En pie de calle - Javier Couso - E-Book

En pie de calle E-Book

Javier Couso

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Beschreibung

Una muy útil y necesaria reflexión desde la izquierda para orientarse en un panorama marcado inesperadamente por la pandemia del Covid-19. En pie de calle se asoma a la trayectoria política de Javier Couso, a través de una conversación que se hila como una reflexión sobre los momentos más relevantes de la actualidad política internacional y nacional. Su peculiar trayectoria, alejada de los itinerarios que estamos acostumbrados a ver en las figuras públicas, le ha dotado de herramientas para analizar el escenario político desde una perspectiva rupturista. A lo largo del texto, Couso habla de su trabajo como repartidor, de las dificultades para llegar a fin de mes o de su participación en los movimientos sociales del barrio, todo lo cual influyó en su actividad en el Parlamento Europeo, donde trabajó como diputado, entre 2014 y 2019. La prioridad de la defensa de los intereses de la clase obrera, su posición sobre la idea de España o su compromiso con los procesos revolucionarios de América Latina lo han situado, en no pocas ocasiones, como una voz discordante dentro de las propias filas de la izquierda. Una izquierda que, según el entrevistado, se perfila cada vez más indefinida, temerosa y diluida en los postulados neoliberales dominantes. Un libro que ofrece una muy útil reflexión para orientarse en un panorama marcado inesperadamente por la pandemia del Covid-19.

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foca investigación

178

Diseño de cubierta: RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

© Javier Couso Permuy, Laura Pérez Rastrilla, 2020

© del prólogo, Ignacio Ramonet, 2020

© del epílogo, Rafael Poch-de-Feliu, 2020

© Ediciones Akal, S. A., 2020

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

facebook.com/EdicionesAkal

@AkalEditor

ISBN: 978-84-16842-59-9

Javier Couso Permuy y Laura Pérez Rastrilla

En pie de calle

Reflexiones para tiempos convulsos

En pie de calle se asoma a la trayectoria política de Javier Couso, a través de una conversación que se hila como una reflexión sobre los momentos más relevantes de la actualidad política internacional y nacional. Su peculiar trayectoria, alejada de los itinerarios que estamos acostumbrados a ver en las figuras públicas, le ha dotado de herramientas para analizar el escenario político desde una perspectiva rupturista.

A lo largo del texto, Couso habla de su trabajo como repartidor, de las dificultades para llegar a fin de mes o de su participación en los movimientos sociales de barrio, todo lo cual influyó en su actividad en el Parlamento Europeo, donde trabajó como diputado, entre 2014 y 2019. La prioridad de la defensa de los intereses de la clase obrera, su posición sobre la idea de España o su compromiso con los procesos revolucionarios de América Latina lo han situado, en no pocas ocasiones, como una voz discordante dentro de las propias filas de la izquierda. Una izquierda que, según el entrevistado, se perfila cada vez más indefinida, temerosa y diluida en los postulados neoliberales dominantes.

Un libro que ofrece una muy útil reflexión para orientarse en un panorama marcado inesperadamente por la pandemia de la covid-19.

Javier Couso Permuy es diplomado en periodismo audiovisual por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí de La Habana. A lo largo de su versátil trayectoria profesional, ha ejercido como productor, cámara, realizador, editor, músico, mensajero, librero y trabajador audiovisual, profesión que actualmente ha retomado tras finalizar su legislatura como eurodiputado. Durante su desempeño institucional (2014-2019) fue vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y miembro de la Comisión Especial de Terrorismo, entre otras responsabilidades en diferentes comisiones y delegaciones.

Laura Pérez Rastrilla, investigadora en comunicación política y propaganda de guerra, es licenciada en Ciencias de la Información y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró con un estudio sobre la cobertura mediática del bombardeo de la OTAN sobre Yugoslavia. En la actualidad trabaja como profesora de Relaciones Internacionales y Comunicación en la Universidad Europea de Madrid.

Nota previa

Mientras recibíamos las pruebas del libro que tienes en tus manos, estalló la pandemia provocada por el Covid-19. Cabría pensar que un cambio tan brutal podría hacer tambalear un texto cuya máxima aspiración es reflexionar sobre el mundo actual desde una perspectiva forjada al calor de una vida militante que, tanto en las instituciones como en el activismo, siempre se ha mantenido en pie de calle.

