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Este libro, fruto del profundo compromiso del autor con su tradición, ofrece una exploración detallada y perspicaz de temas fundamentales para el pentecostalismo, como el bautismo del Espíritu Santo, la gracia preveniente y la pneumatología. Con un enfoque académico sólido y una pasión palpable por su tema, Canto Encalada aborda tanto las doctrinas clásicas como las tendencias contemporáneas dentro del pentecostalismo, en especial en América Latina. Este libro ofrece una exploración profunda y única de la teología del Espíritu Santo, destacándose por: - Incorporar voces desde los Padres de la Iglesia hasta la erudición contemporánea - Incluir información pertinente tanto de la teología medieval como de la Reforma protestante - Extensa investigación bibliográfica cuidadosa - Hacer un análisis teológico riguroso - Ayudar a entender las complejidades de la doctrina pentecostal - Ofrecer una visión equilibrada y completa de la experiencia del Espíritu Santo Descubre un libro con una valiosa contribución al estudio académico del pentecostalismo, que también sirve como recurso práctico para pastores, líderes y estudiantes de teología interesados en profundizar su comprensión de la obra del Espíritu Santo en la vida y la misión de la iglesia. Con su estilo claro y accesible, En Espíritu Santo y fuego invita a los lectores a reflexionar sobre su propia experiencia espiritual y a explorar las riquezas de la tradición pentecostal en el contexto contemporáneo. Es una obra imprescindible para aquellos que deseen comprender mejor el papel central del Espíritu Santo en la fe y la práctica pentecostal, y para quienes buscan enriquecer su conocimiento teológico con una perspectiva informada y comprometida con la tradición pentecostal. Con su combinación de erudición teológica y pasión por la experiencia espiritual, En Espíritu Santo y fuego se posiciona como una obra de referencia indispensable en el campo de la pneumatología pentecostal.
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Seitenzahl: 675
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Este es un libro que invita a pensar sobre la fe pentecostal y que exige repensar la teología y la espiritualidad a la luz de la Palabra, encarando los desafíos que la realidad actual le plantea al creciente, vigoroso y dinámico movimiento pentecostal. De acuerdo al argumento del autor, como en toda experiencia humana se trata de aprender y desaprender, para volver a aprender bajo el soplo del Espíritu de Vida.
Dr. Darío Lopez, Ph. D, Oxford, Centre for Mission Studies.
En Espíritu Santo y fuego es un libro de fundamentos. El autor ha contribuido un excelente tratado teológico que estoy seguro enriquecerá la teología pentecostal latinoamericana. Es un libro que todo seminarista, pastor y estudioso de la Biblia debe leer.
Dr. Juan Valdés, Doctor en Apologética, Souther Evangelical Seminary.Apologista internacional y co-autor de 100 Preguntas sobre Dios.
He estado siguiendo la trayectoria del joven pastor-teólogo Jorge Canto Encalada por casi dos años desde que nos conocimos por las redes sociales. Este, su primer libro, demuestra su amplio conocimiento de autores que abarcan un gran rango de tradiciones cristianas a través de los siglos. Jorge logra exprimir el jugo de esta gran variedad de fuentes y destilarlo en una copa la cual puede ser entendida y disfrutada por cualquier persona que desea conocer más acerca de la Persona y obra del Espíritu Santo. Escribe de una manera a la vez académica y entendible (el español es mi segundo idioma, y lo pude comprender perfectamente). Jorge es un gran ejemplo de lo que llamo “pentelectual”, un erudito con profundo conocimiento que arde con el fuego espiritual en sus huesos.
Rev. Brian Roden, North Little Rock, Arkansas, EEUU.Master of Arts in Theological Studies.
El viento sopla por donde quiere, sí, pero ¿realmente lo oímos silbar? En este fascinante libro, el pastor y teólogo Jorge Canto Encalada, joven promesa de la teología pentecostal latinoamericana, nos desafía a escuchar “el silbido apacible” del Espíritu. El autor, una inusual, pero valiosa especie de académico con corazón de pastor nos presenta de forma erudita (y a la vez entendible por el cristiano de a pie) la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo como una realidad integral en todo creyente, una que todos estamos llamados experimentar, vivir y disfrutar. Recomiendo la lectura de este libro ¡Personalmente lo he disfrutado muchísimo y ocupará un sitio de honor en mi colección personal y en mis clases del seminario bíblico! ¡Enhorabuena por el surgimiento de este joven erudito pentecostal!
Pastor Fernando Ernesto Alvarado, El Salvador.Licenciado en Estudios Teológicos, actualmente completandola Maestría en Divinidades en MITS.
Ser pentecostal es creer en la vigencia de la experiencia de los reunidos en el aposento alto el día de Pentecostés narrado en Hechos 2. Es sostener que las manifestaciones carismáticas no cesaron, sino que son parte integral del evangelio de Jesucristo para la iglesia de todos los tiempos. Incluye una teología del Espíritu Santo que privilegia su revelación sobrenatural y sus milagros, prodigios y sanidades como parte integral del culto y la vida del creyente y ministro del Señor. La pentecostalidad en un líder aporta seguridad a la iglesia; pero en un joven da esperanza. Celebramos por ello la publicación del libro: En Espíritu Santo y fuego de Jorge Canto Encalada, ministro del Concilio Nacional de las Asambleas de Dios, lleno del Espíritu Santo, con suficiencia doctrinal y experiencial con la persona y la obra del Consolador que el Señor delegó para guiar a la iglesia a toda la verdad. Bienvenida esta obra literaria y su aportación a la edificación del cuerpo de Cristo.
Dr. José Saucedo Valenciano, Palaú, Coahuila.Asambleas de Dios México.
A través de esta obra, Jorge revaloriza los distintivos propios del movimiento que más ha influenciado al cristianismo en el último siglo, agregando con este trabajo elementos hermenéuticos sólidos y necesarios. Este libro se puede definir como técnico, de referencia, en el cual el estudioso de cualquier tradición encontrará aportes significativos, y que además le ayudará a entender las bases epistemológicas de la fe pentecostal. También es una obra apologética, que desarrolla magistralmente la defensa del “evangelio completo”. La riqueza bibliográfica utilizada le permite aportar desde la patrística, pasando por una exquisita variedad de autores de diferentes tradiciones, para llegar a eruditos recientes y vigentes. Su lista de autores pentecostales es notable, demostrando con ello su hábito de gran lector e investigador. Tampoco teme usar los idiomas originales, agregando la rigurosidad exegética necesaria para el tipo de obra que propone. El autor explica simbolismos, paralelismos, temas complejos como la subsecuencia o el siempre polémico evidencialismo glosolálico. Por momentos su trabajo se convierte en teodicea, a veces es un trabajo filosófico, en otros es un testimonio vivo de sus propias experiencias. Como buen pentecostal, el autor utiliza algunos pasajes para narrar su propia historia, pues la hermenéutica del Espíritu afirma: “no podemos callar lo que hemos visto y oído”. Una fe que se vive, que a veces sufre y llora, pero que por sobre todo, infunde victoria, fortaleza y esperanza. Quienes conocemos a Jorge esperamos con entusiasmo este libro, el cual, debo confesar, supera las expectativas previstas. Creo que esta obra representa la “punta de lanza” de la nueva camada de teólogos pentecostales latinoamericanos, quienes están aportando desde la siempre difícil periferia, pero con lucidez, honestidad y sin transar su herencia.
Profesor Elías Chavez Bascuñan, Bachiller en Estudios Teológicos.Licenciado en Estudios Teológicos CET. Los Ángeles, Chile.
