El túnel de la sucursal - Laura Marcela Moreno Bejarano - E-Book

El túnel de la sucursal E-Book

Laura Marcela Moreno Bejarano

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Beschreibung

Este libro muestra el "Túnel de la terminal" como un espacio de compresión del mundo urbano que está afuera. Una suerte de metáfora subterránea de lo que es la vida urbana de una ciudad como Cali. Un trabajo sobre un espacio micro que devela lo que es o puede ser la ciudad. Un trabajo así hecho, cobra especial importancia en una ciudad que se quiere alegre y festiva, que se proclama cada ocho días al borde del carnaval, y que se ve sometida a revisión desde un pequeño espacio, en penumbra, un recodo que no parece que pueda dar cuenta de esa "luz de nuevo cielo" de la que habla una emblemática canción [Enrique Rodríguez Caporalli].

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El túnel de la sucursal. La velocidad de una ciudad comprimida y acelerada

© Laura Marcela Moreno Bejarano

Cali: Universidad Icesi, 2021

178 pp, 14 x 21,5 cm

ISBN 978-958-5184-30-5 (eBook)

DOI: https://doi.org/10.18046/EUI/rev.3.2021

Palabras claves: 1. Estudios urbanos 2. Sociología 3. Etnografía 4. Cali (Colombia).

Clasificación Dewey: 711 - ddc 21

© Universidad Icesi

Noviembre de 2021, primera edición.

Rector Universidad Icesi

Francisco Piedrahita Plata

Secretaria General

Maria Cristina Navia Klemperer

Director Académico

José Hernando Bahamón Lozano

Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

Jerónimo Botero Marino

Coordinador Editorial

Adolfo A. Abadía

Editorial Universidad Icesi

Calle 18 No. 122-135 (Pance), Cali - Colombia

Teléfono. +57 (2) 555 2334

E-mail: [email protected]

https://www.icesi.edu.co/editorial

Revisión de estilo

Sandra M. Cubillos G.

Diseño de portada y diagramación

Ladelasvioletas - [email protected]

La Editorial Universidad Icesi no se hace responsable de la ideas expuestas bajo su nombre, las ideas publicadas, los modelos teóricos expuestos o los nombres aludidos por el autor. El contenido publicado es responsabilidad exclusiva del autor, no refleja la opinión de las directivas, el pensamiento institucional de la Universidade Icesi, ni genera responsabilidad frente a terceros en caso de omisiones o errores.

El material de esta publicación puede ser reproducido sin autorización, siempre y cuando se cite el título, el autor y la fuente institucional.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Índice

Agradecimientos

Prólogo

Introducción

Contextualizando el paso

Parte ITúnel transeúnte

Capítulo 1. Fugacidad [V= 150 km/h]

Túnel Asfixiante

Túnel sordo y ciego

Capítulo 2. Viaje [V=90 km/h]

Capítulo 3. Atropello [V=20 km/h]

Pausa

Diversidad funcional como defensa a la velocidad

El miedo y la noche

Parte IITúnel ambulante y fronterizo

Capítulo 4. Fronterización de la movilidad

Fronteras creadas desde afuera

El túnel de arriba y el túnel de abajo

Fronteras: espacio finito

La frontera del origen

La noche, las fronteras se diluyen

Conclusiones

Referencias

Notas al pie

Sobre la autora

A las viajeras y viajeros de lo cotidiano.

Agradecimientos

 

 

 

Agradezco al Universo por ser testigo y participe de las coincidencias y conexiones.

Al profesor Enrique Rodríguez Caporalli, por ser luz y guía. Por la escucha, la paciencia y el soporte. Por el aliento y el humor. Por acompañar este viaje y calmar las aguas que a veces inundan y ahogan. A mis padres, por seguirle la corriente a este río caudaloso, pero al mismo tiempo ser piedra y apoyo. Por las oportunidades.

