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El presente ensayo constituye una aproximación rigurosa a las posibilidades que puede ofrecer la escenificación en el marco psicoterapéutico, a partir de su modelo más trabajado y difundido, el psicodrama, desde una perspectiva integrativa, es decir, que no se ajusta ni circunscribe a los cánones de la escuela propiamente psicodramática o al psicoanálisis psicodramático, sino que abre el juego a su posible uso por otros enfoques psicoterapéuticos, en especial las psicoterapias cognitivas y sistémicas. La obra se divide en cinco partes: la primera de ella dedicada a presentar el psicodrama tal como lo pensó y desarrolló su fundador, Jacob Levy Moreno. La segunda y tercera parte, dedicadas a una presentación minuciosa del método psicodramático y de los recursos técnicos con que se vale para sus propósitos. La cuarta constituye una justificación del uso y aplicación del psicodrama como método atendiendo a los modos más significativos de operar positivamente durante el proceso psicoterapéutico. La última y quinta parte es una aproximación amplia y general al marco epistemológico que orienta la perspectiva integrativa que marca este trabajo.
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Seitenzahl: 167
Veröffentlichungsjahr: 2015
EL PSICODRAMA COMO MÉTODO Copyright © 2015 por MARCELO TOMÁS MARENGO.
Marengo, Marcelo
El psicodrama como método / Marcelo Marengo. - 1a ed. . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2015.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-711-386-0
1. Psicología. 2. Técnicas Psicoterapéuticas. 3. Psicodrama. I. Título.
CDD 15
A Mario, Noemí, Victoria, Belén, Juan e Iván.
A Marta Centi.
A mi madre, hace tan poco fallecida.
A Graciela y Ananké.
Si bien toda modalidad de intervención psicoterapéutica, aún en el caso de tratar con desasosiegos que se prejuzguen menores, está sujeta a los objetivos y a la adaptabilidad a la misma que manifieste o revele el paciente o cliente, es prudente aclarar que la propuesta de este libro se circunscribe a un campo que excluye aquellas psicopatologías que conllevan un alto grado de desorganización psíquica y comprometen el sentido de realidad. El método psicodramático puede y ha sido utilizado en tales casos, pero bajo especificaciones que exceden el alcance de este libro y las competencias de su autor.
Por motivos análogos se excluye el universo de la infancia y la pubertad. La adopción del psicodrama en dichos campos, sean con propósitos terapéuticos o educacionales, demanda la adaptación de métodos, procedimientos y técnicas a la singularidad de tales momentos evolutivos.
El marco general de referencia de este trabajo se ciñe a la psicoterapia grupal de jóvenes y adultos, entendiendo que la misma puede ser complementaria del tratamiento individual, y que puede y a veces debe ser complementada con psicoterapia personal.
El propósito de este trabajo es presentar, explorar y difundir el psicodrama en tanto método, y sugerir e intentar explicar los beneficios que puede aportar la escenificación y representación en el marco del proceso psicoterapéutico (en particular en la modalidad grupal). No es indispensable para ello una consumada familiaridad con el pensamiento de Moreno, pero el conocimiento de ciertas ideas vinculadas a la creación y desarrollo del psicodrama puede facilitar una mejor comprensión del método y los procedimientos psicodramáticos, entendiendo que mejor comprensión (desde la óptica que propone este trabajo) no es una visión más prolijamente acabada y precintada, sino más compleja, plástica y abierta.
Jacob Levy Moreno, creador del psicodrama, nació en Bucarest en 1889, y siendo aún niño, a los seis años, su familia se trasladó a Austria. Estudió medicina en la ciudad de Viena, y se graduó en 1917. Hacia 1913 habría participado en un intento por ayudar a las prostitutas vienesas, dadas sus lastimosas condiciones de trabajo, a organizar grupos de autoayuda. Hacia fines de sus estudios prestó servicio social en el campamento de refugiados Mitterndorf, tarea a partir de la cual habría concebido el desarrollo de otra de sus creaciones, la sociometría, un conjunto de técnicas y procedimientos para estudiar y medir aspectos de las interacciones humanas que se producen en grupos[1].