Afortunadamente no ha sido así. Como si de un test de estrés se tratara, los análisis pre-pandemia no sólo han resistido los embates de la realidad, sino que se han visto reforzados. No obstante, no podíamos obviar el impacto del coronavirus, así que hemos incluido una serie de consideraciones que pensamos son absolutamente necesarias para actualizar algunos de los asuntos abordados.

PREFACIO

Este libro surge como una extensión de las conversaciones man­tenidas con Javier Couso durante su paso por las instituciones. Su camino político y personal, poco habitual entre quienes llegan a ocupar cargos públicos, es un factor que determina su concepción del poder.

Antes de llegar al Parlamento Europeo, en sus años de militancia, el discurso de Couso rompía con una ya visible tendencia a la uniformidad tan característica de nuestro parque político. En ello tiene mucho que ver su heterogénea trayectoria, vinculada a la acción en la calle desde sus inicios políticos. La relación de Javier Couso con los movimientos sociales no es la del actor externo que, desde una posición elitista, observa con lupa el día a día del grueso de la población para incorporar sus comportamientos en ecuaciones electorales de éxito. Su entendimiento de la política está enraizado en los kilómetros que recorrió como mensajero, en las dificultades para pagar el alquiler o en la firme solidaridad con los olvidados del mundo, sin conexión alguna con los posibles réditos políticos de cada momento.

En la era de la identidad individual exclusiva como máxima de la acción política, la posición de Javier se manifiesta como una rareza en los foros políticos. Desde el altavoz del Parlamento Euro­peo, como eurodiputado, ha reclamado para la izquierda la recuperación de una identidad comunitaria fundada en la solidaridad, la igualdad, la justicia y el internacionalismo, superando individualismos nacionales o reparos por intrigas de poder. Más allá del acuerdo o desacuerdo con sus posiciones políticas, llama la atención que se muestre cómodo y responda sin ambages cuando se le pregunta por temas ante los que otros actores políticos se muestran molestos, como la unidad de España, el Ejército o su relación con Venezuela.

Las entrevistas que componen este libro fueron realizadas entre Madrid y Bruselas a lo largo de sus últimos meses de trabajo en el Parlamento Europeo. Desde donde, tras cinco años de trabajo como cargo público, anunció su regreso al universo de la comunicación y a la profesión que ejercía antes de ser candidato.

El libro se divide en cinco grandes campos temáticos vinculados a su activismo político y a sus áreas de trabajo como eurodiputado. En el primero se abordan los cinco años de legislatura en el Parlamento Europeo, las dinámicas institucionales y las relaciones entre los diferentes partidos políticos que configuran el Grupo de la Izquierda Unitaria Europea. El segundo está dedicado a América Latina, una región a la que Couso llegó a través de la música y que ha estado presente en su vida desde los primeros años de actividad política. En la tercera sección se tratan cuestiones de política internacional, centradas en el resto de países que ha conocido o sobre los que ha trabajado, como Rusia, Irán, Siria, China o Estados Unidos. En el cuarto apartado se examinan algunas de las cuestiones más polémicas para la izquierda española en el ámbito nacional, como la idea de soberanía, la crisis catalana, la política exterior y su aproximación a la seguridad y la defensa, destacando el papel del Ejército. El libro finaliza con una sección dedicada a la evolución de la izquierda española en los últimos años, donde Javier Couso habla de aspectos como la emergencia de Podemos o su salida de Izquierda Unida.

Toda entrevista con cargos políticos da lugar a reproches de quienes simpatizan con los protagonistas y esperaban un tratamiento más justo, pero también a la reprobación de quienes ven aproximaciones aduladoras. Sin embargo, la absoluta disposición de Javier Couso para abordar cualquier cuestión me animó a conducir estos encuentros asumiendo este tipo de reacciones, que, en cualquier caso, son inherentes al debate político. Finalmente, quiero señalar que los temas recogidos constituyen una selección de las cuestiones que he considerado más relevantes, por la relación de Javier Couso con ellos y por su inusual posición en el espacio de la izquierda española.

Laura Pérez Rastrilla

PRÓLOGO

De entrada, se debe decir que, gracias al lenguaje utilizado por Javier, sin frases ni términos rebuscados o rimbombantes, este es uno de esos trabajos donde se llegan a entender temáticas y situaciones que normalmente parecen o son complejas, en particular las geoestratégicas.

