí nada en mi vida, pero esto que escribiste es tierno y original –argumenta cariñosamente Lorena.

—Bueno, no me servís de mucho, porque no tenés para comparar, vos misma decís que nunca leíste nada –suspira hondo–, en fin, igual te agradezco por estar siempre.

—Este sábado festejamos… te lo aseguro. 

—Como siempre agradezco tu empuje… si no fuera por vos que siempre estás dándome ánimo… 

—Porque te quiero mucho –contesta Lorena dulcemente.

—Yo también te adoro, pero ahora te dejo, voy a cambiarme, se me hace tarde para ir al diario. Estoy famélica, típico de mí cuando me pongo nerviosa. No voy a entrar en la ropa que compramos para el sábado.

—No te preocupes, amiga, después empezamos el gimnasio… ¡¡¡suerteee!!! Mandame un mensaje para ver cómo va todo.

Clara suspira mientras mira a su alrededor, disfrutando de un nuevo amanecer, del olorcito a café y de la increíble atmósfera de su departamento, su lugar en el mundo.

Cuando lo compró estaba hecho un desastre, tenía unos ahorros, pero necesitó un préstamo por la diferencia, que todavía estaba pagando. Cuando se lo enseñó a Lore, le dijo que estaba loca, y para ella era la descripción perfecta, estaba chiflada. De verdad iba a tener que trabajar mucho en él, pero fue amor a primera vista, desde las ventanas que daban al sencillo living comedor y a su único dormitorio, podía verse el mar… y eso no tenía precio. Si bien estaba a unas cuantas cuadras de aquella hipnótica extensión de agua que tanto le fascinaba, la vista era perfecta. 

A veces se siente nostálgica, su vida no había sido muy fácil, de hecho, hubo momentos en los que sintió que no podía seguir. Aprendió a vivir sin tener a sus padres, que fallecieron en un fatídico accidente de autos, hacía apenas cuatro años, mientras volvían de una fiesta y un conductor ebrio se cambió de carril. Todo había cambiado para ella. No tenía muchos parientes. Así que su gran familia se cerraba en los brazos de su amiga Lorena.

Se despereza y se prepara para ir a trabajar. Vuelve a leer su artículo y piensa… “no puedo creer que haya usado una parte de la historia, que ha dejado una profunda huella en mí, para hacer este párrafo que me puede regalar un ascenso. Lo único que espero es obtener mejores resultados ahora, que cuando le declaré mi amor a mi amigo en aquel entonces”. Y por supuesto, su mente regresó hacia el pasado… Tenía unos ojos del color del mar, intensos y profundos como él, podía perderse en ellos y naufragar, tantas veces lo había hecho… su lacio cabello castaño con hilos dorados le llegaba hasta los hombros, boca voluptuosa y tentadora, que, sumada a su piel cobriza, hacían un conjunto irresistible. Se convirtieron en amigos, después de que Lorena se pusiera de novia con Juan, gran amigo de Manuel, por eso se veían seguido, sobre todo los fines de semana, cuando salían a bailar. Vivía en Valeria del Mar. La química entre los dos surgió enseguida. De hecho, pasaban la mayor parte de la noche charlando. Pero cuando llegaba la hora de los lentos, él desaparecía en busca de su novia, y Clara vagaba por ahí en busca de alguien decente con quien bailar...

Sacude la cabeza para volver a su realidad, basta por hoy… se dijo, es hora de salir. Ya su personaje la había desvelado muchas noches.

Llega a las oficinas del diario temprano. Como ve la puerta del director abierta, se acerca enseguida a entregarle su trabajo. 

—Buenos días, Clara. Veo que has madrugado esta mañana. –Sonríe. Para todos los empleados el director es una persona muy agradable y de la que aprenden muchísimo. 

—Buen día, Ricardo, ¿cómo está? Sí, anoche me costó dormir un poco –le dice temblorosa.

—Bueno, espero que cuando esto termine, puedas relajarte y descansar mejor. No era mi intención ponerlos al borde de la locura, aunque me gusta que quieran superarse. Eso habla muy bien de ustedes. –Habían seleccionado a tres empleados para que hicieran este trabajo, el mejor se ganaba el ascenso. 

No estaba segura de entregarle la carpeta, sus manos estaban resbaladizas y su pulso iba a mil. Ricardo observa el título… y cuando lo lee en voz alta, sus ojos expresan cierta curiosidad: “Era mi amigo, pero yo lo amaba”, ese conjunto de palabras hicieron eco dentro de la oficina…

—¿Es una historia de amor? –pregunta observándola intensamente. Y ella se empieza a arrepentir.

—Sí… – dice tímidamente, pero en pocos segundos logra sacar la persona optimista y firme, y defiende su trabajo con seguridad, a pesar de que, en el fondo, muy adentro de ella, la incertidumbre se abría paso lentamente–. Creo que es un tema profundo… en estos tiempos que corren, muchas veces damos por sentado los sentimientos relacionados con el amor. Me gusta creer que, si llega a salir a la luz, muchas personas puedan sentirse identificadas, que se atrevan a ir más allá del miedo, que no se queden con la duda de “qué hubiese pasado” si hubiera hecho tal cosa. A lo mejor están enamoradas de alguien que ven todos los días y no se animan a expresar sus emociones. Por miedo, por comodidad… –alega.

—De verdad, me sorprende que habiendo tantos temas hayas escogido este. Pero confío en tu intuición. Por eso estás acá, en frente de mí. Sos de las pocas que siempre me sorprende. Espero que este artículo lo vuelva a hacer. –Siente que le arde la cara, y se pone colorada, cosa que le pasa cuando está incómoda. O demasiado emocionada. 

—Eso espero –le dice, mientras se marcha, con las piernas temblorosas.

—Esperá, Clara, tengo una pregunta más. 

—¿Sí? –lo mira estremecida.

—¿Es algo que investigaste hablando con otras personas que pasaron por algo así, o es una experiencia personal? –Duda un momento antes de admitirlo, pero siempre habla con la verdad, así que asiente.

—Es una experiencia personal, Ricardo. –Se saludan y se van.

