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Ramón Ángel Díaz, es uno de los principales protagonistas de la historia de River. Como entrenador ganó 9 campeonatos, forjando una carrera brillante a lo largo de tres ciclos, entre los años 1995 y 2014. Es el segundo apellido más triunfador de la historia de River, detrás de Ángel Labruna. Ganó la Copa Libertadores de América, sin ni siquiera hacer el curso de director técnico. Ha obtenido numerosos éxitos como jugador y como director técnico. Como ningún otro en la historia, fue campeón en cinco décadas diferentes: 70, 80, 90, 2000 y en la presente. Sin embargo, siempre "vendió" más buscarle sus defectos que sus virtudes. Más allá de que muchos quisieron cuestionar sus logros y resaltar sus defectos, la historia no se esconde ni se puede borrar. Para cada cuestionamiento hay una estadística que lo respalda. Porque los números no mienten y sus conquistas no prescribirán jamás. Este libro, propone derribar falsos conceptos acerca de su trabajo y resignificar tantos otros, muchas veces olvidados, en tiempos en los que denostar a un personaje como Ramón es más redituable que una crítica justa y razonable. Las lágrimas en aquella noche de la vuelta olímpica ante Quilmes, dejaron claro que la vida futbolística de Ramón está y debe seguir ligada a River.
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Seitenzahl: 194
Veröffentlichungsjahr: 2017
gerardo gabriel subero
El más ganador
mitos y verdades de ramón ángel díaz
Editorial Autores de Argentina
Subero, Gerardo Gabriel
El más ganador : mitos y verdades de Ramón Ángel Díaz / Gerardo Gabriel Subero. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-711-893-3
1. Biografía. 2. Fútbol. 3. Deporte. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Inés Rossano
Fotos de interior: Leandro Vaquila (La Página Millonaria)
Contacto: [email protected]
Twitter: @GerardoGSubero
E-mail: [email protected]
Consultas por puntos de venta o para establecer contacto comercial: [email protected]
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
“El azar no es tan generoso con el hombre como para obsequiarle años de éxito a cambio de nada”.
Juan Becerra. Revista Mística. Sábado 18 de diciembre 1999.
índice
Prólogo (Por Hernán Castillo)
Ficha personal
Introducción
Ser Ramonista
El espejo de Angelito
MITOS
1- El cuarto poder: aliado de Ramón
2- El que sabía era Omar Labruna
3- Ganó todo porque tenía verdaderos DT’s dentro de la cancha
4- Con esos jugadores cualquiera salía campeón
5- Francescoli le dirige el equipo
6- De tácticas no sabe nada
7- Es un tipo con suerte
La importancia del resultado
8- No sabe hablar, no escucha. No sabe manejar un vestuario
9- Sólo le importa la plata
VERDADES
1- Hincha de River desde la cuna
2- Sus números, una verdad irrefutable
1) COPA LIBERTADORES DE AMÉRICA 1996.
2) TORNEO APERTURA 1996
3) TORNEO CLAUSURA 1997
4) SUPERCOPA SUDAMERICANA 1997
5) TORNEO APERTURA 1997
6) TORNEO APERTURA 1999
7) TORNEO CLAUSURA 2002
8) TORNEO FINAL 2014
9) COPA CAMPEONATO
Números totales:
3- Ganador, en tierra de ganadores
4- Descubridor de talentos; buen ojo para refuerzos
Algunos juveniles que debutaron de la mano de Ramón
5- Goleadores, sus delanteros
6- La década perdida
7- La desgracia de Boca
8- Ramón, rima con Selección
9- La subestimación. El portazo final
Flash-Back: cien por ciento Ramón
LAS 9 FRASES
BIBLIOGRAFÍA / FUENTES CONSULTADAS
Dedicatoria
A mi padre, por la honestidad y por empaparme
de la pasión más linda del mundo.
A mi madre, por cumplir ese rol con tanto amor.
A Rocío, por no soltarme la mano.
A Daniel, Laura y Hernán.
A Hernán Cepeda, mi hermano del alma, realmente mi amigo.
Agradecimientos especiales
A Hernán Castillo, Emmanuel Serruya, Leandro Vaquila.
Agradecimientos
Antes que nada, a Ramón Ángel Díaz, por ser de River.
A Leonardo Dziurzynski por dejarme realizar mi primer trabajo periodístico.