Llama la atención el impacto que le causó la Unión Europea y la idea que de ella tenía: «Creo que nadie puede imaginarse lo que es. La primera impresión que me llevé es que era una institución monstruosa y apabullante. El edificio cumple la función de las catedrales o de las grandes mezquitas en la Edad Media. Funciona como un laberinto burocrático y, al principio, no te enteras de nada […]. Pensaba que era una institución poco útil, como el Sena­do en España. Un lugar de retiro para los políticos, en el que se pueden determinar pocas cosas».

Recordando el choque que le significó llegar a Bruselas y Estrasburgo como europarlamentario en mayo de 2014, dice: «Prácticamente no sabía nada de su funcionamiento. No tenía nada claro cuáles eran las competencias, ni la influencia que tiene sobre decisiones políticas ni, mucho menos, conocía la burocracia. Tuve que estudiarlo».

No sabe si el desconocimiento sobre la UE «es algo buscado o no, pero lo que es indudable es que no se ha proporcionado información fehaciente sobre lo que significa», y mucho menos se ha dado a conocer «cómo las decisiones del Parlamento afectan prácticamente a todos los aspectos de nuestra vida como ciudadanos de sus países miembros».

El joven Javier Couso Permuy, a pesar de su inexperiencia en la vida política tradicional, logró en pocos meses ser elegido vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo y de la Delegación para las Relaciones con Iraq, miembro de la Subcomisión de Seguridad y Defensa y de la Delegación para las Relaciones con la Asamblea Parlamentaria de la OTAN y suplente de la Subcomisión de Derechos Humanos y de la Delegación en la Comisión Parlamentaria Mixta UE-México, además de estar en la Delegación en la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana.

Por sus posiciones políticas y actividades durante esos cinco años, no faltó quien algunas vez lo tratara de «estalinista español». Recuerda que le acusaban de «prorruso por las intervenciones parlamentarias y por las iniciativas que presentaba y a las que me adhería. Por ejemplo, por denunciar el golpe de Estado en Ucrania, la ilegalización del Partido Comunista, la presencia de elementos fascistas y otras similares». A veces vivió algo «similar a la caza de brujas del macartismo» en los Estados Unidos de los años cincuenta del pasado siglo, pero sin la existencia de la llamada Guerra Fría.

Para Javier llegar ahí debió suponer un salto muy brusco, pues había sido músico semiprofesional, trabajó en bares, pegando carteles por la calle, mensajero, librero, trabajador audiovisual..., y ello mezclado con la militancia política de base.

El seguir contándonos sus primeros tiempos en el Parlamento Europeo nos permite conocer la existencia del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, GUE/NGL. Tratando de participar de un trabajo unitario, Javier se encuentra con un problema: «la heterogeneidad del grupo», ya que «realmente no contábamos con un proyecto común. El GUE/NGL era un grupo de reinos de taifas sentados en un espacio común. Poco tenía que ver el Partido Comunista de Portugal con la Izquierda Verde Nórdica, ya que, por ejemplo, esta podía ser tan beligerante contra Venezuela como lo era Ciudadanos en España». Y Javier ha sido un defensor de la Revolución bolivariana.

«El resultado de estas diferencias es que el trabajo se atomizaba y nos hacía más débiles. Los grupos de la izquierda no sólo éramos minoritarios como fuerza política en el Parlamento, sino que, además, no existía cohesión entre los 52 diputados que la componíamos.» Y, como casi siempre, ante ellos tenían a unos contrincantes que siempre han sabido cómo se logra el poder y para qué sirve a sus intereses: «los dos grupos hegemónicos, el popular y el socialdemócrata, sí que funcionaban como una maquinaria. Eran capaces de ponerse de acuerdo para aprobar legislación que iba a afectar a los Estados».

La honestidad de Javier se demuestra en muchos apartes de este trabajo. Aquí lo hace de nuevo sin ambages: «Inmediatamente después llega la decepción, cuando te das cuenta de que no puedes hacer nada. El nuestro era un grupo muy pequeño, por lo que no teníamos capacidad de acción real sobre la política. Las intervenciones están muy limitadas, nuestro margen de maniobra se reducía a explicar todo en los dos minutos que nos concedían y a hacer un vídeo con ello para distribuirlo a los ciudadanos».

