El umbral difuso - Orlando Javier Chamorro - E-Book

El umbral difuso E-Book

Orlando Javier Chamorro

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Beschreibung

Siempre supo que era distinta, y no exactamente por su discapacidad. Además de la lengua de señas, Eva maneja un lenguaje inexplicable que solamente personas con un don especial logran dominar. A través de esta expresión, un extraño ser revelará a la niña oscuros secretos que cambiarán su vida para siempre. La enigmática selva misionera guarda incontables misterios y relatos que divagan entre lo real y lo fantástico. En este escenario, lo que parecía ser el retorno de un chequeo médico rutinario, se convertirá en una pesadilla. De este modo, la protagonista será un ejemplo de resiliencia ante los peligrosos sucesos que se le presentarán camino a su hogar, en la zona de la Biósfera Yabotí. ¿Quién se encarga de los que se atreven a alterar el equilibrio de la naturaleza? ¿Qué ocurre con las almas de quienes encuentran su trágico final en la selva misionera? Eva lo descubrirá mientras escapa junto a su madre de los depredadores más crueles: los cazadores ilegales.

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ORLANDO JAVIER CHAMORRO

El umbral difuso

Chamorro, Orlando Javier El umbral difuso / Orlando Javier Chamorro. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4592-3

1. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de Contenidos

Dedicatoria

Agradecimientos

Breve reseña

PRÓLOGO

Capítulo I — LOS PASAJEROS

Capítulo II — EVA

Capítulo III — ESMERALDA

Capítulo IV — LA ADVERTENCIA

Capítulo V — PITOCA

Capítulo VI — EL PRECIO DE LA SANGRE

Capítulo VII — EL RECOLECTOR

Capítulo VIII — ESPECTROS EN EL MONTE

Capítulo IX — REVELACIONES EN LA CORTINADE ISIPÓS

Capítulo X — CANCIÓN PARA PARTIR

Capítulo XI — EL HABITANTE

Capítulo XII — REVELACIONES

Capítulo XIII — EL LEGADO

Glosario

Dedicatoria

Al niño que nos habita.

Agradecimientos

Al escritor Damián Pereira, por realizar el prólogo de esta obra; a la profesora de Artes y Diseño, Yamila Lukasiewicz, autora de los dibujos de portada, contraportada e interior del libro; a la profesora en Letras, Celeste Belén Chamorro, por realizar las correcciones y la sinopsis correspondiente.

A los lectores de todas las edades que me incentivan a seguir por esta senda literaria; especialmente a las instituciones educativas y bibliotecas que me abrieron sus puertas y me entregaron todo el cariño.

Una mención especial: mi familia, presente en todo momento.

Muchas gracias.

Breve reseña

Querido lector; bienvenido a ese momento tan especial en que un libro nos vuelve a convocar para disfrutar de un nuevo relato.

Misiones, en todos los planos posibles, es una veta de inspiración inacabable y solo debemos dejarnos llevar por los sentidos para tenerla al alcance de las manos. Cada historia de vida, las costumbres, el trabajo y los sueños de sus habitantes, trazan, en gran parte, esa franja y que suelen teñirse con dolor, sangre y amor.

Nuestra cultura tiene vida y se manifiesta en un abanico palpitante y colorido: la danza, el teatro, la escritura, la pintura, la música, nuestras comidas típicas, el idioma o la vestimenta, en la veneración y el respeto de nuestros símbolos patrios, en las distintas religiones y creencias.

Se la palpa en la interacción de las personas entre sí y de estos, con el medio ambiente. Subyace en las leyendas de la región y cobran vida cada vez que las pensamos y exponemos.

Se nos ha dado la responsabilidad de preservarla. Somos poseedores y guardianes de muchas lenguas, las originarias y de aquellas que atravesaron el mundo para echar raíces en esta tierra roja.

A través de los años, en la interacción con nuestros vecinos de la triple frontera, especialmente con la República Federativa del Brasil, se dio un fenómeno lingüístico único, el “portuñol” o “portunhol” según la grafía portuguesa.

Esa mistura o mezcla de los dos idiomas forma parte de la idiosincrasia de las personas que habitan a uno y otro lado de los ríos y arroyos de la triple frontera, que, en este caso no nos separan, sino que nos unen en invisibles lazos de energía y bravura, pero también, de calma y templanza; características que comparten el hombre y el agua de esta región.

El sociólogo Néstor Osvaldo Perlongher dijo: “El efecto del portuñol, con sus caprichos y sus desvíos, es poético. Hay entre las dos lenguas una vacilación, una tensión y una oscilación permanentes –una, es el error de la otra– en que todo se vuelve posible e improbable”. He aquí, una preciosa veta, y es nuestra. Disfrutémosla.

PRÓLOGO

Quiero agradecer inmensamente la confianza en mí depositada por Orlando al encargarme el prólogo de este libro.

El umbral difuso, en esta obra genial del escritor Orlando Javier Chamorro, podemos ver como conjugan en un todo, leyendas regionales, el terror a eso que no conocemos (que sucede después de la muerte) y la cruda realidad de la frontera misionera. Una frontera que se extiende en casi todo el perímetro de la provincia y donde controlarla se torna un trabajo casi imposible de hacer por la escases de material humano idóneo en la tarea.

En este libro describe con mucha crudeza la realidad que se vive en los confines de nuestra provincia, la lucha diaria por la supervivencia en un entorno salvaje, en donde el ser humano pasa a ser una criatura insignificante. Así como en la ciudad se libran batallas entre narcos por un territorio de venta, aquí en la selva, se libra otra igualmente cruenta entre guardaparques y cazadores furtivos; una realidad que Chamorro describe muy bien. También nos muestra otra verdad, lo duro que es la vida en este entorno casi prístino, apenas conocido. Se demuestran a lo largo de su obra y en cada personaje los valores humanos y también sus bajezas, las miserias que acarrean las adicciones y el esfuerzo por salir de estas que a veces no es acompañado por la totalidad del entorno.