A Juan Manuel Patricios, Erick Winograd, Silverio Rojas, Luciano Laferrara, Fernando Cipollone, Hugo Furgiuele.
A Germán Echeverría, Justo Echeverría, Maximiliano Nuttini e Inés Rossano.
A Amadeo Carrizo, el ídolo de mi viejo.
A Labruna, Alonso, Francescoli, Ortega, Gallardo y Cavenaghi.
A mis amigos y familiares en general.
A todos los Ramonistas.
Prólogo (Por Hernán Castillo)
Es el entrenador más ganador de la historia de River. Ganó con equipazos y ganó con equipos más modestos. En los noventa se decía que debía su éxito a los planteles colmados de talentos, en esa manía que tenemos los argentinos de descalificar o cuestionar a ganadores porque sí. Pura injuria, pura falsedad, porque todo llevaba su marca registrada. Lo demostró cuando se coronó con un San Lorenzo sin figuras: recién ahí los críticos retornaron a sus madrigueras.
Después de más de diez años de mirar desde lejos todo el mundo que más le gusta, Ramón y su sana tradición triunfante retornaron a River: dos campeonatos que allanaron el camino futuro de Marcelo Gallardo, signado por la conquista de la Copa Libertadores y el enfrentamiento con el mejor Barcelona de la historia.
Ramón es River. No lo dudo. Son sinónimos. Dirigió en México, Inglaterra, Arabia Saudita, Independiente, San Lorenzo y la Selección de Paraguay, pero todos sabemos que su casa está en el Monumental.
Jugador exquisito y goleador implacable. No lo vi tanto porque soy clase ‘73 y terminó de jugar en 1995 en Japón. Pero era tremendo adentro del área. Se decía: “cuando baja la cabeza y encorva la espalda, te vacuna”. Y así era.
Tras desempeñarse tres años en Japón, se sentó en el banco del club de sus amores y llegó a la final de la Copa Intercontinental. Y, si bien fue derrotado por la Juventus, el desempeño resultó excepcional, más aun considerando que en su larga estadía asiática había perdido contacto con el estilo y ritmo de juego del fútbol sudamericano, en tiempos en los que internet no globalizaba como ahora.
Ganó, ganó y ganó con equipos repletos de estrellas. Decían que él no dirigía, que el DT era Enzo Francescoli. Sé que no era así. Que todo tenía su impronta.
Volvió a River después de la etapa más desastrosa de la historia del club. En ese regreso innovó sumando al cuerpo técnico a Emiliano, su hijo mayor, quien fue criticado pese a que se desconocían por completo sus capacidades y conocimientos. A Ramón el tiempo le dio la razón: todos los futbolistas bajo su comando resaltaron el aporte vital que representó el trabajo de Emiliano.
Y claro, se fue ganador. Las lágrimas de los dos, padre e hijo, en ese último torneo, hicieron palpable su amor por el club; las lágrimas de los dos, en esa noche del triunfo ante Quilmes, dejaron claro que la vida futbolística de Ramón Ángel Díaz está y debe seguir ligada a River, siempre. No lloró por otro campeonato. Lloró porque ganaba con River. Su River. Ese que es sinónimo de su nombre completo. Ese que lo hizo gigante. Porque Ramón es River.
* Hernán Castillo. Nació en 1973. Estudió Periodismo Deportivo en Deportea. Trabajó en Clarín, El Cronista Comercial y Libre. Integró el Staff de “Un buen momento” con Mariano Closs. Es director periodístico del sitio de internet “Pasión Monumental”. Condujo ciclos diarios en los canales TN y Metro. Autor de “Todo Pasa”, biografía no autorizada de Julio Grondona. Actualmente trabaja en Rock and Pop y ESPN. Desde 1997, cubre la información diaria del Club Atlético River Plate.
Ficha personal
Nombre y Apellido:Ramón Ángel Díaz
Nacimiento:29 de agosto de 1959
Lugar:La Rioja, Argentina
Trayectoria como jugador: River Plate (Argentina); Napoli (Italia); Avelino (Italia); Fiorentina (Italia); Inter (Italia); Mónaco (Francia); River Plate (Argentina); Yokohama Marinos (Japón).
Posición: Delantero
Debut: 1978 (River Plate)
Retiro: 1994 (Yokohama Marinos)
Partidos jugados: 504
Goles convertidos: 223
Promedio de gol: 0,44
Títulos: 8 (1 Copa Mundial Sub-20; 1 Copa de Francia; 5 Primera División de Argentina; 1 Serie A de Italia)
Integró la Selección Argentina, donde disputó 22 partidos y marcó 10 goles. Jugó el Mundial de España 1982.