Y reconoce que, «en resumen, el Parlamento Europeo era un buen altavoz para hacer oír nuestras demandas y nosotros no siempre lo aprovechábamos por estas carencias. No estuvimos a la altura».

En este trabajo se encuentran afirmaciones que pueden asustar a muchos, pero que confirman lo que hemos venido sosteniendo unos pocos: «La UE es subalterna de EEUU, al menos desde Maastricht». Y hace suya la frase del profesor de Derecho Internacional Público y exembajador de Nicaragua en España, Augusto Zamora: «El único proyecto exitoso de Estados Unidos fue la Unión Europea».

«Está claro que Estados Unidos busca impulsar una Europa más dependiente y, para lograrlo, tiene que quitar de en medio a Rusia, y una buena manera de hacerlo es aislarla de sus vecinos con Ucrania como barrera. Pero esa jugada no ha funcionado, ya que Alemania y Rusia lograron ponerse de acuerdo.»

Y, si es así, es normal que la Unión Europea tenga que estar aparejada con Estados Unidos ante Rusia, «en lugar de hacerlo desde sus propios intereses. Se percibe a Rusia como un país que ha logrado desprenderse de la intervención política neoliberal estadounidense, que recupera su autonomía y su fortaleza para posicionarse en el mundo, y les da mucho miedo que sirva como ejemplo o precedente». De ahí, afirma Javier, que hasta la OTAN esté invirtiendo muchos recursos en campañas agresivas de desprestigio a la imagen política de Rusia: «Esa idea es parte de la conspiración que habla de la destrucción de la civilización occidental».

«Creo que lo que sí pretende Rusia es poder plantear su visión del mundo, que sea escuchada y romper la uniformidad de la idea de que sólo puede existir una Rusia subalterna. Rusia quiere tener una voz propia y participar», asegura el autor.

Algo que no es sólo contra Rusia. La posibilidad de perder el control sobre ciertas naciones «les pone muy nerviosos y recurren a cualquier método, por sucio que sea, para imponer sus ideas y anatematizar a quien les plante cara. Poder escuchar todas las opiniones ya no les parece tan bien […]».

Entre otros temas espinosos que toca, está el de Ucrania: «El giro violento para dirigir a Ucrania hacia Occidente supuso un ataque a Rusia, que reaccionó defendiéndose, y además conllevaba una ruptura interna de la propia Ucrania, desatando una guerra civil. Lo que ocurrió en Ucrania fue un intento de desestabilizar la zona y Rusia respondió con un movimiento defensivo. Puede ser moralmente discutible, pero es comprensible. Rusia no podría dejar puntos estratégicos de salida al mar en manos de sus adversarios».

Viajó a Siria con un grupo de eurodiputados de diferentes partidos y hasta se entrevistaron con el presidente Bashar al Asad en dos ocasiones: «Me impresionó, porque, frente a la caricatura que se ha hecho de él, me encontré con un presidente inteligente, culto y que criticaba los excesos del diseño político en Siria».

¿Por qué lo hicieron? «Resultaba muy chocante que la UE sí mantuviera conversaciones y estuviera presente en países que financiaban a los grupos terroristas que llevan a cabo atentados en nuestro territorio y se negara a dialogar con el Gobierno legítimo que los combatía. Así que, dentro de esa iniciativa, nos desplazamos hasta Siria.»

Y a varios de ese grupo les llegaron agrias críticas: «La prensa española, y, especialmente, la progresista, nos machacó por ese viaje. Hubo una persecución y ataques personales sistemáticos».

Estos ataques llegados desde la misma izquierda los explica como «un buen trabajo del enemigo». Y más precisamente: «La guerra psicológica para imponer la agenda del enemigo ha sido muy efectiva». Y pone como ejemplo para explicarlo la Guerra de Iraq: «es realmente interesante analizar cómo los argumentos que eran válidos para un caso ya no sirven para otro. Durante la intervención en Iraq no hubo ningún problema en colaborar con miembros cercanos al partido Baaz. La cohesión de la izquierda era muy sólida, no hacía falta explicar que defender a Iraq no suponía una adhesión inquebrantable a Huseín. Pero a estas alturas, se ha comprado la coartada humanitaria. No se entiende que lo que defendemos no es a tal o cual presidente, sino la resistencia a una intervención militar externa cuando un Gobierno no es útil para los intereses de Occidente».

