El nuevo paradigma - Cristian Kouleff - E-Book

El nuevo paradigma E-Book

Cristian Kouleff

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Beschreibung

Somos comunitarios: esta es la condición inherente a nuestro ser. En la comunidad donde vivimos cada uno tiene su rol, y nos adaptamos a un sistema con una cultura. Esto es lo que plantea Cristian Kouleff en su interesante obra, El nuevo paradigma. Destaca los conceptos de empatía, conexión y reglas de convivencia, que implican también una ética: distinguir lo correcto de lo incorrecto. Con una intención didáctica y reflexiva, llama la atención del lector permanentemente, lo adentra en el tema y lo hace partícipe de sus reflexiones, para que pueda sacar sus propias conclusiones. Mediante comparaciones y preguntas retóricas (entre muchos otros recursos),  el autor nos hace tomar conciencia de la importancia de la relación con el otro hoy y en el futuro, como modo de subsistencia del ser humano. Esta será la única forma de sobrevivir. Una propuesta para adoptar como estilo de vida y, así, ser más felices.

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El nuevo paradigma

El nuevo paradigma

Cristian Kouleff

Kouleff, Cristian

El nuevo paradigma / Cristian Kouleff. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Tercero en Discordia, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-631-6602-08-4

1. Autoayuda. 2. Desarrollo Personal. 3. Comunidades. I. Título.

CDD 158.1

© Tercero en discordia

Directora editorial: Ana Laura Gallardo

Coordinadora editorial: Ana Verónica Salas

www.editorialted.com

@editorialted

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

ISBN 978-631-6602-08-4

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.

Índice

Introducción 9

Diplomado de Liderazgo Efectivo y Gestión Ambiental 33

El mercado de los estilos de vida 67

Diplomado: liderazgo efectivo, innovación y

gestión ambiental 81

Conclusión 95

Introducción

¿En qué momento, verdaderamente, somos conscientes de que estamos vivos?

¿En qué momento somos conscientes de que integramos una sociedad que ya existe con sus determinaciones, y así aparecemos como por arte de magia allí, con un rol, con un rostro y/o con una misión?

¿En qué momento nos descubrimos a nosotros mismos, nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestras preferencias?

¿En qué momento nos reconocemos reales actuando vaya a saber de qué manera?

¿En qué momento, luego de esto, reflexionamos acerca de lo que, citando al gran Jean Paul Sartre, “estamos siendo a partir de ahora, sin dejar de pensar lo que hicieron de nosotros hasta este momento”?

Y el resultado del pensamiento final que nos acompañará, con suerte, toda la vida (o al menos hasta que la mente funcione en términos óptimos), a mi entender, es cómo hacemos para encajar y por qué deberíamos hacerlo en esto que llaman “comunidad” (aunque en varios lugares no parecemos tan comunes, ¿verdad?), en esta representación o lienzo de vida dibujado, que alguien pintó con esta ecuación de arranque. El lienzo en blanco junto con el pincel, más las pinturas, junto con el lugar donde pintará, sería, por caso, el medioambiente y le pondremos como representación el símbolo “1”. Por otro lado, tenemos esta habitualidad que se nos presenta como una actividad ya adulta, ya existente, llamada y valorada como tal: la pintura como obra artística. Esto sería la que consideramos sociedad organizada y la definiremos con la letra “A” por un lado, el otro eslabón ecuacional, el que pone en marcha con su voluntad, con sus inquietudes, con sus necesidades y con su intencionalidad de darle un sentido a la vida mediante la creación de un sistema de comunicación entre sus pares y convencimiento de esta empresa. Y también con la aparición, en algún momento, del proceso de la racionalidad, luego llamado “sentido común”. Este eslabón de la ecuación lo llamaremos “Y”, el cual será el encargado de dibujar en el lugar ya descrito. Será la habitación con las herramientas que tiene a su disposición y con la técnica correspondiente para el caso, construida con el paso del tiempo y llamada, en algún momento de la historia que engloba y da sentido a lo que hacemos los humanos mediante el consenso generalizado para poder vivir en comunidad, “cultura”. Así, dibujará la obra en cuestión, con las discriminaciones binómicas. Pongamos por caso correcto-incorrecto, bien-mal, lógico-ilógico, normal-anormal, y así hasta llegar al final de la obra.

Así queda la ecuación entonces: “1” sería el medioambiente y todo lo que consensuamos o que, mejor dicho, nos afirman que existe. “A” corresponde cuando desarrollamos consciencia de existir en lo que determinamos como sociedad, es decir, el colectivo. Y, por último, tenemos “Y”, que representa el periodo de la vida cuando frenamos la acumulación de información de lo conocido para adentrarnos en el llamado “individualismo” y su propio criterio de pensamiento, cuestionando todo lo que nos han enseñado hasta ese momento. Pasando en limpio, en momentos de la vida de apariciones, diremos: (A + 1) + Y.