Botín de oro Mundial Juvenil 1979; Balón de bronce Mundial Juvenil 1979; Goleador Torneo Apertura 1991; 2º Futbolista del año en Sudamérica 1991; Parte del Equipo Ideal de América 1991; Goleador Japón League 1993.
Trayectoria como entrenador: River Plate (Argentina); Oxford United (Inglaterra) -Manager deportivo-; San Lorenzo de Almagro (Argentina); América (México); San Lorenzo de Almagro (Argentina); Independiente (Argentina); River Plate (Argentina); Selección de Paraguay; Al Hilal (Arabia Saudita).
Debut como DT: 1995 (River Plate)
Títulos: 12 (1 Copa Libertadores de América; 1 Supercopa Sudamericana; 1 Copa Nacional; 1 Pro League; 1 Copa del Rey de Arabia Saudita; 7 Primera División de Argentina).
Actualmente: Al Hilal (Arabia Saudita)
Otras distinciones:
Premio Alumni: Mejor DT de Primera División 2014.
Le puso fin a la segunda peor racha negativa de la historia de River sin ser campeón. (6 años)
Ranking FIFA: Luego de la Copa América 2015, llevó a Paraguay del puesto 85º al 56º del mundo.
En octubre de 2015, Paraguay volvió a ganar en su debut en las eliminatorias sudamericanas para una Copa del Mundo después de 26 años. También cortó una seguidilla adversa de ocho presentaciones sin victorias en condición de visitante en una eliminatoria.
Introducción
Nació en La Rioja, su nombre es Ramón Ángel Díaz y ningún otro Director Técnico en los más de 115 años de historia del club Millonario registra un palmarés equivalente.
6 años, 6 meses y 28 días le alcanzaron para obtener 9 estrellas como entrenador del Club Atlético River Plate. Una carrera brillante cimentada a lo largo de tres ciclos, entre los años 1995 y 2014.
Eficacia, picardía y conocimiento. Como ningún otro en la historia del fútbol argentino fue campeón con River en cinco décadas diferentes: 70, 80, 90, 2000 y en la presente. Tres etapas en el club: 9 títulos, 6 torneos locales, 1 copa nacional y 2 internacionales. 368 partidos dirigidos, 185 victorias, 97 empates y 86 derrotas. Efectividad: 59,06 %.
Hijo de Ramón Bartolo Díaz y Nélida Molina, conocida como “La Juani”. Y uno de los ídolos más grandes de la historia de River. Papá de Emiliano y Michael. Y el representante de Ángel Labruna en la tierra. Marido de Mirta Silvia Riedel. Y el entrenador más ganador del fútbol argentino, con 8 consagraciones domésticas.
Abuelo de Tiziana y Adriano. Y una leyenda viviente. Estudió en la escuela N° 1 de Los Polvorines, aunque no logró terminar el secundario. No obstante, algunos años más tarde, se recibió de ídolo indiscutido con un promedio de 10.
La Saeta Morocha. Un «hijo pródigo» de la casa. Ramón rima con campeón y no es casualidad. Como jugador y DT en totalidad de títulos es el segundo apellido más triunfador de la historia de River. Ganó la Copa Libertadores de América, sin ni siquiera hacer el curso de director técnico.
De estirpe 100% triunfal. La primera vez que se sentó en el banco de River fue el 26 de julio de 1995, en el Monumental, en un 1 a 1 ante Vélez por la ida de los cuartos de final de la Copa Libertadores. Una semana después igualaron 0-0, imponiéndose River por penales 5-3. El último encuentro lo dirigió en San Luis el sábado 24 de mayo de 2014, cuando por la final de la Copa Campeonato River derrotó a San Lorenzo de Almagro por 1 a 0 con gol de Germán Pezzella. Una victoria que dio inicio a una seguidilla de títulos para el club: lo clasificó a la Copa Sudamericana, que unos meses más tarde quedaría en las vitrinas de la mano de Marcelo Gallardo, como así también la Recopa, la Copa Libertadores y la Suruga Bank.
La noche de la despedida, el plantel lo llevó en andas. Entre la primera y última vez, pasaron 18 años y 10 meses.