Y aquí vuelve a ser muy concreto: «En Occidente nos han derrotado moralmente, una parte de la izquierda ha sucumbido a la estrategia del enemigo [...]. Lo que diga El País me da igual, pero el discurso de los espacios de izquierda, no».

La crítica que hace a la izquierda, principalmente europea, me­rece su atención, mucho más en momentos en que a diario parecen desvanecerse los partidos históricos: «Una parte de la izquie­r­da ha bajado la alerta en lo que tiene que ver con la guerra cultural, han dejado de analizar los juegos de poder y han sido derrotados».

En este trabajo, Javier da también su espacio a varios países latinoamericanos, cuyos pueblos han decidido continuar o comenzar procesos de cambio social, político y económico, poniendo en entredicho no sólo el proyecto neoliberal impulsado por Estados Unidos sino su influencia en el continente. De Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y otros, el autor muestra las particularidades y la validez de sus proyectos. «Veamos el caso de Nicaragua. Uno de los instrumentos utilizados para atacar a Daniel Ortega es la posición del Gobierno respecto al aborto. ¡Por supuesto que yo comparto esa crítica! Lo que resulta sorprendente es que una parte de la izquierda comprara que la intervención de la USAID o del resto de instrumentos de intervención blanda tiene que ver con la posición del Gobierno nicaragüense en la cuestión del aborto […]». Y así nos habla de «la instrumentalización de los derechos humanos para el derrocamiento de Gobiernos que resultan molestos en ámbitos que poco tienen que ver con los derechos humanos».

Pero no voy a contar más del contenido de este libro de Javier Couso Permuy. Espero que estos apartes inciten a su lectura. Se aprenderá mucho con lo que explica, como un profesor de Secundaria, alguien que hemos visto batallar en salones, pasillos y calles en Bruselas, Estrasburgo, Madrid, Caracas, Moscú y otros muchos lugares. Batallando por el sueño de que se necesita transformar a las sociedades para que el bienestar llegue a esos cientos de millones de excluidos. Y que el planeta, herido de gravedad, sea salvado.

Ignacio Ramonet

Capítulo I

El Parlamento Europeo y la izquierda europea

El 25 de mayo de 2014 se celebraron las elecciones al Parlamento Europeo. Javier Couso se presentó como candidato a eurodiputado por Izquierda Plural, en el puesto número siete. El resultado de las elecciones dio a Izquierda Unida seis parlamentarios, de modo que Couso no logró entrar en la Cámara. Sin embargo, a unos días del inicio de la legislatura, el cabeza de lista de Izquierda Unida, Willy Meyer, renunció a su acta de diputado como consecuencia del escándalo de los fondos de pensiones del Parlamento Europeo, lo que permitió a Couso entrar en la cámara de Estrasburgo. Cinco años después, Couso se despedía desde su cuenta de twitter y anunciaba su regreso al mundo audiovisual.

Llegada al Parlamento Europeo • Desafección ciudadana • Adversarios políticos • Trayectoria laboral • Política e intereses personales • Actividad diaria en la Cámara • Acción de la izquierda europea • Divisiones en la izquierda europea • Política exterior de la Unión Europea • Identidad europea • Reforma de la Unión Europea • Extrema derecha • Soberanía y Estado nación • Syriza • Liderazgo

¿Qué imagen tenías del Parlamento Europeo antes de ser candidato?

Pensaba que era una institución poco útil, como el Senado en España. Un lugar de retiro para los políticos, en el que se pueden determinar pocas cosas. Creo que es una percepción extendida entre muchos ciudadanos españoles.

Otro aspecto, que creo que comparto con la mayoría de la población, es que la UE es un entramado institucional demasiado complejo. Sabía lo que representaba la UE, pero era algo muy etéreo. No tenía una opinión fundada en una reflexión de peso. Prácticamente no sabía nada de su funcionamiento. No tenía nada claro cuáles eran las competencias, ni la influencia que tiene sobre decisiones políticas ni, mucho menos, conocía la burocracia. Tuve que estudiarlo. Recuerdo la primera reunión con el que iba a ser mi asistente parlamentario, tomando un café en Chueca, cuando comenzó a explicarme todo, y me di cuenta de lo que significan estas instituciones y del gran impacto que tienen sobre nuestras vidas las decisiones tomadas en la UE.