Ante la escasez de teólogos pentecostales latinoamericanos, emerge el estigma que nos señala como pragmáticos. El cesacionismo procedente de la Iglesia protestante de la primera hora, generó una fuerte tendencia hasta principios del siglo XX, cuando surge la experiencia espiritual en forma masiva. Los ataques del fuego amigo obligaron al joven pueblo de los desarraigados a hallar fundamentos bíblicos coherentes. Hoy, cuando el abismo entre pentecostales y anti-pentecostales es difícil de advertir, la madurez nos permite incursionar de manera profunda y sin temores en la verdad de Dios acerca del fervor apasionado que lleva más de un siglo encendido. Jorge Canto Encalada investigó sin reservas el tema. Se internó en la discusión de la imago Dei para arribar a la tesis lucana. Tenemos en nuestras manos el tratado, tal vez, más profundo en la lengua española sobre la fe del fuego. Sin dudas, esta obra se hallará como prominente en los estantes de teología pentecostal.
Prof. Edgardo Muñoz. Profesor internacional.Río de la Plata, Argentina.
ENESPÍRITUSANTOY FUEGO
UNA FE PENTECOSTAL INTEGRAL
JORGE CANTO ENCALADA
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 Viladecavalls
(Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
http://www.clie.es
© 2025 por Jorge David Canto Encalada.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».
© 2025 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.
EN ESPÍRITU SANTO Y FUEGO
ISBN: 978-84-19779-56-4
eISBN: 978-84-19779-57-1
Teología cristiana
Pneumatología
Acerca del autor
Jorge David Canto Encalada es ministro, pastor, maestro y escritor nacido en Mérida, Yucatán México el 8 de diciembre de 1993. Con padres pastores pentecostales, creció en una iglesia evangélica pentecostal de las Asambleas de Dios, en donde a los 9 años fue bautizado con el Espíritu Santo en un evento para niños de escuela bíblica llamado: “su poder en mí”. A partir de esa vivencia, desde esa corta edad hubo una lucha por entender la experiencia sobrenatural en él, en sus hermanos y los demás los cristianos y cómo estas se presentan en las Escrituras.
Jorge, a los 19 años deja su ciudad natal Mérida para radicar en la Ciudad de México, donde concluye una licenciatura en ingeniería en audio y producción de música contemporánea. Sin embargo, regresa a la ciudad que lo vio nacer en el 2017 para continuar sus estudios ministeriales y levantar obra evangelizando. Actualmente, se encuentra casado con Vanessa Borges Cen y estudiando una mestría en divinidades en la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios en América Latina. Jorge se encuentra pastoreando y enseñando en diferentes instituciones educativas cristianas, así como presentando conferencias de temas teológicos de pneumatología.
AGRADECIMIENTOS
Primero, quiero expresar mi gratitud a mi Dios, Señor creador de los cielos y la tierra, quien tuvo a bien llamarme por su gracia y entregar a su Hijo precioso por mí cuando no lo merecía. Por siempre estaré agradecido con el Espíritu eterno quien me movió a escribir este material.
En segundo lugar, deseo agradecer a mi hermosa y preciosa esposa, mi morenita, Vanessa Borges, quien ha estado a mi lado en todo momento en mi ministerio, predicando a mi lado, consolándome, y animándome a terminar esta obra, sin su amor y cariño, esto no sería posible.
También doy las gracias a mis amados padres, Jorge Canto Hernández, secretario general de las Asambleas de Dios en México y Susana Encalada Cáceres, pastora de la iglesia Nueva Jerusalén en Mérida, Yucatán, por ser mis guías, mis consejeros y quien han velado por mí desde pequeño. Si no fuese por ellos, nunca me hubiese interesado en la enseñanza de la Palabra y la escritura teológica. Han sido mi motor y mi ánimo para seguir buscando la santidad y perseguir la meta de la vida eterna.
De igual forma, honro la vida de mi mentora Donna Bustos, decana académica de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios, dado que ella fue la que más influenció en mí para amar la obra del Espíritu y buscar más de su llenura. Gracias a Dios por su vida, pues siendo una misionera en México, ha impactado la vida y educado a cientos de estudiantes suyos para permanecer en Jesús y en su preciosa obra.
Por último, pero no menos importante, les agradezco a mis amigos de Teología Pentecostal, un grupo de pensadores que conocí en las redes sociales, pero que se han hecho mis amigos entrañables con los que he tenido las mejores conversaciones teológicas de mi vida. Cada palabra de aliento, ánimo y buenos deseos, lograron que este proyecto se completase.
Bendito sea nuestro Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo por permitirme ver “En Espíritu Santo y fuego” terminado. Un sueño hecho realidad.
Dedicado a Yeihson Alcocer Pérez.Amigo, hermano, ministro y compañero de milicia.Que descanse en paz.
06/12/22
ÍNDICE
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1. Una antropología pentecostal
Interpretaciones de la Imago Dei
Interpretación tradicional
Aspectos generales
El libre albedrío por la Imago Dei
El dualismo antropológico en la ontología humana
Interpretación a la luz del contexto de Medio Oriente
Una breve comparación entre el relato creacional y la literatura del antiguo Cercano Oriente
Imagen y semejanza: una aclaración de los términos a la luz de la literatura del antiguo Cercano Oriente
La Imago Dei a la luz de Pentecostés
Juan 20:22 como preludio de Pentecostés
La comisión es dada por medio de la revelación de conversión
Pentecostés, una inversión de Babel y la entrega del Espíritu de profecía
Pentecostés: la edificación de un nuevo templo
Paralelos del periodo intertestamentario y el Antiguo Testamento
Pentecostés, ¿un nuevo Sinaí?
Jesús como paradigma vocacional de la Iglesia
Excursus. Un quiasmo canónico
Conclusión
CAPÍTULO 2. Una apologética pentecostal
El pentecostalismo no nace del vacío
El desafío de los carismáticos de la Tercera Ola
Imprecisiones en la explicación de Dunn con respecto a la experiencia de Samaria
La fe de los samaritanos no era genuina
La avaricia de Simón el mago es muestra de que su fe era defectuosa
Otras opiniones sobre los samaritanos
Excursus: la conversión, purificación inicial (o posicional) y el Nuevo Pacto en Lucas
Sam Storms y “El lenguaje del cielo”
Crítica a la terminología y la subsecuencia pentecostal
Crítica al motivo de transferencia del Espíritu en la imposición de manos
La experiencia de los efesios, ¿conversión o efusión profética posterior?
Excursus: la impredecible obra del Espíritu
Crítica a la necesidad de las lenguas
Excursus: ¿glosolalia o xenolalia?
La apologética de Lucas en Hechos
El género literario de Lucas y el discurso forense energizado por el Espíritu
Bautizados en el Espíritu para la defensa y la inconformidad
Una señal de precaución para los pentecostales
Conclusión
CAPÍTULO 3. Una integración pentecostal
La glosolalia, una degustación de lo por venir
Dos eras que se traslapan
Excursus: una teología de la cruz en lugar de una teología de la gloria
Gemidos indecibles
El bautismo en el Espíritu Santo como experiencia santificadora
Opinión de algunos teólogos pentecostales
Una pequeña encuesta en Yucatán
Breve historia de la perspectiva de la santificación en el pentecostalismo clásico
Pentecostalismo de Santidad
Pentecostalismo de Obra Consumada
Evaluación de ambos puntos de vista
El Espíritu de Santidad en los Evangelios y en Hechos
El “bautismo” en fuego anunciado por Juan el Bautista, ¿juicio o bendición?
Lenguas de fuego en Isaías. Una teofanía santificadora
El reflejo ético de “los llenos del Espíritu” de Hechos
Conclusión. El bautismo en el Espíritu Santo, una realidad integral en todo creyente
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
PRÓLOGO
Cuanta alegría me dio que mi amigo, el ministro Jorge Canto Encalada, mi amigo “Coco”, pensara en mí para prologar su libro. Es un autor pentecostal que ha emergido con una mentalidad de base y de academia, preocupado por dar una contribución a la teología pentecostal sobre el Bautismo del Espíritu y sobre la llamada “Llenura del Espíritu Santo”.