A mi familia en general por ser, estar y orientar. A mis amigas por leerme, escucharme y encarrilarme, principalmente a Isabella Suarez y Daniela Caicedo por el ojo crítico, y a Tania Arce y Verónica Soto por compartir sus viajes pendulares conmigo, haciendo que el sentir individual de lo cotidiano empezara a sentirse colectivo. Gracias a María Isabel Valderrama por ayudarme a acercar este lugar a ustedes a través de sus hermosas ilustraciones. Por contar lo que no se cuenta con palabras, por evocar.

A todos los comerciantes y vendedores ambulantes del túnel, que me hicieron ver el otro lado de la vida urbana, más a allá de la idealización del anonimato y el transitar efímero. Gracias por enseñarme lo mucho que cuesta quedarse cuando todo alrededor se mueve, a plantar en arenas movedizas. Gracias a Gisella Jirado por las múltiples charlas que hacían las mañanas y tardes de observación menos largas y tediosas, por saber la medida exacta del café y aceptar vendérmelo en el termo que llevaba. Por hacer que este espacio fuera un lugar.

A la ciudad, por ser ese puente, ese túnel, esa conexión, siempre abierta a ser visitada. Gracias a Cali por enseñarme a habitar lo urbano. Gracias a los múltiples viajes, que me permitieron ir, pero siempre me dejaron volver y encontrar magia en ese movimiento cotidiano y pendular. A los buses, a los viajeros y viajeras, quienes entendieron desde un principio el sentido de contar este viaje y las diversas maneras de vivirlo.

Prólogo

 

 

 

Aunque la ciudad no es la suma de sus espacios, hay espacios que suman más que otros. El problema está en saber cuáles son. A veces algunos de estos espacios, a pesar de que tienen nombre, son generalmente “no nombrados” a la hora de pensar o de caracterizar la ciudad. El túnel que estudia este trabajo, conocido por muchos como el “Túnel de la terminal”, es un corto trayecto para quien viene de la ciudad y quiere ir casi que a cualquier parte. Es también un modo de entrar a la ciudad, sin importar de donde se venga. Es un espacio para pasar, es mero tránsito o debería serlo.

Este trabajo muestra otra cosa. Su gran apuesta, su gran virtud, es pensar el túnel como un espacio de compresión del mundo urbano que está afuera. Una suerte de metáfora subterránea de lo que es la vida urbana de una ciudad como Cali. Un trabajo sobre un espacio micro que devela lo que es o puede ser la ciudad. Un trabajo así hecho, cobra especial importancia en una ciudad que se quiere alegre y festiva, que se proclama cada ocho días al borde del carnaval, y que se ve sometida a revisión desde un pequeño espacio, en penumbra, un recodo que no parece que pueda dar cuenta de esa “luz de nuevo cielo” de la que habla una emblemática canción.

Laura Moreno vive en Palmira y para ir y venir a la Universidad debió pasar por el túnel innumerables veces, hasta que decidió que el túnel no era solo un lugar por el cual correr en pos del MIO o del expreso que la llevara a Icesi o a su casa, que el túnel era no solo una vía expedita hacia otra cosa, sino que era su puerta de acceso a Cali, una experiencia urbana rica y perdurable. Con precisión, con perseverancia, estudió el túnel, casi que palmo a palmo, lo visitó a las horas menos esperadas, corrió por él con algo de prevención y se perdió en medio de los ires y venires pendulares de los miles de personas que diariamente por él transitan.

A partir de pequeños detalles, a partir de pensar procesos más amplios, Laura reconstruye el pasar y el habitar en el túnel como una forma de estar en la ciudad, como una forma de entenderla. Allí conviven, según las horas y los días, como en el resto de la ciudad, el miedo y el vacío, la precariedad y el olvido, el rebusque y la informalidad. Pero su análisis no es un recorrido por lo escabroso, es un modo de aproximarse a la magia del lugar, a la velocidad y la agitación, a la vitalidad urbana, comprimida en la rapidez de los desplazamientos, en la gritería para hacerse oír, en el pregón fuerte para ofrecer todo tipo de cosas, en la fugacidad del que pasa y no ve nada, el sonámbulo que describe el texto, como en la lenta marcha de aquel que ve el túnel como suspendido, inmóvil, en el cual está todo.