¿De quién es la responsabilidad de esa indiferencia de una mayoría de los ciudadanos hacia la UE? ¿Crees que hay actores interesados en mantener esa distancia?

No me atrevería a afirmar si es algo buscado o no, pero lo que es indudable es que no se ha proporcionado información fehaciente sobre lo que significa estar dentro de la UE y cómo las decisiones del Parlamento afectan prácticamente a todos los aspectos de nuestra vida como ciudadanos de sus países miembros. Una parte de la responsabilidad recae sobre los grandes medios de comunicación, que apenas dedican tiempo a la cobertura de las actividades del Parlamento Europeo, pero no toda.

El Parlamento Europeo legisla en numerosos ámbitos sobre los que tiene competencia, como cuestiones de agricultura, de pesca, de libertades, alimentación, y lo que se aprueba es de obligado cumplimiento. Capítulo aparte son las decisiones de carácter económico, muchas de las cuales ni siquiera pasan por el Parlamento; se deciden en lugares opacos, como el Banco Central Europeo, eliminando la capacidad de los Estados para desarrollar sus propias políticas económicas. Las decisiones que se toman en esos espacios impactan directamente en la calidad y cantidad del empleo o en el desarrollo económico de un país. Sin embargo, la UE continúa percibiéndose como una entelequia y es algo que nos debe preocupar.

El problema del gran distanciamiento entre los ciudadanos y la UE se manifiesta también en la baja participación en las elecciones de la Cámara, que sólo aumenta cuando coincide con elecciones dentro del ámbito nacional, como ocurrió en 2019. Pero los países miembros de la UE se muestran indiferentes ante este problema. Recuerdo que en una de las ocasiones que estuve en Venezuela se acababan de celebrar elecciones presidenciales y los medios de comunicación occidentales cuestionaban su legitimidad por la baja participación. En las elecciones al Parlamento Europeo en las que yo fui elegido, la participación fue mucho más baja que en las de Venezuela y, por el contrario, nadie cuestionó la legitimidad de los eurodiputados. Esto es algo muy grave, porque, por un lado, refleja una desvinculación con los ciudadanos y, por otro, una doble vara de medir; en unos casos la implicación ciudadana es fundamental y en otros parece desempeñar un papel secundario.

¿Qué impresión te llevaste en los primeros días de tu actividad política? ¿Fue muy diferente a la concepción inicial que tenías?

Creo que nadie puede imaginarse lo que es. La primera impresión que me llevé es que era una institución monstruosa y apabullante. El edificio cumple la función de las catedrales o de las grandes mezquitas en la Edad Media. Funciona como un laberinto burocrático y, al principio, no te enteras de nada.

Inmediatamente después llega la decepción, cuando te das cuenta de que no puedes hacer nada. El nuestro era un grupo muy pequeño[1], por lo que no teníamos capacidad de acción real sobre la política. Las intervenciones están muy limitadas, nuestro margen de maniobra se reducía a explicar todo en los dos minutos que nos concedían y a hacer un vídeo con ello para distribuirlo a los ciudadanos.

Otro aspecto, que me sorprendió al principio, fue la beligerancia contra mí. Me insultaban continuamente. Cuando me nombraron vicepresidente de AFET[2], en septiembre de 2014, desde la bancada popular alguien me llamó a voz en grito «estalinista español».

Cuando se trata de las formas, los diputados del Parlamento Europeo parecen comportarse de una manera más comedida que en los Parlamentos nacionales. ¿Evolucionó esa interacción inicial tan agresiva con los diputados de otros grupos?

A lo largo de la legislatura hubo un gran cambio. Sin entrar en su espacio ideológico, he conseguido que mis oponentes me respeten. Saben que no soy como ellos, pero esto tampoco me ha impedido respetar la institucionalidad. Llegó un punto en el que cuando intervenía nadie me insultaba, ni Fotyga[3], ni McAllister[4], ni Brock[5]. Me identificaban como el rojo, y en ocasiones me caricaturizaban como el prorruso y prosirio, pero también me consideraban como alguien con quien se puede hablar y que cumple las reglas del juego.

Otra manera de ganarme el respeto de los demás ha sido estando informado y conociendo a fondo los temas con los que trabajo. Eso me enorgullece.

Nunca está de más que te respeten los enemigos.