Unos minutos más tarde llegan Gisela y Benjamín, los otros dos compañeros que tienen que escribir su artículo. Benjamín escribió sobre los teatros y el verano en Mar del Plata y Gisela, de la gastronomía costera. El artículo de Clara nada tiene que ver con estos, pero la suerte ya está echada.

Clara pasa toda la mañana editando algunas notas. Como siempre se fue relajando un poco, disfrutando de lo que tanto le gusta hacer... 

Cuando termina sus tareas del día, decide pasar por el supermercado a comprar un par de cosas y llegar temprano a su departamento, a ella la ansiedad le provoca comer, y como se defiende bastante en la cocina, se prepara un banquete. Pero cuando se va a dormir, empieza a dar vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño. La ciudad es menos ruidosa a esa hora de la madrugada, se levanta y camina hacia la ventana, corre las cortinas y abre un poco una de las hojas para dejar entrar esa brisa fresca que proviene del mar… eso le regala la calma que necesita para entregarse a un sueño profundo y reparador…

A lo lejos escucha el sonido de su despertador que lamentablemente interrumpe un encuentro con su mamá. Puede sentir los ojos humedecidos por las lágrimas, cuánto la extrañaba, con el tiempo había aprendido a vivir sin sus padres, pero había días en que los necesitaba demasiado… y a su mamá más que a cualquiera… quizás será porque ellas son las que cargan con sus hijos durante nueve meses y ese contacto es para toda la vida… o porque ellas son las que los cuidan, las que dicen que todo estará bien… las que siempre creen en sus hijos… para Clara, haber soñado con su mamá fue una señal de buen augurio.

—¡¡¡Hola!!! ¡¡¡Hola!!! –escucha que golpean con fuerza la puerta y esa voz era inconfundible. Su amiga ha llegado.

—Ya voy, ¿qué hacés tan temprano? Me dijiste que ibas a venir a la tarde, son las 7:30 hs. de la mañana –protesta, aunque en el fondo está agradecida que ella esté aquí.

—No podía esperar, necesitaba verte, temía que estuvieras con… ¿esa cara de tranquilidad? –La mira y está confundida, enseguida cambia el gesto de su cara.

—Digamos que tuve un hermoso sueño y estoy muy relajada. Así que no me enchufes por favor –dice mientras va a la cocina y pone la pava para preparar unos mates. Lorena pasó por la panadería y trajo churros con dulce de leche, que le fascinan, ideales para un gran desayuno.

—No te lo puedo creer, bueno, me alegra no encontrarte con ojeras o a punto de enloquecer… –dice y abre los ojos como platos. Automáticamente saca una fuente de la mesada y se dispone a poner allí el desayuno. Busca el equipo del mate mientras espera que hierva el agua, abren las ventanas de par en par y se acomodan en el pequeño balconcito que mira hacia el mar. 

—Desayunemos rápido, quiero llegar enseguida. Necesito saber cómo fue lo de mi artículo y si por fin logro mi ascenso. 

Lore la llevó hasta el trabajo. 

Cuando llega a su oficina, Julia la saluda y enseguida le da un mensaje.

—Clara, Ricardo te espera en su oficina. 

—¿Sabés algo? –Ella niega con la cabeza. 

—Solo me dijo que apenas llegaras fueras. 

Se levanta, acomoda su ropa y se acerca a la oficina del jefe. Golpea suavemente la puerta y la invita a pasar.

—Buenos días, Ricardo, ¿quería verme? –Su voz suena palpitante y muy nerviosa.

—Sí, Clara, pasá –dice sonriente, dejando el artículo sobre el escritorio. Sus manos transpiran y en cualquier momento cree que va a desmayarse de los nervios. El momento se hace eterno, Ricardo la estudia, como si le gustara verla sufrir, hasta que al final le habla–: Bueno, Clara, ya hemos elegido el artículo. Anoche nos reunimos con los otros socios y fue unánime la decisión. Te felicito, tu trabajo saldrá mañana en nuestra sección especial y acabas de ganarte un ascenso, que muy merecido tenés. Te he visto trabajar arduamente y con esmero desde que entraste a nuestro diario. Y siempre supe del muchísimo talento con el que contás. Me alegra que no me hayas defraudado. 

Puede sentir cómo sus ojos se llenan de lágrimas y no encuentra palabras para expresar su alegría.

—Muchísimas gracias. No sé qué decir –dice muy emocionada. 

—No hace falta que digas nada, cosechamos lo que sembramos... Ayer cuando todos los socios leían tu artículo, tenías que haber visto la expresión de sus caras. Creo que muchas personas pasaron por lo que vos transitaste. Por eso sentimos que a nuestros lectores les va a encantar. Lo único que te queremos pedir es que lo cuentes en primera persona. Para que se sientan identificados con uno de los nuestros. 

A ella no le gustaba esta idea, si bien estaba casi segura de que Manuel ya estaría casado o juntado. Y quizás con hijos, no quería ponerse en evidencia de nuevo. Aunque ya no albergaba ningún sentimiento profundo por él. 

—No hay problema –dice insegura, porque era la oportunidad que estaba esperando y no quería perderla.

—¡Perfecto! –Ricardo estaba muy orgulloso, desde que ella había ingresado a trabajar, se había encariñado mucho y de alguna manera se había convertido en su mentor. Sabía que tenía potencial y que no le importaban las horas extras cuando él la necesitaba. Los clientes siempre le hablaban muy bien de ella, siempre sonriente y vivaz y de alguna manera había llenado de buena energía las oficinas. El artículo le había llamado la atención, para qué negarlo. Pero después de leerlo, junto a los demás socios, supo que era una bocanada de aire fresco, entre tanta noticia triste y fatalista. 

—Mañana estará modificado, Ricardo; de nuevo gracias. –Cuando vuelve a su oficina, la invade la emoción. Con el corazón contento busca su teléfono y llama a Lorena. Quien no esperaba otro resultado, sabía lo que su amiga podía lograr cuando se proponía algo. Con la excusa perfecta, empezó a organizar el festejo.

