El senado de las almas - Andrés Francisco Ortíz - E-Book

El senado de las almas E-Book

Andrés Francisco Ortíz

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Sebastián tiene pasión por la astronomía y es uno de los miembros del directorio de la Banca Mercantil, cuyo presidente y máximo accionista es Ernesto, amigo íntimo, quien hace unos pocos años lo convocó para trabajar con él. El Banco sufre una defraudación urdida por Jonte, dueño de la empresa de seguridad informática contratada por el Banco para protegerlo. A partir de ese momento, Mariana (la novia de Sebastián) junto a ellos dos intentarán desentrañar el fraude. En sus observaciones del cielo, Sebastián descubre una nueva estrella variable: Senatus Animorum (Senado de las Almas) . Imagina que allí han ido todas las almas de los justos que habitaron la tierra y descubre y describe en un cuaderno los diálogos entre los Arke (alma en griego). A lo largo de la novela esos diálogos se suceden conforme las vivencias que tiene que afrontar Sebastián y sus compañeros. Entre ellas, intentar establecer en el mundo una instalación cibernética inmodificable para eliminar la economía en negro y los paraísos fiscales. Lo logran con el apoyo de famosos hackers como Assange. Cuando van a ser enjuiciados por el Comité de Seguridad de la ONU, reciben el amparo del Papa Francisco.

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Seitenzahl: 230

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Andrés Francisco Ortíz

El senado de las almas

Ortiz, Andrés Francisco El senado de las almas / Andrés Francisco Ortiz. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2906-0

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

CAPÍTULO I

CAPÍTULO II

CAPÍTULO III

CAPÍTULO IV

CAPÍTULO V

CAPÍTULO VI

CAPÍTULO VII

A todos los que lucharony luchan por la emancipación de lospueblos y la igualdad de los seres humanos.

¿A dónde van las palabras que no se quedaron?

¿A dónde van las miradas que un día partieron?

¿Acaso flotan eternas,

como prisioneras de un ventarrón?

¿O se acurrucan, entre las rendijas, buscando calor?

¿Acaso ruedan sobre los cristales,

cual gotas de lluvia que quieren pasar?

Acaso nunca vuelven a ser algo?

¿Acaso se van?

¿Y a dónde van?

¿A dónde van?

¿A dónde va lo común, lo de todos los días?

¿El descalzarse en la puerta, la mano amiga?

¿A dónde va la sorpresa, casi cotidiana, del atardecer?

¿A dónde va el mantel de la mesa, el café de ayer?

¿A dónde van los pequeños terribles encantos que tiene el hogar?

¿Acaso nunca vuelven a ser algo?

¿Acaso se van?

¿A dónde van?

Silvio Rodríguez.-

¿A dónde van las almas de los justos, que habitaron la Tierra?

¿Acaso nunca vuelven a ser algo?

¿Acaso se van?

¿Y a dónde van?

¿A dónde van?

CAPÍTULO I

Si uno lo piensa, la observación del cielo tiene que ser tan antigua como la civilización misma. Es sabido que las primeras culturas identificaron a los astros con dioses, y les atribuyeron la capacidad de influir sobre la vida de los hombres. Tal conclusión no es antojadiza, porque el cielo muestra una regularidad y una permanencia que está muy lejos de las mudanzas humanas. Lo que cualquiera de nosotros ve una noche estrellada, es prácticamente lo mismo que vieron nuestros antepasados: los que oyeron de labios de Jesús el Sermón de la Montaña, los que habitaron Tenochtitlán, los que construyeron la Muralla China y las pirámides de Egipto, los que acompañaron a Alejandro Magno, los que cruzaron el océano con Cristóbal Colón, los que sufrieron la esclavitud, los que recitaron por primera vez la Ilíada, los que hicieron la revolución francesa, los que lucharon al lado de San Martín, en fin, los hombres originarios que hace miles de años abandonaron Africa y empezaron a esparcirse por el mundo. Es una sensación grandiosa de inmutabilidad y permanencia que perfectamente describió Kant cuando dijo que había dos cosas que llenaban su ánimo de admiración y respeto: “el cielo estrellado por encima de mí y la ley moral dentro de mí”. Una intuición de eternidad, que siento desafía a lo efímero de la vida cotidiana, y aún a la propia muerte.