Al igual que otros seminaristas jóvenes encontró, mientras estudiaba teología en busca de respuestas a la doctrina del Espíritu Santo y de la pneumatología pentecostal, que las opciones académicas eran muy limitadas. La experiencia pentecostal responde más a lo que se recibe, lo que se siente, lo que se experimenta, que a lo que se racionaliza o se estudia. Lo escrito por Stanley M. Horton, de Asambleas de Dios, es una compilación de escritos por varios autores pentecostales, pero no es una teología completa. Myer Pearlman en su Teología Bíblica y Sistemática, nos ofreció a los de tradición pentecostal, una teología de base para entender lo que creemos y afirmamos en nuestras verdades fundamentales.
El autor se acerca al análisis ontológico, donde trata sobre la “imago dei” en el ser humano con la perspectiva de San Agustín y de Martín Lutero. Su posición es que el ser humano en su estado caído y abrumado por sus pasiones humanas, todavía posee la imagen de Dios. Es decir, que el ser humano en su condición depravada, posee la facultad de poder salvarse, siempre y cuando la revelación divina llegue hasta este (Juan 6:46). Por eso dice el autor del presente libro: “La imagen divina por sí sola lamentablemente no es suficiente, la salvación depende de la voluntad de Dios e inicia en él”.
En la soberanía divina el autor la describe así: “La soberanía divina no encuentra contradicción con que exista un deseo de salvación de Dios hacia los incrédulos (Ezequiel 33:11; 1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9) aunque la mayoría de ellos no serán salvos ni le reconocerán y tendrán que ser condenados”.
Mi amigo Jorge Canto Encalada, nos habla de la gracia preveniente y preventiva, la gracia cooperativa y operativa, donde aborda la teología de la definición de la gracia dada por Agustín de Hipona y otros destacados teólogos del pasado.
La postura de la doble gracia, la irresistible y la resistible, para el calvinista es una elección soberana de Dios que tiene que ver con la elección de quien será salvo o no será salvo; contrasta con la postura arminiana que muestra el deseo de Dios de salvar a todos los seres humanos, aunque muchos de esto resistan la obra convincente del Espíritu Santo en el proceso de la salvación.
En este caso, el autor nos hace recordar a todos aquellos que compartimos con las Asambleas de Dios en sus postulados teológicos lo que el libro Teología Bíblica y Sistemática por Myer Pearlman nos enseña:
“Pearlman sostenía en la gracia preveniente llamándola una ‹atracción’ o ‹gracia cooperativa’ lo cual es un distintivo totalmente arminiano: La conversión es una actividad humana, del hombre, pero también constituye un efecto sobrenatural en el sentido de que se trata de la reacción del hombre a la fuerza atrayente de la gracia y la Palabra de Dios. De manera que la conversión se produce mediante la cooperación armónica de las actividades divinas y humanas”.
Excelente el análisis que hace de las veces que el Señor Jesucristo le impartió del Espíritu Santo a los discípulos, preparándolos para diferentes etapas de los ministerios apostólicos de estos.
Como el Cristo resucitado - Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos (Juan 20:21-23).
Como el Cristo ascendido - Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:4).
Para fortalecer su argumento el compañero Jorge Canto nos cita al padre capadocio Gregorio de Niza:
“[Los discípulos de Cristo] pudieron recibir [el Espíritu] en tres ocasiones: antes de ser glorificado por la pasión, después de ser glorificado por la resurrección y después de su ascensión... Ahora bien, el primero de ellos lo manifiesta: la curación de los enfermos y la expulsión de los espíritus malignos, y también lo hace la respiración sobre ellos después de la resurrección, que fue claramente una inspiración divina. Y así también la distribución actual de las lenguas ardientes. Pero el primero lo manifestó indistintamente, el segundo más expresamente, este presente más perfectamente, ya que ya no está presente solo en energía sino ... sustancialmente, asociándose con nosotros y habitando en nosotros” (Sobre pentecostés, oración 41.11).
La comparación y el contraste que el autor Jorge Canto Encalada hace con las lenguas de Babel y las lenguas de Pentecostés, me trajo a la memoria cuando hace décadas el Dr. Cecilio Arrastía le tocó predicar en la instalación de mi mentor el Dr. José A. Caraballo, “El Príncipe del Púlpito Hispano de Nueva York”, en la Iglesia Presbiteriana “La Trinidad” en Brooklyn. El Dr. Arrastía tomó con toda intención homilética como base textual de su exposición, las lenguas de Babel y las lenguas de Pentecostés.
Mi mentor y amigo, el Dr. José A. Caraballo que había sido Vice Supt. del Distrito Hispano del Este de las Asambleas de Dios, fue de tradición pentecostal de pioneros, antes de abrazar la tradición presbiteriana. Un mensaje como aquel era para que este supiera que ahora de pastor pentecostal pasaba a ser pastor presbiteriano, un corte del cordón umbilical de su tradición pentecostal. Yo estaba presente, el Dr. Cecilio Arrastía me había dado clases, mi reacción pentecostal se hizo notar cuando el día domingo posterior prediqué en nuestra congregación un sermón titulado: “Babel Versus Pentecostés”. Que luego se lo entregué al Dr. Cecilio Arrastía, “El Príncipe del Púlpito Latinoamericano”. ¡Una osadía de un joven predicador! A continuación mis notas sermonarias de lo que prediqué por el año 1981, y que mi amigo Coco me hizo recordar:
BABEL VERSUS PENTECOSTÉS
«Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla el compañero» (Génesis 11:7).
«Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen» (Hechos 2:4).
INTRODUCCIÓN: Los críticos de las lenguas habladas por los creyentes pentecostales y otros grupos carismáticos, afirman que las lenguas de Pentecostés fueron idiomas y dialectos (Hechos 2:7-11). Es cierto, en el griego se usa la palabra «glossa» unas cincuenta veces, y siempre se traduce lengua o lenguas. Aparentemente, «glossa» parece referirse a idiomas humanos. Aunque también indica el órgano físico de la boca, así como describe a grupos étnicos (léase Apocalipsis 5:9; 7:9; 14:6). Pero Pablo emplea este término, «glossa, para señalar o identificar, además, la expresión oral estática producida por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:10, 28, 30; 14:2, 4, 5, 6, 39). En este mensaje compararemos las lenguas de Babel y las de Pentecostés, y el resultado del hablar lenguas en el creyente.
I.Las lenguas de «Babel»:
Trajeron confusión.
Fueron una maldición divina.
Dividieron la raza humana.
Contestaron al orgullo y a la vanidad humana.
II.Las lenguas de «Pentecostés»:
Se entendían.
Fueron de bendición.
Unieron a los creyentes.
Contestaron al ruego y a la oración de los creyentes.
Llamaron la atención de los inconversos.
III.Las lenguas extáticas en el creyente:
Evidencian que ha sido bautizado «con» el Espíritu Santo.
Lo ayudan en la oración (1 Corintios 14:2).
Sirven de señal a los inconversos (1 Corintios 14:22).
Hay lenguas de «señal» y lenguas de «don».
A.El que tiene la señal se edifica a sí mismo.
B.El que recibe el don edifica a otros creyentes.
C.El don de lenguas, acompañado por el don de interpretaciones, hace entendible el mensaje inspirado por Dios (1 Corintios 14:4-5).
CONCLUSIÓN: «En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor» (1 Corintios 14:21; compárese con Isaías 28:11-12 y Deuteronomio 28:49) Amén”.