—Mañana empezamos a la tardecita en el Bar de la Costa y después nos vamos al pub de siempre a festejar, ya les aviso a todos. –La verdad es que esa historia que mañana se imprimirá y muchos leerán le había enseñado mucho, no había sido una experiencia de vida o muerte, ni una pelea, pero sí había sido un amor puro y grande no correspondido, quizás no el primero, pero sí de los que nunca se olvidan… y las vueltas de la vida hicieron que de este aprendizaje surja un resultado excelente, un ascenso laboral que había estado persiguiendo con mucho esmero. Sin perder el tiempo, comenzó a reescribir su artículo en primera persona, para que mañana apareciera en cada diario del país. Estaba feliz…

“Era mi amigo, pero yo lo amaba…”. ¿Cuántos de nosotros hemos cruzado esa línea tan fina que separa la amistad del amor?

Hace muchos años, cuando era adolescente, me encontré con el amor. Ese amor que no fue el primero, pero que marcó para siempre mi corazón. 

Salía siempre a bailar con una amiga y ella se enamoró de un joven que vivía en Valeria del Mar. Se pusieron de novios, y como no tenía muchas amistades, me uní a su grupo, para no andar sola toda la noche. Uno de ellos enseguida capturó mi atención. Me quedé rendida a sus ojos, unos ojos del tono del mar y una mirada que jamás olvidaré. Hicimos buenas migas enseguida, era fácil hablar con él, me divertía mucho y la pasaba de maravilla. Pero tenía novia. Una novia que no estaba mucho presente durante la noche, salvo al final, cuando llegaba la hora de los populares lentos de nuestra época.

Al principio trataba de distraerme, pero a medida que iban pasando los fines de semana, su cercanía, la complicidad, el cariño que me demostraba; empezaron a hacer eco en mí y no sé decir bien cuándo, pero me fui enamorando… despacito, pero profundamente.

Él ni lo sospechaba, no se imaginaba que, cuando llegaba al boliche, subía al primer piso para verlo entrar, sin miedo a que me observe o que se dé cuenta y hacerme un banquete con todo su ser. 

Empecé a sufrir, no podía dejar de pensar en él. Me sentía cada vez más incómoda cuando estábamos juntos… 

Y un día, después de pensarlo mucho y no hablarlo con nadie, salvo con mi almohada, tomé una decisión; era hora de alejarme. En el fondo de mi ser sabía que no tenía ninguna oportunidad, que él no me veía como a una mujer, solo era la dulce adolescente que se reía de todas sus bromas o que lo escuchaba atenta cuando le contaba detalladamente algún suceso de la semana.

Así que empecé a dejar de salir. Ya no frecuentaba más el boliche donde podía encontrármelo. Y de esa manera fue pasando el tiempo. Cuando me sentí preparada, volví y nos cruzamos en un momento de la noche. Me sonrió y enseguida se acercó a mí. Me saludó como si nada, diciendo el mucho tiempo que hacía que no me veía, le dije dos palabras y salí disparada y traté de evitarlo el resto de la noche. No había muchos lugares para salir en aquel entonces, así que me veía obligada a volver a ir. ¡Tampoco quería estar encerrada sin divertirme, en la mejor época de la vida! Pero cuando él se acercaba, trataba a toda costa de evadirlo. Todavía estaba enamorada. 

Hasta que un buen día, no me pude escapar… él estaba decidido a indagarme cuando quedamos de frente, en un lugar donde no tuve salida y el discurso que había preparado, por si alguna vez me pasaba algo similar, salió disparado de mis labios… “me enamoré, sé que no tenía que pasar, pero pasó y estar cerca me lastima…”, sus ojos se tornaron más oscuros, pero de sus labios no salió una sola palabra. 

Ese día comprendí que jamás iba a saber a qué sabía su boca, o su perfume impregnado en mis sábanas por las mañanas, después de habernos amado durante la noche, jamás sabría cómo sería hacer el amor con la persona que más había deseado en mi vida… 

Supe que siempre sería mi amor imposible, platónico. Pero en el fondo de mi ser fui feliz… porque si no lo hubiera hecho, si no me hubiera animado a confesarle mis sentimientos, hoy aún me estaría preguntando: ¿qué hubiera pasado?… por Clara Marquetti.

El día siguiente, después de que todos sus compañeros leyeran su artículo, fue muy especial. Muchos de sus compañeros la pasaron a felicitar.

No podía dejar de sonreír. Le encantaba lo que surgiría después del ascenso, abría un panorama más amplio para poder trabajar, participar de reuniones con los directivos y reemplazar a Ricardo cuando él no estuviera. 

Había sido una jornada encantadora, especial y reconfortante. Sabía que haber soñado con su mamá había sido un excelente augurio. 

Cuando volvió a su casa, releyó su artículo para estar segura de que lo había hecho bien. Siempre era muy exigente con lo que escribía y en las cosas que trabajaba. Y le dedicaba muchísimo tiempo. 

Después de darse un baño relajante y vestirse para salir de fiesta, escuchó cómo su loca amiga golpeaba la puerta. Ella con una gran sonrisa y diario en mano la saludó:

—Señorita escritora, supongo que mi dedicatoria va a ser más que especial… ¿no? –Y le entrega su diario. Así que toma una lapicera y le escribe: “A la hermana que me regaló la vida. Gracias… una y mil veces, sos mi familia, te quiero con toda mi alma”. La tomó en sus manos y sus ojos se llenaron de lágrimas y se abrazaron tan fuerte que sintieron que se rompían…– No tenías que hacer que se me corriera el rímel; de acá tenemos que ir a festejar, ya quedamos con Tomás y el resto del grupo para salir… –le dice guiñándole un ojo.

Tomás era su compañero de trabajo, ella lo definía como una especie de amigo con beneficios. Lindo, tierno, de besos y noches maravillosas… pero no podía darle más que eso y últimamente tenía la sensación de que para él no era suficiente. Se había ido de viaje porque escribía para la Sección Deportiva del diario y tenía que cubrir un partido de básquet entre la Argentina y Uruguay, en Montevideo; y volvía para la hora de cenar... Cuando se enteró de lo que ocurrió, le mandó un ramo de rosas rojas precioso a su casa con una tarjeta felicitándola y a ella le había encantado su gesto. Siempre estaba en cada detalle, pero su corazón no estaba dispuesto a entregarse y no quería perderlo como amigo, así que no estaba segura de cómo arreglar eso. 