Pero yo, Sebastián Otero, que soy un apasionado astrónomo, además de ocuparme de otras labores menos interesantes, sé que el cielo está muy lejos de la quietud. Las estrellas lo cruzan de este a oeste cada noche. El sol no tiene siempre la misma altura en las distintas épocas del año: Hay estrellas que dejan de verse durante meses, como hay otras que se ven siempre. Además, no todos los astros se mueven en bloque. El sol y la luna a veces coinciden, otras se separan y a veces se alinean con la Tierra y provocan eclipses. Es obvio que ambos se mueven por su cuenta y cambian de posición durante el año respecto de las estrellas. Existen otros puntos brillantes que tampoco se mueven solidariamente con ellas, y a medida que pasa el año cambian de posición sobre el fondo estrellado, vagabundeando entre constelaciones, sin respetar el movimiento uniforme y previsible de ese gran telón que cumple su impresionante ciclo anual alrededor nuestro.

La contemplación del cielo da deseos de explicar el mundo. Es parte del continuo intento de contestar a las preguntas, que en principio se hizo algún antepasado nuestro, en la entrada de su caverna mientras miraba la noche hostil, al amparo de un fuego encendido, mediante la chispa que emerge del golpe perfecto de dos piedras de silex, esperando el alba que traiga la nueva esperanza.

La luz del día que ingresaba por el amplio ventanal del salón, iluminaba la cabeza calva del disertante. El hombre hablaba pausadamente, como quien dispone de todo el tiempo del mundo. Se había desviado del tema central del libro que estaba presentando, y como de la nada apareció en su alocución el tema de la muerte.

Mariana me miró. Sé que le molesta la jactancia de los agnósticos. El catedrático citó a Voltaire, quien dijo “el hombre es el único animal que sabe que va a morir”; y preguntó al auditorio cuál era la consecuencia de tal aserto. Nadie se atrevió a responder. Entonces prosiguió: “esa cruda realidad es lo que hace que sea el ser más angustiado de la Tierra. Desde que el hombre se abrió a ese horrible conocimiento, no consigue restablecer su paz interior, y su pena lo agobia desde la prehistoria. Al comienzo, supuso que nadie moría, sino como resultado de una agresión externa. Así como él mataba animales, “alguien” mataba a los hombres. La muerte natural era inexplicable. Entonces pensó que si a un ser querido no lo hirió la piedra lanzada por otro sujeto, la tarea fue realizada por un Espíritu. Los espíritus empezaron siendo malos, homicidas y había que controlarlos mediante ofrendas y ritos. Cuando resultó insuficiente, se pensó en otros espíritus, pero buenos que obtendrían mejores resultados. Se estructuró así el campo del Bien y del Mal, de la vida y de la muerte, de la luz y las tinieblas. Más adelante se concibió la vida ultraterrena, y entonces la muerte dejaba de ser definitiva para transformarse en un asombroso cambio de escenografía. Como el consuelo no alcanzaba, apareció la perspectiva impresionante de la Resurrección”.

Mariana se removió en su asiento, y yo la miraba de reojo para ver la expresión de su rostro. Mariana es mi compañera de vida. Es cristiana, diría anarco cristiana como los primeros seguidores de Jesús. Es culta, inteligente, lúcida y una formidable abogada.

El expositor continuó: “Durante veinte siglos, la cristiandad se afirmó en la esperanza iniciada por el mismo Jesús. Hoy parece que esto tampoco resulta suficiente para muchas personas y se expande la vieja creencia oriental de la metempsicosis, es decir, la transmigración de las almas”. Hizo un notorio silencio que acentuó la atención del auditorio, e insistió: “mi padre, que era creyente, solía decir con humor “la otra vida debe ser muy buena, porque nadie acepta regresar”. ¿Perciben la ambivalencia? El creía y al mismo tiempo dudaba”. Luego secamente dijo “lamento ser crudo como Voltaire, pero hasta ahora la vida en la tierra es la única que nos brinda certezas. Lo demás sirve para poblar de fantasía y leyendas a esta única vida que cada uno tiene como maravillosa bendición. Y nadie quiere dejarla porque sí. Inventamos todo lo que se nos ocurre para imaginarnos que no se acabará. Somos humanos, somos frágiles y mortales. Tenemos hambre de abrigo y amor para soportar la perspectiva ineludible del fin”.

