El Patriarcoceno - Gabriel Bello Reguera - E-Book

El Patriarcoceno E-Book

Gabriel Bello Reguera

0,0

Beschreibung

El presente libro gira, en sus diversos ensayos o capítulos, en torno a dos núcleos teóricos: el algoritmo o los algoritmos, propios de nuestro tiempo, y el patriarcado, que perdura desde la antigüedad. De ahí la expresión "algoritmo patriarcal", caracterizado por el verticalismo jerárquico y el binarismo, por ejemplo en expresiones como dominante/dominado, superior/inferior, etc. En este marco aparecen tres ámbitos teóricos interconectados. Uno, el patriarcoceno, como sustituto del Antropoceno y del Capitaloceno. Dos, la aplicación del algoritmo patriarcal a los problemas relacionados con el informacionalismo digital y sus derivas posthumanistas y transhumanistas. Y a la figura de Homo Deus del historiador israelí Yuval Noah Harari, que lo define como un "algoritmo maestro", superior en todo al homo sapiens que somos los seres humanos de aquí y ahora. De él procede la atención al algoritmo o los algoritmos, omnipresentes en este libro. Tres, la deconstrucción del algoritmo patriarcal en sus versiones filosófica, teológica y cibernética. Y, finalmente, la de de Homo Deus y de la religión a la que da lugar: el dataismo o religión de los datos, uno de cuyos lemas es: "el que posee los datos posee el futuro".

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 158

Veröffentlichungsjahr: 2025

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Sumário

1. INTRODUCCIÓN.

2. ALGORITMOS: HOMO DEUS Y LA RELIGIÓN DATAISTA.

El algoritmo o los algoritmos.

Homo Deus.

La religión dataista.

3. EL ALGORITMO PATRIARCAL.

Marco teórico.

El orden básico: verticalismo jerárquico y binarismo.

El imaginario patriarcal inconsciente.

4. EL PATRIARCOCENO.

5. HUMANISMO Y POSTHUMANISMO: EL ALGORITMO MAXIMIZADOR.

Marco teórico.

Humanismo y posthumanismo.

Posthumanismo y posthumanidad: dimensión biogenética.

La singularidad cibernética: posthumanidad y postmoralidad.

El contexto teórico.

El argumento temporal o histórico: entre mitología y utopía.

El argumento ontológico: posthumanidad y postmoralidad.

El argumento axiológico: la maximización del valor económico.

6. LA MONSTRUOSIDAD DIGITAL Y LA INTELIGENCIA PATRIARCAL.

Introducción: el léxico.

Monstruosidad positiva: la felicidad cósmica.

Monstruosidad negativa: la muerte de la verdad

¿Autonomía artificial o autonomía patriarcal?

¿Qué inteligencia?

7. LA DECONSTRUCCIÓN DEL ALGORITMO PATRIARCAL.

Versión filosófica.

Versión ateológica.

Versión cibernética: deconstrucción y reconstrucción.

8. LA DECONSTRUCCIÓN DE HOMO DEUS Y DE LA RELIGIÓN DATAISTA.

1. INTRODUCCIÓN.

El presente conjunto de ensayos surgió un tanto al azar a partir de un objetivo concreto: la deconstrucción del Homo Deus, construido por el historiador israelí Yuval Noah Harari como símbolo de lo que considera la “religión de los datos”, denominada dataista o dataismo, en analogía con otras como el judaísmo, el cristianismo o el islamismo1. No la propone como creencia propia, con la que se identifica. Ni siquiera la recomienda. Se limita a construirla como la que pretende culminar las aspiraciones ancestrales humanas de alcanzar la inmortalidad, la divinidad y la felicidad. Pero esta divinidad o, mejor, neodivinidad, no es de condición espiritual, como el alma humana clásica que, una vez separada del cuerpo material por la muerte, su inmortalidad le permite formar parte de una divinidad celestial. Cuya existencia niega tajantemente Harari apoyándose en ciencias como la física, la química y la biología. La clave de la nueva divinidad es lo que se podría denominar un alma digital, informacional, computacional y dataista. O bien un alma algorítmica pues los algoritmos pasan a ser, en la visión que construye el autor israelí, la clave de una nueva vida artificial. Una vida que supera a la humana natural en el logro de sus aspiraciones mencionadas reiteradamente: la inmortalidad, la divinidad y la felicidad.

