Enemigos demoníacos - Richard Gallagher - E-Book

Enemigos demoníacos E-Book

Richard Gallagher

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Beschreibung

Mis 25 años como psiquiatra investigando posesiones, ataques diabólicos y lo paranormal. El exitoso psiquiatra neoyorquino Richard Gallagher era escéptico, y no obstante se sintió intrigado cuando un sacerdote católico de creencias bien arraigadas y no creyente en sandeces le pidió que examinara a una mujer para un posible exorcismo. Tras examinarla, Gallagher concluyó que no se trataba de una psicosis. Era, en su estimación científica, lo que sólo puede describirse como habilidad paranormal. La mujer estaba mentalmente alterada: estaba poseída. Este caso destacable fue el primero de muchos que Gallagher encontraría. Buscado hasta hoy en día por líderes de todas las religiones ministros, sacerdotes, rabinos e imanes, Gallagher ha pasado un cuarto de siglo estudiando la actividad demoníaca y los exorcismos a lo largo de la historia, y ha presenciado más casos que ningún otro psiquiatra del mundo. En este inquietante y fascinante libro, Gallagher relata por primera vez sus casos más famosos, incluyendo: Un profesional que afirmaba que su madre espiritista le había «asignado» un espíritu que «se volvió contra ella». - Una pequeña mujer de unos 40 kilos que lanzó a través de la sala a un diácono luterano de casi 90 kilos ante el horror de los presentes. - Y «Julia», la llamada reina satánica y autodescrita como bruja, quien presentó el caso más tormentoso, una posesión de las que se ve «una en un siglo». Yendo más allá de las películas y las novelas, Enemigos demoníacos te llevará a lo más profundo de este oculto mundo, compartiendo estas historias vitales de posesión diabólica.

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Richard Gallagher

Enemigos demoníacos

Mis veinticinco años como psiquiatra investigador

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Colección Estudios y Documentos

ENEMIGOS DEMONÍACOS

Richard Gallagher

1.ª edición en versión digital: noviembre de 2022

Título original: Demonic FoesMy Twenty-Five Years as a Psychiatrist Investigating Possessions, Diabolic Attacks, and the Paranormal

Traducción: J. Carlos Ruiz, TsEdi, Teleservicios Editoriales, S. L.

Corrección: TsEdi, Teleservicios Editoriales, S. L.

Diseño de cubierta: Enrique Iborra

Maquetación ebook: leerendigital.com

© 2020, Richard Gallagher. Título publicado por acuerdo con HarperOne, sello editorial de HaperCollins Publishers.

(Reservados todos los derechos)

© 2022, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-945-6

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

Enemigos demoníacos

Créditos

Prólogo

Introducción

Primera parte. De escéptico a observador

Capítulo 1. Viaje inicial

Capítulo 2. Un sacerdote llega llamando

Capítulo 3. Julia, la reina satánica

Segunda parte. Investigador y diagnosticador

Capítulo 4. Problemas del espíritu

Capítulo 5. Diagnosticando la variedad de opresiones

Capítulo 6. Problemas de la mente

Capítulo 7. Catherine: madre, ama de casa y poseída

Capítulo 8. El investigador serio

Capítulo 9. La historia de las creencias en los espíritus malignos, la aparición de la idea de lo paranormal

Capítulo 10. Alice

Tercera parte. Consejero y erudito

Capítulo 11. Barbara y el pánico satánico generalizado

Capítulo 12. Polémicas finales

Epílogo. La realidad subyacente a estos fenómenos

Agradecimientos

Bibliografía

Deseo expresar mi considerable gratitud a los individuos descritos en este libro, que me han permitido compartir sus emocionantes historias, aunque sea anónimamente.

Quiero dar las gracias a mi hijo Peter, y a muchos colegas y amigos, demasiado numerosos para mencionarlos, por su amor y apoyo durante todo el tiempo que esta obra ocupó gran parte de mi atención.

PRÓLOGO

Como antiguo presidente académico suyo durante muchos años, doy fe de que el doctor Richard Gallagher es un psiquiatra con múltiples talentos y un profesional altamente respetado, y también es un buen profesor. Hace años se embarcó en un serio estudio erudito sobre el tema fascinante, además de controvertido, de la supuesta posesión demoníaca.

Al contrario de una creencia muy difundida, ese tipo de fenómenos no sólo siguen siendo objeto de información en el mundo actual, sino que aún desafían las explicaciones fáciles, como cuando se desea que los trastornos médicos o psiquiátricos sean concebidos de forma sencilla. El doctor Gallagher dedica su agudo intelecto y su intachable integridad a la investigación de ese tipo de «estados de posesión», y sin duda ha encontrado directamente más de estos casos intrigantes y difíciles de explicar que ningún otro médico.

Por eso su libro bien puede ser único en la historia: el tratamiento serio de un tema muy debatido por parte de un médico académico cargado de credenciales –un catedrático de psiquiatría–, que puede ofrecer informes de casos personales, con todo detalle, de ejemplos de nuestros días.

Doctor en Medicina Joseph T. English

Distinguido profesor de psiquiatría y ciencias conductuales de la cátedra Sidney E. Frank, Facultad de Medicina de Nueva York; antiguo presidente de la Asociación Psiquiátrica Americana

INTRODUCCIÓN

El mayor truco del demonio es convencernos de que no existe (la plus belle des ruses du Diable est de vous persuader qu’il n’existe pas!)

— BAUDELAIRE, LE JOUEUR GÉNÉREUX

Lo que se dice en la oscuridad, habladlo a la luz del día;

y lo que oyes que susurran, grítalo desde los tejados.

— MATT. 10:27 (traducción del autor de este libro)

Por mi experiencia, la idea de la posesión demoníaca es tan controvertida, y a menudo tan mal entendida, que desde el principio de este libro quiero establecer algo de plausibilidad académica para esta noción, además de mis credenciales. Las reacciones típicas ante el tema reflejan la polarización de nuestra nación. A pesar de la extendida creencia en los espíritus malignos en los Estados Unidos y en todo el mundo, algunas personas consideran el tema inverosímil, incluso estúpido. No obstante, otros ven el demonio por todas partes. Y así, aquí detallo mi historia personal y destaco la credibilidad de las posesiones ofreciendo simultáneamente algunas sencillas reflexiones acerca de varias exageraciones y abusos.