Llegaron al bar, donde siempre se reúnen a cenar y escuchar buena música…Cuando Clara se acercó a la mesa donde estaban sus amigos, la aplaudieron haciendo mucho ruido y enseguida le dio vergüenza.

El primero en acercarse fue Tomás, que, hablándole despacio en su oído, dijo:

—Hola, hermosa, estás radiante. Espero que esto del ascenso no te aleje de mí… –Siempre con una voz profunda, varonil y seductora que la hizo sonreír y ponerse colorada, la abrazó amistosamente y le dio un beso en la mejilla; para él cada día era más difícil estar cerca de ella, a pesar de que compartían momentos íntimos y estupendos, no lo dejaba avanzar más, había una pared, que no podía derrumbar–. Tengo muchas ganas de festejar con vos –le dijo suavemente, añorando una noche solos otra vez, ya que hacía un par de semanas que no habían podido coincidir.

—Gracias, y gracias por las flores. –Pero ella no contestó su insinuación. No tenía ganas de verlo después.

Lorena la tenía entre la espada y la pared; día por medio le daba sermones de por qué no le daba una oportunidad de verdad a Tomás. Si algo tenía claro era que no veía un futuro con él, no era lo que ella buscaba. 

Allí estaba su grupo de amigos, ellos eran estupendos; se divertían muchísimo juntos, y se acompañaban en las buenas y en las malas. Clara estaba muy agradecida por tenerlos. Cuando llegó el final de la noche y Tomás se acercó para invitarla a continuar la velada en su casa, argumentó estar cansada y por suerte él no se enojó, aunque los dos sabían que las cosas estaban cambiando… 

Se quedó a dormir en lo de Lore y a la mañana fueron a la playa con el equipo de mate y unas reposeras. El día estaba hermoso, si bien hacía frío, no había viento, así que era un plan encantador. Amaba el mar, sentía una conexión ancestral con él. Su sonido calmaba su ansiedad, su extensión siempre la reconfortaba y nunca se cansaba de observarlo. Charlaron de todo, obviamente siempre estaba el tema de Tomás con el que Lore insistía, y otra vez ella le repetía que no lo quería románticamente hablando y que estaba muy bien así, como estaba. Así pasó un fin de semana agradable. Mañana iba a ser un nuevo día, con un camino que se bifurcaba en varias direcciones, y ella estaba dispuesta a recorrerlas a todas sin miedo, con los ojos bien abiertos y disfrutando en cada paso.

Manuel

Era sábado a la mañana, un día frío en Valeria del Mar. Se sienta a la mesa del comedor de su casa, mientras su mamá le ceba unos mates, estudia los planos del nuevo proyecto que tenían entre manos con Juan, amigo y socio, para desarrollarlo en Mar del Plata. 

Ya tenía edad para mudarse, pero le costaba. Amaba a su familia; su hermana Victoria y su mamá Blanca. Su papá los dejó cuando era muy pequeño, así que prácticamente no tenía recuerdos de él, sólo sabía que habían discutido con su mamá, y desapareció del planeta, y todo a causa de otra mujer. Estaba de novio con Anabel hacía más de ocho años y las cosas no estaban muy bien. Sabía que era el momento de dar el gran paso, pero no quería, había algo en él que no lo dejaba; cuando charlaban con ella, se justificaba con lo que había hecho su papá, pero solo era una excusa. Hacía muchos años que se conocían, y muchas veces había sentido que estaban juntos más por la costumbre que por un sentimiento de amor real. Iban y venían la mayor parte del tiempo. Ella era caprichosa y tenía mal carácter y últimamente a él eso le estaba molestando demasiado.

Como era su costumbre, Juan entra sin golpear, como uno más de la familia. Viene con un diario en la mano, y con esa cara que lo delata de que hizo algo o encontró algo muy bueno…

—No tenés idea de lo que hay escrito en este diario. –Blanca lo saluda y le alcanza un mate, mientras Manuel toma el diario–. Te recomiendo que busques ahí donde te marqué… –dice mientras se sienta. Blanca lo mira con cara de incógnita, pero no pregunta nada; él le hace un gesto de que tenga paciencia. Se hace un gran silencio; Manuel puede percibir los ojos de ambos sobre él. 

Lee un par de renglones de un artículo y lo mira sin entender…

—No comprendo, amigo, ¿qué es tan importante en la historia de amor de este diario? –le pregunta confundido.

—Seguí leyendo. ¿No es familiar hasta ahora? –No encuentra nada familiar, pero le intriga, así que continúa con su lectura.

Su corazón cambia el ritmo, claro que le suena familiar la historia, se saltea unos cuantos renglones solo para llegar a la autora del artículo. No puede ser. Ahí está su nombre: Clara Marquetti. Vuelve al lugar donde quedó. Es consciente de que sus espectadores esperan que diga algo. No puede. Siempre había sido valiente. Siempre supo explicar con palabras lo que sentía. Era algo que había admirado de ella. Ahí estaba otra vez, hablando de lo que vivió con él. Se estremeció su corazón al saber lo que había sufrido, no era el momento.

Clara, siempre le había gustado su nombre, sus ojos verdes chispeantes, hermosos y sinceros como ninguno. Siempre risueña, simpática, inteligente y sin miedo. No podía creer que después de tanto tiempo hubiera recordado aquello. Nunca más había sabido de ella. Salvo en una ocasión, cuando con Anabel habían ido un fin de semana largo a San Bernardo y paseando por una calle donde había muchos artesanos, la había descubierto mirándolo. Se habían reconocido enseguida, pero fingieron no hacerlo. Él se había dado cuenta de que ella había cambiado. Ya no era la niñita flaca y sin formas que conocía. Era toda una mujer. Ese día había pensado mucho en ella. Lo saca de sus recuerdos Juan, que toma el diario:

—Viste lo buena que es. Estuve buscando artículos de ella en ese diario que trabaja y la verdad… es realmente excelente en lo que hace. Tiene una facilidad para expresar lo que piensa, que es increíble. ¿Cuánto hace que no sabemos nada de ellas? –Cuando Juan dice “ellas” habla de Lorena. Y sus ojos se iluminan pícaramente.