Todavía daban vueltas en mi mente, las tajantes palabras pronunciadas por el catedrático la noche anterior, cuando me encontré frente a la fachada del templo de la Medalla Milagrosa del barrio de Parque Chacabuco. Hacía más de veinte años que no pisaba una iglesia. Era domingo, y Mariana había logrado que la acompañara a la misa de las once, porque según me dijo después quería hablar con el padre Iván, cura del lugar y amigo muy cercano.

Un cálido sol de abril se colaba entre los amplios vitreaux de la iglesia. Mariana miraba hacia la luz que ingresaba al templo, mientras escuchaba con atención la homilía del padre Iván. Yo la miraba y la sentía en ese momento plena y feliz. Era tiempo de Pascuas, y recordé que una vez me había dicho que la melancolía que le producía el otoño le acentuaba la alegría de ser militante de Jesucristo.

-“No todo lo que posea o adquiera un cristiano es suyo de por sí, porque esto depende de la necesidad del otro. El otro que puede ser un empleado, obrero, peón o un desocupado, o un marginado social; que tienen derecho a vivir con la misma dignidad de un empresario, un patrón o un diputado”. El cura Iván prosiguió: “Cabe que este domingo de Pascuas, nos cuestionemos de una vez por todas el concepto de propiedad privada que el capitalismo liberal ha inoculado en nuestra sociedad. Que nos acerquemos a la igualdad de oportunidades que propone la doctrina social cristiana. Para entenderla no es necesario tener fatigosos estudios de economía. Todo lo que hay que hacer es recordar, que creer en Jesús resucitado implica también estar dispuestos a medir nuestros derechos de posesión en proporción directa a la necesidad de los demás”.

Yo escuchaba las palabras de Iván, mientras de reojo miraba las caras de las personas que estaban cerca mío, intentando escudriñar sus pensamientos.

El sacerdote continuó: “Nuestro querido y recordado Papa Juan Pablo II lo definió sabiamente en pocas palabras, dijo que sobre la propiedad privada pesa una hipoteca social. Y hoy es una buena oportunidad para recordarlo, porque Pascuas nos impone igualdad de familia de Dios, administración fraterna de los bienes. Y nos anuncia que la justicia social no solamente depende del gobierno de turno, sino de cada uno, de las comunidad creyente en Jesucristo muerto y resucitado”. Y finalmente dijo: “Jesús es de todos, no sólo de los cristianos. Su vida y su mensaje son patrimonio de la humanidad. No es propiedad privada de predicadores, de doctores de la ley y de eruditos. Sus palabras de vida son para todos. En estos días, he pensado en quienes se han alejado de la Iglesia, decepcionados por formas decadentes y poco fieles al Evangelio, y andan buscando luz y calor para sus vidas. A algunos los conozco de cerca, no sienten a la Iglesia como fuente de vida y liberación. Pero con Iglesia o sin Iglesia son muchos los que viven perdidos, sin saber a que puerta llamar. Sufro cuando les oigo decir, que han dejado la religión para vivir mejor. ¿Mejor que con Jesús? Como me alegraría si alguno de ellos, vislumbrara en estas Pascuas, un camino para encontrarse con él. Que Jesús sea hoy nuevamente para ellos y para todos, la gran noticia que Dios brinda a la humanidad”.

Miré de pronto a Mariana. Sus ojos estaban húmedos, tenían “lágrimas del alma”, como decía mi madre. De esas que nacen en la adhesión interior de quien escucha con el corazón abierto.

Cuando terminó la misa, fuimos al bar de enfrente a tomar café. Después de varios temas, Mariana le contó lo que el presentador del libro dijera la noche anterior.

Enseguida fui objeto de la conversación de los dos.