La reacción médica y religiosa inicial en muchos sitios al borrador de este libro –desde académicos y médicos bien informados hasta exorcistas expertos– ha sido gratificantemente positiva. Los lectores tal vez se sorprendan al saber que muchos colegas médicos míos –de todo el mundo– están de acuerdo con mis hallazgos, aunque puede que no quieran hablar tan abiertamente, con algunas notables excepciones. Por ejemplo, un psiquiatra de la facultad de Harvard ha declarado que este libro es «especialmente convincente…, sin duda de un experto mundial cuyo rigor académico es impecable y cuya integridad personal está por encima de todo reproche». Un conocido profesor de neurología consideró que era el manuscrito «más impresionante… por un testigo que es totalmente de fiar y una de las personas más inteligentes que he conocido». Un destacado exorcista estadounidense lo describe como «extremadamente práctico, ya que el libro proviene de un médico experto en temas útiles para el país y trata el tema de los ataques diabólicos. Siempre que necesito ayuda, recurro a él. Se lo respeta mucho en este campo».

Enemigos demoníacos relata casos claros de posesión demoníaca y otros ataques diabólicos que he tratado directamente en los veinticinco últimos años. No me ofrecí voluntario para ocuparme de estos casos; por el contrario, respondí a solicitudes de líderes religiosos que me preguntaron mi opinión personal. Y yo superé mis dudas sobre el acto de escribir este libro sólo después de asegurarme el permiso de los hombres y mujeres afectados a los que decidí ayudar.

En 2016 publiqué un ensayo solicitado por The Washington Post. El editor me pidió que ofreciera a los lectores mi perspectiva profesional, como psiquiatra, de las posesiones demoníacas. El artículo atrajo a más de un millón de visitas en Internet. Miles de comentarios pedían más pruebas, que en aquel momento me negué a divulgar. Un perfil mío de la CNN en Internet –con una entrevista televisiva adjunta– suscitó una respuesta similar. Al mismo tiempo, colegas de profesión y montones de exorcistas me pedían habitualmente que informase, como profesor y médico, sobre mis hallazgos y métodos. Por último, eruditos de «teorías no patológicas», de posesiones, han solicitado la publicación de informes verdaderos bien documentados.

Y así, aunque con un poco de prolongada indecisión, decidí escribir Enemigos demoníacos.

A menudo me han preguntado que quién mejor que un profesor de psiquiatría puede diferenciar los casos reales de los numerosos desgraciados y muchos más ejemplos de personas que sólo imaginan que están bajo un ataque demoníaco. No es inusual que personas con enfermedades mentales y otros problemas médicos confundan sus estados mentales y crean que están inducidos por espíritus malignos. Como veremos, esto es especialmente cierto en pacientes que sufren psicosis y graves trastornos de la personalidad y disociativos, así como en personas propensas a sugestionarse. Me di cuenta de que me encontraba en una posición única para arrojar luz sobre estos temas tan complejos.

Me he encontrado con escépticos y detractores, por supuesto. He hecho levantar algunas cejas, especialmente en comentarios de Internet. Cubiertos por el anonimato, estos expertos de sillón no muestran timidez a la hora de expresar sus opiniones, normalmente mal informadas. Un partidario más enérgico comentó que yo había «perturbado el hormiguero» al exponerme tanto en público.

De igual modo, la mayoría de profesionales de la salud, independientemente de lo brillantes que sean y las buenas intenciones que tengan, no están familiarizados con este tema. Dado que son más conscientes que el público lego en lo relativo a cómo pueden distorsionarse los recuerdos, tienden a suponer que todas las historias deben ser ilusiones o recolecciones imprecisas. Ha habido muchos «recuerdos recuperados» dudosos de ataques diabólicos o abusos satánicos. Tratamos con profundidad toda la controversia, pero las principales historias de este libro no son de ese tipo. Yo he sido testigo de primera mano de las historias que presento en las páginas siguientes, o bien los hallazgos fueron verificados independientemente por muchos observadores bastante creíbles.

Algunos individuos de inclinación más espiritual también tienen sus reservas. Muchos académicos religiosos se sienten inclinados por una «desmitologización» ingenua o anhelante al afirmar que las historias de actividad demoníaca no son sino mitos o ideas culturales desfasadas, y nada más. Descartan las referencias múltiples a espíritus malignos de textos clásicos y a documentos probatorios de muchos siglos como anacrónicos o simplemente simbólicos. Ese tipo de conclusiones habría asombrado a las figuras seminales de la mayoría de tradiciones de fe, que no tenían dudas sobre la realidad de los ataques demoníacos. Temiendo hacer el ridículo o siendo conscientes de los excesos, muchos clérigos actualmente no se sienten seguros en absoluto al exponer el tema; otros, que tal vez deseen parecer demasiado sensatos, subestiman la impresionante base de pruebas.

Por último, están los más doctrinarios, que se dedican a desprestigiar y exigen inevitablemente cada vez más «pruebas», hasta el extremo de convertir sus exigencias en imposibles. Suelen parecer un poco ridícu­los en su simplicidad de solicitar testimonios verosímiles para toda demostración.

Bien, aquí están las pruebas detalladas, expresadas abiertamente. En lo que respecta al turbio mundo de los demonios, la luz del sol es el gran desinfectante.

• • •

Distintos sujetos piden clases diferentes de pruebas. En el caso de las posesiones, la gente a menudo quiere grabaciones en vídeo o en audio. Sin embargo, los vídeos son la violación de la privacidad de una persona, y es un error suponer que un espíritu maligno se dignará a desfilar ante una cámara. Después de esconderse o disfrazarse durante milenios, ¿por qué los espíritus de repente se pondrían de acuerdo ante un director de cine aficionado? Las cintas de audio, de las cuales ha habido muchas, nunca parecen persuadir al escéptico comprometido. Y de nuevo, esa clase de demandas son ingenuas al esperar una conducta obediente por parte de los espíritus malvados.

Si buscas en este libro pruebas de laboratorio, ensayos controlados o neuroimágenes de los estados de posesión, te sentirás decepcionado. Los seres espirituales no aparecen con los rayos X.

Todos utilizamos diferentes métodos de investigación en muchas áreas de nuestras vidas. Como médico experto, valoro la ciencia, y los protocolos científicos modernos son indispensables. Acepto los descubrimientos de la ciencia moderna convencional; la práctica de la medicina depende de ellos. Pero el «naturalismo metodológico», como los filósofos de la ciencia caracterizan esos principios de investigación, no puede responder todas las preguntas de interés humano. Por definición, esta concepción comprensible de métodos científicos excluye de la consideración el mundo espiritual, y cualquier creencia teísta, si vamos al caso.

Pero las pruebas históricas son también una forma valiosa e importante de «saber». Los escépticos se sienten desprevenidos cuando menciono que, aunque no se encuentran habitualmente casos de posesiones, las pruebas acumulativas a lo largo de la historia han sido masivas. La creencia en los espíritus y su posible influencia en los humanos, en la mayor parte de eras históricas, han sido prácticamente omnipresentes. Los antropólogos han registrado referencias a posesiones a lo largo de los milenios en la mayoría de culturas conocidas. Muchos de los pertenecientes a este campo consideran ignorantes a quienes no están familiarizados con la naturaleza de esos informes, o, como lo expresó un investigador, el equivalente actual a los «terraplanistas». La mayoría de antropólogos se toman estas experiencias muy en serio, con independencia de su rareza, aunque personalmente se consideren agnósticos.