—No te olvides que los dos estamos de novios –indica Manuel. Blanca los mira seria.

—¿Puedo ver ese artículo? –pregunta. Mientras extiende su mano para tomar el diario.

Lee lentamente, mientras él no puede dejar de pensar en ella. El título del artículo: “Era mi amigo, pero yo lo amaba”. ¿Por qué escribió ahora eso? ¿Estará pensando en mí?

—¿Cómo supiste? –le pregunta a Juan.

—Está en las redes. Mucha gente lo empezó a dedicar por Facebook, WhatsApp e Instagram y eso que hace pocos días salió. –Suelta como detective, porque averiguó todo.

En ese momento la mamá deja sus anteojos y lo mira. 

—Manuel, ¿es la misma chica que vino a acompañarte cuando pasó lo de Gastón, no? 

—Sí, ¿qué tiene que ver con esto? 

—Te voy a confesar algo; cuando la vi llegar ese día tan triste donde despedíamos a Gastón, pude notar cómo tuvo que contenerse para no abrazarte, porque estaba tu novia, no le pude quitar los ojos de encima. Su mirada brillaba cuando te observaba. Nunca te dije nada, sos vos el que elige. Pero siempre me intrigó saber quién era. Recuerdo que Lorena la presentó como amiga del grupo. Con el tiempo, después me contó lo que pasó, un día que vino a casa a tomar unos mates. De ningún modo olvidaría su forma de mirarte. Ese es el verdadero amor. Pensé que algún día la iba a conocer. Creía que no la ibas a dejar escapar. Ahora veo esto… 

—No era el momento, mamá, ella era santurrona, y yo estaba explorando otras cosas. No la quería de esa forma. Pero me encantaba su compañía. La pasaba bien con ella. La extrañé mucho cuando todo terminó. Igual no puedo hacer nada, es una locura pensarlo…

—Mira, Manuel, creo que, si sentís alguna duda con respecto a Anabel y esto te impactó, deberías ir a verla, no tenés nada que perder. ¿No te intriga saber cómo después de tanto tiempo eligió su historia para escribir en el diario? –indaga Juan. Mientras que Manuel se siente confundido, extraño y sin poder pensar… sin dar muchas explicaciones deja lo que estaba haciendo y se levanta.

—Voy a dar una vuelta… –No sabía qué había pasado, pero necesitaba poner su mente en blanco, ese artículo y su autora lo habían movilizado.

—Tranquilo, hijo, las cosas siempre pasan por algo, no te apresures. Tratá de escuchar tu corazón –dice su mamá y le da un apretón en su hombro, mientras le pasa un mate a Juan.

—Hermano, andá, que yo termino de revisar esto. Hablame cualquier cosa. –Juan lo conocía, y demasiado, para saber que su amigo necesitaba estar solo. Se subió a la camioneta de la empresa y terminó frente al mar. 

Clara… era la segunda vez que lo sorprendía, pensaba mientras bajaba hacia la orilla y se sentaba en la arena. Era un día con muy poco viento y soleado. 

Habían transitado diez años, pero ese artículo lo había llevado al pasado, y creía que todo aquello había pasado hacía unas horas. Esa historia tan frágil que había quedado guardada con el tiempo se había estrellado en su futuro incierto, que le había provocado dolor de cabeza.

Recordaba muy bien ese día, ese bendito día en que por fin se dispuso a hablarle después de fines de semanas en que no aparecía o que, si coincidían en el mismo boliche, se escapaba de él. Repasó esa noche, cuando la vio bajar de la escalera. Su cara de susto cuando lo reconoció y supo que no tenía escapatoria. No se iba a volver a esconder de él esa noche, le iba a decir por qué lo evitaba. Aunque en el fondo lo sabía, quería escucharlo de su boca. No estaba seguro de si era su ego, pero lamentó mucho haberla forzado a hacerlo. Su mirada quedó en su memoria cuando le dijo que estaba enamorada, que no quería más hablar con él porque sabía que tenía novia y que eso la hacía sufrir. Había quedado mudo, no le salieron palabras. Si bien era lo que esperaba oír, pensó que nunca se lo diría. Y eso fue todo, ahí terminó. Un par de veces trató de hablarle, la extrañaba… si ella hubiera sabido cuánto. Y después de un tiempo el enojo había ocupado una gran parte de su alma, porque sintió que ella lo había “abandonado” de alguna manera. Hasta hoy… donde entendió lo que ella había sentido.

Tenía tantas preguntas. ¿Qué habrá sido de ella? ¿Estará con alguien? Aunque estaba prácticamente seguro de que sí. Era muy especial y seguramente las ideas románticas con las que ella soñaba ya habían sido satisfechas. Tenía un vivo recuerdo de ese día en San Bernardo: se había convertido en una bella mujer. Un sentimiento de rabia lo había invadido, seguro que encontró a su ansiado príncipe azul, al que se entregó en cuerpo y alma, pensó. Recordaba muy bien que siempre decía: “Cuando tenga mi primera vez va a ser con alguien que haya robado mi corazón”. Volvían a su memoria esos ojos brillantes y soñadores, y ese deseo que algunas veces sintió de convertirse en su ansiado caballero. No era como todas las adolescentes, sabía lo que quería y eso era muy atractivo en ella. Sus pensamientos quedaron en silencio, solo las olas rompiendo en contra de la costa podían oírse. Su apaciguado corazón había sufrido una sacudida, como las rocas de la playa cuando las olas rasgan en ellas… y no estaba seguro de si era lo que estaba pasando con Anabel, o lo que Clara había escrito, pero había tomado una decisión: Tenía que verla… 

Cuando volvió a su casa, Juan se había ido y Vicky salió a su encuentro, obviamente ya sabía todo.