En el trabajo de aclarar el significado del término “algoritmo” surgió en mi mente o, mejor, en mi imaginación, la expresión algoritmo patriarcal cuya exploración semántica y, sobre todo, conceptual o teórica, se añadió a la del algoritmo digital. Para complicar más las cosas. Porque, en lo que se me alcanza, esa expresión es un neologismo de cuya construcción lógica y semántica me hago responsable. De las dos palabras en juego la primera, el sustantivo “algoritmo”, es radicalmente contemporánea, y la otra, el adjetivo “patriarcal”, nos remite a un pasado remoto que coincide con el del origen de las religiones tradicionales, antecedentes de la que representa Homo Deus. Sin embargo, el historiador Harari no se refiere al patriarcado, ni lo considera digno de atención metódica y sistemática. Ignoro sus razones o sinrazones. Pero la complicación mereció la pena porque el algoritmo patriarcal acabó convirtiéndose en el esqueleto lógico o argumental capaz de unificar los diversos ensayos que aparecen en el índice de este volumen. Además ese algoritmo también es sometido a un intento de deconstrucción (teórica, en la práctica “lo patriarcal” está consolidado por milenios) que proporciona una pista para la de Homo Deus.

El algoritmo patriarcal me permite situarme en un marco teórico o conceptual diferente del de Harari en dos aspectos. El primero, ya sugerido, es el de la diferencia entre los dos tipos de algoritmo, el digital que le da vida a Homo Deus, y el patriarcal que me facilita su deconstrucción. El segundo, por su parte, tiene que ver con dos espacios u horizontes teóricos diferentes. Harari sitúa su amplia y rica narración en lo que hoy se conoce en ciertos medios científicos y filosóficos como Antropoceno2. Entendida esta palabra como denominación de la época en la que la humanidad comienza, con la agricultura, a dejar su marca sobre la naturaleza que ahora, en la era del cambio climático, sabemos que es profundamente destructiva de cualquier tipo de vida. No sé si también de la algorítmica o digital. Sin embargo, si se tiene en cuenta que la humanidad antropocénica ha estado dominada, definida, configurada, ordenada u organizada por el patriarcado de cualquier religión, cultura y régimen político, propongo sustituir el Antropoceno por el Patriarcoceno, un segundo neologismo vinculado al primero, cuyo orden básico es el algoritmo patriarcal. El Patriarcoceno, además, también sustituye al Capitaloceno3, la época en la que el capitalismo marca la pauta. Pero el Patriarcoceno viene de más atrás y controla el capitalismo hasta el puno de que este es el último instrumento económico de aquel en su apropiación obsesiva y sistémica del poder global.

En el horizonte del Patriarcoceno y su algoritmo, el patriarcal, reaparecen cuestiones relacionadas con el mundo digital como el posthumanismo, la posthumanidad y la postmoralidad. O la monstruosidad digital. Siempre en el horizonte del Patriarcoceno cuyo orden básico es el algoritmo patriarcal.

Inevitablemente, la omnipresencia del patriarcado y lo patriarcal, suscita alusiones al feminismo y otros movimientos que cuestionan ese universo, si bien de forma indirecta, como el proletario, el antirracista y el ecologista. En estos últimos, el patriarcado y lo patriarcal no aparece en su conciencia colectiva, permaneciendo en su inconsciente. De ahí la necesidad de que el feminismo los despierte y los unifique en una misma corriente antipatriarcal. Pero en este volumen esos complejos asuntos son poco más que breves alusiones.

1 Noah Harari, Homo Deus. Breve historia del mañana, Ed. Debate, Barcelona, 2016.

2 Yuval Noah Harari, o. c., p. 8 y ss. Véase José Manuel de Cózar, El antropoceno. Tecnología, naturaleza y condición humana, Ed. Libros de la Catarata, Madrid, 2019.

3 La bibiografía sobre esta palabra es variada. Por mi parte, la encontré en Rubén Martínez, “Propiedad colectiva frente al Capitaloceno”, Diario Público.es, 27-1-2022.

2. ALGORITMOS: HOMO DEUS Y LA RELIGIÓN DATAISTA.

El algoritmo o los algoritmos.

La bibliografía sobre los algoritmos es inabarcable, al menos para mí. Por lo cual me voy a limitar a una síntesis de lo que expone Harari en varios pasajes de su libro. Se trata de dos aspectos concretos: su concepto y su clasificación.