Sin embargo, a lo largo de la historia también han sido muy comunes los informes exagerados de crímenes satánicos y caóticos. Conozco bien las histerias periódicas, incluidas las cazas de brujas de los siglos XVI y XVII, como en Salem, cuyos objetivos solían citarse como que estaban poseídas. Como psiquiatra, he vivido los fiascos más recientes, durante las décadas de 1980 y 1990, de los «recuerdos reprimidos» y el «pánico satánico». Como médico asistente que trabajaba en aquella época en una unidad psiquiátrica de pacientes que sufrían diversos trastornos de personalidad, tuve que combatir a diario con ese tipo de tonterías. No queremos que se repitan episodios tan vergonzosos.

Pero si se nos van de las manos todas las pruebas históricas o si presumimos de que podemos expresar las entidades espirituales como ensayos experimentales antes de creer alguno de estos relatos, nunca captaremos el tema.

El presidente John Adams llamaba a los hechos «cosas testarudas». El objetivo de este libro es presentar las persistentes, pero inequívocas, pruebas fácticas de posesiones y ataques demoníacos en un contexto contemporáneo; los lectores de mente abierta podrán entonces interpretar esas pruebas por sí mismos.

Muchos secularistas occidentales no pueden concebir la existencia de los demonios. Pero la creencia en un mundo espiritual –y de ataques de entidades diabólicas– es más habitual de lo que se ha supuesto ampliamente. La gran mayoría cree en un mundo espiritual y en estados de posesiones demoníacas. En este país, una encuesta realizada al principio del milenio dio como resultado que el 70 % de ciudadanos cree en los espíritus diabólicos, y un poco más del 50 % de estadounidenses creen en la posibilidad de ataques demoníacos sobre humanos. ¿Quiénes son los que se apartan de lo habitual en este caso?

Abundan teorías muy diversas, por supuesto. Además de la visión tradicional sobre los ataques diabólicos, las posesiones a menudo se han atribuido a distintos estados de enfermedad, especialmente en nuestros días. Para intentar explicar por lo menos algunas de las características inusuales de las posesiones, otros comentaristas proponen capacidades «psíquicas» humanas latentes, impulsando teorías que nunca se han verificado en el terreno científico creíble. Se está extendiendo una amplia creencia en nociones pseudocientíficas sobre eventos «paranormales», e incluso los expertos en religión a veces han caído en teorías «parapsicológicas».

Con el paso del tiempo, observadores menos escépticos han reconocido la realidad evidente de los ataques espirituales, pero han atribuido las posesiones y otros asaltos del mismo tipo a espíritus diferentes de los demonios. Ciertas tradiciones culturales maldicen a las almas de muertos maliciosos, antepasados, poltergeists, deidades vengativas, duendes o trasgos. A pesar de las diversas teorías sobre espíritus, hay puntos comunes chocantes acerca de los diversos tipos de posesiones sobre los que se ha informado en culturas muy distintas a lo largo de la historia. Sea cual fuere la explicación, el elemento común sigue siendo que tiene lugar un ataque espiritual de alguna clase; si un ataque de esa clase no se puede achacar a un espíritu maligno, las palabras pierden su significado.[01]

Al mismo tiempo, soy consciente de la necesidad de advertir al excesivamente crédulo contra las exageraciones y las supersticiones perjudiciales, o sólo ideas erróneas muy comunes. Este campo es propenso a la charlatanería, la hipérbole y la estupidez humana. Individuos con ánimo de lucro pueden actuar siguiendo sus percepciones erróneas de que los individuos están sufriendo ataques demoníacos, cuando para un profesional el afectado evidentemente tiene un problema psiquiátrico o médico. Incluso peores son los tristes episodios de abuso físico con esfuerzos mal recomendados para «liberar» a las víctimas. Estos abusos no son nuevos. Los esfuerzos históricos y actuales para expulsar los demonios por medios agresivos o poderosos, como por ejemplo mediante palizas y tortura, siguen siendo tan ineficaces como ignorantes, y a veces sádicos. Los problemas causados por las entidades espirituales requieren ayuda espiritual, que huye de toda violencia.

Otra nota de aviso frecuentemente ignorada es la necesidad de reconocer la rareza de las posesiones. La mayoría de los médicos nunca verá un caso; incluso la inmensa mayoría de los clérigos es poco probable que se encuentren con una auténtica posesión. Muchos creyentes se sorprenden cuando digo que de los 25 000 pacientes formales[02] que he tratado en profundidad en el transcurso de mi carrera durante mi trabajo diario profesional normal, ninguno estaba poseído. Los casos que he concluido que estaban poseídos me los enviaba algún cura o me encontraban sólo después de oír sobre mi experiencia y me buscaban ellos mismos. ¡Ningún paciente normal ha entrado en mi consultorio y después se ha sentido sorprendido por un diagnóstico de «posesión» que le haya dejado boquiabierto!

Los enfoques más sólidos para el diagnóstico requieren una experiencia considerable, no simple intuición o conjeturas. Muchas personas también se sorprenden al saber que los criterios para detectar la posesión espiritual son bastante estrictos y basados en el reconocimiento de un verdadero «síndrome», cuyas características son tan exactas como cualquier otro diagnóstico mental. Que nuestra cultura actualmente se haya apoderado de teorías descabelladas sobre lo paranormal, así como de insinuaciones exageradas de ataques demoníacos, sólo agrava la confusión de las personas que buscan ayuda.

• • •

Enemigos demoníacos es mi intento por entrar en un lugar de encuentro entre la cultura pop –que presenta de forma sensacionalista lo paranormal y lo sobrenatural–, con sus profundos juicios espirituales, y los estudios psiquiátricos y científicos serios. Es necesario un enfoque interdisciplinar.[03]

La mejor manera de ilustrar esto, en mi opinión, es narrar mi propio viaje personal de transformación de escéptico a creyente, y de aquí a experto. Para basar la discusión en la realidad, examino a lo largo del camino algunos de mis casos más complejos y emocionantes, exponiendo mis propios métodos de investigación, mientras explico cómo cada caso se relaciona y conforma la cultura moderna, la historia, la religión y las teorías psiquiátricas. De los numerosos casos que he visto, destaco los siguientes:

Una mujer joven, autodescrita como satanista, que levitó durante media hora en el transcurso de su exorcismo delante de ocho testigos: un caso de «una vez en un siglo», en palabras de sus dos expertos exorcistas.