(Kittim Silva. Bosquejos para Predicadores Vol. II. Publicado por Editorial CLIE. Villadecavalls, (Barcelona, España).
Volviendo al libro de mi colega Jorge Canto Encalada, se evidencia la gran preocupación que este siente por su tradición pentecostal y por aquello que nosotros creemos en relación con el Espíritu Santo, la salvación, el Bautismo con el Espíritu Santo y la llenura del Espíritu Santo; para luego abocarse sobre estos temas y hacer aclaraciones teológicas frente a posiciones teológicas, para dejarnos ver que él como un joven ministro, autor, teólogo, quiere responder a lo que nosotros como pentecostales de experiencia no necesitamos explicar o dar muchas razones, porque dejamos todo al asunto de la fe que va por encima de la razón.
Amigo Jorge Canto Encalada, “Coco” para tus amigos, tengo que darte gracias por defender lo que ya nosotros no defendemos, y nos basta con solo creerlo. En las nuevas generaciones de jóvenes pentecostales, los llamados mileniales o post mileniales, se nota que necesitan que se les enseñe sobre el arminianismo y el calvinismo, porque ha resurgido entre muchos una tendencia neo calvinista, que los está llevando a alejarse de su identidad pentecostal y a la vez los calvinistas los distancian de su identidad calvinista.
Esa continuidad, ese puente que construyes entre el Evangelio de Lucas y el libro de Hechos, como una Teología Lucana con énfasis en la pneumatología pentecostal que lleva a la recepción del Espíritu Santo, a la visión mundial, a la misión de evangelizar y la asignación de hacer obra misionera; le da a tu libro un toque misionológico, de compromiso con la Gran Comisión y la continuación del ministerio de Cristo por medio de su Iglesia, como Heraldo de las Buenas Nuevas.
Un dato muy importante es como el autor del presente libro, vincula la entrega de la Ley o la Torah, con el Día de Pentecostés, ayudándonos a ver el Pentecostés experimentado por la primera iglesia en su contexto de la Torah con fines polémicos para reflejar que el Espíritu de profecía reposa sobre la Iglesia. El autor Jorge Canto nos dice al particular:
“Es deducible, que a partir de los Jubileos las nociones de conmemorar la entrega de la Torah en la fiesta de las semanas se haya desarrollado paulatinamente hasta ser la comprensión oficial después del año 70. Lo anterior se atestigua al darnos cuenta que en la literatura rabínica, los primeros en hacer el cálculo de Pentecostés como conmemoración de la entrega de la Ley en Sinaí fueron José ben Halaftá (150 d. C) y después Eleazar Ben Pedath (270 d. C)”.
En la Dodeka o llamado de los Doce Discípulos o apóstoles, Jesús vio a un Israel espiritual, pero en el envío de los 70 discípulos, con las mismas instrucciones que a los primeros, Jesús vio, según Jorge Canto Encalada, el alcance a las 70 naciones gentiles según se concebía como el mundo gentil en la antigüedad.
Otra temática que ha tambaleado a muchos jóvenes, aun ministros de años de experiencia, es sobre el cesacionismo. Muchos de los autores y predicadores que nos exponemos en sus mensajes y escritos, por ejemplo John McArthur, son cesacionistas, y esto ha puesto duda en algunos jóvenes de sus posiciones de continuacionistas, de que creemos en la manifestación del Espíritu Santo con los dones y que estos no cesaron con la muerte de Juan el último de los apóstoles.
El autor del presente libro, Pbro. Jorge Canto Encalada, responde con la espada de Goliat en su mano en contra de la posición de los cesacionistas:
“Esto no quiere decir que tales manifestaciones se reduzcan a solo una cuestión de ‹validación’ de la obra cristiana que fue dada para cierto tiempo pasado y que no tenga nada que ver con nosotros en nuestros días. Tal interpretación está lejos de ser coherente con todo el relato del Nuevo Testamento donde la obra milagrosa de Jesús también tiene que ver con el amor y la caridad. Además, Pablo cree que la Iglesia disfruta de los carismas en espera de la Parousía (1 Cor 13:10); hasta ese momento, los dones del Espíritu siguen siendo importantes y necesarios para que la asamblea cristiana sea edificada. Si en algún modo el poder del Espíritu tiene la intención de validar la obra apostólica, entonces los creyentes de hoy también deben ser investidos con la promesa para ser profetas competentes de los últimos días desde la perspectiva de Lucas (Hch 2:39). Nada, entonces, nos debe llevar a inferir que este texto es una proposición a favor del cesacionismo pues de ninguna forma esta idea es concebida por el autor de Hebreos”.
A todos aquellos que proclaman una “Teología de la Gloria”, el autor les responde con este argumento:
“Los Corintios, ya sea con alguna ‹escatología exageradamente consumada’ o con el deseo de reflejar la gloria de un rey, por medio de la sabiduría y la glosolalia, pecan de la misma manera que los ‹teólogos de la gloria’. Así, los neo corintios de nuestros días, con una altivez por el don que Dios les ha dado, pretenden que el creyente puede escapar del sufrimiento de este mundo y lograr una utopía carismática que lo aleje de las vicisitudes”.
Algo que me encantó de su libro, es cuando cita a su propio padre, el Pbro. Jorge Canto Hernández, mi amigo personal, autor, predicador, teólogo, que declaró estas palabras:
“Así Jorge Canto Hernández dice sobre su ‹teoría del ridículo’ en el ámbito carismático: Por ello las lenguas y las profecías, además de diversos dones, dejan en ridículo cada faceta de la élite almidonada evangélica, así como al propio individuo. Cuando el Espíritu Santo ha zarandeado el orgullo personal… existe arrepentimiento… cultos preciosos, sanidades, milagros… existe avivamiento”. Para Pablo, de la misma manera, los glosólalos no tienen nada de qué jactarse, sino de reflejar su debilidad e inaptitud frente a un Dios grande, que como a israelitas bajo la mano del Faraón, esperan su redención y la manifestación de su Rey en un mundo caído lleno de maldad”.
Esta otra cita del autor Jorge Canto Encalada, que cautivó mi atención y nos pone a pensar sobre nuestra experiencia pentecostal es:
Simon Chan nos aclara ello: Supongamos que alguien tuvo una experiencia de glosolalia. El consejo dado por el evangélico probablemente sería así: “Acabas de recibir uno de esos ‘refrigerios’ que Dios ocasionalmente envía sobre nosotros… Gracias a Dios por el don de lenguas, pero no te limites a él, busca también los otros dones, especialmente aquellos que edificarán la iglesia”. El pentecostal, por otro lado, probablemente aconsejaría así: “Tu experiencia indica que Dios tiene la intención de guiarte a un caminar más profundo con él. Pero esto es solo el comienzo. Si usas el don fielmente como parte de tu vida de oración, encontrarás que es una vía para profundizar aún más tu caminar con Dios. Habrá otras sorpresas a medida que avances, como una nueva audacia para compartir tu fe, o el descubrimiento de la capacidad de ministrar a otros que nunca pensaste que fuera posible. Pero no te preocupes por los regalos. Continúa cultivando tu caminar con Dios usando el camino que Él ha abierto para ti”.
Mi amigo el ministro Jorge Canto Encalada responde a la temática de la depravación humana, doctrina que es uno de los baluartes del calvinismo, citando al el erudito pentecostal Craig S. Keener que declara: “La Biblia a menudo se dirige a nuestra incapacidad para aprehender la verdad divina. Aunque los teólogos entre y dentro de varias tradiciones debaten sobre la naturaleza y el alcance de la depravación total, las Escrituras son claras en cuanto a que la depravación humana afecta nuestra capacidad de percibir la verdad divina. Algunos describen esta depravación como corrupción de la razón; otros especifican una caída de la voluntad que resiste a la verdad divina. Aún otros, incluyéndome a mí, dudarían de que la voluntad y la razón se desenreden tan fácilmente”.