Laura ha puesto en tensión su experiencia por el túnel, no exenta de un cierto romanticismo, de un pequeño enamoramiento que se respira en todo el trabajo y que era indispensable para sumergirse en un claroscuro, que parece tener poco que ofrecer pero que gracias a sus análisis se llena de vida. La tensión de Laura es con el análisis que ha hecho de las percepciones e imágenes que el túnel evoca, para quienes lo recorren, lo recuerdan, lo habitan o lo ignoran. Gracias esa tensión el trabajo de investigación se fue enriqueciendo y complejizando, se activaron y se desactivaron rutas de trabajo, metodologías o simples pistas en pos de un dato que permitiera hacer luz sobre el túnel. Los planos originales que nunca aparecieron, y aún aprender a dibujar sus fronteras, la espacialidad hecha cada día de líneas imaginarias sostenidas con esfuerzo, a trompicones de transeúntes. La posibilidad de revisar los videos de seguridad que no se pudieron ver, a pesar de estar en más de una ocasión allí, a la mano. El reto de abordar a un desconocido, casi siempre de afán, para preguntarle por una experiencia anodina, la pasar por el túnel que quizá recorre desde la infancia como una cosa más, algo que hacer todos los días, sin pensar, en modo automático. Entender porque gusta a algunos ancianos, afrontar al habitante de calle, y resignarse a que para muchos en el túnel solo haya un puesto de trabajo, algo precario, algo cotidiano, poco sublime.

Un elemento muy valioso de este trabajo es que se aproxima a una experiencia cotidiana, propia de sectores populares, por utilizar una expresión ambigua pero evidente, sin caer en la exotización o en la invención de alguna estética. El túnel tampoco es un lugar de resistencia, ni atrás de cada personaje no está la posibilidad de la transformación social. Nada más que el habitante común y corriente de la ciudad, con lo que tiene, con su vida y su imagen del túnel. Esto quizá juegue a veces en su contra. Cierta vocación de notaria de lo ocurrida en el túnel puede restar el brillo que a veces se espera de estos trabajos, así como la ausencia de ciertos adjetivos de moda. Sin embargo, también allí está todo su éxito. Al culminar de leerlo nos hemos aproximado a la ciudad, a otra ciudad que es está misma, que a veces parece que solo poblamos, pero que sabemos que se habita justamente cuando, gracias al trabajo de Laura sabemos que se habita como se habita y no solo se ocupa, el espacio que es el túnel.

Enrique Rodríguez CaporalliUniversidad Icesi

***

Llegué a dudar de la estructura del siguiente texto y de la extensión de los capítulos, del deber ser de este tipo de formatos. Pero la reflexión sobre el campo que dio sustento a la investigación realizada en el 2018, que a su vez le dio vida a este libro, me obligó a ser fiel a la dinámica del túnel y a su acelerada vida urbana. ¿Son demasiados capítulos y subcapítulos y tal vez, incluso, demasiado breves? Sí. ¿Pero así no es la vida urbana? ¿Breve, fragmentada, superflua?

Las dinámicas sociales del túnel del terminal de transporte de Cali se ven reflejadas en este tipo de formatos que, aunque algo extensos, están construidos a partir de varios fragmentos breves y superficiales que construyen el espacio. Por ello, por esa misma brevedad superficial, propia de su razón de ser, fue difícil decidir qué contar de toda esa combinación de pedazos fragmentados.

Entender qué era más relevante para la reflexión académica, qué saber olvidar o dejar de lado, no fue, en efecto, una tarea fácil. De hecho, este texto es fruto del evidente apego que tuve por el campo y de lo que no fui capaz de dejar de lado, reconociendo de antemano, que fui víctima de esta romántica idea de ser fiel al abigarramiento del túnel del terminal de transporte, de intentar mostrar los distintos rincones que lo hacen ser, aunque no siempre combinen muy bien, pero que, en medio de la escasa combinación de múltiples lógicas, estéticas y ritmos, tienen sentido para sus transeúntes y habitantes. La extensión del texto también está conectada a esta idea de intentar decir algo más allá de lo breve que suelen ser las interacciones urbanas y evidenciar no sólo la diferencia sino incluso la desigualdad al caminar y al habitar un espacio público, sin ocultar nunca que en la vivencia sí se siente dicha brevedad.