Un ama de casa cuyo oído se bloqueaba cada vez que alguna persona mencionaba algo relacionado con la religión, y pronunciaba tremendas blasfemias durante los recurrentes estados de posesión, similares a trances.

Una mujer profesional que sufría moratones inexplicables, hablaba varios idiomas que le eran completamente desconocidos y, en sus estados de posesión, periódicamente corría desbocada, con el riesgo de hacerse daño a ella misma y a su reputación.

Una pequeña mujer que en su estado de posesión tiró a un diácono luterano de 90 kilos por toda la habitación.

En ese tipo de casos, he trabajado duramente para desarrollar un sistema de investigación basado en mi formación psiquiátrica y experiencia. Para empezar, yo nunca «diagnostico» oficialmente a nadie como «poseído». Lo hago así por varias razones. En primer lugar, no es un diagnóstico clínico que pueda incluirse en una categoría diagnóstica psiquiátrica convencional y científicamente responsable. Dado que la posesión es un problema espiritual –no psiquiátrico–, no existe ningún laboratorio o institución que registre esa información usando categorías establecidas médicamente. En su lugar hago una pregunta básica: ¿tienen los síntomas del paciente una explicación natural o científica?

Puedo empezar a contestar esta pregunta como debe ser, mediante un examen físico y rondas convencionales de pruebas médicas; por ejemplo, un análisis de sangre para buscar anormalidades químicas. Especialmente me aseguro de que el paciente no sufra un extraño trastorno convulsivo u otro daño cerebral no descubierto. Para descartarlo, tal vez planifique un escáner cerebral o un electroencefalograma si resulta adecuado. Si la prueba adecuada es negativa, confío en toda una valoración narrativa y en un estudio de los síntomas que siempre realizo. También normalmente entrevisto a amigos y familias para confirmar todos los detalles que expone el paciente.

Para las personas sin experiencia, se puede creer que muchas posesiones se engloban en las categorías psiquiátricas de diversas psicosis y varios trastornos de personalidad y disociativos, o bien parecen ocurrir a individuos propensos a ser sugestionados. Sin embargo, para los psiquiatras con mucha experiencia y para otros profesionales de la salud, la posesión difiere de ese tipo de trastornos de forma significativa. Yo explico detalladamente estos síntomas y signos a lo largo de este libro, junto con los criterios médicos y espirituales implicados.

En los casos raros en que no puedo determinar una explicación natural o científica del estado de una persona, remito al individuo al sacerdote, rabino, pastor, imán u otro consejero espiritual que me envió a mí a esa persona. Los hombres y mujeres de fe toman la determinación oficial final y deciden ofrecer ayuda espiritual si el paciente lo necesita.

Me tomo muy en serio mi responsabilidad como médico, por lo que les recuerdo a los que están enfermos mentalmente y sólo piensan que les atacan espíritus malignos que busquen ayuda psiquiátrica. El campo del exorcismo está repleto de ejemplos de grupos de liberación sin cuidado y de legos aficionados que pueden usar formas de «liberación» dudosas, y a veces totalmente peligrosas, en personas que luchan con la depresión u otra enfermedad mental.

Un intento importante de moderar los diagnósticos erróneos y los excesos procedió de la fundación, a principios de la década de 1990, de la Asociación Internacional de Exorcistas. Yo conocía personalmente a la mayoría de los fundadores y trabajé durante algún tiempo como consejero científico de la asociación. En los Estados Unidos, Obispos Católicos ha designado alrededor de cien exorcistas para combatir los problemas demoníacos graves. Ellos esperan evaluaciones psiquiátricas rutinarias. Otras instituciones han realizado esfuerzos similares, si bien menos importantes. Sin embargo, ninguno de estos desarrollos sensatos debe cegarnos respecto a los continuos abusos aislados entre «equipos» mal dirigidos de personas excesivamente entusiastas, sobre todo entre fundamentalistas de todas las religiones, tanto en los países del mundo desarrollado como en los que están en vías de desarrollo.

• • •

El hecho de ganarme la confianza de numerosos individuos poseídos, además de mi posición privilegiada como psiquiatra, les permitía abrirse ante mí no sólo en lo relativo a las características extrañas de sus presentaciones, sino también respecto a sus antecedentes y a muchos aspectos íntimos de sus vidas personales. Todos estos factores son vitales a la hora de juzgar si una persona está sufriendo un verdadero ataque demoníaco. Los pacientes, ante su profundo y diverso sufrimiento, contarán a un médico, y sobre todo a un psiquiatra, cosas que no revelarían a nadie más. Esos detalles normalmente incluyen conductas vergonzosas, como recurrir brevemente prácticas ocultas o incluso satánicas, que pueden hacer que se muestren reticentes a contar sus indiscreciones a un cura, por no hablar de a cónyuges y amigos íntimos. En algunas culturas, las personas poseídas se encierran y se aíslan; a unos cuantos, en algunas partes del mundo, incluso se les castiga físicamente o se les mata. A consecuencia de esto, estos individuos suelen ocultar su historia. En los Estados Unidos, normalmente temen la internación. Yo trabajo duramente para distinguir con cuidado, como médico con formación científica, lo que la «ciencia» y los buenos testimonios históricos pueden y no pueden demostrar sobre los episodios de posesión. Y me tomo muy en serio la confianza que esas personas depositan en mí.

Todas las exigencias comprensibles de pruebas no deben cegarnos ante la inescapable realidad de que hay individuos torturados en el núcleo de esas evaluaciones. No buscan ilustrar una teoría ni demostrar su credibilidad. Tienen un dolor enorme y buscan alivio. A menudo he mirado a los ojos de quienes sufren y se sienten dirigidos por el terror que yo veo. Pocos de ellos entienden completamente lo que sucede o por qué se encuentran en un estado constante de tormento. Pero creen que todo su cuerpo, su mente y su alma están siendo atacados. ¿Debería simplemente ignorar su angustia?

Sin embargo, sorprendentemente, en la mayoría de casos, su propia conducta y su actitud son también esenciales para su liberación. Como enseña la Iglesia católica (junto con creencias similares en otras congregaciones y en numerosas religiones), el Rito del Exorcismo Mayor no es una fórmula mágica que, sin esfuerzo de los propios individuos afectados, expulsa automáticamente a los demonios y que libera a las víctimas que sufren. Los exorcistas no son magos, y a menudo hay una larga, dura y terrible lucha para librarse de lo que les aflige, como si fuera un caso psiquiátrico normal con una típica enfermedad mental severa.