Solo he presentado al lector algunas extrapolaciones de las muchas áreas que abarca el autor del presente libro, con una mente atinada teológicamente, y con una extensa investigación bibliográfica sobre los pro y los contra del Bautismo con el Espíritu Santo y la Llenura del Espíritu Santo, viendo estas acciones espirituales como necesarias en el alcance de la santidad y en el cumplimiento del alcance de las misiones.
Mi amigo Jorge, en su libro, logra tomar una postura apologética y de defensa al movimiento pentecostal, algo que tenemos que aplaudir. Sé que este libro producto de investigaciones y de experiencias tenidas, ayudará al lector para apreciar más su tradición pentecostal. Y a los que no son de tradición pentecostal les ayudará a que puedan apreciar el Movimiento Pentecostal como una experiencia que el Espíritu Santo trajo sobre la Iglesia del siglo XX y que ha demostrado la pasión, la evangelización y la obra de extensión de la misma.
Dr. Kittim Silva BermúdezAutor y líder conciliar
INTRODUCCIÓN
En un bello pequeño poblado de Yucatán, México, donde todos los hogares están envueltos de un hermoso color amarillo y la suave brisa del Mayab golpea las aspas de las veletas en las alturas, se encuentra Izamal. El pueblo mágico era un lugar perfecto para las fotografías que mi esposa, Vanessa y yo protagonizaríamos para el famoso “Save the Date” (guarda la fecha) de nuestra boda. Con la emoción a flor de piel en cada pose romántica de dos jóvenes enamorados, los bellos paisajes y las coloniales calles no eran una suficiente distracción para apartarnos la mirada de uno y de otro por la inminente consumación de nuestro amor que se concretaría a unos pocos días ante la ley y, lo más importante, ante nuestro Dios.
Izamal es famoso por tener un suntuoso convento construido por Fray Diego de Landa, y misioneros franciscanos en 1549. Es una de las edificaciones más importantes y majestuosas de Mesoamérica.1 Nuestro fotógrafo no dudó en invitarnos a hacer algunas tomas en aquel recinto religioso. Como se podría esperar de un lugar relacionado con la cristiandad, los textos bíblicos a lo largo de los antiguos pasillos estaban cerca de cada columna, aunque uno de ellos llamó mi atención. Exigiendo cuidado de las instalaciones de parte de los visitantes, se amenazaba a todo aquel que profanare el santuario con ser destruido con base en 1 Corintios 3:17: Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado.2
Mi mente –familiarizada mucho con la teología y la exégesis bíblica– no tuvo reparos en sentirse incómoda por la forma en que ese texto estaba siendo tratado e interpretado (aunque no dejé que me quitará el gozo por mi amada y las fotografías). Para Pablo en aquel contexto, el templo de Dios es su Iglesia, es decir, cada persona que forma parte de la comunidad redimida por Cristo a través del Espíritu Santo que habita en todos los integrantes de ella. Eso se aclara enseguida en el texto aludido: y vosotros sois ese santuario. La advertencia no tiene nada que ver con rayar algún recinto sagrado, sino en herir al Cuerpo de Cristo, que es labranza y edificio de Dios (1 Cor 3:9). Sin afán de justificar el vandalismo y la profanación de localizaciones religiosas de ningún tipo, la doctrina de la Reforma protestante del “Sacerdocio de todos los creyentes” se hizo eco en mi corazón ese día pues contrasta con la visión Católica romana del laicado y el clero.
En un gran número de ocasiones, parece que la Iglesia no se da cuenta que es tan valiosa para Cristo, que, como Espíritu bautizador entronizado en los cielos, dispensó y dispensa al Espíritu Santo sobre todo aquel que ponga lealtad en él para que sean la morada de Dios y el lugar donde su presencia se manifestase, tanto individual, como corporativamente. El teólogo anglicano Michael Bird, tiene razón cuando dice que “no es exagerado decir que el principal error de la Iglesia Católica romana fue reemplazar el Espíritu con la iglesia cuando se trataba de mediación de la salvación de Cristo al individuo”.3 En la visión evangélica del ministerio, cada creyente es un sacerdote delante de Dios que puede servirle y acercarse al trono de la gracia sin intermediario alguno más que Cristo. La barrera de separación entre los laicos y clérigos, al menos en ideal, no debería ser pronunciada, o a lo mucho, existir por cuestiones administrativas, pero de ningún modo ontológicas.
Podemos decir, que los pentecostales, sostuvieron y sostienen el estandarte de la Reforma del “Sacerdocio de todos los creyentes” por el énfasis del poder del Espíritu Santo sobre la vida de los discípulos de Jesús. Lamentablemente, he notado que, en el transcurso de los años, en Latinoamérica estamos experimentando algo que llamo “la sofisticación” del pentecostalismo. La rigidez de un sistema cerrado a las nuevas generaciones, la idolatría e incondicionalidad a ciertos líderes populistas junto con un esnobismo mezquino que adopta toda moda pasajera, ha destruido gran parte de nuestra valiosa identidad como pueblo del Espíritu. El Dr. Darío López, teólogo pentecostal latinoamericano, dice algo que parece cada vez más cierto en las iglesias pentecostales de México y América Latina:
Los cultos de las iglesias pentecostales siempre han sido cultos participativos en los cuales todos los creyentes pueden cantar, predicar, dar testimonio y orar públicamente. En las iglesias carismáticas y neocarismáticas los cultos son dirigidos por los “especialistas”. Las prédicas se parecen más a conferencias masivas orientadas a subir la “autoestima” de los fieles, se recorta la participación de ellos en el púlpito (los cantos especiales, los testimonios o las oraciones), y los cantos parecen ser una suerte de gimnasia colectiva que los desconecta de la realidad en la que viven.4
Cada vez –como aquellos constructores franciscanos del convento de Izamal– parecemos preocuparnos más por los rayones a la infalible institución, o, una postura corporal equivocada dentro del templo, que lo que realmente vale: las personas que están a nuestro lado que se han hermanado por el Espíritu de amor. No importa si es en Jerusalén o en Gerizim, tampoco si es en un auditorio ornamentado con la mejor iluminación, pantallas, humo y una excelente banda que ameniza el servicio, o en algún patio polvoriento de una región marginada, el Espíritu Santo dispensado por el Mesías actuará de manera poderosa donde se le invoque y se le permita tomar el control sobre los adoradores en Espíritu y en verdad, sean pobres, blancos, latinos, anglosajones, asiáticos, altos, bajos, hombres o mujeres.
Es obvio que, si todos los cristianos son sacerdotes delante de Dios, todos ellos también, están llamados a ministrar al Señor sea cual sea su vocación. La pregunta es, ¿cómo son capacitados para llevar a cabo tan encomiable labor profética? ¿Será con una capacitación de una semana impartida por un especialista con su presentación de PowerPoint o Canva? ¿Se necesitará pagar alguna escuela de profetas auspiciada por el súper apóstol en turno de la ciudad? Como Pablo solía decir: ¡De ninguna manera! Para algunas congregaciones, estas son formas legítimas de capacitar a la Iglesia, sin embargo, olvidan que el Señor Jesucristo entregó la mejor capacitación cuando los primeros cristianos esperaban en Jerusalén, y ese fue el don del Espíritu para la testificación mundial (Hch 1:8), o también llamado, “bautismo en el Espíritu Santo” (Hch 1:5). Así que, mientras la doctrina protestante del Sacerdocio de todos los creyentes nos dice que todo cristiano está llamado al ministerio, los pentecostales damos un paso más allá y declaramos que todos ellos necesitan una experiencia sinigual para ser capacitados y tener las herramientas para ese ministerio, y eso se alcanza al ser bautizados con el Espíritu Santo.