En 1921 Moreno organizó y dirigió el Teatro de la espontaneidad, experiencia que ha de considerarse fuente e inspiración de la creación de la psicoterapia psicodramática. El teatro de la espontaneidad proponía trabajar sin texto previo, en escenarios abiertos, incorporando el auditorio a la representación. Su objetivo era desarrollar la creatividad favoreciendo la espontaneidad, implicando no sólo al actor sino también al público en la acción improvisada. A partir de dicha práctica Moreno descubrió las posibilidades psicoterapéuticas de los recursos escénicos y el lenguaje corporal.
En 1925 emigró a Estados Unidos y prolongó sus experiencias de teatro espontáneo en Nueva York. Una vez validado su estatus profesional, sus primeras prácticas fueron en la prisión de Sing Sing y en la New York State Training School for Girls. Tras estas experiencias logró cierto reconocimiento y en 1934 publicó el libro Who shall survive?[2]. Colaboró en las universidades de Nueva York y Columbia. Durante una conferencia brindada en un congreso de psiquiatría, en Philadelphia, en 1932, habría sido el primero en introducir la terminología “psicoterapia de grupo”.
En 1936 estableció una clínica psiquiátrica privada e instituto de formación en la localidad de Beacon, unas 60 millas al norte de Nueva York (Beacon Hill Sanitarium), y en 1942 fundó la ASGPP (American Society for Group Psychotherapy and Psychodrama), primera asociación dedicada a la psicoterapia grupal (Blatner 2005a). Desde entonces y hasta su muerte, se dedicó junto a su segunda esposa Zerka Toeman, al desarrollo, enseñanza y divulgación del psicodrama y la sociometría. Falleció en Beacon en 1974.
Para Moreno sin duda el psicodrama fue más que un método, y acaso más que una modalidad o escuela psicoterapéutica. En todo caso una de las columnas de un modelo espiritual, religioso y filosófico que pretendía incluir la psicología, la sociología y tal vez la pedagogía. Gloria Reyes (2005) propone se trata de un paradigma en tanto constituye “una cosmovisión del ser humano y de sus aspectos vitales más relevantes, el cual lleva implícito una epistemología, una forma de conocimiento y de acceder a las distintas dimensiones del mundo social e intrapsíquico. Posee una concepción holística del ser humano y una visión psicosocial de las temáticas de salud mental.”, y un concepto del hombre tal que “ … siendo un ente biológico, psicológico, social y cultural, trasciende además a lo espiritual y lo cósmico”.
Dicha cosmovisión no parece organizada ni sistematizada. En la fe humanista de Moreno convergen, a modo de un collage no siempre integrado, una percepción panteísta del cosmos (de fuentes religiosas y quizá spinoziana), la filosofía del encuentro de Martin Buber, aportes místicos de la tradición jasídica, la teoría de las pasiones de Spinoza, la endopatía estética de Theodor Lipps. Su noción de momento o instante recuerda a Kierkegaard. Reconoce en Bergson a quien introdujo en la filosofía el principio de espontaneidad. Este abanico de fuentes incidentes varía según los autores y las diferentes lecturas que proponen de la empresa moreniana, y suele aludir vínculos con la obra de Kant, Schopenhauer, Marx, Nietzsche, y muchos otros.
En cuanto a Freud, en los escritos de Moreno hay una diálogo controversial insistente y explícito con el psicoanálisis. Moreno se vale en ocasiones de nociones y terminología freudiana para explicar el alcance de sus propios conceptos, a veces como corrección o superación de aquellos. El diván y la asociación libre han sido incluidos y superados por el escenario y la acción psicodramática, y otro tanto ocurre con la sexualidad y la transferencia con respecto a la espontaneidad y el tele. Escribe Moreno: “…la estructura conceptual psicoanalítica (sexualidad, inconsciente, transferencia, resistencia, sublimación) fue sustituida por otra nueva, psicodramática y sociodinámica (espontaneidad, proceso de caldeamiento, telé, dinámica de interacción y creatividad). Estas transformaciones del vehículo, forma y conceptos trascendieron pero no eliminaron la parte útil de la contribución psicoanalítica” (Cukier 2005).
El límite insalvable en esta relación fértil para el psicodrama, lo impone el secularismo y el determinismo psíquico del psicoanálisis: “… el deseo de hallar determinantes para cada experiencia, y para estos determinantes otros determinantes” (Moreno 1993).