Los exorcismos no son balas mágicas. A fin de cuentas, por eso describo mi experiencia profesional para escribir Enemigos demoníacos. Quiero iluminar al público en lo relativo a la admisión y la realidad de estos evidentes fenómenos extraños, y qué debe hacerse para obtener ayuda. Quiero ver cómo las personas atormentadas se liberan de todo lo que les oprime y destruye sus vidas.[04] He dedicado mi vida a combatir los estragos de la enfermedad mental y he puesto el mismo grado de pasión en el trabajo con personas que tal vez sufran de posesión demoníaca o de ataques menores, independientemente de lo controvertidas que las conclusiones puedan parecer a algunos de mis colegas.

Aunque sé que no puedo persuadir a los escépticos y a los críticos duros, espero que Enemigos demoníacos llegue a la enorme masa de gente que está abierta a las ideas sobre vivir en un mundo que en parte es visible y en parte es invisible, y que estos dos ámbitos pueden influirse el uno al otro de formas inimaginables. Un sector de ese mundo invisible parece ser de forma misteriosa, pero destacablemente, hostil para los seres humanos, y busca su destrucción física y espiritual. En raras ocasiones, como algún tipo de terrorista cósmico, ese segmento muestra sus verdaderos colores. El público, en las últimas décadas, ha visto con horror que ciertos humanos viles pueden efectuar actos inefables de terrorismo; tal vez la idea de que las entidades espirituales de una brutalidad similar pueden también comprometerse en actos de salvajismo motivados espiritualmente haya llegado a ser más creíble.

Doy las gracias a las numerosas personas que me permitieron compartir sus emocionantes historias. Expreso mi gratitud especialmente a la reconocida satanista presentada en este libro, que no sólo me permitió narrar sus chocantes historias, sino que nos animó a mí y a mis colegas a contarlas. Reconozco bien la naturaleza extravagante, casi fantasmagórica, de su extraña historia. Sin embargo, no es totalmente original en ninguno de sus detalles individuales, y ofrezco paralelismos de incluso las más extrañas características de su situación, extraídos de otros casos históricos.

Ni ella ni ninguna de sus víctimas fueron pacientes míos; no escribiría sobre ellos si lo fueran. Casi todos estos casos, que eran de una «naturaleza extraordinaria» (el término tradicional), me los enviaron instruidos y sabios clérigos conocedores de muchas fes u otros profesionales de la salud mental con credenciales que han solicitado mi opinión. En los últimos años, algunas víctimas atacadas me han encontrado por sí mismas después de leer mi experiencia en Internet, por entrevistas que he ofrecido o por artículos que he escrito.

En la difusión de asuntos delicados, siempre hay que encontrar un equilibrio entre la discreción y los beneficios de la divulgación. Siguiendo la práctica de ética convencional en informes médicos, en las páginas de este libro he respetado los deseos de las propias víctimas, resumidos en la frase de una de ellas, de «correr la voz». Sin embargo, he ocultado o cambiado identificadores irrelevantes –nombres, lugares, razas, descripciones físicas– que no tienen importancia para las bases factuales de estas descripciones de casos. Me he comprometido con la privacidad en la comunicación. Los medios de comunicación me han pedido frecuentemente que invite a esa clase de individuos para que hablen en público, pero yo nunca pediré a nadie que haga eso, aunque bastantes han expresado su deseo de descubrirse.

Por otra parte, la necesidad de iluminar a los lectores sobre detalles relevantes resulta esencial, por lo que no he cambiado ningún detalle específico de los informes de los casos. Sólo vale la pena leer un recuento exacto de todos los ejemplos. En las páginas que siguen, no me permito ninguna licencia literaria ni exagero ningún hecho; tampoco resto importancia a la asombrosa naturaleza de parte del material, independientemente de lo imposible que pueda parecer a los lectores.

No nombro a ningún exorcista que haya querido guardar su privacidad o que no me haya dado permiso explícito para revelar su identidad, aunque algunos de mis contactos con esa función hasta ahora hayan resumido sus historias. Los que han hecho tal cosa no son difíciles de encontrar. Con un aumento de los casos y la necesidad percibida de una educación pública frente a la confusión y la hipérbole generalizadas, muchos exorcistas o sus asistentes laicos actualmente desean describir la naturaleza de su labor de forma más abierta. Sin embargo, con excesiva frecuencia, sus sobrios testimonios son breves y los ignora una audiencia más amplia.

Una reticencia correcta a dar testimonio por parte de algunos testigos de posesiones puede reflejar discreción y prudencia apropiadas. Pero, una vez que la protección está asegurada, una adhesión demasiado rígida al secretismo puede ser contraproducente. Un ocultamiento demasiado estricto de los hechos, si resultan perturbadores, ha mantenido este ámbito en una especie de niebla cultural. Algunos observadores con conocimiento del tema siguen temiendo revelar algo sustancial, lo que permite que los ignorantes o los críticos dominen la discusión.

Envío un agradecimiento especial a un médico especial, mi antiguo presidente académico y anterior presidente de la Asociación Psiquiátrica Americana. El doctor Joe English me dijo en cierta ocasión que había encontrado un extraño, pero inequívoco, caso de posesión al comienzo de su propia carrera. Él conocía mi objetivo profesional de educar al público sobre las numerosas falacias que había en torno a este complejo asunto desde hacía mucho tiempo, y de asegurarme de que los pacientes psiquiátricos recibieran cuidados adecuados, no rituales erróneos. En su conocimiento limitado, tanto los materialistas dogmáticos como los excesivamente entusiasmados, pero con poca formación religiosa, pueden hacer mucho daño dificultando o retrasando la ayuda específica que necesitan, ya sea espiritual o, mucho más a menudo, de naturaleza médica o psiquiátrica.

Siempre he creído que un médico no debería rechazar implicarse en estos casos. Como he dicho, yo simplemente he respondido a las llamadas de socorro. Para cualquier persona de ciencia o de fe, sería imposible dar la espalda a las almas torturadas. Enemigos demoníacos, con la autorización de algunas de esas almas, más mis agradecimientos, representa sus relatos como míos, y está dedicado a todos ellos. Celebro su voluntad de compartir sus historias cuando tantos recomiendan precaución o disminuyen y ridiculizan la realidad y significado del profundo sufrimiento de estas víctimas.

• • •

Por último, en este libro doy testimonio de las realidades espirituales subyacentes que dan sentido a los sufrimientos de estas víctimas. Los exorcismos no son el aspecto más significativo de la práctica de religiones saludables. En el mejor de los casos, las tradiciones espirituales consolidadas ponen su énfasis en el amor, el servicio y la compasión hacia otros seres humanos, y también en el amor divino. «Dios no necesita nuestro amor», comentó recientemente un buen pensador, «pero él seguramente lo desea tanto como que nos amemos los unos a los otros».