El presente tratado es un intento por articular una teología pentecostal integral usando como eje central de toda la obra la doctrina pentecostal del “bautismo en el Espíritu Santo” como una efusión pneumatológica subsecuente y “distinta” a la justificación o regeneración posicional. Aun cuando existen otros telones de fondo para analizar la vida y eclesiología de los pentecostales, he decidido basarme en la proposición teológica anterior, ya que, como ha dicho el teólogo pentecostal, Frank D. Macchia, el bautismo en el Espíritu Santo es el distintivo central de todo el espectro del pentecostalismo global.5 Este deseo surge de observar la carencia de material académico en español acerca del tema, que por lo menos, pueda ser robusto, coherente y actualizado con el fin de ayudar a los pentecostales hispanohablantes a entender sus propias experiencias a través de las Escrituras y su teología.
Este libro está dividido en tres extensos capítulos que tienen el fin de proporcionar rigurosidad a la doctrina pentecostal clásica del bautismo espiritual de una manera integral. En la primera parte se analiza una antropología cristiana desde las Escrituras, la tradición cristiana y a la luz de Pentecostés, esto con el fin de poder dar una explicación de las implicaciones de la efusión profética del Espíritu para que los seres humanos sean restaurados en su vocación de administrar la creación y reflejar la gloria de Dios a través del encuentro teofánico del don pentecostal.
En la segunda parte, se ofrece una perspectiva más minuciosa de cómo este evento es diferente al injerto al pacto y puede evocar una vida carismática con el fin de la proclamación del evangelio, por lo que se presenta una apologética pentecostal basada en el libro de los Hechos y en la estructura literaria de la narrativa lucana. También se contestan ciertas objeciones que dan algunos teólogos carismáticos de hoy con respecto a la subsecuencia y diferenciación del bautismo en el Espíritu Santo desde la perspectiva pentecostal, no sin prescindir de hacer un llamado de advertencia a la erudición de esta tradición con algunos de sus énfasis.
Finalmente, el tercer apartado busca recuperar el motivo santificador del bautismo en el Espíritu Santo, concepto casi olvidado por los académicos actuales del pentecostalismo clásico más conocidos y hacer una síntesis del don pentecostal a la luz de Lucas, Juan y Pablo, para mantener un equilibrio sano que involucre a todo cristiano a mirarse a sí mismo como importante en el drama de redención y de utilidad para los propósitos de Dios dirigiéndose a la era venidera de la Nueva Creación, dirección que tiene muy en cuenta el presente libro.
Como toda teología, este documento no pretende ser de ningún modo infalible ni busca hallar algún hilo negro perdido por la gran tradición cristiana que nos antecede. Sin embargo, sí tiene el fin de ser un promotor del diálogo entre distintas tradiciones cristianas. No aspira tampoco ser un libro para todos, ya que suelen utilizarse tecnicismos y algunas visiones teológicas complejas que para el lector casual pueden ser difíciles de comprender. Sin embargo, le motivo a no desanimarse en su lectura pues se ha tratado de mantener un estilo accesible y ameno al mismo tiempo que académico. En algunas secciones narro mis propias experiencias de vida para aterrizar algunos puntos de la discusión.
Además, es de conocimiento general que toda obra teológica parte con presupuestos, y es deshonesto negar los propios. Debido al propio contexto de su servidor, el enfoque de este tratado está dirigido hacia el pentecostalismo clásico, quizá de una línea más evangélica norteamericana en cuanto a lo doctrinal, pero sin escatimar algunas proposiciones de misión integral y latinoamericanas, junto con perspectivas del pentecostalismo global. En México, las Asambleas de Dios han sido ciertamente influenciadas por la teología evangélica de Norte América, a diferencia de otras regiones de América Latina donde la misión integral ha permeado de manera más profunda. Esto no quiere decir, claro, que los aportes holísticos del pentecostalismo sudamericano y del cono sur sean ignorados, por el contrario, son bienvenidos para equilibrar una visión pentecostal evangélica que podría muy fácilmente tener sesgos importantes y reduccionismos innecesarios.
Con todo, este libro primeramente está dirigido a estudiantes de seminario o maestría, y a profesores de estos, que quieran presentar una perspectiva pentecostal de la pneumatología. Los errores en el documento son responsabilidad sola y únicamente del escritor. Sin más, esperamos que puedan disfrutar de “En Espíritu Santo y fuego” y sean incentivados a ser llenos una vez más, del Consolador Divino, fuente de existencia cristiana, el poder revelador del evangelio y la Tercera Persona de la Trinidad que dirige a la Iglesia hacia la Nueva Creación que se manifestará cuando Cristo venga por segunda vez. Amén.
1http://www.yucatan.gob.mx/?p=izamal.
2 Desconozco de que versión sea la cita que vi en ese lugar, sin embargo, coloco la de la Biblia de Jerusalén por ser aceptada por los católicos romanos en el contexto latinoamericano.
3 Michael F. Bird, Evangelical Theology: A biblical and systematic introduction, Second Edition (Grand Rapids, Michigan: Zondervan Academic; 2020), 693.
4 Darío López Rodríguez, Pentecostalismo y misión integral: Teología del Espíritu, teología de la vida (Lima, Perú: Ediciones Puma, 2014).
5 Frank D. Macchia, Bautizado en el Espíritu: una teología pentecostal global. (Miami, Florida: Editorial Vida, 2008), 24-25.
CAPÍTULO 1
UNA ANTROPOLOGÍA PENTECOSTAL
La tarea real de ejercer el poder para transformar el entorno terrenal en un mundo sociocultural complejo que glorifique al creador (el llamado mandato cultural) es, por lo tanto, una tarea santa, una vocación sagrada, en la que la raza humana como imagen de Dios en la tierra manifiesta algo del propio señorío del Creador sobre el cosmos.6
J. Richard Middleton
Si la meta de un libro es la presentación de una visión pentecostal clásica sobre el bautismo en el Espíritu Santo como una investidura de poder, ¿por qué entonces hablar de la imagen de Dios?, ¿la clase de temas como la antropología no le competen a la teología sistemática?, ¿por qué un pentecostal debería darle importancia a dicho tópico aparentemente alejado de la narrativa lucana del libro de los Hechos? Con respecto al tema de la teología sistemática, es innegable el poco papel que los pentecostales han tenido en la sistematización de sus creencias. Un ejemplo es el reciente post en el blog del sobresaliente profesor y teólogo Roger Olson, quien mencionó con emoción el encontrarse con lo que podría ser la primera teología sistemática pentecostal. Hablando de su niñez y vida universitaria como pentecostal clásico, describe su profunda decepción por el adoctrinamiento que recibía en lugar de un estudio crítico de la teología en esa etapa de su vida. Sin embargo, ante la triste realidad por la que decidió desistir del pentecostalismo, después de tantos años, encuentra un libro sobresaliente del prolífico escritor Frank Macchia “Lenguas de fuego: una teología sistemática de la fe cristiana”. Olson resalta como punto positivo su contenido “imparcial” en ciertas temáticas candentes y controvertidas con respecto a la espiritualidad pentecostal; incluso expresa que es un material alabado por otros, con una argumentación ecuánime y con una actitud de diálogo.7 Solo nos queda agradecer a Dios de que actualmente la teología pentecostal ha madurado y ha sido elogiada por atreverse a entrar a una conversación en entornos más variopintos e interdenominacionales.