Esta ecuación le da una especie de ordenamiento a lo que vivimos día a día los seres humanos o, para ser más preciso, un sentido que por alguna razón hemos sido empujados a crear, definido como realidad. Hay un montón de conceptos en estas afirmaciones que podríamos analizar, uno por uno, desde nuestro presente, por ejemplo, sin dejar de evaluar la historia de cada palabra en cada contexto determinado. Tampoco deberíamos dejar de lado las influencias que pueden ejercer las diferentes acciones y consecuencias que se van sumando a nuestra memoria, que pasa primero por nuestro cuerpo y responde a emociones y sentimientos, y nos hacen, por ejemplo, tomar tal o cual decisión, y no otra. Pero, si dejo afuera múltiples acciones por elegir mi ruta de vida, indudablemente, elegiré un camino distinto al que sería si la elección fuera distinta. Y ni hablar del contexto en el cual me encuentro para elegir esta o aquella opción. Supongamos que el contexto hubiera sido otro. Evidentemente, habría reaccionado de otra manera; mis sensaciones serían otras; llegaría cierta información a mi cerebro, que también sería otra y reaccionaría de otra manera, según la situación lo amerite.

También está este tema que describí antes cuando hice la fórmula, que aún está incompleta. Entonces, ustedes pueden decir: “Bueno, falta algo ahí, ¿no? ¿Dónde está el resultado?”. Es decir, tengo los actores, las características de cada eslabón en este acto; se encuentran en un escenario determinado con luces, telón, acústica, vestimenta y demás accesorios que le darán el color a la obra. La gente estará esperando, en sus butacas, la trama del show. Todo esto genera expectativa, ¿verdad? Estamos ansiosos… están ansiosos. Los actores, con el libreto aprendido y con los nervios del inicio; los espectadores, cómodos en sus asientos, ya habiendo previamente leído el resumen de la obra, claramente seducidos por la trama (por eso están ahí, según me imagino); el director de obra, después de un arduo trabajo, queriendo brindar el mejor contenido para dar el mejor espectáculo que jamás haya dado alguien en toda la historia del teatro... tal vez el mejor espectáculo que se haya pensado. Todos a punto de arrancar, con la adrenalina característica en la previa de lo que será, con suerte, una hermosa anécdota y recuerdo para contar los días posteriores. No olvidemos a los vestuaristas, que han elegido los atuendos justos para impactar, darle color a la obra; han seleccionado minuciosamente el estilo indicado para poner en época a los espectadores, a fin de que se sientan en esos tiempos y, cuando cierren los ojos, por un instante se imaginen en ese acto con esa ropa, moviéndose y comunicándose de la manera que se hacía allí, en ese entonces. Se cree que este trabajo que han hecho los vestuaristas fue fácil, pero no fue así. Sigamos imaginando todo esto: si hay un espectáculo, si hay una puesta en escena, evidentemente, hay una organización, una planificación previa que necesariamente se coordinó entre muchísimas personas, de acuerdo a sus intereses, que, en este caso, coincidieron. Es decir, fueron intereses compartidos, pero no habrían sido suficientes si cada uno hacía lo que quería, por su lado. Acá hubo cooperación; existió el trabajo de un conjunto específico con deseos similares que se tocan en algún punto de estos círculos (o en algunos puntos, diría yo), dentro de uno más grande, dentro de otro más grande, y así hasta el más grande de todos, que es la vida humana como la conocemos.