La confusión sobre realidades espirituales en el mundo es perpetua. Demasiados modernos ven una división entre «fe» y «razón», y ese equívoco da lugar a una confusión sobre el tema de este libro. Sin embargo, esta dicotomía no es la visión tradicional. Tenemos cerebros que buscan una razón. Los científicos sociales insisten en que la forma en que nos educan y otros factores sociales influyen en gran medida en el desarrollo de nuestras ideas religiosas y espirituales, pero estos factores no son determinantes. Como adultos, resulta inmaduro no ponerlos nunca en duda o, a la inversa, nunca intentar aprender más acerca de su razonabilidad y las bases de sus hechos.

Y ciertamente no se puede –no se debería– profesar una fe «irracional» o no puesta en duda sin estar abierto a evaluar las pruebas que la historia nos ofrece. Enemigos demoníacos presenta ejemplos de un conjunto más amplio de ese tipo de pruebas que suelen malinterpretarse o ignorarse.

Como en la mayoría de las cosas de valor real en la vida, hay que ser persistente y auténtico en la búsqueda de la verdad, sin dejarse condicionar por la educación o las ideas culturales preconcebidas o por lo que la opinión conformista dicta que uno debe creer. En una época en que muchas personas han perdido todo el sentido de lo sagrado y lo sobrenatural, y cuando la autoridad institucional se mira con sospecha, esa necesidad es un reto personal más que nunca antes. Yo creo que el valor de identificar y de atender a la realidad de este solemne tema merece la pena, y que sus consecuencias garantizan la reflexión.

[01]. La primera cita es del doctor Mark Albanese, profesor ayudante de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard y director de una entidad de salud mental y medicina de la adicción, Cambridge Health Alliance. La segunda es del doctor Joseph Masdeu, profesor de Neurología de la Facultad de Medicina de Weill Cornell, director anterior de la Academia Americana de Neurología, y actualmente ocupa la Cátedra Distinguida de la Familia Graham en el Departamento de Neurología de la Facultad Metodista de Houston. Los comentarios del exorcista son del padre Gary Thomas, de la diócesis de San José; la última parte de la cita es tal como la ofrece la CNN en Internet en el perfil del autor (John Blake, «When Exorcists Need Help, They Call Him», CNN Health, 4 de agosto de 2017, www.cnn.com/2017/08/04/health/exorcism-doctor/index.html).

[02]. Richard Gallagher, «As a Psychiatrist I Diagnose Mental Illness. Also, I Help Spot Demonic Possession», Washington Post, 1 de julio de 2016, www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2016/07/01/as-a-psychiatrist-i-diagnose-mental-illness-and-sometimes-demonic-possession

[03]. Blake, «When Exorcists Need Help».

[04]. Jennifer Robison, «The Devil and the Demographic Details», Gallup, 25 febrero de 2003, www.news.gallup.com/poll/7858/devil-demographic-details.aspx. El informe descubrió que el 70 % de los estadounidenses cree en el diablo y el infierno. Una encuesta Pew del 2007 descubrió que «más de uno de cada diez estadounidenses (11 %) dice que han experimentado o han sido testigos de un exorcismo». Russell Heimlich, «Witnesses to Exorcisms», Pew Research Center, Fact Tank, 12 de noviembre de 2007, www.pewresearch.org/fact-tank/2007/11/12/witnesses-to-exorcisms/

PRIMERA PARTE

DE ESCÉPTICO

A OBSERVADOR

Hay más cosas en el cielo y la Tierra, Horacio,

que las que se sueñan en tu filosofía.

—Shakespeare, hamlet

CAPÍTULO 1

VIAJE INICIAL

El estudiante interesado

Al crecer como uno de los niños pertenecientes a la generación del baby boom, en los suburbios de la ciudad de Nueva York, absorbí un profundo escepticismo yanqui. No pensé mucho en la idea de un diablo, y menos aún en la extraña idea de la posesión demoníaca. Los relatos sobre los ataques diabólicos y lo paranormal, creíamos todos, eran temas para los periódicos sensacionalistas, como los de los extraterrestres y el yeti; y Halloween era el momento de reírnos de todo lo relativo a las brujas, los goblins, la magia negra y el ojo del diablo. Recuerdo a la madre de un vecino reírse nerviosamente de su hijo, que iba vestido con un disfraz de colores negro y rojo, como un «guapo diablito».

Mi generación se educó durante un período histórico de una estable fe en el racionalismo. Como parte de la clase media de los Estados Unidos, yo y otros de mi generación dábamos por sentado el carácter especial de nuestro tiempo y de nuestro país: nuestra fe en nuestra democracia, en su progreso material, en los grandes logros de la ciencia moderna y en el derrocamiento de las formas de pensar cargadas de superstición. En el colegio aprendí el orgullo y el patriotismo estadounidenses y, como reflexioné posteriormente, un fácil rechazo a los hábitos y las creencias populares del «Mundo Antiguo».

Más adelante, cuando seguí con la historia y los estudios religiosos seriamente, como especialista en estas carreras en la Universidad de Princeton, empecé a mostrar un gran interés por esas ideas extrañas y heterodoxas. Me quedé asombrado por cómo conceptos convincentes sobre espíritus malignos y los subsiguientes eventos sobrenaturales habían preocupado a los antiguos y al mundo medieval, y cómo incluso personas con amplia formación mostraban una vívida creencia en espíritus y estados de trance de comunicación con dioses y con almas muertas. Aunque estaba empezando a disfrutar una incipiente satisfacción con ese tipo de ideas, en ese momento estaba más preocupado por desarrollar mi creciente interés en la mente humana. Me sumergí en mis estudios en idiomas, literatura y filosofía, y experimenté una temprana exposición a las ideas del psicoanálisis, al que esperaba dedicarme a fondo.

Después de graduarme en la universidad, viví un año en Francia, donde impartí clases en un instituto de enseñanza media y jugué en un equipo de baloncesto semiprofesional. Nuestro equipo lo hizo bien y, como un pez grande en un estanque más pequeño que en los EE UU, marqué una media de treinta puntos por partido. Me encantaban los fanáticos seguidores locales, que siempre valían quince puntos adicionales contra todos los equipos visitantes.

Cuando no estaba en la cancha, me comportaba como cualquier otro hombre soltero y sin ataduras viviendo una aventura en otro país: probé un vino excelente, tomé una deliciosa comida francesa y bebí demasiado Cointreau, que se hacía en el cercano Angers. Los mundos de lo que llamaban paranormal y diabólico, que me habían interesado en casa, eran las cosas más ajenas a mis pensamientos.

Pero esto duró hasta que mi hermano John conoció a una bruja local.