Del primero, el concepto, Harari da la siguiente definición: “un algoritmo es un conjunto metódico de pasos que pueden emplearse para hacer cálculos, resolver problemas y alcanzar decisiones”4. Quiero poner el énfasis en el adjetivo metódico, derivado del sustantivo método que es sinónimo de otros como procedimiento, sistema, protocolo, norma, patrón, etc. (Aprovecho para decir que el sustantivo “patrón” significa norma o método a seguir, pero también “jefe”, relacionado con “padre” o “patriarca” que es quien decide la norma o el método a seguir).

La clasificación también es inicialmente sencilla, aunque después se vuelve más compleja. Un primer modelo de algoritmo es el relacionado con el cálculo, las matemáticas y el mundo digital. Pero Harari aclara que el algoritmo no es cálculo, sino sólo “el método que se sigue cuando se hace el cálculo”. Por ejemplo: si queremos calcular la media entre dos números el algoritmo dice: “Primer paso: suma los dos números. Segundo paso: divide la suma por dos”. Si los números son 4 y 8 el resultado es 6; si son 117 y 231 sale 174. Harari da por supuesta la conexión de los algoritmos matemáticos con las computadoras que es la que ocupa hoy la atención mayoritaria. Incluida la suya.

Un segundo tipo de algoritmos, siempre asociados a la resolución de problemas y toma de decisiones, es uno en el que no intervienen las matemáticas. El propio autor proporciona diversos ejemplos, como la receta de la sopa, el método que marca los pasos necesarios para cocinar ese plato. Este ejemplo elemental deja claro que el lenguaje de una receta de cocina no es matemático, con números, ni digital, sino con palabras ordinarias, habladas o escritas. Además Harari hace una observación decisiva: un método puede repetirse ilimitadamente. Por ejemplo, ¿cuántas sopas se han cocinado a lo largo de la historia? ¿Cuántas veces han tenido lugar las ceremonias religiosas que repiten los mismos mantras dogmáticos para reavivar y sostener la fe de los y las creyentes? Es curioso, sin embargo, que expertos como los canadienses G. Brassard y P. Bradley, también utilizan como ejemplo de un algoritmo a una receta de cocina, pero intentando introducir las matemáticas de forma indirecta. En este sentido sostienen que “se puede considerar que una receta de cocina es un algoritmo si describe precisamente la forma de preparar un cierto plato, proporcionándonos cantidades exactas… y también instrucciones detalladas acerca del tiempo que debe guisarse. Por otra parte, si se incluyen nociones vagas como “salpimentar a su gusto” o “guísese hasta que esté medio hecho” entonces no se podrá llamar algoritmo”5.

Dejo a la opinión de cada cual la valoración de la distinción entre lo que los autores consideran un algoritmo de cocina y lo que no, que parece estar en la presencia o ausencia de contabilidad matemática en una receta.

Por mi parte, vuelvo a Harari y a los algoritmos lingüísticos, no matemáticos o numéricos, que asocia a “la revolución humanista”, que incluye “el algoritmo enorme”6; referido a las sociedades alfabetizadas, en las que la escritura es la clave. “La escritura – sostiene – ha contribuido a organizar las sociedades enteras de una manera algorítmica”7. Como “la burocracia” en sus diversas aportaciones, en las que las personas sólo seríamos un pequeño elemento de ese algoritmo enorme. Por ejemplo en un hospital las recepcionistas, las enfermeras o el médico de guardia, cuyas personalidades, opiniones políticas y estado ánimo son irrelevantes cuando trabajan según la estructura algorítmica, jurídico-administrativa, que es la que toma las decisiones. Los protocolos o normas, sinónimos de “método” que define a un algoritmo. Y lo mismo ocurre en las prisiones, los ejércitos, las escuelas, las empresas, etc.

La mención del humanismo es relevante porque eso es lo que dejan atrás Homo Deus y la religión dataista. Según Harari, el humanismo y su amplio entorno cultural padecen una crisis existencial debido a que “homo sapiens pierde el control”. Homo sapiens había conquistado el mundo y le daba sentido. Pero llega el momento en que se convierte en Homo Deus, y el control del mundo pasa a los algoritmos matemáticos y a la religión dataista, que estaría dando lugar a un espacio-tiempo posthumanista o transhumanista, si bien Harari no utiliza estas palabras.

