El precio del deseo - Camille Bech - E-Book

El precio del deseo E-Book

Camille Bech

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

«Esa noche, cuando iba de camino a casa desde el teatro, donde se había pasado las últimas dos horas viendo cómo actuaban otras personas, vio que el apartamento de Ulrik en el distrito de Østerbro tenía las luces encendidas. Tenía el manuscrito en el bolso y, de repente, sintió un deseo vehemente de verlo. Le encantaba sentarse en su sala de estar y que él se sentase en el sillón y la corrigiese atentamente mientras ella andaba hacia delante y hacia atrás frente a él y le mostraba su progreso. Casi sin darse cuenta, tocó el timbre con un dedo.»Celia es actriz y está preparando su próximo papel con la ayuda de Ulrik, un experimentado actor mucho mayor que ella. Su relación es estrictamente profesional y sienten admiración mutua por la dedicación que profesan por su trabajo. Sin embargo, parece que hay mucho más que eso y conforme sus clases van avanzando, Celia no es capaz de ocultar el deseo que siente por Ulrik.-

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Seitenzahl: 29

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Camille Bech

El precio del deseo

LUST

El precio del deseo

Original title:

TÆNDT - Begærets pris

 

Translated by Marta Cisa Muñoz

Copyright © 2017 Camille Bech, 2020 LUST, Copenhagen.

All rights reserved ISBN 9788726498158

 

1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

El precio del deseo

 

Cuando Celia recibió su primer papel en el teatro, decidió estudiar sus diálogos con un actor mayor danés. Se llamaba Ulrik, tenía sesentaipocos años, estaba divorciado y era empecinadamente difícil de llegar a conocer bien, según le habían dicho otras personas.

—Bueno, eso no es a lo que voy —había respondido Celia cuando sus amigos y compañeros le habían recomendado que buscase a otra persona.

Había quedado con él un par de veces en los últimos tres meses y les iba muy bien: se complementaban el uno al otro y él se había quedado impresionado con ella, aunque no la elogiase. Habían hecho amistad; ella era seguramente la única persona del mundo que se sentía segura con él, a pesar de haber entendido de qué hablaban sus compañeros, y podrían haber terminado mal si no fuese por el vínculo invisible que los unía y por el hecho de que disfrutaban de la compañía del otro.

Esa noche, cuando iba de camino a casa desde el teatro, donde se había pasado las últimas dos horas viendo cómo actuaban otras personas, vio que el apartamento de Ulrik en el distrito de Østerbro tenía las luces encendidas. Tenía el manuscrito en el bolso y, de repente, sintió un deseo vehemente de verlo. Le encantaba sentarse en su sala de estar y que él se sentase en el sillón y la corrigiese atentamente mientras ella andaba hacia delante y hacia atrás frente a él y le mostraba su progreso. Casi sin darse cuenta, tocó el timbre con un dedo. Se había colado por el hueco de la escalera cuando uno de los otros residentes se había marchado.

—Hola… Ah, es usted. Pase —estaba algo desorientado; no la esperaba y ella se sintió como si le debiese una explicación.

—Sí, estaba por el barrio y vi que tenía las luces encendidas, así que pensé que tal vez podía oírme leer… He estado practicando todo el día. ¿Le importaría, Ulrik?

Su expresión denotó que se sentía derrotado; era tarde y había colocado sus pastillas en la mesa junto a un vaso de agua. Tenía problemas cardíacos. Ella le preguntó si iba de camino a la cama.

—De hecho, sí… Es el tipo de cosas que hace la gente mayor a esta hora.

Él la examinó. Celia tenía un atractivo inusual, con su larga melena rubia y unos ojos azules que cambiaban de tono y reflejaban su estado de ánimo de un modo que hacía que resultase difícil desviar la mirada. Cuando separó los labios carnosos y sensuales para sonreír, le resplandecieron los ojos con una luz que casi le hizo olvidarse de lo que le había preguntado.

—Lo siento —dijo en voz baja y abrió el bolso para volver a guardarse el manuscrito.