- ¿Sabés Iván, en quien pensaba mientras escuchaba tu homilía y me acordaba de la conferencia de ayer?

- No- respondió el sacerdote.

- En Sebastián. Aunque la diferencia es que él quiere creer en Dios y no puede.

Yo me puse serio. Mariana sonrió, me acarició el cabello. Iván mientras abría cuidadosamente un sobrecito de azúcar, dijo:

- No olvides que Sebastián ubica sus ojos contra el cristal del telescopio todos los días, y que esos ojos curiosos se elevan todas las noches hacía el cielo, en busca de brillos nuevos en las estrellas y de gases y cuerpos celestes jamás observados. Tal vez esa su manera de buscar a Dios.

Me reí ante esa lúcida ocurrencia.

Luego Mariana nos interrumpió.

- Hace un tiempo soñé con vos Iván. Te oía predicar el Evangelio de Santo Tomás. Estabas en una capilla llena de gente. Leías el Sermón de la Montaña y hablabas de las Bienaventuranzas con una fe tan viva, que los pequeños, los pobres, quedaron entusiasmados y los grandes, los ricos salieron escandalizados.

- Que buen sueño –sugirió Iván.

- Recuerdo eso nada más, siempre me pasa de mis sueños sólo me acuerdo los retazos…Ah también había una pancarta que mencionaba a Angelelli.

- Pobre Pelado.

- ¿Por qué pobre?-dije.

- Porque su martirio fue silenciado.

- ¿Y? insistí.

- Y por eso muchos cristianos ni siquiera lo recuerdan.

A partir de ese momento me quedé en silencio, escuchando el dialogo de los dos.

- Y nosotros no hacemos lo suficiente- insistió Mariana

- ¿A que te referís? Interrogó Iván.

- A que quienes nos sentimos comprometidos con lo que más sufren pasamos desapercibidos en nuestro entorno. Haría falta creo yo, que nos señalaran con el dedo tratándonos de locos y revolucionarios. Haría falta que nos armasen líos, que firmaran denuncias contra nosotros, que intentaran quitarnos de en medio.

- Pará eso que decís es muy fuerte…

- El otro día mientras estaba haciendo apoyo escolar a los pibes de Villa Chica, fui hasta la cocina. Estaba sola y de pronto, al ver en un estante una imagen de Jesús (el Sagrado Corazón) me detuve y me salió decirle: Tengo miedo de estar equivocándome Señor. Tengo miedo de estar satisfecha con mi vidita decorosa, de las buenas costumbres que yo tomo por virtudes, de mis pequeños esfuerzos que me dan la impresión de avanzar, de mis actividades que me hacen creer que me entrego, de mis sabias organizaciones que yo tomo por éxitos, de mi influencia que yo creo transforma las vidas, de lo que doy que esconde lo que no doy…

- Mariana es admirable lo que decís, pero…

- Sería necesario que yo lo diera todo, hasta que no quedara ni un sufrimiento, ni una sola miseria…

- Lo que pensás y decís pertenece a la santidad y no es una verdad para todos, es así, pese a mi condición de cura hay que reconocer que es así

- Se que estoy exagerando, pero estoy cansada de que seamos tan razonables, tan normales que incluimos en la norma de todos los días y sin inmutarnos, que se mueran miles de seres humanos en el mundo por hambre y desnutrición.

- No podemos exigir a cada persona la santidad, basta

conformarse con que sea buena.

- Iván ¿Qué es ser una buena persona? …

- ¿Sabés cuál es tu error Mariana? –dijo irritado. Que seguís pensando que todavía la historia tiene un sentido, una lógica interna de los hechos, una dialéctica. Seguís pensando que hay una verdad hacia la cual se dirige. Y en lo que va de este siglo 21, lo que ocurre diariamente en el mundo te demuestra que lo único que hay es incertidumbre…

- ¿Vos decís que se acabó la historia? Estás del lado de Fukujama .

La miró enojado. Le caía mal que en medio de una discusión Mariana ironizara.

- Lo que digo es por tu bien; después terminás desilusionada con la gente. Y digo bien gente, en este siglo no hay más pueblo hay gente, así livianito, insulso: gente.