—Manu… es hermoso lo que escribió. ¿Estás seguro de que sos el protagonista? 

—Sí… –

—¿Qué vas a hacer? –A Victoria no le caía bien Anabel, siempre le andaba ofreciendo amigas o chicas que conocía para que la dejara. Esto era una bendición para ella. 

—No sé, Vicky, las cosas con Ana están fuera de control en estos momentos, sabés que estamos peleados. Me saca de quicio todo el tiempo y me estoy cansando. Y ahora Clara con esto… –Siempre fueron muy unidos y se contaban todo. Era el momento de hablar, sintió Victoria. Su cuñada no le había caído bien nunca, sabía que Manuel estaba con ella por la costumbre y porque la muy bruja sabía cómo manejarlo. 

—Sabés muy bien lo que pienso de tu novia, pero esta chica, tanto tiempo y escribir esto. Me muero de amor, Manu. Es obvio que está enamorada de vos todavía. Me parece una película romántica. ¿No tendrías que ir a ver qué pasa? No sé, yo no me acuerdo de ella, pero mamá hoy me contó que, cuando había pasado lo de Gastón, había venido a acompañarte, y que se notaba lo que sentía por vos a lo lejos. No perdés nada yendo. 

—No sé, quizás… total tenemos que viajar a Mar del Plata con Juan por un negocio. Alguna excusa inventaré para llegar hasta ella. –Y una enorme sonrisa se forma en el rostro de su hermana.

Clara…

Comienza la mañana con un ritmo bien de lunes. Julia, su secretaria y amiga también, vino a saludarla y a trasmitirle una serie de mensajes que le dejó Ricardo.

La semana transita rápido. Continúa recibiendo algunos mensajes de amigos que no veía, que leyeron el artículo y les había encantado. Varios se acordaban quién era el susodicho, pero por suerte no tenían contacto con él. Las redes hicieron de lo suyo y las personas usaban el artículo para el Facebook, o lo pasaban por WhatsApp, por lo que se esparció rapidísimo. Motivo por el cual, recibieron muchas llamadas de personas que se sentían identificados. Era bueno sentir que no había sido la única que había sufrido por amor, aunque ya lo sabía, pero le gustaba identificarse con sus lectores. Ricardo estaba contento y la felicitó varias veces. 

No había sido mala su idea. Cuando se iba a acostar, siempre soñaba con todo lo que podría haber pasado si la respuesta de él hubiese sido diferente, creía que su decisión de escribir ese artículo era para que constara en un papel impreso, y eso le evitara seguir idealizando a ese amor… y también para trasladar a la gente a leer historias como esas, que te hagan enamorarte, animarte, o valorar… se vive a las corridas todo el día, escuchando o leyendo siempre malas noticias, que muchas veces nos cargan de energía negativa, y por eso, está bueno parar un poco, ver lo que nos rodea, lo que dejamos atrás por miedos, o lo que tenemos a nuestro lado y no apreciamos…

Aunque este artículo no tenía un final feliz, igual para ella lo había sido de alguna manera, porque había experimentado amar a alguien con todas las fuerzas y eso era inolvidable.

Manuel…

Llegaron con Juan a Mar del Plata; los nervios de Manuel podían percibirse en el aire. Decidieron viajar cada uno en su auto. Juan tenía que volverse en el día. Manuel quería ver qué iba a pasar con Clara. La reunión con los empresarios había resultado ágil y eficiente, así que se desocuparon bastante rápido. Decidieron ir a tomar un café para relajarse un poco, aunque a Manuel esa palabra no lo convencía. 

—¿Estás preparado? –pregunta Juan, después de un largo silencio.

—Sí, ¿total qué puede pasar? –contesta irónicamente.

—Mirá, Manuel, Clara siempre fue una persona estupenda, mal no te va a tratar si es lo que creés. Lo único nefasto puede ser que esté de novia. Pero no escribiría un artículo así si estuviera acompañada, no me parece. 

—No, no me la imagino tratándome mal, Juan. Y sí que tiene a alguien a su lado. No creo que no hayan visto lo bella persona que siempre fue. Pero no importa voy a ir. Tenemos la dirección del diario y ya es hora de ponerme en marcha. –Terminaron su café y se despidieron.

Cuando estacionó frente a las oficinas del diario, sintió algo muy parecido al miedo, pero no era hora de recular. Quería verla, desde que leyó su artículo necesitaba verla. 

Cuando ingresó al edificio, lo sorprendió la decoración minimalista y moderna que lo rodeó, y lo hizo sentir como fuera de lugar. Un poco inseguro todavía, se acercó a la recepcionista que escribía fervientemente en la computadora y le preguntó sobre Clara. Ella le indicó el piso y ascensor que podía tomar, aunque prefirió subir por las escaleras, para ver si podía calmar la tensión que le invadía todo el cuerpo. Cuando llega a su destino, se encuentra con un gran espacio de varias oficinas casi desiertas, imaginaba que por la hora. Una chica vestida formal y con una gran sonrisa lo saluda.

—Hola. ¿A quién buscás? –Su voz sale nerviosa y las palabras se chocan entre sí…

—A Clara… no tengo cita, pero necesito verla. –¿Quién será este galán que busca a mi amiga? Se pregunta Julia con curiosidad.

—Voy a fijarme si puede atenderte. Tomá asiento. –Mientras ella entra a una oficina que está enfrente de él, su corazón se acelera, no puede creer que esté tan cerca de ella en ese momento.

Clara…

Llega la hora de irse a su casa, la semana había llegado a su fin. No tenía grandes planes para esta noche, se juntarían a comer algo y luego a La Roca, el pub donde iban habitualmente. Lorena andaba dando vueltas alrededor del dueño del lugar, así que siempre la acompañaba. Era un lugar agradable. 

Hoy había terminado bastante tarde, ya no había nadie en la oficina, solo quedaba Julia que nunca se iba antes, si ella no lo hacía. Golpea la puerta y pasa con una sonrisa bobalicona en sus labios. Clara la observa curiosa, porque no la ve muchas veces de esa forma.