En el interregno que medió desde aquel agosto de 2002 en donde, luego de consagrarse campeón, José María Aguilar no le había renovado el contrato, hasta el retorno merced a Daniel Alberto Passarella, River acusó la falta de Ramón: fueron 10 años y 7 meses en los que el club festejó apenas tres títulos locales: 2003 con Manuel Pellegrini, 2004 con Leonardo Astrada y 2008 con Diego Simeone. Además, sufrió la desgracia de un último puesto y el descenso. En su regreso, Ramón consiguió dos vueltas olímpicas en seis días. Para saber lo que significa este hombre en River, se debe concebir lo que fue el club con su presencia y lo que padeció con su injusta ausencia.
Ramón es sinónimo de ganador. Siempre finalizó sus ciclos consagrándose campeón: Apertura 1999, Clausura 2002 y Final 2014. Estuvo presente en los dos últimos tricampeonatos de River, primero como jugador y después como técnico. Dirigió al Millonario en 31 campeonatos y en 14 alcanzó los primeros dos puestos, es decir, en casi la mitad de los torneos que Ramón Díaz lo dirigió, River fue campeón o subcampeón; además cuatro veces estuvo entre los mejores cuatro.
Un destacado, un elegido, en una de las profesiones más difíciles de desempeñar en Argentina. En el tercer ciclo llegó para cortar la segunda racha más negativa de la historia, pero además, para conseguir algo todavía mucho más trascendente: meterlo a River de nuevo en la pelea grande. Como marca la historia.
Con Ramón, el cambio empezó desde la mentalidad. La obtención del torneo Final 2014 representó una de las hazañas más importantes de River, no por el valor deportivo del título, sino por el peso emocional que llevaba adosado el retorno a la cima tras años de sufrimientos y frustraciones. Significó mucho para él, para River, para los hinchas y para todo lo que sobrevino. Fue un punto de partida. Un renacimiento primero mental y después futbolístico. Con cualquier otro entrenador, River probablemente estaría todavía inmerso en la mediocridad.
Porque Ramón volvió para sacarlo de la oscuridad a la que lo habían conducido tantos inservibles. Para sacarlo de la deshonra a la que fue sometido antes y después del descenso. Volvió a River para rescatarlo de los objetivos mediocres. Para que nunca más se vuelva a hablar de la palabra “promedio” y sí de la palabra “Campeón”. Para devolverle la ilusión a millones de hinchas a los que les habían arrancado el corazón, tirado al piso y pateado bien lejos. Sí, a esos millones de riverplatenses arrinconados, bastardeados y humillados durante varios años, pero aun así siempre fieles seguidores.
Ramón volvió para poner las cosas en su lugar. Puso más que nunca a River por encima de él. Porque tenía todo para perder. Porque tenía la difícil misión de enaltecer la moral de todo un River perdedor: desde los hinchas y directivos, hasta los propios jugadores. Porque para él hubiera sido más fácil quedarse en su casa, disfrutando su rol de abuelo, aferrado al mote de DT más ganador de la historia, y que el tiempo, día a día, mes a mes, año a año, fuese inflamando aún más la épica de sus cosechas.
Pero su corazón pudo más. Y como las anteriores etapas, la tercera también fue exitosa. Salió campeón, colocó a River otra vez en el plano internacional después de muchos años, y dejó la vara bien alta, para que sus sucesores la sostengan, acallando las voces de los que lo cuestionaban.
Inalcanzables serán sus conquistas como entrenador; y su apellido, como el de Labruna, habrá de ser eternamente ilustre en el River de sus amores. Ramón Díaz y River tendrán por siempre una encantadora relación que nada ni nadie podrá borrar jamás.
Ramón Ángel Díaz, es el más grande entre los grandes.
Ser Ramonista
El Ramonismo es la evolución del pensamiento de Angelito Labruna. Ni más ni menos que eso. Y a esa reflexión la podemos completar afirmando que para un Ramonista no puede ni debe haber nada mejor que otro Ramonista. Es ley.
Un hincha de River por definición debería ser Ramonista. De nacimiento. O para no exagerar tanto, desde el bautismo.
River no es Ramón. Es cierto. La grandeza del club no comenzó con Ramón. Pero él fue responsable de mantenerla y agigantarla. Y ser Ramonista es ser de River. Es una manera de sentir, de pensar, de vivir; ser Ramonista, o simplemente amar a Ramón, llamálo como quieras. Lo que Ramón forja en cada uno de nosotros no depende exclusivamente de ganar torneos. Va mucho más allá de eso. Es más profundo.