- Son los hombres los que hacen la historia, los tiranos, los déspotas, los buenos tipos, la historia es conflicto, es antagonismo…

Iván se calló. En ese momento me pareció oportuno intervenir y dije:

- Tendría sentido si tuviéramos claro que hay una verdad en el horizonte por la cual luchar; pero no hay una única verdad ni pueblo que la comparta. El Poder logró que ya no tengamos sueños compartidos. Nos colonizó nuevamente y lo hizo en libertad y en democracia.

Mariana insistió - Yo igual lucho y espero, porque como dijo el maestro Freire “sólo en la lucha se espera con esperanza”. Y tengo mi verdad…

- La verdad que impera es una creación del Poder. Si yo repito como loro lo que dice el noticiero que establece la agenda de lo que hay que hablar, y creo que lo que digo son “mis ideas”, y no me doy cuenta que soy un tipo de clase media oprimido por un sistema, estoy sonado. Soy un oprimido que piensa y actúa como quiere el opresor.

- Y entonces para vos no hay ninguna salida, nada por hacer…

- Si yo milito: A mi manera.

- Te pasás el día sentado usando la computadora, y parte de la noche mirando las estrellas…

- Pero no estoy todo el tiempo en la computadora ocupándome de transacciones financieras. Milito en el ciberespacio en la Red de Conectores del LIF…

- ¿Qué es eso? Preguntó el cura Iván.

- Es una organización mundial que intenta llevar a la práctica la vieja creencia de que sólo seis pasos nos separan de cualquier otro miembro del género humano. ¿Qué distancia nos separa de quien vive en la parte opuesta del mundo? ¿Cuántos pasos hay que dar para descubrir que si bien de manera indirecta, estamos vinculados con alguien que vive en Lituania o en Nigeria, y que bien podría ser músico, carpintero o paleontólogo?...

- Nunca escuché hablar de eso.- insistió Iván.

- No te preocupés –dijo Mariana. Es propia locura de los hackers…

- ¿No te ha pasado alguna vez que conociste casualmente a alguien, y al rato te enterás que tenían un amigo en común, o el amigo del amigo, o alguien que figura en la agenda de direcciones de ambos?

- Si…dijo Mariana, aún no muy convencida.

- Aunque no nos demos cuenta, todos integramos cadenas con multitud de ramas, no demasiado largas, que unen a casi todo el planeta. Supongamos que uno de nosotros tiene cien conocidos inmediatos. Vos ¿los tenés o no?

- Si claro.

- Bueno, cada uno de los cuales tiene a su vez otros cien: en sólo dos pasos ya estamos hablando de diez mil personas. Con seis pasos se alcanza la cifra de un billón (doce ceros) de contactos mediatos, un número que excede la población mundial…

- Fascinante. Pero que tiene que ver con la militancia política…

- La Red de Conectores del LIF, abreviatura de Libertad, Igualdad y Fraternidad es una alianza cibernética que lucha contra las iniquidades que produce el capitalismo financiero internacional, ilustra acerca de las trampas que envilecen las economías de las naciones. Utilizando el idioma inglés entre los usuarios de Internet, estamos corroborando la hipótesis de los seis pasos. Si esos pocos pasos, nos separan de cualquier otro miembro de la humanidad, podemos en el futuro esclarecer a millones de personas y generar un cambio de conciencia…

- Globalizar la información, para que la mayoría descubra el origen de su miseria…

- Algo así.

- Suena utópico, pero esta bueno que lo hagas.-

Hace diez años que Ernesto y yo somos amigos, y sin embargo, tengo que confesar que él es el único hombre a quien envidio secretamente. El es todo lo que yo no soy. Es esbelto, elegante, cortejado por hermosas mujeres, con gustos clásicos, habla perfectamente tres idiomas. Culto, luce su erudición con la descuidada gracia de un cortesano renacentista. Es calmo, conciliador, sutil, paciente hasta con los pusilánimes.