Debo confesar que no puedo dejar de sentirme identificado con Olson. En mis tiempos de seminarista no teníamos muchas opciones para estudiar teología sistemática desde una perspectiva pentecostal. Recuerdo que me fue encomendado un ensayo acerca del concepto teológico del hombre según las Escrituras y no tardé en recurrir a nuestro libro de texto, un compilado de ensayos y escritos de diferentes autores editados por el gran teólogo asambleísta Stanley M. Horton; sin demeritar su trabajo (que por cierto admiro), es claro que no se trataba de una teología sistemática en forma. Los ensayos podrían verse inconexos unos de otros y ciertamente la explicación conceptual de varios términos era ecléctica. No quiero decir que el eclecticismo sea malo per se, la teología pentecostal se ha caracterizado por esta libertad heurística, como plantea Wolfgang Vondey: “En el corazón de los primeros avivamientos [pentecostales] se encontraba una espiritualidad, típicamente transmitida de forma ritual; el pentecostalismo estaba marcado por una doxología ad hoc más que por una teología sistemática y dogmática”.8 Empero la poca o nula explicación a la luz de pentecostés en esos ensayos de teología se podía entrever.
La preferencia doxológica ha obligado al pentecostalismo a solo retomar pensamientos escolásticos, protestantes y de otras tradiciones con sus propias problemáticas contextuales sin atreverse a aportar la perspectiva propia que refleje su espiritualidad. Un ejemplo es el apartado de la antropología que me sirvió para escribir mi ensayo. Todo se traducía a una cuestión de debate (cabe recalcar, una explicación muy breve), entre el monismo,9 dualismo y tricotomía –debates necesarios, pues creo que el monismo es insostenible a la luz de la Escritura y la tradición, además de perjudicial al llegar a caer en un materialismo saduceo–, pero que llegan a ser insuficientes en una teología sistemática que bebe de una teología bíblica. ¿Qué pasa con el concepto de la imagen de Dios en los seres humanos? Es verdad, las teologías pentecostales lo mencionan; pero ¿qué pasaría si lo miráramos a la luz de Pentecostés?, ¿podría aquello ayudarnos a articular una mejor comprensión de lo que es la espiritualidad en Cristo?, o más interesante aun, ¿podríamos sustentar una visión de bautismo en el Espíritu Santo como una obra subsecuente o diferente a la regeneración en base a la antropología bíblica? Eso es lo que examinaremos a lo largo de este capítulo deseando alentar a articular una antropología arraigada en las Escrituras, pero con una cosmovisión pentecostal por derecho propio.
INTERPRETACIONES DE LA IMAGO DEI
La imagen de Dios ha sido un tema en el que no todos los cristianos están de acuerdo. Las palabras para imagen (heb. ṣě·lěm,צֶלֶם) y semejanza (heb. demûṯ,דְּמוּת) de Génesis 1:26 han sido interpretadas de distintas maneras por teólogos cristianos que nos han antecedido, incluyendo algunos pentecostales. Podemos decir que en el debate actual encontramos dos grandes perspectivas: la interpretación ontológica y la funcional. Ambas serán importantes para nuestro propósito de analizar la antropología a la luz de Pentecostés.
Interpretación tradicional: aspecto ontológico
Aspectos generales
El aspecto ontológico de la imagen de Dios resalta la capacidad del hombre de razonar, de poseer un libre albedrío, de tener una responsabilidad moral delante de Dios y de la existencia de alguna realidad metafísica además de la corporalidad. Algunos pentecostales definen la esencia del ser humano de esta manera. Myer Pearlman expone que la Imago Dei significa que el hombre se hizo en semejanza de Dios en carácter y personalidad;10 pese a que habla del aspecto funcional del dominio en la creación, la argumentación aprovecha en enfatizar el carácter moral, la razón y la capacidad para ser inmortal. Por otra parte, Guy Duffiel y Nathaniel M. Van Cleave la describen como la capacidad que Dios da para razonar abstractamente, crear, innovar, de elegir como un agente libre (a diferencia de los animales que siguen su instinto), y de comunicarse con Dios.11 Aunque el dominio en la creación, para Duffiel y Cleave está relacionado con lo que Dios infundió en Génesis 1:28-31 y Salmo 8:4-9 el tema es tratado como una insinuación que los textos presentan y no es muy abordado. Timothy Munyon en el libro de teología sistemática editado por Stanley M. Horton, indica que la imagen de Dios “tiene que ver con nuestra naturaleza moral-intelectual-espiritual. En otras palabras, la imagen de Dios en la persona humana es algo que somos, y no algo que tenemos o hacemos”.12
Es entendible que algunos de los autores pentecostales americanos tengan esta perspectiva de interpretar la imagen de Dios; ella es la que ha permeado en el pensamiento cristiano por siglos y sobre todo por el teólogo que sentó las bases de la teología occidental, san Agustín de Hipona, que, si bien no negaba las características funcionales de portar la imagen, sin duda enfatizó más el aspecto ontológico. En su tratado sobre la Trinidad afirma que el hombre fue creado con tres atributos porque Dios es Trino:
El hombre a ‘imagen’ por razón de una semejanza imperfecta, y por tanto, a ‘nuestra imagen’ para que el hombre sea imagen de la Trinidad, no igual a la Trinidad como el Hijo al Padre, sino acercándose a ella, como se ha dicho, por una especie de semejanza, del mismo modo que la cercanía, no de lugar sino de una especie de imitación.13
La memoria, la mente y la libre voluntad son una tríada característica que el hombre posee como ser creado a imagen y semejanza por la Trinidad. San Agustín defiende la visión de la pluralidad en la unidad divina en Génesis por medio de la frase “hagamos al hombre” que relaciona con la peculiar criatura humana. Tomás de Aquino concuerda con Agustín con lo que respecta a la semejanza imperfecta, que para el Aquinate se trataría de una analogía: “Siendo Dios el agente universal, y el principio de todo ser, y no estando contenido en ningún género, ni en ninguna especie; las criaturas se le parecen, no bajo el concepto del género y de la especie, sino según cierta analogía”.14 La criatura se parece a Dios, pero Dios no es semejante a la criatura. En cuanto a la relación con la Trinidad y la imagen de Dios, Aquino dice: Imago Trinitatis in anima attenditur quidem in potentiis ut in radice, sed completive in actibus (La imagen de la Trinidad se encuentra en el alma en cuanto a su raíz, pero se realiza más completamente en los actos de las potencias del alma). Esto quiere decir que la imagen de Dios en nosotros debe consistir en lo que es más noble y alto en nuestro poder, que es la mente.15 Con respecto a la parte inmaterial del cuerpo, san Agustín dice: “Ciertamente, no todo lo que en la criatura ofrece semejanza con Dios se ha de llamar su imagen, sino el alma sola, a la que únicamente Él es superior. Solo ella lleva su impronta, sin que entre ambos exista criatura alguna intermedia”.16 El énfasis agustiniano y escolástico del alma y la mente en la imagen de Dios será algo que los autores modernos compartirían, sin embargo, a diferencia de los anteriores, para los modernistas tal atributo quedaría intacto pese a la caída.