Porque el Ramonismo es folclore, es alegría, es satisfacción, es deleite, es gozar. El Ramonismo es una doctrina. Es una palabra llena de tradición. Son 9 letras que parecen no decir demasiado pero que, en definitiva, cuando uno las termina de conocer y comprender, nos cambia la vida.
Ser Ramonista es una manera de pensar diferente. Porque ser Ramonista no es lo mismo que ser otra cosa o no ser nada. Con Ramón se está o no se está. Porque implica una filosofía de vida. Ser Ramonista es tener las convicciones que tenia Ángel Labruna. El ilustre “Angelito”. Es ser trabajador y un optimista reincidente. Es ser fiel a sus propias ideas, a sus propuestas. Es ser caudillo, líder y, sobre todo, ganador.
Cuando hablamos de fidelidad, no nos referimos únicamente a ser fiel a uno mismo o a sus ideales. Es ser fiel en términos de trascendencia y de ingresar en el ámbito de lo sagrado, de lo inmortal. La fidelidad del amor perpetuo. Ser fiel a Ramón es serlo por el simple hecho de que él siempre ha sido fiel a River y a su estilo, sin traicionar su esencia.
El Ramonismo necesita apóstoles. Y acá estamos nosotros. Los fieles, los devotos, los más creyentes de los creyentes. Los que lo bancamos desde el minuto cero. Porque ser Ramonista es tener lealtad a las convicciones. Querer que River gane, golee y guste. En ese orden. Y Ramón invariablemente supo entenderlo y ponerlo en práctica mejor que nadie.
El espejo de Angelito
Las coincidencias entre Ángel Labruna y Ramón Díaz, comenzaron en 1959: último año de Ángel en River, primero de vida de Ramón. Bastó ese punto de contacto –y el hecho de también llamarse Ángel- para que el pibe se contagiara el alma. Gallina hasta la médula, irreverente, antibostero, delantero, ganador, picante, prócer. El retrato común perfecto. Convivieron tres años sin saber que se estaban mirando al espejo. “Tengo que llevarte de a poco”, le decía Ángel al flaquito riojano que había hecho debutar en el ’78. “El que decide como forma el equipo es Labruna”, decía el Pelado, una acotación que parecía querer subrayar quién era el culpable de no poner a ese pibe que mataba en los segundos tiempos. Dicen que Labruna, estudioso, sabedor, analista, lo ponía sobre el final para que con su velocidad liquidara a los rivales cansados. Dicen que Labruna, cabulero, lo ponía sobre el final simplemente porque le traía suerte.
“Ángel me aconsejaba” decía tras haber explotado gritándole un gol en la cara contra Independiente en 1980. En esos años se fue tejiendo otras de las coincidencias: Omar, hijo de uno, amigo del otro.
Casi 15 años después, Ramón agarró la pilcha de Labruna. ¿Su objetivo? “Ganar el menos tantos títulos como Angelito. Siempre lo tuve en la memoria: su manejo de grupo era inigualable”, contaría. Y su ayudante era otro Labruna, Omar, el amigo, el hijo, que analizaba: “Papá conocía el paladar del hincha, que clase de jugadores querían, si podían encajar. Con Ramón pasa lo mismo”. En ese ciclo dubitativo, pocos imaginaban que no sólo lograría más títulos como DT que Labruna, sino que alcanzaría la Copa Libertadores, escurridiza para Ángel. El parangón, terminó siendo inevitable: el juego ofensivo, la cargada a los bosteros. Los mismos que acusaban a ambos de no trabajar mucho tácticamente, disfrutaban y aplaudían el juego fresco y lleno de talento de los jugadores que ambos sabían elegir muy bien. Lo que Labruna hizo con el Pelado jugador, el Pelado entrenador lo hizo con Crespo, el pibe que la metía y exigía ser titular. El grito de gol en la cara sería después de Trotta para Ramón.
Ramón hizo debutar a su hijo igual que lo había hecho Ángel. Hasta el último día de su vida, Angelito fue candidato para dirigir a River. Ramón parece ser el candidato eterno, mientras el DT oficial de turno apenas lo cubre hasta que el vuelva a su puesto.
Desde el Cielo, Ángel no lo debe poder creer: hoy aquel morochito irreverente es el elegido. Su sucesor. Su representante en la tierra.