Nació en la riqueza. Su abuelo fue uno de los fundadores de la Banca Mercantil Argentina. Su padre estableció vinculaciones internacionales y abrió filiales en varios países de Latinoamérica. Ernesto extendió sus dominios y después heredó la presidencia y el bloque decisivo de acciones con derecho a voto. Fanático de la informática, se ha convertido en un hacker muy particular.

Digámoslo sin ambages: somos amigos del alma; pero aún así en lo hondo de mi ser estoy celoso de Ernesto. Es una tarea difícil no compararse, frente a un hombre colmado de tantas gracias. Hasta imagino que podría decirse que su felicidad, es un exceso evidente.

Nos conocimos en un curso acerca de la obra de Sartre, que daba José Pablo Feinmann en el Centro Armenio en el barrio de Palermo. Yo hacía pocos meses había obtenido el título de físico y estaba esperando que me saliera la beca para trabajar en el Instituto Balseiro de Bariloche. Durante los tres meses que duró el ciclo de conferencias, compartíamos el café del intervalo. Así el martes de cada semana previsto para estas charlas de filosofía, fuimos conociendo nuestros gustos e historias de vida. Recuerdo que lo que más le interesó en principio fue mi pasión por la astronomía. El día en que terminó el curso fuimos juntos a cenar al restaurante que está en el primer piso de ese centro; y allí mismo mientras brindábamos con un buen malbec, me ofreció un puesto como secretario de la junta de directores del banco. Yo no podía salir de mi asombro, ni aún cuando mas tarde se lo comenté a Mariana. Finalmente acepté y hoy sigo estando cerca de las matemáticas, pero montado sobre el inescrupuloso juego financiero. La tarea no me hace feliz, pero gano el dinero suficiente como para no cuestionarme demasiado la impensada elección que afronté.-

El cielo reina desde siempre al sudoeste de San Juan. Centurias atrás, según muestra el arte rupestre y las crónicas hispanas, los pueblos de las estribaciones cordilleranas reverenciaban al Sol, la Luna y el planeta Venus, que por esas latitudes refulge como un diamante. Hoy, sobre los faldeos occidentales de la sierra del Tontal, al otro lado del valle de Calingasta, se alza una suerte de adoratorio moderno: el Centro Astronómico El Leoncito, la principal ventana de Argentina al cosmos. Su telescopio es el cuarto del hemisferio austral, con más de dos metros de diámetro y un peso de cuarenta toneladas. Durante todo el año, científicos de todo el mundo lo usan para escudriñar indiscretamente los confines de nuestra galaxia y se ocupan de estudiar el derrotero de las estrellas.

La elección del lugar no resultó casual. El Leoncito tiene uno de los cielos más puros y tranquilos del orbe, trescientas noches despejadas por año, poco viento y bajísima humedad. Y además está dos mil quinientos metros más cerca de los astros, que la superficie del mar.

Me había despertado cuando el ómnibus que nos traía desde la capital sanjuanina, disminuyó su velocidad, para tomar el camino de acceso a Barreal , la comuna más cercana al observatorio a la que pueden llegar esta clase de vehículos, pues así lo ordena la ley provincial de protección del cielo; tan minuciosa en sus prescripciones que el pueblo de Barreal tuvo que adoptar una iluminación no contaminante y los vehículos a los que se permite el acceso al camino que lleva a El Leoncito, deben apagar sus faros en cercanías del centro astronómico.

El mes de octubre es mi preferido. Y más aún desde que lo elegí hace mucho tiempo, para mi visita anual a esta Reserva Natural estricta, a la que se conoce también como el Cásleo. Como la mayoría de los astrónomos que concurrían asiduamente, yo estaba de acuerdo en que las miles de hectáreas que rodean el lugar, sean custodiadas por la Administración de Parques Nacionales para garantizar el goce a perpetuidad de este tesoro natural.

Desde este observatorio sanjuanino, el año anterior había logrado confirmar la existencia de una nueva estrella variable (que modifica su luminosidad en forma periódica), que había descubierto con mi propio telescopio desde la terraza de mi casa en Villa Urquiza.

