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Coincidir con alguien entre 7000 millones de personas en el mundo ya es todo un tema, pero tomarse de la mano con ese alguien es todo un milagro. ¿Qué fuerzas universales nos dejan parados uno frente a otro? ¿Será casualidad, estará escrito, será el destino? Lo cierto es que, después del primer encuentro, muchas cosas pueden pasar sin saber qué vendrá al día siguiente. ¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste, cerrando los ojos, el aroma del café? ¿Cuándo disfrutaste ese aroma pensando en el ser amado, en tu propio amor? El último incendio puede ser en cualquier momento, puede ser en cualquier circunstancia, pero hasta que llegue se vive con todas las dudas, con todas las virtudes. ¿Lorena y Antonio serán capaces de vivir con intensidad, siendo libres para brindar el alma? La vida es un riego que merece ser vivido, me pregunto ¿estamos dispuestos a correr ese riesgo? ¿Qué respuestas buscamos a la cantidad de preguntas que nos hacemos? En esta pequeña obra, sus protagonistas deambulan entre cosas comunes y espirituales, entre querer y poder, entre las casualidades y los caprichos del destino.
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Seitenzahl: 79
Veröffentlichungsjahr: 2024
Alejandro Victor Brullo
Brullo, Alejandro Victor El último incendio / Alejandro Victor Brullo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-4708-8
1. Novelas. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo
Dos años atrás
Agradecimiento
Nunca pude ser tuyo ni tú pudiste ser mía.Pero qué hermoso ser de los dos
Tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro. Confieso que, con este, mi primer libro cumplo con todo lo que se dice que tenemos que hacer. Que todo fue un gran desafío.
Tengo cuatro hijas maravillosas a cada una las miro como algo único e irrepetible, me atrevo a decir y afirmar que dentro de toda esa complejidad que es atravesar la vida teniendo hijos fue y es el mejor de los aprendizajes. Lo grandioso es que aún sigo aprendiendo de ellas.
Magníficas personas con miradas totalmente distintas y entre todo ese combo me queda contemplar cada una de sus hermosas diferencias, vivo embelesado por ellas.
Plantar un árbol, tal vez la parte más sencilla. Digo, tal vez, ya que no solo fue plantarlos también regarlos y cuidarlos, con todo ello, los dos limoneros dieron sus frutos. Esos frutos que disfruté en alguna comida o alguna infusión.
Escribir un libro, el primero de lo que espero sean otros tantos. Esta es mi primera obra, debí sortear muchas dificultades, la primera fue creer en que lo podía hacer, otra fue disfrutar hacerlo aunque esta fue la más fácil y otra es que llegara a vos.
Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro no han sido pocas cosas, en realidad fueron muchas, más de lo que podría esperar, con defectos y virtudes, con miedos y acciones para que todo esto pase.
Quiero dedicarle todas estas líneas, el libro completo, a mis cuatro princesas Julieta, Faustina, Luisina y Camila sin ellas no hubiera podido plantar un árbol y mucho menos escribir un libro.
Con amor, Papi.
El silencio fue interrumpido por el ruido de unos pocos cubiertos, habían pasado un tiempo compartiendo un par de sillas en una mesa que parecía gigante para los dos. Lorena y Antonio eran tan diferentes como necesarios.
Pocos pasos de la cocina al comedor, el acarreo de las cosas para cenar, una botella de vino que Lorena disfrutaba cada noche y que él la acompañaba con otra copa para no dejarla sola.
Otro ruido distinto se produjo cuando se destapó la botella, un aroma que traía recuerdos con sabor a uva, con abrazo de brindis, con nostalgia y sueños; porque el vino causa esas cosas, y aunque Antonio no tomaba le producía eso.
Tomaron asiento para compartir la cena, los platos estaban listos Lorena había preparado unas pechugas de pollo con salsa de ciruela y unas ensaladas eran las encargadas de darle algo de color en la noche.
Mientras transcurría la noche se miraban sin hablar, ¿qué estarían pensando los dos?, ¿sería el silencio de las palabras que grita el corazón?, puede ser, el latido de ambos sonaba tan fuerte que era imposible ser callado.
Las miradas fueron interrumpidas por el sonido de una alarma, Antonio era bombero. Se levantó rápidamente de la mesa, besó la frente de ella y cuando estaba por salir de la casa Lorena le dijo:
“Cuidate… que este no sea El último incendio”.
La llegada de Antonio al cuartel de bomberos era esperada por su amigo y camarada, con Guillermo se habían recibido juntos, compartieron cursos, y sin lugar a dudas los momentos y situaciones que tuvieron que afrontar subidos a un camión de bomberos los hacía hermanos.
—¡¡Al fin llegaste!! —le soltó Guillermo.
—Qué hacés chistoso, por lo menos decime buen día —le contestó Antonio.
Después de esas pocas palabras Guillermo lo invitó a una fiesta que se haría en la casa de su novia. No siempre había un motivo especial, como un cumpleaños o cosas así, también les gustaba hacer fiestas para pasar una noche distinta.
Antonio no estaba muy convencido de ir, pero él siempre acompañaba a su amigo cuando este le pedía algo, y esta no fue la excepción, Guillermo le había pedido que no falte, que lo acompañe.
Su amigo le dijo que sí y Guillermo se quedó tranquilo, él sabía que su amigo nunca le fallaba y juntos se pusieron a trabajar en unos equipos del cuartel.