Tuve la opción de silenciar muchas voces, pero supe en el acto que se perdería la intención inicial de todo el trabajo, y de la naturaleza del espacio mismo. Hacer este texto más breve y, por lo tanto, más amigable, también hubiera podido dar la idea del túnel como un espacio amigable, armonioso y fácil de transitar, cuando para todos y todas no es así. Lo incómodo de leer, pero también, sobre todo, de escribir dentro de tanto detalle, es fiel reflejo de este espacio, lleno de distintas peculiaridades, que llevan a distintos lugares.

El túnel, como la calle misma, es un conjunto de fragmentos casi que inmedibles, y aunque unos fragmentos, más que otros, podrían llegar a servir más una narrativa lineal, la vida urbana no es tan coherente. Encontrar ciertos órdenes no implica necesariamente, dejar de lado lo que le estorba a los habitantes y transeúntes, porque estos obstáculos evidencian las dificultades que presenta la vida urbana.

Es por esto, que es este libro un intento tanto en contenido como en forma, de ser fiel a la conexión con el espacio, como también, de entenderlo a través de las voces de sus transeúntes y habitantes, procurando rescatar lo narrativo del desorden urbano, pero sin intentar negar u ocultar en ningún momento dicho desorden.

Ilustración 1.

Túnel hora pico

Ilustración por:María Isabel Valderrama.

La ciudad es una en tanto territorio ocupado, sistema, totalidad. Y a la vez, paradójicamente, la ciudad es múltiple en tanto espacio recorrido, representado y disputado, es decir, en tanto espacio (desigual y diferencialmente) experimentadoRamiro Segura

Introducción

 

 

 

Después de una hora de viaje en buses urbanos de sur a norte de la ciudad de Cali, por fin Tania y yo ya llegábamos a la parada cercana al terminal de transporte, para coger nuestro bus a Palmira, a cada una de nuestras casas. Caminamos rápido las dos, como por inercia. Después de esquivar unas cuantas raíces de árboles del parque, llegamos al andén. Esperamos junto con un montón de gente a que cambiara el semáforo. Cuando cambió, pasamos y aunque evitándolo, chocamos con la gente que venía del otro lado. Logramos pasar la calle y entramos al túnel. “¡PAN, PAN ALIÑADO, PIZZA Y GASEOSA A DOS MIL!” gritaban unos muchachos a nuestros costados con unas camisas blancas. Alcancé a ver unas pizzas en unas bandejas cuadradas de aluminio, pero no vi mucho más, me concentraba en no chocar con las personas que venían del otro sentido y conectarme con las personas que iban en mi flujo, en mi afán, como en una carretera con una sola calzada, pero en doble sentido. Unos quieren adelantar, otros quieren fluir con el ritmo del grupo como en una gran coreografía. Unos días soy como los primeros, otros días soy como los segundos.

Yo siempre camino rápido en el túnel, es la costumbre. Pero no tanto como caminaba Tania ese día, en ese espacio. Tal vez ese espacio era de caminar en individualidad, porque cuando entré me separé de ella al instante. Ella iba como caballo arriado, como decía mi abuela, mientras acercaba la maleta a su cuerpo con ayuda de sus manos. El túnel empieza con una rampa hacia abajo, y esa misma rampa te empuja a acelerar el paso, pero Tania iba más rápido de lo que habíamos caminado en cualquier otro lugar. Cuando se acabó la rampa y el piso volvió a estar horizontal ya estábamos pasando por el segundo negocio de pizza. Lo noté porque el espacio se redujo de repente y por unos segundos la coreografía que llevábamos se atrasó, se descoordinó, el olor a queso y la temperatura caliente empezaron a tocar nuestros cuerpos.