John había estado viviendo y jugando en otro equipo, en una región conocida por su interés activo en el atletismo. Un día me dijo que había estado hablando con una anciana que afirmaba, con sus propias palabras, que era una «bruja buena». Durante su conversación, mi hermano mencionó que él había sufrido de verrugas en sus manos desde que era adolescente. Ella le dijo que podía curarle.

A pesar de mi escepticismo y mis burlas, mi hermano no podía olvidar la idea.

La mujer le recomendó lo que ella llamó un tipo de curación popular. Le dijo a John que efectuara un ritual a media noche en un puente de las afueras de la ciudad. Tenía que recitar un breve hechizo y después tirar al río tres judías por encima del hombro; ella insistió en que «tenía que creer».

Cuando John despertó al día siguiente, después de cumplir sus instrucciones, seguía habiendo verrugas en sus manos. Esa tarde volvió a ver a la mujer, quien le dijo que el ritual no había funcionado porque él no había «creído de verdad». Mi hermano prometió que lo volvería a intentar, esta vez en serio.

A la mañana siguiente, mi hermano vino a verme lleno de excitación. Sus verrugas habían desaparecido. Como un típico hermano menor, le dije que se le debía de estar ablandando la cabeza. Lo descarté como un caso en que la mente vence a la materia, hablando con aires de superioridad y poniendo de ejemplo casos de curaciones de dolencias menores que tenían lugar por el poder de la sugestión.

«Bueno, no me importa», dijo John. «Ha ocurrido algo después de todos estos años de cremas inútiles y cosas congeladas».

Aunque seguí mostrándome escéptico, el incidente hizo profundizar mi interés por varias teorías sobre prácticas de curación tradicionales, y me sentí fascinado ante la medicina psicosomática, los caprichos de nuestro complejo sistema inmunitario y el enorme poder de nuestro cerebro sobre el estado de nuestra fisiología. Dado que mi plan era acudir a la Escuela de Medicina cuando volviera a casa, tomé mentalmente nota del incidente. Por aquel tiempo ya había leído sobre las teorías postuladas por Sigmund Freud y sus colegas, que documentaban la prevalencia de lo que por entonces llamaban los efectos corporales de los estados mentales «histéricos».[05]

Freud y otros de los primeros psicoanalistas insistían en que unas emociones y unos impulsos no reconocidos podían generar directamente problemas médicos evidentes, a veces tan dramáticos como una parálisis. Posteriormente, a estos estados se les llamó «trastornos de conversión», condiciones mentales en las que los pacientes experimentan síntomas neurológicos específicos sin causa orgánica o explicación física coherente. Siendo después residente médico en Yale, llegué a ver de primera mano ejemplos excelentes de estos fenómenos. Por ejemplo, examiné a una joven hospitalizada que sufría de una misteriosa parálisis en las piernas que no tenía explicación física o anatómica posible. Durante una exploración, admitió que su deseo más profundo era «pegar con dureza al hijo de puta de mi padre».

Freud tuvo influencias de Jean-Martin Charcot, un motivador y famoso médico parisino de finales del siglo XIX. Anticlerical declarado, Charcot se mostraba hostil hacia la religión, y Freud aplicó su propia teoría a fenómenos religiosos, incluidas las posesiones demoníacas. Freud defendía que la «posesión demoníaca» de un artista del siglo XVII era un ejemplo de patología mental tomada por error por un ataque diabólico.

Resulta que jugué un partido de baloncesto cerca de la pequeña ciudad de Loudun, de la que supe que había sido el lugar del tristemente célebre caso –del siglo XVII– de unas supuestas posesiones en un convento de allí. En la década de 1630, varias monjas ursulinas afirmaron que los demonios las atacaban. Durante sus presuntas posesiones, las monjas gritaban y daban vueltas de formas extrañas y, supuestamente, hablaban varios idiomas extranjeros que no conocían. El caso tuvo una gran repercusión y aún genera debate en Francia. En aquella época se realizaron algunos exorcismos en público, que atrajeron una multitud de curiosos espectadores. Aldous Huxley escribió detalladamente sobre estos eventos en su libro de 1952, Los demomios de Loudum.[06] Una versión cinematográfica exagerada, titulada Los demonios, tuvo como protagonista a Vanessa Redgrave y fue premiada en 1971. La violencia gráfica y los desnudos de la película causaron una tormenta de protestas en aquella época, aunque dudo de que muchos espectadores se tomaran en serio el asunto. Yo, desde luego, no lo hice. Huxley me convenció de que, con toda su confusión y sensacionalismo, el caso de Loudun fue un probable ejemplo de histeria colectiva. Él llegó a la conclusión de que el episodio tuvo un cariz político y que fue el producto de graves problemas emocionales de unas cuantas monjas católicas de clausura, reprimidas sexualmente.

Sin embargo, lo que para mí hizo el caso aún más intrigante fue la participación de dos infames sacerdotes, Urban Grandier, sacerdote de la ciudad, adinerado y con excelentes relaciones, y Jean-Joseph Surin, un jesuita. Grandier, famoso por su cinismo y su mirada inquisidora, fue acusado por sus rivales políticos de seducir a las monjas y de lanzarles maleficios. Incluso presentaron como prueba un documento en latín que se suponía que era el pacto de Grandier con Satán. Bajo terribles torturas, Grandier mantuvo su inocencia. Sus inquisidores le quemaron atado a un poste.

Para expiar los supuestos sacrilegios de las monjas –y de Grandier–, Surin incitó a un demonio a atacarle y, posteriormente, escribió un fascinante y detallado informe de sus supuestas duras experiencias de años de duración con el espíritu. Que Surin estuviera realmente poseído o sólo loco sigue siendo objeto de debate histórico.

El destacado neurólogo francés Jean Lhermitte llegó a la conclusión, mucho después, de que las supuestas posesiones representaban patologías psicológicas. Su libro de 1956, Vrais et faux possédés («Posesiones verdaderas y falsas»)[07] sin duda influyó en la opinión de Huxley.

Sin embargo, un erudito religioso señaló que para extraer la misma y simple conclusión de Lhermitte, habría que dar de lado a una buena cantidad de registros contemporáneos. Muchos informes afirmaron tener pruebas creíbles de las monjas hablando espontáneamente idiomas extranjeros. También habría que rechazar como inexactas múltiples descripciones existentes de los salvajes, y anatómicamente inexplicables, giros y las imposibles contorsiones de las monjas. Años después, un profesor francés local me preguntó: «¿Ha visto alguna vez un grupo de monjas enloquecidas, que da la casualidad, al mismo tiempo, de que son muy buenas gimnastas?». Este hombre sabio concluyó que, aunque era probable que no todas las monjas estuvieran poseídas, seguramente había habido algún fenómeno demoníaco evidente en el pueblo. Creía que tal vez las monjas sufrieran de ataques menores, de lo que se conoce como «opresiones» o «vejaciones» diabólicas.