Hay un tercer tipo de algoritmos que en principio parecen distintos de los dos anteriores pero al final se acaban reduciendo a los matemáticos. Son los bioquímicos, decisivos para la supervivencia y la reproducción de todos los mamíferos. De aquí surge la teoría de que “los organismos son algoritmos”, no sólo en los genes y en las neuronas cerebrales, sino también en las emociones y los sentimientos. Como puede leerse en la siguiente cita,

“Los biólogos han llegado a la firme conclusión de que el hombre que pulsa un botón o bebe el té es también un algoritmo … que produce copias de sí mismo … Los algoritmos que controlan las máquinas expendedoras funcionan mediante engranajes mecánicos y circuitos eléctricos. Los algoritmos que controlan a los humanos operan mediante sensaciones, emociones y pensamientos”8.

La estructura algorítmica del pensamiento a día de hoy habría sido copiada artificialmente en máquinas como los ordenadores y los robots; dando lugar a una Inteligencia Artificial que, según algunos profetas digitales, acabará superando a la humana que, debido a su componente cultural y lingüístico, ya es en parte artificial, aunque en su parte neurocerebral siga siendo natural.

Homo Deus.

Creo que ya estamos en condiciones de abordar la figura de Homo Deus y la religión dataista. Como sugiere la misma expresión “homo-deus” el hombre comparte su destino con el nuevo dios: el digital, que surge de la Inteligencia Artificial. Y todo hace creer que ese destino es la autonomía y no la heteronomía. Sin embargo la religión dataista, al final, modifica la relación entre los algoritmos divinos (o divinizados, o santificados o sacralizados) y los seres humanos con un distanciamiento o ruptura entre ellos. Quien “rompe” (al estilo humano de esta expresión) es Deus que es el que tiene el poder, y abandona a Homo a su suerte no precisamente satisfactoria. El efecto final es que Deus se afianza como independiente y Homo como dependiente, lo cual repite o replica la desigualdad que, como veremos, es la matriz del algoritmo patriarcal.

Para explorar un poco más esta problemática será mejor prestar atención directa a Homo Deus y a la religión de los datos o dataismo.

Tal como yo interpreto la escritura de Harari, Homo Deus es una figura un tanto ambigua si atendemos a dos descripciones o definiciones que aparecen en ella. En la primera lo asocia a un “gran proyecto de la humanidad” que consiste en “adquirir poderes divinos de creación y destrucción, y de este modo, “promover Homo Sapiens a Homo Deus9 . El hombre no nace dios sino que se hace a partir de un “gran proyecto” que consiste en “la capacidad de remodelar nuestro cuerpo y nuestra mente para escapar de la vejez, la muerte y la desgracia y, en fin de cuentas, “conseguir la divinidad”10; que llega con la inmortalidad y garantiza la felicidad (como el cielo cristiano). Pero se trata de una divinidad inferior a la de los dioses de las religiones tradicionales, de condición metafísica o espiritual. Como ellas se trata de una divinidad sobrenatural, pero la tradicional lo es por ser espiritual, opuesta a la materialidad; mientras que la nueva sobrenaturalidad es de condición digital. De ahí el imaginario de dos almas: la espiritual de los creyentes de siempre y la digital de los de ahora. Los hombres endiosados digitalmente seríamos – según Harari – divinidades más parecidas a los dioses griegos que tenían debilidades y limitaciones como las de los humanos normales: “podrían amar, odiar, crear y destruir aun escala muchísimo mayor que la nuestra”11. En esta primera versión, Homo- Deus conservaría la condición individual o unipersonal.

En la segunda versión, en cambio, aparece desindividualizado o impersonalizado pues se trata de “un Internet de Todas las Cosas, que podría extenderse más allá del planeta Tierra para cubrir toda la galaxia e incluso todo el Universo. Este sistema cósmico de procesamiento de datos será como Dios”12.

En este sistema cósmico, los humanos seríamos herramientas para crearlo y acabaríamos fusionándose con él. Ganamos divinidad informática o digital pero perdemos individualidad o personalidad como consecuencia de la fusión con el sistema que, en realidad, es una co-fusión (¿confusión?) un tanto indeterminada o incierta entre la humanidad y la divinidad.

Harari es consciente de que esta divinidad digital evoca otras divinidades como la panteísta, según la cual “todo es Dios”; incluida la naturaleza y los seres humanos (no la tecnología mecánico-industrial). Esta divinidad panteísta, procedente del estoicismo antiguo, está presente en cierta ecología que considera a la naturaleza entera una unidad viva, animada por una especie de alma denominada Gaia. Como tal, la naturaleza es sagrada y, por tanto, intocable, cosa que no ha respetado la humanidad causante de los desastres climáticos. Análogamente a esta deidad panteísta, en la segunda versión de Homo Deus, este se extiende no sólo por toda la naturaleza sino por todo el cosmos.