Vi por un segundo a algunas personas comprando pizzas, mientras no calmaba mucho mi paso para no alejarme tanto de Tania. El túnel siempre me ha parecido un lugar seguro, apenas se entra en él, parece que ya nada malo puede pasar, o al menos no aquello que se podría temer que pase en la calle. Todo el mundo va a lo suyo, mirando y caminando hacia el frente, parece que nadie se va a detener a incomodarte, robarte o siquiera hablarte. Esquivé unos huecos que había en el piso, cuasi cráteres, y Tania ya estaba haciendo ruido con la tapa de lata de más adelante. Después de los negocios no hay mucho con qué distraerse, solo unas pinturas que incluso reflejan el estado mental y emocional con el que a veces pasamos por ahí... Una de ellas dice “indolente”, y pienso, tal vez sí.

Tania y yo no hemos vuelto a pronunciar palabra entre nosotras. Ella solo ha mirado para atrás dos veces para ver que sigo ahí. Cuando por fin llegamos a las escaleras de subida, adelantamos a una viejita y por fin llegamos al terminal a coger nuestros buses. Mientras caminábamos dentro del terminal para buscar la escalera eléctrica le digo: “casi me dejás”. Y ella me respondió: “yo te estaba poniendo cuidado, pero es que vos no te movés. Luego te roban o te hacen algo en ese túnel… Hay que estar atentas”.

No entendí. Yo pensé que caminábamos rápido por llegar rápido a coger el bus, no porque ese lugar fuera de alguna manera peligroso. Yo le dije que a mí me parecía el lugar más seguro del mundo, que yo entraba allí y ya sentía que estaba más cerca de mi casa, “una vez dentro nada te pasa, te lo digo yo Tania que he pasado por ahí a las 10 de la noche. Que miedo te de la calle, pero aquí no pasa nada”.

Toda esta magia y seguridad de la coreografía y el olor a pizza, el pregón de los vendedores y la forma de cocodrilo de los panes, era mucho más clara cuando sólo transitaba por el túnel, diariamente, y convivía con mis pensamientos, todo parecía tan fugaz como en esos espacios de los que hablaba Augé (2000), de esos no-lugares, que eran de todos y eran de nadie. Todas y todos como una multitud íbamos juntos a través del túnel, pero al salir ni nos miraríamos, así hubiéramos sentido temor o confianza en el recorrido junto a esos otros cuerpos. Ese tipo de espacios siempre me han parecido mágicos. Espacios donde se nos obliga a interactuar cercanamente con desconocidas y desconocidos, para luego ni siquiera recordarlos.

Pero con el tiempo todo ha cambiado. Gracias a la mayor frecuencia de mi estancia allí, al permanecer con los comerciantes y la lectura de trabajos urbanos latinoamericanos, empecé a comprender cuán alejado estaba el concepto de Auge (2010) en tierras caleñas, donde al igual que muchas otras ciudades latinoamericanas, los espacios públicos para habitar o para transitar son también espacios de trabajo para comerciantes formales, pero sobre todo informales, dejando en tensión como lo dice Barrientos et al., (2005), el derecho a la circulación y el derecho al trabajo. Vi desaparecer la magia de lo fugaz y me permití observar cómo el trabajo en la calle era “duro” y el espacio no era tan fluido como en ocasiones lo llegué a sentir.

Pero también, sin dejar de ser una transeúnte, he pensado gracias a la experiencia propia, que aún, al ser un espacio de tránsito, de intermedio, no es un espacio vacío de significado y que es posible hablar de él, pero no sólo desde mi propia perspectiva, sino que es necesario abrir la posibilidad de explorar la mente de todos esos cuerpos que solo se ven ajenos en la cotidianidad del túnel. He de recordar que lo que parecía para mí un techo de protección, abrigado por el calor del subterráneo, para Tania era un pequeño hueco oscuro donde le podían hacer daño. A su vez, he de pensar, que los pocos metros que tiene el túnel y la multitud de personas, como también los comerciantes, su pregón y sus panes en forma de cocodrilo, han de ser interpretados y sentidos de diferentes maneras de acuerdo con cada cuerpo y cada historia de vida. Así, empiezo a ver cómo se apagan unas lógicas y emergen otras.