Por su parte la obra escrita de Moreno[3] es complicada, no siempre clara, allí se confunden y mezclan a menudo en forma desprolija sus intereses en torno a la religión, la filosofía, la sociología, el teatro y la psicología. Rosa Cukier (2005) reconoce que “…partes de su teoría parecen contradictorias e inconclusas, permitiendo varias interpretaciones”. Blatner (2005) destaca entre las dificultades para la difusión y aceptación del psicodrama ciertas deficiencias de los textos de Moreno: “Los textos de Moreno debían su atractivo a sus preclaros insight nuevos abordajes y brillantes ideas. En general, sin embargo, resentían deficiencias teóricas, eran asistemáticos, no estaban del todo desarrollados y padecían incoherencias, lo que los volvía poco convincente.”. Álvarez Valcarce (1988) señala que la teoría psicodramática carece de una conceptualización organizada, y atribuye ello al menos en parte a la personalidad de Moreno. Montesarchio (1994) apunta: “La ausencia de una teoría orgánica sobre el psicodrama no significa que Moreno haya dejado de establecer algunos principios, pero estos son a menudo ambiguos e indefinidos, y desembocan con facilidad en aspectos metafísicos”.
En el prefacio a la edición brasilera de Psicoterapia de grupo e psicodrama narra Moreno que era su desmesurada ambición de juventud “… no sólo construir una teoría de la personalidad superior a la de Freud –psicodrama- y una teoría social superior a la de Marx –sociometría-, sino construir una teoría cósmica que pudiese desempeñar en nuestra época el papel de Nuevo y Viejo testamentos, del Corán y de las enseñanzas de Buda” (Cukier, 2005).
Paradigma, cosmovisión o teoría, espontaneidad es un concepto nuclear en el pensamiento moreniano. La espontaneidad parece ser para Moreno una facultad epigenética adaptativa que se pone en juego a partir del nacimiento: “… el factor e no es un factor estrictamente hereditario ni un factor estrictamente ambiental”, y ha de situarse en una zona independiente “… influida pero no determinada por fuerzas hereditarias –genes- y sociales –tele-” (Moreno 1993).
Es la facultad que regula y permite la adecuación de viejas respuestas ante situaciones nuevas, y también de producir nuevas respuestas, “… una aptitud plástica de adaptación, una movilidad y flexibilidad del yo, lo que resulta indispensable para un organismo que se desarrolla con rapidez en un medio ambiente que cambia con rapidez” (Moreno 1993).
La espontaneidad se combina con la creatividad. La espontaneidad es propiedad pero también fuente de la creatividad, y ni la una ni la otra son contingentes. Blatner (2005a) propone que para “…diferenciar entre creatividad y espontaneidad, podemos decir que la primera se refiere a la actividad de crear, mientras que la segunda alude a la disposición a crear, el estado mental necesario para ello…”. Y dice Moreno (1993): “La espontaneidad y la creatividad son fenómenos primarios y positivos, y no derivados de la libido o de algún otro impulso animal”. Dios (pensado como ente o acaso como función) es el caso único para Moreno en que la espontaneidad y la creatividad son idénticas, y constituye el valor más elevado en la escala axiológica.
El polo dialéctico de este complejo espontaneidad-creatividad lo constituye la conserva cultural, el arcón de los valores e ideales establecidos, los estereotipos cognitivos, emocionales y comportamentales prescriptos; cuyo aporte evolutivo radica en operar como respaldo y protección frente a situaciones de amenaza, y ser garante de la continuidad de la herencia cultural. Pero el desarrollo de las conservas culturales trae aparejado el deprecio de la necesidad y provecho de desplegar la espontaneidad.
Los conceptos de espontaneidad y conserva cultural se correlacionan y en cierto sentido se contrapesan. La dialéctica conserva cultural-espontaneidad parece asemejarse a la dialéctica instituido- instituyente: “… el desarrollo de la conserva cultural (aunque ella debía su mismo nacimiento a la operación de procesos espontáneos) comenzó a amenazar y extinguir la chispa que estaba en su origen” (Moreno 1993).
Destaca Moreno que el pasado y el futuro percibidos, existen sólo en el aquí y el ahora. El momento presente los contiene. Las experiencias más importantes del pasado se exponen en las vivencias presentes, y no tienen realidad fuera de ellas.