Para los dos, el cuartel de bomberos era su casa, sí, su casa. Pasaban muchas horas trabajando entre los camiones y equipos, ese cuartel que tenía olor a humo por los trajes que usaban los bomberos, no necesitaba ningún otro sahumerio.
Tenía todas las comodidades, vestuario, duchas, dormitorios, una sala para mirar tele, algunas oficinas administrativas y un galpón donde dormían las bestias rojas, esos caballos de acero que volaban como el viento cuando alguien necesitaba de sus servicios.
El cuartel también era la casa de otros bomberos, 26 en total, 5 camiones, a uno de ellos lo llamaban La Nenu, lo bautizaron así porque una vecina del lugar los ayudaba siempre. Ese móvil, era el preferido de Antonio y Guillermo, era el que siempre salía primero.
El teléfono sonó en la sala de guardia y mientras uno de los bomberos hacía un escrito en un papel ellos ya se preparaban para salir, querían ser más rápidos que los bomberos, como decía un dicho popular. Al pie de la unidad y esperando que les dijeran qué pasaba, al ver la risa del escribiente que los vio preparados frente al camión, les dejó saber que era algo tranquilo, pero no menos importante. Se subieron y salieron a la tarea de rescatar un pequeño gato de un árbol.
De regreso al cuartel, con el gatito rescatado la tarde se iba cayendo lentamente, se pusieron de acuerdo para ir juntos a la fiesta y se despidieron como lo hacían siempre, con algún chiste malo y una burla.
Entrada la noche, Antonio se preparaba para ir a la fiesta donde había sido invitado, se bañó, se cambió, se peinó y tal como era su costumbre un jean y una camisa estaba bien, el verano pedía permiso para entrar y no era necesario otro abrigo.
Mientras esperaba la llegada de su amigo, prendió la tele para hacer un poco de ruido.
Había alquilado su segunda casa hacía unos meses. Amplia, dos habitaciones, cocina, comedor y lo que más le gustaba era su living, era su espacio preferido, lo disfrutaba, lo sentía muy suyo. Tenía un equipo de música con el que hacía karaoke, le gustaba cantar. Cantaba o ladraba según el oído del consumidor, pero cuando lo hacía se transportaba a lugares infinitos, esos que solo se alcanzan con la imaginación, con la melodía y las letras de las canciones hacían su propio video clip imaginario.
Sonó el timbre, Guillermo pasó por su amigo para ir a la fiesta.
—Dale loco, dale que llegamos tarde —le dijo Guillermo.
Antonio le contestó con otro: —Podrías decirme hola.
—Vamos a pasarla bien, seguro que te vas a divertir —le dijo Guillermo para darle ánimo.
—Dale, vamos, pero cuando me quiera volver no arranques con que me quede —Antonio lo había dejado en claro.
Se subieron al auto y salieron rumbo a la casa de la novia de Guillermo. Durante el camino charlaron de cosas de bomberos, era inevitable, siempre lo hacían.
Cuando llegaron Antonio le volvió a decir a su amigo que la casa de la novia le parecía gigante, era una casa quinta, tenía un buen parque, un chalet y una pileta.
La música junto con el ambiente anunciaba que la fiesta estaba en marcha. Habían llegado, una vez más, tarde como los bomberos.
Entraron y la novia de Guillermo salió al encuentro de los dos, le dio un beso en la boca a su novio y saludó a Antonio haciéndole saber que se alegraba por verlo.
Algunos de los invitados eran conocidos, pero la fiesta estaba preparada para algo más. Mientras los bomberos, amigos y hermanos se preparaban algo de tomar, la novia de Guillermo se retiró unos minutos y volvió junto a una mujer, Lorena.
Lorena lucía elegante con su vestido largo, flaca, el cabello que se perdía mucho más allá de los hombros y unos ojos con una mirada distinta.
Si alguien dijera que se puede saber de una persona por su mirada no era el caso de Lorena, había mucho misterio en ella.
Cómplices de lo que estaba por pasar, Guillermo y su novia, presentaron a Lorena y Antonio, todo estaba planificado por la anfitriona y su novio. Es que eran amigos en común de ambos.
Antonio miró a su amigo como diciéndole, después vamos a hablar. Pero en principio no quiso quedar mal delante de Lorena.
Algo había llamado la atención de Antonio. Ella tenía una sonrisa gigante como su boca, y eso estaba a la vista, de alguna manera lo cautivó.
Lorena y Antonio se saludaron escuetamente, de forma gentil. Los amigos en común que tenían, disimuladamente los dejaron solos, quién sabe si funcionaría la presentación, algunos dirán que es el destino, y otros dirán que es el destino, pero con ayuda.
—¿Querés tomar algo? —le ofreció Antonio.
Lorena le dijo que sí, que había traído vino. A ella le gustaba particularmente el Malbec, con el tiempo Antonio que no tomaba vino, sabría de algunos gustos de la mujer de sonrisa grande.
La botella estaba cerrada, buscó un destapador, quitó el corcho, sirvió una copa y se la ofreció mirándola a los ojos. Lorena le confesó que no estaba acostumbrada a que otro descorchara una botella para ella. Vivía sola, había pasado por algunas relaciones, pero todo eso formaba parte de su intriga, de lo que no se dejaba ver.