Cada año cuando nos vamos a San Juan, Ernesto suele quedarse estático durante más de una hora observando el paisaje que se ve desde El Leoncito. Se queda en silencio. Después prorrumpe en comentarios apasionados e inconexos.

- Hay un frenesí en nuestra existencia, Sebastián…Vivimos por fantasías y fragmentos. Hemos destruido el sentido de comunidad y nos hemos condenado a la soledad de las ciudades. Peleamos por cosas superfluas y muchas veces luchamos a muerte para defender lo que no necesitamos. Específicamente nosotros, los banqueros, traficamos en dinero y a la vez desvalorizamos las monedas que acumulamos. Vivo en un jardín amurallado adornado con césped verde inglés y flores regadas por agua más limpia que la que consumen los habitantes de las villas pobres del conurbano de Buenos Aires. Algo hay que hacer…

Nos quedamos en silencio un rato largo. De pronto, volví sobre lo que había dicho Ernesto, y le dije:

- Es tan difícil para cualquier hombre bien intencionado intentar destruir este permanente estado de injusticia en el mundo…me gustaría tener una idea sencilla y genial para hacerlo. Porque tiene que ser sencilla para que todos la comprendan y pacífica…nunca terminan bien las revoluciones violentas.-

- Hay que hacer como Eratóstenes…

- ¿Qué?

- La medición de la circunferencia de la Tierra. Siempre me impresionó de Eratóstenes lo simple de su razonamiento; y lo simple también, de los elementos que usó: una varilla clavada en el suelo, un instrumento para medir el ángulo de la sombra y una caravana de camellos que le sirvieron para calcular la distancia desde Alejandría a Siena…

- Tengo una vaga idea de esa historia, pero no la recuerdo bien.

- Eratóstenes, que era bibliotecario del Museo y Biblioteca de Alejandría, se enteró de que en la ciudad de Siena, al sur de Egipto, durante el solsticio de verano, una varilla clavada en el suelo no proyectaba sombra alguna, mientras en su ciudad sí lo hacía. Inmediatamente atribuyó esa diferencia a la curvatura de la Tierra. Mediante un ingenioso sistema, midió la distancia entre Alejandría y Siena, y teniendo en cuenta que la sombra de la varilla en Alejandría formaba un ángulo de siete grados, calculó a qué longitud debía corresponder un ángulo de 360 grados; el resultado le dio unos cuarenta mil kilómetros, cifra muy aproximada a la actual, obtenida por sofisticados satélites.

- Es increíble…

- Lo que impresiona de Eratóstenes es lo simple de su razonamiento

- Y decís que midió la distancia entre esas ciudades con una fila india de camellos…

- Así fue

- Genial…

Me quedé pensativo. Ernesto me miraba intrigado, hasta que al fin me interrogó.

- ¿En que pensás?

- Mi mente parece una locomotora que no para de imaginar. Pensaba en la caravana de camellos, en la injusticia en el mundo, en la distribución de la riqueza, en las palabras de Jesús de que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”; en idear algo simple y genial para revolucionar el mundo hacia la igualdad. ¿No se te ocurre algo a lo Eratóstenes?

- Pero él quería medir las dimensiones del planeta, no cambiar el mundo.

- Pero yo lo quiero superar.

Las carcajadas de ambos se confundieron en la noche.

Emiliano Jonte es un hombre que no me cae para nada bien. Ya su aspecto me hace sentir mal. Es alto y esquelético, con el cutis color gris como de ratón, una boca fina y amplia como una trampa y ojos negros que no mostraban el menor rastro de humor. Es arrogante, dogmático y desprovisto de todo encanto social. Durante mucho tiempo se lo consideró el intelecto más original en el dominio de la tecnología de computadoras. Había empezado como creador de máquinas para H.P. Argentina; después fundó Sistemas Creativos Incorporados, y empezó a diseñar programas para instituciones, organismos gubernamentales, corporaciones internacionales, bancos, líneas aéreas, policías provinciales. La Banca Mercantil Argentina había asegurado todos los beneficios de la empresa de Jonte, y a su vez ésta ejercía un contralor informático sobre los movimientos del banco. Por esos únicos motivos acepté que esa tarde, me visitara en el oficina.