¿También has logrado el respeto de los grupos de derecha más radicales?

Te voy a contar algo que me ocurrió un día y me dejó en shock. Yo presidía la Comisión de AFET y tenía la palabra un diputado de extrema derecha. Cuando comenzó a hablar, un diputado socialista intervino para tratar de callarlo. Lo cierto es que no había nada en su discurso que fuera ofensivo o ilegal. Así que, desde la Presidencia, paré la sesión y pedí respeto para ese diputado, que intentaba hacer su intervención entre los gritos del diputado socialista. Al acabar la sesión, el diputado al que habían interrumpido se acercó para darme las gracias.

¿No puede interpretarse ese respeto institucional como una instrumentalización, de modo que ayude a proyectar la imagen de que todas las ideologías están representadas, pero, a la hora de la verdad, como indicabas, no hay ningún margen para actuar?

Considero que hay dos elementos que se deben tener en cuenta en ese debate. El primero es que yo era irrelevante. En España no era conocido por mi actividad como parlamentario. De hecho, soy más conocido por mi actividad política en Venezuela, Cuba, Rusia o Siria que en mi país. En el Parlamento Europeo sabían que era irrelevante para Europa, aunque fuera molesto. Sabían que la izquierda era minoritaria, así que no tenían problema en dejar que se escuchara nuestra voz. Pero eso tenía un límite. Se me permitía hablar hasta que tocaba aspectos sensibles. Esto me ocurrió, por ejemplo, con Siria. Cuando cruzabas determinados límites, te llegaba el toquecito en la espalda.

Por otro lado, no estoy en contra de la institucionalidad, para mí no supone una contradicción. Creo que debe ser así. Aunque se hiciera una revolución, existiría una institucionalidad, unas reglas de juego; por lo tanto, creo que se debe tomar parte en ella.

Una de las consecuencias del desconocimiento que tenemos la mayoría de los ciudadanos sobre el Parlamento Europeo es que, en ocasiones, tendemos a idealizar las capacidades y la idoneidad de los eurodiputados. ¿Cómo es el nivel del debate político?

El Parlamento es un lugar de eslogan y poco contenido. Esta es otra cuestión chocante de la Cámara. Durante mi legislatura había diputados que habían sido ministros o primeros ministros, pero no eran independientes de los medios de comunicación y sus mensajes resultaban simples, basados en el impacto que buscan en la opinión pública y, en ocasiones, poco contrastados. Cuando intervenían para hablar de temas que yo conocía en profundidad, como Siria o Venezuela, me daba cuenta de que no se apoyaban en información sólida y de primera mano, sino que, simplemente, repetían lo que habían leído en determinados medios de comunicación.

Quizás en otras comisiones las intervenciones fueran diferentes, pero la experiencia que tuve en las que trabajaba –que eran, entre otras, Exteriores, Derechos Humanos y Seguridad y Defensa– me dejó la sensación de que había poco rigor. Debí de superar el récord de intervenciones no contestadas.

Voy a contar una anécdota que viví en la Subcomisión de Seguridad y Defensa poco antes de acabar la legislatura y que lo ilustra muy bien. Había un experto sobre Iraq y le pregunté sobre la conformación del Ejército iraquí. Le expuse mi preocupación por la situación en el Líbano y cómo iba a afectar a Iraq. Porque había que tener en cuenta que, en Iraq, además del Hizbulá iraquí, hay presencia de milicias de obediencia iraní. No me respondió. A veces dudaba si no me querían responder o es que no sabían qué contestar.

En lo que respecta a tu trayectoria laboral, tienes un perfil poco habitual entre quienes han ocupado cargos públicos en el Parlamento Europeo ¿Qué profesiones has tenido?

He hecho de todo. Además de ser músico semiprofesional, he trabajado en bares, pegando carteles por la calle y, durante muchos años, he sido mensajero. También tuve una librería, una casa de discos y una editorial de libros. Después trabajé de ayudante de cámara, de sonidista y de realizador.

Sí, en ese sentido, soy un poco diferente a la mayoría de los euro­diputados. Mi vida había sido, digamos, peculiar respecto a las trayectorias habituales que se encontraban en el Parlamento.

¿Notaste que en alguna situación esa trayectoria anómala marcara alguna diferencia?

Quizá podríamos considerar que es relevante el hecho de conocer el otro lado.