—¿Qué pasa? –pregunta intrigada.

—Ehh, te busca alguien ahí afuera, que no tiene cita… No pude negarte, es terriblemente sexi… por Dios decime qué tenés que ver con ese bombón. 

—Julia, ¿te dijo quién es? –le dice poniendo los ojos en blanco, mientras se acerca a la ventana que tenía las cortinas cerradas y cuando observa, no puede creer lo que está viendo, solo escucha su nombre de la boca de Julia, pero lo siente a kilómetros …

Ahí estaba, después de diez años, el protagonista de su artículo, el amigo que había amado.

El tiempo no había pasado para él, por favor, seguía siendo tan hermoso como lo recordaba, toda la calma que estaba experimentando porque su semana había terminado exitosamente, se esfumó con un pestañar de sus ojos. Esos ojos color mar… 

Julia, que la observa fisgona, confirma sus sospechas, ese hombre es alguien que tiene que ver con su amiga, se acerca y le aprieta suavemente el hombro:

—Clara… ¿lo conocés? –dice asombrada. 

—Es “el amigo” de mi artículo, Julia –contesta atónita mientras se sienta, porque las piernas se le aflojan. 

—No puedo creerlo, tenés razón, es la misma descripción, qué hombre tan sexi, esos ojos... ¿Qué querés que haga? - Una pregunta simple para no tener ninguna respuesta.

—No sé. 

—¿Lo despacho, le digo que no podés, que estás en una reunión…? –Después de un breve silencio y una mirada pícara de ella, le sugiere–: ¿No te intriga saber por qué está acá? –Claro que le intrigaba; además no vive a la vuelta de la esquina, tuvo que viajar bastante. Nunca imaginó que esto podía pasarle. Pero, en fin, no era cobarde, así que se levantó, respiró hondo y trató de parecer normal… aunque estaba convencida de que no lo lograría.

—No, Julia, que pase, lo que te voy a pedir es que no lo comentes con nadie. No quiero que nadie sepa quién es. Cuento con tu silencio –dice mientras se acomoda la ropa y el pelo–. ¿Estoy bien así? ¿O parezco una persona que estuvo trabajando sin parar más de doce horas? –Buscó un vidrio de la ventana para poder verse… qué nervios tenía.

—Estás genial, tranquila. ¿Querés que te espere? 

—No, solo necesito que hables con Lore y a ella sí le cuentes. –Julia asiente y es la primera vez que ve a Clara en ese estado. Disimuladamente se va y lo hace pasar, entonces llega el momento. Se había acomodado detrás de su escritorio simulando estar trabajando con la computadora, podía sentir cada latido de su corazón, agitado, aturdido… escuchó cómo los pasos se acercaban a la puerta, y cuando entró a su oficina, su presencia lo invadió todo, como siempre.

—Hola, Clara… –Había olvidado cómo sonaba su nombre en esos labios; la miró tan profundamente que tenía miedo de que hubiera leído sus pensamientos. Él también estaba nervioso. 

Tenía un jean celeste gastado, como se usan ahora, una remera blanca con dibujos en negro, unas zapatillas negras y una campera de cuero. Seguía siendo tan sexi como lo recordaba, lamentablemente.

—Hola… ¿qué hacés por acá?… ¿cuánto tiempo…? –dejó la frase en el aire porque habían tenido un encuentro unos años atrás, donde aparentaron no verse. Y le había dolido bastante. Igual trataba de sonar normal. Se acercó para saludarlo, queriendo mostrarle un aire de total seguridad, pero cuando le dio un beso en la mejilla, sintió otra vez que las piernas la traicionaban. 

Su piel cobriza; su aroma varonil, su aspecto, lograron perturbar todo su ser. Ni hablar de sus ojos, esos ojos profundos y audaces con los que había soñado tantas noches. Lo invitó a sentarse, corriéndole la silla que estaba del otro lado de su escritorio y ella se sentó a su lado…

Manuel…

Cuando la vio, su primer pensamiento fue que los años la habían favorecido: llevaba un jean bien ajustado a su curvada figura y una camisa a rayas que le permitía ver cómo la madre naturaleza había obrado maravillas con sus formas. Ahí estaba ese brillo de sus ojos, que mostraban asombro y nerviosismo. Obviamente era la última persona que ella esperaba ver. Sintió cosquillas en todo el cuerpo. Cuando se saludaron, él sintió cómo su piel se electrificó al contacto, no podía pensar… ni tampoco explicar lo que provocaba la cercanía que ella estimuló al sentarse a su lado.

Clara…

—Estaba por la zona y quise pasar a verte. Además, leí lo que escribiste y sentí que tenía que venir. Me imagino que habrás firmado muchas dedicatorias por ese artículo. Está por todas partes. Realmente es muy bueno. No sabía que escribías, ni menos que trabajabas en un diario tan prestigioso. –Fue directo al grano. Siempre era así.

—Sí, siempre me gustó leer y escribir, y este artículo me trajo un ascenso y la verdad es que estoy muy feliz. 

—Me alegro mucho por vos –dice nervioso.

—Y… ¿qué te trae por acá? –le pregunta, ya que no cree que haya hecho todos estos kilómetros por ella. 

—Bueno, con Juan tenemos una empresa de construcción. Nos dedicamos especialmente a levantar cabañas, en toda la zona de la costa. Y nos pidieron unos presupuestos acá en Mar del Plata. Hacía mucho que no venía y pensé en buscarte. ¿Tenés algún plan para esta noche? ¿Te gustaría ir a comer algo? –No podía creer lo que estaba escuchando, pero no podía decirle que no. Con qué excusa, ella sabía dar buenas excusas, qué le pasaba… se retaba a sí misma por ser tan débil, pero nunca había sido descortés y entre ellos no había pasado nunca nada, no es que habían sido novios o algo así. Las cosas no habían terminado bien, pero tampoco habían peleado. Y como ya era tarde aceptó su invitación.

—La verdad es que estoy famélica, estaría bueno. Pero después me esperan mis amigos, íbamos a salir –dice sonriente y él le devuelve la sonrisa. Hay una pregunta en su mente que le dice: ¿qué estás haciendo, Clara?