Los pensadores de la modernidad postularon que la imagen de Dios está muy relacionada con el atributo que es sine qua non de la especie humana en la cosmovisión modernista: “La razón”. Abogaban que el ser humano porta la imagen divina por tener conciencia de sí mismo y pensar, a diferencia de otras criaturas como los animales. Esta idea puede encontrar sus orígenes en René Descartes, un dualista brillante quien creía que la adquisición de conocimiento venía por la existencia de la conciencia: una sustancia desapegada por completo de la materialidad. Por medio de la glándula pineal, la razón situada en el alma podía controlar las funciones del cuerpo. Para Descartes existía una relación entre la mente –res cogitans–y la máquina corporal –res extensa–17. El libre albedrío es posible porque el ser humano es un ente moral porque tiene una razón que le permite escoger entre posibilidades: “tenemos un libre albedrío que nos permite abstenernos de creer lo que es dudoso y, de este modo, impide que erremos”,18 “resulta para el hombre una gran ventaja el poder actuar por medio de su voluntad, es decir, libremente; esto es, de modo que somos en forma tal los dueños de nuestras acciones que somos dignos de alabanza cuando las conducimos bien”.19 La forma racionalista de entender la revelación de Dios permeó en la teología evangélica fundamentalista del siglo XX que presentaban los teólogos escritores de The Fundaments, como Charles Hodge, B.B Warfield, James Orr, entre otros que sostenían el método inductivo para interpretar la Biblia y la teoría del sentido común:
¿En qué consiste, pues, esa imagen o semejanza? Ciertamente, en lo que es inalienablemente humano: el cuerpo como templo del Espíritu Santo (la “casa terrena” de 2 Cor 5:1), y el espíritu racional, inspirador e insuflado. De ahí que la personalidad del hombre, que lo une a lo que está arriba y lo separa de lo que está abajo, lo constituya en un ser aparte: una criatura racional, autoconsciente y autodeterminada, destinada por su Creador a la comunión consigo mismo.20
Incluso, algunos de ellos argumentaban que la interpretación funcional de la Imago Dei que describe al hombre como apto para el dominio de la creación era una idea de los arminianos o socinianos, lejos de lo que la Escritura enseñaba realmente: “Tampoco podemos aceptar la interpretación de los antiguos socinianos y de algunos remonstrantes, según la cual la imagen de Dios consistía en el dominio sobre todas las criaturas, a lo que se hace referencia en Gn 1:28”.21
Aunado a la facultad de la razón como característica imprescindible de la Imago Dei, debemos considerar, aunque no necesariamente aceptar, un argumento que mantiene una interpretación ontológica o sustancial de la imagen de Dios basado en la revolución cognitiva de algún homínido presentado por el apologista William Lane Craig aunque la ortodoxia evangélica tiene el derecho de prescindir de él. Su tesis defiende que gracias a la arqueología se han encontrado pruebas que demuestran la capacidad cognitiva de ciertos homínidos en una etapa remota de la historia humana. La tecnología y la escritura primitiva reflejan características que todos los homo sapiens modernos poseen “pensamiento abstracto, planificación profunda, innovación conductual, económica y tecnológica, comportamiento simbólico”.22 La primera pareja de homínidos a la que fue infundada la imagen de Dios y presenta una revolución cognitiva podría rastrearse al homo heidelbergensis, un ancestro común del homo sapiens y los neandertales. Craig rechaza la interpretación funcional reduccionista de Middleton que interpreta la imagen divina como solamente la de representar a Dios en el mundo y ejercer dominio:
Ahora bien, ciertamente los eruditos del A. T., están en lo cierto al considerar que el hombre tiene este deber y papel real en la tierra, ya que se le asigna claramente en Gn 1:26-27. Pero ese hecho no implica por sí mismo que la imagen de Dios solo abarque esa función. El deber real del hombre puede ser, más bien, el rol que Dios le ha dado para cumplir. Middleton, sin embargo, insiste en que la función real o el propósito de la humanidad en 1:26 no es un mero complemento, separable de alguna manera de la esencia o naturaleza del hombre… la conclusión… es exagerada.23
Lo que la visión de Craig deja entrever es el concepto prevaleciente del aspecto sustancial de la Imago Dei a pesar de los años y una perspectiva teísta evolucionista.
En síntesis, la visión ontológica de la imagen de Dios no niega la funcionalidad de ella, sin embargo, da primacía a las facultades metafísicas que el ser humano comparte (aunque no de la misma manera) con Dios; tales como la moralidad, la inteligencia y la libre voluntad. A la par, una llamada de precaución debe hacerse con las teorías más tradicionales en occidente de la imagen de Dios. La conciencia y la razón no pueden agotar el significado de Imago Dei, aunque claro que se tratan de componentes subyacentes de ella. Las personas con discapacidades mentales no cabrían dentro de la definición de humano si ese fuera el caso. Poseer la imagen divina es un estatus que trasciende el razonamiento. Tanto un embrión como alguna persona con síndrome de Down son personas creadas a imagen de Dios y su semejanza.
Aunque creo que una parte muy importante de la Imago Dei son las implicaciones misionales del hombre como representante de Dios, aspectos como el libre albedrío, la responsabilidad moral y la existencia del alma no se pueden pasar por alto ni negar. Tal perspectiva como la otra nos ayudarán a articular una antropología pentecostal.
El libre albedrío por la Imago Dei
Parte de la interpretación sustancial de la imagen divina en la humanidad es la discusión de la libre voluntad. Como pentecostales compartimos el dualismo en las tesis de Descartes, su devoción a Dios y su defensa del libre albedrío, sin embargo, también desechamos su compromiso con Platón (al igual que Agustín) tan característico que puede insinuar una separación radical entre el cuerpo y el alma perdiendo el holismo hebreo del que el cristianismo bebió. De igual manera somos cautelosos con su énfasis en la razón como una sustancia autónoma que puede liberarse de todo prejuicio contextual para llegar al conocimiento tal como el relato Socrático de la mayéutica, en la que el alumno por medio de preguntas puede dar a luz la razón, como si toda la verdad pueda nacer del individuo. Junto al teólogo suizo Karl Barth, creemos que el conocimiento salvador solo puede venir de la revelación del evangelio y la persona de Jesucristo, quien es la revelación máxima de Dios Padre. Con esto no negamos algún grado de objetividad como algunos deconstruccionistas, pero sostenemos la necesidad de la revelación cristocéntrica para conocer la verdad evangélica.
Por otro lado, el libre albedrío siempre ha jugado un papel importante en la tradición cristiana y tiene una relación orgánica/lógica con el hecho de que el ser humano posea la imagen de Dios desde una perspectiva ontológica. Actualmente los pensadores naturalistas y los partidarios del nuevo ateísmo niegan que poseamos un alma que permita al hombre pensar y tomar decisiones. Este es el caso del reconocido e influyente historiador judío y ateo Yuval Noah Harari, quien tiene la convicción de que el hombre es un animal más sin importancia:
Los últimos 200 años las ciencias de la vida han socavado completamente dicha creencia [del alma]. Los científicos que estudian los mecanismos internos del organismo humano no han encontrado el alma del que se habla. Argumentan cada vez más que el comportamiento está determinado por hormonas, genes y sinapsis, y no por el libre albedrío; las mismas fuerzas que determinan el comportamiento de los chimpancés, los lobos y las hormigas. Nuestros sistemas judiciales y políticos intentan barrer en gran medida estos descubrimientos inconvenientes bajo la alfombra. Pero, con toda franqueza, ¿cuánto tiempo más podremos mantener el muro que separa el departamento de biología de los departamentos de derecho y ciencia política?24
Si todo se trata de una cuestión genética, dice Harari, no hay nada de malo en comportarnos según nuestros genes nos han determinado a actuar, incluso si transgredimos el código moral demasiado “occidental”, que, dicho sea de paso, para los posmodernos más radicales, solo es una construcción cultural y no universal. Estos “idealistas” entienden que los seres humanos no nos diferenciamos de otros organismos en lo más mínimo. Hemos tenido éxito en la construcción de civilización por el solo hecho de aprender a cooperar los unos con los otros a diferencia de los animales, los neandertales u algún otro homínido pariente, “el factor crucial de la conquista humana fue su capacidad de conectar entre sí a muchos seres humanos… Homo sapiens es la única especie en la tierra capaz de cooperar de manera flexible en gran número”.25