La religión dataista.

Lo primero que llama la atención (al menos la mía) es el cambio de léxico. En lugar de “religión algorítmica” o de los algoritmos, Harari recurre a la expresión “religión dataista” o de los datos, dataismo. Desconozco las razones de este cambio, aunque es fácil presuponer que los datos son la razón de ser de los algoritmos. Aunque también cabe pensar en la relevancia de la cantidad de datos, como sugieren expresiones como big data o biggest data, una gran masa de datos, que imponen su propia dinámica. Lo relevante de estos algoritmos es su abandono del organismo humano – cuerpo y cerebro - pues son replicaciones digitales del segundo. O, al menos, de una parte suya: la que tiene que ver con la racionalidad y el formalismo y el informacionalismo cognitivos, que organizan los algoritmos implícitos en las sensaciones, los sentimientos y las emociones, y donde las matemáticas juegan un papel decisivo13. Es llamativa la analogía entre el abandono del organismo corporal humano por parte de los algoritmos - el alma digital – y el que tienen lugar cuando el alma se separa del cuerpo en el momento de la muerte, según las religiones tradicionales.

El dataismo espera que los algoritmos digitales acaben por descifrar los bioquímicos y los superen. Ello implica que las leyes matemáticas se aplican tanto a los algoritmos electrónicos como a los bioquímicos. Esta unificación matemática supone un “santo grial científico” que permite “una teoría global que unifica todas las disciplinas científicas”14. Sin embargo el dataismo se “atrinchera” en dos de ellas: la informática y la biología. Si bien admite que “los economistas interpretan cada vez más la economía como un sistema de procesamiento de datos; un mecanismo para acopiar datos sobre deseos y necesidades y transformarlos en decisiones15.

Teniendo esto en cuenta, Harari sostiene que el capitalismo de libre mercado y el comunismo estatal no son ideologías, credos éticos o instituciones políticas en competencia, pues, en el fondo, la competencia lo es entre dos sistemas o métodos de procesamiento de datos: El capitalista lo hace mediante el método de la distribución libre, mientras que el comunista recurre a la centralización, los dos coexisten hoy en el Estado Chino.

Cabe preguntarse si las tres disciplinas aludidas –la informática, la biología y la economía– y los dos sistemas de procesamiento de datos –el capitalista y el comunista– forman parte de la religión de los datos o dataismo. Y la respuesta parece ser positiva si tenemos en cuenta que Homo Deus es un sistema cósmico, omniinclusivo, de procesamiento de datos de estructura matemática.

El dataismo, como toda religión tiene sus mandamientos. El primero y principal es que “un dataista debe maximizar el flujo de datos conectándose cada vez a más medios y produciendo y consumiendo más información”; Harari aclara que como en todas las religiones, el éxito dataista también es misionero16. El segundo mandamiento consiste en conectarlo todo al sistema, y “todo” es “todas las cosas”, no sólo los seres humanos. “Todo debe conectarse a Internet de todas las cosas”17. El frigorífico controlará el número de huevos que contenga y le hará saber al gallinero cuando se necesita un nuevo envío, los coches hablarán entre sí, etc. No debemos dejar ninguna parte de universo desconectada ni bloquear el flujo de datos: cuando la información no fluye ha ocurrido la muerte. Este mandamiento refuerza y amplifica el anterior.

El tercer mandamiento, por su parte, prescribe la libertad de información que, según Harari, constituye el valor superior del dataismo. Pero la libertad de información no debe confundirse con la libertad de expresión, esta es propia de los humanos que necesitan externalizar u objetivar sus deseos, creencias, opiniones, etc., una libertad que incluye la de callarse sobre la propia interioridad. En cambio, la libertad de información no es propia de los humanos, sino de la información misma que debe prevalecer sobre las preferencias, actitudes y creencias humanas. La libertad de información hace que el sistema global de procesamiento de datos se vuelva omnisciente y omnipotente –como el dios judeo-cristiano– por lo que conectarse con el sistema se convierte en el “origen de todo sentido”. La religión de los datos sostiene que cada una de las palabras y los actos de un individuo forman parte del flujo de datos. Lo cual permite que “los algoritmos te observen constantemente y que les importa todo lo que haces y sientes”18, como a los dioses de las religiones tradicionales.