El túnel, entendido como un espacio público dentro de la ciudad, ocupa un lugar muy importante para el estudio social urbano, ya que como lo plantea Sánchez y Domínguez (2014), se puede entender en tanto espacio público, no sólo por no pertenecer a un único privado que controla los comportamientos de los que lo habitan o transitan, sino que también, al ser un espacio de “libre circulación”, se convierte en reflejo de las dinámicas de sus ocupantes, pues deja ver algunas de las maneras en que ellos y ellas ven, oyen y sienten el mundo; su mundo más próximo, sin seguir reglas específicas. Es por esto, que es importante estudiar las prácticas que se producen y se reproducen en el espacio público, como también las narrativas que los individuos generan y cuentan sobre el mismo, de acuerdo con sus vivencias corporales abiertas a comunicarse con el espacio (Delgado, 2002).

El espacio público, sea un ‘lugar’ o un espacio de paso, puede llegar a ser inicialmente funcional, pero también puede implicar vivencias sensoriales significativas para los individuos, vivencias, que nos ayudan a ubicarnos y sentirnos de cierta manera en determinados lugares (Delgado, 2002). Estos espacios llenos de significado, pasan tanto por la vivencia inmediata como por la subjetividad y las historias de vida de cada persona. Y es por esto, por la manera en que las personas viven los espacios públicos, que ellas construyen percepciones sobre ellos al ocuparlos. Percepciones, no sólo ligadas a la funcionalidad obvia del espacio, sino también, ligadas a la parte más comunicativa y performativa, a la manera en que las personas perciben y sienten el espacio.

Por ejemplo, las percepciones y vivencias sensoriales de las personas que utilizan el túnel que comunica al terminal de transporte, han de entenderse dentro de un espacio arquitectónico específico como es el de un túnel peatonal subterráneo, que implica no sólo una luz restringida sino, también, un cambio en la percepción auditiva. De igual manera, el análisis de las percepciones implica saber quiénes son las personas que construyen estas percepciones, si son transeúntes, o si son comerciantes, si su instancia es fija o móvil y efímera, como también la frecuencia en que visitan, habitan o pasan por el túnel, dándole así un papel más protagónico a la particularidad de estar o transitar ahí.

La pregunta por la subjetividad al habitar espacios públicos ha sido trabajada por varios autores, desde distintas apuestas tanto epistemológicas como metodológicas. Un ejemplo de esto es Irving (2013), quien se pregunta por los pensamientos que le son evocados a las personas, mientras atraviesan diariamente un puente en Nueva York. El autor no les pregunta específicamente por el puente mismo, ¿qué se piensa de él? o ¿cómo le parece?, sino que solamente deja que las y los transeúntes narren los pensamientos que se les vienen a la mente, al mismo tiempo que transitan el puente, sean sensaciones, historias propias o ajenas, incluso pensamientos aleatorios, porque para el autor estas narrativas dan cuenta que el recorrer un puente, una edificación específica que teje una experiencia entre el cielo y el mar, a su vez, desarrolla una experiencia en relación específica de la mente, el cuerpo y la construcción arquitectónica. Por otra parte, está Silva (2006), quien realiza una combinación entre narraciones y encuestas para construir un croquis de las ciudades según las imaginan sus habitantes, evidenciando el intercambio entre lo común, lo diferente y lo desigual en las maneras de imaginar la ciudad.

Aunque Irving (2013) realiza un trabajo muy interesante y complejo con los relatos, se adentra más en la subjetividad, sin preocuparle mucho construir percepciones consistentes del espacio público –el puente– que los sujetos habitan, por lo que no puede configurarse como un base de este trabajo. Pero sí, claramente, como una inspiración para conectar con la idea de utilizar los lugares como herramientas de evocación.