—Bueno, entonces salgamos –le dice mientras se ponen de pie y ella busca su cartera y apaga las luces. 

Bajan juntos por el ascensor y parece más pequeño que de costumbre. Se percibe ese aire intenso entre los dos. Se hace un silencio raro mientras caminan hasta la pizzería que está enfrente de la oficina. Reside un frío intenso, julio es un mes helado en Mar del Plata y la brisa del mar no ayuda. Clara siente una ansiedad extraña mientras caminan juntos, algo tan simple como eso provoca que su corazón no deje de sentirse agitado. 

Manuel…

Su perfume, su mirada, esa boca que casi prueba una vez. Estaba arruinado, cinco segundos con ella y ya quería besarla. Se dio cuenta de que cuando le contó que había leído su artículo, ella se había hecho la tonta. Así que decidió no seguir por ahí, ya iba a volver a hacerlo de todas formas. Todo marchaba bien; la invitó a cenar porque no tenía ni idea de cómo hacer para alargar más su inusual y loco encuentro, y ahora van caminando juntos, y él no puede sacar de su mente lo que leyó, aquello que recordó... de algo estaba seguro, la había extrañado, no podía dejar de mirarla, se había transformado en una mujer radiante. Había investigado un poco por las redes antes de ir a buscarla. Seguía siendo esa persona agradable, amistosa y dulce que él había rechazado… 

Clara

Cuando entran a la pizzería se ubicaron en una mesa lejos de la gente. Una música suena suave bajo los murmullos que se escuchan en el lugar. Una moza se acerca y les deja la carta, coqueteando disimuladamente con Manuel. Clara no pasa por alto esa actuación, y esboza una gran sonrisa, porque viene a su memoria los efectos que él lograba con las mujeres. Nadie iba a pasar frente a él sin mirarlo detenidamente. Todo su conjunto: cara, cuerpo, mirada y sonrisa eran muy difíciles de resistir.

—Bueno, la pizza de roquefort que hacen acá es exquisita –le aconseja Clara, mientras observan la carta.

—Entonces, una pizza de roquefort y una cerveza, ¿te parece? –pregunta él, sin mirar a la moza, solo mirándola a ella.

—Sí. –Así que toma el pedido y se retira. En la mente de Clara comienzan a surgir un sinfín de preguntas… ¿de qué van a hablar?, ¿para qué vino?, ¿por qué está acá con él? El silencio desbarata los planes de Manuel, le cuesta iniciar una conversación y sabe muy bien que está tan nervioso o más que ella. Clara lo observa disimuladamente y se pregunta:

¿Cómo alguien con el que ni un beso se dio, provoque tantas cosas? Pero al fin, Manuel decide terminar con el mutismo.

—Pensé que esto me iba a salir mejor, pero no sé cómo hacerlo. Nunca fui muy bueno con las palabras –suelta así sin más. 

—No te entiendo, Manuel, ¿qué querés decirme? –Suena su celular, es Lore y le tiene que contestar porque no va a parar de llamarla–. Discúlpame un segundo, tengo que atender. –Se levanta de la mesa y va a un lugar más alejado.

—¿Dónde estás? –pregunta histérica–. Decime que estás bien, todavía no puedo creer lo que me contó Julia. 

—Estamos en la pizzería al frente de las oficinas. No sé qué hace acá, según él, está con Juan o vino con él, por un negocio que tienen entre manos. Y por eso pasó a saludarme. También me dijo que leyó mi artículo. ¿Qué hago, amiga? –pregunta desesperada.

—No sé, pero si te fue a buscar tiene cosas que decirte. Y si leyó tu artículo, sabemos qué personaje es, ¿no? –bromea.

—No me digas, qué graciosa. No tengo idea de qué hacer o decirle, trataré de llegar al pub en una hora, ¿sí? 

—Dale, no te preocupes. Es temprano todavía. –Cuelgan.

—Perdón, era Lore, quería pasar por casa a buscarme para ir al pub… –Como justo les trajeron la pizza se sirven una porción cada uno y un vaso de cerveza. 

—Lore no cambió nada, sigue cuidándote mucho. Siempre me gustó la amistad que las unía –dice mientras toma un trago de cerveza. 

—Es familia para mí –contesta con voz nostálgica.

—Por cierto, no supe lo de tus padres hasta hace muy poco. Lo siento mucho, debió ser muy difícil para vos. 

—No te preocupes, muchas personas no se enteraron. Y sí lo fue, a veces lo sigue siendo, pero sigo adelante. Y vos… ¿con ese tema cómo estás? –Manuel perdió a uno de sus mejores amigos cuando una enfermedad fatal se llevó a Gastón.

—También lo llevo bien, trato de disfrutar el día a día. En honor a él. –Una luz de tristeza se cuela por sus ojos.

La charla se vuelve amena, entre ellos la química que hubo siempre aún sigue intacta, a pesar de los años, de la distancia. Hablaron en poco tiempo, de muchos temas… sonrisas y miradas emocionadas rellenaban algunos huecos de la cháchara. Ahí estaban dos personas que hacía más de diez años que no se veían, pero nada había cambiado en su manera de relacionarse, absolutamente nada.

El tiempo pasó volando, y Clara al observar su reloj decide que tiene que irse. Muy a su pesar.

—Manuel, tengo que irme. Me están esperando y no quiero llegar tan tarde –anuncia mientras comienza a guardar su celular en la cartera.

—Pido la cuenta y te llevo. No vas a ir caminando. –Ella no estaba segura de seguir con él. Era demasiada tentación, se conocía lo suficiente para saber que no era buena idea, pero no había ido en auto al trabajo, así que aceptó.

—Bueno, como quieras… si no te molesta. 

—Para nada –dice con tono seguro. Y hace señas a la moza para que traiga la cuenta. Una vez que salieron del lugar y subieron a su auto:

—Nooo, no te lo puedo creer… ¡¡¡otra vez!!! –protesta enojado y golpea el volante con sus manos.

Manuel…