(Articulo extraído del libro “Angelito”, edición especial Olé)
el 9. el número que lució en su espalda. los títulos que ganó siendo técnico de river. 9 mitos, 9 verdades,
de ramón ángel díaz.
MITOS
1- El cuarto poder: aliado de Ramón
Este el primer gran mito y desde aquí emergen todos los demás. Es que Ramón casi nunca tuvo el guiño de la prensa; todo lo contrario: siempre “vendió” más buscarle sus defectos que sus virtudes.
“El que sabía era Labruna”; “ganó todo porque tenía verdaderos DT’s dentro de la cancha”; “con esos jugadores cualquiera salía campeón”; “Francescoli le dirige el equipo”; “no sabe hablar, no escucha; “no sabe manejar un vestuario”; “solo le importa la plata”; “de tácticas no sabe nada”; “es un tipo con suerte”.
Para todos los gustos. Siempre murmuraron sobre sus espaldas, sin pruebas: “me dijeron”; “hay rumores”; “según cuentan”; e invariablemente con fuentes ambiguas: “una persona cercana al presidente”; “un dirigente de peso”, “altas fuentes oficiales”. Dicen que dicen que andan diciendo. Allegados dicen que habrían escuchado.
En todas las afirmaciones siempre prevaleció una llamativa ausencia de fuentes explícitas que brinden algo de sustento a la información o cuando menos lo intenten. Esas especulaciones invocadas en potencial, que se quieren imponer como una verdad, constituyen apenas una opinión editorial.
Es que su personalidad, seriedad y trabajo “al estilo europeo” sumado al trato en ocasiones distante, frecuentemente fastidiaron a algunos medios y periodistas, especialmente al comienzo de su carrera. Muchos, acostumbrados a ciertos amiguismos que hoy en día son moneda corriente, no soportaron la formalidad y la mesura con la que se manejaba.
“Muchos periodistas hablan mal de mí porque yo no voy a ningún programa de televisión, no soy amigo de nadie y si me llaman a casa no los atiendo. Por ahí es perjudicial… No pienso cambiar porque es mi manera de actuar. Quiero que la acepten tal cuál es. Y el que no, que siga su camino. Después vemos quién tiene razón”. (Revista Mística. 28 de junio de 1997). Sin dudas, algo de razón tuvo. Sus números lo corroboran.
Nunca fue un tipo de dar la nota exclusiva, de facilitar accesos o, simplemente, contar primicias. Denostar a un personaje como Ramón es significativamente más redituable para un medio que una crítica justa y razonable. Siempre fue así.
Las contradicciones que hubo sobre él a lo largo de todos estos años rozan lo ridículo. Al principio decían que le faltaba autoridad. Después lo calificaron de técnico autoritario. En fin.
Si todavía en 2014, con 19 años de trayectoria y tantos laureles sobre el lomo lo cuestionaban, que se podía esperar en 1995, cuando recién asumía y forjaba sus primeras armas para tratar de arreglar el desastre que dejaba Carlos Babington.
En junio del ’97, el periodista Horacio Convertini de la revista Mística, describía aquel momento de Ramón en un reportaje solemne.
-Se dice que cuando River gana, gana por los jugadores. Cuando pierde, pierde por vos. ¿Cómo lo vivís?
-Muy tranquilo. Creo que la gente que lo dice es porque no tiene contacto con nosotros. Los dirigentes saben cómo nos manejamos. Qué trato tenemos con los jugadores, cómo planteamos los entrenamientos, cómo organizamos la pretemporada… Hoy, si estás desorganizado en algo, no podes tener éxito, hay que estar hasta en el mínimo detalle… Los resultados hablan solos: en dos años ganamos la Copa Libertadores, un campeonato local de manera brillante y estamos peleando otro… ¡Qué más quieren de mí!
-Pero cada vez que perdés un par de partidos, suena el run run de que te echan
-Sí, conozco demasiado bien el ambiente…
-Y debés saber que esos rumores no son inventos de los periodistas
-No, no son inventos. River es una institución con mucha política. Hay dirigentes que tal vez quieren tener más participación en nuestro trabajo, se sienten alejados y largan los rumores. ¡Hay tipos que son de la agrupación de Davicce y votaron en contra nuestra! Son los que van y hablan: que los jugadores, que yo… Pero lo mío es muy claro, muy trasparente”.