Silva (2006) por su parte, en su labor de descubrir las ciudades imaginadas, llega a la teorización, planteando que el espacio urbano va más allá de lo físico y se da más en lo imaginado, define una condición ciudadana con independencia de la referencia material, donde lo cultural se convierte en sinónimo de urbanización. Lo urbano (el espacio público urbano) entonces, según Silva (2006), no es algo meramente físico, es algo más abstracto. Es la interiorización de los espacios y las respectivas vivencias ocurridas en ellos por parte de los ciudadanos, que se da través de su intercomunicación social. Lo que nos hace ver, que la ciudad es, se configura y se transforma no tanto por sus espacios físicos, sino por sus habitantes y el comportamiento encaminado por sus percepciones. El territorio a pesar de ser distinto para cada persona, sigue siendo aquel donde habitamos todos y todas a través de –una extensión lingüística– unas percepciones que tenemos de él.

De este modo, el túnel del terminal puede contar historias de aquellos que viajamos desde y hacia Cali en un intercambio constante entre buses municipales e intermunicipales –debido al lugar donde se encuentra y el acceso que ofrece–, hablando de un lugar que se encuentra geográficamente en Cali, pero puede llegar a significar mucho más para aquellos que no son de Cali o no son solamente de ahí. Por otra parte, es importante preguntarse por las percepciones tanto de esos personajes que van con el flujo constante de peatones, como también, de los que deciden quedarse fijos en medio del constante movimiento: los comerciantes, que hacen del túnel, parte de lo que es, parte de su sonido, de su olor, de su vista, etc., que hacen que en ocasiones una se pregunte si el túnel del terminal es mucho más que un mero lugar de paso, que puede contar historias desde y más allá de lo efímero.

Para llevar a cabo el ejercicio investigativo que apoya este libro, se intentó construir este espacio desde narrativas personales, de percepciones en casos específicos como los mostrados por autores como Irving (2013), como también, donde se intentaron condensar dichas narrativas en percepciones que lograrán atravesar diversas subjetividades y al mismo tiempo lograrán dar cuenta de lo común del lugar. Aunque en un principio se intentó relacionarlos con variables identitarias como sexo y grupo de edad, intentando superar el anonimato homogéneo de los transeúntes, no siempre fue posible, de hecho, la mayoría de las veces no lo fue.

Escribir sobre un lugar que para muchos es tan cotidiano que no se narra y hacer que las personas hablen de él no siempre es tarea fácil, así que decidí intentar irme por el camino de la evocación. Si bien la mayoría de las personas que han dejado sus palabras aquí, no tenían mucho que decir sobre el túnel en un principio, sí ampliaron su narrativa sobre el mismo cuando empecé a preguntar por sus sensaciones al recorrerlo y vivirlo, qué era lo que quedaba en ellos, cuáles eran esos esbozos de memoria corporal y ello, qué tipo de percepciones construía.

Por lo cual, la realización de la investigación que dio vida a este libro implicó un diseño metodológico con un enfoque cualitativo y de carácter exploratorio, ya que no existían muchos trabajos en ese momento que se preguntaran por las percepciones de un lugar de tránsito, no sólo desde las prácticas e interacciones sociales, sino también desde las vivencias sensoriales, por lo cual, no hubo un patrón, una guía o un diseño metodológico establecido de cómo acercarme al fenómeno.

Realicé observaciones en el túnel del terminal sobre las prácticas tanto de los comerciantes como de los transeúntes y sobre cómo se generaban interacciones que los juntaban a través de la venta de comida o de cualquier otra mercancía, de diciembre de 2017 a julio de 2018. Pero no sólo me interesó saber qué hacían las personas dentro del túnel, sino la manera en que significaban esas acciones, por lo tanto, intenté saber qué pensaban ellos y ellas de sus experiencias en su interior.

A los comerciantes los abordé desde entrevistas semiestructuradas, con el fin de conocer su narrativa acerca de la manera en que experimentaban y habitaban el túnel, siendo ellos y ellas, personas que permanecen en el espacio por prolongados intervalos de tiempo, mientras observan y en ocasiones interactúan con flujos constantes de personas en tránsito, logrando algunas veces, detenerlo ofreciéndoles productos alimenticios como panes o pizzas. Así, a través de la entrevista semiestructurada se pretendió comprender cómo sienten, en su puesto fijo estas personas, la gran cantidad de movimiento que los atraviesa, o si, por el contrario, no lo hace.