El vestuarista, los vestuaristas, estos genios de la vestimenta no llegaron como por arte de magia a esos lugares. Ni siquiera son los únicos que hay en una región determinada. Imaginen la cantidad de ellos que no tuvieron la fortuna de estar en ese lugar, en ese momento, en esa época, con esos espectadores, compartiendo sala con esos sonidistas, con este fenómeno pensador de obras, que ha decidido, en la medida de lo posible, poner en manos de un director afín a sus intereses. Pero este director también tiene condiciones a la hora de trabajar, a la hora de compartir, a la hora de pertenecer a tal o cual obra, ojalá maestra, del espectáculo. Este director también tiene una historia detrás; ha elegido, por ejemplo, tal o cual maestro de dirección con un perfil X, pero no un perfil Y. Estas elecciones lo han llevado de determinado modo desde sus inicios como estudiante de dirección de teatro o de lo que ustedes imaginen. Piensen, entonces, en la multiplicidad de posibilidades que tuvo en ese momento nuestro hoy amado director de obra. Imaginen cómo llego a ese momento esta persona, todas las vicisitudes que tuvo que atravesar, todos los contextos y entornos (pongamos, por caso, familiares, de amistad, de lugar de residencia), en los que desarrolló su vida de joven, adolescente y, posteriormente, adulto. Ni hablar si la realidad de su vida hasta este momento estuvo llena de dudas y de confusiones. Pensemos, tal vez, que sus intenciones no fueron siempre las mismas. Quizá, de pequeño, quería ser futbolista, médico o astronauta, y sus padres, muy influyentes en sus decisiones, lo condicionaron sobremanera para que eligiera una determinada profesión. Imagino al joven Robert, con su mente distraída, inexperta, confundida, tratando de pensar en su futuro, pues así se lo machacaron desde chico con las famosas frases: “¿Qué vas a hacer cuando seas grande?”, o “¿Trabajás o estudiás?”. O afirmaciones como “Si no terminás el colegio…”, “Si no estudiás en la vida…”. “El joven Robert es bueno con la computadora, ergo, que estudie algo relacionado con eso”, le aconsejarán. “La influencia más conocida es mi padre, que ejerce tal o cual profesión; mi madre es esto o aquello: yo voy a estudiar algo de eso”, pensarás.

Pero no solo de este tipo de influencias exteriores estamos bombardeados los seres humanos, con infinidad de posibilidades de acuerdo a las decisiones que tomemos. No solo del contexto en el que nos tocó nacer no podemos escapar (o no nos dejan escapar), y no solo del país en el que nos tocó nacer. Estamos condicionados no solo por la provincia con sus características propias donde nos tocó desarrollarnos cuando no tenemos voz ni voto de decisión, es decir, cuando iniciamos nuestro camino en esta vida, no solo en el barrio en el que vivimos, que nos abraza con su historia específica y nos asfixia en su nostalgia; no solo la cuadra con los vecinos que dialogan de tal o cual acontecimiento que ha sucedido esta mañana de sol y cielo despejado, donde las veredas ofician de lugar de intersección para dar la batalla diaria de diálogo; no solo la influencia de todo esto ha ejercido sobre nosotros, sino también la huella determinante que cada persona le ha imprimido a cada lugar desde tiempos inmemoriales, dejando múltiples e incontables huellas en cada pequeño sitio donde pisamos. Es tremendamente pesada e inagotable una realidad de este calibre para cualquiera que se lo imagine y quiera pensar formas de organización para encasillar una estrategia de ordenamiento o un sistema que intente dar alguna especie de seguridad, de lógica, para entender cómo podríamos cubrir la inmensidad del “todo” o, mejor dicho, intentar alcanzarla, para ir en concordancia con los estímulos actuales a los que estamos arrojados, y nos inundan y nos llenan de circunstancias variables, para ir en concordancia con la historia enorme que estamos escribiendo pero que, además, recibimos como herencia. Fue escrita, en parte, por miles y miles de momentos que fueron direccionando esta realidad en la que hoy nos encontramos, una historia llena de partes previas y de la que hoy también nosotros seremos parte. Aportaremos nuestro granito de arena para continuarla; es demasiada presión y variabilidad para dilucidar los pormenores si es que luego queremos actuar con alguna certeza, si hay algo de lo que parece inalcanzable en lo inconmensurable de las circunstancias y con este tipo de razonamiento. No tengo dudas de que es lo que comúnmente como frase hemos adoptado: “Necesito algún tipo de certeza”. Cuán ínfimos resultaríamos frente a un sinfín de posibilidades si hiciéramos este tipo de razonamiento de posibilidades en el análisis “fino” de todas las variables posibles, de las cuales no tendríamos, por ser quienes somos, si nos atenemos al sentido de la vista, por ejemplo, “seres humanos”, un ápice de posibilidades de cubrirlas. Ya, pues, pensemos que somos seres finitos: no somos todopoderosos. Por suerte, no solo somos lo que nos toca, sino también cómo nos sentimos. Allí hay un atisbo de esperanza en transformar lo que nos tocó en lo que podemos intentar que nos toque; con un principio de voluntad así, podríamos intentarlo. Esa facultad que nos distingue como raza humana, esa voluntad de querer, de intentar, ese discernimiento basado en la creencia entre lo que es y lo que me gustaría que fuera, y cómo me gustaría que fuera, nos hace recurrir a la voluntad para intentar alcanzarlo. Evidentemente, es un signo de esperanza para algunos según sus creencias; para otros, será un signo de oportunidades; de una u otra manera, el fin es el mismo. Es justamente esto lo que nos diferencia de los animales; nos da una especie de plus para dar un pasito hacia un nuevo escenario, pero es un universo inmenso, tremendamente complejo donde, para empezar, bastaría algo muy sencillo: el requisito primario de, sencillamente, querer.