La existencia toda acontece en el aquí y ahora, lo que no es aquí y ahora es nada. Escribe Moreno: “El instante no es una parte de la historia, sino que la historia es una parte del instante” (Cukier 2005).
Acaso se sufra por lo pasado, pero se sufre aquí y ahora. Acaso se padezca por la visión o predicción de un futuro poco promisorio, pero se padece aquí y ahora. No es el presente en donde la existencia cobra sentido, es el presente en y cuando la existencia existe, tenga sentido o no.
La dramatización como medio de expiación, sanación o alivio se vale no de un poder capaz de evocar sentimientos editados, sino del trabajo inmediato sobre las emociones pensamientos y comportamientos que vía las posibilidades que abre la espontaneidad se ponen en juego al momento mismo de la representación.
Para Moreno encuentro es una experiencia original, que implica la espontaneidad y la creatividad, y que acaece en el aquí y ahora. Inspirado en el yo-tú de Martin Buber, el de encuentro es un concepto vital y universal, que trasciende el plano instrumental de las relaciones y del que palabras como interpersonal o interhumano no alcanzan a dar cuenta. Involucra el cuerpo, la mirada, los gestos, el tacto, el silencio. Es una forma de conexión o enlace, cualitativamente distinto a la empatía o la transferencia. Encuentro no se predica de un contacto limitado, de un estar con, sino de una mutua captación y mutua afectación, de un experimentarse entre, que compromete a la persona toda.
Dice Moreno (1993: “Encuentro significa más que una vaga relación interpersonal…. Significa que dos o más personas se encuentran, pero no solamente para enfrentarlas sino para vivir y experimentarse mutuamente…. En un encuentro las dos personas están allí, con todas sus fuerzas y debilidades, dos actores humanos bullendo de espontaneidad, sólo en parte conscientes de sus fines comunes”.
El concepto psicológico de tele se yuxtapone al menos en parte al concepto filosófico de encuentro. El tele es la estructura o la modalidad vincular que emerge de la relación de dos o más personas que por historia y/o situación pueden afectarse una a la otra de manera tal de precipitar cierta interacción afectiva.
Diversos autores destacan que el tele psicodramático no es homologable a la transferencia psicoanalítica. Indica Graciela Piperno (2013): “…algunos psicólogos insisten aún en que todo vínculo es eminentemente neurótico y no toman en cuenta la existencia de lazos que quedan fueran de las depositaciones transferenciales, aquello que Héctor Fiorini llama el Componente Real del Vinculo y Moreno denominaba tele”.
El tele implica una relación real, la intuición y captación “… de las cualidades físicas, psicológicas y morales de las otras personas, si el tele es positivo; o la intuición y percepción de las características reales y actuales que producen rechazo de la otra persona, cuando es negativo.” (González Núñez 1999).
Moreno en tanto sostiene: “La transferencia puede definirse como el desarrollo psicopatológico de el tele, y la empatía (einfuhlung) como su desarrollo afectivo” (Cukier 2005).
Los roles deben pensarse en términos de la propuesta psico-evolutiva que bosqueja Moreno como un patrón de respuestas, y dado que no se presentan aislados, sino en clusters o racimos agrupados por origen, función y/o complementariedad con otros roles, los roles constituyen un repertorio de respuestas. La configuración de los roles antecede a la constitución del Yo, que puede pensarse entonces como un menú de repertorio de roles.
Los roles primordiales se forjan en relación a las condiciones establecidas por las matrices de identidad, que constituyen la placenta social de la criatura humana, cuya prematurización implica un largo periodo de indefensión y dependencia. La matriz es el espacio y molde contenedor y delimitante que permite y orienta la creación y el desarrollo de los roles.
Moreno plantea dos matrices de identidad desde el nacimiento y hacia el logro de cierta autonomía y el ejercicio de la misma (distinción entre realidad y fantasía, adquisición del lenguaje, independencia locomotiva, sociabilización extra-familiar). La primera de ellas es la matriz de identidad indiferenciada, caracterizada por la imposibilidad del recién nacido de diferenciarse de su madre y su entorno. Una segunda fase, denominada la matriz de identidad diferenciada, se instala progresivamente a partir de que la criatura comienza a distinguir entre Yo y No-yo, y a reconocer en la madre (o en el portador de la función materna) a un otro, y a reconocerse a sí mismo como un uno en un mundo con pluralidad de elementos.