“Cuáles son los motivos que llevan a desatar a la fiera asesina y sanguinaria que llevamos dentro” es la reflexión que hace su personaje principal al ver la tapa de un libro, es la misma reflexión que deberá hacerse usted, amigo lector, durante el discurrir de esta obra… cada uno esgrime su argumento tratando de validar esta acción, pero ¿cuál es el límite? ¿Qué nos diferencia de una bestia? Sin más preámbulos dejo a su criterio esta obra maravillosa…

EL UMBRAL DIFUSO.

DAMIÁN PEREIRA

¡La muerte debe ser hermosa! ¡Descansar en la blanda tierra oscura, mientras las hierbas se balancean encima de nuestra cabeza, y escuchar el silencio! No tener ni ayer ni mañana. Olvidarse del tiempo y los males de la vida; quedar en paz.

Usted puede ayudarme; usted puede abrirme el portal de la morada de la muerte, porque el amor le acompaña a usted siempre, y el amor es más fuerte que la muerte.

Oscar Wilde – El fantasma de Canterville.

El mal aguardaba agazapado,

con la paciencia que lo distingue.

Capítulo I

LOS PASAJEROS

La tempestad, que ya llevaba varias semanas azotando la región, se sumergió en un letargo tenso y expectante.

Esa tarde el ómnibus parecía un fantasma en la soledad del cerro. A la distancia se desdibujaba por el calor del asfalto, desaparecía y aparecía más adelante; luego, una cortina de tibio vapor la eclipsaba nuevamente.

El pasaje estaba compuesto, en su mayoría, por estudiantes que regresaban a sus hogares, estaban sumergidos en sus celulares con los auriculares colocados.

Las señales de las empresas telefónicas eran prácticamente nulas en esa área; todo se reducía a los juegos ya incorporados o a los temas musicales guardados en las carpetas de sus respectivos equipos.

Otra parte del pasaje estaba compuesta por personas adultas que habían asistido a los centros de salud o a las entidades bancarias. Se completaba con una pareja de jóvenes policías, un vendedor de chipas de almidón rellenas con carne picada, de cuya canasta, emanaba el aroma inconfundible del alimento.

Atrás, casi al final del pasillo, la mujer alta y delgada parecía ajena al entorno, tenía la mirada anclada en un punto lejano e invisible; ella y su joven acompañante se ubicaban siempre en el mismo lugar.

La niña, con la frente apoyada en el vidrio, observaba el paisaje que se desplegaba sobre la ruta provincial N°2.

A un lado, serranías con pequeñas parcelas de montes nativos, plantaciones de té, tabaco y yerba, escuelas e iglesias; al otro, el torrente semejaba a una gigantesca ñacaniná que no paraba de crecer. El río Uruguay amenazaba. Ostentaba un color rojizo producto de la incesante descarga de sus afluentes, todos desbordados por la tormenta.

Los ojos de la joven, negros como la obsidiana, denotaban una inteligencia aguda.

Poseía el pelo lacio y de color castaño recortado a la altura de los hombros. Las puntas del flequillo le caían sobre las finas cejas. Cada tanto se quitaba el barbijo y trataba de liberar del mutismo a su mamá haciéndola partícipe de la observación del medio ambiente.

A pesar de que realizaban esos viajes asiduamente y conocían el lugar, siempre había algún detalle, algo distinto o novedoso que despertaba sus ansias de ver y saber.

Cada tanto veía alguna columna de humo saliendo de las chimeneas.

En ocasiones, no lograba divisar las casas pues estas se escondían detrás de pequeñas lomadas o de barreras de árboles añosos sobrevivientes de una extinta selva. “Es humo negro” –pensó– “es por la humedad de la madera”.

Después de varias semanas, la tormenta no amainaba. Había lapsos de engañosa calma, pero siempre regresaba con inusitada furia.

Sobre las delgadas piernas, descansaba un libro que su maestra le había regalado. Era apasionada por la lectura y, el género del terror, su debilidad.

De vez en cuando, bajaba la vista hacia la portada. En ella observaba al lobizón u hombre lobo aullando con furia a la luna llena. Mientras acariciaba con sus delgados dedos el contorno de la amenazante figura, se preguntó: “¿cuáles eran los motivos que llevan a desatar a la fiera asesina y sanguinaria que llevamos dentro?”.

Trazó mentalmente las coincidencias entre esa leyenda y su propia condición. Ella era diferente, como el lobizón lo era para una sociedad civilizada que temía aquello que no comprendía.

Eva había aprendido a lidiar con eso. Controlar la frustración, el enojo, el dolor del cuerpo y del alma. Cada vez le costaba menos, gracias a sus padres y a una perra que llegó, como llegan, en ocasiones, las cosas buenas: de improviso y sin anuncios.

La niña despegó la vista del libro y observó a los pasajeros: gestos, lenguaje corporal, el movimiento de los labios, miradas.

Todo era desmenuzado, analizado y rearmado de nuevo en la mente; entonces podía saber lo que decían, conocer sus estados de ánimo y hasta lo que pensaban.

Pero ¿sabían quién era ella? Existía una ley no escrita que dictaba: “cada uno debía preocuparse de sus problemas y arreglárselas solo”. Eva no estaba de acuerdo con eso. Jamás lo estuvo.