• • •

Puse en modo de espera gran parte de este interés durante mis ocupados años en la Escuela de Medicina y, después de una residencia en medicina interna, llegó la época de mi formación psiquiátrica en Yale. Durante mi formación médica me hice experto en los numerosos e inexplicables giros y senderos de la psique humana. En efecto, las exploraciones verdaderamente científicas abren nuevas puertas, nuevas preguntas y nuevas posibilidades. Esto es especialmente cierto en lo relativo a los misterios de la conciencia, la mente humana y el espíritu. Llegué a la conclusión de que había otras maneras de saber cosas que no dependían de si ese conocimiento podía cuantificarse mediante un experimento de laboratorio o una rígida prueba científica. Llegué a pensar que las pruebas de los extraños fenómenos psíquicos que la historia nos muestra una y otra vez –especialmente las experiencias espirituales de todas las culturas difíciles de explicar, pero bien documentadas– también merecían un examen rigurosamente «científico».

Aparte de con unos pocos confidentes, raramente he compartido este interés con colegas, y sigo sin hacerlo, a no ser que me pregunten por ello. Echando la vista atrás, supongo que pensaba que la mayoría era indiferente a este tema; de otros suponía que incluso se mostrarían críticos con mi fascinación y mirarían con recelo a un colega psiquiatra que en una fase tan temprana de su carrera se tomaba en serio este campo. Al mismo tiempo, debo reconocer que no he experimentado de verdad, entonces o ahora, ninguna abierta hostilidad a mis estudios en esta área.

En la época en que me gradué como médico residente y postdoctorado en el programa psiquiátrico de Yale, iba surgiendo dentro de la corriente principal una literatura un tanto inaccesible sobre la posesión moderna. Varios investigadores, inspirados por el éxito comercial de la novela de 1971 de William Peter Blatty, El exorcista,[08] y la película que la siguió, exploraron datos anteriormente desconocidos sobre los acontecimientos que habían inspirado la historia ficticia.

Me quedé fascinado al conocer los detalles reales de esta historia hecha sensacionalista y, aunque yo ya estaba convencido de que Blatty había tomado prestados hechos de varios casos históricos de exorcismo, incluido el de Loudun, me asombró que la película hubiera llevado a la ficción principalmente el caso de una posesión supuestamente real y de nuestro tiempo.

Se dijo que la historia ficticia de Blatty se había desarrollado basándose en la posesión real de un joven de Maryland, que dio comienzo en 1949. Las fuentes originales llamaban al chico Roland Doe como pseudónimo, pero en el momento de la curiosidad investigadora se le cambió el nombre y se le llamó Robbie Mannheim. Criado en una familia luterana, Robbie fue dirigido por su pastor, el reverendo Luther Miles Schulze. Pasaba temporadas en hospitales, pero los médicos no podían explicar las características del caso, y el tratamiento psiquiátrico no hizo efecto. Robbie estuvo poseído durante mucho tiempo.

Como puede verse en la película, los problemas empezaron con fenómenos del estilo de un poltergeist: ruidos y «rascados» inexplicables, una cama que vibra, objetos que vuelan, una silla destartalada. Muchos afirmaron que hasta cuarenta y ocho personas habían sido testigos de estos extraños acontecimientos, incluido el reverendo, quien pudo ver los hechos cuando Robbie estuvo con él en su casa para una observación ampliada. El estado de Robbie llegó a evolucionar hasta el extremo de tener unos síntomas normalmente más relacionados con una posesión: estados de trance involuntarios; expresiones mordaces de odio contra la religión, pronunciadas con una voz diabólica; y otras habilidades paranormales, incluido hablar en latín, un lenguaje que el joven Robbie no conocía. En un momento dado, de acuerdo con los testigos, la habitación de Robbie se quedó congelada, algo sin precedentes durante los exorcismos, como supe más tarde.

Una amplia variedad de clérigos efectuó múltiples rituales de exorcismos, primero según procedimientos luteranos, después episcopalianos y finalmente católicos. Varios jesuitas, del hospital de San Luis, llegaron a realizar con éxito la serie de exorcismos años después. Los sacerdotes contaron que una voz atronadora acompañó al verdadero momento de la liberación de Robbie. Los jesuitas compararon el ruido con un «trueno». Después de su exorcismo exitoso, Robbie se casó, tuvo hijos y llevó una vida normal.

Antes de su muerte, en 2017, Blatty reconoció que su historia ficticia se basó principalmente en la posesión de Mannheim, pero también era una amalgama. Por ejemplo, Blatty diseñó la personalidad del sacerdote-psiquiatra, en su libro y en la película, basándose en el padre Surin, quien se había ofrecido al demonio de igual modo como rescate a cambio de la víctima original.

Al mismo tiempo, Blatty había integrado los dos sacerdotes en su novela –el padre Damien Karras y el padre Lankester Merrin– para representar dos puntos de vista distintos. Con su cara llena de arrugas y su cabello blanco, el padre Merrin representaba a la Iglesia católica de la vieja escuela y su creencia literal en espíritus malignos. No surgen dudas de esa creencia, aunque realizase el exorcismo que acabaría con su vida. El padre Karras, por el contrario, comienza la historia con la convicción de que la joven Regan MacNeil demuestra síntomas de un trastorno psiquiátrico desconocido, a pesar de que las pruebas apuntan a la posesión. Sólo después de efectuar todas las pruebas físicas y psicológicas posibles, el padre Karras cambia de opinión y reconoce por fin que ocurre algo inexplicable y demoníaco.

La transformación personal del padre Karras me pareció especialmente fascinante. Es probable que sólo más adelante fuera consciente de lo importante que fue para mis intereses académicos y para la dirección que iban a tomar: un psiquiatra experto que investiga el tema desde un punto de vista analítico y científico, y después –pero sólo después– llega a creer firmemente en la realidad de la posesión demoníaca.

Del mismo modo que el padre Karras, desde entonces me he movido en dos mundos: el mundo de la investigación psiquiátrica científica y el mundo del exorcismo. Y he pasado gran parte de mi tiempo, a lo largo de los años, profundizando mi conocimiento de los dos, lo que para algunos parece incompatible y que en mi opinión no lo es.

Después de mis cuatro años de médico residente, acepté un puesto académico como profesor de Psiquiatría para la integración en Cornell-Hospital de Nueva York-Westchester. Formé parte de un equipo que trataba a sujetos mediante una unidad especializada en pacientes diagnosticados con grave trastorno límite de personalidad. Estos pacientes son altamente inestables, sufren problemas y con frecuencia son objeto de abusos. Trabajar con ese tipo de pacientes tan exigentes fue una experiencia estimulante al terminar mi residencia.