La tercer matriz corresponde al conjunto de las moldes sociales: la familiar, la escolar, la vecinal, la laboral. Se trata de las redes interrelacionales comunitariamente reconocidas y que por ello mismo proveen modelos más o menos consumados para el desarrollo y pulido de roles. Este racimo de matrices sociales es posible a partir de la bisagra que constituye la capacidad de distinguir lo que es fantasía de lo que es real. El antes y el después de esa bisagra los denomina Moreno primer universo y segundo universo respectivamente.
Las matrices operarían como campos forjadores de una secuencia evolutiva: la primera correspondería a un momento sincrético inevitable para la subsistencia debido a la prematuridad de la cría humana, la segunda a una fase de inicio y primer tiempo de la individuación, la tercera como propulsora del proceso de socialización también indispensable para la constitución del self.
Tres tipos o pautas de roles vincula Moreno a este modelo evolutivo. Los roles psicosomáticos, a partir del nacimiento mismo y durante el trascurso del primer universo, que se apuntalan en las demandas fisiológicas que requieren ser satisfechas para subsistir. Y los roles sociales y psicodramáticos, cuya discriminación no es clara. Escribe Moreno (1993): “De la brecha entre realidad y fantasía surgen dos nuevos conjuntos de roles. Mientras aquella no existía, todos los componentes, reales y fantásticos estaban fundidos en una serie de roles, los roles psicosomáticos. Un ejemplo es el papel de ingeridor. Pero de la división del universo en fenómenos reales y ficticios surgen gradualmente un mundo social y un mundo de la fantasía, separados del mundo psicosomático de la matriz de identidad. Emergen ahora formas de representar roles que relacionan al niño con personas, cosas y metas en el ambiente real, exterior a él: y a personas, objetos y metas que él imagina son exteriores”.
Una posible distinción, quizá avanzando más allá de lo sugerido por Moreno, es atribuir a la configuración de los roles sociales predominio de los patrones comunitarios y culturales, y a la configuración de los roles psicodramáticos predominio de los procesos psicológicos idiosincrásicos. El ejercicio de la faz psicodramática del rol es el que aportaría mayores posibilidades de poner en juego la espontaneidad y la creatividad, pero la interacción y la recíproca influencia entre estos dos tipos de roles ha de ser permanente, y la atribución de efectos específicos a una modalidad de rol determinada puede resultar equívoca o simplista.
Las posibilidades terapéuticas de la dramatización, al menos en parte reveladas a Moreno por y durante el desarrollo y la práctica del Teatro de la espontaneidad, configuran la base de la terapia psicodramática, y permiten caracterizar al psicodrama como una modalidad de psicoterapia centrada en la escenificación y representación por parte del paciente o cliente de situaciones de su vida, reales, posibles, imaginarias; pasadas, actuales o anticipatorias; con la finalidad de comprenderlas mejor, desarrollar y ejercitar la espontaneidad, es decir, descubrir y ensayar nuevas formas de comportamiento, y posibilitar un reconocimiento y expresión de las emociones asociadas que facilite la catarsis.
El teatro, al menos en la forma dramática de tragedia, siguiendo a Aristóteles, facilita mediante la experimentación vicaria de emociones como la compasión y el temor cierta catarsis o purificación psíquica del espectador, al permitir purgar al menos en parte lo desmedido o inconveniente de las pasiones. Desde una perspectiva neurobiológica sostiene Damasio (2000) que la suspensión o resolución súbita de una situación penosa induce bienestar y satisfacción: “Hitchcock se forjó una carrera brillante sobre la base de este sencillo arreglo biológico, y Hollywood no cesa de aprovecharlo. Nos guste o no, sentimos alivio cuando Janet Leigh deja de gritar y se aquieta en la bañera. En lo tocante a la emoción, es difícil escapar al escenario que nos preparó la naturaleza”.
Moreno propone pasar de esta catarsis pasiva a una catarsis activa, subir el espectador al escenario para multiplicar sus efectos: “… libres de la restricción de un libreto e improvisando a partir de los predicamentos reales de su vida, los actores experimentarían una catarsis aún más profunda y fructífera” (Blatner 2005a).
